De
aquellos "barros” vinieron estos "lodos", que tanto preocupan en
este 2019 a los jóvenes cordobeses que constituyen la ya exigua plantilla de la
actual ABB, una fábrica histórica de Córdoba…
Durante
muchos años se llamó CENEMESA, su nombre original. Luego WESTINGHOUSE, de nuevo
CENEMESA, y hoy día, por el momento, la citada ABB. Empezó a funcionar como tal
en la línea de motores y pequeños transformadores de distribución allá por el lejano
año 1930. Siendo prácticamente una nave de reparación de los muchos motores que
entonces había en la Electro Mecánicas (SECEM), el Consejo de Administración de
ésta decidió segregarla como empresa independiente y dedicarla por entero a la
fabricación de motores. Por eso, durante algunos años los miembros de Consejo
de Administración de ambas empresas fueron prácticamente los mismos.
El
que fuera en su origen una nave que en su día perteneció a SECEM lo demostraban
los letreros de las fuentes que había esparcidas por el patio, e incluso el
gran pozo que estaba nada más a la entrada y que era compartido con la Electro
Mecánicas. Incluso se entraba por los mismos accesos, hasta que a principios de
1970, siendo ya Westinghouse, se abrieron los suyos propios, que son los que
existen actualmente con sus aparcamientos.
A
aquella fábrica de motores original se le conocía como "Fábrica
Primera" o "Fábrica de Rotativas". A principio de los años sesenta
del pasado siglo el Jefe de División era don Elías Romo Baldominos, un joven ingeniero que había
llegado desde Guadalajara. Como Jefe de Taller actuaba un tal Sánchez Cañas,
que lo era todo en esta fábrica, y que ejercía su mando sobre un grupo de
maestros: Luis Aguilar, Basuste, Barrena, Ramos, Mora, Chups, Galvín,
Monturque, Morales, López, Ruz, Muñoz, Evaristo Monserrat, etc. Aquello
funcionaba de maravilla con un ritmo modélico. Baste decir que las prensas donde
se perforaban los estator y los rotor de los motores no paraban de funcionar
durante las 24 horas, muchas veces a las órdenes de Luis Hernández Fernández,
al que cariñosamente se le conocía como "El Tarta". El Servicio de Verificación
estaba en manos de Tinoco de la Peña, y Mariano García, con Tafur Jorge como
responsable del Servicio. En la Oficina Técnica aparecían por allí Rafael
Morales, Antonio González, Enrique de Vigueras y Rafael Lucena. Y en el
Departamento de Proyectos y Delineación estaban entre otros don Manuel Ocaña
Jiménez (sí, el insigne arabista), Juan de Ávalos y Vicente Crespo, cuyas oficinas
de delineación se encontraban en Madrid, en Casa Central (Gran Vía).
Pasado
el tiempo, el mismo don Manuel Ocaña nos comentaría que aquella planta de
producir motores, durante los años 1940-50, subió de forma exponencial. Un auténtico
éxito y un orgullo para Córdoba que fabricaba toda clase de motores y en
especial los de 1/4 de caballo que demandaba sin parar la industria en auge de los
electrodomésticos. De aquel Servicio de Expediciones a cargo del señor Martínez,
salían todos los meses auténticos cargamentos. Aquí, entre nosotros, los
solíamos llamar motor "Carsa" y motor "Edesa". También se
hacían otros motores de mayor potencia y envergadura.
Era
un lujo entrar en la llamada "Sala de los motores Edesa o Carsa", en la
que unas sesenta muchachas jóvenes, y otras menos jóvenes, se dedicaban a
engarzar las bobinas dentro de los estator, haciendo posteriormente el
conexionado. Se habilitó totalmente climatizada, con sus puestos de trabajo
perfectamente organizados. Había un suministrador de materiales, bobinas, picos,
aislantes, etc. que continuamente iba reponiendo las distintas bateas, justo al
alcance de las manos de las bobinadoras. Aunque había muchas y eficaces jóvenes
también quiero citar aquí a otras un poco mayores como Antoñita Haro, Rafaelita
Roldán, Consuelo Simón y María Alcaide. Esta última, que posiblemente podía
doblar la edad a la mayoría de las jóvenes, era considerada por todas la más
ágil y eficaz. Y aquellas muchachas como Rafaela Roca, Antonia Vázquez, Carmen López,
Isabelita Hernández, la singular "Sofía", María González, Rafi López,
Rosario Rodríguez, María Luque, Dolores Jurado, etc. etc. Llenaban aquella sala
de juventud y eficacia.
Mediante
una amplia puerta de tipo batiente la sala estaba aislada del resto de la
fábrica, donde las prensas, los tornos y demás profesionales elaboraban todo el
despiece de los motores. Allí se cobraba lo que se llamaba "beneficio"
o “prima”, un porcentaje sobre el sueldo, que en algunos oficios era medido de
acuerdo a unos tiempos asignados, y en otros casos era el propio maestro de la
sección el que lo asignaba.
Por
aquellos tiempos la "autoridad sindical" que existía en la fábrica
eran un tal José Carmona, Paco Fresco, y Manuel González, todos bobinadores.
Trataban de encauzar cualquier problema o reclamación que se planteara, pero no
cabe duda de que fue una época de poca conflictividad.
…
Pero al principio de los citados años sesenta, los dueños de CENEMESA, vascos
que en su mayoría residían en el Barrio de Neguri de Gecho, deciden llevarse
los motores al norte, a la fábrica que CENEMESA tenía en Bilbao. Entre otras
cosas “argumentaron” que la mayoría de fabricas que producían la llamada
"gama blanca" de los electrodomésticos estaban en el norte, aparte de
que se contaba con la proximidad y utilidad del puerto de Bilbao.
