Imagen Iglesia del Juramento
EL ARCÁNGEL SAN RAFAEL
Aunque para
muchas personas el Arcángel de San Rafael lo consideran poco menos que nuestro
patrón, él Arcángel San Rafael es el Custodio de Córdoba. Y hay que remontarse
a 1578, cuando se apareció al venerable Andrés de las Roelas y le dijo:
"Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, el ángel a quien
Dios tienen puesto por guarda de esta ciudad de Córdoba".
En el tiempo
de sus apariciones Córdoba atravesaba momentos malos de su historia, pues la
epidemia de la peste, hacía estragos entre su población. Los
cordobeses atribuyeron la remisión de la epidemia a un milagro realizado
por el arcángel San Rafael. Como agradecimiento, se construyeron una serie de
Triunfos con esculturas del arcángel y los ubicaron por toda la ciudad.
Estos pueden encontrarse en lugares céntricos tales cerca de la puerta del
puente, el que se encuentra al principio del puente de San Rafael, el que hay
en el centro del puente romano, el que hay en la plaza del potro o el que se
encuentra en la plaza de la compañía, entre otros.
Pero
estos Triunfos no son la única huella que el arcángel ha dejado en Córdoba. El
Estadio del Córdoba CF. lleva su nombre, y también se le dio ese nombre al
Cementerio de San Rafael que se construyera a mediados de 1800 en la Huerta la
Gitana en la Carretera de Madrid enfrente de la Ermita de San Sebastián. Y como
no, la Iglesia de Juramento.
También
en Córdoba en donde se prodiga el nombre de Rafael, hay también fechas y
celebraciones en torno a San Rafael. En primer lugar tenemos que mencionar el
"EL PEROL" cordobés, una manifestación popular de pasar un día de
campo al aire libre en donde familiares y amigos disfrutan de la convivencia
alrededor de un guiso de arroz, lógicamente guisado en un perol. En el año 1970
la Iglesia quiso celebrar la festividad de los tres arcángeles Rafael, Miguel y
Gabriel, el mismo día 29 de septiembre, pero gracias a la actuación de don
Antonio García Laguna y la Iglesia de Córdoba, se le concedió a esta ciudad el
privilegio de continuar celebrándose el día 24 de octubre como "DIA DE SAN
RAFAEL" como desde la antigüedad venía ocurriendo.
Una de las
más interesantes manifestaciones de la devoción cordobesa a su Custodio, el
Arcángel San Rafael, son los monumentos erigidos en su honor en distintas
calles o plazas, conocidos popularmente con el nombre de “Triunfos”. El libro
de Enrique Redel sobre San Rafael y Córdoba es una fuente insustituible para
conocer toda esta historia.
San Rafael
se apareció en Córdoba, en 1279, a Fray Simón de Sousa, y le pidió que su
obispo don Pascual, hombre devoto y caritativo, coronase la torre de la
Catedral con su efigie para velar por la ciudad. Aun siendo ésta la primera
aparición documentada, no cabe duda de que fueron las apariciones al venerable
Andrés de las Roelas, en 1578, las que sirvieron para unir para siempre el nombre
del Arcángel y el pueblo de Córdoba, con su Ayuntamiento al frente. Como
muestra de esta implicación, a partir de 1651 el propio Ayuntamiento solicitó
de las autoridades eclesiásticas que considerasen los días 7 de mayo y 24 de
octubre como fiestas para el rezo dedicadas al Arcángel San Rafael. Y Don José
Valdecañas y Herrera, concejal, prácticamente, pidió casa por casa para poder
levantar la Iglesia de San Rafael.
Así, en la
festividad del día 7 de mayo, hasta principios de los 50 del pasado siglo, el
Ayuntamiento de Córdoba en pleno solía acudir a la Iglesia de San Rafael, “bajo
mazas”, como solían decir nuestras madres. A pesar de todo este ceremonial,
esta fiesta fue decayendo, quedando sólo para la feligresía y la Hermandad. La
única fiesta solemne que quedó fue la del 24 de octubre.
(Esta fecha
estuvo también a punto de perderse, después del Concilio Vaticano II
(1959-1965) cuando la Iglesia reformó su santoral y se unificaron las fiestas
de los 3 Arcángeles: San Rafael, San Miguel y San Gabriel, en el día 29 de
septiembre. Como era de esperar, no sentó bien en la ciudad de Córdoba.
Entonces, gracias al interés demostrado por don Antonio García Laguna, capellán
de la Iglesia de San Rafael desde 1948 hasta 1995, se le hizo llegar la queja
al obispo Monseñor Fernández Conde, que fue muy diligente en este asunto,
consiguiendo que la ciudad de Córdoba siguiera celebrando la festividad de San
Rafael el día 24 de octubre).
Cuando la
Congregación para el Culto Divino en Roma aprobó la instauración de una fiesta
y el rezo al Custodio de Córdoba, el Ayuntamiento organizó una serie de
festejos para celebrarlo. Hubo concursos literarios, de poesía, corridas de
toros, juegos de cañas y competiciones de barqueros en el río Guadalquivir,
llegándose incluso a hacer salvas de arcabuces y mosquetes. Por cierto, en
estas competiciones los jóvenes próximos a la calle Roelas quisieron tener un
protagonismo destacado, especialmente motivados por ser de la vecindad del
virtuoso Padre que dio nombre a la calle, la cual lo vio nacer en su número 11.
En 1655 se
funda la Hermandad de San Rafael, que será la que trabajará con las autoridades
civiles y eclesiásticas de la ciudad por el engrandecimiento del culto al Ángel
Custodio. El primer hermano mayor será don Gabriel González del Valle.
