domingo, 19 de mayo de 2019

LO PUBLICO

Cartel Maratón María Auxiliadora 2018



LO "PUBLICO"


Ahora que para acceder a la política, hay muchos candidatos que cómo único mérito tienen lo de dejarse la barba a lo mejor de la peor forma cuidada posible, llevar incluso hasta una mochila como único bagaje a sus espaldas, y contestar a todo: "ESO ERA ANTES" disimulando de esa forma su total desconocimiento de cualquier hecho histórico o tradicional de la ciudad que a lo mejor llegar a representar. Pero que le vamos a hacer, ese es el royo de esta democracia, que lo único seguro, es la nómina a primero de mes de los que salen elegidos..

El domingo pasado pudimos disfrutar del XXXIX Maratón María Auxiliadora, que desde los tiempos de los recordados don Francisco Marín Valiente "El Dire" y don Francisco Pastor "Kiko" para todo el mundo, se organizó en el Colegio en el año 1980,  y la verdad que este Maratón ya ocupa un lugar importante en el calendario cordobés, entre otras cosas por su popularidad y su buena organización, lo que hace que todos los años tenga una importante afluencia de aficionados que son los que en definitiva dan categoría a cualquier evento deportivo.

Y siguiendo con el mes de mayo y la Fiestas de María Auxiliadora, ayer estuve presenciando un acto celebrado en la tarde-noche en donde pudimos presenciar, la tan esperada actuación de los alumnos más pequeños, para satisfacción de sus padres, sus abuelos y demás familiares que asistían al evento. Los más "pequeños" del Colegio, que en los momentos de su aparición en el escenario, envueltos en una coreografía como hecha a su gusto infantil, daban la impresión de que disfrutaban y aprendían a actuar de cara al público, y se les podía ver que con la mirada y sin perder el compás, buscaban siempre la mirada de sus padres, o de los suyos. Los asistentes, unos y otros, aplaudían a rabiar, y los pequeños se sentían protagonista de todo aquello. Otra vez es el "Público" que llena el recinto del Colegio para ver actuar a sus hijos, nietos o familiares el que marca la diferencia.

Llama la atención en estas fiestas de María Auxiliadora, la cantidad de "voluntarios" que identificados perfectamente con sus "petos" ayudan y organizan toda la complejidad de estos actos lúdicos. No cabe duda de que la mayoría son antiguos alumnos que vuelven a su Colegio por las Fiestas de María Auxiliadora, y se les ve en la idea de querer sentirse más jóvenes participando y colaborando en todos estos actos.

Pero ayer sábado, pudimos asistir al llamado "MUSEO DE CERA" un recorrido impresionante por distintas escenas de "Teatro Plástico" que pudimos recorrer. Había cuadros que hablaban del mundo "Del Google y como no, del Móvil", había escenas que hablaban del olvidado "Cine Mudo", también escenas que nos querían recordar algo del "Descubrimiento de América", incluso una lujosa representación de "La Revolución francesa", y como no, algún recuerdo negativo de "La Segunda Guerra Mundial", en donde vencedores y vencidos, nos mostraban las desgracias de la guerra. Pero posiblemente el cuadro más celebrado por todos, haya sido "El Parlamento Español", donde todos los personajes más significativos, bien por sus estridencias, extremismos, o cualquier otra postura política, estaban representados con una caracterización muy lograda.

Luego el día de María Auxiliadora llegará la fiesta en "El patio Verde" a la que año tras año, acuden miles de cordobeses de todas las edades. Posteriormente tendrá lugar la procesión que desde tiempo inmemorial se viene celebrando por las calles del Barrio de San Lorenzo, y con estos actos terminan las Fiestas de María Auxiliadora..

Ya que hemos hablado del Barrio de San Lorenzo tenemos que decir que allá por el año 1901, cuando "Lo Público" entre otras cosas a nivel de enseñanza brillaba por su ausencia, fueron los salesianos los que a petición de don Mariano Amaya Castellano, párroco de San Lorenzo, se vinieron a instalar en el barrio de San Lorenzo, que era de los barrios más grandes de Córdoba por su extensión, pero también era un pozo lleno de incultura, pobreza y analfabetismo. La llegada del Colegio significó un referente para que al menos los chicos del barrio tuvieran su Colegio y viendo su historia, se puede afirmar que posiblemente la gente más importante de aquella Córdoba pasarían por este Colegio, pongamos el ejemplo de Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete"..

Yo por mi parte tengo que fueron antiguos alumnos de este Colegio, mi padre, mis tíos, mi suegro y sus hermanos. Mis cuatro hermanos, mis cinco hijos, mis cinco sobrinos y ahora mis nietos. El Colegio Salesiano significó mucho para nosotros.

Yo en mis tiempos de monaguillo (1954-1956), llegué a conocer a don José Camps Fernández (1886-1964), que por edad había sido contemporáneo de Don Bosco. Nació en Sevilla y muy joven, como seminarista fue destinado al Colegio de Córdoba en 1904, A él le encomendaron una de las llamadas "CLASES DEL POZANCO". El 1 de junio de 1913, cantó su primera Misa, y fue precisamente en la Iglesia de los Padres Trinitarios, porque la capilla primitiva del Colegio, era muy pequeña para la afluencia de público.

Y este don José Camps nos relataba aquél día: "En 1913, en la Plaza de San Lorenzo, se estaban llevando a cabo varias obras; se había colocado un reloj en la torre, y la fuente de dos caños que había en el centro de la Plaza, se sacó para el extremo más distante del portalón  que todavía permanecía tapado con tabiques. (esta fuente permaneció allí hasta 1963).  También se plantaron 9 acacias, 6 en la Plaza y 3 en el costado que daba a la Casa taberna de la familia de Rafael Ordoñez Barea, que acababan de mudarse al barrio desde la calle Carlos Rubio, que era en la casa en que nacieron sus tres hijos varones y sus dos hijas mayores.  Por todo ello no pude cantar misa en la Iglesia parroquial, nos diría”.

