jueves, 20 de agosto de 2015

COSAS DE CORDOBA





Córdoba de siempre tuvo un atractivo para la nobleza europea, que de una forma u otra, querían visitar y casi siempre tomar nota, de los inmuebles y propiedades que podían tener sus potenciales clientes. Este fue el caso del magnate de las finanzas florentino Cosme III de Médicis, que en 1668, se vino para Córdoba, para visitar sus mejores monumentos.  

El alcalde Cristóbal Muñoz de Escobar, lo recibió y le dio "gloria bendita", como se suele decir por aquí,  pero no por ello, los que le acompañaban, como el fotógrafo Pier María Baldi, el experto en arte, Lorenzo Magalotti, dejaron de opinar.  Hasta  su propio cocinero Giacomo Micaglia, hizo unos comentarios muy interesantes de nuestra cocina y en especial del "gazpacho de ajo blanco", que se preparaba de forma maravillosa en Córdoba.

 Para ellos, hasta el curso del río Guadalquivir por Córdoba, les recordaba  el recorrido de su Río Arno.  Casi todos sus comentarios fueron de elogio para la ciudad que encontraron, No obstante el médico que les acompañaba en aquella expedición por  España y Portugal, se despachó a gusto con el tema de la salubridad de la ciudad cuando dice:

“La ciudad es muy grande y tiene buenos monumentos, sobre todo uno que es la singular Mezquita-Catedral, una joya única y sin par en el mundo, si bien se deja ver en otros edificios, la mediocridad y la estrechez de sus calles, unida a la mala calidad en la construcción de sus edificios y  cede con mucho a otras grandes ciudades de su categoría vistas por nosotros. En los barrios pobres y alejados del centro de la ciudad, las aguas sucias circulan por las calles como si fuera agua de lluvia, ante la pasividad de estas buenas gentes que en todo momento nos dedicaron una gran  hospitalidad."

No se equivocaba aquel médico italiano, cuando hablaba de falta de salubridad, y citaba la atonía de los cordobeses, conviviendo con esas circunstancias. Calles que la mitad del año, y  por las lluvias, permanecían totalmente embarradas, por lo que resultaban un foco continuo de enfermedades, Las ratas, eran las dueñas de las noches y de la suciedad, por eso las enfermedades en donde este roedor era un sujeto principal se prodigaban tanto por desgracia.

Quizás el médico florentino exagerada el hecho de que aquella situación fuera una circunstancia sólo de Córdoba, pues por aquellas épocas, la mayoría de las ciudades de toda Europa, estaban en las mismas condiciones. Por ejemplo situémonos en el Londres que nos describen en la novela Oliver Twist, en donde a pesar de que ya estaban en pleno  siglo XIX, época Victoriana del gran despegue industrial, aparece Londres como una ciudad de pena. En general el aspecto de la salubridad de las ciudades en Europa era muy similar.    

Después de la guerra de la Independencia 1808-1814, a muchos intelectuales, pintores y escritores, de toda Europa, les dio por visitar Andalucía y lógicamente venían a Córdoba. Estos viajeros se les denominó como románticos, y si los italianos de Florencia venían a "valorar" las posibles "garantías" para su negocio de banqueros, estos no buscaban eso, ni tan siquiera el valor ético de las cosas, sino que venían para apreciar  su valor estético. Por ello con GIRAULT DE PRANGEY, a la cabeza, todos quedaron prendados de los monumentos que vieron en especial La Mezquita-Catedral, y se llevaron sus "daguerrotipos" y pinturas de ellos, que hoy se cotizan como piezas de arte subastadas.

Los Ramírez de Arellano, como intelectuales, escritores, académicos y alcaldes, con toda seguridad  les tocó toparse con estos viajeros que en número de más de 300, se dejaron venir por Córdoba, en su mayoría eran franceses, pero también los hubo ingleses, alemanes y hasta americanos. Y todos pudieron comprobar también que la salubridad de esta ciudad estaba un tanto desatendida.  

Y es que por aquellos tiempos el Estado no se preocupaba de la salud pública y menos el Ayuntamiento de Córdoba, que a decir de López Ontiveros, estaba endeudado a más no poder desde el siglo XVII, por dos razones fundamentales. Una el continuo intento de hacer navegable el Río Guadalquivir hasta Córdoba, y otro motivado por la escasez de grano del periodo 1734 a 1737. Por lo que el Ayuntamiento debió pedir un préstamo, ofreciendo como garantía y pago de intereses, la explotación de unos cortijos de su propiedad. Con lo que fue pagando intereses y  rebajando capital. Por otra parte la hacienda municipal en 1747, fue intervenida por la Real Hacienda, que se encargaba de administrar las cuentas de los cordobeses. No obstante el Ayuntamiento de Córdoba, a pesar de sus deuda equivalente a algo más de un millón de reales, no era de los que peor funcionaba. Tenía para sus fiestas, sus procesiones y sus actos de boato, pero lógicamente y como venía siendo habitual, no podía atender la sanidad ni la enseñanza.  

En este siglo XVIII, tenemos que comprender que la Sanidad, como tal apenas si existía, y en Córdoba, con una población de unas 39.000 personas, existían solamente 22 médicos y 21 cirujanos sangradores. Eran 21 los hospitales que había, pero salvo el Hospital del Cardenal Salazar y el de San Juan de Dios, el resto, más que propiamente hospitales de curación y prevención, eran como "casas de acogida" e incluso algunos para tratamiento de mujeres públicas. Los ambulatorios, eran los domicilios particulares de los médicos.

En el siglo XIX, poco cambian las cosas, si bien aumenta la población. Para dar una idea de la precaria situación en que se encontraban los barrios pobres, era frecuente que las parroquias, al llegar la fiesta del Santo Titular, organizaran una caravana-procesión, con animales cargados de pan, de fruta, de lentejas, habichuelas, garbanzos, pan de higo, y todos los alimentos que se pudieran necesitar, y que eran donados por las gentes que podían, con destino a los necesitados y en su mayoría "alojados en esos hospitales", que se comportaban como residencias de desahuciados.  Era célebre la procesión-caravana, llamada de la solidaridad, que se organizaba en el Barrio de San Lorenzo, con motivo de la fiesta del titular el 10 de agosto.