En 1713, a
instancias también del Ayuntamiento, se hacen gestiones para que la Iglesia
adquiera lo que fue la casa del padre Roelas, a fin de edificar en ella una
capilla o ermita para darle culto. Hubo bastantes dificultades, aunque por fin,
en 1735, se pudo llevar a cabo. Los jóvenes de San Lorenzo colaboraron en esta
tarea. Todavía por la Calle Roelas se puede apreciar lo que fue la entrada de
este humilde templo, e incluso su campanario. Cualquiera que se quiera imaginar
aquella primitiva iglesia solo tiene que visitar la actual sacristía de San
Rafael. El pilón negro de la fuente que hay en ella pertenece a aquella época.
El 23 de
febrero de 1796, al quedar esta iglesia pequeña para el fervor de los
cordobeses, se decide su ampliación. Para ello hubo que comprar terreno de
huertas colindantes. Con un proyecto de Vicente López de la Corredera, se
construyó la nueva iglesia que aportaba soluciones arquitectónicas que ya se
habían visto en Córdoba, como por ejemplo la cúpula de Santa Victoria. La obra
básica de la iglesia importó 62.450 reales, para una superficie de 395 varas
cuadradas. Fue inaugurada en 1806.
De las
primeras personas que aportaron donativos para la obra de la iglesia fue don
José Medina y Corella, que con 2.000 reales inició la lista. Este sacerdote
sería el fundador del Monte de Piedad de Córdoba (1864).
En la
fachada hay tres esculturas que representan a San Acisclo y Santa Victoria, con
San Rafael en el centro. Las figuras son de piedra y cada una costó dos
mil reales de vellón. Su autor fue Jerónimo Buti, un milanés afincado en
Córdoba (1799).
ç
EL SAN
RAFAEL DE LA TORRE DE SAN PEDRO
Tras la
aparición de San Rafael a Fray Simón de Sousa, el obispo Pascual (1274-1293),
temeroso de aquella extraña petición, hizo colocar una imagen suya encima
de esta torre de San Pedro. Está documentado que hubo allí una imagen pequeña,
pero no está demostrado que sea de aquella época.
Este obispo,
hombre virtuoso y de profunda fe, pidió ser sepultado en un hospital que él
había fundado entre el río, la Puerta del Puente y el Seminario. Posteriormente
se destinó aquello para cementerio de ahogados del río. Esto ocurrió en
1293.
En la
Iglesia de San Pedro es donde se hallan todos los documentos relativos a las
apariciones de San Rafael al padre Andrés de las Roelas, así como el testamento
de este virtuoso sacerdote. No entendemos cómo estos documentos, o al menos una
copia, no se encuentran en los archivos de la parroquia de San Lorenzo, que fue
en el barrio en que nació, vivió y posiblemente murió.
SAN RAFAEL
EN EL PUENTE ROMANO
El día 29 de
septiembre de 1651, por iniciativa del Jesuita P. Juan Bautista Caballero, en
acción de gracias por haber terminado una grave epidemia de peste que había
atribulado a la ciudad, se colocó sobre el pretil del Puente Romano una estatua
de San Rafael labrada en piedra por el escultor cordobés Bernabé Gómez del Río.
Esto alegró
mucho a los barqueros del río que con frecuencia se jugaban la vida a diario,
en un río, que al no estar entonces regulado por pantanos, causaba muchas veces
estragos.
El único
acceso rodado al Campo de la Verdad era a través de este vetusto puente, que
algunos autores árabes llegaron a llamar “el puente de Augusto”. En el año 1952
cobraría una actividad inusitada, pues por él pasaron todos los “carrillos de
varales”, con los muebles de los que se mudaban a la nueva Barriada de Fray
Albino. No cabe duda de que el Custodio de Córdoba se tenía que alegrar de que
hubiera familias que por fin iban a tener agua potable, la pila, la cocina y
los servicios individuales, entre otras comodidades. Algunos arrancaban a
llorar de emoción cuando recibían la carta de adjudicación de su casa. Vi
llorar a bastantes personas. Se cundió mucho por San Lorenzo lo de: “chiquillo,
le das un pellizco a la pared y sale el agua”.
Nos tocó
ayudar a varias mudanzas, y daba gusto contemplar las Escuelas Rey Heredia,
esbeltas, tranquilas y sosegadas, Casa Currito, el surtidor de la gasolina, el
mosaico de nitrato de Chile. Todo era como una nueva aventura al otro lado del
río. A la primera casa que llegamos fue al nº 60 de la calle Pío XII, donde se
mudaba una hija de José Ruiz Lozano, bombero que durante los bombardeos de la
guerra retiró una bomba sin explotar de lo alto de la cubierta de la Catedral
de Córdoba.
De vuelta,
más tranquilos, íbamos comiendo el membrillo que nos habían dado, además de
dos reales. El dinero lo empleamos para
ir al Cine Astoria, que echaba la película “Kim de la India”, de Errol Flynn.
Curiosamente, por aquellas fechas coleccionábamos las estampas de Robín de los
Bosques, con el mismo protagonista.
Me contaba
el viejo anticuario de libros de la Corredera, de que él mismo presenció
algunas de las discusiones acaloradas que mantuvieron, paseando cerca del San
Rafael del puente, el obispo Fray Albino y don Antonio Cruz Conde. El tema de
discusión no era otro que los alcantarillados públicos de la barriada. Al
parecer el alcalde le decía: “¡Usted está loco!, ¿cómo se va a hacer tanta
infraestructura para una barriada de casas de una sola planta?”, pero el obispo
siguió insistiendo, erre que erre. Se hicieron los alcantarillados… y el tiempo
le dio la razón; lo que él proponía era lo que ahora se llama “casas adosadas”
y que entonces era algo sin sentido para la mayoría.
