viernes, 30 de agosto de 2019



De aquellos "barros” vinieron estos "lodos", que tanto preocupan en este 2019 a los jóvenes cordobeses que constituyen la ya exigua plantilla de la actual ABB, una fábrica histórica de Córdoba…

Durante muchos años se llamó CENEMESA, su nombre original. Luego WESTINGHOUSE, de nuevo CENEMESA, y hoy día, por el momento, la citada ABB. Empezó a funcionar como tal en la línea de motores y pequeños transformadores de distribución allá por el lejano año 1930. Siendo prácticamente una nave de reparación de los muchos motores que entonces había en la Electro Mecánicas (SECEM), el Consejo de Administración de ésta decidió segregarla como empresa independiente y dedicarla por entero a la fabricación de motores. Por eso, durante algunos años los miembros de Consejo de Administración de ambas empresas fueron prácticamente los mismos.

El que fuera en su origen una nave que en su día perteneció a SECEM lo demostraban los letreros de las fuentes que había esparcidas por el patio, e incluso el gran pozo que estaba nada más a la entrada y que era compartido con la Electro Mecánicas. Incluso se entraba por los mismos accesos, hasta que a principios de 1970, siendo ya Westinghouse, se abrieron los suyos propios, que son los que existen actualmente con sus aparcamientos.

A aquella fábrica de motores original se le conocía como "Fábrica Primera" o "Fábrica de Rotativas". A principio de los años sesenta del pasado siglo el Jefe de División era don Elías  Romo Baldominos, un joven ingeniero que había llegado desde Guadalajara. Como Jefe de Taller actuaba un tal Sánchez Cañas, que lo era todo en esta fábrica, y que ejercía su mando sobre un grupo de maestros: Luis Aguilar, Basuste, Barrena, Ramos, Mora, Chups, Galvín, Monturque, Morales, López, Ruz, Muñoz, Evaristo Monserrat, etc. Aquello funcionaba de maravilla con un ritmo modélico. Baste decir que las prensas donde se perforaban los estator y los rotor de los motores no paraban de funcionar durante las 24 horas, muchas veces a las órdenes de Luis Hernández Fernández, al que cariñosamente se le conocía como "El Tarta". El Servicio de Verificación estaba en manos de Tinoco de la Peña, y Mariano García, con Tafur Jorge como responsable del Servicio. En la Oficina Técnica aparecían por allí Rafael Morales, Antonio González, Enrique de Vigueras y Rafael Lucena. Y en el Departamento de Proyectos y Delineación estaban entre otros don Manuel Ocaña Jiménez (sí, el insigne arabista), Juan de Ávalos y Vicente Crespo, cuyas oficinas de delineación se encontraban en Madrid, en Casa Central (Gran Vía).

Pasado el tiempo, el mismo don Manuel Ocaña nos comentaría que aquella planta de producir motores, durante los años 1940-50, subió de forma exponencial. Un auténtico éxito y un orgullo para Córdoba que fabricaba toda clase de motores y en especial los de 1/4 de caballo que demandaba sin parar la industria en auge de los electrodomésticos. De aquel Servicio de Expediciones a cargo del señor Martínez, salían todos los meses auténticos cargamentos. Aquí, entre nosotros, los solíamos llamar motor "Carsa" y motor "Edesa". También se hacían otros motores de mayor potencia y envergadura.

Era un lujo entrar en la llamada "Sala de los motores Edesa o Carsa", en la que unas sesenta muchachas jóvenes, y otras menos jóvenes, se dedicaban a engarzar las bobinas dentro de los estator, haciendo posteriormente el conexionado. Se habilitó totalmente climatizada, con sus puestos de trabajo perfectamente organizados. Había un suministrador de materiales, bobinas, picos, aislantes, etc. que continuamente iba reponiendo las distintas bateas, justo al alcance de las manos de las bobinadoras. Aunque había muchas y eficaces jóvenes también quiero citar aquí a otras un poco mayores como Antoñita Haro, Rafaelita Roldán, Consuelo Simón y María Alcaide. Esta última, que posiblemente podía doblar la edad a la mayoría de las jóvenes, era considerada por todas la más ágil y eficaz. Y aquellas muchachas como Rafaela Roca, Antonia Vázquez, Carmen López, Isabelita Hernández, la singular "Sofía", María González, Rafi López, Rosario Rodríguez, María Luque, Dolores Jurado, etc. etc. Llenaban aquella sala de juventud y eficacia.

Mediante una amplia puerta de tipo batiente la sala estaba aislada del resto de la fábrica, donde las prensas, los tornos y demás profesionales elaboraban todo el despiece de los motores. Allí se cobraba lo que se llamaba "beneficio" o “prima”, un porcentaje sobre el sueldo, que en algunos oficios era medido de acuerdo a unos tiempos asignados, y en otros casos era el propio maestro de la sección el que lo asignaba.

Por aquellos tiempos la "autoridad sindical" que existía en la fábrica eran un tal José Carmona, Paco Fresco, y Manuel González, todos bobinadores. Trataban de encauzar cualquier problema o reclamación que se planteara, pero no cabe duda de que fue una época de poca conflictividad.

… Pero al principio de los citados años sesenta, los dueños de CENEMESA, vascos que en su mayoría residían en el Barrio de Neguri de Gecho, deciden llevarse los motores al norte, a la fábrica que CENEMESA tenía en Bilbao. Entre otras cosas “argumentaron” que la mayoría de fabricas que producían la llamada "gama blanca" de los electrodomésticos estaban en el norte, aparte de que se contaba con la proximidad y utilidad del puerto de Bilbao.

