lunes, 19 de julio de 2021


 

COMO EXTRANJERO EN MI CIUDAD

 

 

Ayer tuve necesidad de pasar por el Alcázar Viejo en mi camino de vuelta de una obligación ineludible. Al pasar por la Puerta de Sevilla me vino el recuerdo de Paco Leiva Campoy, un cordobés singular con el que tuve la suerte de compartir muchas horas de trabajo en mi vida profesional. El acceso al barrio estaba totalmente solo, ante la mirada nostálgica de Aben Hazam. El autor del "Collar de la paloma" me quería decir con gesto serio: "No hay casi nadie, ni viene ningún extranjero. Por aquí el único de fuera puedes ser tú, que eres del barrio de San Lorenzo, mi barrio y el de mis padres".

 

Esta dichosa pandemia, junto al calor del verano, nos hace sentirnos como extranjeros en nuestra propia ciudad. Pasando el umbral de la Puerta miré a izquierda y derecha, a la calle San Bartolomé y Postrera, totalmente vacías. Avancé por la calle San Basilio, y a la altura del "Hogar para mayores", que nos recuerda al padre Guillermo Romero Fernández, el ambiente estaba igualmente triste y callado. Luego, al ver macetas en la puerta de las casas me reconforté un poco, y tuve que acordarme de las hermanas Recio Trujillo, parientas mías enamoradas de su barrio que disfrutaron mucho con el "tiempo mágico" de los Patios Cordobeses. Se ha sumido en desolación todo lo que antes podía ser animación y bullicio.

 

Se echa de menos, cómo no, a "Casa Rafaelito", "Casa el Tarugo", y a personajes del barrio como los cuñados que se apodaban "Los Cartulinas", Rafael y Manolín, que con su viveza e ingenio eran capaces de convertir un puesto de caracoles en una oficina de desempleo. Y recordamos a José Muñoz López "El Pisto", en aquellos años en que a este cordobés le dio por instalar todos los veranos su bar-taberna, "El Chaparral", en Chiclana, con sabor a todo lo cordobés, para que las muchas personas de Córdoba que por allí se acercaran a veranear se encontrasen como en su casa.

 

Más adelante me tropecé con la efigie del Arcángel San Rafael, en el rincón que forma la iglesia parroquial de la Paz., donde se halla la Virgen de Acá.  Y como sé que mi amigo Paco Leiva le tenía una especial devoción al Arcángel, del que decía: "Es mi amigo", le llegué a rezar, pidiéndole por Córdoba y por España.

 

A la salida por la calle Enmedio, antes de llegar al Arco de las Caballerizas, me encontré a Luis Navas, que no se atrevía ni siquiera a musitar una palabra. Con su capa y su sombrero cordobés se sentía especialmente afectado por la tristeza que nos inundaba. "Y para colmo ahora la gente ni siquiera bebe vino", me dijo. La verdad es que noté al rapsoda cordobés muy afectado. Ni siquiera los caballos de Caballerizas Reales se oían relinchar... todo estaba como embozado por una gigantesca "mascarilla," de esas que antes sólo en los quirófanos la eficiente y ejemplar clase médica y sanitaria solía utilizar.

 

Ya iba camino del Alcázar de los Reyes Cristianos, y dejaba a la izquierda una conocida tienda “de novias" que siempre, empezando por la época del olor a azahar y terminando por el calor, era un constante ir y venir. Allí se veía buscar zapatos, trajes, bolsos, sombreros y tocados para las bodas. Pero ahora todo es distinto. No sé lo que dirá el amigo Sanz, aquel platero de la calle los Frailes de San Lorenzo, que migró al Alcázar el Viejo en sus tiempos de juventud.

 

Al pasar por la explanada del Alcázar, el silencio hacía que hasta se oyera el derramar del agua dulce que cae como chorros de vida en el estanque de los peces colorados. Agua que viene del venero “Esquina Paradas”, que nace en un lugar desconocido por la Albaida y se capta por Noreña. Para que a los peces no les afecte el cloro que lleva el agua potable se sigue trayendo aquí esta agua natural, que también se usaba hasta hace pocos años, junto a las aguas de "La Fábrica de la Catedral", en las albercas y estanques de la calle nueva que abrió el alcalde Guzmán Reina junto a la Puerta Almodóvar, así como en el foso y murallas antiguas del Alcázar Viejo. Pero hace años que la desidia abandonó estas conducciones, y hoy ya no corre el agua por ellas.   