SAN RAFAEL
EN LA TORRE DE LA CATEDRAL
Fue
realizado el 26 de mayo de 1664 y colocado encima de la torre de la Catedral.
Es obra del escultor Pedro Paz, que también realizó la imagen de San Lorenzo de
dicha parroquia.
Después de
Hernán Ruiz, los que más saben de esta torre es la familia de los Sorianos,
campaneros durante varias generaciones. El “doble de cepa”, forma parte de sus
vidas. La vivienda de los campaneros en
la torre tenía un cuadro donde se indicaba la campana que se volteaba, tipo de
toque, duración etc. Actualmente este cuadro, con caligrafía del siglo XIX-XX,
se encuentra en la sacristía de la Catedral.
Con motivo
de las obras de restauración realizadas en la torre en el año 1992 pudimos
comprobar que entre la peana y la imagen del San Rafael se superan los 3 metros
largos de altura. La visión que desde esa altura se percibe de Córdoba es para
enamorarse aún más de ella. Se puede ver todo el recorrido del río desde la
zona de Lope García, se pueden contemplar las “arenas doradas” que cita Luis de
Góngora en su canto a Córdoba, cuya lápida está en el testero sur de la base en
donde se alza el Triunfo de la Catedral.
La torre
sufrió serios desperfectos con motivo de una enorme tormenta que descargó sobre
Córdoba en el año 1727, y el posterior terremoto de Lisboa de 1755. En
una nota marginal que aparece en el libro de Actas Capitulares de la Catedral,
del uno de noviembre del citado año, pone lo siguiente: “El terremoto duró el
tiempo en que se reza un credo”. Con el terremoto, hasta el coro recién
terminado por Pedro Duque Cornejo, se estremeció, por lo que tuvo que ser
posteriormente restaurado. La torre fue restaurada por el francés Baltasar
Drevetón.
SAN RAFAEL
EN LA IGLESIA DEL JURAMENTO
En 1733 se
realizó la estatua del San Rafael del altar mayor, realizada por Alonso Gómez
de Sandoval sobre un boceto de Antonio del Castillo. Tuvo que ser varias veces
retocada, pues desde el principio no quedó muy del gusto de la Hermandad.
Incluso llegaron a pedir que a la imagen se le diera un acabado en dorado. En
un principio estuvo en la llamada primitiva ermita, y más tarde pasó al altar
de la iglesia actual, ya en 1798.
La
Iglesia de San Rafael era el lugar elegido por gran parte de la “gente
bien” de Córdoba para su casamiento. Presencié el de don Rafael de la Hoz
Arderius, que se celebró en 1951. Recuerdo que la estera llegaba hasta la mitad
de la plaza. A los monaguillos le dieron una espléndida propina.
SAN RAFAEL
EN LA PLAZA DE LA COMPAÑÍA
En la
antigua Plaza de Queipo de Llano, ante la fachada principal de la Parroquia del
Salvador y Santo Domingo de Silos (Compañía), se alza un sencillo y elegante
triunfo dedicado a nuestro Custodio. Erigido en 1736 gracia a las limosnas que
se recogieron con este fin por el P. Juan de Santiago, su autor fue Juan
Jiménez que lo elevó sobre un pedestal obra de Alonso Pérez
En un
principio se concibió con un enrejado que cerraba un recinto cuadrado a su
alrededor y en cuyas esquinas había cuatro columnas de mármol de donde salían
cuatro artísticos faroles. Con la restauración de la plaza, quitaron la
reja y las columnas y dejaron solamente la columna que sostiene al San Rafael.
Cerca de
este triunfo a San Rafael existía un centro farmacéutico que llamaban “centro
sevillano” en la esquina de la calles Reloj-Munda. Daba mucho movimiento a la
plaza con chavales de las distintas farmacias de Córdoba. Hay que recordar que en aquellas épocas las
farmacias “tenían lo puesto”. La mayoría de los medicamentos estaban en los
centros, e iban y venían a recogerlos los chavales en las bicicletas. Al
aparcarlas en la plaza, aquello daba aquello sensación de ser un pequeño
garaje.
En la Calle
Munda había una taberna muy clásica, que se llamaba Casa Pastor. Allí se
juntaba a beber vino gente muy castiza, orgullosa de sentirse cordobesa. El
vino lo bebían en unos vasos de culo gordo a los que se les llamaba “cubetas”.
Más de una vez, algunos grupos de amigos, sobre todo en las noches de verano,
solían pararse junto al Triunfo de San Rafael y dedicarle un turno de poesía
por cabeza. Eso nos lo contaba Rafael Quirós Luna, que conoció perfectamente a
muchos de estos personajes eternos.
En 1958 se
celebraron unos exámenes de oposición para el Monte de Piedad del Sr.
Medina. Dichas pruebas tuvieron lugar en
una clase de la planta superior del Colegio Cervantes, entonces situado en la
plaza de la Compañía. El tribunal lo presidía un canónigo arrullado en su
manteo al que llamaban don Tobías. Viene aquí bien ese nombre, pues hubo madres
de los examinandos que pusieron velas y lamparillas en el Triunfo al San Rafael
por la suerte del examen de sus hijos. Fueron muchas las que esperaron en la
puerta del Colegio. Por aquellos tiempos la central del Monte estaba en la
Calle Ambrosio de Morales, enfrente de la casa donde nació Pepe Villalonga, que
fuera entrenador del Madrid y de la Selección nacional. En Córdoba jugó al
fútbol en el equipo "Once Rojos".