A todos estos problemas, se unía la escasez de medicamentos. Los médicos de forma clínica y con los medios de la época, hacían sus diagnósticos de las enfermedades, pero no tenían medicinas disponibles para curarlas. Tampoco existían los cauces adecuados para  acceder   a esas medicinas que ya se daban en el norte y centro de Europa.


LOS POLÍTICOS

En el Siglo XX, sigue aumentando la población de Córdoba, y aumenta el número de médicos,   En 1928, surge el Hospital Militar, que aunque se dedica casi exclusivamente a la tropa, también presta algunos servicios a la comunidad. Ya en la República aparecen el Hospital de la Cruz Roja, y el Hospital de San Juan de Dios. Alrededor de estos hospitales y el Hospital de Agudos, se mueve un gran grupo de médicos, muy eficaces, que trabajaron con total entrega. Entre los que cabe destacar a modo de ejemplo a  Rafael Blanco León, don Emilio Luque Morata y don Francisco Calzadilla León, como exponentes de este gran grupo de profesionales, que se entregaron a lograr una sanidad mejor y más humana.

En la Dictadura de Primo de Rivera, se crea la Dirección General de Sanidad, a la que se dota con 7 millones de pesetas en 1920. Se puede decir que era muy poco, pero al menos se ponían las bases de una Sanidad a nivel estatal. El Hospital de la Cruz Roja, complementa y da cobertura en el Hospital Militar, el Hospital de Agudos, el Asilo Madre de Dios y en el Hospital de la Huerta de los Trinitarios

Pero la República, siguiendo criterios de la Fundación Rockefeller, incluyó la Sanidad Pública en los presupuestos del Estado, dotando en 1931 a la Dirección General de Sanidad, con 10 millones de pesetas. En 1933, fueron 15 millones, y en 1934, se elevó esta partida a 31 millones de pesetas.

Como se podrá apreciar estas partidas económicas no eran muy elocuentes, por lo que pocas cosas se pudieron hacer. La propia Fundación Rockefeller, rompió esta relación, por diferencias de criterios, pero al menos hubo una intención de responsabilidad del Gobierno Central sobre la Salud Pública.

Yo lógicamente no conocí la guerra, pero por el tiempo que duró y los frentes que tuvo, debieron dejar el territorio y los campos, hechos una amalgama de desorden y escasez.

La responsabilidad técnica y política de la implantación del Seguro Obligatorio de Enfermedad en España, no se puede asignar exclusivamente, a quienes redactaron y aprobaron la Ley de 14 de diciembre de 1942 (BOE, 27-XII-1942), durante la dictadura franquista; porque desde décadas antes, ya hubo intentos y actuaciones, sociales, políticas, legislativas, sanitarias y económicas, que ya "estaban preparadas" para fructificar en el Decreto de 1942. Un trabajo importante que se llevó a cabo, fue la colaboración de los facultativos titulares, de los cuales poco a poco, se fue contando con ellos para todo este proyecto. Era fundamental contar con el colectivo de los médicos para esta iniciativa, pues hasta entonces, siempre surgía una oposición al mismo. Ya en la República con la aprobación del Reglamento de 29 de septiembre de 1934, en la que a los médicos se les concedió la categoría de funcionarios del Estado, fue un gran salto adelante en la colaboración e integración del colectivo de los médicos, que era por otra parte lo que durante mucho tiempo llevaban demandando..

Después del la firma del Decreto, se nombró una comisión que fueron desarrollando las parcelas de poder de decisión y de gestión que necesitaba este proyecto. Se llamó nervioso al Consejo de Farmacia, porque querían una intervención activa. La gestión médica y de Salud, se le encomendó a la llamada Obra Sindical del 18 de Julio, que organizaría la asistencia médica y hospitalaria sobre la que se desarrollaría posteriormente la Seguridad Social y el Seguro de Enfermedad..

Pero hasta que todo este proyecto empezó a andar hubo unos primeros tiempos, de improvisación y falta de medios. Sabemos que hasta 1975, la dictadura levantó 292 edificios de Hospitales o Residencias y unos 1444, ambulatorios de atención primaria.

Pero nosotros no queremos entrar en polémicas de si unos u otros hicieron más, quiero dedicarme aquí a explicar algunas de las referencias que tenemos sobre la actuación de la Casa Municipal de Socorro, que fue fundada por el Ayuntamiento de Córdoba, alrededor de 1920,  y que hasta 1992, el año del Ave, dio un servicio muy importante a la Beneficencia en Córdoba.


EL ALCANFOR

De 1940-1950, nuestras madres andaban tremendamente preocupadas por las enfermedades que se daban fundamentalmente entre la mayoría infantil. Así tenemos que en 1950, se produjo una epidemia de "meningitis" que se llevó a muchos chiquillos por delante. En un Colegio pequeño que había en las Costanillas, un profesor llamado Jacinto Sancho, era un enamorado de la medicina natural y ante la epidemia de "poliomielitis" que se volvió a dar a los pocos años, él dijo algo parecido: "El alcanfor" es un potente anti-microbiano, y sería bueno para combatir cualquier enfermedad. De uno a otros se propagó lo que había dicho este profesor, y no cabe duda de que incluso, se pudo haber deformado lo que este hombre quiso decir sobre el tema. Pero de una forma u otra muchas de nuestras madres nos colgaron del cuello una bolsita con tres bolitas de alcanfor.

Hay que decir que por aquellos tiempos y en periodo de tarde-noche, se pasaban por las casas personal sanitario de la Beneficencia, poniendo vacunas con una especie de "plumilla", y que nos dejó a toda aquella generación" marcados" bien en el cachete o en el brazo. Pero había muchas madres que por mala información o incultura, escondían a los menores para que no le hicieran " daño" con esas vacunas. A consecuencia de esta situación surgió la frase de "que viene el coco" y a éste no lo pintaban como un personaje, fuerte barbudo y que te iba a chupar poco menos que la sangre.

Por aquellas fechas, en la Calle Zarco nº 10,  vivía un ex-guardia civil que por su estatura y sus copiosas barbas, nos recordaba a ese personaje que identificábamos como el coco. Pero no, éste hombre que se llamaba Fernando Carmona, era uno de los tres guardia civiles que al parecer lograron escapar al cerco a que se vio sometido el Santuario de la Virgen de la Cabeza. Tuvimos la oportunidad de coincidir con su nieto Fernando Carmona, en el Parque de Automovilismo, en donde nos demostró que su abuelo era una excelente persona, y él con el tiempo nos sorprendió  como un magnifico cantaor lirico.  