 

Pasamos en total soledad por la calle del corregidor Luis de la Cerda, político cordobés que se señaló en su tiempo junto con el Consejo de Córdoba en contra de la obra del Crucero de la Catedral del Obispo don Alonso Manrique de Lara (1516-1523). Ante las simplificaciones interesadas, un estudio de las Actas Municipales de aquella época nos muestra una realidad que no es blanca o negra. Así por ejemplo lo afirma el profesor de Historia Moderna, José Calvo Poyato, en su artículo titulado "La construcción del Crucero de la Catedral", página 189-210 del libro "El templo de Córdoba", editado por Almuzara en 2019. Exactamente en la página 199 se recoge un acuerdo del Consejo que dice de esta guisa: "La obra es un agravio grande de la república de esta Ciudad e especialmente de los señores caballeros que tenemos capillas de enterramiento en ellas". Aquí se ve claramente que su oposición no era tanto que se hiciera la obra y se cambiara su fisonomía original, sino que ellos perdían una serie de privilegios que desde antiguo gozaban sus familias con sus enterramientos en la Catedral.

 

Luego, en la calle Cardenal González, el mismo vacio. Lo primero que nos encontramos es la antigua taberna "El Tablón". Como estaba todo cerrado empezamos  a recordar que esta taberna fue propiedad de un tal Antonio Benítez, y que más de una vez allí nos tocó llevar el bocadillo al célebre "Canario" de la calle Abéjar, que trabajaba por allí de platero. Recuerdo que acompañé al "Pancho" que era vecino y gran admirador suyo" sobre todo en aquellos saltos de trampolín que solía dar los domingos en el Molino de Martos.

 

La soledad de la calle Cardenal González nos hace traer al recuerdo lo que nos contaría un día Pablo García Baena, nuestro poeta y Premio Príncipe de Asturias, en el sentido de que cuando el político republicano Antonio Jaén Morente regresó a Córdoba fugazmente en el año 1954, tuvo un encuentro precisamente en esta taberna de su barrio, pues no hay que olvidar que el citado político nació en la calle Judíos, en la casa que hace esquina con la Puerta de Almodóvar, y que actualmente ocupa un restaurante.

 

Fue recibido por un grupo de familiares, amigos y leales que le organizaron en esta taberna un discreto recibimiento. Por nombrar a algunos estaba allí  el famoso "Marqués del Cucharón", así como don Rafael Castejón, por parte de la Academia de Córdoba. Luego nos comentaría el mismo Pablo García Baena, que él y Ricardo Molina, componentes del Grupo Cántico que volvían  de Santiago de Compostela, se entrevistaron con el antiguo político en Madrid, en la Cafetería Lyon de la Gran Vía.

 

A Jaén Morente le encantaba todo el entorno del barrio de la Catedral, pues no en balde fue bautizado en la iglesia del Sagrario en día 6 de febrero de 1879, donde también acudió para su casamiento con Carmen Domingo Sánchiz el 31 de julio de 1903, boda que celebró el párroco don Francisco Montoro Pozo.

 

Seguimos por la calle Cardenal González, y esos establecimientos, una casa sí y otra también, que antaño fueron talleres de platería ahora son establecimientos que ofrecen bebidas y comidas a todo el que pasa. Pero su silencio casi sepulcral nos dice de que algo grave está pasando en Córdoba: no pasa casi nadie Igual ocurre en la antigua "Casa de los Santos", del controvertido Ortega, que desde su ornamental panteón del Cementerio de la Salud le preguntará a Manolete “¿qué es lo que pasa en Córdoba?”, pues en su casa, dedicada hoy a baños, no hay ni una toalla que llevarse a la cara. Y eso que en la cercana calle Horno de Porras ya no está la antigua taberna “El Noventa", donde  se refugiaba la gente que se quería aliviar del contagio de la gripe, llenando el cuerpo de “medios” de vino. Al menos eso me decía José Unquiles, que había oído algo así de sus mayores.

 

Continuamos hacia la calle del Lucano, pero quise mirar para atrás en recuerdo de las oficinas de la Once, que estaban en el mismo cruce con la calle La Feria. Les parecería mentira a aquellos esforzados de la venta de cupones con lazarillo que ahora en esta época tan moderna, del “rasca”, de la lotería, de los quioscos, se haya tenido que suspender el sorteo, pues de lo contrario dicha organización, que en tiempos de Migue Durán llegó incluso a prestar dineros al gobierno para pagar las pensiones, se hubiese ido totalmente al descalabro.

 

Igualmente, en esta calle todo cerrado. Sólo un pequeño despacho de pan caliente se mantiene abierto, con la garantía medicamentosa de la farmacia. El ambulatorio, tan excelente y bueno, vacío, como si fuera eternamente domingo o festivo. Si Sara Montiel levantara la cabeza y comparase volvería a morirse si alguien le explicara que cuando su película “El último cuplé" se estrenó en el Cine Lucano, se formaron allí unas colas impresionantes, que daban la vuelta por la calle la Feria hasta casi llegar a los Patios de San Francisco.

 

La cervantina Fuente del Potro con un raquítico choro de agua, nos recuerda lo que eran "Los Portalillos" esa taberna de Pérez Barquero que completaba la trilogía con "Los Palcos y "La Parra". De estar abiertos en la actualidad estarían solos como la una, porque esas tabernas siempre iban a la par de Córdoba. Qué diría el compañero Antonio Medina, aquel empleado de Westinghouse, que nunca faltó al mediodía a su cita diaria en "Los Portalillos".

