domingo, 1 de abril de 2012

EL OCASO DEL VINO

NUESTRO VINO

Aunque comercialmente Córdoba, no destaca por sus vinos, aquí en Córdoba, existe de siempre una conciencia de que tenemos un buen vino. Cuando por cualquier circunstancia íbamos a Madrid, solíamos preguntar en alguna taberna o bar “Tienen Vds. vino de Córdoba”, y es que nosotros creíamos que la fama de nuestro vino desbordaba nuestras fronteras. Otra cosa es que los muchos cordobeses, que se marcharon a Madrid, por razones de trabajo, buscaran por ejemplo el Bar que los Jiménez, pusieron en la Calle Barbieri, pero en realidad más que el vino se buscaba “algo de la añorada tierra”. Eso si, somos posiblemente la única provincia en donde al vaso de vino se le denomina MEDIO, y a la mitad del medio, se le denomina COPA, este concepto elegante de la COPA y el MEDIO, la perdimos del todo cuando fuimos a Madrid y vimos como en la puerta falsa de un gran centro comercial en la zona de Callao, había un establecimiento bullanguero que en un mostrador “chorreando”, ponían “chatos de vino tinto”, en serie, chorreándolos desde unos botes cuadrados de cristal grueso, que derramaba casi más fuera que dentro de los vasos. Aquello nos hizo ver que el vino en Córdoba, al menos se bebía con más estilo.

No obstante, a pesar de que nuestros vinos, no tengan una importante proyección comercial fuera de nuestras fronteras, tenemos que decir que las bodegas de Jerez, tienen conciencia de la calidad de nuestros mostos, pues se los llevan para obtener sus vinos finos.


ESTUVO ENTRE NOSOTROS,

Es el titulo del libro del Padre Tellechea, que acompañó a Juan XXIII, (Angelo Roncalli), en su recorrido por España, pasando por Córdoba. En La Mezquita-Catedral, hay una placa realizada por los Hermanos Rueda, (Puerta Nueva), conmemorativa de esa visita. También en lo que fue Taberna de Casa Pepe, en la Judería, hay un cuarto en que se recuerda, que la visita se realizó el día 17 de abril de 1950, siendo solamente Nuncio de Su Santidad en Francia. Efectivamente el papa Pío XII, le acababa de nombrar Patriarca de Venecia “Pastor In Nauta”, y él, antes de abandonar la Nunciatura, decidió hacer un recorrido para despedirse de las diócesis del Norte de África.

Pero aprovechando el recorrido de vuelta a París, quiso realizar una visita que deseaba desde su juventud, y era la de visitar la Córdoba Milenaria, y por supuesto su Mezquita-Catedral, famosa en el mundo entero. Este sencillo y amable Pastor de la Iglesia, quedó maravillado de su visita a Córdoba, y quiso prolongar su estancia hasta la hora de la siesta. Quizás, porque él desde su bondadosa sencillez, “intuyó” que pronto iba a ser llamado a ocupar la Silla de “Pedro el pescador”, quiso probar el pescado frito en un lugar, que en aquellos tiempos, era para muchos visitantes, como el Santuario Mundial del pescado frito, tal era el caso de “CASA DE PEPE EL DE LA JUDERIA”. Allí comió su famosa “Japuta en adobo” alfombrada con una copa de VINO de Montilla, que le resultó único y singular. Quizás esta copita de VINO de Montilla, fue la que le despertó la inspiración ecuménica para convocar en 1958, el Concilio Vaticano II, tan importante para la Iglesia.


