jueves, 2 de septiembre de 2021


 

EN LA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO...

Buenas tardes a todos. Ustedes me perdonaran si en primer lugar agradezco la presencia de mis familiares, pues sinceramente tenía un gran miedo escénico, a que pudieran asistir muy pocas personas a esta presentación.

Y mi miedo claro está, nunca sería por extrañar para nada este maravilloso edificio de la Catedral de Córdoba, del que puedo decir que asistí muchos domingos a la Santa Misa, y además ya desde pequeño lo solíamos visitar pidiendo para las misiones.

No obstante el editor me animó y quizás me tranquilizó al recordar que en una ocasión acudí a una presentación en compañía de don Manuel Nieto, y para nuestra sorpresa, solo estuvimos las personas que se pudieron contar con los dedos de una mano.

Doy las gracias sinceramente al Cabildo de la Catedral de Córdoba, en la persona de don Manuel Pérez Moya, que una vez más y como en tantas ocasiones ha sabido apostar por la cultura de Córdoba, al hacer posible esta  pequeña publicación.También doy las gracias a este joven arquitecto, Sebastián Herrero. Su valía, vocación y estilo dará una luz clara muy parecida a la luminosidad del tipo "LED", que será  muy importante para llegar  a comprender más y mejor este singular edificio de la Mezquita-Catedral de Córdoba. Con su presencia aquí, he tenido la enorme satisfacción de poder reunir a dos antiguos compañeros del Colegio Salesiano, como son Sebastián Herrero y mi hijo Manolo, autor de la introducción de este  pequeño libro.

MIS RECUERDOS

A la hora de publicar este pequeño libro, quiero recordar con mucho cariño a don Antonio Quesada Santiago, el primer maestro que tuve en aquel entrañable Colegio "Hermanos López Diéguez" de Córdoba. El me enseñó lo importante que era saber leer y escribir, y además siempre nos animó a que anotásemos nuestras vivencias del día a día, cuaderno que él guardaba celosamente en aquél mueble que estaba casi loco por derrumbarse.

Pero también quiero tener un gran recuerdo de mi amigo y compañero Francisco Carrasco Heredia, poeta muy interesante, y que a mi me conquistó, por su pequeño libro "Los Arroyos de Córdoba", en donde nos describe con una exquisita prosa, todo el paisaje que recorren los distintos arroyos, en su caminar por la sierra de Córdoba hasta llegar al Guadalquivir, nos relata y nos recuerda toda clase de plantas con su olor y belleza. También nos trae en esos recuerdos a algunos de sus compañeros de fábrica, que le acompañaron en aquella bonita tarea de buscar el origen de nuestros arroyos, como no mencionar a Bernardo Romero, Rodrigo Cebrián, Rafael Ruiz, Baltasar Trillo, Rafael Parras, Rafael Alejandre entre otros.

También quiero mencionar a mi compañero Andrés Galán Castilla, que fue el hombre que supo darme el gran salto a la cultura y al amor por Córdoba, porque durante más de 35 años, me vendió toda clase de libros, revistas y sellos de correos que hablaban de Córdoba y sus personajes.

"LA CÓRDOBA QUE SE NOS FUE"

En cuanto al "Título del Libro" me lo sugirió quizás sin querer el mismo Pablo García Baena. Yo conocía a Pablo desde que empezó a frecuentar la Iglesia de San Lorenzo por su relación con la Hermandad del Remedio de Ánimas. y en esa época todos los chiquillos del barrio aspirábamos a vestirnos de monaguillos y a subir a la torre.

Recuerdo haber acompañado a Pablo, con otro chico más, llevando unos candelabros, al desaparecido Convento de Santa María de Gracia, que era en donde la Hermandad de Ánimas solía guardar algunos atributos de la cofradía.

Al llegar al Convento se presentó Pablo por el "torno" y enseguida abrieron la puerta del Convento. Una vez en el interior nos acompañó una monja que debería ser la superiora, y que cojeaba levemente de un pie. Iba delante de nosotros con Pablo y tocando de vez en cuando una campanilla, seguramente para advertir a las monjas que se adentraran en su clausura.

Al pasar por un patio que existía a la izquierda, Pablo le comentaría algo de aquellos macetones que abundaban en el patio y que en su mayoría estaban algo rotos o reparados con lañas. A lo que la superiora le contestó: "Los franceses, Pablo, los franceses..." En clara alusión a los abusos y desmanes que cometieron los franceses en aquél mes de junio de 1808.

Al fin llegamos a una especie de trastero en donde pudimos ver más cosas de la Hermandad y allí soltamos los candelabros.

Posteriormente y en el año 2009 quise escribir un pequeño relato sobre el desaparecido Convento de Santa María de Gracia, y al cruzarme un día con Pablo en la Iglesia de los Dolores, le felicité por la publicación de su precioso libro titulado "CÓRDOBA", y el me contestó que se trataba de rememorar la "Córdoba que a todos se nos fue".

Y ya de paso aproveché la ocasión para preguntarle por el nombre de aquella monja que iba tocando la campanilla en el Convento de Santa María de Gracia, pues la quería citar en el pequeño relato que estaba escribiendo. Y el me contestó: 

Manolo. me preguntas cosas que también ya pertenecen a la "Córdoba que te he dicho que se nos fue", y te tengo que decir que yo no me acuerdo del nombre de aquella madre, pero eso es igual. Tú le pones "Sor Cielo, Sor Estrella", o cualquier otro nombre que suene a monja, porque lo importante es el hecho, y no los nombres.

AQUEL OLOR A PIMIENTOS FRITOS...

Años después y al escribir algo sobre la Hermandad del Remedio de Ánimas, quise mencionar a don Luis Reyes Muñoz, el gitano de la calle Manchado, un hombre muy bondadoso al que los monaguillos lo esperábamos todos los domingos en la Misa de Once, para encender las dos velas que siempre traía. Una para la Virgen de los Remedios y otra para el Cristo de Ánimas y siempre nos daba una pesetas de papel de aquellas que venía la "Dama de Elche".

Además este hombre debía portarse muy bien con la Hermandad de Ánimas pues quiero recordar que en el año 1952-53, lo sentaron en la mesa que presidía el quinario, y nosotros los que salíamos a pedir por todas las bancas, pudimos comprobar que este hombre era muy esplendido. Concretamente a mi me tocó pedir por el lateral en donde estaba él y recuerdo que fue la sensación de casi todos pues llegó a echar un billete de 100 pesetas, y recuerdo que dijo: "Para el aceite"..

Y sobre aquella expresión "Para el aceite" le quise preguntar a Pablo  y el me dijo. Creo que me estas hablando del "Quinario del Pimiento". Y entonces me recordó:

En aquellos primeros años de Quinario (1950), nosotros quisimos adornar el altar del señor con luminarias, de mariposas, fue una idea de Rafael Cantueso, y que se trataba de "velillas" de aquellas que la época de la Festividad de todos Santos, se solían poner en las casas, en recuerdo de los difuntos. Rafael Cantueso, se buscó la posibilidad de las tulipas que le facilitaron en la fábrica del gas de La Fuensanta, y decorando a un vaso que contenía el aceite, la tulipa brillaba con luz propia dan do un gran realce a aquél altar que marcó una época en los quinarios del Cristo del Remedio de Ánimas.

Sin duda aquél fue un "Quinario",  que por lo que fuera algún aceite del que se rellenaron las lamparitas debió ser aceite frito, ya que el olor a "pimiento frito" se notaba por toda la Iglesia. Rafael Cantueso Cárdenas, afanado en encender su más de doscientas tulipas, de cerca, no se percató de aquél olor, y sería cuando entramos algunos hermanos más, cuando el señor de la Torre, hermano mayor de la Hermandad, quizás por su baja estatura percibió mejor que nadie el olor a "pimiento frito" que había en toda la Iglesia.

Aquel día, ya con la hora del Quinario encima, no dio tiempo a cambiar el aceite de aquellas lamparillas, y por eso don Luis Reyes, que oía lo que decían los hermanos que ocupaban de aquella presidencia del Quinario, echaría sus 100 pesetas para el cambio de aceite.

Rafael Cantueso, lamentó que en aquella "campaña" de aceite para el quinario, que hizo la Hermandad del Remedio de Ánimas, hubiera aceptado el aceite de Brígida, la buena mujer de la Pensión "El Carmen" que entregó una buena cantidad de aceite para las lamparillas.

 

Continuará...

 

lunes, 19 de julio de 2021


 

COMO EXTRANJERO EN MI CIUDAD

 

 

Ayer tuve necesidad de pasar por el Alcázar Viejo en mi camino de vuelta de una obligación ineludible. Al pasar por la Puerta de Sevilla me vino el recuerdo de Paco Leiva Campoy, un cordobés singular con el que tuve la suerte de compartir muchas horas de trabajo en mi vida profesional. El acceso al barrio estaba totalmente solo, ante la mirada nostálgica de Aben Hazam. El autor del "Collar de la paloma" me quería decir con gesto serio: "No hay casi nadie, ni viene ningún extranjero. Por aquí el único de fuera puedes ser tú, que eres del barrio de San Lorenzo, mi barrio y el de mis padres".

 

Esta dichosa pandemia, junto al calor del verano, nos hace sentirnos como extranjeros en nuestra propia ciudad. Pasando el umbral de la Puerta miré a izquierda y derecha, a la calle San Bartolomé y Postrera, totalmente vacías. Avancé por la calle San Basilio, y a la altura del "Hogar para mayores", que nos recuerda al padre Guillermo Romero Fernández, el ambiente estaba igualmente triste y callado. Luego, al ver macetas en la puerta de las casas me reconforté un poco, y tuve que acordarme de las hermanas Recio Trujillo, parientas mías enamoradas de su barrio que disfrutaron mucho con el "tiempo mágico" de los Patios Cordobeses. Se ha sumido en desolación todo lo que antes podía ser animación y bullicio.

 

Se echa de menos, cómo no, a "Casa Rafaelito", "Casa el Tarugo", y a personajes del barrio como los cuñados que se apodaban "Los Cartulinas", Rafael y Manolín, que con su viveza e ingenio eran capaces de convertir un puesto de caracoles en una oficina de desempleo. Y recordamos a José Muñoz López "El Pisto", en aquellos años en que a este cordobés le dio por instalar todos los veranos su bar-taberna, "El Chaparral", en Chiclana, con sabor a todo lo cordobés, para que las muchas personas de Córdoba que por allí se acercaran a veranear se encontrasen como en su casa.

 

Más adelante me tropecé con la efigie del Arcángel San Rafael, en el rincón que forma la iglesia parroquial de la Paz., donde se halla la Virgen de Acá.  Y como sé que mi amigo Paco Leiva le tenía una especial devoción al Arcángel, del que decía: "Es mi amigo", le llegué a rezar, pidiéndole por Córdoba y por España.

 

A la salida por la calle Enmedio, antes de llegar al Arco de las Caballerizas, me encontré a Luis Navas, que no se atrevía ni siquiera a musitar una palabra. Con su capa y su sombrero cordobés se sentía especialmente afectado por la tristeza que nos inundaba. "Y para colmo ahora la gente ni siquiera bebe vino", me dijo. La verdad es que noté al rapsoda cordobés muy afectado. Ni siquiera los caballos de Caballerizas Reales se oían relinchar... todo estaba como embozado por una gigantesca "mascarilla," de esas que antes sólo en los quirófanos la eficiente y ejemplar clase médica y sanitaria solía utilizar.

