miércoles, 11 de diciembre de 2019

RECUERDOS DE AQUEL BAR COLÓN (1956-1961)...






Esta foto que me facilitó Teodoro Pérez de Pedro, sin título, y que representa un marcado ambiente taurino, pudo estar perfectamente colgada en cualquier bar de Córdoba, y con más motivo en el Bar Colón, por la relación que tuvo éste bar con la Universidad Laboral de Córdoba como parrada principal y luego el propio mundo del toro que se respiraba en aquel singular lugar.

La foto está tomada en el patio de la antigua Plaza de los Tejares, muy cerca de la vivienda de “Llamas” el sempiterno conserje que refugiaba su vivienda debajo de aquella frondosa parra.  Ahí se ve posando la “cuadrilla” de la Universidad Laboral, que actuaba en aquel festejo que organizado por la Facultad de Veterinaria se celebró en Córdoba en marzo de 1958.

Aún eran tiempos en donde la Universidad Laboral, formaba parte del “tejido” universitario de la ciudad, ya que al poco tiempo, por unas razones u otras, se le negó hasta su razón de ser y todo sería complicaciones para ella y sus gestores, terminando su disolución total cuando llegaron los políticos, que al caer en la cuenta de que si estos centros seguían abiertos "no habría dineros para ellos", por lo que decidieron cerrarla cuanto antes pudieron.

Pero es que en la foto hay detalles que tienen un fondo de originalidad y bastante relación histórica.

En esta foto hay un compañero al que le denominaban "El Niño de Salamanca". Se trata del compañero Antonio Sánchez, el más joven y bajito del grupo. (15 años), que hizo peritaje, y que se ha buscado la vida como topógrafo profesional, pero en la foto está vestido de lo que fue la gran afición de su vida “el toro”, no en balde era salmantino. El padre Fraile lo eligió en un casting que hubo de “toreo de salón” y fue el “novillero” que representó a la Universidad Laboral en el citado festival organizado por la Facultad de Veterinaria. En los carteles fue anunciado como el “Niño de Salamanca”. Este compañero, simpático, alegre, tuvo una gran amistad con un gran fraile el padre José María Guervos, OP. Él mismo, nos recordaba con simpatía, como en aquellos tiempos acudió en compañía del Padre Guervos, a merendar nada menos que al palacio de los Cruz Conde, en la Calle Torres Cabrera, (entonces alcalde de Córdoba). Al parecer el padre Guervos, era un hombre muy relacionado con el teatro y el mundo de la escena, y parece ser que colaboró, de alguna forma en la confección de los “Festivales de España”, que por aquellas fechas llegaron a traer a Córdoba, al bailarín Antonio y a María Rosa, que actuaron en el Alcázar de los Reyes Cristianos.

En el centro de la foto está el Padre Fray Miguel Fraile, primer Rector de la Universidad, toda una autoridad en la Orden de Predicadores que por su excelsa preparación y sentido social fue designado para llevar a buen puerto ese importante y gran proyecto que suponía la Universidad Laboral de Córdoba. A pesar de todo, ya por aquellos tiempos había una serie de políticos “progresistas” (léase Ruiz Jiménez y compañía), que se enfrentaron en el seno del gobierno a la propia idea de las Universidades Laborales, concebidas por Girón de Velasco. Como consecuencia de todo aquello, se le quitó fuerzas a estos proyectos y lógicamente se le fueron recortando los presupuestos. Quizás decepcionado por todo ello, el Padre Fraile  dimitió y se retiró a un convento de cartujos. De esta forma vino el Padre Cándido Aníz que se adaptó perfectamente a la nueva situación económica.

El proyecto de la Universidades concebidas como hemos dicho por Girón, sufrieron una evidente involución y para muchos “progresistas” aquello había sido una locura el pretender “que desde la formación profesional se pudiera acceder a cualquier carrera o especialidad de rango superior”. La propia Universidad clásica, estuvo siempre en contra de este proyecto “de oportunidad” para los hijos de los trabajadores y llegaron  a protagonizar incluso manifestaciones en Madrid..

Para expresar el nivel de degradación a que llegaron todas las Universidades Laborales, citemos aquí las palabras que nos expresó un profesor de Física y Química, que se jubiló a últimos de los noventa, cuando coincidimos con él por el Campo de la Merced.

“Entré con veintisiete años de profesor en la Universidad Laboral y aquello, con el cuadro de profesores que tenía, con la categoría intelectual y docente de aquella treintena de dominicos que la coordinaban, suponía para mí como embarcarme en un gran portaaviones; con el paso del tiempo y los distintos cambios políticos, bajamos al nivel de un crucero, de un destructor... Ayer me jubilé y me da la sensación de que me he bajado de una patera..".

Y siguiendo con la fotografía diremos que el primero empezando por la izquierda es Antonio Arjona Vázquez  buena persona y mejor compañero. Aunque lo suyo era el fútbol, (jugaba en el Imperial equipo del Frente de Juventudes), no tuvo inconveniente de ser peón de confianza del “Niño de Salamanca”. Nada más salir de la Universidad se colocó en la empresa Cenemesa, (Junto con su compañero de pupitre José Vázquez Martín). En dicha fábrica progresaron profesionalmente, hasta su jubilación. Después de la Transición política se dedicó de lleno al mundo sindical, en donde llegó a ser Secretario General de la UGT en Córdoba. También tuvo alguna intervención en la extinta Hermandad de ex alumnos de la  Universidad Laboral, que se fundó el 21 de febrero de 1962. No hace falta decir que era hijo del Barbero de la Universidad, el Sr. Arjona que aparece en la foto en el lado derecho, y que tiene toda la pinta de ser un “Apoderado taurino”. 

El segundo por la derecha el que está al lado de Arjona el barbero, es  Pérez Gant, del Colegio Gran Capitán, aula XXIX. Este compañero pasó por la vida como a hurtadillas, además de ser un tanto introvertido. Trabajó en Westinghouse y fue de los pioneros en Córdoba, bajo la dirección de Andrés Galán, en el manejo de máquinas las NCR, para la perforación e introducción de datos, en aquellos primeros tiempos del Ordenador. Alternó en este trabajo con Molina Cañizares, Manolo Seoane, Saenz Martínez, Ordoñez Toscano y Joaquín Pintor, etc. etc. constituyendo el embrión de lo que fue el Departamento de Sistemas de fabrica de Córdoba. A este grupo de compañeros se debe toda la labor inicial, llena de dificultades y probaturas. Más tarde fueron llegando a este departamento “los bien nacidos” o “recomendados” que explotaron el éxito y todos los elogios por el trabajo inicial realizado. Estos, como es natural, se adjudicaron todo el invento y dejando poco menos que en el olvido a los primitivos impulsores. Así se escribió la historia.