Esto nos lo transmitió don Manuel Ocaña, siempre bien informado. Pero en Córdoba, y ante las autoridades de la Delegación de Trabajo, los dueños esgrimieron otra causa: "razones de productividad". Junto a Antonio Arjona me tocó trabajar en un informe de productividad a las órdenes de Rafael Morales Rodríguez. Recuerdo que se eligieron a tres de estas chicas y se les llevó al despacho de un tal señor Ros para que estuvieran tranquilas y sin afectarse de ninguna influencia, y entre otros parámetros analizamos el magnífico trabajo las bobinadoras  Isabelita Hernández, Chari López y la llamada "Sofía" (esta última recuerdo que se le llamaba así por su enorme parecido con Sofía Loren, que estaba de moda en aquellas fechas por el estreno de la película "El Cid Campeador). Todo en aquel informe demostraba que se llevaban los motores al norte simplemente porque sí. Sus alegadas “razones de productividad” no se tenían en pie. Fue el primer golpe.

Ya metidos en el año 1963 es cuando se toma la decisión de llevarse de forma definitiva los motores.  La mayor parte del personal de su planta fue absorbido por las fábricas que con la ayuda de capital de Westinghouse se habían levantado en 1955 al otro lado de la vía de Málaga: la fábrica de Transformadores de gran potencia, la fábrica de Herramental y la fábrica de Aparellaje, dedicada a la fabricación de aparatos y cuadros de cabinas. La mayoría de estas bobinadoras jóvenes abandonaron la fábrica, en cambio las que eran algo mayores y más antiguas en la fábrica fueron reubicadas en otros puestos de trabajo, relacionados con el economato, mantenimiento y limpieza general de fábrica, en donde se jubilaron la mayoría..

Con estos reajustes de personal, unos posiblemente hicieran falta en sus nuevos puestos de trabajo, pero no cabe duda de que otros fueron a engrosar una plantilla que ya estaba entonces algo sobredimensionada. Sólo la gran rentabilidad de la fábrica de transformadores, que daba ganancias para todo, hizo que este exceso de plantilla se pudiera soportar, y es que nos decía Dionisio Palacios que estaba en la oficina de ofertas, que asignaras el plazo de entrega que pusieras al final el transformador se convertía en pedido y se vendía a buen precio...

En el año 1966 Westinghouse se hace con la mayoría del accionariado de CENEMESA y la fábrica cambia su nombre. Comienza a ir todo sin grandes problemas, bien en el terreno de la carga de trabajo y la facturación, bien en el terreno de los conflictos laborales, ya que sólo se habían apreciado ciertos conflictos un poco antes, a raíz de la subida del salario mínimo a las 1.800 pesetas mensuales (1964). Surgieron en la zona denominada "Las Cortinas", que era el lugar de la Sección de Soldadura. Allí estaban Blas Pérez Poyato y Rafael Conejo Córdoba, de Aparellaje, dos enlaces sindicales muy activos y críticos con la dirección de la fábrica, llegándose a plantear por estas fechas los primeros conatos de "bajo rendimiento" que causaron algunos dolores de cabeza a don Manuel Jaén Lacalle, que era por aquellas fechas el Jefe de Personal. Fue el primer conflicto que se planteo en fábrica de Córdoba prácticamente desde que empezara a funcionar en 1930. Al final las disputas se resolvieron y la cosa quedó relativamente en paz.

En aquellos tiempos las relaciones y reuniones con el Jurado de Empresa las presidía el señor Ordiales, Jefe Administrativo, y por tanto el responsable de los “dineros”. Al depender directamente de Madrid se sentía un tanto independiente de la autoridad del Director de fábrica, al que le reportaba simplemente como responsable final. Cualquier petición económica que plantearan los trabajadores era su Servicio de Administración quien la evaluaba y lo cuantificaba. El papel del Director de fábrica incidía sólo en el proceso productivo. 

En este contexto, la labor del Departamento de Personal era puramente administrativa, procurando que la legalidad de las ordenanzas laborales se llevara a cabo, tanto en cambios de categoría por ascensos o por concurso oposición, "asignaba" su cuadro salarial de acuerdo con la legalidad y teniendo en cuenta la antigüedad. También marcaba las incidencias que en las nóminas pudieran suponer las bajas por enfermedad, por accidente o cualquier otra incidencia, como complementos por tóxicos, penosos o peligrosos. Lógicamente también controlaba los partes de asistencia a fábrica que a diario se recibían del fichero.

En ese mismo año 1966, don Manuel Jaén Lacalle es destinado a Madrid para ocupar la Dirección de Personal de la sociedad. En Córdoba su puesto de Jefe de Personal es ocupado, por un joven don Tomás Rubio. También hay cambios más arriba, y el Director cambia a Alfonso López, desde hacía mucho tiempo Secretario de Dirección. Allí colocó al siempre "bien vestido" Francisco Moreno, que ya tuvo libertad para andar de aquí para allá y tener acceso a determinados papeles que llegaban y salían en el correo diario que producía y recibía la fábrica, y no cabe duda de que esta información era algo importante. Y es que en Secretaría de dirección era en donde se franqueaba todo el correo que producían los distintos departamentos de fábrica.

