miércoles, 16 de diciembre de 2009

LA CENEMESA ... y su gente sencilla

CENEMESA y su gente sencilla


El amigo Ildefonso López García-Sotoca, ha descrito perfectamente la fábrica de CENEMESA y ha hecho un acertado resumen de las personas que la dirigieron y tuvieron un señalado protagonismo dentro de ella. Ahora nos proponemos elaborar aquí una pequeña semblanza de otras personas, que sin considerarse para nada "importantes", si fueron fundamentales, con su trabajo del día a día, en hacer más grande a la "añorada" Constructora.

Sirva de aclaración, para aquellos que continuamente dan cifras y más cifras de trabajadores, que la plantilla máxima que llegó a tener la Fábrica, fue la de 1763 productores (Mayo 1973). El gran proyectista Luís Anguis, era normalmente el encargado de rotular estos gráficos. Precisamente éste último cartel fue quitado cuando entró en la dirección, D. Mateo González Robledo. El citado gráfico anduvo mucho tiempo rodando entre los burracos que se acumulaban en los bajos del antiguo chalet del Sr. Miranda.

Como primer personaje y como se suele decir en los cines, vamos a empezar por la primera persona que aparece en el guión de esta película que se "desarrollaba" diáriamente en el plató de la fábrica.


D. Faustino Blanco Medina

Al entrar en la fábrica la primera persona que veias, era un señor bajito, perfectamente uniformado llamado Fautino Blanco Medina, que durante los últimos doce años de su vida laboral los pasó dándonos seguridad a todos los que cruzábamos diariamente las vías del tren. Este señor, chico en estatura, pero un gigante como persona, después de andar toda su vida de fábrica, primero a las órdenes del Sr. Ros y luego del Sr. Ceular, fue elegido un día por el Sr. Mayendía para que vigilara las cancelas. Todo tenía su cuenta y su razón, hay quien dice que lo puso a la entrada, para tener diariamente la satisfacción propia de que aún había alguien más bajito que él en la fábrica.

Cada uno en su papel, escenificaron momentos que sólo suelen verse en los guiones de Berlanga. Un día nos contó Antonio Dominguez, el eficaz chofer del director, que al intentar pasar las vias con el Austin Victoria rojo, el amigo Faustino, levantando la mano los paró en seco. Al parecer el director tenía prisa y al ver que no se oteaba por el horizonte ningún tren, insitió en querer pasar. Cuanto más fuerte tocaba el claxón, más contundente era el amigo Faustino en levantar la mano diciendo que NO, que NO se pasaba. A tal punto llegó la cosa, que el director echó el pie a tierra y quiso pasar andando, a lo que también se opuso el amigo Faustino diciéndole: "Vd. mandará en toda la fábrica, pero en la via mando yo. Al momento y como por encanto, pasó el tren de Málaga, del que Faustino sabía que tenía que venir con retraso pues no había pasado a su hora. Ese detalle hizo que todo el orgullo del Sr. Mayendía, se concentrará en un apretón de manos que le dió a este simpático hombre. Para muchos, Faustino, fue un auténtico adelantado en la PREVISION DE RIESGOS LABORALES.

El director, mndó que desde ese día se le uniformara de forma llamativa y al capricho del bueno de Faustino.

Cuidaba de las vias, del canal y de todo su entorno con una eficacia digna de encomio, pero a pesar de todo, no pudo ver cumplido su deseo de que un hijo suyo, entrara en su lugar, ya que la mala racha, había llegado hasta la fábrica. Finalmente le consiguieron que su hijo se colocara en el cementerio de sepulturero, con tan mala fortuna, que falleció aplastado por un ataúd que se le precipitó encima durante un entierro.

Faustino era un hombre de pocas palabras pero de talante muy ameno. Durante aquellos descansos del verano (1969), en que solíamos sentarnos en el canal, Eduardo y Mariano, (los mellis), Camargo, Quesada, Blanco, Reina, Baquero, De la Rosa...y el que esto os relata. Daba gusto oírle contar sus peripecias pasadas durante la guerra civíl. Él luchó en el bando republicano y dijo que varias veces estuvo a punto de pasarse, porque en el otro lado se comía mejor. Dada su corta estaura, era el elegido por sus compañeros del frente, para llegarse a las lineas "enemigas", para hacer cambios de alimentos, fundamentalmente papel de fumar por tabaco. De forma cariñosa relataba, que cuando se producían relevos de jefatura, el advertía a sus "enemigos" diciendo: "mañana seguramente no podré venir, pues hay cambio de jefatura y no se si me dejaran venir, así que no os preocupeis si no me veis por aquí" .Todo esto lo ratificaba, entre sonrisa y sonrisa, el bueno de Enrique de la Rosa, que precisamente estuvo combatiendo en el otro bando y coincidió con él en el frente de Pozoblanco.

Unos dias después del nombramiento del principe Juan Carlos, como heredero al titulo de rey, el bromista de Camargo, le preguntó: "Sr. Blanco, usted que se siente monárquico o republicano"
A lo que el bueno de Faustino contestó, con toda la naturalidad del mundo: "Yo me SIENTO con el que me dé todos los días de comer y me endiñe un trabajo".

Rafael Baquero, fallecido recientemente, contaba de forma simpática que en una ocasión le vendió a base de mucho porfiar un libro de los Cipreses Creen en Dios, y al cabo de un mes o cosa así le preguntó: "Que, amigo Faustino, ha leído usted ya el libro", a lo que él le contestó -Que va, si me está sirviendo de apoyo en una pata de la cama que se nos ha roto-.

Finalmente se tuvo que jubilar con su edad reglamentaria y por toda indemnización solamente pidió que le dieran el uniforme nuevo y su gorra que le correspondía. Desde que el se marchó, casi todos los que ocuparon ese puesto de trabajo, no hicieron nada más que plantear problemas y complicaciones.

Ya retirado se le veia por lo que fue su barrio de los Olivos Borrachos, y solía decir que él en su PASO A NIVEL, se sentía un hombre importante. Como colofón de este pequeño gran hombre, es de justicia decir que todos los días solía llegar a su puesto de trabajo con media hora de antelación. Su absentismo laboral durante toda su vida fue prácticamente CERO. Jamás faltó al trabajo.

Un día y por una avería que se originó en las cancelas del paso a nivel, tuvo necesidad de prolongar su jornada. A pesar de que él no quería nada, se dispuso traerle una comida de la Venta San Francisco. El encargado de ir a por ella fue el guarda Luís el "tarta", que al preguntarle que es lo que quería comer, este le contestó: "A mi me traes nada más que un hoyo de pan con un pedazo de morcilla achorizada, un poco de vino y una naranja". Fue un hombre sencillo hasta el final.


M. Estévez