"FINO PRINCIPE"

Era una noche de verano de 1964, y estábamos un buen grupo de amigos en la Taberna de Casa Manolo, allí estaban los hermanos taxistas llamados simpáticamente los “Barriga al lado”, Paco y Manolo, estaba Pedro Pareja, Inocencio Montes, Paco Moyano, José Taguas, Antonio Granados, Juan Romero, Manolo Vargas, José Pérez, Manuel Pérez, Antonio Blancart y otros amigos más. Se puede decir que estábamos en el preámbulo de preparar dos partidas de “Malillón” como era costumbre en los sábados de aquellas fechas. De pronto llegó Diego Fernández, el presidente de la Peña el Príncipe, que nos dijo: “Ahí afuera y junto al monolito ese del jardín nuevo, está el alcalde con unos moros”. Efectivamente la mayoría salimos fuera de la taberna y pudimos ver al Alcalde D. Antonio Guzmán Reina, acompañado de Juan Antonio Palomino Herrera, concejal, que acompañaban a un grupo de árabes, que visitaban el “monolito” que poco tiempo antes se había erigido al autor del Collar de la Paloma en el jardín de la Plaza de San Lorenzo. Por cierto que todavía no habían robado el cervatillo inicial.

Diego Fernández, osado donde los haya, se dirigió al grupo de visitantes diciendo lo siguiente: “Sres. Quieren Vds, una “copita de fino príncipe”. Ante este ofrecimiento surgió un silencio protocolario, más tarde fue el alcalde, el que dijo: “Bueno probaremos una copia de vuestro vino”. Para lo cual entraron y compartieron durante un poco rato con nosotros. Luego nos explicó que los que le acompañaban eran el Embajador de Irak y altos funcionarios de la embajada. Por cierto que aquellas relaciones del alcalde con los árabes, le costaron a Guzmán Reina, un tirón de orejas de la Oficina Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores.

En cuanto al nombre del vino, FINO PRINCIPE, tenemos que decir, que fue ocurrencia de un combatiente del bando republicano, Manuel Rey. Fue al fundar la Peña Deportiva el Príncipe, cuando se le ocurrió ponerle al vino un nombre que eternizara el nombre de su Peña. Afortunadamente eran tiempos en que los virus de la “política” y sus diferencias no se hacían notar de forma manifiesta. Hay que recordar que Manuel Rey Almoguera, en compañía de Pablo Lázaro, jugador del Colon por aquellos tiempos, se desplazaron voluntarios a Barcelona para participar en la llamada “Olimpiada del Trabajo” de 1936, en la modalidad de fútbol.


EL OLOR DEL RÍO

Era el año 1975, por el mes de Mayo. Después de visitar la sede de la hermandad de Ánimas, que estaba enclavada en la calle Roelas, en lo que había sido la vivienda habitual de la familia del “Niño Dios”, banderillero y primo hermano de Manolete, visitó las peñas de la Sociedad Plateros, el Obispo de Córdoba, Monseñor Cirarda, fue en la Peña los Excursionistas, donde departió durante un buen rato, una copa de vino con los clásicos de la peña. Allí estaban junto a él Manolín Aranda, Manolo Martínez, Antonio Figuerola, Pepe “El Sordo”, Rafael Obrero, Rafael de la Rosa y Miguel Alonso, entre otros. El obispo flanqueado por Miguel Alonso y Manolin Aranda, se tomó un “Medio de Peseta”, y con el “catavino” en la mano, dio la sensación de que se encontró muy a gusto, haciendo muchos halagos al ambiente que allí se respiraba e incluso elogió aquel vino que se le dio a beber. Terminó diciendo en plan de “piropo”: “El vino de la consagración nos acerca al sacrificio de Jesucristo, pero este “vino de peseta”, tomado en este ambiente, nos ha elevado al mismo Cielo. Ya, y más en plan de broma, hizo una guasa del olor y el color oscuro que habían tomado todas las copas y trofeos de alpaca que había en la Peña y que al parecer ocurrió por toda Córdoba. Efectivamente, por aquellas épocas el Río Guadalquivir, y como consecuencia de la sequía, destilaba un olor insoportable a pez muerto, que duró varias semanas y que fue la causa de aquel “ennegrecimiento”, de las cosas metálicas. En aquel ambiente de olor tan desagradable, vinieron los príncipes a Córdoba, que al poco tiempo de llegar a Madrid, fueron nombrados a titulo de reyes.