Para el último lugar dejo al amigo Teodoro Pérez de Pedro, “Viana”. que era su nombre entre nosotros por haber nacido en el pueblo de Viana de Cega (Valladolid),  Aún no sé de dónde sacaba tiempo para tanta actividad deportiva y cultural como realizaba. Lo mismo estaba actuando en el teatro, corriendo campo a través, bailando danza vasca, jugando a balonmano, en los toros, o jugando al fútbol. Y luego, que conste, era uno de los más aplicados y responsables en sus obligaciones de estudio. Yo hablaría personalmente con él muy pocas veces, pues no coincidimos en la misma especialidad; pero como me gustaba mucho el fútbol le seguía en sus evoluciones como futbolista. Todavía recuerdo el partido de primeros de Abril del año 59, en el campo que había detrás de los talleres pequeños. En ese partido la Universidad jugó contra el Amparo de Córdoba, en el equipo cordobés alineaba de portero a un tal Enrique Hinojosa Catalán "El Fuma", que se las vio negras para parar el aluvión de balones que se les venía encima. En ese partido el amigo Teodoro "Viana" marcó dos goles, y ganó la Universidad Laboral por 3 a 1. Pero no quiero dejar pasar esta oportunidad de recuerdo para el amigo "Viana" pues verle jugar a él de delantero, con aquel estilo -control y remate- que nos recordaba al "Quini" que fichó por el Barcelona. Y para terminar con aquél partido, direos que en el se lesionaría el portero Eulogio  López Álvarez, ese gran portero de Cacabelos (León), con un fuerte golpe en el riñón.

Recordando a Teodoro traigo al pensamiento a muchos alumnos internos del Colegio Gran Capitán, que siempre demostraron una integración total en el centro. Por ello supieron sacarle a aquel primer periodo de tiempo un rendimiento que se nos antojó óptimo. Para ser sincero, he de indicar que a algunos externos nos costó más trabajo dicha integración, y eso lógicamente repercutió en el rendimiento de cada uno. Al final, creo que gracias a Dios, la sola estancia en la Universidad de aquellos años fue un capital incalculable que nos llevamos todos a nuestras casas.      

Al fondo de la fotografía aparece una placa de homenaje a Manolete y la fecha de su muerte, ocurrida en Linares en 1947. El toro que mató al torero se llamaba “Islero”. y era de la ganadería de Miura. En el Bar Colón colgaba una gran foto de este toro.

Y hablando de la Ganadería de Miura, y aunque parezca algo curioso, los iniciadores de la ganadería de Miura fueron los frailes dominicos de Sevilla. Los monjes cartujos de Jerez que, como cobradores del “Diezmo”, recibían de todas las ganaderías la “décima” correspondiente, y llegaron a juntar durante años ganado de varios encastes. Pero fueron los dominicos de Sevilla los que a finales de 1700 les compraron una vacada completa a los citados monjes cartujos. Con el tiempo y una sabia dedicación lograron el encaste típico de los "Míuras". Después de la desamortización de Mendizábal esta ganadería pasó en 1852 a D. Juan Miura. Este propietario es ya el que le da el nombre a la mítica ganadería.

El Bar Colón, desapareció en el año 1967 al ser comprado por Noriega S.A. una importante inmobiliaria de Córdoba que desgraciadamente con la crisis se ha esfumado como tantas y tantos. En su lugar se levantaron unos lujosos bloques de pisos, y las propias oficinas de la inmobiliaria.

La plaza de Colón era uno de los lugares de Córdoba más emblemáticos, por sus espléndidos jardines, por su amplitud, por sus niñas, por sus criadas, por todo. Era además el recorrido final de los autobuses de la Universidad Laboral. Hoy dicha Plaza se encuentra muy modernizada en cuanto a los edificios de su contorno. De ella han desaparecido bares emblemáticos, como Casa Paco Cerezo, Bar Rinvi, Bar Roma, Bar los Ángeles, Bar Paco Acedo, El Bodegón de Diéguez y el citado Bar Colón. Además de las Bodegas López Sánchez. Solamente queda el Bar Puerto Rico, en el edificio que se levantó al desaparecer la casa de "Machaquito" y la ferretería de Almacenes Roses.. 

En dicha Plaza como hemos dicho se encontraba también la casa de la madre de José Flores "Camará", que fuera apoderado de Manolete. También en la zona de la Torre Malmuerta, estaba la fábrica de caramelos Kibi, los chocolates Gran Capitán y la herrería de Mariano “El Cojo”. Por allí andaba también la Magistratura del Trabajo junto a la carpintería de Pericet. En la misma acera del Bar Colon, estaba Victoriano Villar, importante fabrica de cristales, en la que trabajó de empleado el famoso “Guillermo” mozo de estoques de Manolete.

En la misma acera del Bar Colón y junto a Paco Cerezo, estaban las oficinas del raquítico Servicio de Aguas Potables que por aquellos tiempos había en Córdoba. Precisamente por aquellas fechas (finales de los cincuenta), estaba todo el perímetro de los jardines rodeado de tuberías apiladas, para la modernización  de todo el suministro de aguas que se llevó a cabo en Córdoba, con las modélicas instalaciones de Villa Azul.

En cuanto al Bar Colón en sí, podemos decir que por dentro era amplio, confortable y con buen servicio; todo ello bajo la coordinación de su dueño, Luis Moreno Posada. Estaba bien decorado y era acogedor; tenía un amplio mostrador situado en la parte derecha del local. En el centro disponía de un salón bastante amplio, con cómodos veladores en torno a unas ordenadas mesas. Al fondo los servicios, y en el lado izquierdo disponía de tres estancias o cuartos reservados con puertas independientes. La primera según se entraba a la izquierda estaba dedicada al torero "Manolete". De sus paredes colgaban multitud de cuadros con motivos taurinos. Como  camareros  había dos empleados, Antonio, que tenía gafas  y Rafaelín  sobrino del dueño, que era más bajito. Algunas veces también trabajo de camarero “El patillas”, Navarro de nombre y que era también barbero de la Universidad Laboral.

Me contó Miguel Escudero Rabasco, que al parecer, a últimos del mes de abril de 1943, terminada la feria de Sevilla, vino a Córdoba el empresario taurino Pagés, reuniéndose con "Manolete"  y su apoderado en el reservado primero de la izquierda. Allí trató el empresario sevillano de asegurar el contrato del torero cordobés para la feria de abril del año 1944. En la temporada anterior que acababa de terminar, no había podido contar con la presencia del Califa cordobés.

Según parece, se reunieron en este Bar por exigencia de Manolete, huyendo de los periodistas que les esperaban en la puerta del Hotel Regina, lugar habitual donde se hospedaba el empresario sevillano cada vez que venía a Córdoba. Paco Cerezo, que se consideraba amigo personal del torero se molestó mucho porque la reunión no se celebrara en su Bar.