Pero Tomás Rubio, quizás por su juventud o por falta de experiencia, fue sustituido en menos de un año. De esta forma en 1967 el nuevo Jefe de Personal será el citado Francisco Moreno, que algunos del taller llamaban "Cano" cuando jugaba al fútbol, una de sus pasiones. Aquel cambio fue acogido en la oficina de Personal con alegría de unos y con gran desagrado por Antonio Herrera, que comandaba aquella “tropa”. Interpretaba que por categoría a él le correspondía dicho puesto.

Francisco Moreno del Rosal, natural de Montoro, siempre cuidaba su imagen y presencia, por lo que destacaba claramente en aquel Departamento de Personal. Un departamento con poco bagaje "cara al público", salvo Agustín Bravo y Antonio Fuentes. Asumió su nombramiento e incluso invitó a comer a Antonio Herrera, para deshacer cualquier entuerto y contar con su importante aportación. Por fábrica se comentaba que en ese encuentro comida le convenció y le debió de prometer un buen sueldo, por lo que empezó a colaborar y bastante con él. Antonio Herrera era un buen trabajador y con mucha experiencia.

Casi a la llegada del señor Moreno a la jefatura de Personal, paralelamente se marcha también el señor Porras que había sido el Asesor Jurídico de Personal. También se va de fábrica el señor Ordiales con lo que deja también la presidencia de las reuniones con el Jurado de Empresa. El Director reacciona rápido y busca a Carlos Fernández, abogado joven y preparado; que era cuñado del ingeniero Barrena. y para los temas en relación con el Jurado de Empresa también ficha a José Ruiz López, secretario del sindicato del metal, para que con su experiencia le ayudaría a presidir las reuniones del Jurado de Empresa.

En poco tiempo se toma la decisión de que las reuniones con los sindicatos sean cosa de Personal, y por tanto será Francisco Moreno del Rosal el encargado de esta gestión. Aunque podía utilizar a José Ruiz López, que se había situado como Subjefe de Personal. Las pocas posibilidades en las que le deja actuar a tal Ruiz López, terminan por aburrir a este hombre que se vuelve a su puesto en los sindicatos al poco tiempo.

Afortunadamente para Moreno, que se ve capaz de todo, da con un gran y experimentado Rafael Morales Rodríguez, colaborador del ingeniero señor Miranda: uno de los mejores organizadores que tuvo la fábrica en las labores de producción, autor entre otras cosas de la implantación del SISTEMA ORMIG de documentación, que funcionó eficazmente durante muchos años en las tres fábricas. El citado Rafael Rodríguez, ya intervino en una valoración de puestos de trabajo que se realizó a nivel de fábrica, y demostró en ello, su alta capacidad en estos temas. Pero es que además Rafael Morales era todo un maestro en tema de tiempos, incentivos y en asuntos relacionados con la reglamentación. Se puede decir que en este "sabio", un tanto desaliñado, por su enorme estatura (sin duda el hombre más alto de la fábrica) se apoyó Francisco Moreno para su gestión como Jefe de Personal. El citado Morales fue el hombre que redactó la mayoría de Convenios Colectivos que se llegaron a firmar en la fábrica, y que muchas veces sirvieron de modelo hasta para la propia Delegación de Trabajo, que los utilizaba para sus Convenios Provinciales del Sector.

Por otra parte, a nivel de números y presupuestos se apoyó en el fiel y trabajador Juan Arjona, que sustituyó en la nómina del personal empleado a Rafael Araujo, al que se le buscó acomodo  en el servicio de Caja de fábrica. Igual se haría con Agustín Bravo, que lo envió como Jefe de Expediciones.

El aprendizaje de Paco Moreno siguió en aumento cuando supo convertir su despacho en poco menos que el "confesionario" por donde llegaron a pasar durante horas algunos señalados líderes sindicales: García Contreras, Jiménez Costilla, Germán Toledo, Emilio Fernández, Laureano Mohedano y tantos y tantos que inevitablemente lo tenían al día de todo lo que iba a acontecer en fábrica. Hubo quien llegó a decir quizás de forma algo infundada, que daba la impresión de que muchas veces entre Moreno y el "Cojo" Santos, planteaban problemas aparentemente insolubles en aquellas reuniones interminables del Hotel Mindanao de Madrid, y que luego se resolvían de la forma más eficaz y rápida. No cabe duda que esta capacidad de resolver problemas le hizo ganar enteros, y buena subida en sus emolumentos, Hay que decir que en aquel Hotel Mindanao de Madrid y durante mucho tiempo los miembros del llamado Comité Inter-centros, iban y venían todas las semanas a Madrid para asistir a las reuniones que se celebraban en un importante salón del citado Hotel.

Tanta importancia se le dio a este puesto de Jefe de Personal de Córdoba (cuyo sueldo era de los más importantes, después del propio Director) que aprovechando que a Paco Moreno le dio un infarto, le faltó tiempo al "Cojo" Santos de Madrid para venirse corriendo para Córdoba. Incluso dio una comida a los empleados del Departamento en el Restaurante Almudaina. Pero al enfermo, aun convaleciente, le avisaron, y de forma inesperada un día se presentó en la fábrica y dio otra comida en el Club Hípico. Aquello mostraba a las claras lo cogido con alfileres que estaba este puesto de Jefe de Personal y la necesidad de estar al “quite”.

Mientras, en el ámbito sindical, Blas Pérez, Rafael Conejo, Rafael Caballero, Emilio Fernández, Rafael Díaz, Antonio Galindo, etc. seguían con su labor, consiguiendo bastantes mejoras para los trabajadores. Pero todo iba a cambiar en poco tiempo.