“EL JEROMO Y LA INTERNACIONAL”

Años después, también vino por Córdoba, el presidente Adolfo Suárez, y visitó la Bodega de la Sociedad de Plateros. Aquello pareció fácil, pero tratándose del presidente, hubo incluso que recurrir a Rafael Obrero, (célebre comunista del barrio), para que apaciguara a su hijo “El Jeromo”, que desde que legalizaron el PCE, él, como militante de dicho partido y cuando se tomaba una copa de más, cogía su “enorme radio-cassette” y colocaba la cinta del Himno de la Internacional “a todo trapo”, colocando el aparato encima del mostrador, mientras el alzaba el puño dirigiéndose con la mirada a la entrada de cualquier cliente, fuera quien fuera. La actitud de este militante podía complicar algo la visita, pero como última instancia se recurrió como hemos dicho a su padre (comunista histórico), que solucionó todos los problemas y se pudo realizar la visita sin complicaciones. Al presidente Suárez y a su joven esposa, se les ofreció una “copa de platino”, y quedaron encantados saboreando dicho vino. Luego dentro de la bodega, y en una bota, el presidente Suárez, dejó eternizado un mensaje, dedicado a los plateros y al vino de Córdoba.


EL FINO "ANA MARIA"

Para hablar de vinos en Córdoba y su provincia, forzosamente hay que mencionar a la Zona de Montilla y Moríles, en primer lugar como centro acreditado por su origen. Pero el vino de Córdoba, tanto a nivel de la ciudad como a nivel de la provincia, es más variado y complejo su estilo.
Pero siguiendo hablando del vino quizás sea en la zona de Lucena, con las bodegas VIBORA, donde allá por el principio de los años setenta comercializaron un vino que batió todos los records posibles, como fue “SOLERA ANA MARIA”, que fue peculiar hasta en su rara botella. También el vino de Moriles 47, tuvo muy buena aceptación.


EL CONSUMO EN LAS CASAS

Allá por los años 50, y 60, en las casas de vecinos y a la caída de la tarde los hombres después de su trabajo, y al no tener dinero para ir a la taberna, mandaban a sus hijos a la “Bodeguilla más próxima”, a por vino fiado para pagarlo a principio de mes. En aquella época existía en el mercado de las bodeguitas, vino de 16º, vino de 20º, vino de 24º y vino de Solera. Todo en barriles a granel. Era muy normal que cada cliente se bebiera un promedio de dos o tres “viajes” (de botellas de aquellas esmeriladas de ¾), por lo que se bebían una media de entre 8 a 12 medios de vino.

El amigo “Cañoneras”, “Parritas”, “Pepe el lobo”, Gordillo, “El del Tazón” Enrique “El Chaflán”, Paco el carpintero, Rafael Serrano “El Artillero”, Pepe “El Cañas”, José Polo, “El compadre”, Federico Morrugares, José “Cara Ancha”, Antonio “El Calcetines”, Rafael Entrenas “El contable”, Manuel Notario “El Coco”, etc. etc. eran hombres que solían pagar por meses su consumo de vino.


EL VINO EN LAS TABERNAS

En Córdoba, en cada barrio y en cada taberna, tienen su referente de personas que han bebido el vino, con total entrega y aprecio al líquido elemento. Unos lo bebían para abstraerse de los problemas que le acontecían, pero otros bien es verdad que lo paladeaban, porque se sentían “más fuertes” con el vino dentro. Luego la realidad era bien otra, pero así esta llena la vida de contradicciones. Casi todos los hacían a “palo seco”. En una ocasión el mayor de los Alcántara, alto espigado, y por la boca retocada por su cuidado bigote nos decía: “Yo no quiero aperitivos, pues la comida me estropea las madres del vino”. Esto, lógicamente lo dijo ante un grupo de amigos en la que fue su última taberna habitual el Bar Puerto Rico.