 

Ya iba camino del Alcázar de los Reyes Cristianos, y dejaba a la izquierda una conocida tienda “de novias" que siempre, empezando por la época del olor a azahar y terminando por el calor, era un constante ir y venir. Allí se veía buscar zapatos, trajes, bolsos, sombreros y tocados para las bodas. Pero ahora todo es distinto. No sé lo que dirá el amigo Sanz, aquel platero de la calle los Frailes de San Lorenzo, que migró al Alcázar el Viejo en sus tiempos de juventud.

 

Al pasar por la explanada del Alcázar, el silencio hacía que hasta se oyera el derramar del agua dulce que cae como chorros de vida en el estanque de los peces colorados. Agua que viene del venero “Esquina Paradas”, que nace en un lugar desconocido por la Albaida y se capta por Noreña. Para que a los peces no les afecte el cloro que lleva el agua potable se sigue trayendo aquí esta agua natural, que también se usaba hasta hace pocos años, junto a las aguas de "La Fábrica de la Catedral", en las albercas y estanques de la calle nueva que abrió el alcalde Guzmán Reina junto a la Puerta Almodóvar, así como en el foso y murallas antiguas del Alcázar Viejo. Pero hace años que la desidia abandonó estas conducciones, y hoy ya no corre el agua por ellas.   

 

Pasamos en total soledad por la calle del corregidor Luis de la Cerda, político cordobés que se señaló en su tiempo junto con el Consejo de Córdoba en contra de la obra del Crucero de la Catedral del Obispo don Alonso Manrique de Lara (1516-1523). Ante las simplificaciones interesadas, un estudio de las Actas Municipales de aquella época nos muestra una realidad que no es blanca o negra. Así por ejemplo lo afirma el profesor de Historia Moderna, José Calvo Poyato, en su artículo titulado "La construcción del Crucero de la Catedral", página 189-210 del libro "El templo de Córdoba", editado por Almuzara en 2019. Exactamente en la página 199 se recoge un acuerdo del Consejo que dice de esta guisa: "La obra es un agravio grande de la república de esta Ciudad e especialmente de los señores caballeros que tenemos capillas de enterramiento en ellas". Aquí se ve claramente que su oposición no era tanto que se hiciera la obra y se cambiara su fisonomía original, sino que ellos perdían una serie de privilegios que desde antiguo gozaban sus familias con sus enterramientos en la Catedral.

 

Luego, en la calle Cardenal González, el mismo vacio. Lo primero que nos encontramos es la antigua taberna "El Tablón". Como estaba todo cerrado empezamos  a recordar que esta taberna fue propiedad de un tal Antonio Benítez, y que más de una vez allí nos tocó llevar el bocadillo al célebre "Canario" de la calle Abéjar, que trabajaba por allí de platero. Recuerdo que acompañé al "Pancho" que era vecino y gran admirador suyo" sobre todo en aquellos saltos de trampolín que solía dar los domingos en el Molino de Martos.

 

La soledad de la calle Cardenal González nos hace traer al recuerdo lo que nos contaría un día Pablo García Baena, nuestro poeta y Premio Príncipe de Asturias, en el sentido de que cuando el político republicano Antonio Jaén Morente regresó a Córdoba fugazmente en el año 1954, tuvo un encuentro precisamente en esta taberna de su barrio, pues no hay que olvidar que el citado político nació en la calle Judíos, en la casa que hace esquina con la Puerta de Almodóvar, y que actualmente ocupa un restaurante.

 

Fue recibido por un grupo de familiares, amigos y leales que le organizaron en esta taberna un discreto recibimiento. Por nombrar a algunos estaba allí  el famoso "Marqués del Cucharón", así como don Rafael Castejón, por parte de la Academia de Córdoba. Luego nos comentaría el mismo Pablo García Baena, que él y Ricardo Molina, componentes del Grupo Cántico que volvían  de Santiago de Compostela, se entrevistaron con el antiguo político en Madrid, en la Cafetería Lyon de la Gran Vía.

 

A Jaén Morente le encantaba todo el entorno del barrio de la Catedral, pues no en balde fue bautizado en la iglesia del Sagrario en día 6 de febrero de 1879, donde también acudió para su casamiento con Carmen Domingo Sánchiz el 31 de julio de 1903, boda que celebró el párroco don Francisco Montoro Pozo.

 

Seguimos por la calle Cardenal González, y esos establecimientos, una casa sí y otra también, que antaño fueron talleres de platería ahora son establecimientos que ofrecen bebidas y comidas a todo el que pasa. Pero su silencio casi sepulcral nos dice de que algo grave está pasando en Córdoba: no pasa casi nadie Igual ocurre en la antigua "Casa de los Santos", del controvertido Ortega, que desde su ornamental panteón del Cementerio de la Salud le preguntará a Manolete “¿qué es lo que pasa en Córdoba?”, pues en su casa, dedicada hoy a baños, no hay ni una toalla que llevarse a la cara. Y eso que en la cercana calle Horno de Porras ya no está la antigua taberna “El Noventa", donde  se refugiaba la gente que se quería aliviar del contagio de la gripe, llenando el cuerpo de “medios” de vino. Al menos eso me decía José Unquiles, que había oído algo así de sus mayores.

 

Continuamos hacia la calle del Lucano, pero quise mirar para atrás en recuerdo de las oficinas de la Once, que estaban en el mismo cruce con la calle La Feria. Les parecería mentira a aquellos esforzados de la venta de cupones con lazarillo que ahora en esta época tan moderna, del “rasca”, de la lotería, de los quioscos, se haya tenido que suspender el sorteo, pues de lo contrario dicha organización, que en tiempos de Migue Durán llegó incluso a prestar dineros al gobierno para pagar las pensiones, se hubiese ido totalmente al descalabro.

 

Igualmente, en esta calle todo cerrado. Sólo un pequeño despacho de pan caliente se mantiene abierto, con la garantía medicamentosa de la farmacia. El ambulatorio, tan excelente y bueno, vacío, como si fuera eternamente domingo o festivo. Si Sara Montiel levantara la cabeza y comparase volvería a morirse si alguien le explicara que cuando su película “El último cuplé" se estrenó en el Cine Lucano, se formaron allí unas colas impresionantes, que daban la vuelta por la calle la Feria hasta casi llegar a los Patios de San Francisco.

 

La cervantina Fuente del Potro con un raquítico choro de agua, nos recuerda lo que eran "Los Portalillos" esa taberna de Pérez Barquero que completaba la trilogía con "Los Palcos y "La Parra". De estar abiertos en la actualidad estarían solos como la una, porque esas tabernas siempre iban a la par de Córdoba. Qué diría el compañero Antonio Medina, aquel empleado de Westinghouse, que nunca faltó al mediodía a su cita diaria en "Los Portalillos".

 

Y la plazoleta de Enrique Romero de Torres, antes siempre llena de gente, y que muchas veces fue considerada por su concurrencia el termómetro del turismo en Córdoba. Allí, al fondo, en donde otrora estuvieran las cañas de pescar, ya no quedan ni "los anzuelos" que dijera el simpático Lucas, que sin dejar de ser barbero fue portero del Córdoba y vecino entrañable de esta zona.

 

Más abajo, ya por la calle Lineros, del antiguo Caño de Vencesguerra, los aparcamientos de Bodegas Campos dan la impresión de que estamos en la Córdoba de los años cincuenta, cuando apenas si había un par de coches circulando por nuestras calles, especialmente por estos barrios. Sólo muestran vida en ese aparcamiento las banderas, inapelables al viento. La otra puerta de salida a la Ribera está cerrada, simplemente porque nadie tiene necesidad de salir. Hasta el mismo "Chocolate", con su eterno garaje de bicicletas lindero, se extrañaría de la situación.

 

Más calle Lineros abajo nos encontramos con el mosaico que recuerda a Ricardo Molina Tenor, el hombre que junto a Antonio Mairena ensalzó a Córdoba en aquella primavera de 1956 con el Primer Concurso Nacional de Cante Jondo Ciudad de Córdoba. Ahora todo es silencio. Y la calle Candelaria, tan ligada al fútbol de Córdoba porque allí nació en 1946 el "Ángel del Arcángel", según denominó el Diario Marca en una entrevista a nuestro portero internacional Miguel Reina Santos.  

 

Más adelante se llega a la encrucijada de las "Cinco Calles" donde confluyen muchas cosas de Córdoba. Citemos en primer lugar el bar “Los 33 Mosquitos”, que dio lugar a la peña del mismo nombre, a la taberna “El 6”, a la calle Consolación, con la que disfrutábamos porque el tornero de madera que allí había nos daba “rabia” poniéndose a hacer aquellos trompos cuando pasábamos. Todo desolado. Sin ruido, sin vida. Y la calle Mucho Trigo, tan larga, con tanta puerta y tanta casa, da la impresión de que todos los vecinos hubiesen salido por la puerta falsa. Como nos diría el simpático "Barinaga" de Santiago: "Todos han hecho mutis por el foro"

 

Tampoco se escapa de la soledad la que fue "La Gota de Leche", esa institución de carácter benéfico que hace pública su colaboración contra el virus, indicándolo en oportunos carteles que se agradecen. Luego llegamos a lo que fue Casa Villoslada, un lugar taberna a caballo entre San Pedro y Santiago, pero ya no hay nadie para esa simpática disputa entre esos dos barrios, y menos para sacar cualquier entrada de fútbol, pues además de que no hay taberna, no hay fútbol, y nuestro querido Córdoba CF no está para muchas colas.

 

Luego encaramos la calle Alfonso XII, una calle que tuvo el nombre de Calle de San Bartolomé por un hospital de dicho nombre que hubo muy cerca de lo que fue Casa Chicuelas. También se le llamó Carrera de Puerta Nueva, Carrera de Isabel II" o Alcolea, y durante la República García Hernández. Pues con todos los nombres citados, esta vía que llegó a tener en su trayecto hasta doce tabernas está sola. Quizás, paradójicamente, donde se nota más jaleo o ruido sea en lo fue la Funeraria de los Vázquez, pues se oye un continuo revoletear de palomas que deben vivir allí. Me faltaba decir que en la Plaza Vizconde de Miranda no se oye nada más que los dos chorros del agua de su fuente.

 

Ya cerca de mi casa, a la altura del Colegio Salesiano, creo sinceramente que ningún día de su más que centenaria historia (fue fundado en 1903), estuvo éste más solitario que cuando pasé. De eso seguramente habrá tomado buena cuenta, apesadumbrado, la estatua solitaria de San Juan Bosco, ese santo tan enamorado del bullicio de la chiquillería. Sólo muy de vez en cuando alguna persona pasa fugazmente viniendo del Mercadona cercano, con paso ligero.

 

Todo solo y más que solo. Aislado, desolado, sombrío... Amigo Paco, qué pena para ustedes que tanto disfrutaron con vuestros patios, vuestros turistas, vuestra hidalguía…  Ahora nuestra Córdoba es como un cementerio de vivos. Todos metidos en sus colmenas, como si de la amenaza de una bomba atómica se tratara, y los que pueden costeárselo con el aire acondicionado encerrados sobrellevando el calor. Dicen que la gente se ha ido a vivir ahora a esos bloques que están construyendo lejos, por donde nuestra fábrica, y que nuestros barrios se están quedando definitivamente vacíos. Y el calor, y el dichoso coronavirus... Algo habremos hecho mal, Paco, y quizás lo estemos pagando. Córdoba callada y sola.... Con todos mis respetos, eso para la poesía, nunca para vivirlo.


sábado, 15 de mayo de 2021


 EL "MOSQUETÓN"...