En otra ocasión nos comentó:

“Cuando yo llegué al Colegio en 1904, para hacerme cargo de una clase de “Las llamadas del Pozanco”, lo único que había en aquel Patio, eran los Eucaliptos, que estaban bastantes “jóvenes”, y debían de llevar pocos años sembrados. El Colegio de los gratuitos (Escuelas populares), estaba en formación y se estaba readaptando y aprovechando para ello, unas amplias dependencias que estaban adosadas a los huecos que había practicados a la muralla. (Todavía existen amplios restos de ella), Fue don Gregorio Ferro, el que dio el impulso inicial a las Escuelas Populares. Cuando yo llegué ya había unos 280 alumnos, repartidos en cuatro clases. El primer director del Colegio fue don Juan Castellanos.” 

“Don Gregorio Ferro, regentaba la clase superior, los párvulos mayores, eran atendidos por don Manuel Alcaraz y los más pequeños por don Francisco López. A mi cargo nos dijo, estaba la clase media. Eran clases con muchos alumnos, pero de esa forma se pasaba menos frío. Tiempos iníciales muy difíciles, y los alumnos en su mayoría eran pertenecientes a las clases humildes del barrio.”

Todas estas cosas nos la contaba en la sacristía y mientras se quitaba la ropa de celebrar misa. Un día muy frío de febrero de 1956, nos llamó la atención de que ese día como era habitual en él, no nos esperaba para celebrar la misa en el altar de San Juan Bosco, Don Manuel Notario, que estaba por la sacristía me indicó que estaba en la cama con gripe. Yo me marché a clase.

Era jueves y esa tarde no había Colegio. Hacía mucho frío y a las seis de la tarde nos llegamos al Colegio para verle, fue Francisco Medina, el atento barbero del Colegio, el que nos indicó la habitación. Don José Camps Fernández, era uno de los salesianos mayores del Colegio junto con don Juan Dolla, y todos los cuidados eran pocos. En la habitación estaba el practicante don Sebastián Cano Marín, que posiblemente le estaría dando alguna medicación.

La habitación era pequeña y tenía un pequeño brasero de carbonilla para calentarla. Me llamó la atención la foto que tenía encima de la mesilla de noche, era un tríptico en donde estaban don Mariano Amaya, don Bosco y don Francisco Romero.

Al preguntarle por la foto él me indicó:

“Son los grandes promotores del Colegio de Córdoba; en primer lugar don Mariano Amaya Castellanos, que era el párroco de San Lorenzo, en el centro don Bosco, el alma de nuestra Congregación, y el otro era don Francisco Romero Bolloqui, que fue la persona que dono los dineros para comprar la casa nº 168 de la Calle Mayor de San Lorenzo. Dicha casa, al parecer era una antigua fábrica de curtidos, con unos grandes locales adosados a la muralla de Córdoba, que cruzaba por medio; además de una espléndida huerta con mucha agua.

Esta gran casa-instalación fue comprada por don Francisco Romero Bolloqui, de acuerdo con don Mariano Amaya Castellanos, y la cedió a la Congregación. Se hizo el Registro de la Propiedad a nombre de cinco salesianos, tres de ellos italianos. Don Felipe Rinaldi, Don Ernesto Oberti y Don Antonio Marcolungo, y otros dos españoles, Don Emilio Nogués y Don José Calasanz. Cada uno poseía una quinta parte del inmueble.

Fueron bastantes las cartas que don Mariano Amaya, se cruzó con el superior de los salesianos en Andalucía, don Pedro Ricaldone. En una y otra carta le mandaba información del Barrio de San Lorenzo y de la propia ciudad de Córdoba. Trataba con ello de “recrearle” el ambiente de atraso que tanto el barrio y Córdoba, vivían en aquel año de 1900.

En una de ellas le decía:

“Este barrio tiene 6.000 almas, lo que nos demuestra el escaso crecimiento experimentado en la segunda mitad del siglo XIX. Casas-Deza, en 1837, en su Indicador Cordobés, nos dice que tiene 507 casas y 674 vecinos o familias. Si cada familia consta de tres o cuatro miembros, salen 2696 feligreses en la parroquia en el mejor de los casos.”

Y es que, este crecimiento demográfico tan modesto iba unido a una miseria atroz en las numerosas familias de las clases modestas.

Y llevaba razón don Mariano Amaya, pues por aquellos tiempos “El mismo Casas-Deza escribía en 1861, en su “Informe” sobre la ciudad:

“La disminución del vecindario es debido al subido precio de los artículos de primera necesidad, por lo que los pobres viven en una miseria tal que parece un milagro que subsistan. Efectivamente, los trabajadores del campo ganan dos reales y a veces menos; y con esto han de mantener a su mujer , y dos, tres o cuatro hijos. De la miseria en que viven, se puede inferir “como serán sus habitaciones, su comida y sus vestidos”.

También continúa su informe ampliándolo al resto de Córdoba, en donde dice:

“En el censo de 1860, se clasifica a los cordobeses por “profesiones, artes y oficios” y resultan los siguientes datos: En agricultura o sector primario, nos encontramos con 1.260 propietarios de fincas, con 130 arrendatarios, en cambio el peonaje dedicado al campo  llega a 7.350. En la industria o sector secundario, las cifras pueden inducir a error. Los industriales son 1780, los artesanos, 4.360 y los obreros en el puro sentido llegan a 667. Por tanto en Córdoba, solo existía una industria artesanal y casera; en profesiones liberales, aparecen 280, en comercios 456, y los sirvientes eran nada más y nada menos que 3.235.    

Igualmente López Ontiveros hace un diagnóstico de Córdoba en el siguiente sentido:

“Una gran debilidad de la industria moderna, escasa estructura comercial y con un gran porcentaje de sirvientes”

Estas razones fueron las que movieron al párroco de San Lorenzo, a hacer gestiones para que el Colegio Salesiano, abriera en el barrio un Colegio y Oratorio, para que los chiquillos del barrio, pudieran asistir a clase, estar en el Oratorio, y poder disfrutar de la experiencia de los padres salesianos en la educación juvenil.

Al ponerse en contacto con los Salesianos, les habló de que en la Calle Mayor, existía una edificio, con varias dependencias , y que podría servir a modo de instalaciones. También poseía una espléndida huerta con abundante agua, sitio ideal por tanto, para instalar las Escuelas y el Oratorio.