En aquellos tiempos el medio de vino que hoy está a 1 euro (166 pesetas), estaba a 0.40 pesetas. Bien es verdad que un peón de la construcción cobraba 200 pesetas a la semana.

Era de los pocos bares que ponían “tapas” en Córdoba, ya que no era costumbre por aquí lo de “comer con el vino”. Destacaban los calamares, el bacalao frito, las mollejas, los muslos de conejo, la ensaladilla, los callos y la carne al jerez. En cuanto a los callos, tenía una disputa permanente con la taberna de Paco Cerezo, ya que la mujer de éste los ponía con una calidad insuperable.

El Bar Colon, era un bar puntero en Córdoba para aquellos tiempos, pues incluso ponía terraza de verano con toldos de protección.

Todos los compañeros de aquella época de la Universidad Laboral deben recordar con un cariño especial este Bar ubicado en la Plaza de Colón, (hoy edificio Noriega), que en aquellos tiempos era prácticamente el centro de Córdoba.

El Bar,  era por así decirlo, la parada central de aquellos grandes autobuses Pegaso (ingleses, con volante a la derecha), que en número de dos adquirió la Universidad Laboral para los desplazamientos a Córdoba. Allí era frecuente ver a alumnos, profesores y empleados que bajaban del coche o esperaban subir a él. En esto de los coches, aunque los conducían grandes profesionales, todos teníamos nuestras preferencias en cuanto a la velocidad. La mayoría opinábamos que el Sr. Abilio era el más rápido. Con el tiempo el Sr. Molina le fue comiendo el terreno. Felípe, Latorre y a última hora Serranito, eran algo más tranquilos.

Los Jardines de la Merced, también llamados Jardines de Colón, están ubicados en el Campo de la Merced. Reciben el nombre de la Merced debido al convento de dicha Orden que hubo en este lugar, y que hoy es el  Palacio de la Diputación Provincial. En este Palacio o antiguo convento mercedario, quedan testimonios (lápidas), de que allí estuvo Cristóbal Colón, entrevistándose con los reyes Católicos, con motivo del viaje al Nuevo Mundo.

Como paseo, el Campo de la Merced fue iniciativa en 1835 del Sr. Conde de Torres Cabrera, alcalde de la ciudad. De esta época son los cimientos para la fuente que habría de ocupar el corazón del jardín, su centro húmedo.

Un cordobés singular, Fermín Gómez Gutiérrez, (91 años), nos contaba, que en el mes de septiembre de 1950, vino a Córdoba, Jorge Negrete, acompañado de su grupo de "Mariachis". Paraban todos en el Hotel Regina y procuraron, trípode en mano, retratarse con la Plaza de Toros de los Tejares de fondo. Estaba reciente la muerte de Manolete, y este hombre como un mexicano más, se sentía atraído por el torero cordobés y sus recuerdos. Pero, ni por taparse con sus sombreros de "Mariachis" se les hizo soportable el calor que notaron al andar por Córdoba. Quizás por ello el “solo” de trompeta, “Rodolfo”, a petición de Jorge Negrete, buscó una piscina en Córdoba, para pasarlo bien los tres días que iban a permanecer en nuestra ciudad.

El botones del Hotel, al que apodaban “Sandrini el Cojo”, les acompañó a la piscina que los Mialdea, poseían en Ciudad Jardín, pero ésta piscina no fue de su agrado. Ellos querían un sitio más natural e intimo. Entonces, el citado “Sandrini” que vivía en la calle Anqueda, muy cerca de Rafael López “El Grajo”, les invitó a que visitara la “Alberca de Cecilia”. Y así lo hicieron, y el tal  “Rodolfo”, al verla, rodeada de parras, higueras y algunos árboles frutales, quedó encantado y hablando con Cecilia, se la “alquiló” durante tres días exclusivamente para ellos, al precio de unas doscientas pesetas diarias. Según nos comentó Ana Aguilar, (Hija de Cecilia), Jorge Negrete, no fue a la Alberca, nada más que el primer día.

Terminó el “alquiler especial”, cuando Jorge Negrete, organizado por el Ayuntamiento hizo su presentación para todo el publico de Córdoba, en la Plaza de los Jardines de Colón. Fue por la mañana y aquello fue poco menos que apoteósico. Allí disfrutaron sobre todo el sexo femenino y hubo muchos “enterados” que se pasaron al intentar “ejercitar  la práctica del rabo”. Huyendo de los municipales, hubo más de uno que cayó a los estanques de los niños que expulsaban agua por la boca y allí en realidad, y aquello causaba revuelo de risas,

La Córdoba eterna, la Córdoba de la cultura, repitió escenas parecidas en este recibimiento y homenaje  cuando en junio de 1948, nos visitó el “mago de la penicilina”, al grito de: “¡Olé Torero! o ¡viva la madre que te parió!”. En pleno Puente Romano, había que ver como estuvo la puerta del Puente, para ver el recibimiento que se le hizo a este gran personaje de la ciencia. El Alcalde de la ciudad D. José Salinas Anchelerga, expresó todo el cariño que esta ciudad universal, enviaba a un hombre no menos que universal.

Córdoba, siempre trató bien a todo el mundo, es a Córdoba, a la que la tratan mal los políticos estos de la modernidad.

Estos Jardines de Colón se encuentran actualmente muy renovados y los paseos de antaño se han modificado con una arquitectura moderna, habiendo desaparecido aquellos estanques cuadrados con dos niños, uno a cada lado del estanque, impulsando el agua por la boca.

También se ha remozado la fuente central, así como el cerramiento de los Jardines a base de unos paños de balaustrada de época y unas puertas sobre pilares muy decorativos. También gozan de un alumbrado acorde con el estilo arquitectónico que representa todo el conjunto.  

Los cuatros paños de edificaciones que rodean el jardín se parecen muy poco a los de aquella época, pues aunque siguen ocupando el mismo espacio, la renovación y modernidad de los edificios le da a todo el conjunto un aire de gran plaza. El único edificio que sigue igual que el de aquella época, es el de la esquina con la Calle Osario, que era en donde estaba instalada la fábrica de Victoriano Villar y que lindaba con el Bar Colon.

Muy cerca de la Plaza de Colón, estaba unida a ella, la Plazuela el Moreno, enchinada en piedras y con una serie de casas, que es una lástima que haya desaparecido. Tenía un encanto especial y la mayoría de sus casas de patios profundos, vieron jugar a la mayoría de los toreros de Córdoba. La Cruz que dominaba la plaza en el centro y el Bar los "Chaparritos" que estaba en la entrada de la Calle Aza, esquina con Carbonell, fueron testigos de muchos juegos infantiles de torería. Francisco Carrasco Heredia, exquisito poeta de Córdoba, nos contaba su niñez en esta Plaza y cualquier comentario tenía un sabor a prosa añeja y recordada añoranzas. Nos comentó los “peroles” que desde este Bar solían echar algunas veces en la misma Torre de la Malmuerta. Nos relataba como transcurría la vida en aquellas casas de vecinos, con sus tranquilas galerías con sus botijos colgados, sus toldillas, sus jilgueros y aquellos vecinos sentados al fresco.