Esto
nos lo transmitió don Manuel Ocaña, siempre bien informado. Pero en Córdoba, y
ante las autoridades de la Delegación de Trabajo, los dueños esgrimieron otra
causa: "razones de productividad". Junto a Antonio Arjona me tocó
trabajar en un informe de productividad a las órdenes de Rafael Morales
Rodríguez. Recuerdo que se eligieron a tres de estas chicas y se les llevó al
despacho de un tal señor Ros para que estuvieran tranquilas y sin afectarse de
ninguna influencia, y entre otros parámetros analizamos el magnífico trabajo las
bobinadoras Isabelita Hernández, Chari
López y la llamada "Sofía" (esta última recuerdo que se le llamaba
así por su enorme parecido con Sofía Loren, que estaba de moda en aquellas
fechas por el estreno de la película "El Cid Campeador). Todo en aquel informe
demostraba que se llevaban los motores al norte simplemente porque sí. Sus
alegadas “razones de productividad” no se tenían en pie. Fue el primer golpe.
Ya
metidos en el año 1963 es cuando se toma la decisión de llevarse de forma
definitiva los motores. La mayor parte del
personal de su planta fue absorbido por las fábricas que con la ayuda de
capital de Westinghouse se habían levantado en 1955 al otro lado de la vía de
Málaga: la fábrica de Transformadores de gran potencia, la fábrica de
Herramental y la fábrica de Aparellaje, dedicada a la fabricación de aparatos y
cuadros de cabinas. La mayoría de estas bobinadoras jóvenes abandonaron la
fábrica, en cambio las que eran algo mayores y más antiguas en la fábrica fueron
reubicadas en otros puestos de trabajo, relacionados con el economato,
mantenimiento y limpieza general de fábrica, en donde se jubilaron la mayoría..
Con
estos reajustes de personal, unos posiblemente hicieran falta en sus nuevos
puestos de trabajo, pero no cabe duda de que otros fueron a engrosar una
plantilla que ya estaba entonces algo sobredimensionada. Sólo la gran
rentabilidad de la fábrica de transformadores, que daba ganancias para todo,
hizo que este exceso de plantilla se pudiera soportar, y es que nos decía
Dionisio Palacios que estaba en la oficina de ofertas, que asignaras el plazo
de entrega que pusieras al final el transformador se convertía en pedido y se
vendía a buen precio...
En el
año 1966 Westinghouse se hace con la mayoría del accionariado de CENEMESA y la
fábrica cambia su nombre. Comienza a ir todo sin grandes problemas, bien en el
terreno de la carga de trabajo y la facturación, bien en el terreno de los
conflictos laborales, ya que sólo se habían apreciado ciertos conflictos un
poco antes, a raíz de la subida del salario mínimo a las 1.800 pesetas
mensuales (1964). Surgieron en la zona denominada "Las Cortinas", que
era el lugar de la Sección de Soldadura. Allí estaban Blas Pérez Poyato y
Rafael Conejo Córdoba, de Aparellaje, dos enlaces sindicales muy activos y
críticos con la dirección de la fábrica, llegándose a plantear por estas fechas
los primeros conatos de "bajo rendimiento" que causaron algunos
dolores de cabeza a don Manuel Jaén Lacalle, que era por aquellas fechas el Jefe
de Personal. Fue el primer conflicto que se planteo en fábrica de Córdoba
prácticamente desde que empezara a funcionar en 1930. Al final las disputas se
resolvieron y la cosa quedó relativamente en paz.
En
aquellos tiempos las relaciones y reuniones con el Jurado de Empresa las
presidía el señor Ordiales, Jefe Administrativo, y por tanto el responsable de
los “dineros”. Al depender directamente de Madrid se sentía un tanto
independiente de la autoridad del Director de fábrica, al que le reportaba
simplemente como responsable final. Cualquier petición económica que plantearan
los trabajadores era su Servicio de Administración quien la evaluaba y lo
cuantificaba. El papel del Director de fábrica incidía sólo en el proceso
productivo.
En
este contexto, la labor del Departamento de Personal era puramente
administrativa, procurando que la legalidad de las ordenanzas laborales se
llevara a cabo, tanto en cambios de categoría por ascensos o por concurso
oposición, "asignaba" su cuadro salarial de acuerdo con la legalidad
y teniendo en cuenta la antigüedad. También marcaba las incidencias que en las
nóminas pudieran suponer las bajas por enfermedad, por accidente o cualquier
otra incidencia, como complementos por tóxicos, penosos o peligrosos.
Lógicamente también controlaba los partes de asistencia a fábrica que a diario se
recibían del fichero.
En ese
mismo año 1966, don Manuel Jaén Lacalle es destinado a Madrid para ocupar la
Dirección de Personal de la sociedad. En Córdoba su puesto de Jefe de Personal
es ocupado, por un joven don Tomás Rubio. También hay cambios más arriba, y el
Director cambia a Alfonso López, desde hacía mucho tiempo Secretario de
Dirección. Allí colocó al siempre "bien vestido" Francisco Moreno,
que ya tuvo libertad para andar de aquí para allá y tener acceso a determinados
papeles que llegaban y salían en el correo diario que producía y recibía la
fábrica, y no cabe duda de que esta información era algo importante. Y es que
en Secretaría de dirección era en donde se franqueaba todo el correo que
producían los distintos departamentos de fábrica.