En 1973, la “guerra relámpago” del Jom Kippur entre árabes y judíos (8 de octubre) fue el detonante inesperado que sacó a la luz una crisis económica que afectó por igual a toda la Europa occidental, pero que llegaría a España unos años después, quizás por su desconexión económica. Así, todavía en 1975, según constaba en el gráfico que realizara el eficiente delineante proyectista Luis Anguís para el despacho del Director, había en la fábrica una plantilla de 1.780 trabajadores, 1.100 ligados al taller y 680 como personal indirecto o empleado de oficinas. A partir de ahí todo fue bajando.

Durante la llamada Transición política (1973-1978) el talante sindical de la fábrica pasa a ser dominado por el sindicato Comisiones Obreras. Aunque en los primeros años aún no era legal, de hecho ya copaban de alguna forma todos los puestos del Comité: Lucas León, José Ángel Cortes, Manuel Alcalá, Miguel Castilla, Manuel Rubia, Juan Jiménez, Rafael García, etc. Se entró en una dinámica de reivindicaciones constante. El estilo y la forma de convocatoria que se ejercía sobre los trabajadores, por medio de las asambleas de fábrica, ya era un fenómeno mayoritario y potente, y aparecieron los primeros encierros y huelgas. Todo aquel periodo de presión social precipitó la salida del Director de la fábrica Cristóbal Sánchez Mayendía, que entregó el cargo a Mateo González Robledo en 1978.  

Don Mateo González Robledo era por encima de todo una persona honrada y un gran profesional. Su capacidad la había demostrado como Jefe de Fabricación de Transformadores, en la que llevó a cabo el relanzamiento de esta rama de la fábrica y una gran ampliación. En este trabajo se sintió secundado por el ingeniero Eduardo Alonso Luna, que trabajó codo con codo con él, consiguiendo una fábrica posiblemente de las más modernas de Europa.

Pero en aquellos años, la crisis en el sector de bienes de equipo que se palpaba coincidió con la llegada de los americanos a Casa Central de Madrid. Desde allí querían intervenir en todos los campos. La cabeza visible era Stuart Simpson, como Presidente, y el señor Ericsson como Jefe de Operaciones. Lo lamentable era que se querían enterar de todo, pero no conocían ni entendían para nada nuestra Reglamentación Laboral, lo que planteó muchos problemas.

Ya en 1978, ante la caída de la cartera de pedidos, los americanos platearon a los sindicatos Comisiones Obreras y UGT que había que adaptar la plantilla de fábrica con el nivel que tenía la cartera. O lo que es igual, había que lograr "una plantilla equivalente". Con este objeto encargaron al ingeniero de fábrica José M. Retenaga que elaborara dicha "plantilla equivalente", auxiliado por la empresa SOFEMASA, que pondría sus impresos y su logotipo para darle cobertura legal al informe.

Para realizar este trabajo, el señor Retenaga se recorrió en compañía de un señor de la SOFEMASA toda la fábrica, departamento por departamento y servicio por servicio. Igualmente todas las secciones de taller. Esta labor se realizó en poco más de dos semanas, y de allí lo único que se estableció fue el personal que se consideraba sobrante, para adaptarlo  al número exigido de "plantilla equivalente".

Aquel informe causaría un gran revuelo, pues había servicios o departamentos a los que prácticamente los dejaban en "cruz y en cuadro" como se suele decir, dejando una sensación de malestar generalizado en toda la fábrica. Pero de una forma u otra este informe tomaría cuerpo oficial y en todas las reuniones que se discutía con el Comité.

Sin aceptar esta lista, en la que se hablaba (sin citar nombres) que sobraban de momento 318 trabajadores, los sindicatos lograron al menos obtener de la empresa que se utilizaran unos criterios objetivos a la hora de elegir el nombre del posible personal sobrante. De todo el follón que iba a venir después quizás este acuerdo fuera lo más sensato que se acordó.

Después de muchas asambleas, muchos paros, y hasta algún encierro por parte de los trabajadores, el Comité en una asamblea general habla de aceptar el expediente de suspensiones, pero con condiciones. Esto lo comunicó José A. Cortés, Secretario del Comité y que además tenía el aval de su carrera de Derecho terminada.

Así, antes de que acabara el año 78, se prepara el expediente de suspensión temporal de 318 trabajadores y cada Jefe de Servicio, Departamento o Sección facilita los nombres del personal que debe ir incluido. El Departamento de Personal lo único que hace es velar porque se cumplan los llamados "criterios objetivos"  pactados con el Comité.

En la actitud de los jefes a la hora de facilitar estas relaciones de personal sobrante hubo de todo. Algunos comportamientos lamentables, de jefes a los que les daba todo igual, incluso dando a Personal todo el listado y aunque fuera medio en broma añadían: "Ahí tienes. Si puedes los metes a todos". Otros en cambio daban su relación con evidente preocupación, y decían: "Doy la relación porque no tengo más remedio que darla". En este aspecto quiero destacar la caballerosidad de un jefe, Ignacio Guisado Balazantegui, que al pedirle su relación contestó: "Yo no tengo que dar relación ninguna. Por mi parte que los nombres los dé el Director de la fábrica o el Jefe de Personal, ya que yo no estoy aquí para echar a nadie a la calle".

Aprobado el expediente a finales de 1978, el Comité consiguió de la empresa que a los trabajadores que se marchaban se les diera una pequeña indemnización, siempre en función de su salario y antigüedad, entre las 200.000 y las 350.000 pesetas.