Cuando nos llamaban a la Caja de Reclutas ya empezaban a formar filas o colas con nosotros. De allí a algunos no pasaron al Cuartel de Lepanto para pasar la noche. Tenías que hacer cola para que te entregaran la ropa, la marmita y demás utensilios. Luego, como hacía frío y necesitabas al menos una manta, te indicaban adonde te la podían dar y hacías cola para recogerla. Después de una noche casi en vela, durmiendo prácticamente en el suelo, llamaron al toque de una trompeta y nos tuvimos que poner otra vez en cola para entrar al servicio, y digo cola, porque solamente había un servicio en condiciones de funcionar, ya que los demás estaban en proceso de reparación. Luego, con unas palmas te llamaban para que fueras al patio a tomar el desayuno, y de nuevo hubo que hacer cola para que te dieran el “chusco”. Mientras, podías observar cómo "subía y bajaba aquel saco” que entrando en una enorme olla de agua hirviendo y hacía la “colada del café”, que completaba tu espléndido desayuno.


Después, a eso del mediodía, hacíamos cola otra vez para el “chusco” del almuerzo, esta vez sentados en mesas de un comedor. Luego por la tarde, cuando estábamos en plena digestión, a formar otra cola, esta vez totalmente desnudos, para pasar un reconocimiento completo, incluido un zamarreo al pito. Era patético ver toda la galería del patio central con una cola que pillaba todo el largo del patio, con todos los reclutas, cada uno de su padre y de su madre totalmente desnudos.


Pasado este mal rato, a circular todos en fila para la estación de Cercadilla con el macuto al hombro. Al llegar al embarcadero de ganado (o eso parecía), nos ponen en cola, para pasar otra vez lista, y contarnos mientras subimos al vagón que parecía sacado de una vieja película del Oeste Americano.


Una vez ya en el Campamento de Cerro Muriano, llegamos totalmente de noche, nos ponen en cola para asignarnos la “chabola” que nos corresponde. Allí, con el simple alumbrado de una pequeña vela, vemos por primera vez al veterano que nos correspondía como jefe de chabola, y que pronto nos advierte: "Ojo que la vela la he pagado yo", y  a renglón seguido nos ponemos en cola 12 reclutas para repartirnos el lugar que nos correspondía de aquellas literas dobles.  Una vez acomodados, le preguntamos al “veterano” que en dónde estaban los servicios, y nos dice: “ya no tenéis que hacer cola, pues las “letrinas” están a campo abierto. Eso sí, tened cuidado cuando estéis en “postura” pues a lo mejor intentan quitaros el gorro al estar en equilibrio inestable.


A la mañana siguiente, otra cola para tomar el café en aquella cuesta abajo. Y otra vez vuelves a presenciar como sube y baja el “saco”, lleno de cebada, achicoria y suponíamos que un poco de café. Cuando el agua hierve en el caldero, tres o cuatro zambullidas del saco, y café a punto.


Después del café, a formar otra cola para lavarse. Delante de un pilar con tres grifos, que más que dar agua parecía que lloraban. Una vez que nos lavamos, nos envían a la compañía… y a hacer cola para que el barbero nos dé un pelado reglamentario. Recuerdo que allí fui donde pude ver a mis amigos d San Lorenzo, Manolo Vargas y Pepe Millán, que como veteranos me ayudaron a "comprender" la vida del Campamento.

 

Quiero describir los compañeros que formamos parte de aquella Chabola, aclarando que posiblemente fuésemos de las últimas quintas que utilizaron Chabolas, siendo además a la primera "Quinta" .en la que nos dieron aquél nuevo uniforme con aquellas botas altas con hebillas. Nuestra ubicación era: Primera chabola, de la Primera compañía, del Primer batallón del que era comandante un tal Navarro Mancebo. en el Campamento había cinco Batallones, con cinco compañías cada uno de acuerdo a la organización "Pentomica" del ejército español.  según nos comentó el teniente Villalonga.


Nuestra distribución en la Chabola fue la siguiente: En la primera litera de la izquierda, la ocupaban: Ángel Márquez, de Villanueva del Duque, y Bernardo Moreno de Córdoba. En la segunda, Rafael González y Antonio Martínez, ambos plateros y de Córdoba En la tercera, Joaquín Martos y José Luís Thous, ambos de Córdoba; estos se puede decir que eran los auténticos  señoritos de la chabola. En la cuarta, Miguel Mújica y el cabo Horrillo, uno de Espejo y otro de Castuera. (Badajoz) En la quinta, José Mendoza y Rafael Mendieta, ambos de Córdoba y del Campo de la Verdad. En la sexta, M. Estévez y Juan Membríves, de Córdoba y la Rambla respectivamente.


Podemos decir que quizás fuera la edad, o quizás fuera que llegamos al Campamento en Primavera, recordamos con mucho orgullo aquellos meses de sacrificio que pasamos en el aquél Campamento, donde todo se superaba y con ilusión, porque todos teníamos el convencimiento de que lo hacíamos por nuestro país, España, nuestra Patria, que para todos nosotros era lo más importante. Eran esfuerzos y padecimientos que nuestros abuelos y nuestros padres, nos habían hecho comprender. Ojalá se pudiera repetir en la vida dicha experiencia y con los mismos compañeros. Todavía recuerdo infinidad de anécdotas del compañero Joaquín Martos, que todas las noches "soñaba" con el ilusionado porvenir que el se auguraba en su vida profesional, en donde aspiraba a todo lo mejor del mundo por "su preparación" y su "presencia" que él decía que era propia de Hollywood. Pero broma aparte, los componentes de aquella chabola tenían una riqueza de opiniones, de costumbres, y hasta una forma distinta de acometer todos aquellos esfuerzos que sin duda allí nos iban a exigir. Por lo que sin poder evitarlo forzosamente aquellos era una forma de aprender para unos y otros. En aquella chabola lo mismo podías ver que se formaba cualquier "timba de juego", que se formaban sesiones de chistes con distintos estilos de humor. Pero es que además todos teníamos el "corporativismo" de ser soldados al servicio de España.  

En la primera clase de instrucción que nos dieron, se nos presentó a los dos cabos  primeros que íbamos a tener. Uno era un tal Pilo Sanz y el otro era el cabo primero Ortega, al que apodaban como "El Pajarito". Pero sobre todo fue el tal Pilo Sanz, el que asumió el “mando” de la Primera compañía En realidad en los campamentos y en la instrucción militar de aquellos tiempos correspondía a los Cabos primero, todo el poder y el mando, hasta tal punto era eso así, que su silbato colgado al cuello era su atributo de poder total. Los sargentos apenas si los vimos pues según nos dijeron estaban dedicados a labores de la administración y el papeleo de las compañías. Para cualquier recluta un Cabo 1º. en el Campamento, se nos antoja un general, ya que ejercían sobre nosotros el mando total.

En la compañía había chabolas como es lógico con distinto nivel escolar y profesional, y abundaban algunas con jóvenes jornaleros del campo. Pero que te sorprendían con sus historias y hasta con su tradicional sabiduría. Había uno que era el Teófilo que se empeñó en mantener una lata llena de orines en la chabola, porque decía que este olor espantaba a los animales incluidas las bichas y pequeños roedores.

Lo primero que se nos enseñaban en aquellas clases de teórica, era el conocimiento del mosquetón, en todos sus elementos básicos, y la verdad que a algunos reclutas, quizás por nervios, no eran capaces ni de articular palabras alguna para explicar el dichoso mosquetón. Tal era el caso de un tal José Trassierra González, que siendo una excelente persona para todo, no era capaz ni tan siquiera de articular palabra alguna en referencia al mosquetón. Eso le costaba todos los días, el "irse arrestado" para cortar leña a la panificadora. Era ya tan habitual esta dinámica, que incluso él, solía adelantarse y muchas veces, al ser preguntado por el "Mosquetón" el ya contestaba: -Me voy para la panificadora-  En este aspecto el Cabo 1º. Pilo, no tuvo ningún tacto, ni comprensión con este compañero. Quizás la poca edad del propio Cabo 1º. le hiciera comportarse como un ser totalmente impenitente y reiterativo con este recluta.

En el campamento cada dos por tres, se hacían ensayos generales de todos los batallones e incluso tocaba la música de “Ya está aquí el pájaro..." que era la marcha musical que anunciaba la llegada de algún general que iba a presidir cualquier la ceremonia.

El Campo de la "Parada Militar" y los desfiles, era mimado por los militares e incluso había un comandante que era el responsable de su cuidado y mantenimiento. En aquel año de 1966, el responsable era el comandante Sevilla, que montado en su vehículo militar no hacía nada más que estar continuamente vigilando el mantenimiento y preparación del Campo de Instrucción. Lógicamente el tenía a su disposición y mando a toda una Compañía de Veteranos, que bajo la dominación de Compañía de Servicios, aglutinaba en sus filas a: Fontaneros, Electricistas, Albañiles, Carpinteros, Pintores, y toda clase de profesiones que se pudieran necesitar en el Campamento.

A mediados del mes de mayo, era viernes y todos los cerros que nos rodeaban amenazaban tormenta, cosa muy frecuente a decir de los veteranos. Ya por la mañana, habíamos estado ensayando un simulacro de "Parada Militar", pues el sábado nos visitaba un general de División y había que hacerle los honores. Nada más terminar de comer empezó a sonar una tormenta algo aparatosa, y al momento cayó una tromba de agua impresionante, el campamento estaba rodeado de arroyuelos que de inmediato empezaban a parecerse a ríos de verdad.  De pronto llega el teniente Márquez, y pide voluntarios para proteger de la inundación el campo de la "Gran Parada Militar", que para los militares era como el Gran Salón de su casa. Allí acudimos un montón de soldados, pero ya había bastantes más, que con piedras y sacos terreros, estaban subiendo el margen izquierdo de un arroyo que pasaba junto al Campo y amenazaba con desbordarse. Estamos hablando de cuando todavía este agua torrencial no se encauzaba en el pantano actual de Guadalnuño.   

Entre truenos y relámpagos, la tormenta estaba descargando prácticamente encima del campamento, y daba hasta bastante miedo.  Allí estaba el comandante Sevilla, muy alterado, dando órdenes sin parar, pues el Campo estaba a punto de inundarse. El agua bajaba por aquel torrente arrastrando ramas y toda clase de objetos abandonados por los soldados. Aquella era un espectáculo de ver el "ir y venir" de soldados de un lado para otro, sin poder resolver aquella inundación que según se parecía se nos venía encima, y que se notaba el nerviosismo del propio Comandante Sevilla, que daba ordenes sin parar y hasta gesticulaba a grandes voces. De forma sorprendente y cuando más arreciaba la tormenta y el agua caía torrencialmente, el caudal de aquél arroyo que era como un auténtico río, empezó a bajar de forma ostensible y todos sorprendidos empezamos a mirar para arriba sin explicarnos lo que estaba pasando. Entonces, todos extrañados, nos dio por mirar cerro-arriba, y vimos bajar a un recluta, con un pernil del pantalón arremangado, la camisa fuera, sin gorro y con una azada al hombro, y empezó a gritar:

¡¡Ya está arreglado mi comandante, ya está todo arreglado,  no hay que preocuparse!!. 

El comandante Sevilla, principal interesado en el asunto, le preguntó:

 ¿Qué ha hecho usted? 

-Nada, le contestó el soldado, eso lo he hecho muchas veces en mi campo. Cuando llueve mucho y hay peligro de correntía, nos vamos a la cresta del cerro,  y allí hacemos un hoyo muy grande, y de golpe rompemos la pared de dicho hoyo, y el agua hace un remolino y se desvía la mayor parte para otra pendiente.

Al comandante Sevilla, le faltó poco para darle un beso a aquel sencillo recluta de un pueblo de Extremadura, recluta al que casi todos los días de instrucción, el cabo 1º Pilo Sanz, le arrestaba a cortar leña para la Panificadora, por no saber explicar el mosquetón, Se trataba de José Trassierra González.    