EL “Coco”

A Manuel Notario, le apodaban el “Coco”, y era una persona extrovertida y cariñosa. Fue pescadero de profesión y gran aficionado al fútbol modesto, durante muchos años, colaboró con Pepe Reus, en el Atlético. San Lorenzo, pero cuando terminaba todos estos menesteres y ocupaciones, tenía una debilidad que era tomarse su cupo de vino. Se lo tomaba a palo seco y cuando se colocaba un mondadientes en la oreja, es que “ya entraba en faena”, tomándose todo lo que podía y más. Según nos comentó Pepe Jiménez, un día de 1977, llegó a ponerle 32 medios. Lo supo con certeza, porque era un hombre de fiar y se los iba apuntando, para cuando cobrara el paro.

Y es que en Córdoba se bebía mucho vino. En la Sociedad de Plateros, por ejemplo, y en su red de tabernas, se consumían al año 12.000. arrobas de vino, que puesto en lenguaje de medios, supone una cantidad de MAS DE UN MILLON Y MEDIO DE MEDIOS DE VINO., vendido en las catorce tabernas que tenía por Córdoba. La que se llevaba la palma era la de Cruz Conde, que “se le rellenaba” 21 arrobas por semana.

Eran tiempos en los que en la Sociedad de Plateros, se bebía mucho vino en general y en esta lista de clientes hay que situar a los hermanos Degallón. Miguel Alonso, Paco Rubiano, Enrique Moreno, Francisco Arjona, Manuel Calvo, Manolo Blancart, José Cabrera, Pepe Alcalá Pedro Alcaide, etc. etc. Felíx, bebía el platino con mucho agrado, y cuando se sentía un poco cargado, se acomodaba sobre el mostrador y con un rato de descanso, se quedaba como nuevo, por si quería empezar de nuevo. Había gente que incluso tenían hemorragias por ulcera de estómago, y como le suspendían el vino, lo suplían bebiéndose poco menos que media caja de cervezas.


EL VINO EN LAS PEÑAS

Al hablar del vino en las Peñas, todas son dignas de aparecer en escena, con sus clásicas anécdotas. Había incluso una Peña que se denominaba, LOS ONCE MEDIANTES, y que ya de por sí su nombre lo decía todo. Y es que Córdoba, es la única provincia española, a la que al vaso de vino de le llama MEDIO.

En todas las Peñas se bebía vino, pero al estar en tabernas este consumo se confundía con el vino de los demás clientes. En cambio, había Peñas, como la de Puerta Nueva, que por tener su lugar de retiro en la Sierra, se podía saber lo que disfrutaban del vino.

Lo cabe duda de que hablamos de la singular FINCA EL NEGRETE, en donde se puede decir que por allí pasó media Córdoba, de la considerada clásica. En los años cincuenta, la Peña que disfrutaba de esta casa, tenía un solo barril de 32 arrobas de vino, y que se reponía dos veces al mes. Era rellanado por una bodega perteneciente a una Cooperativa de Aguilar de la Frontera, de este vino y de estas jornadas de perol entre espárragos y castañares, disfrutaron personas como:

La saga de los “Flores”, con los hermanos Pepín, Antonio y Paco, El Chico Moyano, Paco Alarcón, Antonio Hungria, Muñoz Ramírez, Paco Herrera, Manolo de la Torre, Pepe Díaz, Valentín Díaz, Diego Moreno, Rafael González, “El Pelajopos”, Rafael Barbudo, Pepe “El sordo”, etc. etc. Allí llegó a ir muchas veces incluso, Rafael García Repullo “El Tinte”. También aparecieron por allí algunas veces los Alcaldes Guzmán Reina y Alarcón. Esta finca era propiedad de Doña Ana María Morales Gavilán.