Pero
Tomás Rubio, quizás por su juventud o por falta de experiencia, fue sustituido
en menos de un año. De esta forma en 1967 el nuevo Jefe de Personal será el
citado Francisco Moreno, que algunos del taller llamaban "Cano"
cuando jugaba al fútbol, una de sus pasiones. Aquel cambio fue acogido en la
oficina de Personal con alegría de unos y con gran desagrado por Antonio
Herrera, que comandaba aquella “tropa”. Interpretaba que por categoría a él le
correspondía dicho puesto.
Francisco
Moreno del Rosal, natural de Montoro, siempre cuidaba su imagen y presencia,
por lo que destacaba claramente en aquel Departamento de Personal. Un
departamento con poco bagaje "cara al público", salvo Agustín Bravo y
Antonio Fuentes. Asumió su nombramiento e incluso invitó a comer a Antonio
Herrera, para deshacer cualquier entuerto y contar con su importante
aportación. Por fábrica se comentaba que en ese encuentro comida le convenció y
le debió de prometer un buen sueldo, por lo que empezó a colaborar y bastante
con él. Antonio Herrera era un buen trabajador y con mucha experiencia.
Casi
a la llegada del señor Moreno a la jefatura de Personal, paralelamente se
marcha también el señor Porras que había sido el Asesor Jurídico de Personal.
También se va de fábrica el señor Ordiales con lo que deja también la
presidencia de las reuniones con el Jurado de Empresa. El Director reacciona
rápido y busca a Carlos Fernández, abogado joven y preparado; que era cuñado
del ingeniero Barrena. y para los temas en relación con el Jurado de Empresa también
ficha a José Ruiz López, secretario del sindicato del metal, para que con su
experiencia le ayudaría a presidir las reuniones del Jurado de Empresa.
En
poco tiempo se toma la decisión de que las reuniones con los sindicatos sean
cosa de Personal, y por tanto será Francisco Moreno del Rosal el encargado de
esta gestión. Aunque podía utilizar a José Ruiz López, que se había situado
como Subjefe de Personal. Las pocas posibilidades en las que le deja actuar a
tal Ruiz López, terminan por aburrir a este hombre que se vuelve a su puesto en
los sindicatos al poco tiempo.
Afortunadamente
para Moreno, que se ve capaz de todo, da con un gran y experimentado Rafael
Morales Rodríguez, colaborador del ingeniero señor Miranda: uno de los mejores
organizadores que tuvo la fábrica en las labores de producción, autor entre
otras cosas de la implantación del SISTEMA ORMIG de documentación, que funcionó
eficazmente durante muchos años en las tres fábricas. El citado Rafael
Rodríguez, ya intervino en una valoración de puestos de trabajo que se realizó
a nivel de fábrica, y demostró en ello, su alta capacidad en estos temas. Pero
es que además Rafael Morales era todo un maestro en tema de tiempos, incentivos
y en asuntos relacionados con la reglamentación. Se puede decir que en este
"sabio", un tanto desaliñado, por su enorme estatura (sin duda el
hombre más alto de la fábrica) se apoyó Francisco Moreno para su gestión como Jefe
de Personal. El citado Morales fue el hombre que redactó la mayoría de
Convenios Colectivos que se llegaron a firmar en la fábrica, y que muchas veces
sirvieron de modelo hasta para la propia Delegación de Trabajo, que los
utilizaba para sus Convenios Provinciales del Sector.
Por
otra parte, a nivel de números y presupuestos se apoyó en el fiel y trabajador
Juan Arjona, que sustituyó en la nómina del personal empleado a Rafael Araujo,
al que se le buscó acomodo en el
servicio de Caja de fábrica. Igual se haría con Agustín Bravo, que lo envió como
Jefe de Expediciones.
El
aprendizaje de Paco Moreno siguió en aumento cuando supo convertir su despacho
en poco menos que el "confesionario" por donde llegaron a pasar
durante horas algunos señalados líderes sindicales: García Contreras, Jiménez
Costilla, Germán Toledo, Emilio Fernández, Laureano Mohedano y tantos y tantos
que inevitablemente lo tenían al día de todo lo que iba a acontecer en fábrica.
Hubo quien llegó a decir quizás de forma algo infundada, que daba la impresión
de que muchas veces entre Moreno y el "Cojo" Santos, planteaban
problemas aparentemente insolubles en aquellas reuniones interminables del
Hotel Mindanao de Madrid, y que luego se resolvían de la forma más eficaz y
rápida. No cabe duda que esta capacidad de resolver problemas le hizo ganar
enteros, y buena subida en sus emolumentos, Hay que decir que en aquel Hotel
Mindanao de Madrid y durante mucho tiempo los miembros del llamado Comité
Inter-centros, iban y venían todas las semanas a Madrid para asistir a las
reuniones que se celebraban en un importante salón del citado Hotel.
Tanta
importancia se le dio a este puesto de Jefe de Personal de Córdoba (cuyo sueldo
era de los más importantes, después del propio Director) que aprovechando que a
Paco Moreno le dio un infarto, le faltó tiempo al "Cojo" Santos de
Madrid para venirse corriendo para Córdoba. Incluso dio una comida a los
empleados del Departamento en el Restaurante Almudaina. Pero al enfermo, aun
convaleciente, le avisaron, y de forma inesperada un día se presentó en la fábrica
y dio otra comida en el Club Hípico. Aquello mostraba a las claras lo cogido
con alfileres que estaba este puesto de Jefe de Personal y la necesidad de
estar al “quite”.
Mientras,
en el ámbito sindical, Blas Pérez, Rafael Conejo, Rafael Caballero, Emilio
Fernández, Rafael Díaz, Antonio Galindo, etc. seguían con su labor, consiguiendo
bastantes mejoras para los trabajadores. Pero todo iba a cambiar en poco
tiempo.