 El sábado por la mañana amaneció un día precioso y los militares lucían todos sus mejores uniformes  para la "Gran Parada". Allí en aquel campo estaban los 5 batallones formados, con sus comandantes al frente. Se estaba esperando a que llegara “El pájaro” que era en el argot militar el general que iba a visitar el campamento. Poco antes de que sonara la marcha militar  “Ya está aquí el pájaro, ya está aquí el pájaro...” En ese momento, el comandante Navarro Mancebo, enterado de la buena acción de este soldado, sin alterar la formación preguntó en voz alta:

 ¡¡Que Trassierra, sale el mosquetón!!

 A lo que el recluta con toda la naturalidad del mundo le contestó:

 -¡¡Claro que sí mi comandante, poco a poco le va llegando el gusto a la burra!!.

 En medio de la tormenta de aquellos días sobre el Campamento MIlitar, esta fue la anécdota, simpática de un recluta de una aldea perdida y cercana al pueblo extremeño de  Castuera, que paradójicamente era casi todos los días castigado por no saberse el mosquetón, y sin embargo fue el recluta que salvó el campo de instrucción de una inundación. En aquel campamento después de la Jura de Bandera, nos hicieron un examen psicotécnico de cara a los destinos. Recuerdo que en Mayoría aquel soldado le permitieron el DESTINO que el quiso.

 Pero además de esta anécdota, sería incontables las que pudimos observar en aquellos meses que estuvimos de Campamento en el CIR, nº 5, y que luego se podían completar con las propias que nos pasaron en los distintos cuarteles a los que fuimos destinados.

 Y por ello no me quiero dejar atrás las que nos llegó a pasar al poco tiempo de llegar al Parque y Talleres de Automovilismo de los Santos Pintados en Córdoba, recuerdo que uno de aquellos primeros días, me tocó hacer guardia en lo que llamábamos "la zona de chatarra", que estaba frontera a la puerta del Parque, al otro lado de la carretera de Valdeolleros, y en la puerta del Parque, estaba de guardia, Enrique García, de la Rambla, y que había venido del Campamento de Obejo. En el Parque y Talleres de Automovilismo, los toques para llamar a la tropa para todo se hacía con una campana, y siempre recordaré que aquella tarde y cuando estábamos en pleno turno de guardia, tocaría la campana para que los soldados acudieran al comedor en el horario de medio-día, y si el toque de la campana fue rápido, más rápido fue el soldado  Enrique García, que estando de guardia en la puerta, soltó su "Mosquetón" y empezó a correr patio arriba hacia el comedor. El cabo de Guardia que era un tal Alcántara Estévez, le dijo: ¡¡Oye soldado que la guardia no se puede abandonar!!, y menos aún  soltar el mosquetón, a lo que el soldado ya casi en la puerta del comedor contestó:  "Oye cabo, mi madre me ha dicho que la comida tiene que ser para mi "sagrada" y por ello lo dejo yo todo". Afortunadamente el suboficial de Guardia, era el sargento Pascual, una persona comprensible y resolvió el asunto olvidando lo que había pasado.

 Ahora echamos de menos aquellas situaciones que se nos plantearon, cuando fuimos primero al Campamento a hacer la Instrucción Militar, y posteriormente a nuestros Cuarteles, en donde completábamos El Servicio Militar, que siempre ocupará un lugar importante en nuestros recuerdos, y que a muchos nos enseñó bastantes cosas, que fueron muy importantes para acometer nuestra aventura laboral y profesional en la vida.

 

 

 

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jueves, 1 de abril de 2021



MIÉRCOLES SANTO

 

El Miércoles Santo es el día que sale Nuestro Padre Jesús del Calvario. Él nos habla de las dificultades y de los “calvarios” por los que ha pasado este barrio de San Lorenzo. Hambre y enfermedades fueron una constante en el vivir de sus gentes, humildes entre los humildes de uno de los barrios más populosos de Córdoba: en los años cincuenta del siglo XX llegó a tener más de 25.000 almas. Un recuerdo especial para mi madre, para la que este día era el más feliz del año, ya que salía el Cristo de sus padres y de sus antepasados. Ellos mejor que nadie podrían hablar de las dificultades que la Hermandad, como su barrio, padeció a la largo de su historia. Pero todo merecía la pena sólo con ver la sonrisa de ese rostro, que lo comprendía y lo perdonaba todo.

 

Por eso, en aquellos años cincuenta, el día grande de la Semana Santa para San Lorenzo era el Miércoles Santo. Las casas y las calles, que por lo general carecían del alumbrado adecuado, sin embargo brillaban más que nunca, y la plaza era como una ribera con un río de gentes que afluía de todas sus calles para ver a “su” Cristo. Y aquel río se formaba a la ida y al regreso de la procesión. Allí surgían aquellas saetas llenas de espontaneidad y sencillez, como si de oraciones contenidas se tratara, que habían esperado la oportunidad para manifestarlas públicamente ante los mismos vecinos. Vecinos de todas las calles del barrio, chicos y mayores, acudían al encuentro del Señor. Además, lo primero que hacía la procesión, antes de subir en busca del resto de Córdoba, era dar la vuelta al encuentro de los suyos por las calles Ruano Girón, San Juan de Letrán, Frailes, Jardín del Alpargate y María Auxiliadora, tomando contacto también con los vecinos de calles como Trueque, Juan Palo, Alvar Rodríguez, Montero, Agua, Ciegos o Queso. Hoy ya no ven pasar por allí a su Cristo.

 

Y es que el barrio le prestaba a la Hermandad gran parte de su propio estilo y forma de ser, y llegaba a hacerse tan consustancial que, con todo el derecho del mundo, creemos que es pertinente añadir a la larga relación de privilegios y advocaciones del título de la Hermandad el nombre del barrio, la Hermandad “de San Lorenzo”, como una nota distintiva más, y no menor precisamente.

 

Andando el tiempo, ya en los años ochenta, durante el añorado mandato de José María Gutiérrez, “Guti”, y Pepe Vivas, se dieron unas apoteósicas “recogidas” del Cristo. La saeta se convertía en lamento solemne del amanecer, en aquel marco de la plaza de San Lorenzo, siempre abarrotada de un público expectante, silencioso y respetuoso, identificado con aquel acto de saetas “cuarteleras” protagonizado por unos cantaores de flamenco encabezados por el popular “El Pele”. Desde el balcón de Cándido (antigua Casa Lola) intercambiaban lamentos y quejíos de culpabilidad por la Cruz que portaba el Calvario. Un espectáculo para no olvidar jamás. Muchos creímos que detrás de aquel cruce de saetas estaba la Hermandad. Pero no era así. La Hermandad, por boca de Pepe Vivas, era la primera sorprendida. Luego nos enteramos de que todo aquel maravilloso espectáculo estaba encargado por el singular Miguel López Fernández (hijo de Miguel López Salas), que por amor a su barrio de San Lorenzo lo organizaba en penitencia.

 

 

ALGO DE HISTORIA

 

En torno a un buen hombre del barrio llamado Santiago Repiso, se forma en 1722 la  Hermandad del Calvario, para intentar ayudar y comprender mejor las vicisitudes y penurias de sus vecinos. Su primer desfile por el campo del Marrubial fue el 25 de agosto de 1722, aunque es más tarde, el 9 de octubre de ese mismo año, cuando figura la fecha oficial de fundación con el propio Santiago Repiso como primer Hermano Mayor. Al principio con muy pocos hermanos, pero en dos años ya se alcanzó un par de cientos de afiliados. No eran de los estamentos privilegiados: en el listado aparecen jornaleros, zapateros, carpinteros, panaderos, y otras profesiones de gente sencilla. 

 

La Hermandad, por influencia de otra persona clave en estos primeros años, el Padre Trinitario Ambrosio, encarga una talla de Cristo al taller de los propios frailes trinitarios, sito en el Convento de Nuestra Señora de Gracia, muy cerca del lugar donde se construirían casas lindantes con su huerta, conformando una calle que se llamó primero Empedrada, por ser la primera calle que se empedró del barrio, luego se llamó Ciegos (topónimo hoy limitado a un pequeño callejón cercano) y posteriormente Frailes, su nombre actual. En estas casas vivieron a mediados del XX gente muy popular como los Carrillo, los Acaiña, el “Caliche”, la familia de la "Garrota" o los "Churumbaque".

 

Volviendo atrás a los tiempos de la fundación de la Hermandad, en ese taller trabajaba un lego trinitario que, casualidades de la vida, resultó ser un genial artista: Fray Juan de la Concepción (1686-1738). Aprovechando que hizo el noviciado en Granada, aprendió allí el oficio de escultor, aunque no cabe duda de que la cualidad de artista ya la llevaría dentro de sí.

 

Era hijo de Pedro González de Herrera y Teresa de Luque, domiciliados en el barrio de San Pedro, donde sería bautizado:

 

"Parroquia de San Pedro libro de bautismos nº 7 página 473 v. 

 

En la ciudad de Córdoba en veinte y cinco días del mes de mayo de mil seiscientos y ochenta y seis años yo el licenciado Andrés Jiménez de Aranda, teniente, bauticé a Juan Antonio Rafael hijo de Pedro González de Herrera y de doña Teresa de Luque, su mujer. Fue su padrino Francisco Antonio Rico al cual avisé el parentesco espiritual que contrajo, siendo testigos José de Mesa y Luis Callado y de ello doy fe y lo firmé ut supra.

 

Firma: Licenciado Andrés Jiménez de Aranda".

 

Este fraile lego, a decir de algunos insignes escultores como Antonio Castillo Ariza o Juan Martínez Cerrillo, tenía un “aire especial” para conseguir unos rostros especialmente dulces, quizás por una fuerza que le brotaba desde una fe sencilla. Al parecer, por el Cristo del Calvario cobraría 900 reales.

 

Al tener voto de pobreza con renuncia expresa a su legítima y otras ventajas, sus trabajos o encargos no están notariados, por lo que en el Archivo de Protocolos no deben de aparecer registros de su importante obra. No obstante hemos localizado como obras de este singular escultor, además de la imagen maravillosa del Cristo del Calvario, las siguientes:

 

-       Una imagen de la Inmaculada Concepción para la Hermandad de San Rafael en 1734. Esta imagen sigue estando en la iglesia del Juramento.

-       Una imagen de “Cautivo” de la Hermandad de Ceuta, por indicación del padre Ambrosio, que se encontraba entonces allí destinado. A esta imagen del Cautivo acompaña una imagen de Dolorosa, igualmente realizada por él.

-       También se cuenta como obras suyas un Nazareno del pueblo de Frailes (Jaén), la Virgen de la Luz de Santa Marina, según descubrió Juan Aranda Doncel, y la Divina Pastora que está documentada en la Iglesia de la Trinidad. También el Nazareno que aparece en el altar del Convento de Cister es posible que fuese realizado por él, ya que el obispo don Marcelino Siuri, fue el promotor del citado Convento, y existe como una relación en el tiempo entre el "lego escultor" y el obispo.

 

Por documentos que existen en el Archivo General del Obispado de Córdoba se sabe que al principio de la Hermandad del Calvario se suscitaron dificultades y roces con la Hermandad del Santísimo Sacramento ya existente en San Lorenzo desde hacía tiempo. Y es que el Cristo del Calvario, después de venir del Palacio Episcopal, donde estuvo un mes después de ser bendecido, no tenía altar propio donde colocarse. Provisionalmente se colocó en el altar entonces de Ánimas, conforme se sale de la sacristía (donde hoy está el altar de la Borriquita), y posteriormente se llevó a un altar de la capilla del Sagrario donde había un Jesús Preso.