Al igual que esta Peña, había un grupo de amigos que se juntaban en la Finca de Pedrajas, propiedad de un cuñado de los “Zuritos”, allí coincidían para coger espárragos y disfrutar de sus peroles, Ángel González “El Calvi”, Juan Cebríán, Pepe Pons, Paco Luque “El pela”, Juanillo “Asland”, Antoñín Trujillo, El taxista “Carrataca”, Manolo Zurito, Luís Hernández, Jesús Barba, y el singular “Corchao”, etc. etc, todos clientes de Casa Ramón, en la calle del Avellano, que reponían su barril con vino de Marques Panadero, allí en la Semana Santa, entre “nazarenos e invitados” se gastaban las dos arrobas.


ALGO DE HISTORIA

El vino en Córdoba y desde el siglo XIII, está documentado que era un alimento básico, ya que además de una bebida “festiva”, era un sustitutivo de la carencia de azúcar que había en las dietas populares. Los vinos eran de producción muy localista, hasta tal punto que cada localidad o pueblo tenía su propio vino. En cuanto a los vinos que entraban en la ciudad de Córdoba, tenían que pagar “impuesto de aduana”. La aduana, estaba ubicada en el lugar que está aproximadamente el Triunfo de San Rafael. Luego por todos los portillos de la muralla “entraba el contrabando de vino”, como ha ocurrido toda la vida con todo. El vino estaba incluido en la dieta de todos los que “comían” y era el “alimento” de algunos que no tenían que comer.

En 1293, estando el rey Sancho IV, en Santo Domingo de Silos, tuvo conocimiento de una carta del Concejo de Córdoba, por la que se prohibía la entrada de vino “de fuera”, lo que venía a confirmar que se quería proteger los vinos locales.

Sobre el vino existían incluso unas ordenanzas en el Ayuntamiento que regulaba su producción y comercio, así como se determinaba el impuesto que pendía sobre él. El negocio del vino, era más bien a nivel familiar, pues en la Sierra de Córdoba, un terreno si y otro también lindaban con una viña.

Yo recuerdo, que en una Romería a Santo Domingo, (1954), y estando en el “Molinillo Sansueña” (Donde está el cruce con el Barrio del Naranjo), vimos a Alfonso López “el popular Marqués del Cucharón”, como hizo todo el recorrido de la Romería, montado en un borriquillo y con un enorme cucharón al hombro. Era miembro de la Peña “El Cucharón”.

Al pretender la chiquillería “seguir detrás de aquel simpático personaje”, anduvimos por la carretera adelante por donde está hoy el Colegio de Calasancio, y pudimos apreciar que todo el terreno de la derecha hasta el Santuario, prácticamente eran viñas.

Efectivamente, la sierra de Córdoba y parajes adyacentes, estaban plagados de lagares y viñas familiares que producían variados tipos de vinos. Eran vinos de una “añada”, porque no había capacidad de almacenamiento. El vino blanco “torrontés,” vino tinto “piñuelo”, vino de “yema,” vino de “despensa” y vino “baladí blanco”, todos ellos de la Sierra y de Trassierra. En todos los casos se trataba de vino de “pitarra” que aún se produce en algunos lugares de la sierra especialmente en Villaviciosa. Este vino era recio y azucarado de unos 15º.


EL VINO EN LOS PATIOS

Los patios de las casas, lo mismo servían de velatorio para un difunto, que servían de pista de los bailes veraniegos del modo “agarrados”. En estas casas de vecinos, incluso se celebraban algunas bodas y bautizos. Recuerdo el bautizo de Mercedes Morales Arquillo, en el que como cosa especial en el convite, se repartieron bellotas para los nenes, (su padre era gran aficionado al campo), y pedazos de pan de higo. Para los hombres mayores se dispusieron dos botellas esmeriladas de aquellas del anís del mono, que se habían llenado de vino blanco de 16º, de Casa Matías, al precio de 1.50.-Pesetas el litro. Y para las mujeres había unos sobres de “Soda Besoy”, que se echaron en una botella de agua fresquita del pozo, y se consiguió un refresco con burbujas.

Luego se repartieron trozos de morcilla “chorizada” de Priego y trozos de chorizo frito de Espejo. El encargado de distribuirlo fue el simpático Antonio “El Campano” que por aquellos tiempos trabajaba en la Perla.