En
1973, la “guerra relámpago” del Jom Kippur entre árabes y judíos (8 de octubre)
fue el detonante inesperado que sacó a la luz una crisis económica que afectó
por igual a toda la Europa occidental, pero que llegaría a España unos años
después, quizás por su desconexión económica. Así, todavía en 1975, según
constaba en el gráfico que realizara el eficiente delineante proyectista Luis
Anguís para el despacho del Director, había en la fábrica una plantilla de
1.780 trabajadores, 1.100 ligados al taller y 680 como personal indirecto o
empleado de oficinas. A partir de ahí todo fue bajando.
Durante
la llamada Transición política (1973-1978) el talante sindical de la fábrica
pasa a ser dominado por el sindicato Comisiones Obreras. Aunque en los primeros
años aún no era legal, de hecho ya copaban de alguna forma todos los puestos del
Comité: Lucas León, José Ángel Cortes, Manuel Alcalá, Miguel Castilla, Manuel
Rubia, Juan Jiménez, Rafael García, etc. Se entró en una dinámica de
reivindicaciones constante. El estilo y la forma de convocatoria que se ejercía
sobre los trabajadores, por medio de las asambleas de fábrica, ya era un
fenómeno mayoritario y potente, y aparecieron los primeros encierros y huelgas.
Todo aquel periodo de presión social precipitó la salida del Director de la
fábrica Cristóbal Sánchez Mayendía, que entregó el cargo a Mateo González
Robledo en 1978.
Don
Mateo González Robledo era por encima de todo una persona honrada y un gran
profesional. Su capacidad la había demostrado como Jefe de Fabricación de Transformadores,
en la que llevó a cabo el relanzamiento de esta rama de la fábrica y una gran
ampliación. En este trabajo se sintió secundado por el ingeniero Eduardo Alonso
Luna, que trabajó codo con codo con él, consiguiendo una fábrica posiblemente de
las más modernas de Europa.
Pero
en aquellos años, la crisis en el sector de bienes de equipo que se palpaba coincidió
con la llegada de los americanos a Casa Central de Madrid. Desde allí querían
intervenir en todos los campos. La cabeza visible era Stuart Simpson, como Presidente,
y el señor Ericsson como Jefe de Operaciones. Lo lamentable era que se querían
enterar de todo, pero no conocían ni entendían para nada nuestra Reglamentación
Laboral, lo que planteó muchos problemas.
Ya en
1978, ante la caída de la cartera de pedidos, los americanos platearon a los
sindicatos Comisiones Obreras y UGT que había que adaptar la plantilla de
fábrica con el nivel que tenía la cartera. O lo que es igual, había que lograr "una
plantilla equivalente". Con este objeto encargaron al ingeniero de fábrica
José M. Retenaga que elaborara dicha "plantilla equivalente",
auxiliado por la empresa SOFEMASA, que pondría sus impresos y su logotipo para
darle cobertura legal al informe.
Para
realizar este trabajo, el señor Retenaga se recorrió en compañía de un señor de
la SOFEMASA toda la fábrica, departamento por departamento y servicio por
servicio. Igualmente todas las secciones de taller. Esta labor se realizó en
poco más de dos semanas, y de allí lo único que se estableció fue el personal
que se consideraba sobrante, para adaptarlo
al número exigido de "plantilla equivalente".
Aquel
informe causaría un gran revuelo, pues había servicios o departamentos a los
que prácticamente los dejaban en "cruz y en cuadro" como se suele
decir, dejando una sensación de malestar generalizado en toda la fábrica. Pero
de una forma u otra este informe tomaría cuerpo oficial y en todas las reuniones
que se discutía con el Comité.
Sin
aceptar esta lista, en la que se hablaba (sin citar nombres) que sobraban de
momento 318 trabajadores, los sindicatos lograron al menos obtener de la empresa
que se utilizaran unos criterios objetivos a la hora de elegir el nombre del
posible personal sobrante. De todo el follón que iba a venir después quizás
este acuerdo fuera lo más sensato que se acordó.
Después
de muchas asambleas, muchos paros, y hasta algún encierro por parte de los
trabajadores, el Comité en una asamblea general habla de aceptar el expediente
de suspensiones, pero con condiciones. Esto lo comunicó José A. Cortés, Secretario
del Comité y que además tenía el aval de su carrera de Derecho terminada.
Así,
antes de que acabara el año 78, se prepara el expediente de suspensión temporal
de 318 trabajadores y cada Jefe de Servicio, Departamento o Sección facilita
los nombres del personal que debe ir incluido. El Departamento de Personal lo
único que hace es velar porque se cumplan los llamados "criterios objetivos" pactados con el Comité.
En la
actitud de los jefes a la hora de facilitar estas relaciones de personal
sobrante hubo de todo. Algunos comportamientos lamentables, de jefes a los que
les daba todo igual, incluso dando a Personal todo el listado y aunque fuera
medio en broma añadían: "Ahí tienes. Si puedes los metes a todos".
Otros en cambio daban su relación con evidente preocupación, y decían:
"Doy la relación porque no tengo más remedio que darla". En este
aspecto quiero destacar la caballerosidad de un jefe, Ignacio Guisado
Balazantegui, que al pedirle su relación contestó: "Yo no tengo que dar
relación ninguna. Por mi parte que los nombres los dé el Director de la fábrica
o el Jefe de Personal, ya que yo no estoy aquí para echar a nadie a la
calle".
Aprobado
el expediente a finales de 1978, el Comité consiguió de la empresa que a los
trabajadores que se marchaban se les diera una pequeña indemnización, siempre
en función de su salario y antigüedad, entre las 200.000 y las 350.000 pesetas.