 

Pero la Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Remedios tutelaba esta capilla del Sagrario, ya que ella misma la había realizado y labrado, incluida su solería, y aducía que en los dos altares laterales que allí había, en uno había estado de siempre una imagen de Jesús Preso, y en el otro una imagen de San Nicolás. Se quejaba la citada Hermandad de que por decisión del rector de la parroquia se colocase la imagen del Calvario donde siempre estuvo la imagen de Jesús Preso (que había venido de la ermita de san Martín o de Nuestra Señora de las Montañas, en la calle Montero) y la de Jesús Preso en el altar de San Nicolás.

 

Aparte del conflicto, indudablemente en este altar el Calvario no podía recibir un culto adecuado, porque no se podía celebrar ni tan siquiera Misa. La capilla de San Roque, la actual del Calvario, era propiedad de un tal Toboso, y estaba convertida en aquellos tiempos poco menos que en una atarazana. Gracias a la intervención del Hermano Mayor Antonio Rubio, se rehabilitó convenientemente esta capilla y allí se entronizó, por fin, Nuestro Padre Jesús del Calvario.

 

Todos estos documentos vienen a reflejar a las clara la humildad que casi siempre rodeó a la Hermandad, y en muchos casos la incomprensión. En el barrio, o lo que es igual, "del Realejo para abajo", se fue imponiendo, sobre todo a partir del descreído siglo XIX, una forma de vivir y sentir más inclinada a la cultura que "destilaba” el mostrador de las tabernas. Se imponía el absurdo criterio de que “las cosas de la iglesia eran asunto de mujeres”. Si eso era en cuanto a la asistencia a los cultos, lo mismo pasaba por pertenecer a cualquier Hermandad o salir de nazareno en ella. Lo de las túnicas, o salir de nazareno, salvo honrosas excepciones, se decía que “era cosa de la gente más joven”, y de la “chiquillería”. Y del "Realejo para arriba" tampoco venía casi nadie interesado en salir de nazareno. Sin embargo, esto no sería óbice para que el Cristo adquiriese una gran devoción entre la gente sencilla, pero la devoción no tenía nada que ver con el sentido de Hermandad. Sin embargo, hubo dos Hermanos Mayores que revirtieron la tendencia y revitalizaron la Hermandad: Don Juan de Austria y Carrión a principios del XX y José María Gutiérrez en los ochenta. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

 

 

LA VIRGEN

  

El Calvario salía en procesión casi siempre solo, si bien hace casi un siglo contó con la ayuda de un Cirineo y posteriormente con el consuelo de una Verónica. En contadas ocasiones, le acompañaban con sus propios pasos el Rescatado o el Cristo de Gracia, cuyas Hermandades también padecían dificultades de todo tipo, apareciendo o desapareciendo cada cierto tiempo, si bien quedando siempre la veneración popular, eso sí, de sus imágenes. A partir de 1918 cambia la situación en el Calvario con la llegada como Hermano Mayor del citado Don Juan de Austria. Una persona de fuera del barrio, y un nombre de abolengo. Dotó considerablemente a la Hermandad de atributos (entre el saqueo la invasión francesa y la languidez del XIX apenas quedaba nada) y se recuperó cierto esplendor. Por sus buenas relaciones con el Convento de Jesús Nazareno, que entonces pertenecía a la feligresía de la parroquia, obtuvo  de las monjas que dejaran la imagen de la Nazarena para que acompañase al Señor en su procesión del Miércoles Santo. Pero eso sí, al siguiente día la imagen tenía que ser devuelta ipso facto.

 

En 1939, Juan Martínez Cerrillo, que ostentaba un cargo de responsabilidad en la Hermandad realiza la imagen de la Virgen del Mayor Dolor y Esperanza. Para modelo de esta imagen tomó apuntes de la señorita Araceli Chacón, cuñada de Manolo Cabello "Minguitos”, una muchacha guapísima que se llegaba todos los meses por su taller de la calle Santa María de Gracia a cobrar el alquiler, ya que su padre, el célebre sastre Chacón, era el dueño de la casa. Pero sólo procesionó hasta 1945. Surgieron desavenencias en torno a la imagen, por lo que Cerrillo, que la tenía cedida a la Hermandad, ese año optó por retirarla. Entonces la Hermandad encargó a Antonio Castillo Ariza y a su ayudante Díaz Jiménez la imagen de la actual Virgen del Mayor Dolor.

 

Este asunto debió afectar mucho a Martínez Cerrillo, que se desentendió de la Hermandad. Pero nunca se vio afectada su gran devoción como cristiano por el Cristo del Calvario, ni su reconocimiento como artista de que era una talla única, sobre todo por su rostro, al que siempre llamó "El Cristo de la Dulce Mirada".

 

La Virgen del Mayor Dolor no iba a tener tampoco un camino fácil. En 1953, con Enrique de la Cerda como Hermano Mayor, en los talleres de la prisión provincial hicieron un paso para la Virgen. Supuso un gran esfuerzo y tuvo mucho trabajo, pero el paso no era el indicado por su tremendo peso para poder llevarlo a hombros. Tras muchas vicisitudes, que acabaron en que dejase de salir, en 1981 se reintegra a la procesión… llovió y tuvo que suspenderse antes de llegar a San Andrés

 

Un día de 1984 coincidí con Martínez Cerrillo y Andrés Valverde Luján en la consulta del médico don Joaquín Añón, muy cerca de donde vivía Cerrillo. Le recordé a Valverde cuando ganó el Concurso Nacional de Aprendizaje, en la modalidad de talla, en 1956, y me contestó que tenía muy buenos recuerdos de aquellos tiempos en el taller de la calle Abéjar que compartían su padre Rafael Valverde y Cabello. otro gran profesional. Le hablé de los gallos de pelea que siempre tenían allí, y dijo que aquella era una afición muy extendida por San Agustín, con la taberna de Casa Ramón a la cabeza, que regentaba el "reñidero" de la plaza de Capuchinos. Martínez Cerrillo, al mencionarse "Capuchinos", se puso como en guardia, llegando a decir "con la edad que tenemos, no hay recuerdo que se mueva que no nos aporte bonitas sensaciones”. Entonces me atreví y le pregunté por su Virgen del Mayor Dolor y Esperanza, y me dijo que era la que desfilaba en procesión con la Hermandad de los Estudiantes de Jaén. Luego hablaron los dos artistas de las buenas tallas de Nazarenos que había en la provincia de Córdoba, y Martínez Cerrillo mostró nuevamente su debilidad por el Cristo del Calvario, diciendo que el que lo talló (no se sabía su autoría entonces) debía tener una gran fe en lo que estaba haciendo, volcando todo lo que tenía dentro de su corazón. Conocida por Valverde su admiración por la "expresión del rostro" del Calvario, Martínez Cerrillo le añadió que en 1951 lo casó don Antonio Campos González en el altar del Calvario, altar en el que luego bautizó a todos sus hijos.

 

Lo que no pudo saber Andrés Valverde era que cuando Martínez Cerrillo murió en 1989 su familia estaba advertida de que quería llevar la túnica del Cristo del Calvario. 

 

 

LAS FLORES

 

El adorno del paso siempre suponía un esfuerzo extra. Las Hermandades solían emplear flores “locales”, adquiridas de huertos próximos. Así, el Calvario las compraba habitualmente de los huertos de la calles Buenos Vinos, San Juan de Palomares y Anqueda. Recuerdo sin embargo que fue más de una vez adornado con flores que íbamos a recoger a la granja que el hermano mayor José María López Parejo poseía en la Avenida de Cádiz, detrás justo del Bar Jardín. También me comentaba Pepín Sánchez Aguilera que después de la guerra, y a consecuencia de la “sequía” de lluvia y de dineros, hubo que adornar el paso con las flores de las acacias que había plantadas en la plaza de San Lorenzo.

 

Las flores vienen ahora de viveros desde Holanda, vía Barcelona, y cuestan una auténtica fortuna que es mejor no mencionar.

 

 

LA PENITENCIA      

 

En aquellos tiempos, durante la Cuaresma, en las iglesias se oían cánticos en petición de perdón. Cada uno a su manera, por medio de aquellos cantos, pedía perdón por sus malos comportamientos. Hoy en cambio nadie pide perdón, vivimos inmersos en un ambiente de relatividad, donde cada uno se basta y se sobra para perdonarse a sí mismo o aliviarse de cualquier culpa o remordimiento.

 

Un vecino, Rafael Páez, “El Caracoles”, fue el primer penitente que recuerdo de aquellos años. Herrero de profesión, trabajaba en un taller que había junto a la Torre  Malmuerta, donde hoy está la farmacia. Colaboraba en el oficio de su padre, que era el dueño del taller, al que llamaban Mariano “El Cojo”. Pues bien, al padre, por meterse a arreglar una escopeta de caza, al parecer sin papeles, lo metieron en la cárcel mientras se decidían ciertas responsabilidades. “El Caracoles” deseoso de que la prisión de su padre acabara cuanto antes prometió salir aquel año detrás del Cristo del Calvario, arrastrando unas pesadas cadenas. Así lo hizo, hasta el punto que cuando llegó de vuelta a mi casa llevaba los tobillos totalmente ensangrentados. Él, según dijo, lo hizo todo por una penitencia. Al poco tiempo, en 1953 se marchó con su familia a trabajar a Barcelona y, como tantos, allí se asentó definitivamente. No obstante cuidaba todos los años de volver por Semana Santa para cumplir una penitencia que le había echado a su Cristo del Calvario, de acompañarle en su desfile por las calles de Córdoba mientras pudiera.

 

 

LA PAZ EN EL QUINARIO

 

En 1940 el Quinario de la Hermandad del Calvario se celebró con la colocación en el altar mayor de la flamante Virgen de la Paz y Esperanza. La verdad es que la ornamentación del Cristo y el altar, todo de morado, no encajaba para nada con el color blanco de la que luego sería llamada “Paloma de Capuchinos”. Fue a la terminación del Quinario cuando Antonio Estévez y el responsable de cultos de la Hermandad se dirigieron a Juanito Calero, dueño de la imagen, y le dijeron que esa imagen de Virgen “no encajaba en el color morado de la hermandad”. Tenía que llevársela. Así que la Paz y Esperanza se la llevaron a la iglesia de San Andrés, y después de un periodo de tiempo en casa del citado Juan Calero, con la intervención del Obispo, pasó definitivamente a la iglesia de Capuchinos.

 

 

LOS HERMANOS MAYORES

 

Que yo haya conocido y tratado, han sido Hermanos Mayores de la Hermandad del Calvario José María López Parejo. Manuel Pérez, Manuel Martínez, Enrique de la Cerda, Rafael de la Haba, Francisco García, Rafael Ortega, y José María Gutiérrez. Este último fue, en mi opinión, quizás el que llevó a cabo la labor más destacada de todos ellos, en compañía de su inseparable amigo Pepe Vivas. Fue sin duda una época de gran esplendor para la Hermandad, en donde se consiguió, desde la nada, el formidable paso del Cristo, con los esfuerzos económicos que se obtenían de aquella Caseta de Feria en la Victoria que llegaron a popularizar de tal forma que llegó a ser célebre con el apelativo de "Los de San Lorenzo".

 

Los demás Hermanos Mayores supongo que también realizarían cosas, pero estábamos más pequeños para poderlas apreciar. Sí recordamos no obstante, que don Rafael de la Haba, quiso incorporar al paso del Cristo una cruz labrada en madera un tanto en vasto que había donado el cura párroco don Juan Novo al poco tiempo de llegar a la parroquia, en 1955. Pero dio la impresión de que el Cristo del Calvario nunca quiso salir con la citada cruz, y desde entonces se haya colgada en el interior de la parroquia, debajo del rosetón. 