Hay que recordar a este respeto que siendo la cosa del expediente una cosa tan seria, y que a muchas personas le pudo costar hasta una enfermedad, se dio el caso de que algún concejal del Ayuntamiento de Córdoba, que al estar en excedencia oficial en razón de su cargo público que ostentaba tuvo la “frescura” de pedir el ingreso en fábrica, para a renglón seguido ser incluido de forma voluntaria en ese expediente y tener por tanto derecho a su indemnización. Este “vivales”, porque así hay que considerarlo, repetiría un par de veces esta "operación" de pedir el ingreso y aparecer en los expedientes y tener derecho a la indemnización

Habría mucho que hablar de determinados comportamientos a la hora de pagar sueldos y otras bagatelas a algunos políticos que estaban cesantes en la empresa, y es que a la fábrica le interesaba el tenerlos contentos, bien con la mejor bolsa de Navidad, o incluso el sueldo, aunque como hemos dicho estuviera dado de baja en la empresa en función de su cargo. Pero esa es otra historia. Juan Arjona se llevaría muchos secretos de estos a la tumba..

Paralelamente a estas suspensiones, la empresa Westinghouse había destinado 6.250 millones de pesetas para prejubilaciones y bajas voluntarias. Además de 1.250 millones más que recibió de la Administración del Estado. Aquella dinámica, desgraciadamente, no iba a pararse.

Así, el chorreo de prejubilaciones fue continuo, sobre todo entre las personas de más de 58 años. Hasta el 1984 se habían marchado casi 120 trabajadores con una indemnización media de 3.500.000 pesetas, valor algo superior a lo que los americanos habían previsto.

Junto a todo esto se suceden los expedientes de reducción de jornada con cargo al fondo del paro. La Administración llegó a poner dos veces los contadores a cero del paro consumido.

Pero como la cartera de pedidos no mejoraba, lo que se notaba claramente por la falta de actividad en los talleres, se siguieron sucediendo los expedientes de suspensión, en estos casos de seis y tres meses. Ya la gente se lo tomaba como con cierta naturalidad, aunque era muy frecuente que cuando alguno volvía del expediente ya no tenía ni mesa, ni taquilla, ni trabajo que hacer, por lo que muchas veces optaba por darse de baja en el médico.

En 1981 los americanos, que ya habían tomado la Casa Central de Madrid, se quedan poco menos que asombrados cuando comprueban que todos los trabajadores que fueron suspendidos 18 meses vuelven a su puesto de trabajo, porque así lo determina la legislación española que obraba en aquellos tiempos.

Como no comprendían esto, entre otras razones decidieron destituir como cabeza de turco al Director don Mateo González Robledo, que a su entender no era capaz de reducir la plantilla. Y para el cargo de Director nombraron a un "tapado" que ya llevaba tiempo en fábrica en la División de Herramental, en un oscuro despacho muy cercano a los servicios. Quien asignó este despacho al americano Scorgie nunca pudo imaginar que sería el nuevo Director.

Con este nuevo Director en fábrica, los americanos intentaron lavar su cara, y montarían la última caseta de Westinghouse que se celebró en la Feria de Mayo, y en donde se aprovechó para entregar gran cantidad de insignias atrasadas a los que habían cumplido 25 y 40 años de permanencia en la fábrica. Aquella caseta de Feria del año 1982 resultaría un éxito, y al cargo del bar de la misma estaría Antonio Sánchez Torres, excelente persona y mejor profesional. Rafael Parra Bermejo, que era el encargado del Economato, colaboró en facilitar las viandas que se le iban a entregar a los homenajeados y precisamente fue el que daría la voz de alarma al decir: "¡Nos han robado los langostinos!", langostinos que acababan de traer de la "Gamba de Oro", y habían dejado en el pilón de la fuente que había en la Pérgola, que quedaba junto al almacén del bar.

En aquel homenaje lucieron las mujeres como Esperanza Ponte, Amalia González, Isabel Rodríguez, Lola Herrera, y además el trabajador y gran poeta Francisco Carrasco, Rafael Alejandre, Bernardo Romero, Eduardo Palomino, Florentino Ratia y un montón de simpáticos compañeros.

Pasada la “fiesta” volvieron los problemas. El cubano-americano Jesús Iglesias, siempre en contacto vía fax con Estados Unidos, se empeña en aclarar las cuentas de Aparellaje de las que decía que todos los años, eran algo "amañadas" entre el Jefe de División y el Jefe de Administración.. Con informaciones como esta, Aparellaje ya estaba condenada.

En 1983 los americanos de Westinghouse en Madrid deciden que ni las suspensiones temporales, ni las reducciones de jornada, ni las bajas anticipadas, les resuelven para nada el exceso de plantilla que, según ellos, hay en la fábrica de Córdoba. Así que toman nuevas medidas.

Ya en el expediente del año 1978 los americanos sorprendieron pidiendo que se elaborara una lista "low perfomance" de la plantilla. Para ello pedían que cada jefe asignara una valoración a todos sus subordinados, que iría del 1 al 5. Luego el Departamento de Personal, de acuerdo con el expediente de faltas y absentismo, también asignaba una puntuación del 1 al 5 a cada trabajador.

Se pretendía así que todos los trabajadores, incluidos los jefes, tuvieran su valoración. Sumando "el informe del Jefe” y “el informe de Personal" se obtenía una valoración media para clasificar a todo el personal. Es curioso que a este trabajo que encargaron los americanos los jefes españoles apenas le concedieran importancia, y quizás por ello muchos se tomaron esta valoración medio en broma. Peor fue que otros la aprovecharon para venganzas y rencillas, valorando a veces con mal criterio en perjuicio del subordinado. Eran unos tiempos de constante disputas, envidias y tensión, por lo que realmente no era momento para ponerse a hacer una encuesta de este tipo.