Hay
que recordar a este respeto que siendo la cosa del expediente una cosa tan
seria, y que a muchas personas le pudo costar hasta una enfermedad, se dio el
caso de que algún concejal del Ayuntamiento de Córdoba, que al estar en
excedencia oficial en razón de su cargo público que ostentaba tuvo la “frescura”
de pedir el ingreso en fábrica, para a renglón seguido ser incluido de forma
voluntaria en ese expediente y tener por tanto derecho a su indemnización. Este
“vivales”, porque así hay que considerarlo, repetiría un par de veces esta
"operación" de pedir el ingreso y aparecer en los expedientes y tener
derecho a la indemnización
Habría
mucho que hablar de determinados comportamientos a la hora de pagar sueldos y
otras bagatelas a algunos políticos que estaban cesantes en la empresa, y es
que a la fábrica le interesaba el tenerlos contentos, bien con la mejor bolsa
de Navidad, o incluso el sueldo, aunque como hemos dicho estuviera dado de baja
en la empresa en función de su cargo. Pero esa es otra historia. Juan Arjona se
llevaría muchos secretos de estos a la tumba..
Paralelamente
a estas suspensiones, la empresa Westinghouse había destinado 6.250 millones de
pesetas para prejubilaciones y bajas voluntarias. Además de 1.250 millones más que
recibió de la Administración del Estado. Aquella dinámica, desgraciadamente, no
iba a pararse.
Así,
el chorreo de prejubilaciones fue continuo, sobre todo entre las personas de
más de 58 años. Hasta el 1984 se habían marchado casi 120 trabajadores con una
indemnización media de 3.500.000
pesetas, valor algo superior a lo que los americanos habían previsto.
Junto
a todo esto se suceden los expedientes de reducción de jornada con cargo al
fondo del paro. La Administración llegó a poner dos veces los contadores a cero
del paro consumido.
Pero
como la cartera de pedidos no mejoraba, lo que se notaba claramente por la
falta de actividad en los talleres, se siguieron sucediendo los expedientes de
suspensión, en estos casos de seis y tres meses. Ya la gente se lo tomaba como
con cierta naturalidad, aunque era muy frecuente que cuando alguno volvía del
expediente ya no tenía ni mesa, ni taquilla, ni trabajo que hacer, por lo que
muchas veces optaba por darse de baja en el médico.
En
1981 los americanos, que ya habían tomado la Casa Central de Madrid, se quedan
poco menos que asombrados cuando comprueban que todos los trabajadores que
fueron suspendidos 18 meses vuelven a su puesto de trabajo, porque así lo
determina la legislación española que obraba en aquellos tiempos.
Como
no comprendían esto, entre otras razones decidieron destituir como cabeza de
turco al Director don Mateo González Robledo, que a su entender no era capaz de
reducir la plantilla. Y para el cargo de Director nombraron a un
"tapado" que ya llevaba tiempo en fábrica en la División de
Herramental, en un oscuro despacho muy cercano a los servicios. Quien asignó
este despacho al americano Scorgie nunca pudo imaginar que sería el nuevo Director.
Con
este nuevo Director en fábrica, los americanos intentaron lavar su cara, y montarían
la última caseta de Westinghouse que se celebró en la Feria de Mayo, y en donde
se aprovechó para entregar gran cantidad de insignias atrasadas a los que habían
cumplido 25 y 40 años de permanencia en la fábrica. Aquella caseta de Feria del
año 1982 resultaría un éxito, y al cargo del bar de la misma estaría Antonio
Sánchez Torres, excelente persona y mejor profesional. Rafael Parra Bermejo,
que era el encargado del Economato, colaboró en facilitar las viandas que se le
iban a entregar a los homenajeados y precisamente fue el que daría la voz de
alarma al decir: "¡Nos han robado los langostinos!", langostinos que acababan
de traer de la "Gamba de Oro", y habían dejado en el pilón de la fuente
que había en la Pérgola, que quedaba junto al almacén del bar.
En
aquel homenaje lucieron las mujeres como Esperanza Ponte, Amalia González,
Isabel Rodríguez, Lola Herrera, y además el trabajador y gran poeta Francisco
Carrasco, Rafael Alejandre, Bernardo Romero, Eduardo Palomino, Florentino Ratia
y un montón de simpáticos compañeros.
Pasada
la “fiesta” volvieron los problemas. El cubano-americano Jesús Iglesias,
siempre en contacto vía fax con Estados Unidos, se empeña en aclarar las
cuentas de Aparellaje de las que decía que todos los años, eran algo
"amañadas" entre el Jefe de División y el Jefe de Administración..
Con informaciones como esta, Aparellaje ya estaba condenada.
En
1983 los americanos de Westinghouse en Madrid deciden que ni las suspensiones
temporales, ni las reducciones de jornada, ni las bajas anticipadas, les resuelven
para nada el exceso de plantilla que, según ellos, hay en la fábrica de
Córdoba. Así que toman nuevas medidas.
Ya en
el expediente del año 1978 los americanos sorprendieron pidiendo que se
elaborara una lista "low perfomance" de la plantilla. Para ello
pedían que cada jefe asignara una valoración a todos sus subordinados, que iría
del 1 al 5. Luego el Departamento de Personal, de acuerdo con el expediente de
faltas y absentismo, también asignaba una puntuación del 1 al 5 a cada
trabajador.
Se
pretendía así que todos los trabajadores, incluidos los jefes, tuvieran su
valoración. Sumando "el informe del Jefe” y “el informe de Personal"
se obtenía una valoración media para clasificar a todo el personal. Es curioso
que a este trabajo que encargaron los americanos los jefes españoles apenas le
concedieran importancia, y quizás por ello muchos se tomaron esta valoración
medio en broma. Peor fue que otros la aprovecharon para venganzas y rencillas,
valorando a veces con mal criterio en perjuicio del subordinado. Eran unos
tiempos de constante disputas, envidias y tensión, por lo que realmente no era
momento para ponerse a hacer una encuesta de este tipo.