 

Y la plazoleta de Enrique Romero de Torres, antes siempre llena de gente, y que muchas veces fue considerada por su concurrencia el termómetro del turismo en Córdoba. Allí, al fondo, en donde otrora estuvieran las cañas de pescar, ya no quedan ni "los anzuelos" que dijera el simpático Lucas, que sin dejar de ser barbero fue portero del Córdoba y vecino entrañable de esta zona.

 

Más abajo, ya por la calle Lineros, del antiguo Caño de Vencesguerra, los aparcamientos de Bodegas Campos dan la impresión de que estamos en la Córdoba de los años cincuenta, cuando apenas si había un par de coches circulando por nuestras calles, especialmente por estos barrios. Sólo muestran vida en ese aparcamiento las banderas, inapelables al viento. La otra puerta de salida a la Ribera está cerrada, simplemente porque nadie tiene necesidad de salir. Hasta el mismo "Chocolate", con su eterno garaje de bicicletas lindero, se extrañaría de la situación.

 

Más calle Lineros abajo nos encontramos con el mosaico que recuerda a Ricardo Molina Tenor, el hombre que junto a Antonio Mairena ensalzó a Córdoba en aquella primavera de 1956 con el Primer Concurso Nacional de Cante Jondo Ciudad de Córdoba. Ahora todo es silencio. Y la calle Candelaria, tan ligada al fútbol de Córdoba porque allí nació en 1946 el "Ángel del Arcángel", según denominó el Diario Marca en una entrevista a nuestro portero internacional Miguel Reina Santos.  

 

Más adelante se llega a la encrucijada de las "Cinco Calles" donde confluyen muchas cosas de Córdoba. Citemos en primer lugar el bar “Los 33 Mosquitos”, que dio lugar a la peña del mismo nombre, a la taberna “El 6”, a la calle Consolación, con la que disfrutábamos porque el tornero de madera que allí había nos daba “rabia” poniéndose a hacer aquellos trompos cuando pasábamos. Todo desolado. Sin ruido, sin vida. Y la calle Mucho Trigo, tan larga, con tanta puerta y tanta casa, da la impresión de que todos los vecinos hubiesen salido por la puerta falsa. Como nos diría el simpático "Barinaga" de Santiago: "Todos han hecho mutis por el foro"

 

Tampoco se escapa de la soledad la que fue "La Gota de Leche", esa institución de carácter benéfico que hace pública su colaboración contra el virus, indicándolo en oportunos carteles que se agradecen. Luego llegamos a lo que fue Casa Villoslada, un lugar taberna a caballo entre San Pedro y Santiago, pero ya no hay nadie para esa simpática disputa entre esos dos barrios, y menos para sacar cualquier entrada de fútbol, pues además de que no hay taberna, no hay fútbol, y nuestro querido Córdoba CF no está para muchas colas.

 

Luego encaramos la calle Alfonso XII, una calle que tuvo el nombre de Calle de San Bartolomé por un hospital de dicho nombre que hubo muy cerca de lo que fue Casa Chicuelas. También se le llamó Carrera de Puerta Nueva, Carrera de Isabel II" o Alcolea, y durante la República García Hernández. Pues con todos los nombres citados, esta vía que llegó a tener en su trayecto hasta doce tabernas está sola. Quizás, paradójicamente, donde se nota más jaleo o ruido sea en lo fue la Funeraria de los Vázquez, pues se oye un continuo revoletear de palomas que deben vivir allí. Me faltaba decir que en la Plaza Vizconde de Miranda no se oye nada más que los dos chorros del agua de su fuente.

 

Ya cerca de mi casa, a la altura del Colegio Salesiano, creo sinceramente que ningún día de su más que centenaria historia (fue fundado en 1903), estuvo éste más solitario que cuando pasé. De eso seguramente habrá tomado buena cuenta, apesadumbrado, la estatua solitaria de San Juan Bosco, ese santo tan enamorado del bullicio de la chiquillería. Sólo muy de vez en cuando alguna persona pasa fugazmente viniendo del Mercadona cercano, con paso ligero.

 

Todo solo y más que solo. Aislado, desolado, sombrío... Amigo Paco, qué pena para ustedes que tanto disfrutaron con vuestros patios, vuestros turistas, vuestra hidalguía…  Ahora nuestra Córdoba es como un cementerio de vivos. Todos metidos en sus colmenas, como si de la amenaza de una bomba atómica se tratara, y los que pueden costeárselo con el aire acondicionado encerrados sobrellevando el calor. Dicen que la gente se ha ido a vivir ahora a esos bloques que están construyendo lejos, por donde nuestra fábrica, y que nuestros barrios se están quedando definitivamente vacíos. Y el calor, y el dichoso coronavirus... Algo habremos hecho mal, Paco, y quizás lo estemos pagando. Córdoba callada y sola.... Con todos mis respetos, eso para la poesía, nunca para vivirlo.