 

martes, 16 de marzo de 2021


 DECÍAMOS AYER...

 

 Hoy y como otros años y por el Viernes de Dolores, se celebra el Vía Crucis, que la Hermandad del Remedio de Ánimas realiza con su titular. Todo lo que la hermandad del Remedio de Ánimas lleva a cabo, lo impregna de un gran sabor litúrgico y religioso, todo ello sobre un fondo con sabor a gregoriano, propio de las grandes solemnidades de oración y penitencia. Es  impresionante ver a los hermanos portando al Cristo durante todas las estaciones del recorrido, por estas calles cuajadas de antigüedad y de ausencias….La Calle Roelas, la Plaza de don Arias, la Calle el Cristo y la Calle Ruano Girón, constituyen un corto y fervoroso itinerario. Una a una, se van sucediendo las Estaciones de Viacrucis, y en cada una de ellas, vemos el sentir religioso de los acompañantes. Ver detrás del Cristo a Pablo García Baena, nuestro Premio Príncipe de Asturias, nos hace recordar a las personas mayores que de haber vivido, estarían participando con su presencia del Vía Crucis.

 

En primer lugar citaremos a Rafaela Recio, que por edad y amor al barrio, era un auténtico archivo oral, de todos los acontecimientos que informaban la historia de su querido barrio de San Lorenzo, También se echaban de menos a mujeres como: Antonia Aguilera, a doña Salvadora, a Pilar Bejarano, a Felisa Rodríguez, a Isabel Sánchez, a María Sánchez, a Carmen Trujillo, a Concepción González, a Rosario Ruano, a Teresa Muñoz, a Consuelo López, etc. etc. Tantas y tantas vecinas, que sin duda, hubieran disfrutado con el paso de su Cristo, por su renovada calle Roelas.

 

Pablo García Baena, era posiblemente el cofrade vivo más antiguo de esta hermandad, ya participó en su día, allá por el año 1949, en la refundación de la Hermandad. Al grupo poético “Cántico”, se unió una pléyade de universitarios en torno a la hermandad. Todos ellos, con responsabilidad compartida, se echaron sobre sus espaldas toda la historia y la tradición, y elaboraron unas Reglas de la Hermandad de Ánimas, muy semejantes a las que ya existían en 1690, y cuyos documentos se hallaban en la Chancillería de Granada. 

 

Por la historia conocemos que las Hermandades de Ánimas, eran normales en casi todas las parroquias de Córdoba, a partir del siglo XVI, y la Hermandad de San Lorenzo, aparece fusionada con la que existía en la ermita de Nuestra Señora de las Montañas, de la simpática Calle Montero, existiendo documentos que nos dicen que ya dicha Hermandad, en 1640, ayudaba a la parroquia con 200 reales, para reparar la imagen del San Lorenzo, que coronaba la torre de la Iglesia, que había sido en parte destruido por una descarga eléctrica, tan habituales por aquellas épocas.

 

  

RECORDANDO...

 

El primer desfile procesional del Cristo del Remedio de Ánimas, lo realizó en 1951, y el Cristo salió a hombros, con evidente retumbar de los candelabros. El capataz era el comisario de policía Gálvez, y en la cuadrilla participaron también algunos faeneros del barrio, como Nicolás García, “El trapa” Enrique Doblas, “El corneta” Rafael Quiles, y Francisco Ruiz, entre otros. Este último  que estaba casado con Matilde Jiménez “La guapa” de la Calle Alvar Rodríguez, nos comentó un día en la Sociedad de Plateros, poco antes de morir, que por aquellos tiempos, solían pagarles unas “doce pesetas” por sacar al “santo”.  Por cierto que el fontanero Pepe “El latas” casado con la menor de “las guapas”,  fue cantándole al Cristo de Ánimas desde el Campo de la Merced hasta la calle Carbonell y Morand, y la verdad que la hacía muy bien.

 

El paso del Cristo, era arreglado en aquellos primeros tiempos por Manuel Sánchez, aquel serio y eficaz trabajador que pertenecía al taller de Miguel Arjona Navarro, artista cordobés muy relacionado con la hermandad.

 

El paso del señor, al principio, llevó unos angelotes, en las esquinas, que representaban a los Ángeles Arcángeles, que eran prestados por el convento del Cister, y que hoy se pueden contemplar en dicho convento.

 

Y ya que estamos en el Convento del Cister, (Plaza de las Dueñas), tenemos que decir que a la entrada de la casa del Convento, se pueden ver los asientos del antiguo Coro del Monasterio de San Jerónimo y más adentro, el relicario del mismo San Jerónimo.

 

Y es que después de la desamortización muchas cosas referidas al culto se repartieron por distintas parroquias y conventos. En Santa Marta, hay cuadros y una buena colección de libros corales realizados por los frailes del Monasterio. Igualmente en la Iglesia de la Catedral existen unos buenos ejemplares de libros corales. En la parroquia de San Lorenzo, también llegó algo, pues existen un juego de candelabros y cruz en estilo simulando plata (actualmente en el Sagrario) y un juego de ciriales y cruz parroquial plateados.

 

Y siguiendo con la Hermandad de Ánimas diremos, que al poco tiempo de salir por primera vez, la renovada Hermandad de Ánimas, quiso para su paso, unos angelotes propios y fueron diseñados por ellos mismos, realizándolos Amadeo Ruiz Olmos, aunque el toque final se lo dio Rafael Medina, en su taller de la calle –Rejas de don Gome-. precisamente en la casa que había frente a la calle el Zarco, muy cerca en donde estuvo el primer puesto autorizado en Córdoba, para la venta de carne de caballo. (1955).

 

En esta casa como hemos dicho, estaba el taller de Rafael Medina, hijo del singular compositor que tantas veces cantó a Córdoba. En el portal de la casa, había un puesto de verduras atendido por dos hermanas, que eran familia de Pepe Casado, el dueño de la popular tienda de tejidos y confección “El Metro S.A.". Estas muchachas pasaban casi todos los días al cerrar el Mercado de San Agustín, acompañadas de su hermano, que nos acordamos perfectamente de él, primero porque estaba estudiando en los Salesianos, y luego porque tenía una bicicleta BH.  que en aquellos tiempos era todo un lujo. Estos hermanos al parecer, o eran los dueños o vivían en la huerta que hacía esquina con el arroyo Pedroches y la Choza el Cojo, denominada la huerta de la "Sardina".

 

El paso de Ánimas, lo presencié como tantos años, en la Plaza de Juan Bernier y sin poder remediarlo, nos hizo recordar aquellos cantos de gregoriano que las monjas dominicas del Convento de Santa María de Gracia, le dedicaban al Señor. Sus armoniosas notas de gregoriano, formaban como una mágica escala musical con el “Miserere” que a modo de escalera celestial, les permitía a las monjas “bajar desde sus ventanales” abandonando por momentos su “fría clausura” y disfrutar de la Semana  Santa, con ese ambiente popular que se respiraba en la calle. Con toda seguridad en aquel grupo de monjas estaría Sor Concepción, aquella encantadora monja que desde el torno, te daba la paz de los buenos días.

 

Un día que entramos en el interior del Convento acompañados de Pablo García Baena; íbamos a llevar cosas de la hermandad y Pablo, la saludó a Sor Concepción de forma cariñosa, y la amabilidad de esta monja, ya mayor, nos pareció en sus educadas frases, como un canto a la mejor de las poesías que se le pudieran ocurrir al poeta. Esto ocurría en el año 1952, cuando la hermandad de Ánimas, guardaba allí la mayoría de los enseres de su cofradía.

 

Recordando el  “Miserere”, tenemos que decir que el sonido de sus cantos “hilvanados” en la noche eterna, hacía vibrar nuestros corazones y hasta el velo del Cristo de Ánimas, se estremecía. El humo del incienso ascendía hacía las alturas y tropezaba con las notas gregorianas de aquellas monjas que rezaban cantando. Y es que hasta las cigüeñas del Campanario, se sentían alagadas, al contemplar aquella escena, y daba la impresión de que ese era el “motivo” por el cual, ellas volvían todos los años a su nido, como podían atestiguar los panaderos del "Horno de Doña Pepa", y los mellizos, Dámaso y Sandalio, que vivían en la casa de enfrente. (1951). Y que estos, con su padre, se hicieron inevitablemente amigos de las cigüeñas al igual que del "Toque de Vísperas" que tocaban toda las días las monjas a la cuatro de la tarde. Aquél toque de Vísperas era la señal para que Pepe Bojollo el sacristán de San Lorenzo diera las suyas, las cuales se pueden decir que servían a todas las mujeres del barrio como indicativo para que su olla empezara a hervir. Y esto se demostraba cuando en los patios de las casas se podía oír: "Ya son las cuatro, y tengo mis platos lavados y la olla hirviendo". 

 

Parece que fue ayer, cuando los fotógrafos, nada más llegar el paso del Cristo, al principio de la Calle Santa María de Gracia, aprovechaban el encuadre y sacaban fotos con el fondo de la parroquia de San Lorenzo. Las máquinas que usaban los fotógrafos, eran de aquellas en las que al flash había que cambiarle la bombilla en cada instantánea.

 

En aquel primer desfile procesional, la Iglesia estaba gobernada por los sacerdotes, don Pedro Muñoz Adán, como párroco, y don Antonio Campos González, "Campitos" como coadjutor. De sacristanes estaban Antonio Ruiz Rubio y José Bojollo Arjona, y los monaguillos eran Pepe Parejas y Rafael Rodríguez “El Micaelo”, siendo el organista Antonio González Caballero. Este pequeño equipo de servidores de la parroquia, acogió con impresionante ilusión a aquella Cofradía.

 

El primer desfile procesional, se realizó como hemos dicho en 1951, el Cristo fue adornado con lirios morados, en su mayoría de los jardines del Tribunal tutelar de menores, cuyo presidente era D. Francisco Torralba, hermano mayor de la hermandad. Fueron en total unos 120 nazarenos, pues sólo había 98 faroles, que habían sido realizados en el taller de Álvarez Salas la Ribera. El cortejo de nazarenos lo formaban:

 

98 nazarenos portando farol de penitencia.

4 nazarenos, con “crótalos”, en sustitución de la clásica campanilla.

2 nazarenos, rezando el rosario.

3 nazarenos, uno con la Cruz y dos de escolta de respeto.

3 nazarenos, uno con la bandera y dos de escolta.

3 nazarenos, con los atributos, calavera, libro y potencias.

5 nazarenos, que portando un cirio corto, formaban la presidencia.

2 nazarenos encabezando el grupo de penitencia.

 

Delante del paso del Cristo, iban con los incensarios, todos ellos tocados de sotana negra y roquete, Antonio Rey, Juan García, Pepe Quiles y José Bojollo.

 

Detrás del paso y con la cruz parroquial, iban D. Pedro Muñoz Adán, como sacerdote, José Moyano y Rafael Rodríguez, con los ciriales y José Parejas, con la Cruz.

 

Con el palio de respeto que iba detrás del paso, iban: Manuel Moyano, Manuel Cantueso,  Ángel Fernández, José Santos, Enrique López y Rafael García.

 

En el grupo de canto de gregoriano  iban 14 novicios del convento de los Trinitarios, aquellos que en su día describimos que jugaban al fútbol maravillosamente.

 

En cuanto a los que iban vestidos de nazarenos, tenemos que decir que los señores que citamos fueron en aquella procesión, lo que ocurre que no podemos precisar quien iba en un sitio u otro. Así podemos afirmar que participaron en aquella procesión, pero no sabemos decir donde fueron, pues todos iban perfectamente disimulados dentro del cortejo.