Fuese
objetivo o no, y dada la insistencia de los americanos, aquel trabajo que
parecía una simple ocurrencia de alguno de ellos dio finalmente lugar a una
lista “low perfomance". Metidos todos los datos en el ordenador daría un
listado de "menor a mayor". Había por tanto ya una lista para
seleccionar el excedente de plantilla que se quería en esta ocasión echar a la
calle con todas las consecuencias.
Pues
bien, el día 28 de octubre, y con la dichosa lista en las manos, lista que no
era ni tan siquiera conocida por el Comité, los americanos se presentaron en
Córdoba. Estos fueron Mr. Besgtron, Mr. Pool,
Mr. Scogie, Mr. Iglesias y Mr. Ericsson, así como el español Santos. Ya no se
trataba de suspensiones: ahora se trataba de bajas definitivas, del orden de
600 trabajadores para una plantilla de 1.300. Una barbaridad.
Una de las veces
que salió de la reunión el señor Santos, al que en Córdoba se le conocía como
"El Cojo" por la ostensible cojera que tenía en un pie, dijo;
"Ahí dentro incluso están partiendo a los tíos por la mitad para completar
la lista que están haciendo". Aquello llegó por lo visto a oídos de Miguel
Peláez, destacado miembro del Comité, que al empezar la asamblea prevista para
las once de la mañana en la puerta de Dirección dijo: "Compañeros, ahí
están los americanos manejando unas listas que ellos han confeccionado para
echar a 600 compañeros a la calle. Debemos actuar. Pasemos uno a uno por el
pasillo y por la puerta de Dirección mostrando nuestro descontento".
Cerca de 600
trabajadores pasaron, efectivamente, uno a uno, por el pasillo de Dirección,
golpeando los cristales y la puerta de la sala. Hubo algunos que quizás se
pasaron en sus formas y voces amenazantes de "¡despidos no!".
Terminado aquel desfile, que duró cerca de una hora, salieron de inmediato los
americanos, que se marcharon sin decir ni pío totalmente lívidos y asustados.
Según nos
pudimos enterar, le faltó tiempo al señor Ericsson para contactar con Stuart
Simpson, al que le relató el episodio que habían vivido. Desde Pittsburgh se ordenaría
de inmediato al gabinete de Garrigues Walker que presentara la suspensión de
pagos, que al parecer tenían ya preparada.
Nada
más marcharse los americanos, el despacho de Director en Córdoba fue ocupado
por Adolfo Plaza Alonso, un ejecutivo de la empresa que andaba casualmente por
Córdoba para resolver unos problemas de calidad que se habían planteado, y que
se consideró la máxima autoridad que había en esos momentos. En todo caso, dio
la impresión de que ya existía “de facto” un triunvirato de poder: Sánchez Cámara,
Pepe Aja y Adolfo Plaza (posiblemente la propia Westinghouse, entre bastidores
lo nombró).
Siguiendo
con las complicaciones, la empresa Westinghouse es comprada por Arbobyl, grupo
financiero con sede, nada menos, que en las islas Seychelles. La gestionó
durante dos años sin realizar ninguna aportación de capital. Esta empresa “fantasma”
puso al frente como Presidente a un tal Faccone, que se puso en contacto con la
Junta de Andalucía para ver la posibilidad de explorar nuevas líneas de
fabricación. Así se creó en Córdoba una empresa a la que se llamó "AEROVERSA",
que se encargaría de fabricar un modelo de helicópteros que un ingeniero ambulante
italiano llevaba de un lado para otro con evidentes dificultades de
homologación. La Junta de Andalucía creyó desde primera hora en este proyecto y
aportó dinero. El día de la prueba de voladura, en una pista que se improvisó
en terrenos de la fábrica, el helicóptero y su piloto cayeron en el sembrado
del cortijo de enfrente. Sería Emilio Molina, como Jefe de la Sección de "AEROVERSA",
el que se encargaría de aportar documentación suficiente que analizaba las
limitaciones de estos aparatos.
De
forma simultánea a todas estas situaciones tragicómicas, la Junta estuvo
durante un tiempo facilitando un talón a fondo perdido para el pago de nóminas.
A por este talón se desplazaba todos los meses el Jefe de Personal, señor
Moreno.
Pero,
a trancas y barrancas, la fábrica supo defenderse de la suspensión de pagos, y
hubo empresas que se caracterizaron por su ayuda. Tal es el caso de ITURRI, que
actuó como intermediaria en casi todas las compras. También consta que la Junta
de Andalucía medió ante Sevillana de Electricidad, para que determinados
transformadores y productos eléctricos entraran en la cartera de pedidos de
fábrica. Es de justicia reconocer estos apoyos.
Con
Adolfo Plaza de Presidente en Madrid se levanta la suspensión de pagos el 15 de
febrero de 1985, y se opta por volver al antiguo nombre de CENEMESA, para lo
que se hacen los logotipos necesarios.
Los
ejecutivos de CENEMESA creían que al levantar la suspensión de pagos todo el
monte iba a ser orégano en el mercado de los transformadores, pues la otra gran
competidora en ese sector, General Eléctrica, estaba entonces en “quiebra”.