EL SAN
RAFAEL DE LA ANTIGUA ESTACIÓN
Don Pedro
Salazar y Góngora, en 1743, siendo obispo de Córdoba, decidió levantar un
triunfo a San Rafael en la explanada que quedaba entre el río y la Puerta del
Viejo Alcázar de los Reyes Cristianos, que por aquel entonces era Prisión
Provincial. Al abrirse la Avenida del Corregidor se trasladó dicho triunfo a la
explanada de la Estación Central de ferrocarriles en 1954.
Allí, el Bar
Montes y Casa Eduardo cobijaban a los noctámbulos de Córdoba que saludaban al
Arcángel al amanecer. Jorge Negrete cuando llegó a Córdoba en 1948 acompañado
de sus "mariachis" se asombró de ver tantas veces al Custodio de
Córdoba.
Con el
cierre de Casa Eduardo los taxistas de Córdoba perdieron algo como si fuera su
segunda casa. La viuda que terminó regentando el negocio era una madre para
todos ellos. Todo lo que tenía de
bajita, lo tenía de buena y cariñosa. Su café era insuperable
El San
Rafael de la Estación pudo ver como nadie cómo en aquellos años se nos marchaba
mucha gente a otras partes de España y del extranjero a buscar trabajo.
Dejaban familia y raíces atrás. Unos volvieron, pero otros se quedaron, porque
los hijos habían nacido allí y habían adoptado las costumbres y el idioma.
EL SAN
RAFAEL DE PUERTA NUEVA
En el año
1747 se celebraron unos festejos taurinos organizados por los vecinos del
barrio a fin de construir en el centro de la plaza una monumental fuente que,
además del exorno, era totalmente necesaria para esa zona de Córdoba. Hubo
éxito y se recogió dinero suficiente para la construcción de la fuente y hasta
sobró dinero que para construir un Triunfo a San Rafael. En un principio éste
se colocó junto a la puerta del Convento del Carmen. Más tarde se colocó en el
centro de la Plaza desde donde parece mirar a todos los viajeros de la antigua
carretera de Madrid. Su autor fue el cantero Juan Alcaide.
Este San
Rafael fue restaurado por Rafael García Rueda, y en su rostro pudo apreciar los
impactos de las balas de aquella “refriega” de junio de 1808 que se formó
cerca de Puerta Nueva. Sobre todo a raíz de que Pedro Moreno, juez de paz,
vecino de la Calle Ancha de la Magdalena, disparase su mosquete contra el
general Dupont, derribando su caballo. La reacción de los franceses fue de
locura durante nueve días terribles en los que saquearon, abusaron y
destrozaron buena parte de la ciudad (tanto robaron que la lentitud de sus
movimientos posteriores, por tener los carros llenos con la rapiña, fue uno de
los principales motivos por los que fueron sorprendidos poco después en
Bailén).
A lo que se
ve, los vecinos de Puerta Nueva no ganaban para disgustos, pues la fuente que
con tanto esfuerzo construyeron les fue quitada en 1950 y trasladada al Jardín
del Alpargate. El disgusto de los hermanos García Rueda, los Blanco, los
Herrera, los Flores, los Gómez, los de la Torre, los Gálvez, los Seoane, los
Lanti, los Dobao, y muchos vecinos del barrio que protestaron por aquel “robo”,
se hizo latente, pero de nada sirvió.
Después de
aquello, el Jardín de Puerta Nueva fue cercado con alambrada de espino, como si
de una huerta se tratara, y en su interior se sembraron unos espléndidos
rosales, que durante mucho tiempo dieron un colorido con la sola presencia del
San Rafael y el eterno transformador de “la Sevillana”. A finales de los años
sesenta al transformador lo cambiaron de ubicación y abrieron, por fin, los
jardines.
EL SAN
RAFAEL DEL ALCÁZAR VIEJO
Estuvo
construido en 1753, y presidió desde su columna la Plaza de San Basilio. Fue
costeado por los hermanos Guiral. Con el tiempo, debido a problemas surgidos en
la columna, la imagen se colocó sobre una ménsula en la esquina que forma la
Iglesia de San Basilio.
Desde allí,
el Arcángel es testigo, en los meses de mayo festivos, de la cantidad de gente
y turistas que al pasar por delante de su estatua, rezan y piden la protección
del Custodio.
Aquí me
recordaba Paco Leiva Campoy que su amigo don Guillermo Romero Fernández,
párroco de San Basilio y hombre de leyes, le decía que en el Archivo de
Protocolos Notariales de la Calle Pompeyos, existen multitud de testamentos que
comienzan: “En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo
y del Glorioso Arcángel señor San Rafael Titular y Custodio de esta ciudad de
Córdoba”.
EL SAN
RAFAEL DE LA PLAZA DE AGUAYOS
En el año
1763 fue costeado por la marquesa de Santaella y condesa de Hornachuelos. Se
erigió en la Plaza de Aguayos donde tenía su palacio. Allí, en el Convento de
las Francesas, estuvo interna Pepa Montes, que era voluntad de su madre que se
corrigiera, pero a lo que se vio de poco le serviría cuando debutó en Córdoba
en una feria de mayo de 1956 con el espectáculo “Más madera” del Teatro
Victoria.