LA CASA DE SOCORRO

Enclavada en la Calle Góngora, unas cuantas manzanas más arriba de la Casa del Guerra. Ocupaba una manzana de propiedad municipal, que estaba formada por el Juzgado, una Sala Municipal de exposiciones y la Casa de Socorro. Cuando en 1973, se iba a proceder a hacer el edificio actual de Hacienda, se trasladó la Casa de Socorro a los pabellones militares de la Avenida de la República Argentina.  La Casa Municipal de Socorro, era a donde todo el mundo acudía cuando se tenía un problema de accidente, o algo grave. Por aquellos tiempos, las "pedradas" entre barrios eran muy habituales, y allí se acudía siempre que aparecía la sangre. Llamaba la atención la ambulancia de la Casa de Socorro, que en vez de sirena u otra señal, utilizaba el toque de una campanilla, colgada del techo del acompañante del conductor, lugar que solía ser ocupado por el uniformado ordenanza de turno.

Los doctores Blanco, Rodríguez, Ortíz, Navas, Valenzuela, Lara,  Atance, padre e hijo,  Kindelán, Del Rey, Pesquero, Moya, Molina, Ortíz Clot, Medina, Morán, etc. etc. que junto a los practicantes, Alcalá, García, Ruiz, Domínguez, Cobos, Segorbe, Zurita, ect. ect. velaron por la atención de esta institución tan arraigada y recordada por los cordobeses.  


CLIENTES FIJOS

Durante mucho tiempo un cliente asiduo de la Casa de Socorro, era José "Fumachu" un personaje clásico de las calles de Córdoba, sobre todo cuando tenía el tono de bebido. Su padre, fue alcalde republicano del pueblo de Baena, quizás por ello,  lo primero que se le ocurría hacer cuando bebía, era despotricar de todos aquellos que no fueron republicanos. Este hombre fue tantas veces a la Casa de Socorro, que se puede decir que ya tenían un protocolo establecido para atenderle. Lo primero que hacían eran ponerle una especie de máscara de algodón impregnada de amoniaco, para "rebajar el tono de la borrachera", (los médicos) , no siempre estaban de acuerdo con esto. Luego si presentaba alguna herida, se le curaba, y casi sistemáticamente se le trasladaba al Hospital de Agudos, a donde las monjas, fuertemente insultadas por él, lo introducían en una especie de alberca, a la que las monjas denominaban como la "PONDEROSA", quizás queriendo recordar aquella serie tan simpática que amortizó nuestros primeros televisores. Allí lo aseaban, dándole alojamiento por 24 o 48 horas. Muchas veces, él, una vez lavado  y aseado, se iba de inmediato. El se encontraba a gusto en la Calle. Cuando lograba hablar en estado sobrio,  era un hombre de palabra fácil y denotaba cierta cultura. El decía que estuvo en el Colegio de San Pío V. Su Taberna preferida como cliente eran los Gallegos (Seoane) de la Calle Alfonso XII.

También era muy habitual el llamado "Ya queda poco" que no ponemos su nombre por no conocerlo con exactitud. Este  hombre que vivía enfrente de la Funeraria Vázquez, padecía al parecer de ataques de "epilepsia" y entonces ponía a los servicios de la Casa  de Socorro, a poner en marcha el "protocolo" que ya le tenían adjudicado. De entrada un tranquilizante para darle confianza y poder manejarlo, pues era una persona de tremenda fuerza. En algunas ocasiones se derivaba al Hospital de Agudos. La relación entre la Casa de Socorro y el Hospital se solía hacer casi de memoria.

El trato con estas personas, suponía un esfuerzo especial para el personal de a pie de la Casa de Socorro, como eran los chofer de ambulancias y los ordenanzas, que eran los que tenían que encargarse de sus traslados, cosa que no siempre era cosa fácil.

De estos ordenanzas que en realidad hacían de enfermeros, podemos citar a Fernández,  González, Mata, Sánchez, Morales,  Guzmán, Morrugares,  Higuero y Alcaide, entre otros. Los primeros tenían que tocar en los desplazamientos hasta la campanilla que a modo de sirena, tenía aquella pequeña ambulancia. Por lo general eran personas de un cordobesismo, lleno de sentimientos y tradiciones, y buscaban en Casa Guzmán, detrás del Gran Teatro, algo que animara suss "protocolos".


ALGO DEL REGLAMENTO

En 1925, se aprobaron LOS REGLAMENTOS ORGÁNICOS, de La Casa Municipal de Socorro, y nos dice que es un centro de servicios beneficios- sanitarios destinado principalmente a prestar dentro del local o locales dispuestos para ello, la asistencia médico-quirúrgica de urgencia que necesitan los pacientes que a ella acudan, gratuitamente en todos los casos y sea cualquiera la posición económica de aquéllos.

Prestará además, y por medio de sus médicos de ascenso y en tanto se establezca este servicio independientemente reglamentado, la asistencia médica domiciliaria exclusivamente de urgencia, para la que fuere requerida y dentro del casco de la población, gratuitamente en todos los casos y sea cual fuere la posición social  del paciente o percibiendo de los no pobres y mediante el oportuno recibo. la cantidad que acordare fijar la Comisión permanente del excelentísimo Ayuntamiento, en beneficio de las consultas de la Casa de Socorro, de la Gota de Leche o de cualquiera otra de sus instituciones benéficas.     

El Cuerpo facultativo de este centro, de acuerdo con el señor Inspector general del mismo y con la aprobación del señor Alcalde establecerá dentro de la Casa, consultas de Medicina y Cirugía general gratuitas, en beneficio de las clases menesterosas de Córdoba que acrediten este condición.

A los enfermos de las dichas consultas podrán los médicos consultados prescribir medicaciones en idénticas condiciones que los Profesionales de la visita domiciliaria.

 La Casa de Socorro estará dotada de instrumental quirúrgico de urgencia, material de curaciones necesario para el servicio ordinario y el suficiente de reserva para casos extraordinarios. Habrá un botiquín médico para casos de envenenamiento y los inyectables de más necesidad. Dispondrá
también de una caja portátil suficientemente dotada para transportar elementos de socorro médico-quirúrgico fuera de la Casa cuando por circunstancias de distancia o número de lesionados, se haga precisa la presencia del personal facultativo en el sitio del accidente.