Pero obviaron que allí estaba un tal Xabier de Irala Estévez, y aunque esta
empresa aparentemente estaba en "quiebra", sus almacenes estaban
repletos de materias primas y podían fabricar transformadores para tirar por
los suelos el mercado si hiciera falta. Este problema, y otros más con los que
se encontró CENEMESA, dieron motivos para que Arbobyl adquiriera también a
General Eléctrica Española y formara un conjunto para discutir su posible venta
a una de las multinacionales que se habían interesado por ellas en 1988.
Después
de muchas situaciones de incertidumbre y expedientes de suspensiones temporales
que nunca se acababan, llega la noticia de que la ABB, el día 1 de julio de
1990, compra la empresa CENEMESA.
De
aquella operación de compra se llegó a comentar quizás de forma algo infundada por
fábrica de Córdoba, que algún compañero que intervino en esta operación de
compra por parte de ABB, debió ser muy bien indemnizada su baja voluntaria,
pues ya no se le volvió a ver el pelo por fábrica de Córdoba, que era en donde
el tuvo su puesto de trabajo.
Los
últimos trabajos del trasvase de personal de un sitio para otro, los terminó el
señor Barzzola, sabiendo que él no iba a continuar, ya que los suecos de ABB venían
a la fábrica de Córdoba "sabiendo demasiado" pues a señalados jefes
los quitaron de la circulación.
Entre
los acuerdos para la adquisición estaba desmantelar prácticamente Aparellaje.
Los interruptores se fabricarían en ABB-SACE, y aquí solamente se quedaría el
ensamblaje de algunos interruptores de 420 KV. Desaparecía la secciones de
tornos, fresas, ajuste, chapistería, soldadura, montaje de interruptores MG, DHP,
y MFA, así como el montaje de cuadros de AT, BT y Centros de Control de
Motores. En una palabra desaparecía prácticamente toda la actividad de la
División. Todo esto fue negociado, o mejor dicho liquidado, por José Antonio
Sánchez Guirado, el ingeniero Jefe de la División de Aparellaje. Yo reprocharía
a este hombre que consintió formar una bolsa de trabajadores, jóvenes en su mayoría,
y que poco menos estaban condenados a "apuntar a parado", incluso dependiendo
de forma extraña su nómina de ABB-Metron, fábrica de Viladecans (Barcelona). Menos
mal que esta gente joven después de unos años de temor e incertidumbre por su
puesto de trabajo se fueron incorporando poco a poco a transformadores, y hoy
ya estarán todos jubilados.
También
se desmantelaba Herramental que durante muchos años fuera el gran orgullo de
CENEMESA. Como muestra de ello y de su gran nivel, hay que recordar que en 1956
se celebraron unas pruebas de ajuste para asignar una plaza de oficial de
primera. La prueba que se eligió, en contra de lo habitual que era la
"doble cola de milano", fue el ajuste de un hexágono a base de seis
triángulos equiláteros. A la prueba concurrieron cuatro operarios: Luis Vélez
Vargas, Juan Martínez Baena, Rafael Serrano "Serrajilla" y Enrique
Téllez. A juicio de los que corrigieron las pruebas todas ellas fueron
realizadas con mucha calidad. Tanto que al final se consultaría con un
acreditado profesional llamado Contarini, que dijo que había que convencer al
Jefe de Personal, Manuel Jaén, para que dieran cuatro plazas de ajustadores de
primera. Pero su historia, y tantas otras, no sirvieron para nada: el taller de
Herramental fue arrinconado en una nave del Aparellaje y, poco a poco, también
liquidado.
El
jefe de División que le tocó liquidar Aparellaje, fue trasladado a
transformadores con el cargo de director de cualquier área de ABB, pero la
verdad es que este granadino era un hombre muy enérgico y que siempre cuidó el
quedar bien.
Fábrica de Transformadores
LA JOYA DE LA CORONA
Como
máximo responsable de ABB en la fábrica de Córdoba se pone a Luis Carreras,
persona con buen cartel en su fábrica de Reinosa, y que se viene aquí con su propio
Jefe de Personal. Formarán un dúo muy compenetrado.
La
llegada de ABB fue acogida con ciertas reservas. Recuerdo cuando Luis Carreras
se llegaba por el pasillo de Dirección al despacho de Paco Moreno y le
confirmaría que en la nueva organización ya no se contaba con él. Aquello le
debió suponer un gran golpe, como me lo confirmaría el día que le visité en
aquella oficina provisional que durante un corto tiempo le montaron cerca de la
calle Morería para liquidar los asuntos que hubiera de la vieja CENEMESA.
Al
principio del año 1990, con la entrada de ABB, se empezó a liquidar, como
estaba previsto en los acuerdos, la División de Aparellaje, a la que se llamó
ABB-Subestaciones. Igualmente se hizo con Herramental, que de contar con su
histórica nave pasó a un mero rincón de Aparellaje.
En Transformadores,
sin embargo, parecía que todo iría bien… pero ya se estaba preparado el
expediente pactado de 330 prejubilaciones que tendría lugar en el año 1993. Ahí
cogieron hasta compañeros que acababan de cumplir los 51 años. Con
independencia de este expediente que nos tenían “reservado”, ya la nueva
organización de la fábrica de ABB nos “obsequió” con los siguientes detalles a
modo de preámbulo:
1.-Eliminaron la
costumbre tradicional del pago de anticipos a los trabajadores, que desde el mismo
año de nacimiento de la empresa en 1930 se venía haciendo.
2.--Borraron de
un plumazo el Economato de fábrica sin dar ninguna compensación a cambio, con
todo lo que representaba para la economía familiar.
3.-Aumentaron la
jornada de trabajo. Incluso al personal de oficinas, que tradicionalmente había
conseguido la jornada continuada, lo hicieron trabajar por la tarde, comiendo
en la fábrica.