Estas instalaciones fueron visitadas por los salesianos y dieron su aceptación a instalarse en el Barrio de San Lorenzo. El inmueble importó la cifra de  14,750 pesetas, que fueron donadas por don Francisco Romero Bolloqui, luego aportaría otra cantidad similar para la realización de las primeras obras. Los gastos de notaría fueron abonados por don Mariano Amaya, por tanto la voluntad de los salesianos de poder instalarse en Córdoba, tuvo en don Mariano Amaya y en don Francisco Romero, los principales artífices.
  
Con fecha 8 de marzo de 1919. se constituyó una Compañía Mercantil Anónima con la denominación de “Inmobiliaria Industrial Hispalense” que era la titular de la propiedad a partes iguales. Esta situación se regularizó el 20 de mayo de 1957, en que dicho inmueble pasó de pleno derecho a la Congregación Salesiana.   

Ya que he mencionado algo de la historia reciente y un poco más antigua del Colegio Salesiano, quiero recordar aquí a algunos de mis compañeros, de la clase primera A, (Había dos clases primera A y primera B, ambas con más de ochenta alumnos. Era el año 1952, y tuve la satisfacción de tener a algunos de estos compañeros:

Antonio Amaro Domínguez. Fue el alumno más aventajado de la clase y se llevó aquel curso la Banda de Honor, distinción que se le daba al que ocupaba más veces el Nº UNO, de la clase. Su padre tenía una tienda de ultramarinos en la Calle el Queso y era muy popular. Estaba emparentado con los Amaro Bueno, que vivían en la calle Abejar, en la Casa de “LOS COLORAOS”. 

Antonio Dobao, De la Calle Agustín Moreno, sus padres o familiares tenían una tienda de ultramarinos en dicha Calle. Era también uno de los más aventajados.

Luís Cabello Camuñas. Del Campo de la Verdad. Era otro de los compañeros más espabilados de aquella época. Durante algún tiempo vivió cerca de Casa Currito, en el Campo de la Verdad, pero posteriormente se vino a vivir a San Lorenzo, de donde era su padre y aquí se casó.

José Ramos Carrasquilla. De la Calle los Moriscos, cerca de un tienda de ultramarinos que se llamaba “Casa Caridad”. Se reía de su sombra y siempre estaba sonriente; era también bastante aplicado. Estaba en la primera banca del centro que tocaba casi con la mesa del maestro.

Lorenzo Soler Botella. Era el hijo de Vicente el “Confitero”, personaje entrañable de San Lorenzo.  Era de los más liberales que había en la Clase, y pronto se marchó del Colegio. A este compañero se le llegó a amonestar por haber ido a presenciar la película “Los Crímenes del Museo de Cera”.

Rafael Nogueras Medina. Vivía en la Calle María Auxiliadora, en la misma casa en donde había un puesto de verduras “Casa Paco”, un poco por encima de la Confitería la Gloria. 

Francisco Vargas Aljama. De la Calle Escañuela, era el menor de 4 varones de una saga de herreros famosa en la Calle. El fue muy hábil en los temas de dibujo artístico. Además tenía cuatro hermanas.

Rafael Rodríguez Durillo. Cercano a la Plaza de la Corredera. Al igual que sus hermanos, trabajó en la Westinghouse,. El, lo hizo en la sección de Tornos Paralelos. Junto a Pila Cervantes, fue de los últimos torneros que quedaron en Aparellaje, antes que la ABB, cerraran dicha fábrica. Jugó al fútbol en el Grupo de Empresa.

Ángel Polo Calvo. De la Calle María Auxiliadora. Nos llamaba la atención los “baberos” que siempre llevaba, pues su madre se esforzaba porque fueron distintos. Sus amigos le llamaban cariñosamente “Polito”. Lo de fontanero que era su oficio le venía de familia.

Antonio Navarro Bellido. De Cañero Viejo, de aspecto bajito, era no obstante de los mayores en edad de la clase. Pelo rizado y muy rápido jugando al fútbol, tenía siempre muchos amigos. 

Jorge Gutiérrez Carvajal,  De la Huerta de la Reina. Era serio y aplicado. Profesionalmente se realizó como técnico en EMACSA. Un hermano suyo también antiguo alumno, en un perol que fuimos a la Campiñuela, cogió unas bellotas que eran auténticas castañas.

Juan Amaro Bueno. De la Calle Abejar, enfrente del Cine Iris de Verano. Los Amaro y los Bueno, eran una saga muy grande en Córdoba. Juan, era uno de los alumnos más altos de la clase y muy buena persona.

Montoro Prieto. Era de la casa grande de la Calle de los Frailes. Debía de ser muy dormilón pues raro era el día que no llegaba tarde, fue de los primeros alumnos que empezó a llevar la cartera sobre las espaldas. Simpático y agradable. Se dedicó a la platería.

José Álvarez Redondo. De la Calle Alvar Rodríguez, era muy bueno en la lectura, y con frecuencia se le relacionaba con la Tienda que había en la Calle Cruz Conde de Muebles Redondo.

José Cruz Torres, Vivía en la Calle Juan Palo, aunque al poco tiempo se mudó al barrio de Cañero.  Fue de los primeros chavales del barrio que entraron en la Universidad Laboral de Córdoba, y a todos nos llamaba la atención, la Gabardina, El Chandal, las Botas y el Albornoz, que le habían dado. Ese fue lo que motivó a muchos a entrar en la Laboral.

Manuel Cañete Ruiz. De la Plaza de Conde de Gavia, muy cerca de las bodegas Carbonell. Compañero muy callado y bajito. Se colocó en Telefónica.

Antonio Matarín Galán.  De la Calle El Aceituno. Muy serio y formal, una vez coincidimos con él en una “Chatarrería” que había al principio de su calle cuando fuimos a vender unas planchas de hierro. 

Francisco Caballero Almoguera. De la Calle la Banda, pertenecía a un apellido muy arraigado  en San Lorenzo y casi todos muy aficionados al fútbol.  Quizás el que más se destacó fue su pariente “El Chico Fortuna” –Manuel Rey Almoguera- que acudió como portero a la Olimpiada del Trabajo que se celebró en Barcelona en 1935.

Francisco Martínez Huertos, Vivía en el Buen Suceso, muy cerca de la Plaza de los Caballos. Era un compañero muy serio y formal. Se casó con una de las mellizas de Leopoldo Roldán en incluso disfrutó de un coche de color rojo muy deportivo. Perteneció a la policía nacional.