Con dicha plaza se comunicaba la calle de las “cuatro esquinas”, y que así se llamaba porque en cada esquina vivía un torero. En una era vecino el “Virutas”, en otra “Manolete” padre, en otra “Camará” y en otra el “Niño Isabel”. Calle arriba, vivía el picador “Miajitas” por debajo del Economato de Asland y enfrente al lado de Pablo Vidal, vivía “Guerrita. Todo esto me lo contaba Ángel González Tapia "El Calvi" que llegó a vivir en los años 1950 en la calle Molinos Altas

Ya hemos dicho que en la plaza de Colón discurrió buena parte de la juventud de Manolete, pues aunque el vivió en la Plaza  de la Lagunilla, sus amigos y la zona de sus juegos estaban entre la Plazuela del Moreno y en el Barrio del Matadero. El solía juntarse con sus primos "Cantimplas", "Niño Dios", y "Palitos", y con sus amigos, el "Toto", el "Fernandi", el "Luichi", el Camará, el "Chiquilin", y los hermanos Fernández Fogyy. Todos ellos, muy jóvenes, tenían perdida la cabeza por el mundo del toro. En un principio jugaban con un carro-toro con cabeza de mimbre, y lo hacían en los bajos del Viaducto del Pretorio. (Hoy está el edificio de Aguas Potables), Y lo anecdótico del caso, según me contó Antonio Fernández Fogyy, es que en esos juegos del toro, el que portaba casi siempre el carro-toro, era el mismísimo Manolete. Incluso le hacían que lo llevara a guardar a la carpintería de Pericet. Todos sus amigos abusaban de él por prudente.

Actualmente, de aquel grupo de amigos ya no queda lógicamente ninguno. Precisamente Antonio Fernández Fogyy, el último de sus amigos, ha muerto ha unos seis años, Me comentaba un día que le visité en la Residencia de Jesús Nazareno: “Quien haya conocido y tratado como nosotros a Manolete, nos da mucha pena, comprobar como a una persona tan buena, tan honesta y noble, como fue el torero, haya sido calumniado tan gravemente por un consabido grupo político. Efectivamente “estos amantes de la libertad”, tras la guerra civil, divulgaron por los pueblos que "Manolete" practicaba la suerte de matar con los presos comunistas. Dicha monstruosidad solamente se le puede ocurrir a gente que vive inmersa en el odio y el resentimiento de forma permanente. 

Otra polémica referida al torero "Manolete" es la que hace alusión al tema de la bandera. Se ha comentado muchas veces por ahí que cuando llegó a Méjico a torear se negó a salir a la Plaza si no se quitaba la bandera republicana. Esto igualmente es falso.

Manolete se entrevistó en Méjico, a petición propia, con D. Antonio Jaén Morente, intelectual y político cordobés que se había exiliado durante la guerra civil. Se saben comentarios de este Sr. de que cuenta el detalle del torero, que nada más llegar a tierras mejicanas fue a visitarle al Centro Andaluz. Allí mantuvieron una entrevista cariñosa entre cordobeses recordando cosas de su querida Córdoba, su patria chica. De resultas de esta reunión, el citado intelectual califica en sus comentarios sobre el torero “como un joven cordobés de altos valores morales”.

Igualmente, D. Indalecio Prieto, también en sus memorias, relata el encuentro que tuvo con Manolete en Méjico. Fue a petición del propio torero, que era todo un ídolo allí. Quedaron en verse en un restaurante de la ciudad mejicana que junto a un grupo de republicanos exiliados. D. Indalecio frecuentaba todos los días para comer. En el Restaurante y por haber sido un alto cargo en el Gobierno de la República le solían colocar una pequeña bandera de la República en el centro de la mesa. Pues bien y según relata el, el día que invitó a Manolete a comer, pidió que de forma discreta se quitara aquella bandera para que no le pudiera crear problemas al joven torero cordobés. Indalecio Prieto en sus memorias reconoce que el torero de Córdoba le causó una impresión muy importante.  

Finalmente me dirijo a todos los compañeros de la Universidad Laboral, que un día paseasteis por Córdoba, y os digo que el embrujo de sus calles, su olor a azahar, la belleza de sus patios y el esplendor de sus cruces de mayo, os echaran siempre de menos. Hubo un tiempo que fuisteis para ella ciudadanos ilustres de su mejor hidalguía y categoría humana. Córdoba siempre os recordará con el corazón abierto. FELICES FIESTAS A TODOS.


jueves, 21 de noviembre de 2019

SAN RAFAEL EN CÓRDOBA

Imagen Iglesia del Juramento 



EL ARCÁNGEL SAN RAFAEL


Aunque para muchas personas el Arcángel de San Rafael lo consideran poco menos que nuestro patrón, él Arcángel San Rafael es el Custodio de Córdoba. Y hay que remontarse a 1578, cuando se apareció al venerable Andrés de las Roelas y le dijo: "Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, el ángel a quien Dios tienen puesto por guarda de esta ciudad de Córdoba".

En el tiempo de sus apariciones Córdoba atravesaba momentos malos de su historia, pues la epidemia de la peste, hacía estragos entre su población. Los cordobeses atribuyeron la remisión de la epidemia a un milagro realizado por el arcángel San Rafael. Como agradecimiento, se construyeron una serie de Triunfos con esculturas del arcángel y los ubicaron por toda la ciudad. Estos pueden encontrarse en lugares céntricos tales cerca de la puerta del puente, el que se encuentra al principio del puente de San Rafael, el que hay en el centro del puente romano, el que hay en la plaza del potro o el que se encuentra en la plaza de la compañía, entre otros.

Pero estos Triunfos no son la única huella que el arcángel ha dejado en Córdoba. El Estadio del Córdoba CF. lleva su nombre, y también se le dio ese nombre al Cementerio de San Rafael que se construyera a mediados de 1800 en la Huerta la Gitana en la Carretera de Madrid enfrente de la Ermita de San Sebastián. Y como no, la Iglesia de Juramento.