Fuese objetivo o no, y dada la insistencia de los americanos, aquel trabajo que parecía una simple ocurrencia de alguno de ellos dio finalmente lugar a una lista “low perfomance". Metidos todos los datos en el ordenador daría un listado de "menor a mayor". Había por tanto ya una lista para seleccionar el excedente de plantilla que se quería en esta ocasión echar a la calle con todas las consecuencias.

Pues bien, el día 28 de octubre, y con la dichosa lista en las manos, lista que no era ni tan siquiera conocida por el Comité, los americanos se presentaron en Córdoba.  Estos fueron Mr. Besgtron, Mr. Pool, Mr. Scogie, Mr. Iglesias y Mr. Ericsson, así como el español Santos. Ya no se trataba de suspensiones: ahora se trataba de bajas definitivas, del orden de 600 trabajadores para una plantilla de 1.300. Una barbaridad.

Una de las veces que salió de la reunión el señor Santos, al que en Córdoba se le conocía como "El Cojo" por la ostensible cojera que tenía en un pie, dijo; "Ahí dentro incluso están partiendo a los tíos por la mitad para completar la lista que están haciendo". Aquello llegó por lo visto a oídos de Miguel Peláez, destacado miembro del Comité, que al empezar la asamblea prevista para las once de la mañana en la puerta de Dirección dijo: "Compañeros, ahí están los americanos manejando unas listas que ellos han confeccionado para echar a 600 compañeros a la calle. Debemos actuar. Pasemos uno a uno por el pasillo y por la puerta de Dirección mostrando nuestro descontento".

Cerca de 600 trabajadores pasaron, efectivamente, uno a uno, por el pasillo de Dirección, golpeando los cristales y la puerta de la sala. Hubo algunos que quizás se pasaron en sus formas y voces amenazantes de "¡despidos no!". Terminado aquel desfile, que duró cerca de una hora, salieron de inmediato los americanos, que se marcharon sin decir ni pío totalmente lívidos y asustados.

Según nos pudimos enterar, le faltó tiempo al señor Ericsson para contactar con Stuart Simpson, al que le relató el episodio que habían vivido. Desde Pittsburgh se ordenaría de inmediato al gabinete de Garrigues Walker que presentara la suspensión de pagos, que al parecer tenían ya preparada.

Nada más marcharse los americanos, el despacho de Director en Córdoba fue ocupado por Adolfo Plaza Alonso, un ejecutivo de la empresa que andaba casualmente por Córdoba para resolver unos problemas de calidad que se habían planteado, y que se consideró la máxima autoridad que había en esos momentos. En todo caso, dio la impresión de que ya existía “de facto” un triunvirato de poder: Sánchez Cámara, Pepe Aja y Adolfo Plaza (posiblemente la propia Westinghouse, entre bastidores lo nombró). 

Siguiendo con las complicaciones, la empresa Westinghouse es comprada por Arbobyl, grupo financiero con sede, nada menos, que en las islas Seychelles. La gestionó durante dos años sin realizar ninguna aportación de capital. Esta empresa “fantasma” puso al frente como Presidente a un tal Faccone, que se puso en contacto con la Junta de Andalucía para ver la posibilidad de explorar nuevas líneas de fabricación. Así se creó en Córdoba una empresa a la que se llamó "AEROVERSA", que se encargaría de fabricar un modelo de helicópteros que un ingeniero ambulante italiano llevaba de un lado para otro con evidentes dificultades de homologación. La Junta de Andalucía creyó desde primera hora en este proyecto y aportó dinero. El día de la prueba de voladura, en una pista que se improvisó en terrenos de la fábrica, el helicóptero y su piloto cayeron en el sembrado del cortijo de enfrente. Sería Emilio Molina, como Jefe de la Sección de "AEROVERSA", el que se encargaría de aportar documentación suficiente que analizaba las limitaciones de estos aparatos.

De forma simultánea a todas estas situaciones tragicómicas, la Junta estuvo durante un tiempo facilitando un talón a fondo perdido para el pago de nóminas. A por este talón se desplazaba todos los meses el Jefe de Personal, señor Moreno.

Pero, a trancas y barrancas, la fábrica supo defenderse de la suspensión de pagos, y hubo empresas que se caracterizaron por su ayuda. Tal es el caso de ITURRI, que actuó como intermediaria en casi todas las compras. También consta que la Junta de Andalucía medió ante Sevillana de Electricidad, para que determinados transformadores y productos eléctricos entraran en la cartera de pedidos de fábrica. Es de justicia reconocer estos apoyos.

Con Adolfo Plaza de Presidente en Madrid se levanta la suspensión de pagos el 15 de febrero de 1985, y se opta por volver al antiguo nombre de CENEMESA, para lo que se hacen los logotipos necesarios.

Los ejecutivos de CENEMESA creían que al levantar la suspensión de pagos todo el monte iba a ser orégano en el mercado de los transformadores, pues la otra gran competidora en ese sector, General Eléctrica, estaba entonces en “quiebra”. Pero obviaron que allí estaba un tal Xabier de Irala Estévez, y aunque esta empresa aparentemente estaba en "quiebra", sus almacenes estaban repletos de materias primas y podían fabricar transformadores para tirar por los suelos el mercado si hiciera falta. Este problema, y otros más con los que se encontró CENEMESA, dieron motivos para que Arbobyl adquiriera también a General Eléctrica Española y formara un conjunto para discutir su posible venta a una de las multinacionales que se habían interesado por ellas en 1988.