Vicente Bautista Sánchez, Vivía cerca del Torreón de la Calle Buen Tocino, gran aficionado al juego del fútbol, aunque era un poco individualista. En los años 70, se marchó a Barcelona, con Carrillo y Luís “La Vieja”, y trabajaron un poco tiempo allí. Al poco tiempo se volvió para acá. Y se fue de este barrio.

José M. Tena Domínguez. Este era el compañero que posiblemente venía todos los días del lugar más lejano al Colegio, ya que lo hacía desde “El Cerrillo”. Estos alumnos que venían de lejos, solían traerse la comida de su casa. José María Tena, más de una vez hizo travesuras tocando la campanilla del Paso a Nivel del Brillante.

Rafael Medina Pedregosa. De la Calle Escañuela, vecino muy cercano de la casa de “Peñascares”, famoso “empedraor”. Era de modales muy callado. Un hermano suyo también antiguo alumno, fue un árbitro muy controvertido.

Francisco Jeremías Lozano, Vivía por la Fuenseca, y tenía el pelo rubio color oro. En una ocasión fuimos a pedir para el Domund a la Catedral, y nos costaba la  misma vida dar con un turista, ya que apenas nos visitaba nadie. Continuo en el Colegio, pero cuando salio se perdió de vista.

Manuel Marcos Rubio. Vivía en la Calle Escañuela muy cerca de los Vargas, los herreros. Jugaba muy bien al fútbol y atendía por el apodo del “Bombe”, pues su padre era bombero. Fue de los primeros que se marchó al Campo de la Verdad

Antonio Camacho Urbano. De la Calle Ruano Girón. Fue un platero destacado. Curiosamente  fue la persona que me colocó a mi de platero en el taller de Galo Adamuz. Si bien es verdad que yo duré bien poco en el taller, él si llegó a ser uno de los más destacados. Siguió en la joyería como viajante.

Francisco Valverde Rodríguez, Vivía en la Calle Ruano Girón, en la casa que siendo de los Cantella, había una fábrica de zapatillas (alpargatas). Tanto Valverde como sus primas se marcharon del barrio. En Clase era de los que mejor pronunciaba al leer.  

José L. Muñoz Baena. De la Calle Almonas, vivía enfrente de la famosa “Casa  Venancio”. Aunque de siempre fue muy prudente, pero eso no era obstáculo para que ya hiciera atinadas caricaturas de todo lo que se movía. Llegaría a ser un gran pintor. Pero tanto él como su hermano Mariano, se hicieron famosos en el Colegio por ser de los primeros en calzar “botas de gorila”. Aquello era un lujo.

Francisco Salazar Tejero. Vivía en la Calle Montero, cuando esta Calle era un torbellino del carnaval. Trabajó en la empresa de Rafael Gómez Sánchez, “Sandokan” y mientras a sus hermanas solteras les tocó la lotería primitiva.

Francisco Fernández Pérez. También de la Calle Alomonas. Gran compañero. Coincidimos en el Colegio Salesiano; En la Universidad Laboral, en el Parque y Talleres de Automovilismo y en la Westinghouse, en donde terminó siendo Cajero de ABB-Subestaciones.

Antonio Gaitán Jiménez, De Barrio Gavilan. Gran corredor de fondo, cualidad que demostró en la Universidad Laboral de Córdoba. Al final un accidente le perjudicó de manera notable. Terminó vendiendo cupones de la ONCE.

Rafael Figuerola Vázquez. Vivió en la Calle Juan Palo, fue monaguillo en la Iglesia de San Rafael con don Antonio García Laguna y colaboró bastante en el Cine Astoria. Finalmente se colocó en la empresa AUCORSA.

Miguel Vázquez Chacón, De la Calle Alfonso XII. Pertenecía a la saga de los “Aguilillas”, todos antiguos alumnos del Colegio. El, trabajó durante muchos años en la Funeraria Vázquez, y gracias al trabajo de toda la familia, su tío Paco, su padre Pepe y su hermano Paco se pudo fundar el Tanatorio Vázquez.

José Mª Luna Rivera. De la Calle Muñices. Se le llenaba la boca de hablar de la Magdalena. Le gustaba mucho jugar al fútbol y lo hacía muy bien con su pierna zurda. Pero su gran afición ha sido siempre la de los palomos deportivos, por lo que con frecuencia acudía a las “sueltas” de Alcolea y Cerro Muriano.

Andrés Vilchez Blanco. Compañero de la Plaza del Moreno. De gesto muy serio,  quizás por el talante que le dieron desde siempre sus gafas. Llamó siempre la atención por el forrado de sus libros. Trabajó en Sevillana de Electricidad. Por cierto, éste precioso edificio de la Calle Alfonso XIII, ha sido vendido por Endesa a la empresa constructora “Sacir Vallermoso”.

Juan Claus Herencia, De San Juan de Letrán. Orientó su vida profesional con el taxi y era un compañero bromista y dicharachero, en eso, tuvo a quien parecerse, pues su padre Fernando Claus, era un bromista. Un sobrino suyo fue el que anunció en Deza, que había tocado EL SEGUNDO PREMIO, de navidad en el año 1992.

Ángel Cañero Luque. De San Agustín. Se encaminó al igual que su hermano por el terreno de la platería. Fue de los primeros chavales de San Agustín que tuvo bicicleta. Vivía en el Huerto de San Agustín cerca de la casa de Antonio Caballero, el organista ciego de la Parroquia de San Lorenzo.

Rafael Jurado Mínguez, De la Calle los Frailes. Era hijo de Rafael Jurado “El Tato”, personaje singular de San Lorenzo, y que en su día fue portero del antiguo San Lorenzo. A Rafael Jurado Minguez, de joven se le conocía familiarmente como “El Pichi” y fue vecino de Rafael Gómez Sánchez, el famoso “Sandokan”.

Antonio Pérez Notario, Compañero dicharachero y agradable. Su padre fue el hombre que empezó a vender los dulces llamados “currucos” por Córdoba, en el zumbacón y alrededores. El comentaba, que su padre había días que repetía varias veces el recorrido, pues la gente popular le quitaban los dulces de la mano.