Hay quien
afirma que debajo de esta plaza hay un gran manto de agua corriente que afecta
al muro izquierdo de la Iglesia de San Pedro en sus cimientos, dando lugar a
que se vea totalmente inclinado si se mira desde la esquina del antiguo Bar
Brasero, donde jugaban al parchís, los Flores, Berenguer, el "Chapu,
Méndez" y el “Limpia”, casi todos de la Ribera.
EL SAN
RAFAEL DE SAN HIPÓLITO, LUEGO EN EL POTRO
Miguel
Verdiguier vivía en 1768 en la Plaza de San Hipólito. Por su iniciativa se
construyó un Triunfo que ocupó un rincón de la plaza, que pasó a llamarse Plaza
del Ángel. Según parece, el artista francés estaba muy disconforme con el
proyecto del Triunfo de San Rafael en la Catedral que le habían encargado, y
por eso realizó éste para compensar su disgusto. Completó la obra el maestro de
obras Francisco García Terrín.
Este Triunfo
fue trasladado en el año 1924 a la Plaza de Potro, estableciendo con él una
separación entre la plaza y la Travesía de la Ribera.
Todavía
recuerdo que en esta Plaza de San Hipólito, donde está actualmente el
"Mesón Los Lobos", hubo una Cooperativa Benéfica, que tenía un
economato. Uno de los empleados fue Inocencio Montes, que se casaría con
Modesta, la dueña de los conocidos Almacenes Modesta de Córdoba.
Cerca de la
Plaza de San Hipólito se ubicó por aquellos años 1966, el Bar Restaurante
Carmona, que desde Alcolea había emigrado a Córdoba, primero en la flamante
Avenida Carlos III. Lo primero que se veía al entrar a su salón era un gran
cuadro, con la foto de Manuel Benítez “El Cordobés” junto a Franco. También se
instalaron en la Calle Menéndez Pelayo, por donde se entraba al “gallinero” del
Gran Teatro. Con la llegada de la democracia la foto le traería mala suerte
hasta el punto que los Carmona desaparecieron.
EL SAN
RAFAEL DEL TRIUNFO DE LA CATEDRAL
Por
iniciativa del Cabildo Eclesiástico de Córdoba, que así quería hacer patente su
devoción al Custodio de Córdoba, se encargó el proyecto del monumento a los
arquitectos de Roma, Domingo Esgroijs y Simón Martínez, siendo aprobado el día
26 de marzo de 1738 y comenzando la excavación de los cimientos. Por razones de
tipo económico el proyecto se quedó parado, hasta que el obispo, Martín de
Barcia decidió costear de su dinero y llevar a cabo su ejecución
encargando las obras al artista francés
don Migue Verdiguier.
Los trabajos
comenzaron en 1765 y se terminaron en abril de 1771. El obispo Barcia no
pudo ver la obra terminada porque falleció antes de su terminación. Sería su
sucesor el obispo don Baltasar de Yusta el que lo inauguró en diciembre de
1781.
Sobre la
reciente disputa en relación con la propiedad del mencionado Triunfo, tenemos
que decir, de la mano de Enrique Redel Aguilar (1872-1909), que en su libro
“SAN RAFAEL EN CÓRDOBA”, editado en 1899, Imprenta del “Diario”, C/
Letrados nº 18, páginas 21 5-216, dice lo siguiente:
“1850. En el
27 de junio compareció en las Casas Consistoriales un vecino de la Calle
Enmedio, llamado Fernando Rodríguez, manifestando que durante cinco años había
sido guarda del Triunfo de la Catedral y que por ello recibía un honorario del
Sr. Obispo don José Bonel y Orbe; pero que en mayo de 1847 dejaron de
abonárselo y, viéndose en estado de necesidad, trató de entregar las llaves del
expresado sitio primeramente al mayordomo del Palacio Episcopal, al Provisor
después y luego Gobernador de la provincia sin que ninguno de ellos se las
admitiese fundados en que no ejercían dominio sobre el monumento. El
Fernando Rodríguez manifestó que, no queriendo abandonar el sitio sin
comunicarlo a quien fuese su patrono y, para que no se le hiciesen cargos en lo
sucesivo, quería entregar las llaves al Señor Corregidor. Entregó, pues, las
llaves y, por disposición del Cabildo municipal, fueron guardadas en su
archivo.
El 19 de
agosto se vio en Cabildo u oficio del Prelado exponiendo que aplaudía “El
pensamiento de reparar y conservar el recinto del Triunfo” y que nada
tenía que reclamar ni argüir por ello al Ayuntamiento. La Corporación no quedó
satisfecha con esto y nombró a los señores don Francisco Portocarrero y don
Rafael J. de Lara para que viesen el modo de conciliar el patronato.
En otra
sesión (en 3 de septiembre) manifestó el señor Portocarrero que había propuesto
al Obispo que transmitiese al Ayuntamiento los poderes que tuviera sobre el
Triunfo de modo más preciso y terminante: y que el obispo le había
contestado que no determinaba mejor su donación porque no tenía acción ni
título alguno que justificase la propiedad del sitio y únicamente podía manifestar
conformidad. La Corporación acordó entonces que el señor Obispo diese su
consentimiento por escrito. Y así se logró.”
EL SAN RAFAEL DEL PUENTE NUEVO
En la
confluencia de la Avenida del Corregidor con la Avenida del Conde de
Vallellano y la entrada del segundo puente sobre el río Guadalquivir se alza el
último Triunfo de los colocados por la ciudad a su Custodio. Es obra de Amadeo
Ruiz Olmos. Allí, el Custodio de Córdoba, podía contemplar la nueva entrada a
la ciudad por el puente inaugurado el 29 de abril de 1953, según proyecto de
García Gallegos, acceso a Córdoba desde Sevilla que enseguida enlaza con la
Avenida del Conde de Vallellano, una de las mejores obras que se realizaron en
Córdoba (1954).