También en Córdoba en donde se prodiga el nombre de Rafael, hay también fechas y celebraciones en torno a San Rafael. En primer lugar tenemos que mencionar el "EL PEROL" cordobés, una manifestación popular de pasar un día de campo al aire libre en donde familiares y amigos disfrutan de la convivencia alrededor de un guiso de arroz, lógicamente guisado en un perol. En el año 1970 la Iglesia quiso celebrar la festividad de los tres arcángeles Rafael, Miguel y Gabriel, el mismo día 29 de septiembre, pero gracias a la actuación de don Antonio García Laguna y la Iglesia de Córdoba, se le concedió a esta ciudad el privilegio de continuar celebrándose el día 24 de octubre como "DIA DE SAN RAFAEL" como desde la antigüedad venía ocurriendo.

Una de las más interesantes manifestaciones de la devoción cordobesa a su Custodio, el Arcángel San Rafael, son los monumentos erigidos en su honor en distintas calles o plazas, conocidos popularmente con el nombre de “Triunfos”. El libro de Enrique Redel sobre San Rafael y Córdoba es una fuente insustituible para conocer toda esta historia.

San Rafael se apareció en Córdoba, en 1279, a Fray Simón de Sousa, y le pidió que su obispo don Pascual, hombre devoto y caritativo, coronase la torre de la Catedral con su efigie para velar por la ciudad. Aun siendo ésta la primera aparición documentada, no cabe duda de que fueron las apariciones al venerable Andrés de las Roelas, en 1578, las que sirvieron para unir para siempre el nombre del Arcángel y el pueblo de Córdoba, con su Ayuntamiento al frente. Como muestra de esta implicación, a partir de 1651 el propio Ayuntamiento solicitó de las autoridades eclesiásticas que considerasen los días 7 de mayo y 24 de octubre como fiestas para el rezo dedicadas al Arcángel San Rafael. Y Don José Valdecañas y Herrera, concejal, prácticamente, pidió casa por casa para poder levantar la Iglesia de San Rafael.  

Así, en la festividad del día 7 de mayo, hasta principios de los 50 del pasado siglo, el Ayuntamiento de Córdoba en pleno solía acudir a la Iglesia de San Rafael, “bajo mazas”, como solían decir nuestras madres. A pesar de todo este ceremonial, esta fiesta fue decayendo, quedando sólo para la feligresía y la Hermandad. La única fiesta solemne que quedó fue la del 24 de octubre.

(Esta fecha estuvo también a punto de perderse, después del Concilio Vaticano II (1959-1965) cuando la Iglesia reformó su santoral y se unificaron las fiestas de los 3 Arcángeles: San Rafael, San Miguel y San Gabriel, en el día 29 de septiembre. Como era de esperar, no sentó bien en la ciudad de Córdoba. Entonces, gracias al interés demostrado por don Antonio García Laguna, capellán de la Iglesia de San Rafael desde 1948 hasta 1995, se le hizo llegar la queja al obispo Monseñor Fernández Conde, que fue muy diligente en este asunto, consiguiendo que la ciudad de Córdoba siguiera celebrando la festividad de San Rafael el día 24 de octubre).

Cuando la Congregación para el Culto Divino en Roma aprobó la instauración de una fiesta y el rezo al Custodio de Córdoba, el Ayuntamiento organizó una serie de festejos para celebrarlo. Hubo concursos literarios, de poesía, corridas de toros, juegos de cañas y competiciones de barqueros en el río Guadalquivir, llegándose incluso a hacer salvas de arcabuces y mosquetes. Por cierto, en estas competiciones los jóvenes próximos a la calle Roelas quisieron tener un protagonismo destacado, especialmente motivados por ser de la vecindad del virtuoso Padre que dio nombre a la calle, la cual lo vio nacer en su número 11.

En 1655 se funda la Hermandad de San Rafael, que será la que trabajará con las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad por el engrandecimiento del culto al Ángel Custodio. El primer hermano mayor será don Gabriel González del Valle.

En 1713, a instancias también del Ayuntamiento, se hacen gestiones para que la Iglesia adquiera lo que fue la casa del padre Roelas, a fin de edificar en ella una capilla o ermita para darle culto. Hubo bastantes dificultades, aunque por fin, en 1735, se pudo llevar a cabo. Los jóvenes de San Lorenzo colaboraron en esta tarea. Todavía por la Calle Roelas se puede apreciar lo que fue la entrada de este humilde templo, e incluso su campanario. Cualquiera que se quiera imaginar aquella primitiva iglesia solo tiene que visitar la actual sacristía de San Rafael. El pilón negro de la fuente que hay en ella pertenece a aquella época.

El 23 de febrero de 1796, al quedar esta iglesia pequeña para el fervor de los cordobeses, se decide su ampliación. Para ello hubo que comprar terreno de huertas colindantes. Con un proyecto de Vicente López de la Corredera, se construyó la nueva iglesia que aportaba soluciones arquitectónicas que ya se habían visto en Córdoba, como por ejemplo la cúpula de Santa Victoria. La obra básica de la iglesia importó 62.450 reales, para una superficie de 395 varas cuadradas. Fue inaugurada en 1806.

De las primeras personas que aportaron donativos para la obra de la iglesia fue don José Medina y Corella, que con 2.000 reales inició la lista. Este sacerdote sería el fundador del Monte de Piedad de Córdoba (1864).

En la fachada hay tres esculturas que representan a San Acisclo y Santa Victoria, con San Rafael en el centro. Las figuras son de piedra  y cada una costó dos mil reales de vellón. Su autor fue Jerónimo Buti, un milanés afincado en Córdoba (1799).

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EL SAN RAFAEL DE LA TORRE DE SAN PEDRO

Tras la aparición de San Rafael a Fray Simón de Sousa, el obispo Pascual (1274-1293), temeroso de aquella extraña petición, hizo colocar una imagen suya  encima de esta torre de San Pedro. Está documentado que hubo allí una imagen pequeña, pero no está demostrado que sea de aquella época.

Este obispo, hombre virtuoso y de profunda fe, pidió ser sepultado en un hospital que él había fundado entre el río, la Puerta del Puente y el Seminario. Posteriormente se destinó aquello para cementerio de ahogados del río. Esto ocurrió en 1293. 

En la Iglesia de San Pedro es donde se hallan todos los documentos relativos a las apariciones de San Rafael al padre Andrés de las Roelas, así como el testamento de este virtuoso sacerdote. No entendemos cómo estos documentos, o al menos una copia, no se encuentran en los archivos de la parroquia de San Lorenzo, que fue en el barrio en que nació,  vivió y posiblemente murió.


SAN RAFAEL EN EL PUENTE ROMANO

El día 29 de septiembre de 1651, por iniciativa del Jesuita P. Juan Bautista Caballero, en acción de gracias por haber terminado una grave epidemia de peste que había atribulado a la ciudad, se colocó sobre el pretil del Puente Romano una estatua de San Rafael labrada en piedra por el escultor cordobés Bernabé Gómez del Río.

Esto alegró mucho a los barqueros del río que con frecuencia se jugaban la vida a diario, en un río, que al no estar entonces regulado por pantanos, causaba muchas veces estragos.