Antonio Valero Alarcón, De la Calle Empedrada. Le gustaba ir a jugar al fútbol a los llanos de la Huerta del Machaco, y allí más de una vez nos enfrentamos, jugando con la Calle Escañuela. En su Calle, vivía una mujer que a veces nos “asustaba” a todos, ya que llevaba habitualmente un “palitroque” con el que sin querer parecía que amenazaba a todo el que pasaba por su lado.

Vicente Castilla Cortés. Vivía en la Calle María Auxiliadora, su hermano Diego Castilla, un gran profesional de la cerrajería. Por otra parte Vicente, es una persona muy amante de las cosas de Córdoba y de su barrio.

Francisco Montero Márquez. Vivía en la Calle Diego Méndez, enfrente de los balcones que varias veces ha ganado el Concurso del mes de Mayo. Eran dos hermanos en el Colegio y dibujaban bastante bien.

Infantes Córdoba, De la Calle la Banda. Trabajó en la Electro Mecánicas, adonde entró en la Escuela de Aprendices. Cuando se casó se fue a vivir a aquel barrio. Allí fue uno de los fundadores de la Peña, “Los Amigos de la Unión”.

Juan López Tienda. Vecino de la CasaLa Turronera” del Jardín del Alpargate. Fue de los primeros profesionales de la cerrajería que se instaló por su cuenta. Gran profesional y eficaz empresario. Su taller fue de los primeros que se instaló en la Urbanización que surgió de el “Antiguo Zumbacón”.

Antonio Arias Castro. De la saga de los “Arias” del Campo de San Antón, gran profesional de la carpintería. Todavía queda en su antiguo barrio y viviendo a modo de “El último de Filipinas” su vecino y  ebanista, Villalba.

Manuel Fuentes Centella, De San Juan de Letrán. Muy joven se colocó en “Mantequerías Abel” y cada vez que pasábamos por allí, siempre nos daba algo de comer. Muy identificado con su barrio, San Juan de Letrán.  Una afección en plena juventud le perjudicó mucho su salud.

Dionisio Tendero Mesa, Otro de la Calle Almonas. Fue de los primeros que en Córdoba, montó o trabajó en una Auto-Escuela; el junto a Rafael Cruz Guzmán, posiblemente, sean de los que más saben en Córdoba del tema de academias de conducir.

Juan Aban Cerro, De Barrionuevo aunque también entraba por San Antón. Excelente persona. También fue compañero en la Universidad Laboral y él solía decir: “soy el primero en todo”, pues era el primero por orden alfabético, y el primero en cualquier formación de estatura, ya que era algo pequeñito.

Antonio de La Rubia, De la Calle Álvaro Paulo. Era el primero de la fila por estatura. Jugó al fútbol de defensa en el Atlético Cordobés. En el plano profesional se dedicó al tema de máquinas de mecanografía y cálculo. En los años sesenta hubo un accidente en la fábrica de gaseosas el Marrubial en donde murió un tal Medina, al intentar entrar en un pozo.
 
Rafael López Caballero, Del Cerro de la Golondrina. Tenía los mismos apellidos que el profesor que teníamos por la tarde. Llegó a vivir en el Cerro de la Golondrina, en la popular “Casa de las Viejas”. Se casó con una muchacha de la Calle El Cristo.

Manuel Torres Diez, De la Calle Escañuela. “El Zarra”, amigo entrañable de la juventud. Ayudaba a su padre en un puesto de verduras que tenía en San Agustín, un poco más allá del puesto de “Carriles” y más acá de la “Cañaveras” que era la madre de la popular “Gilda”. Ayudó a su hermano a levantar el negocio de aceites que hoy tiene.

Rafael Arrabal Luque, Excelente persona y entrañable como compañero. Se sentía orgulloso de sus “Costanillas”, por la calidad de sus gentes. Gran aficionado al fútbol y devoto del Córdoba CF. Un día por charlar con él en clase nos pusieron el castigo de “Repetir 1500 veces en clase no se habla”. Una gran persona.    

Prieto Salas. Una saga de hermanos que ocuparon puestos de relieve en Westinghouse. Ambos fueron unos grandes profesionales. Él más pequeño, que fue el que estuvo en clase y debió de pasar algunos apuros, pues don Ramón, el maestro, había sido novio de una hermana suya.

Fidel Revuelto Dugo. Era de la Calle Humosa, que aunque allí siempre hubo muy buenos vecinos, no se puede evitar el triste recuerdo del famoso Cintas Verdes (Cinta-Belde), que siendo vecino de aquella calle, fue el autor de aquel crimen macabro que ocurrió en la Finca “El Jardinito”. Fidel tenía estilo.

Antonio Omite Mateo, Que vivió en la Calle María Auxiliadora. Por aquellos años principio de los setenta les tocó la lotería y se mudaron a un piso por la Huerta del Machaco. En los tiempos finales de los cincuenta esta Huerta, sirvió de campo de Instrucción para los militares del Parque de Automovilismo, que tenían su cuartel al final del Viaducto, esquina con la Calle Doña Berenguela.

Rafael Rueda Castaño, De la Calle Velasco, persona aficionada al futbito y en su día comandó un equipo que era el Cañero, que adquirió notable popularidad en aquellos torneos maratón de 24 horas, tan habituales en los años ochenta.  Persona seria y cabal y fue un gran admirador de su vecino Alfonso Espejo (padre), que metió goles por un tubo cuando jugó al fútbol profesional.

Manuel Castillo Pérez. De la Calle María Auxiliadora. Aunque entró en la clase pasado de edad, pronto se puso al día con todos y aprendió a escribir maravillosamente, consiguiendo incluso algunos premios de caligrafía. Toda su vida profesional trabajó de “ditero”, al principio con los hermanos “Pano” y luego por su cuenta.

Antonio Pérez Tierno, Otro de los alumnos de la Calle Almonas. Una gran persona y muy corto de genio. Se dedicó a la platería, y se casó con una de las componentes del famoso dúo cordobés de las “Hermanas Muñoz” simpáticas hermanas, que por aquellos años juveniles, deleitaron a Córdoba con sus artísticas actuaciones. En el Gran Teatro las vimos actuar varias veces.