 La Casa de Socorro estará dotada de dos camas por lo menos, para los heridos que por su estado de gravedad no puedan ser transportados inmediatamente. Este Centro facilitará el transporte en camilla de los heridos o enfermos que necesiten este servicio.

Y así siguen los REGLAMENTOS ORGÁNICOS, que constituyen el ABC de la Casa  Municipal de Socorro, que fueron aprobadas en 1925.


DON TOMAS

Recuerdo que Rafael Páez Rodríguez, "El Caracoles", que era vecino nuestro, trabajaba en la empresa de autobuses, San Rafael, que tenía su cocheras en la Avenida de Cervantes, cerca de la casa de Manolete. Y siempre que coincidía gente en el patio, allá que contaba él sus historias. Un día de 1950, llegó a mi casa don Pedro el párroco de San Lorenzo, que fue a darle la extremaunción a Ana Velasco, una mujer anciana. Lógicamente  iba acompañado de José Bojollo, el eterno sacristán.  Al salir el cura y el sacristán, "El Caracoles" comentó que recordaba cuando este sacristán entró en la parroquia que fue por el año 1944. Precisamente relató el incidente que pasó con un autobús de su empresa, que salió ardiendo cuando repostaba combustible cerca de la Acera de Guerrita y del Hospicio de la Merced.  Según recordó, el accidente ocurrió un día cercano a la festividad de San Rafael, y de forma inesperada el autobús salió ardiendo. Rápidamente se procedió a desalojar el vehículo,  pero a pesar de todo, hubo algunos lesionados, y él recordaba a un ingeniero  joven de la Electro Mecánicas, Jesús Ibarrola, y unas siete u ocho personas más. En un principio fueron conducidas de inmediato a la Casa Municipal de Socorro y fueron atendidas por los médicos  de guardia.  Mucha gente de Córdoba, acudió para ver el estado en que quedó el autobús. Las autoridades alabaron la eficacia que tuvo el personal de la Casa Municipal de Socorro. Unas de las personas que le correspondió un gran protagonismo por su ayuda a los lesionados, fue Don Tomás Egea, un personaje de aquella Córdoba de posguerra y que se tiró casi toda su vida de profesor en la cercana Escuela Ferroviaria. Don Tomás, era vecino de la Calle María Auxiliadora, y estuvo muy integrado en la Orden Tercera de los Trinitario..


"EL CACHIRULO"

A mediados de mayo  de 1945, la Calle María Auxiliadora, en la mañana de ese día, se alteró en un ir y venir de vecinos, preocupados por la suerte que le habría podido ocurrir al vecino Rafael Aranda, "El Cachirulo", pues había llegado como un reguero de pólvora la información de que "EN UNA FÁBRICA QUE HABÍA MÁS ALLA DEL CUARTEL DE LA GUARDIA CIVIL", se había producido la explosión de una enorme caldera. Su mujer Rafaelita "La naranjera" con su hijo mayor Rafael, no hacía nada más que intentar recabar información, pero sería Rafael López, "Rafaelito el Largo", célebre taxista, el que la tranquilizaría, pues él, al parecer había estado haciendo un servicio cerca de la Fábrica de las GASEOSAS PIJUAN, y se había enterado del nombre de los heridos. Luego sería el señor San Pedro, que con ese curioso nombre era el dueño de "LA CONFITERÍA LA GLORIA", el que le confirmó la noticia, pues hasta allí y por teléfono, se había comunicado  Rafael Aranda, para que tranquilizaran a su familia.

En esta ocasión la Casa Municipal de Socorro, también tuvo una eficaz actuación con todos los heridos. El "CACHIRULO" fue un simpático  personaje de aquellos carnavales que tanto se prodigaban en la Córdoba de aquella época, e hizo reír con sus golpes al personal sanitario de la Casa de Socorro. Rafael Aranda, un gran profesional de la mecánica, representaba ese personaje carnavalesco de maravilla, y en toda la Calle María Auxiliadora, era muy querido. Se sintió muy feliz cuando en el año 1975, el obispo Cirarda, quiso visitar la  Peña la Excursionista Cordobesa. Eran en los días en que el Río Guadalquivir olía lo suyo, y las copas y las alpacas, se ponían negras. Los Martínez,  los Alonso, los Aranda, los González, los Calvo, los Carretero, Pepe "El Sordo" y toda la gente buena que allí se encontró, le sacaron chistes hasta de su sombra y el obispo lo pasó muy bien.  


"PEDRITO"

A principios de junio de 1945, Pedro Navarro Recio, que vivía en la Calle Roelas, nº 12,  ya por aquellos tiempos militaba en un equipo de fútbol regional, y se ayudaba a ganarse la vida colaborando en la Caseta "Los Filarmónicos", que todos los año ponían antiguos componentes del Centro Filarmónico Eduardo Lucena. Al volver de la Feria, comentó a los vecinos,  que un grupo de jóvenes se habían caído desde una  barcaza de la noria que ocupaban. Explicó todo el revuelo que se formó por toda la zona cercana a la feria. Explicó que al parecer eran cinco o seis los heridos y alguno de extrema gravedad. En la prensa del día siguiente, vino la noticia de que los médicos tuvieron que certificar la muerte de una joven. El revuelo que se formó en Córdoba, fue muy importante, y muchas personas se desplazaron a la zona del accidente. Al parecer aquel año la Feria de Mayo, se adentró de lleno en el mes de junio. A principios de los años 1950, Pedro Navarro "Pedrito" ficharía por el San Álvaro, de feliz recuerdos. Este trabajo lo simultaneo, trabajando de "Buzo" en la piscina de Ciudad Jardín, que habián montado los Mialdea. Retirado del fútbol profesional, se dedicó a cuidar del fútbol modesto en donde llevó al Cañero y posteriormente El Don Bosco, en ambos casos con mucho acierto.