El único acceso rodado al Campo de la Verdad era a través de este vetusto puente, que algunos autores árabes llegaron a llamar “el puente de Augusto”. En el año 1952 cobraría una actividad inusitada, pues por él pasaron todos los “carrillos de varales”, con los muebles de los que se mudaban a la nueva Barriada de Fray Albino. No cabe duda de que el Custodio de Córdoba se tenía que alegrar de que hubiera familias que por fin iban a tener agua potable, la pila, la cocina y los servicios individuales, entre otras comodidades.  Algunos arrancaban a llorar de emoción cuando recibían la carta de adjudicación de su casa. Vi llorar a bastantes personas. Se cundió mucho por San Lorenzo lo de: “chiquillo, le das un pellizco a la pared y sale el agua”.

Nos tocó ayudar a varias mudanzas, y daba gusto contemplar las Escuelas Rey Heredia, esbeltas, tranquilas y sosegadas, Casa Currito, el surtidor de la gasolina, el mosaico de nitrato de Chile. Todo era como una nueva aventura al otro lado del río. A la primera casa que llegamos fue al nº 60 de la calle Pío XII, donde se mudaba una hija de José Ruiz Lozano, bombero que durante los bombardeos de la guerra retiró una bomba sin explotar de lo alto de la cubierta de la Catedral de Córdoba.

De vuelta, más tranquilos, íbamos comiendo el membrillo que nos habían dado, además de dos  reales. El dinero lo empleamos para ir al Cine Astoria, que echaba la película “Kim de la India”, de Errol Flynn. Curiosamente, por aquellas fechas coleccionábamos las estampas de Robín de los Bosques, con el mismo protagonista.

Me contaba el viejo anticuario de libros de la Corredera, de que él mismo presenció algunas de las discusiones acaloradas que mantuvieron, paseando cerca del San Rafael del puente, el obispo Fray Albino y don Antonio Cruz Conde. El tema de discusión no era otro que los alcantarillados públicos de la barriada. Al parecer el alcalde le decía: “¡Usted está loco!, ¿cómo se va a hacer tanta infraestructura para una barriada de casas de una sola planta?”, pero el obispo siguió insistiendo, erre que erre. Se hicieron los alcantarillados… y el tiempo le dio la razón; lo que él proponía era lo que ahora se llama “casas adosadas” y que entonces era algo sin sentido para la mayoría.


SAN RAFAEL EN LA TORRE DE LA CATEDRAL

Fue realizado el 26 de mayo de 1664 y colocado encima de la torre de la Catedral. Es obra del escultor Pedro Paz, que también realizó la imagen de San Lorenzo de dicha parroquia. 

Después de Hernán Ruiz, los que más saben de esta torre es la familia de los Sorianos, campaneros durante varias generaciones. El “doble de cepa”, forma parte de sus vidas. La vivienda de los campaneros  en la torre tenía un cuadro donde se indicaba la campana que se volteaba, tipo de toque, duración etc. Actualmente este cuadro, con caligrafía del siglo XIX-XX, se encuentra en la sacristía de la Catedral.

Con motivo de las obras de restauración realizadas en la torre en el año 1992 pudimos comprobar que entre la peana y la imagen del San Rafael se superan los 3 metros largos de altura. La visión que desde esa altura se percibe de Córdoba es para enamorarse aún más de ella. Se puede ver todo el recorrido del río desde la zona de Lope García, se pueden contemplar las “arenas doradas” que cita Luis de Góngora en su canto a Córdoba, cuya lápida está en el testero sur de la base en donde se alza el Triunfo de la Catedral.

La torre sufrió serios desperfectos con motivo de una enorme tormenta que descargó sobre Córdoba en el año 1727,  y el posterior terremoto de Lisboa de 1755. En una nota marginal que aparece en el libro de Actas Capitulares de la Catedral, del uno de noviembre del citado año, pone lo siguiente: “El terremoto duró el tiempo en que se reza un credo”. Con el terremoto, hasta el coro recién terminado por Pedro Duque Cornejo, se estremeció, por lo que tuvo que ser posteriormente restaurado. La torre fue restaurada por el francés Baltasar Drevetón.


SAN RAFAEL EN LA IGLESIA DEL JURAMENTO

En 1733 se realizó la estatua del San Rafael del altar mayor, realizada por Alonso Gómez de Sandoval sobre un boceto de Antonio del Castillo. Tuvo que ser varias veces retocada, pues desde el principio no quedó muy del gusto de la Hermandad. Incluso llegaron a pedir que a la imagen se le diera un acabado en dorado. En un principio estuvo en la llamada primitiva ermita, y más tarde pasó al altar de la iglesia actual, ya en 1798.

La  Iglesia de San Rafael era el lugar elegido por gran parte de la “gente bien” de Córdoba para su casamiento. Presencié el de don Rafael de la Hoz Arderius, que se celebró en 1951. Recuerdo que la estera llegaba hasta la mitad de la plaza. A los  monaguillos le dieron una espléndida  propina.


SAN RAFAEL EN LA PLAZA DE LA COMPAÑÍA

En la antigua Plaza de Queipo de Llano, ante la fachada principal de la Parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos (Compañía), se alza un sencillo y elegante triunfo dedicado a nuestro Custodio. Erigido en 1736 gracia a las limosnas que se recogieron con este fin por el P. Juan de Santiago, su autor fue Juan Jiménez que lo elevó sobre un pedestal obra de Alonso Pérez

En un principio se concibió con un enrejado que cerraba un recinto cuadrado a su alrededor y en cuyas esquinas había cuatro columnas de mármol de donde salían cuatro artísticos faroles. Con la restauración de la plaza, quitaron la reja y las columnas y dejaron solamente la columna que sostiene al San Rafael.

Cerca de este triunfo a San Rafael existía un centro farmacéutico que llamaban “centro sevillano” en la esquina de la calles Reloj-Munda. Daba mucho movimiento a la plaza con chavales de las distintas farmacias de Córdoba.  Hay que recordar que en aquellas épocas las farmacias “tenían lo puesto”. La mayoría de los medicamentos estaban en los centros, e iban y venían a recogerlos los chavales en las bicicletas. Al aparcarlas en la plaza, aquello daba aquello sensación de ser un pequeño garaje.

En la Calle Munda había una taberna muy clásica, que se llamaba Casa Pastor.  Allí se juntaba a beber vino gente muy castiza, orgullosa de sentirse cordobesa. El vino lo bebían en unos vasos de culo gordo a los que se les llamaba “cubetas”. Más de una vez, algunos grupos de amigos, sobre todo en las noches de verano, solían pararse junto al Triunfo de San Rafael y dedicarle un turno de poesía por cabeza. Eso nos lo contaba Rafael Quirós Luna, que conoció perfectamente a muchos de estos personajes eternos.