Por cierto
Juan Antonio Palomino, que fue concejal del Ayuntamiento de Córdoba con Guzmán
Reina nos comentó que “las cosas de palacio van despacio", en referencia
de que la obra de esa Avenida se terminó de pagar a principios de los ochenta.
Hay que
señalar que es muy frecuente que este puente de San Rafael se confunda con el
que Juanita Reina menciona en su copla dedicada al entierro de Julio Romero de
Torres en 1950, que dice: “puentecito, puentecito, puente de San Rafael…..”.
Evidentemente no se refería a este puente inaugurado tres años más tarde, sino a otro que era simplemente un pequeño
paso para las aguas del arroyo de las Piedras bajo la carretera de Madrid, en
las inmediaciones del Cementerio de San Rafael donde está enterrado el pintor.
EL SAN RAFAEL DEL JARDÍN “DE LOS
LOCOS”
En 1975, la
desaparecida Caja Provincial levantó sobre el solar que dejaba el antiguo
Hospital Psiquiátrico unos bloques de viviendas, completándolos con una zona
ajardinada de muy buena estructura. Atrás quedaba la popular “Casa de los
Locos”, la fábrica de anís Ventolera, la Escuela del Campo, con su Parque de
Bomberos al lado. “Matapalos” y Basurte fueron quizás los últimos que vieron El
Jardín del Santo Cristo, en plena actividad.
Con buen
criterio, se repuso una imagen de San Rafael que había estado en el patio del
antiguo Hospital de la Misericordia, según nos comentó Manuel Herrador,
trabajador allí como practicante. Esta idea fue participada por bastantes
vecinos de esos bloques, pero entre ellos quiero recordar a Rafael Ruiz Lucena,
una de las personas que mejor supieron amar a su Córdoba, siéndole leal hasta
su muerte. Se pateó con su amigo Francisco Carrasco Heredia toda la sierra en busca
del nacimiento de los arroyos, para que el poeta, Carrasco, pusiera arte
y poesía en su magnifico libro “Los Arroyos de Córdoba”.
También
tengo que mencionar a Miguel Escudero Melero, que conocía esta parte de su
barrio como la palma de su mano. Sabía mucho de San Rafael, al que llamaba
familiarmente “su amigo”. Todos los días, sin falta, iba a visitarle a la
Iglesia del Juramento. Contaba él que por aquel año de 1956, al popular
“Pepe Olla” lo vio un día entrar a la iglesia, y al verlo le preguntó: “Pepe
¿que haces aquí?”. “Nada -le contestó-, que vengo a que el Santo me
enseñe a leer, pues no quiero que me vuelva a pasar lo que me ha pasado”.
Contaba Miguel que este buen hombre había montado un puesto de carne (más bien,
despojos), y como no sabía leer, pidió a unos amigos que le hicieran un cartel,
despreocupándose del asunto. Al siguiente día abrió su puesto y se dispuso a recibir
clientes. Pero, asombrado de que allí no llegaba nadie, preguntó a un amigo qué
podía pasar. Éste, que quiso ser sincero con él, le dijo: “¿Cómo va a entrar
nadie si te han puesto en el letrero: Aquí se vende carne de perro muerto?”.
Aquello sólo podría pasar en el “Jardín de los Locos”.
EL SAN
RAFAEL DEL JARDÍN DEL ALPARGATE
Con la
restauración del nuevo Ayuntamiento, a principios de los años 80 del pasado
siglo, se derribó el antiguo edificio de la Calle Capitulares, y de su portada
superior se quitó una estatua del Arcángel San Rafael de cierta antigüedad. Se
trasladó al Jardín del Alpargate, donde en forma de Triunfo da la salutación a
todos aquellos que entran por la Puerta de Plasencia, tan recordada en la
historia de Córdoba. Se dice que este San Rafael, cuando estaba en el
Ayuntamiento estaba orlado con dos farolillos, cuya luz se apreciaba desde
ciertos lugares de Córdoba y servía para orientar a los caminantes.
Con este
Triunfo se renovó la plaza, y la artística fuente, que se había traído antes desde
Puerta Nueva, se retranqueó para atrás para darle su lugar al citado Triunfo.
EL SAN
RAFAEL DEL HOGAR Y CLÍNICA
Sobre la
finca de San Pablo, que gracias a una donación de 150.000 pesetas habían
adquirido los Hermanos de San Juan de Dios, construyeron el Hogar y Clínica de
San Rafael que se conoció hasta los años 70.
La primera
comunidad estuvo formada por:
Padre
Guillermo Llop
Padre Juan
Grande Antía
Hermano
Adrián Touceda
Hermano
Crescencio Olivares
El nombre de
“Padre” se les daba no por que fueran sacerdotes, sino en razón de edad, pues
en esta orden sólo empezaron a tener sacerdotes a principios de los años
sesenta.
El cuadro
médico de aquella época estaba compuesto por:
Director
Honorario:
Dr. D. Emilio Luque Morata
Director-Jefe
de Medicina: Dr. D. Antonio Manzanares y
Bonilla
Jefe de
Cirugía:
Dr. Francisco Calzadilla León
Jefe de
Laboratorio:
Dr. D. Germán Saldaña Sicilia
Medico
Auxiliar:
Dr. D. Antonio Carreto G. Meneses
Gastropatólogo:
Dr. D. Juan de Dios Jiménez Fdez.