LA CABEZA DE LAGARTIJO

Me contaba mi amigo Miguel Escudero Melero, que la Plaza de José Antonio (Tendillas), se convirtió en una especie de San Fermín, era el día 3 de Febrero de 1946, domingo y casi a la hora de la terminación de un partido de fútbol que jugaba el Córdoba, un par de vacas "pajunas" que las llevaban por la Ribera en dirección al Matadero Municipal, se escaparon del control de las personas que las conducían y una de ellas, no tuvo nada más que enfilar la Calle la Feria, Calle Nueva hasta llegar a la Plaza de José Antonio. Ante la llegada de la vaca alterada, la gente se refugiaba en los autobuses, en los servicios, y en cualquier puerta que encontraban. Aquello resultaba un espectáculo taurino. Fue tal el revuelo que se formó en la Plaza, que hasta  el Águila que preside el edificio de la Compañía de Seguros El Fenix Español, quiso "levantar el vuelo".  Quizás no lo hizo, porque la estatua del Gran Capitán "con su cara de Lagartijo" impuso algún orden taurino en aquella  la Plaza. La vaca y la gente corrieron de un lado para otro durante un buen rato. Ante el ruido que inevitablemente se formó, el Frontón que estaba lleno como siempre de curiosos para "admirar los muslos de las chavalas" se quedó vacío. En su elegante balcón la condesa Colomera, intentaba pedír orden y disciplina. En las ventanas de Telefónica, 5 o 6 señoritas, dejaron las clavijas y empezaron a ver el espectáculo. La Calle la Plata como improvisado "palco de turistas" reclamaba la presencia de Rafael Sánchez  "El Pipo", que como enterado de toros y amigo de Manolete, para que resolviera aquella "faena". Pero no, él declinó esta responsabilidad en los hermanos Salamanca, que tenían varios negocios en la zona. Los Salamanca se escaparon por la tangente diciendo: "Nosotros somos deportistas,  de bicicleta y no taurinos". Aunque no era día de trabajo, y mientras la vaca iba de un lado para otro, apareció por allí Rafael Casas Miranda  "Casitas·". que venía de la Confitería la Perla, y allí había visto a dos chavales aficionados al toro, que eran Antonio Ángel Jiménez y Manolín de la Haba "Zurito", que estaban en el salón de billar, pero estos al enterarse del "lío" de la "vaca pajuna", no mostraron ningún interés y disfrutaban de las carambolas que hacía Diego González "El Lupa". Años más tarde estos amigos torearían una novillada en Córdoba, con José González "Chiquilín", además Zurito, se hizo cuñado de Antonio Ángel Jiménez, al casarse con su hermana. Esto forma parte de la pequeña historia de Córdoba.

La tarde se fue cargando de emociones y carreras de un lado para otro, Se encendió el luminoso de los MADRILEÑOS y al poco rato lo hizo el de VETERANO OSBORNE, que coronaba el edificio esquina con la Calle Nueva. Al final parece que la autoridad del Gran Capitán, con su cara de "Lagartijo", impuso su ley, y un chofer de autobús, un camarero del Gran Bar, y dos limpias, que pasaban por allí, acabaron con el espectáculo y la vaca fue reducida. Y todas las chicas del frontón con sus atractivas faldas, aplaudieron a los héroes. 

Atrás quedó el recorrido por la Calle de la Feria, en donde a la altura de los LABORATORIOS LA MEDICAL, un guardia municipal medio asustado, disparó su pistola contra la vaca, y esta salió ilesa. Aquella vaca hizo ademán de subir la Cuesta de Luján, pero optó por seguir adelante y subir por toda la Calle Nueva, como si fuera una procesión.  Al ser domingo, la Calle Nueva tenía todos los establecimientos cerrados. Sólo en la esquina de la Calle Azonaicas, algunos clientes de la Taberna Ordoñez, hacían palmas y se sonreían.

Al final la vaca llegó inevitablemente a la Plaza de José Antonio, en donde entre autobuses y coches, se formó un tremendo revuelo. La Farmacia Marín, que estaba de guardia atendió a una embarazada a la que sentaron en una silla. En la Casa de Socorro, fueron atendidas bastantes  personas por problemas de ansiedad  y otras con arañazos y rasguños. El Reloj del edificio esquina de la Calle Málaga,  dio las siete de la tarde y volvió la calma.  


RAFAEL UCEDA

En mayo de 1953, nos tocó ayudar a varias mudanzas, de los familiares que se marchaban al Campo de la Verdad, Barriada de Fray Albino. Eran muchos los que utilizaban los carrillos de varales, que se alquilaban en el Jardín del Alpargate. Cada mudanza suponía como mínimo un par de viajes, a pesar de que eran pocos los muebles que había que transportar. Y digo esto porque la "Cómoda" solía ser de tus padres, y lo tuyo eran la cama, la mesa, la sillas y poco más. A pesar de todo cuando bajábamos el Puente, daba gusto contemplar las Escuelas Rey Heredia, esbeltas, tranquilas y sosegadas, Casa Currito, el surtidor de la gasolina y el mosaico de Nitrato de Chile. Todo era como una nueva aventura al otro lado del río. A la primera casa que llegamos fue al nº 40 de la calle Pio XII, a donde se mudaba una hija de José Ruiz Lozano, bombero que durante los bombardeos de la guerra, retiró una bomba sin explotar de lo alto de la cubierta de la Catedral de Córdoba.

Al volver para Córdoba, con el carrillo vacio nos paramos en el puesto de arropías que había junto a la puerta del Colegio Rey Heredia, y la portera una tal Teresa, le comentaba a unos conocidos, la odisea que se había vivido días antes en el Puente Romano, con un "toro pajuno"  que había formado en el Puente poco menos que  la "mari morena". Si ya no hubo bastante con que se escapara el dichoso toro, la cosa se complicó bastante, al encontrarse de frente con el "PIANILLO  DE LA COJA" que iba en sentido contrario.  El toro salió huido y se fue a tropezar con el marido de la coja, que iba montado en el borriquillo. Corneo al borrico y revolcó en el suelo a Francisco Florido el marido de la asustada coja, que poco podía hacer con la muleta en la mano. Al final el toro y después de campar a sus anchas por el Puente Romano, pudo ser reducido por un tal José Estepa, que era el que los transportaba al Matadero.

Rafael Uceda, que aunque vivía en el Barrio Chico del Campo de la Verdad,  había nacido y se había criado en la Calle Roelas, por todo ello la confianza con los vecinos era total. Por eso explicó que el Barquero del Arenal, un tal Rogelio García, se negó a transportar el toro en su barca, por ello no tuvieron más remedio que llevarlo por el Puente Romano. También contó que el marido de la Coja, y varias personas más terminaron en la Casa de Socorro.