EL DECLIVE DEL VINO

Pero al vino le llegó su OCASO, pues con el cambio de cultura en el consumo y en el alocado gasto, a la gente en general le dio por la abundancia de alcohol y buscaron bebidas con más graduación. Ahí aparecieron la ginebra y otras bebidas raras, que protagonizaron los famosos “cacharros”, que en precio y concentración etílica, aventajaba sobradamente al vino. Estas nuevas bebidas con el manto de la “cola”, vacilan más y da como más “caché”. El vino según decían muchos eran cosa de albañiles o de “jubilatas”.

En los años sesenta y con la llegada de Fidel Castro, al poder en Cuba, se puso de moda una prenda de verano, llamada GUAYABERA, era una prenda de vestir masculina oriunda de la misma Cuba, que cubría la parte superior del cuerpo, ya fuera con mangas cortas o largas, adornadas con alforzas verticales y llevaban un bolsillo en la pechera y dos en faldones. Antonio Machín, con su llegada y estancia en España, popularizó bastante esa vestimenta.

Todavía recuerdo una tienda que se puso en la calle Almonas, muy cerca de la “Casa de la Zapatillas”, y por consiguiente de la Taberna Casa Zacarías, (aquel guardia municipal tremendamente gordo). La tienda se llamaba SALDOS ACA, y allí me compró mi madre una guayabera de color azul claro y otra un poco color crema, por el precio de una. Eran evidentemente prendas para el verano, pero que utilizándolas, nos retrotraían a aquellos paisajes caribeños que nos recreaban en las películas. Fue precisamente a Pedro Mercader Gausch, mexicano, de origen español, a quien se le atribuye la originalidad de esta prenda, famosa en toda Hispano América. Incluso un presidente mexicano, Luís Echeverría, la popularizó aún más en sus giras por el extranjero.

La llegada de Fidel Castro, al poder puso de moda muchas cosas de aquellos territorios, y en especial una bebida, que se tomaba en vaso largo y con hielo, a base de cola, ron y una rodajita de limón. Esta bebida era el complemento festivo e ideal de la guayabera, por lo que en España, hizo una especie de furor, al principio de los años setenta. Empezó a llamarse “Cubalibre”. Y hay quien afirma que su nombre viene desde la misma guerra de Cuba en honor al grito de batalla de las tropas cubanas.

Sea como sea, esta bebida llegó a España, y se puso de moda y en España, como se hace con todo, se le simplificó el nombre y se le puso “Cubata”. Y esta derivación, dio lugar a que toda mezcla de alcohol y cola, tomada en vaso largo y con hielo, se le denominara “Cubata”. Años más tarde, llegaría otra generación que ya le denominó más familiarmente como “Cacharro”.

Esta bebida, a pesar de su precio, se popularizó de tal forma, que dejó al vino totalmente olvidado, como cosa de castizos y poco más. En Córdoba,  se notó de forma bestial la bajada del consumo de vino.

La Sociedad de Socorros Mutuos (Sociedad de Plateros), que tradicionalmente se financiaba con la venta del vino tuvo que cambiar sus fuentes de ingresos, con la explotación de los alquileres. De esta forma se pasaba del consumo de las 12.000 arrobas de vino al año, a poco más de 1.500 arrobas, en la actualidad. Además de eliminar más del 50% de las instalaciones de la bodega reconvertida en Salón de celebraciones.

Esto explica por si solo el Ocaso del vino. Atrás quedaron aquellas tabernas que formaban parte de la cultura de Córdoba, a través del medio de vino. Desaparecieron las famosas “piqueras”, que era como la puerta falsa, por donde las mujeres sacaban el vino, en aquellos “jarrillos de lata”, muchas veces con el achaque de que eran para guisar. La palabra “para guisar”, era lo que lo justificaba todo, máxime cuando por aquellos tiempos y por desgracia pocos guisos requerían de vino para su elaboración, pues la carne brillaba por su ausencia de nuestras dietas.