Carlos Santos Santacruz, De la Calle la Banda. Vivía en la casa en donde se confeccionaban aquellos colchones populares de “Hoja seca de la Mazorca”. Estos colchones, se hicieron  famosos por el ruido que producían las hojas secas, máxime en aquellos patios de las casas de vecinos, que por el calor del verano, se dormía con las puertas abiertas.

Rafael Luque Villalobos. Vecino en la Calle el Queso. Al lado de la tienda de “Pepito” que le daba crédito a todo el barrio. Se casó con una hija de Manosalvas y fue de los primeros que tuvo una moto Lambretta. Muy buena persona.

Puedo certificar porque estaba allí, que alguno de estos compañeros solían comer en el "Comedor" que los Salesianos tenían habilitado para los hijos de las familias con más dificultades económicas. Igualmente muchos recibimos de forma gratuita los libros que en aquella época se necesitaban como eran: Enciclopedia Grado Preparatorio, Grado Medio y Grado Superior, éste de color amarillo. Todos ellos de la Editorial Vives..

Que conste que esta lista que he relatado, no pertenece a ningún campo de concentración, ni ninguna relación de la gente que quisiera salir huyendo de ningún "Muro de Berlín". Es una relación de compañeros que la mayoría fueron muy felices en su "Patio de los Eucaliptos", en donde en su recreos jugaban y participaban en infinidad de partidos de futbol que se jugaban a la vez. Ese Patio, para muchos de nosotros y también para gente de Córdoba en general, fue como un lugar de acogida, en donde disfrutabas con el deporte y con tus amigos. Siempre recordaremos aquella fuente con 6 chorros con su "Cabezas de León un tanto dorado" que colmaba nuestra sed después de aquellos inagotables partidos de fútbol.   

Esto es algo de historia, y su relato pertenece a algo que existió y se dio en su día, pero por ejemplo se lo dices a cualquier políticos advenedizo de los de ahora y te pueden contestan: "ESO ERA ANTES" y se te ponen a hablar de lo "Público" como si ellos fueran los que lo pagaran de su bolsillo. Es bueno traer aquí el recuerdo del político José Miguel Salinas, que perteneciendo a la "Saga de los Salinas", una familia que siempre supo adaptarse a todas las circunstancias políticas y religiosas que les tocó vivir.  Pues bien en su momento este político que llegó a ser vicepresidente de la Junta de Andalucía, Presidente de la Diputación de Córdoba, en tiempos de la educación de sus hijos fue uno de los promotores del Colegio Inglés de Córdoba, posiblemente el Colegio de pago más caro de Córdoba, y luego él en sus campañas y en sus discursos políticos hablaría de defender lo "Público".

Pero ahí no queda algunos detalles de los que defienden lo "Público" como la familia Bardem, que se pueden decir "comunistas de profesión" que al sentirse la matriarca de la familia Pilar Bardem enferma de México, su hijo, no dudó en alquilar un avión privado previsto con una moderna unidad médica, para su traslado a España. Eso si, se puede considerar como una segunda parte de cuando el citado actor Javier Bardem, militante del partido comunista y partidario ideológicamente de lo "Público" contrató un avión privado para que su señora la actriz Penélope Cruz, diera a luz en un centro de los siempre denostados americanos, que para desgracia de los comunistas parece ser que en medicina son de los países más avanzados del mundo. Al menos todo el mundo quiere ir allí..

Los Salesianos históricamente abrieron su Colegio al "Público" significando para muchos una ayuda inestimable en su vida y en su formación.



martes, 7 de mayo de 2019

RECORDANDO...




Estamos en el mes de mayo, mes de las flores, de los patios y de las cruces. Mes de Córdoba por excelencia. Durante estos treinta y un días las calles de la ciudad de la Mezquita son un constante ir y venir de visitantes que recorren los barrios antiguos y admiran nuestros patios y monumentos. Son franceses, ingleses, alemanes y americanos, además de los educados y correctos chinos y japoneses.


Hablemos del Colegio Gran Capitán…




Allá por el 1957, el Padre Roses nos causó una grata impresión cuando, siendo educador del Colegio Gran Capitán de la Universidad Laboral de Córdoba, dio una charla cuaresmal en la que, entre otros comentarios, relató un accidente ferroviario que el había vivido por la zona de su Asturias natal. De su exposición, y con sus alusiones a la fe y sus conclusiones, la mayoría de nosotros apreciamos en él un educador espiritualmente muy preparado y con mucha claridad de ideas. Posteriormente, con su ascenso a director del Colegio Gran Capitán, algunos observamos en este dominico una transformación que le forzó a mostrar una actitud de carácter que no se correspondía con el dominico que habíamos conocido anteriormente.

Frente al Colegio Gran Capitán teníamos la vía del tren y la carretera por donde se veían pasar toda clase de vehículos. Al estar por las mañanas en talleres, era por la tarde cuando en los recreos contemplábamos el paso sistemático de los trenes y los vehículos que ya por aquellas fechas inundaban la carretera. Pasaba el “rápido”, con su  máquina diesel que alcanzaba hasta los 60 kilómetros por hora. Eran unidades de tren compuestas de dos máquinas, una delantera y otra trasera, y en medio un conjunto de hasta cuarenta vagones, mitad madera, mitad metálicos. Siempre que pasaban nos asomábamos casi al borde de la vía para saludar a los viajeros, que desde las ventanillas nos correspondían en el saludo.

El paso del tren a esas horas de la tarde hacía que a muchos compañeros internos les entrara “morriña", recordando sus lugares de origen, sus casas, sus familias e incluso en algunos sus novias, que quedaban lejos y más aún con la sensación del tren que se alejaba.

Lo mismo ocurría cuando por la carretera se veían pasar “las pavas”, nombre cariñoso que les daban los internos de Jaén y Granada a los coches de línea que iban para sus provincias. Unos compañeros que se significaban por sus “morriñas” con las “pavas” eran Luis Tudela y Antonio García, ambos de Jaén.

También por esas horas, después de la merienda, pasaban los grandes camiones de "Transportes Ochoa" en dirección a Madrid. El paso de esos camiones iba acompañado por el suspiro de la mayoría de los compañeros internos, ya que sus sitios de origen rondaban por esas zonas del norte y centro de la Península. Se sabían de memoria cuál debería ser la hora de llegada de dichos vehículos. De algunos de estos compañeros (posiblemente ya jubilados) aún me acuerdo: Piñón Barberá, Eulalio Vázquez, Mural Vila, Ángel Gascón y Herreros Allende (el del mitin del Garvey).