Otorrinolaringólogo:
Dr. D. José Navarro Martín
Odontólogo:
Dr.
D. José Casana Diéguez
Urólogo:
Dr.
D. Rafael Pesquero Muñoz
Un hombre al
que también hay que recordar como si perteneciera a cualquier cuadro médico es
a Rafael López Cansinos, que durante años fue el alma de aquellas subastas que
organizadas en Radio Córdoba, llegaba a todos los hogares cordobeses.
En 1954
estuve en la Hogar y Clínica de San Rafael, desde el 17 de Enero al 23 de
Abril. Allí pasé un tiempo hospitalizado que me marcó por el cariño que
aquellos frailes:
Hermano
Gerardo, Hermano Gabriel, Hermano Bernabé, Hermano José, Hermano Domingo
Hermano Bonifacio, Hermano Mauricio, Hermano Enrique, Hermano Justo
Todos se
portaban maravillosamente con los enfermos que estábamos allí acogidos.
Sánchez, que luego tendría su barbería al lado del Bar Litri de la Fuensantilla,
formaba parte de un equipo de personal de laicos que igualmente nos atendían
con todo el cariño del mundo. Pepe, Miguel, Marcelino, Roque y Baldomero, serán
personas a las que siempre recordaremos con todo el cariño.
El quirófano
estaba al fondo de la galería de la izquierda conforme se entraba. Te bajaban
de la primera planta (solo había una), en un ascensor y las camas esperaban
cola en la puerta del quirófano. Allí no había familiares, ni salas de espera.
Eran operaciones de traumatología, y empleaban el cloroformo con mascarilla.
Cuando se abrieron las puertas del quirófano yo llevaba una estampa de San
Rafael que me había dado mi madre el día del ingreso. Nada más entrar, el
hermano Gabriel, muy complaciente, me dijo: “déjame la estampa que te la guarde,
aquí tienes un San Rafael que preside el quirófano”. Aquellas palabras me
confortaron y cuando desperté ya estaba en la habitación de operados, en donde
por cierto, tenía mi estampa y había un cuadro muy bonito de San Rafael.
Aquella
estampa del San Rafael sobre el Puente Romano que había en el cuarto de
operados me impresionó tanto que siempre la ha tenido grabada en mi mente. Un
día me llegué a casa de José Luis Muñoz Baena, compañero de fábrica y excelente
pintor, que tenía entre sus cuadros a este San Rafael y le pedí que me pintara
uno. Luego me contó que a Rafael Gómez Sánchez le habría pintado este cuadro
infinidad de veces, pues solía regalarlo a sus amigos. El primer domingo de
visita de mis familiares después de la operación se presentaron mis padres y me
regalaron una medalla de plata con la imagen de San Rafael. La habían comprado
en la sacristía de Ia iglesia de San Rafael, que estaba al cuidado de Socorro,
que con su hábito de penitencia, parecía una piedra más.
Como
curiosidad de mi estancia allí, el hermano Bernabé, el día 3 de febrero, nos
despertó de madrugada para ver algo inusual. Estaba cayendo sobre Córdoba una
intensa nevada, la más grande que yo he visto en mi vida. La Ermita de la
Virgen de Lourdes había quedado totalmente cubierta de nieve. Era
impresionante ver toda la zona de naranjos cubiertos de nieve. Llegaron
voluntarios para sacarnos en las camillas a la terraza para que pudiéramos ver
aquel maravilloso espectáculo. El viaducto del Pretorio, que en aquellos tiempos
era de un solo ancho, se veía como un montículo de nieve.
SAN RAFAEL DE LA CALLE CANDELARIA
El altar de
la Calle Candelaria, esquina con la Calle Lineros, fue realizado por Antonio
Monroy, que en 1801 pinta a San Acisclo y Santa Victoria, y en el centro de
ellos, a San Rafael, Custodio de Córdoba. Curiosamente, un par de casas más
adentro de la calle, en los años 50, había una casa en donde se impartía
“religión de los protestantes” a decir de nuestras madres.
Todavía en
Córdoba se hablaba de un pastor que hubo en esta Iglesia Evangelista, llamado
don Agustín Arenales. Además de pastor protestante, era republicano y por ello
se exilió a Méjico en el año 1938. Era un hombre de gran oratoria y fomentó la
Sociedad de Jóvenes cristianos, que llegó a contar con más de 30 componentes.
En la “capilla”, como él llamaba a este recinto, acudía mucha gente deseosa de
escucharle.
Pero la
relación entre la Calle Candelaria y el Arcángel tuvo más notoriedad en
Córdoba. Tenemos que hablar del equipo de la Candelaria, cuando jugaba en los
Salesianos, en aquellos campeonatos de verano organizados por don José María
Izquierdo. Era un espectáculo verlo. Además, en esa calle nació Miguel Reina
Santos (1946), al que el “Marca” en una entrevista que le hacían al final de
los años sesenta lo citaba como “El Ángel del Arcángel”, por su
espectacularidad en aquellas paradas que aún quedan en las retinas de los
aficionados cordobeses que íbamos al viejo Arcángel.
El San
Rafael de las Cinco Calles, es testigo de que el bar que había en la esquina de
la Calle Carlos Rubio tenía un cuadro de Reina, como un auténtico Arcángel,
admirado por sus vecinos.