 

D. Francisco Torralva, D. Ángel de la Torre, D. Andrés Bojollo, D. José Carmona, D. Luís Carracedo, D. Rafael Cantueso, D. Miguel del Moral, D. Carlos Tarín, D. Enrique Durán, D. Manuel Aumente, D. Rafael Herrera, D. José Aumente, D. Rafael Jordano, D. Miguel Fernández, D. José Prieto, D. Pablo García, D. Rafael Medina, D. José Linares

 

Todos ellos si participaban en el desfile iban totalmente “disimulados” entre el escapulario del Carmen y el farol de penitente. En este desfile procesional no hay varas de mando.  

 

 

LA PALMERA

 

El paso de Nuestra Señora la Virgen de las Tristezas, “Abadesa del Llanto", como la llamó Pablo García Baena, salió por primera vez en el año 1977, acompañando al Cristo de Ánimas.

 

Este año, en una de las columnas de singular paso barroco que realizó en 1988 el desaparecido Miguel Arjona Navarro, llevaba un lazo negro en señal de luto por los hermanos desaparecidos este año, y como no, uno tenía que ser por Margarita Laguna Redondo, persona muy ligada a todas las cosas de la parroquia y una gran enamorada de Córdoba. Ella fue una de las primeras mujeres que salió detrás del paso de la Virgen, cantando gregoriano. Esta labor de ir detrás de la Virgen la realizó hasta que cumplió los 80 años.

 

Todo el mundo la conocía por Margarita, la de la “Peña de la Pimienta”, pero nosotros, que ya peinamos canas, la conocíamos como “Margarita la de la Palmera”. Y es que en su casa y en su patio, por aquellos años, principios de los cincuenta, tenía unas cristaleras que protegían un antiguo invernadero, y sobre el centro del patio, se erguía una delgada y alta Palmera que a todos nos llamaba la atención. Aunque pequeños, sabíamos que era de Margarita, porque al tirarle piedras desde la calle, ella, al ser la más joven de todas las hermanas, era la que siempre salía para reñirnos. Y es que entre otras cosas, se rompían los cristales del invernadero que cuidaba con esmero su hermano, Antonio Laguna, que fue la persona que realizó la Cruz de Mayo en claveles rojos, ganadora del "Primer Premio" de aquel concurso mágico del año 1955, en dura disputa, con la "Cruz de Mayo" que en la calle Tafures solían poner los hermanos Valverde Luján.

 

Efectivamente con aquella Cruz de Mayo, la Plaza de San Lorenzo, se convirtió en el lugar central de aquel Mayo cordobés, a pesar de que al recordado José Montiel Salinas, siempre sentía sana debilidad por su Alcázar el Viejo.

 

Como una nefasta profecía, todavía recordamos que en torno a aquella Palmera, se solía decir entre la chavalería, que dentro del tronco habitaba “un bicho” y que el día en que la Palmera se cayera, saldría el “bicho” y ocurriría una desgracia. En aquellos tiempos, fue el sobrino de Margarita, Diego Santiago Laguna, posiblemente el primer universitario con categoría que tuvo el barrio, (fue catedrático de Farmacología y Toxicología de la Facultad de Veterinaria), nos dijo que de “bicho” nada y que se trataba de una palmera corriente y moliente.

 

Al hablar de Palmeras, tenemos que mencionar que últimamente han sido cortadas tres de las cuatro palmeras que decoraban la entrada a la Iglesia de María Auxiliadora. Recordaremos que esta Iglesia en plan inicial, fue inaugurada en 1918. Fue costeada su construcción por donativos de cooperadores y en especial con las aportaciones de don Carlos Carbonell y Morand, que al recibir las gracias del director don Sebastián Mª. Pastor, éste le contestó:

 

“Cuanto más hacemos por María Auxiliadora, más prosperan nuestros asuntos”.

 

El proyecto inicial de aquella Iglesia básica, fue elaborado por  el ingeniero militar don Antonio Moreno Zubia, que firmaba el presupuesto por un importe total de 70.000.-Ptas. Por distintas razones las obras no llevaron buen ritmo. Don Carlos Carbonell, falleció en 1917 y no pudo contemplar la inauguración de la Iglesia, pero si estuvo su señora doña Asunción  Ruiz de Portal, entre otras personalidades.

 

Y siguiendo con las Palmeras tenemos que recordar que a un alto jefe de la extinta Cajasur,  en el verano del 2008, se le cayó encima una Palmera mientras paseaba por su lugar habitual de veraneo. Mal presagio fue ese. A él le atendieron muy bien en un Hospital de lujo, cercano al Parque de Atracciones "El Tivoli" en donde incluso le dieron como a todos unas “Zapatillas al entrar". Pero a partir de ahí, el mal “Presagio" de la Palmera  parece que se cumplió. Dos años más tarde en 2010, fue como si la Palmera cayera encima de Cajasur y de todas las empresas importantes que operaban alrededor de ella “a modo de veraneo”. El dichoso “bicho” de la Palmera, que tanto temíamos de pequeños, (el picudo rojo), trajo aquí la eclosión total de la desgracia.

 

Por otra parte parece ser que de las primeras palmeras que hubo en Córdoba, fueron las que se plantaron por el entorno de la Arruzafa. Hay quien asegura que las palmeras vinieron en el equipaje de huida de Abderramán I, hacía Córdoba, y que fueron muchas veces las que lloraba  acordándose de su Siria natal y de sus Palmeras..

 

EL RESCATADO

 

El  Rescatado lo vimos por la Plaza de San Agustín, casi enfrente del antiguo cine de verano, al lado de donde estuvo la tintorería Larios. En el exorno del paso, se notaba la mano maestra de Rafael Prieto, (Flores Santa Marta), que lleva muchos años encargado de este menester. En un principio, porque se lo encargaba la Duquesa de Medina Celi, y luego posteriormente cuando la Duquesa falleció a principios de los años 1950, fue la Floristería Santa Marta, la que se encargó de su exorno. No obstante hubo algunos intentos por parte de doña Concha “La Pichichi”, para que ella sufragara el gasto de flores del paso, cosa a lo que Rafael Prieto, como cabeza visible de Santa Marta, con todo el respeto del mundo no accedió.

 

Por cierto, que al paso de la procesión por la Iglesia de San Agustín, la Hermandad de las Angustias, la más antigua de Córdoba, (1558), le hizo una ofrenda de flores. Es bueno resaltar aquí la labor de Rafael Soto Gavilán, para que la Virgen de las Angustias, vuelva al barrio de San Agustín, desde donde se la llevaron metida en una furgoneta a San Pablo en el año 1961, después de una tarde llena de polémicas y digustos.

 

Pepe Santos, que vivió en la Calle el Agua, era una persona muy integrada en el barrio del Jardín del Alpargate, y por ello durante muchos años, sacó como capataz el paso de la Virgen de la Amargura. Trabajó durante muchos años en la Fundiciones Félix Martínez, de Ronda de las Ollerías, hasta que se jubiló.

 

Eran los tiempos en que la taberna de la Sociedad, se ponía los viernes, sábados y domingos, a doble fila de clientes alrededor de la barra o mostrador, y por ello los taberneros Pepe Hidalgo y su cuñado Antonio Jiménez "El Cojo", se veían incapaces para poder atender a tanto cliente y para ello recurrían a la ayuda de conocidos y gente de confianza. como Pepe Santos y Miguel Alonso, Y es que por aquellos tiempos 1966-1973, la Bodega de la Sociedad de Plateros, desaparecida en el 2018, vendían en sus tabernas más de "Dos Millones de Medios" de vino anuales.

 

Eran los tiempos en que la Bodega estaba controlada por Félix Degallón, y de capataz estaba un tal "Frasqui" que entendían perfectamente el negocio. Los taberneros de las tabernas pagaban muy poco de alquiler e incluso la Sociedad les pagaba el consumo de electricidad y el agua. Hoy en cambio la taberna de la Sociedad Plateros, de la Calle María Auxiliadora, pagará en torno al Millón de pesetas al mes, más luz y agua también por su cuenta. Claro está que ahora el negocio de la Sociedad de Plateros, ya no es el vino, sino los alquileres.

 

 

EL ESPARRAGUERO

 

El Cristo del Esparraguero lo vimos frente a las escuelas de San Andrés. Allí pudimos comprobar la expectación que despierta el Cristo de Gracia, y de la forma tan maravillosa que lo lleva su cuadrilla de costaleros, que se han hecho famosos en Córdoba. Si bien todo su recorrido es un canto a una de las mejores cuadrillas de nuestra Semana Santa, el recorrido de vuelta “San Lorenzo al Jardín del Alpargate", es pura apoteosis, más belleza, sentimientos y armonía, parecen imposibles. Hasta los espárragos maduran de la sensación.

 

Estaba frente de las Escuelas de San Andrés, y mientras pasaba el esparraguero, contemplé las acacias, que con su verde de esplendor, querían “abrazar” al Cristo. No pudimos por menos que recordar aquel año de 1951, cuando estas acacias fueron sembradas. Ya solo quedan dos  de las ocho que en su día se plantaron. Las moredas del colegio, las acacias y Manolo Carreras, persona muy ligada con los Padres Trinitarios, fueron “personajes” que pude contemplar el día que ingresé en el curso 1951-1952. Los árboles porque o los plantaban o ya estaban allí y a Manolo Carreras, porque fue el quien habló con D. Fernando San Martín Julián, que era el director del Colegio, para que yo entrara.

 

Nunca olvidaré a aquellos profesores, don Francisco, don Cayetano, don Ezequiel y dejo para el último a don Antonio Quesada, que fue el maestro que tuve y el que me enseñó a leer y a escribir partiendo de cero. Para mi éste maestro, era como un sabio, tenía su domicilio enfrente de uno de los pocos fotógrafos que había por aquellos tiempos en Córdoba, hablo claro está de “Foto Faga", que hacía esquina con la Plaza del Orive, aquella Plaza que nosotros denominábamos como la Plaza de la “Casa Encantada", y en donde guardaba sus caballos don Indalecio García..

 

Cuando llegué a aquella clase, "La Segunda", en un principio, todos no disponíamos de pupitre, pues en realidad lo que allí había, eran dos clases en una, ya que la "Primera", se le había hundido parte del techo por un terremoto que hubo por aquellas fechas. Poco a poco, nos fueron dando pupitres a todos y de los clásicos "palotes", pasamos felizmente a escribir y leer en la Enciclopedia Álvarez. Los más adelantados de la clase eran Francisco Jaén  “El Trompeta” y Rafael Roldán, “El nieto de la Roldana” que lógicamente ocupaban las primeras bancas.

 

El profesor era muy bueno, y ahora que está tan de moda está lo del "Alzheimer" él, al hablarnos un día del cerebro como archivo de memoria nos dijo:

 

“Voy ha hablar de la Memoria, esa cualidad fabulosa de nuestro cerebro, que se parece en cierto modo a una cebolla, con sus telas, una a una, y que son distintos espacios de memoria. Cuanto más nos gusta una cosa, más detalles nos acordamos. Hasta el punto es esto así, que cuando por cualquier desengaño, queremos olvidar una cosa, no podemos hacerlo y sufrimos por ello. El sufrir con conocimiento por la memoria "Es un síntoma de Salud Mental", y por ello es importante que si algo se nos olvida, que podamos tener conciencia que se nos ha olvidado.

 

Aquel don Antonio Quesada, hombre sencillo y eficaz en las labores didácticas, y que su humanidad la ponía de manifiesto, cuando todos los días y a media mañana, se comía su pedazo de pan. Ya dio en aquellos tiempos (curso 1951-1952), ideas o enseñanzas,  que hoy sin embargo se suelen oír en afamados médicos neurólogos.