Hablando de Piñón Barberá, (gran amigo del valenciano José Maria Iserte), tengo que recordar la discusión tan absurda (por nuestra parte) que un día planteamos, tanto Vázquez Martín como yo, recién llegados al Colegio. Nosotros nos aferrábamos al absurdo de que en Córdoba había tantos autobuses como en Madrid. El bueno de Piñón nos decía: “Muchachos Vds. deben de estar locos o chalados al decir esa tontería”. Menos mal que medió en el tema Jaime Pons Catalá, que tenía grandes dotes de persuasión, y que  por preparación y edad nos ofrecía toda la confianza del mundo. El nos convenció de que en Madrid había muchos más autobuses que en Córdoba. Cerca de nosotros estaba el saguntino Serra, que se mondaba de risa…

Un día estábamos tranquilamente sentados en la puerta de nuestro Colegio y vimos pasar un tren de color totalmente metálico blanco y compuesto de tres unidades. Iba a una velocidad mayor que la habitual. Al parecer eran dos máquinas y en medio un vagón remolque. Todos nos quedamos sorprendidos y con dudas. Al día siguiente, que era sábado, de forma voluntaria unos, y por arresto otros, asistimos a una conferencia que dio el profesor de tecnología del automóvil  Sr. Castro. El tema escogido era precisamente el nuevo Tren TAF, que RENFE estaba incorporando en todas las líneas de forma radial desde Madrid a las capitales de la periferia. 

Nos aclaró que eran trenes automotores, cuya construcción había sido adjudicada a la empresa italiana FIAT, que estaba suministrando unidades desde 1954. Las unidades motoras iban equipadas cada una con un motor Fiat de 505 CV de potencia sostenida, lo que equivalía a una potencia total de 1000 CV.

Continúo diciéndonos que dichos trenes eran capaces de alcanzar velocidades de hasta 120 Km/h. en llano y de 60 Km/h en las rampas del 15-20 por mil de desnivel. También nos dijo que la empresa de los ferrocarriles españoles esperaba conseguir velocidades de explotación comercial del orden de los 60-70 Km/h.

En cuanto a la capacidad de los trenes TAF era de unos 175 pasajeros. En el vagón del centro ya se incorporaba un pequeño bar restaurante. No había nada más que un tipo de billete único. Además nos dijo que, según parecía, éste era un tren de transición hacía el tren TER y que más tarde vendría la alta velocidad de los trenes TALGO, que ya estaban en proyecto.

Terminó la conferencia dándonos algunos consejos sobre todo –dijo- a los alumnos más jóvenes, que parece ser que habían tomado como diversión el bajar a la vía y poner monedas para que el tren pasase por lo alto, “aunque siempre ha habido un peligro tremendo -prosiguió-, ahora, con la rapidez de estos trenes ese tipo de “juego” es poco menos que suicida. Tengo entendido que las autoridades de RENFE y la Universidad Laboral, están tratando de resolver este problema. Curiosamente, donde más se manifiesta este peligro es en el Colegio San Rafael, y allí están los alumnos más jóvenes” (finalmente, se planteó una reunión para abordar este asunto a petición del Padre Azagra, director del Colegio San Rafael).  

Viendo como el profesor se marchaba, ya a la hora de la merienda, salimos fuera del Colegio y miramos hacía la vía. Pudimos comprobar que, efectivamente, ese tipo de “juego” representaba un gran peligro.


Edificio Telefónica

En ese momento intervino simpáticamente un compañero de León, quiero recordar que se trataba de Antonio Álvarez: “Nosotros, cuando llegamos los Domingos al Bar Colón, corremos más hacia la Telefónica de las Tendillas que este dichoso tren”. La verdad es que, según me dijo Julián el cartero, era un espectáculo ver a los compañeros internos nada más bajarse del autobús y dirigirse  prácticamente corriendo por la calle Osario en busca de la dichosa Telefónica y pedir “número” para la conferencia que, a cobro revertido, les permitía ponerse en contacto con sus familiares y demás seres queridos.

Dos semanas después de aquella charla se vieron las hormigoneras y las palas funcionar. Habían empezado las obras para colocar una valla de protección en la zona de las vías, compuesta de pilares de hormigón armado cada 5 metros y malla de simple torsión de dos metros de altura.

La gamberrada…

Yo reconozco, y ahora lo veo mejor que cuando teníamos 15 años, que algunos éramos muy revoltosos. Yo mismo participé con varios compañeros en una grave gamberrada cuando estaban instalando la citada valla del tren. Metimos a un compañero dentro de uno de los pozos que habían hecho para los pilares (casi le tapaba) y, no teniendo bastante con eso, le echamos otro compañero en lo alto. El de abajo se defendió pegándole un bocado en sus partes al que le caía encima. Gracias a algunos mayores (quiero recordar a Castillo y Eulogio) que estaban por allí y sacaron al “mordido” y al “mordedor”, las cosas no llegaron a mayores. No obstante la cosa se complicó pues el hermano Alejandro, lo vio todo desde la puerta del Colegio.

Con la citada gamberrada nos hicimos acreedores a una sanción y una comunicación por escrito a nuestros padres. Tuvimos que acreditar que habíamos enseñado en nuestras casas la amonestación, y nos advirtieron que a la próxima habría comunicación a la propia Mutualidad. Tengo que agradecer de todo corazón la ayuda que nos prestó en aquellos momentos el Padre Vicente Espinel, ya que comprendiendo nuestra “juventud” nos animó a que pensáramos como los mayores y le hiciéramos caso en todo.




concurso que organizaba tradicionalmente el Ayuntamiento de Córdoba. Era un patio muy antiguo y con muchas flores. La lavadora eran dos pilas con un pozo antiguo, que las siete vecinas se sorteaban durante el día y la noche. Para tender utilizaban unas cañas que llegaban hasta el tejado, altura a la que estaban situados los tendederos para secar las ropas. Era cosa como de circo ver a cualquier vecina, ya con más de 50 años, tender una sábana, que estando mojada podía pesar más de setenta kilos enganchada de la caña. No obstante ellas las movían de aquí para allá con una habilidad increíble para este menester.