El follón y revuelo que se formó por el Puente Romano, llegó a las tertulias y las Peñas, Paco Luque Obispo, de la Calle Cidros,  nos comentó que en la Reunión de la Taberna el "Bolillo" de la Fuenseca, los componentes, Melchor Osuna, Rodríguez Galán Enrique Sillero y Antonio Carrasco, en su tertulia diaria hablaban y no paraban al imaginarse este simpático incidente. Llegaron incluso Pablo García Baena y Rafael Cantueso, que pusieron la guinda al opinar "Que se echaba de menos a Julio Romero de Torres, perteneciente al grupo "Los Legítimos" porque hubiera tenido la oportunidad de plasmar en un cuadro el toro arremetiendo contra el pianillo de la coja".

PACO LEIVA

Era a finales de mayo de 1953, y ocurrió una desgracia en la que el Autobús que hacía el recorrido Plaza de José Antonio-Carretera Granada, al pasar por el Jardín de los Santos Mártires,  perdió los frenos y fue a tropezar con la esquina del Seminario de San Pelagio, Paco Leiva Campoy, que vivía en la Calle San Basilio, nos contó de que allí fueron muchos los accidentados y que fueron trasladados en su mayoría a la Casa Municipal de Socorro, en donde, a pesar de los cuidados y la dedicación, no pudieron hacer nada por un  guardia municipal que falleció. 

Este autobús nos contaría el mismo Paco Leiva, como casi siempre, iba lleno hasta los topes, pues éste autobús y el de Pio XII, eran los únicos vehículos que unían Córdoba con el Campo de la Verdad. Por cierto al mencionar el autobús de Pio XII, recordaremos que éste se hizo célebre años más tarde,  cuando antes de terminar su turno de trabajo, le encomendaron que hiciera un servicio Especial-Fútbol (abril 1964), desgraciadamente éste autobús al girar en la Cruz de Rastro para la Ribera, cayó al río Guadalquivir.  Al parecer sólo el cobrador salvó la vida. Todavía se puede ver la tumba del chófer Wenceslao, que está situada conforme se sube la rampa que comunica el primer patio del cementerio de San Rafael, con los patios que hay a la izquierda. La bovedilla está al principio y a medial altura, y tenemos que decir que desde entonces está perfectamente  cuidada. 

Paco Leiva Campoy, fue maestro de la sección de Montaje de Cabinas de Westinghouse, toda una excelente persona, gran jugador del dominó y un enamorado de Córdoba. 


EL AÑO QUE NEVÓ

Era el año 1954, el año de aquella famosa nevada por el mes de Febrero, y estaba yo en el Hogar y Clínica de San Rafael y allí se oían todavía los ecos de Rafael López Cansinos, dando animación a aquellas  tómbolas benéficas en pro de los niños que había allí hospitalizados. Era primeros de Enero, y como todos los martes, el Hermano Bernabé, nos daba clases de actualidad por las tardes, para ello solía leer algunas noticias de periódicos, y luego nos comentaba algunas noticias.  Nos llamó la atención una noticia, porque nos hablaba de "chorizo" que la verdad era una chacina que en nuestro menú diario hacía tiempo que no veíamos. Nos relató que unas personas del barrio de chabolas del Zumbacón, se habían puesto malas al comer un chorizo casero, elaborado por ellos mismos. Nos completó la información indicando que las dos personas fueron atendidas en la Casa Municipal de Socorro. Ahí se quedó la noticia y hasta que los familiares de José Vioque, compañero que estaba operado de un tumor de cadera, no fue visitado por sus familiares, cosa que ocurrió al domingo siguiente, no nos enteramos de más cosas sobre este incidente.

Este compañero José Vioque, era vecino de la Calle Valsequillo, que lindaba con la Calle Villaharta, y sus padres nos completaron la información, indicando la manera en que se habían producido los desgraciados contagios. Al parecer nos dijeron que fueron unos vecinos de la Calle Villaharta nº 8, del citado Zumbacón, que como era costumbre muy común en aquel Barrio,  casi todos los vecinos, criaban sus cerdos para la matanza.

A estos vecinos, cuando aún el cerdo era pequeño, le detectaron alguna rareza y sin consultar con nadie, decidieron sacrificarlo y hacer su pequeña matanza como si tal cosa. Luego resultó que fueron cayendo uno tras otro, a medida que fueron comiendo los productos de la matanza contagiada de "Triquinosis", que era la enfermedad que tenía el pequeño cerdo. La Casa de Socorro, puso el aviso inicial, pero ya era tarde, pues fueron cayendo los 9 miembros de una misma familia. Matrimonio, cuñada, cuatro hijos y las novias de dos de ellos.

Desde que Asunción Medina y Ana Sánchez, se presentaron en la Casa de Socorro, a últimos de diciembre, hasta que a principios de enero, fallecieron los últimos, fue un periodo transcurrido de la lucha contra la dichosa enfermedad, que trajo a los servicios médicos de Córdoba de cabeza. Aquellas muertes, trajo consigo en Córdoba, un descenso importante en el consumo de la carne de cerdo, y mucha gente que se saltaba a la torera los controles veterinarios optaron por regularizar estos trámites. Toda España, se hizo eco de estas muertes. Sólo la nevada copiosa del mes de febrero de ese año, se presentó a modo de manto blanco, para sembrar paz y serenidad después de aquella tremenda tragedia.  

Con toda seguridad el doctor Atance y el doctor Pesquero, se encontrarían con este enorme problema que se escapaba de sus posibilidades, dentro de la Casa Municipal de Socorro. Por cierto quiero recalcar que aquella famosa nevada fue en febrero de 1954,  y no en la fecha que aparece en una foto que circula por Internet, en la que aparece el Cristo de los Faroles totalmente nevado.


AQUELLA OBRA

En octubre de 1955, y cuando se estaba coronando una nave de lo que sería los Talleres de Fundición y Forja, de la Universidad Laboral Onésimo Redondo de Córdoba, la techumbre, se vino abajo y aunque en aquellos tiempos no había todavía móviles, la noticia corrió como la pólvora, pues en el Jardín del Alpargate, era como el lugar partida de los albañiles que diariamente iban y venían  para la Laboral.