Después de muchas situaciones de incertidumbre y expedientes de suspensiones temporales que nunca se acababan, llega la noticia de que la ABB, el día 1 de julio de 1990, compra la empresa CENEMESA.

De aquella operación de compra se llegó a comentar quizás de forma algo infundada por fábrica de Córdoba, que algún compañero que intervino en esta operación de compra por parte de ABB, debió ser muy bien indemnizada su baja voluntaria, pues ya no se le volvió a ver el pelo por fábrica de Córdoba, que era en donde el tuvo su puesto de trabajo.

Los últimos trabajos del trasvase de personal de un sitio para otro, los terminó el señor Barzzola, sabiendo que él no iba a continuar, ya que los suecos de ABB venían a la fábrica de Córdoba "sabiendo demasiado" pues a señalados jefes los quitaron de la circulación.

Entre los acuerdos para la adquisición estaba desmantelar prácticamente Aparellaje. Los interruptores se fabricarían en ABB-SACE, y aquí solamente se quedaría el ensamblaje de algunos interruptores de 420 KV. Desaparecía la secciones de tornos, fresas, ajuste, chapistería, soldadura, montaje de interruptores MG, DHP, y MFA, así como el montaje de cuadros de AT, BT y Centros de Control de Motores. En una palabra desaparecía prácticamente toda la actividad de la División. Todo esto fue negociado, o mejor dicho liquidado, por José Antonio Sánchez Guirado, el ingeniero Jefe de la División de Aparellaje. Yo reprocharía a este hombre que consintió formar una bolsa de trabajadores, jóvenes en su mayoría, y que poco menos estaban condenados a "apuntar a parado", incluso dependiendo de forma extraña su nómina de ABB-Metron, fábrica de Viladecans (Barcelona). Menos mal que esta gente joven después de unos años de temor e incertidumbre por su puesto de trabajo se fueron incorporando poco a poco a transformadores, y hoy ya estarán todos jubilados.

También se desmantelaba Herramental que durante muchos años fuera el gran orgullo de CENEMESA. Como muestra de ello y de su gran nivel, hay que recordar que en 1956 se celebraron unas pruebas de ajuste para asignar una plaza de oficial de primera. La prueba que se eligió, en contra de lo habitual que era la "doble cola de milano", fue el ajuste de un hexágono a base de seis triángulos equiláteros. A la prueba concurrieron cuatro operarios: Luis Vélez Vargas, Juan Martínez Baena, Rafael Serrano "Serrajilla" y Enrique Téllez. A juicio de los que corrigieron las pruebas todas ellas fueron realizadas con mucha calidad. Tanto que al final se consultaría con un acreditado profesional llamado Contarini, que dijo que había que convencer al Jefe de Personal, Manuel Jaén, para que dieran cuatro plazas de ajustadores de primera. Pero su historia, y tantas otras, no sirvieron para nada: el taller de Herramental fue arrinconado en una nave del Aparellaje y, poco a poco, también liquidado.

El jefe de División que le tocó liquidar Aparellaje, fue trasladado a transformadores con el cargo de director de cualquier área de ABB, pero la verdad es que este granadino era un hombre muy enérgico y que siempre cuidó el quedar bien.



Fábrica de Transformadores


LA JOYA DE LA CORONA

Como máximo responsable de ABB en la fábrica de Córdoba se pone a Luis Carreras, persona con buen cartel en su fábrica de Reinosa, y que se viene aquí con su propio Jefe de Personal. Formarán un dúo muy compenetrado.

La llegada de ABB fue acogida con ciertas reservas. Recuerdo cuando Luis Carreras se llegaba por el pasillo de Dirección al despacho de Paco Moreno y le confirmaría que en la nueva organización ya no se contaba con él. Aquello le debió suponer un gran golpe, como me lo confirmaría el día que le visité en aquella oficina provisional que durante un corto tiempo le montaron cerca de la calle Morería para liquidar los asuntos que hubiera de la vieja CENEMESA.

Al principio del año 1990, con la entrada de ABB, se empezó a liquidar, como estaba previsto en los acuerdos, la División de Aparellaje, a la que se llamó ABB-Subestaciones. Igualmente se hizo con Herramental, que de contar con su histórica nave pasó a un mero rincón de Aparellaje.

En Transformadores, sin embargo, parecía que todo iría bien… pero ya se estaba preparado el expediente pactado de 330 prejubilaciones que tendría lugar en el año 1993. Ahí cogieron hasta compañeros que acababan de cumplir los 51 años. Con independencia de este expediente que nos tenían “reservado”, ya la nueva organización de la fábrica de ABB nos “obsequió” con los siguientes detalles a modo de preámbulo:

1.-Eliminaron la costumbre tradicional del pago de anticipos a los trabajadores, que desde el mismo año de nacimiento de la empresa en 1930 se venía haciendo.

2.--Borraron de un plumazo el Economato de fábrica sin dar ninguna compensación a cambio, con todo lo que representaba para la economía familiar.

3.-Aumentaron la jornada de trabajo. Incluso al personal de oficinas, que tradicionalmente había conseguido la jornada continuada, lo hicieron trabajar por la tarde, comiendo en la fábrica.