Lógicamente, para el concurso de patios la ropa tendida en los tendederos se quitó esos días. Era el sábado 9 de de mayo y estaba sentado en mi patio viendo la gente que entraba y salía. Entre los visitantes pude ver a antiguos compañeros de la Universidad, como Juan Quirós con su novia, Paco Morales, Antonio Florido, Manuel Serrano  etc. Poco después, hacía las diez de la noche, llegó el Sr. Alejandro San José acompañado del Sr. González, maestro de automovilismo. Al verlos entrar me levanté y los saludé de forma efusiva. Seguidamente, me ofrecí a enseñarles el patio y sus detalles. Un vecino les obsequió con un vaso de vino y una tapita de chorizo frito, que los profesores agradecieron de forma ostensible.

Cuando salieron del patio los acompañé hasta la Plaza de San Lorenzo y la calle del Trueque, donde estaba el patio que había ganado ese año el primer premio (y curiosamente también lo ha ganado este año 2008). Allí nos encontramos con otro viejo “amigo”, el maestro de forja D. Antonio Pérez Flores, que después de un simpático saludo nos invitó a un “medio” en la taberna de la Sociedad Plateros, situada un poco más arriba de la calle del patio. Yo no quise ir, pero ante la insistencia del “herrero” no tuve más remedio que acompañarles. Llegamos a la taberna y nos sentamos en el patio que estaba muy concurrido. Nos sirvieron cuatro medios de “peseta”. El simpático “herrero” se lo bebió prácticamente de un tirón (se vio que conocía el tema). Quiso volver a invitarnos, pero les dijimos que no. Entonces él se marchó hacía su casa que creo que estaba por la Plaza de la Magdalena. 


Sr. San José


Al salir, el Sr. San José de forma muy respetuosa (él era muy serio), comentó algunos detalles simpáticos de este gran profesional, su genio, sus voces. En este sentido, indicó que su manera de ser la “sufrían” hasta los frailes más significativos. A él le daba igual que fuese el Padre Esparza, el Padre Leonardo, o el mismísimo Padre Cándido. Cuando creía que llevaba la razón le contestaba al más pintado.

El Sr. González, viendo que la conversación era fluida, le pidió al camarero dos cervezas y una copa. Con ellas en la mesa, el Sr. San José se sinceró diciendo que Córdoba le gustaba mucho, que el proyecto de la Universidad Laboral le había atraído, pero él no descartaba la posibilidad de marcharse algún día hacía el norte, porque echaba de menos a lo suyo…

Como era natural, salió la conversación de los alumnos. Entonces, el Sr. San José, con su probada caballerosidad, me hizo los siguientes comentarios: “En la primera promoción de Maestría había grandes alumnos en el dominio del taller. En primer lugar destacó, obviamente, a Miguel Velasco Galiana como campeón internacional de aprendizaje”. Pero eso no impidió que mencionara a otros grandes alumnos, destacando de forma muy especial a José  Muñoz Camacho, del que dijo que “tenía unas manos de oro para la profesión del ajuste”. Solamente anotó que, como a otros muchos externos, le faltó la total integración.

Terminada la conversación, le dije al Sr. San José que si querían ver otro patio que había en la calle Velasco. Fue su acompañante González el que dijo que sí. Callejeamos por la calles el Queso, Frailes y Montero, llegando finalmente a la calle Velasco. En ese momento apareció por allí Casilda (la empleada de cocinas), que había ido al horno de la calle Montero a comprar  una telera de pan y se dirigía a su casa donde vivía con su hermana. Al verla, al Sr. San José se le sonrojó la cara (cosa rara en él), saludándola ostensiblemente. Se pudo observar que le caía muy bien. Una vez que vimos el patio, nos separamos, y ellos se marcharon para el  centro.

Años más tarde, y en la misma taberna, el Sr. Espejo Jiménez, que vivía en mi barrio, me comentó que el Sr. San José se había casado con una chica paisana suya y que se marchó a la Universidad de Zamora, aunque su domicilio lo tenía en Valladolid donde se criaron sus dos hijas. Al poco tiempo murió. Antes de indicarme este hecho, me alabó la enorme categoría profesional y humana que guardaba el Sr. San José debajo de esa mirada tan severa que a simple vista nos mostraba. “De los diez maestros de taller que entramos el primer año (1956) –me dijo- él era uno de los pocos que tenía su titulo de Maestría en regla”. En calidad humana era un auténtico ejemplo para todos y se preocupaba por los alumnos de forma continuada mientras estuvo en Córdoba. Poco a poco, la pérdida de “peso” de la Universidad lo fue decepcionando.  

También me dijo que, al parecer, la simpática y siempre amable Casilda se había casado con el dinámico ordenanza Francisco Serrano Rojas, gran aficionado a los toros y cariñosamente apodado “Serranito”. Este hombre era el que, de forma “oportuna”, nos daba la buena noticia al abrir la puerta de la clase diciendo: “señor profesor es la hora”.

En este menester sustituyó en el Colegio Gran Capitán a D. José María Montalvo, (ordenanza de 1956 a 1958). Éste era un hombre con semblante y estilo de rancia nobleza (no en balde estaba casado con una parienta del Marqués de Villaverde). Según me han contado algunos compañeros suyos, ver comer a Montalvo era una  auténtica delicia. En sus modales y forma de andar aparentaba más empaque y gallardía que el mismísimo Jaime de Mora y Aragón, pero sin trampas.

Un saludo para todos los antiguos alumnos y especialmente para mis contemporáneos que ya estarán en la nómina de los jubilados.

(Terminando de escribir esta colaboración me he enterado de la muerte del querido compañero Bermejo Polo. Aunque parezca casualidad, le he dicho al compañero Olmo que estaba preparando una colaboración en la que uno de los sujetos principales era Bermejo y relataba sus competiciones de longitud y las más tímidas de salto de altura. Era muy amigo de Velasco Galiana y Marqués Romero, formando un trío importante de atletas de aquellos tiempos. En cuanto a su faceta de músico he entrado en contacto con un familiar de los Hermanos Báez, que eran los músicos que actuaban en el Hotel el Brillante en los bailes de los domingos. Dichos hermanos le tomaron en aprecio y le dejaban actuar con ellos. Me han prometido localizar una foto en la que aparece junto a ellos).