Nos contaba Ángel Ogallas, que su Taberna era uno de los lugares en donde a diario se concentraban estos albañiles para esperar a los camiones de Francisco Vaquero, que los transportaba a diario de Lunes a Sábado, a la obra de la Universidad Laboral.

También de la Taberna de Pérez Barquero, regentada por Luis del Río, se congregaban muchos trabajadores, tanto a la salida como a la llegada diaria de los camiones. Allí por tanto, en estas Tabernas, se conoció de momento todos los pormenores del accidente. Concretamente, de la Calle Montero, hubo dos trabajadores, que fueron atendidos, por los servicios de la Casa de Socorro, que se desplazaron "in situ". Uno era familia de la Sarapia, y otro parientes de los Larrea. Estos fueron atendidos de contusiones menores y cuerpos extraños en los ojos.

Antonio Vaquero, fallecido recientemente, nos contaba que él estaba prácticamente todos los días en la obra, pues los camiones de su padre Francisco Vaquero, estaban todo el día arrimando toda clase de materiales. Lo que se vino abajo fue la cubierta de parte de la Nave de Talleres, correspondientes a las secciones de Fundición y Forja. Las cubiertas estaban adjudicadas a una empresa de Jerez, especializada en este tipo de trabajo, y posiblemente el ritmo con el que se hizo esta obra, dio lugar a que no se esperara el tiempo correcto para quitar puntales.

Los heridos fueron evacuados a los centros hospitalarios, que había en aquellos tiempos, y que eran el Hospital de Agudos y Hogar y Clínica de San Rafael. La Casa de Socorro, se desplazó "in situ" e hizo las primeras curas. Incluso se presentaron médicos que no estaban de servicio.
 
Por aquellos tiempos y con unos 25 años, andaba Rafael Espejo Jiménez, que era cliente habitual de la Taberna de Pérez Barquero, y trabajaba con Diego Soto, un afamado carpintero, que tenía su taller en la Plaza de San Andrés, en casa de "Pepito el Sevillano". El se enteró como pocos de lo que pasó en aquel derribo de la cubierta, y las casualidades de la vida, tres años después, en aquellas naves estuvo él de Maestro de Carpintería. Y tenía motivos para saber bastantes cosas de esas naves.

Aquel hundimiento, había ocurrido día después de que el Ministro Girón, hubiera realizado una visita detallada a las obras. Y según parece reaccionó rápidamente y se presentó en el conjunto de la obra para dar carácter de normalidad. A los trabajadores, se le dio un día de asueto, y se les pidió que continuaran a buen ritmo.

La verdad es que la prensa oficial no se centró en el tema de aquel hundimiento, dando simplemente una reseña que se antojaba oficial. Pero la Radio Pirenaica, Radio España Independiente, desde Rumania, habló del tema hasta por los codos. Desde que fue un posible atentado contra la visita del Ministro, hasta que aquello ocurrió porque se trabajaba en unas condiciones de falta total de seguridad. Además llamaba de forma reiterada a los trabajadores, a que se declararan en huelga, que hicieran huelga de brazos caídos, en fin todo lo que se le ocurrió a los comunistas. Lo que eran simples magulladuras, ellos lo ponían como lesiones muy graves. Pero por desgracia para su propaganda,  les faltó el muerto o los muertos, que le hubiera ayudado a ellos a darle más morbo a lo que fue un simple accidente.

Antonio Vaquero, que en todo momento estuvo relacionado con la obra, certificaba, que a nivel de andamios, bambas, se emplearon las más modernas que existían en aquellos tiempos. Eran módulos de cuñas. El, que transportó miles y miles de sacos de cemento, y toda la ferralla del mundo, podía decir que allí los materiales empleados no se escatimaban para nada. Todo funcionaba de forma sincronizada, y hasta los pagos a proveedores estaban al día. Y que en el plano de seguridad, existían unos sesenta botiquines de urgencia repartidos por toda la obra. Aquello pretendió ser la obra emblemática de la Universidad Laboral y lo fue.

Por otra parte Ángel Ogallas, decía que aquella obra debió significar un trabajo importante para la ciudad, pues era mucha gente la que vivió de aquella obra. El, por ejemplo nos decía que en su vida vendió más bocadillos, y más COÑAC 503, por decir algo, que en toda su vida. Aquello fue riqueza para Córdoba. Daba alegría ver a la gente como en la tarde de los sábados, llegaban con sus sobres del sueldo  y liquidaban todas las deudas.

El Maestro Rafael Espejo, que fue de los primeros que entró como profesor en la Universidad Laboral y también fue de los últimos que se jubiló junto con el profesor de física García Pantaleón, y ambos vinieron a decir: "Llegamos muy jóvenes a la Universidad Laboral contratados por el padre Alberto Riera y ello supuso para nosotros, como montarnos en un gran Portaviones, cuando nos hemos jubilado, nos ha dado la sensación de que nos hemos bajado de una patera.".


AQUEL RÍO

En 1992, desaparece la Casa Municipal de Socorro, atrás se quedan muchos años de estar al servicio de los cordobeses. Me decía Rafael Puerto Hidalgo, que cuando el río Guadalquivir, era una auténtica Playa de Baños en Córdoba, (1940-1950), la gente iba a bañarse y sabía que la Casa de Socorro estaba allí en donde debía de estar. Por aquellos años, la gente joven de los barrios, tenían unas deuda que cumplir cual era "Lanzarse al rio desde los Barandales" y cruzar hasta la otra orilla. Aquello era como una apuesta de amor propio, y que nadie quería ser el último. Para llevar a cabo estas aventuras, se aprovechaban los momentos del anochecer, cuando  ya la barca plegaba remos y dejaba de funcionar.  A veces se tropezaban gente de varios barrios y competían entre sí. Era frecuente que en aquellos chapuzones, se produjeran, cortes, dislocaciones de hombros, u otras eventualidades y que todas terminaban en la Casa de Socorro.

También otros, quizás los más arriesgados, se solían subir hasta la Cerámica la Madrileña, y desde allí y con la ropa en la cabeza, bajar hasta los Peñones de San Julián.  Y es que los "Fra Polo", los Berenguer,  los Dobao, los Caballero, los Lucas, los Canarios, los Copado, los Lopera y tantos otros, habían puesto muy caro la cosa de los saltos  y el ganarle terreno al río.