4.-Se igualó el
valor de los quinquenios de todos los profesionales, sin respetar el sueldo o
las ventajas adquiridas con el tiempo.
5.-Redujeron
sensiblemente el valor de las dietas de los trabajadores que salían al
exterior, hasta el punto que en determinados casos ya no compensaba salir fuera.
6.-Revisaron unilateralmente
los criterios de los complementos por tóxicos, penosos y peligrosos.
7.-Casi desde el
primer día empezaron a subcontratar los trabajos que siempre se hicieron en el
taller de carpintería, cerrándolo por completo al poco tiempo.
8.-Empezaron los
estudios para llevarse la calderería y el formado de las cubas de los
transformadores. Dejaron su nave completamente sola, sin nadie.
9.-Comenzaron a
preparar el "producto común" referido al bobinado de columnas, que
también empezaron a mandar fuera.
10.-De la noche
a la mañana dejaron la nave de aislantes sin actividad, porque enviaron a la
calle toda la ejecución de aislantes, corrugados y canales curvos. La nave
posiblemente más grande de toda la fábrica quedaba así totalmente vacía.
11.-Se mandaba
ya a la calle la ejecución, montaje y cableado de las cabinas de ventiladores o
refrigeración, que siempre se había hecho en Aparellaje.
En
suma, que si los americanos hablaban de "plantilla equivalente" y
suspensiones temporales, el equipo que formó el citado Luis Carreras empezó a
trabajar haciendo estudios de aquí para allá, no ya para reducir la plantilla
con expedientes de prejubilaciones, sino para ir dejando las naves vacías sin
actividad.
Aunque era
evidente que el perito Luis Carreras había venido a Córdoba, con plenos poderes sobre toda la fábrica, y
muy especialmente en la fábrica de transformadores, en donde tenía su despacho.
Pero era obvio me decía un ingeniero ya jubilado, que este Luis Carreras a
nivel de conocimiento de los transformadores no podía competir ni con Antonio
Marín y menos aún con Ignacio Guisado, por lo que este hombre vendría con tanto
poder seguramente a otra cosa. Mientras los Marín y compañía conseguían
fabricar un transformador de 1.000.0000 de KVA, que constituía todo un
importante hito de fabricación y tecnológico, este Luis Carreras, debería estar
centrado en el proyecto: "PRODUCTO COMÚN" para lo que supo rodearse
de gente adecuada y experta en temas de fabricación e informática, a los que
consideró y muy bien económicamente. En este equipo de trabajo intervino desde
primera hora el perito Chacón Ledesma, conocedor perfectamente de la
fabricación y la informática. Pero además hubo otras personas que trabajaron en
esto con ahínco. Un día y sentado en la avenida de Barcelona, coincidí con
Chacón Ledesma, que se estaba reponiendo de una enfermedad y hablando de
fábrica le pregunté que era eso del "PROYECTO COMÚN" y él me llegó a decir. "Ese proyecto de
inter-conexión de datos, planos y documentación, entre empresas de ABB, por lo
pronto evitará el efecto de cualquier huelga que se pueda producir, pues el
proceso productivo si se quiere y corre prisa, se podrá realizar en cualquier
otro lugar". Esta explicación así expresada de forma sencilla, nos hace
comprender que por esa razón la fábrica se está desmantelando nave a nave y
sección a sección, y eso por razones económicas no hay quien lo pare.
Y
mucha gente llegaría a preguntarse: ¿Qué pensaría Luis "Cartones" si
levantara la cabeza y os viera después de haberle dejado su amplia nave poco
menos que para jugar al futbol, esa nave con las veces que Enrique Repullo y
Murillo Velarde tuvieron que modificar el molde para obtener correctamente los
canales del corrugado que se encargaba de hacer el “gordo” Domínguez? ¿Qué
sentirá Diego Leiva Asensio, que entró de aprendiz en esa carpintería y la fue
montando maquina a máquina logrando que
su sección fuera de las más dinámicas, por su dedicación y ocupación permanente?.
Qué hablar de esa calderería, que recibiera el calificativo simpático de "los
húngaros". Qué decir de Daniel León, Pablo Molina, Enrique Fernández, Manuel
Díaz "El Fresco", Eloy García, Jorge Orden, Cruz Gordillo, Antonio
Trenas, Rafael Rincón, Rafael López, Alfonso Chofles, o el simpático
"Majo". Tantas horas trabajando en medio de aquellos tremendos
ruidos, y cada día aprendiendo una cosa más. ¿De qué sirvió que aquella
generación se entregara como lo hizo, para que ahora sus nietos no puedan
disfrutar de un posible puesto de trabajo en donde trabajara su abuelo?
Y
luego, al autor y responsable principal de toda esta diáspora de trabajos a la
calle le facilitaron hasta un caballo para hacerle agradable su estancia en
Córdoba. Y es que en Córdoba somos muy hidalgos.
…Llegó la ABB,
de capital sueco, ese país “modelo” de socialdemocracia, el del famoso Olof
Palme, y va a hacer desaparecer nuestra CENEMESA, nuestra Westinghouse, aquella
fábrica entrañable que a tantas familias dio de comer y donde tanto y tan bien
se trabajó. Han pasado ya más de 25 años de aquello, y lo malo de todo esto es
que los sindicatos de hoy día están sin saber qué hacer ante una política
iniciada y fomentada desde entonces. Y mientras, nuestros hijos y nuestros
nietos ya no encontrarán ni rastro de la fábrica en la que durante 42 años
trabajó su padre y abuelo. ¡No podemos consentirlo!
Desgraciadamente todo este relato habría que
añadirlo a los relatos del libro "LA CÓRDOBA QUE SE NOS FUE".