En 1958 se celebraron unos exámenes de oposición para el Monte de Piedad del Sr. Medina.  Dichas pruebas tuvieron lugar en una clase de la planta superior del Colegio Cervantes, entonces situado en la plaza de la Compañía.  El tribunal lo presidía un canónigo arrullado en su manteo al que llamaban don Tobías. Viene aquí bien ese nombre, pues hubo madres de los examinandos que pusieron velas y lamparillas en el Triunfo al San Rafael por la suerte del examen de sus hijos. Fueron muchas las que esperaron en la puerta del Colegio. Por aquellos tiempos la central del Monte estaba en la Calle Ambrosio de Morales, enfrente de la casa donde nació Pepe Villalonga, que fuera entrenador del Madrid y de la Selección nacional. En Córdoba jugó al fútbol en el equipo "Once Rojos".  


EL SAN RAFAEL DE LA ANTIGUA ESTACIÓN

Don Pedro Salazar y Góngora, en 1743, siendo obispo de Córdoba, decidió levantar un triunfo a San Rafael en la explanada que quedaba entre el río y la Puerta del Viejo Alcázar de los Reyes Cristianos, que por aquel entonces era Prisión Provincial. Al abrirse la Avenida del Corregidor se trasladó dicho triunfo a la explanada de la Estación Central de ferrocarriles en 1954.

Allí, el Bar Montes y Casa Eduardo cobijaban a los noctámbulos de Córdoba que saludaban al Arcángel al amanecer. Jorge Negrete cuando llegó a Córdoba en 1948 acompañado de sus "mariachis" se asombró de ver tantas veces al Custodio de Córdoba. 

Con el cierre de Casa Eduardo los taxistas de Córdoba perdieron algo como si fuera su segunda casa. La viuda que terminó regentando el negocio era una madre para todos ellos.  Todo lo que tenía de bajita, lo tenía de buena y cariñosa. Su café era insuperable 

El San Rafael de la Estación pudo ver como nadie cómo en aquellos años se nos marchaba mucha gente a otras partes de España y del extranjero a buscar trabajo.  Dejaban familia y raíces atrás. Unos volvieron, pero otros se quedaron, porque los hijos habían nacido allí y habían adoptado las costumbres y el idioma.


EL SAN RAFAEL DE PUERTA NUEVA

En el año 1747 se celebraron unos festejos taurinos organizados por los vecinos del barrio a fin de construir en el centro de la plaza una monumental fuente que, además del exorno, era totalmente necesaria para esa zona de Córdoba. Hubo éxito y se recogió dinero suficiente para la construcción de la fuente y hasta sobró dinero que para construir un Triunfo a San Rafael. En un principio éste se colocó junto a la puerta del Convento del Carmen. Más tarde se colocó en el centro de la Plaza desde donde parece mirar a todos los viajeros de la antigua carretera de Madrid. Su autor fue el cantero Juan Alcaide.

Este San Rafael fue restaurado por Rafael García Rueda, y en su rostro pudo apreciar los impactos de las balas de aquella “refriega” de junio de  1808 que se formó cerca de Puerta Nueva. Sobre todo a raíz de que Pedro Moreno, juez de paz, vecino de la Calle Ancha de la Magdalena, disparase su mosquete contra el general Dupont, derribando su caballo. La reacción de los franceses fue de locura durante nueve días terribles en los que saquearon, abusaron y destrozaron buena parte de la ciudad (tanto robaron que la lentitud de sus movimientos posteriores, por tener los carros llenos con la rapiña, fue uno de los principales motivos por los que fueron sorprendidos poco después en Bailén).

A lo que se ve, los vecinos de Puerta Nueva no ganaban para disgustos, pues la fuente que con tanto esfuerzo construyeron les fue quitada en 1950 y trasladada al Jardín del Alpargate. El disgusto de los hermanos García Rueda, los Blanco, los Herrera, los Flores, los Gómez, los de la Torre, los Gálvez, los Seoane, los Lanti, los Dobao, y muchos vecinos del barrio que protestaron por aquel “robo”, se hizo latente, pero de nada sirvió.

Después de aquello, el Jardín de Puerta Nueva fue cercado con alambrada de espino, como si de una huerta se tratara, y en su interior se sembraron unos espléndidos rosales, que durante mucho tiempo dieron un colorido con la sola presencia del San Rafael y el eterno transformador de “la Sevillana”. A finales de los años sesenta al transformador lo cambiaron de ubicación y abrieron, por fin, los jardines.


EL SAN RAFAEL DEL ALCÁZAR VIEJO

Estuvo construido en 1753, y presidió desde su columna la Plaza de San Basilio. Fue costeado por los hermanos Guiral. Con el tiempo, debido a problemas surgidos en la columna, la imagen se colocó sobre una ménsula en la esquina que forma la Iglesia de San Basilio.

Desde allí, el Arcángel es testigo, en los meses de mayo festivos, de la cantidad de gente y turistas que al pasar por delante de su estatua, rezan y piden la protección del Custodio.

Aquí me recordaba Paco Leiva Campoy que su amigo don Guillermo Romero Fernández, párroco de San Basilio y hombre de leyes, le decía que en el Archivo de Protocolos Notariales de la Calle Pompeyos, existen multitud de testamentos que comienzan: “En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo y del Glorioso Arcángel señor San Rafael Titular y Custodio de esta ciudad de Córdoba”.


EL SAN RAFAEL DE LA PLAZA DE AGUAYOS

En el año 1763 fue costeado por la marquesa de Santaella y condesa de Hornachuelos. Se erigió en la Plaza de Aguayos donde tenía su palacio. Allí, en el Convento de las Francesas, estuvo interna Pepa Montes, que era voluntad de su madre que se corrigiera, pero a lo que se vio de poco le serviría cuando debutó en Córdoba en una feria de mayo de 1956 con el espectáculo “Más madera” del Teatro Victoria.

Hay quien afirma que debajo de esta plaza hay un gran manto de agua corriente que afecta al muro izquierdo de la Iglesia de San Pedro en sus cimientos, dando lugar a que se vea totalmente inclinado si se mira desde la esquina del antiguo Bar Brasero, donde jugaban al parchís, los Flores, Berenguer, el "Chapu, Méndez" y el “Limpia”, casi todos de la Ribera.


EL SAN RAFAEL DE SAN HIPÓLITO, LUEGO EN EL POTRO

Miguel Verdiguier vivía en 1768 en la Plaza de San Hipólito. Por su iniciativa se construyó un Triunfo que ocupó un rincón de la plaza, que pasó a llamarse Plaza del Ángel.  Según parece, el artista francés estaba muy disconforme con el proyecto del Triunfo de San Rafael en la Catedral que le habían encargado, y por eso realizó éste para compensar su disgusto. Completó la obra el maestro de obras Francisco García Terrín.