 

En GOOGLE, le adjudican a un eminente Neurólogo francés Bruno Duboi, la siguiente expresión:

 

“Quien es consciente de padecer olvidos, es que no tiene problemas serios de memoria, ya que quien padece una enfermedad de la memoria – Con el inevitable fantasma del Alzheimer- No tiene registro, ni se acuerda de lo que efectivamente le pasa".

 

LAS ANGUSTIAS

 

Desde la Calle la Pelota (Muñoz Capilla), y enfrente de las Rejas de don Gome, vimos pasar a la Virgen de las Angustias. En esta Calle, recordábamos a los hermanos Durán Marques, a Antonio Espino, a Enrique Repullo, a don Cayetano, a Antonio Trenas, mucha gente que vivieron, amaron y aman a Córdoba.

 

Nos sorprendió ver los ventanales de las Rejas de Don Gome" llenas de personas presenciando la procesión en el interior, y que daban la sensación que no eran de Córdoba. Deberían saber que desde antiguo a la Marquesa de Viana, doña Sofía, le gustaba que el “Patio de las Rejas", estuviera solo para que la "Cineraria Híbrida", que ella cuidaba con tanto esmero, pudiera “comunicarse” con el paso de la Virgen de las Angustias, y que fuera el Patio, con sus flores, sus naranjos trepadera, y su callada serenidad, en donde se reflejaran los ecos Majestuosos del Paso de la Virgen, y es que ayer, hasta la paloma de la Calle Muñoz Capilla, quería levantar el vuelo en señal de protesta.

 

El Patio de las Rejas de Viana, es uno de los trece patios con los que el II Marques de Viana, José Saavedra y Salamanca, acondicionó el Palacio, para museo de arte, historia y patios en 1918. En 1955, el III Marques de Viana, Fausto Saavedra y Collado, trasladó aquí todo el contenido de su palacio madrileño, pinturas, platas, vajillas y cordobanes, mientras lo alquilaba al Ministerio de Asuntos Exteriores (Santa Cruz),

 

En 1980, este palacio de Córdoba fue vendido a la Caja Provincial de Córdoba, por la Marquesa de Viana, que estableció un pago de  Veinte millones de pesetas, anuales, mientras ella viviera, además de otras prerrogativas. Ella murió en 1982. Su importante fondo de archivo, con más de 300.000 documentos, entre pergaminos, testamentos, patronatos, cartas, etc. etc.  fue vendido a Cajasur en el año 2000, por el Duque de Peñaranda de Duero, sobrino de los últimos marqueses de Viana, que no tuvieron hijos. Dicho acuerdo de compra se llevó a cabo en el Salón Tobías del Palacio de Viana, con todas las autoridades presentes. El archivo fue catalogado posteriormente y sus importantes fondos, están a disposición de todo el que quiera investigar.

 

Al séptimo propietario del Palacio (1647-1704), Gómez Fernández de Córdoba y Figueroa, V señor de Villaseca, le fue elevado su señorío a la categoría de marquesado por Felipe V, y fue precisamente este señor el que mandó que se hicieran las famosas Rejas de Don Gome, que dieron nombre durante mucho tiempo al Palacio y a la Calle. Este señor de Villaseca, heredó de su antecesor el IV señor de Villaseca, el Patronato de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias a favor del señorío de Villaseca. Este documento se encuentra en el Legajo. 65, Expediente nº 2, del Archivo de  Viana de Córdoba..

 

 

EL CALVARIO

 

 Amigo José Maria, desde las alturas habrás quedado satisfecho al ver a tu Cristo de la "Dulce Mirada", encabezando el Cartel de Semana Santa de Córdoba, y los libritos que edita la Agrupación. Tú ya tuviste la oportunidad de disfrutar cuando en 1993, y como colofón a la gran labor que realizaste en la elaboración del Majestuoso Trono de tu Cristo, también lo escogieron para la Portada del cartel y libros de la Agrupación, por cierto, que en aquel tiempo, y según me dice tu amigo y gran colaborador Pepe Vivas, ya debía de funcionar el Photoshop, porque hicieron desaparecer del fondo de la foto, el cartel del Almacén de Pinturas, que había en los bajos de los que fue la antigua Casa Parroquial, lo pongo en mayúsculas porque para todos "La Casa del Cura", nos significaba mucho respeto. Recuerdo que en una ocasión comentaste conmigo que fue una lástima que esa casa, situada en pleno centro del Barrio de San Lorenzo y con cerca de 500 M2 de planta, la vendieran por poco más de 950.000.-Pesetas y un piso relativamente pequeño. Eran los tiempos en que el obispo Monseñor Cirarda, al ser vasco nada le dolía y estuvo a punto de venderlo todo incluso el Seminario. Y es que este obispo llegó a Córdoba con una “insula” que lo quería vender todo, total, el no era de aquí y a decir de mucha gente nunca se sintió identificado con los cordobeses, pues se creía que era de una casta superior. Algo parecido le pasó a su “paisano” el cura don Martín  Arrizubieta, el famoso cura de Santa Marina, que según dice su paisano, Jon Juaristi, en la novela ganadora del Premio Azorín “La Caza Salvaje”, lo denuncia como un activo nazi. También el profesor Xosé M. Nuñéz Xeitas, confirma en la Revista Historial Social, la identidad de este cura y lo pone de vuelta y media. Finalmente, Castilla del Pino, en el libro la Casa del Olivo, termina por aclarar temas de la identidad de este cura, llegando incluso a afirmar que le parecía que se trataba de un confidente de la policía de Franco. En 1983, se jubiló y decidió volver a su pueblo natal Mudaca, en donde creía que lo iban a recibir poco menos como un héroe y no fue así. Aburrido y totalmente ignorado se tuvo que volver a Córdoba y morir aquí, (1988), vivía enfrente del Bar Casa Barrilero.   

 

Pasemos página y digamos, que el paso del Calvario, llevaba luto por este Hermano Mayor, (José María Gutiérrez), hermano ejemplar y único en donde los hubiera. Trabajador infatigable, honrado y fervoroso a carta cabal. Marcó un antes y un después en esta popular hermandad, sabiéndose rodear de los amigos adecuados que le ayudaron en su proyecto; Cruces, Casetas, Lotería y todo lo que hiciera falta, para que su Cristo, fuera haciendo ruido cuando sale en procesión. Su bastón de mando, iba delante del paso, como una expresión más de que él lo entregaba todo por su hermandad. Que voy a decir yo del “Cristo de la Dulce Mirada", majestuoso, saliendo por la Puerta de Santa Catalina.

 

El Patio de los Naranjos, quedó cautivado por “El Señor de la Dulce Mirada"  y hasta el olivo el más veterano de los árboles, se alegraba de verle porque en el pasado "Vía Crucis"  injustamente lo dejaron fuera, precisamente al único Nazareno, que en sus Reglas aparece como “Cofradía de la Vía Sacra". Amigo “Guti”, sé que aquello te disgustó mucho, pero esta tarde, El Patio de los Naranjos", al completo, Palmeras, Cipreses, Olivos, Naranjos, Cinamomos, todos los árboles y el agua que da sentido a tanto ornato, se han puesto a los pies de tu Cristo de la “Dulce Mitrada"

 

Procura tú que estas en las alturas, de velar por tu Hermandad ya que los “figurones” de siempre están al acecho de ganar las elecciones a Hermano Mayor que se van a celebrar.

 

Me decía Manolo Soriano el Campanero (nació en la torre), que hasta el San Rafael que está a una altura de 54 metros movía la bandera que tenía en la mano. Ya hablándome del San Rafael de la Torre, me dijo que la obra de la torre costó 50.000 ducados, y fue realizada con piedras de canteras de Sansueña, Arroyo del Moro, Campiñuela, y Arroyo Pedroche. (1664).

 

El “San Rafael fue colocado en 1663,  y fue obra de Pedro de Paz y Bernabé Gómez del Río, fue una culminación a la obra de la torre, que fue acometida por el Obispo don Francisco de Alarcón y Covarrubias, que fue precisamente al obispo que el rey Felipe IV, en 1659, le dirigió una carta en los siguientes términos:

 

“Cédula

 

            El Rey.

 

            "Lizenciado don Juan de Góngora, cavallero de la horden de Alcántara, de mi consejo y Cámara y Governador del de Hacienda, haviendo sido informado que mediante la disposición, solicitud y cuidado que havéis tenido como superintendente de mi Capilla Real que fundó en la Iglesia Cathedral de Córdova la señora reyna doña Costanza, muger del señor rey don Fernando el Quarto, donde están enterrados los cuerpos del dicho señor rey don Fernando y del señor rey don Alonso en Onzeno, su hijo, el reverendo en Christo padre y obispo de Córdova don Francisco de Alarcón, como dueño lexítimo de la fábrica de la dicha iglesia me ha servido graciosamente con el sitio muy capaz en élla para mudar y trasladar a él la dicha mi capilla que ha muchos años que yo y los reyes  mis predecesores lo hemos deseado efectuar para su mayor capacidad y decente colocación…./…..”

 

Esta carta se halla en el archivo de la Catedral, Sección Capillas Reales y en el Archivo de Protocolos de Madrid, C/ Alberto Boch, también existe otra carta por el estilo en el Archivo de Protocolos de Córdoba, en el oficio 16 del Notario Antonio Manuel Maldonado.

 

Pero amigo José María te he dado este dato porque sé que siempre te gustaron conocer de buena tinta las cosas que afectan a Córdoba y a tu Hermandad, por ello te quiero dar esta primicia, en referencia a tu Cristo del Calvario, que como sabes fue realizado por Juan, Antonio y Rafael González (fray Juan de la Concepción, lego trinitario), cuyos padres fueron Pedro González de Herrera y Teresa de Luque, y había nacido en el barrio de San Pedro. Comparte la información con Juan Martínez Cerrillo, que siempre me habló muy bien de este desconocido "Lego" al que admiraba mucho como escultor,  porque dijo que para esculpir "Esa dulce Mirada" en su rostro, tenía que ser un hombre de gran fe, hasta el punto de recrear en su mente la pasión de Cristo. Y  le dices también que su "anonimato" fue una constante de su vida, pues cuando estuvo haciendo en noviciado en Granada, renunció incluso a su derecho a la "legítima" que le correspondía al tener voto de pobreza. Por ello sus trabajos de y después de estudiar a fondo el personaje de este "Lego", te puedo decir que:

 

La inmaculada a la Hermandad de San Rafael, la Virgen de la Luz de Santa Marina, el Cristo del Calvario de la Iglesia de Santa Lucía del pueblo de Frailes (Jaén), el Cautivo y la Virgen de los Dolores de Ceuta, la Virgen en su acepción de la Divina Pastora de la Trinidad, y el Calvario del retablo del Convento del Cister en Córdoba, son trabajos realizados por este artista, sin mediar en la mayoría de los casos documentos notariales. Por otra parte te digo, que el San Lorenzo que le adjudican en la fachada de la Iglesia de San Lorenzo (en la hornacina por encima del rosetón), que no es la de un San Lorenzo como dicen todos los que escriben de oídas, sino la imagen de un "Salvador". Su taller entonces ocupaba parte de lo que hoy es la calle de los Frailes, que por aquellos tiempos de 1680, formaba parte del primitivo Convento de Nuestra Señora de Gracia, lindando con la calle de los Ciegos. Posteriormente al adquirir los frailes la zona de huertos lindantes con el huerto de Cobos, delimitaron el Convento hacía la muralla, dejando libre la zona de la calle los Frailes y Buenos Vinos.