 Hablar del Molino Martos, el Molino de Lope García, el Molino Carbonell, el Soto y los Peñones de San Julián, eran nombres que casi todos pertenecían a una relación histórica, que obraría en las archivos de la Casa de Socorro, donde tuvieron lugar muchos accidentes atendidos en aquella Institución.

En Córdoba hubo un aprecio muy grande a la Casa Municipal de Socorro, ya que  en nuestros años jóvenes, quien era el que no sufría una pedrada, o se caía de la patineta, o cualquier otro accidente. Lo bueno, es que siempre estaba allí.  Muchas veces íbamos acompañando a cualquier compañero o vecino y nos solía decir el practicante "Otra vez aquí".


EL MEDICO

Fue una Institución perteneciente a la Beneficencia, que benefició y prestó auxilio a muchas personas.  Siempre recordaremos el primer coche de don Nicolás del Rey, aquel médico que perteneció a la Casa Municipal de Socorro, y que en su pequeño coche de color negro, tenía un pequeño rótulo que decía: "Nicolás del Rey, médico". Por eso a modo de representación vamos hablar del médico que más próximo estuvo de nosotros.

Aquel coche debido a los turnos del médico, muchas veces estaba aparcado en la Plaza de San Rafael, y en donde lo hacía en total soledad,  entre otras cosas porque en Córdoba, había muy pocos coches. Pero bastaba leer el pequeño rótulo, para que todo el mundo lo respetara, por tratarse del médico de la Casa Municipal de Socorro. El Chófer Antonio González, vivía en la casa de paso al final de la Calle Roelas.

En una entrevista que realizó Eladio Osuna, a Francisco García Gómez, un hombre que permaneció escondido durante 33 años, después de la guerra, su madre al hablar del médico que lo atendía decía lo siguiente:

"Como cualquier persona se ponía enfermo. Su madre con mucha cautela llamaba al humanitario y querido médico de familia don Nicolás del Rey, que bajo el principio hipocrático lo asistía, de forma, que nunca lo delató. Incluso en algún momento, llegó a intervenirle como dentista, extrayéndole piezas dentales"

Nosotros pudimos comprobar personalmente la diligencia de éste médico, cuando a finales de los años 1950, se presentó urgentemente en la Calle Álvaro Paulo, en donde por desgracia en la fábrica de gaseosas "El Marrubial" se produjo un desgraciado accidente en donde una persona del barrio de apellido Medina, al bajar a un pozo para limpiarlo, perdió el conocimiento a causa del Nitrógeno acumulado, y se debió dar un golpe por lo que falleció poco después.  Testigos de casi todo esto fueron los Villalba, los de La Rubia, y los Gavilán, que rápidamente llamaron a la Casa de Socorro, y a pesar de la labor de reanimación que le efectuó don Nicolás, nada se pudo hacer por accidentado. Recordamos al médico haciendo gestos de desesperación.


EL ORDENANZA

Quiero recordar  aquí la figura del ordenanza, que muchas veces se llevaba el trabajo incómodo de cargar  con el accidentado bebido, sucio y harapiento y que cuando llamaban, ellos eran los que se enfrentaban con ese problema inmediato. Por ello quiero mencionar a Antonio Fernández Almagro, posiblemente uno de los primeros ordenanzas que tuvo la Casa Municipal de Socorro. Su uniforme cuando lo lavaba su esposa y lo tendía en su casa de vecinos de la Calle el Cristo, imponía mucho respeto. Fueron muchas las veces que le vimos tocar su "campanilla" a modo de sirena de aquellos tiempos. En  la Taberna de la Paz de San Agustín, cariñosamente le conocían como "Almagro el "monaguillo" porque además de beberse su vino, tocaba de maravilla la "campanilla". Fue un hombre que se entregó y se identificó siempre con su trabajo de servicio a los demás. Algunas veces lo sustituía su amigo Manolo González, de la Calle Jesús Nazareno, por lo que se puede decir que casi todo quedaba en casa.

Queremos terminar estos pequeños comentarios sobre Córdoba, el Río Guadalquivir y la Casa Municipal de Socorro, mencionando a un singular ordenanza que tuvo esta Institución benéfica. Se trata de Rafael González Alcaide, personaje entrañable de la Córdoba de siempre, que siendo matarife de profesión, picador de toros, peñista enamorado de Córdoba, en los últimos años de su vida laboral fue ordenanza del Ayuntamiento.

Nunca debió imaginar de que ante la desaparición del Matadero Municipal, sería reciclado a portero del Ayuntamiento, portero de la Posada del Potro, y por último ordenanza de la Casa de Socorro.

Criado y recriado en la Puerta Nueva de los hermanos Flores, los García Rueda, los Herrera, los de la Torre, los Moreno, los Lanti, y la Peña Puerta Nueva. Para este hombre, El "Negrete" fue su segunda casa y allí pasó ratos junto sus amigos, que siempre enmarcó en sus mejores recuerdos. Su nombre salió en la Orden del Día de un Pleno del Ayuntamiento, no para ponerle ninguna calle, sino para comentar las expresiones que estando de portero en el Ayuntamiento, le dio a un turista alemán.

Al parecer era por la tarde y el turista le preguntó: "¿Aquí en el Ayuntamiento trabajan por la tarde?." y él contestó: "Mire usted, por la tarde no viene nadie, pero por la mañana si vienen todos, pero tampoco trabajan". El siempre dijo que tras aquella expresión, le intentaron complicar el final de su vida laboral, llevándolo de un sitio para otro. Su último sitio como hemos dicho fue la Casa de Socorro, en donde muchas veces coincidió de servicio con Paco Morrugares, y éste nos decía: "Por la noche se echaba a dormir metido en su elegante batín de seda y rematado con su elegante pañuelo al cuello. Más que el ordenanza, yo le decía que parecía el gerente de la Institución". Hasta los médicos se veían un tanto "cortados" a mandarle algo referente con su puesto de trabajo. Esta es la pequeña reseña de Rafael González Alcaide, el hombre que por la dichosa "reconversión" pasó de matarife, a portero  y ordenanza. Lo demás pertenece al carácter singular del "Pelajopos".