Un poco más
abajo, en el Bar los Mochuelos de Santiago, todavía recordamos a Pepín, gran
aficionado al Atlético de Madrid e incondicional de Reina, hasta el punto de
que una vez que vino el portero por Córdoba y no se pasó para saludarle, de
coraje, colocó un par de días su cuadro boca abajo.
EL SAN RAFAEL DE LA PLAZA DE LA
FUENSECA
La Calle
Juan Rufo se ensancha en una pequeña plazuela encalada donde hay una fuente
famosa, “La Fuenseca”, en esa paradoja tan cordobesa de la sed en el agua, la
salud en el cementerio, la verdad en el campo, la caridad en el potro agónico.
Fuente tantas veces pintada por Julio Romero de Torres, reflejando a hombres
que acechan o mujeres que huyen, en cuadros que esconden muchas verdades
ocultas.
Córdoba es
rica en aguas, y allá por el año 1495, mientras que el arquitecto Pedro Lope se
decide a acometer la obra de los pórticos del Patio de los Naranjos, se intentó
aprovechar el caudal del venero que nacía
bajo la huerta de las Dueñas y pensaron en poner una fuente a nivel de
la Calle Alfaros, por donde el fotógrafo Melero tenía su ático de madera. Pero
el caudal no llegaba con facilidad a ese nivel, y la fuente casi siempre estaba
seca. De ahí el nombre de Fuente-seca.
Entonces
cambiaron la ubicación de la Fuente y la pusieron en una cota inferior, donde
incluso había que bajar algunos escalones. En el año 1808, poco antes del
terrible saqueo de los franceses en Córdoba en junio 1808, se decide ya ubicar
la fuente en el lugar actual, pero cambiando oportunamente su diseño,
dotándola de un pilar con cuatro bondadosos caños. Encima de la decorativa
fuente se colocó una pequeña estatua de San Rafael, que se hallaba mal colocada
en mitad de la plaza sobre un pilar de mampostería. Para la historia, la fuente
ganó estética y el Custodio se podía reflejar en el agua del pilón. Se quitó la
sequedad, y el agua del venero, que ya no va a la fuente, todavía se siente fluir
cerca de las primitivas tiendas de lo que fue Pedro Romero.
El cuadro
resultó tan atractivo que Julio Romero de Torres lo plasmó para la Eternidad.
Si tuviera memoria, podía recordar las veces que el Custodio se puso colorado
cuando los que iban a las casa de citas de Santa Marta se tapaban un tanto la
cara al pasar delante de la fuente. Eran otros tiempos.
También San
Rafael recordará las veces que Enrique Redel, Romeros Barros, o Pablo García
Baena, Rafael Cantueso, Juan Bernier y Ricardo Molina le saludaban al pasar y
le pedían prestada la “calabaza” de su caña, para beber el vino en la Taberna
el Bolillo. Y por si faltaba algo, allí estaban los comestibles y el pan de los
Cárdenas Cantueso.
San Rafael,
en el día a día, contemplaba cómo Antonio el barbero se consumía en su
enfermedad producto del tabaco y de su soledad. Se quejaba con frecuencia de
que los muchos clientes que entraban en Casa Rafael Bellido, tales como
Adalberto López, Rafael Martínez, Félix Sánchez, Juan León, Enrique Olmo, Rafael
Pérez, etc. etc. tenían por barbero al simpático “Marchena” de la Puerta del
Rincón, que les agradaba por su estilo y parecido con el arenero.
Al cine de
la plaza nos llevó mi madre alrededor del año 1953, para ver la película
“Morena Clara”. Fue tanta la gente que acudió que tuvimos que salir por la
puerta falsa, por la Calle Santa Marta. Salimos enfrente de un negocio que
decía: “Cooperativa de Ebanistas”. Mi madre nos indicó que siempre se había
oído por Córdoba de que allí existía una célula de masonería.
Quizás por
ello, en un libro de Eloy Vaquero se dice: “En 1917, la profesión de nuestros
regidores electos, era la siguiente: Don Francisco Azorín Izquierdo
(Arquitecto), don Bernardo Garrido de los Reyes (Ebanista), don Mariano Salinas
Diéguez (Platero), don Enrique Suárez Aranda (Ebanista), don Pablo Troyano
Moraga (Tipógrafo), don Juan Guerra Lozano (Perito), don Manuel Cáceres Urbano
(Decorador).
El
presidente de esta Cooperativa don Bernardo Garrido Reyes, que llegó a la
alcaldía de Córdoba en las elecciones municipales de 1934.
PARA
TERMINAR…
Ya queda
dicho bastante sobre temas relacionados con el Arcángel San Rafael pero no
podemos dejar atrás a la “Confitería de San Rafael” que supo lanzar a la
popularidad un pastel: “el Manolete” “inventado” por la Confitería Mirita de la
Calle Concepción.
Y también,
cómo no, hay que recordar a mi entrañable Colegio Salesiano, con aquel patio de
los Eucaliptos donde nos sentíamos felices. Allí, desde la terraza que rodeaba
al patio, en la zona centro, había un magnifico relieve de San Rafael. En el
día de Todos Los Santos, don José Bosio, don Rogelio, don Adolfo, don Rafael
Sánchez, y don José Mª Campoy, con la ayuda del “Cebollita” nos echaban
aquellos sacos de castañas, “esturreados”, para que todos disfrutásemos de
meterlas en nuestros bolsillos vacíos. Con toda seguridad, el San Rafael del
patio, cuyo autor fue un antiguo alumno de aquellos primeros tiempos que vivía
en la Calle Humosa, tenía que sonreír ante la actitud de estos curas que nos
hacían felices.