4.-Se igualó el valor de los quinquenios de todos los profesionales, sin respetar el sueldo o las ventajas adquiridas con el tiempo.

5.-Redujeron sensiblemente el valor de las dietas de los trabajadores que salían al exterior, hasta el punto que en determinados casos ya no compensaba salir fuera.

6.-Revisaron unilateralmente los criterios de los complementos por tóxicos, penosos y peligrosos.

7.-Casi desde el primer día empezaron a subcontratar los trabajos que siempre se hicieron en el taller de carpintería, cerrándolo por completo al poco tiempo.

8.-Empezaron los estudios para llevarse la calderería y el formado de las cubas de los transformadores. Dejaron su nave completamente sola, sin nadie.

9.-Comenzaron a preparar el "producto común" referido al bobinado de columnas, que también empezaron a mandar fuera.

10.-De la noche a la mañana dejaron la nave de aislantes sin actividad, porque enviaron a la calle toda la ejecución de aislantes, corrugados y canales curvos. La nave posiblemente más grande de toda la fábrica quedaba así totalmente vacía.

11.-Se mandaba ya a la calle la ejecución, montaje y cableado de las cabinas de ventiladores o refrigeración, que siempre se había hecho en Aparellaje.

En suma, que si los americanos hablaban de "plantilla equivalente" y suspensiones temporales, el equipo que formó el citado Luis Carreras empezó a trabajar haciendo estudios de aquí para allá, no ya para reducir la plantilla con expedientes de prejubilaciones, sino para ir dejando las naves vacías sin actividad.

Aunque era evidente que el perito Luis Carreras había venido a Córdoba,  con plenos poderes sobre toda la fábrica, y muy especialmente en la fábrica de transformadores, en donde tenía su despacho. Pero era obvio me decía un ingeniero ya jubilado, que este Luis Carreras a nivel de conocimiento de los transformadores no podía competir ni con Antonio Marín y menos aún con Ignacio Guisado, por lo que este hombre vendría con tanto poder seguramente a otra cosa. Mientras los Marín y compañía conseguían fabricar un transformador de 1.000.0000 de KVA, que constituía todo un importante hito de fabricación y tecnológico, este Luis Carreras, debería estar centrado en el proyecto: "PRODUCTO COMÚN" para lo que supo rodearse de gente adecuada y experta en temas de fabricación e informática, a los que consideró y muy bien económicamente. En este equipo de trabajo intervino desde primera hora el perito Chacón Ledesma, conocedor perfectamente de la fabricación y la informática. Pero además hubo otras personas que trabajaron en esto con ahínco. Un día y sentado en la avenida de Barcelona, coincidí con Chacón Ledesma, que se estaba reponiendo de una enfermedad y hablando de fábrica le pregunté que era eso del "PROYECTO COMÚN" y él  me llegó a decir. "Ese proyecto de inter-conexión de datos, planos y documentación, entre empresas de ABB, por lo pronto evitará el efecto de cualquier huelga que se pueda producir, pues el proceso productivo si se quiere y corre prisa, se podrá realizar en cualquier otro lugar". Esta explicación así expresada de forma sencilla, nos hace comprender que por esa razón la fábrica se está desmantelando nave a nave y sección a sección, y eso por razones económicas no hay quien lo pare.

Y mucha gente llegaría a preguntarse: ¿Qué pensaría Luis "Cartones" si levantara la cabeza y os viera después de haberle dejado su amplia nave poco menos que para jugar al futbol, esa nave con las veces que Enrique Repullo y Murillo Velarde tuvieron que modificar el molde para obtener correctamente los canales del corrugado que se encargaba de hacer el “gordo” Domínguez? ¿Qué sentirá Diego Leiva Asensio, que entró de aprendiz en esa carpintería y la fue montando maquina a máquina  logrando que su sección fuera de las más dinámicas, por su dedicación y ocupación permanente?. Qué hablar de esa calderería, que recibiera el calificativo simpático de "los húngaros". Qué decir de Daniel León, Pablo Molina, Enrique Fernández, Manuel Díaz "El Fresco", Eloy García, Jorge Orden, Cruz Gordillo, Antonio Trenas, Rafael Rincón, Rafael López, Alfonso Chofles, o el simpático "Majo". Tantas horas trabajando en medio de aquellos tremendos ruidos, y cada día aprendiendo una cosa más. ¿De qué sirvió que aquella generación se entregara como lo hizo, para que ahora sus nietos no puedan disfrutar de un posible puesto de trabajo en donde trabajara su abuelo?

Y luego, al autor y responsable principal de toda esta diáspora de trabajos a la calle le facilitaron hasta un caballo para hacerle agradable su estancia en Córdoba. Y es que en Córdoba somos muy hidalgos.

…Llegó la ABB, de capital sueco, ese país “modelo” de socialdemocracia, el del famoso Olof Palme, y va a hacer desaparecer nuestra CENEMESA, nuestra Westinghouse, aquella fábrica entrañable que a tantas familias dio de comer y donde tanto y tan bien se trabajó. Han pasado ya más de 25 años de aquello, y lo malo de todo esto es que los sindicatos de hoy día están sin saber qué hacer ante una política iniciada y fomentada desde entonces. Y mientras, nuestros hijos y nuestros nietos ya no encontrarán ni rastro de la fábrica en la que durante 42 años trabajó su padre y abuelo. ¡No podemos consentirlo!

 Desgraciadamente todo este relato habría que añadirlo a los relatos del libro "LA CÓRDOBA QUE SE NOS FUE".