Este Triunfo fue trasladado en el año 1924 a la Plaza de Potro, estableciendo con él una separación entre la plaza y la Travesía de la Ribera.

Todavía recuerdo que en esta Plaza de San Hipólito, donde está actualmente el "Mesón Los Lobos", hubo una Cooperativa Benéfica, que tenía un economato. Uno de los empleados fue Inocencio Montes, que se casaría con Modesta, la dueña de los conocidos Almacenes Modesta de Córdoba.  

Cerca de la Plaza de San Hipólito se ubicó por aquellos años 1966, el Bar Restaurante Carmona, que desde Alcolea había emigrado a Córdoba, primero en la flamante Avenida Carlos III. Lo primero que se veía al entrar a su salón era un gran cuadro, con la foto de Manuel Benítez “El Cordobés” junto a Franco. También se instalaron en la Calle Menéndez Pelayo, por donde se entraba al “gallinero” del Gran Teatro. Con la llegada de la democracia la foto le traería mala suerte hasta el punto que los Carmona desaparecieron.


EL SAN RAFAEL DEL TRIUNFO DE LA CATEDRAL

Por iniciativa del Cabildo Eclesiástico de Córdoba, que así quería hacer patente su devoción al Custodio de Córdoba, se encargó el proyecto del monumento a los arquitectos de Roma, Domingo Esgroijs y Simón Martínez, siendo aprobado el día 26 de marzo de 1738 y comenzando la excavación de los cimientos. Por razones de tipo económico el proyecto se quedó parado, hasta que el obispo, Martín de Barcia decidió costear de su dinero y llevar a cabo su ejecución encargando  las obras al artista francés don Migue Verdiguier.

Los trabajos comenzaron en 1765 y se terminaron en abril de 1771.  El obispo Barcia no pudo ver la obra terminada porque falleció antes de su terminación. Sería su sucesor el obispo don Baltasar de Yusta el que lo inauguró en diciembre de 1781.

Sobre la reciente disputa en relación con la propiedad del mencionado Triunfo, tenemos que decir, de la mano de Enrique Redel Aguilar (1872-1909), que en su libro “SAN RAFAEL EN CÓRDOBA”,  editado en 1899, Imprenta del “Diario”, C/ Letrados nº 18, páginas 21 5-216, dice lo siguiente:

“1850. En el 27 de junio compareció en las Casas Consistoriales un vecino de la Calle Enmedio, llamado Fernando Rodríguez, manifestando que durante cinco años había sido guarda del Triunfo de la Catedral y que por ello recibía un honorario del Sr. Obispo don José Bonel y Orbe; pero que en mayo de 1847 dejaron de abonárselo y, viéndose en estado de necesidad, trató de entregar las llaves del expresado sitio primeramente al mayordomo del Palacio Episcopal, al Provisor después y luego Gobernador de la provincia sin que ninguno de ellos se las admitiese fundados en que  no ejercían dominio sobre el monumento. El Fernando Rodríguez manifestó que, no queriendo abandonar el sitio sin comunicarlo a quien fuese su patrono y, para que no se le hiciesen cargos en lo sucesivo, quería entregar las llaves al Señor Corregidor. Entregó, pues, las llaves y, por disposición del Cabildo municipal, fueron guardadas en su archivo.

El 19 de agosto se vio en Cabildo u  oficio del Prelado exponiendo que aplaudía “El pensamiento de reparar y conservar el recinto del Triunfo”  y que nada tenía que reclamar ni argüir por ello al Ayuntamiento. La Corporación no quedó satisfecha con esto y nombró a los señores don Francisco Portocarrero y don Rafael J. de Lara para que viesen el modo de conciliar el patronato.

En otra sesión (en 3 de septiembre) manifestó el señor Portocarrero que había propuesto al Obispo que transmitiese al Ayuntamiento los poderes que tuviera sobre el Triunfo de modo más preciso  y terminante: y que el obispo le había contestado que no determinaba mejor su donación  porque no tenía acción ni título alguno que justificase la propiedad del sitio y únicamente podía manifestar conformidad. La Corporación acordó entonces que el señor Obispo diese su consentimiento por escrito. Y así se logró.”


EL SAN RAFAEL DEL PUENTE NUEVO

En la confluencia de la Avenida del Corregidor con la Avenida del Conde de Vallellano y la entrada del segundo puente sobre el río Guadalquivir se alza el último Triunfo de los colocados por la ciudad a su Custodio. Es obra de Amadeo Ruiz Olmos. Allí, el Custodio de Córdoba, podía contemplar la nueva entrada a la ciudad por el puente inaugurado el 29 de abril de 1953, según proyecto de García Gallegos, acceso a Córdoba desde Sevilla que enseguida enlaza con la Avenida del Conde de Vallellano, una de las mejores obras que se realizaron en Córdoba (1954).

Por cierto Juan Antonio Palomino, que fue concejal del Ayuntamiento de Córdoba con Guzmán Reina nos comentó que “las cosas de palacio van despacio", en referencia de que la obra de esa Avenida se terminó de pagar a principios de los ochenta.

Hay que señalar que es muy frecuente que este puente de San Rafael se confunda con el que Juanita Reina menciona en su copla dedicada al entierro de Julio Romero de Torres en 1950, que dice: “puentecito, puentecito, puente de San Rafael…..”. Evidentemente no se refería a este puente inaugurado tres años más tarde,  sino a otro que era simplemente un pequeño paso para las aguas del arroyo de las Piedras bajo la carretera de Madrid, en las inmediaciones del Cementerio de San Rafael donde está enterrado el pintor.


EL SAN RAFAEL DEL JARDÍN “DE LOS LOCOS”

En 1975, la desaparecida Caja Provincial levantó sobre el solar que dejaba el antiguo Hospital Psiquiátrico unos bloques de viviendas, completándolos con una zona ajardinada de muy buena estructura. Atrás quedaba la popular “Casa de los Locos”, la fábrica de anís Ventolera, la Escuela del Campo, con su Parque de Bomberos al lado. “Matapalos” y Basurte fueron quizás los últimos que vieron El Jardín del Santo Cristo, en plena actividad.

Con buen criterio, se repuso una imagen de San Rafael que había estado en el patio del antiguo Hospital de la Misericordia, según nos comentó Manuel Herrador, trabajador allí como practicante. Esta idea fue participada por bastantes vecinos de esos bloques, pero entre ellos quiero recordar a Rafael Ruiz Lucena, una de las personas que mejor supieron amar a su Córdoba, siéndole leal hasta su muerte. Se pateó con su amigo Francisco Carrasco Heredia toda la sierra en busca del nacimiento de los arroyos,  para que el poeta, Carrasco, pusiera arte y poesía en su magnifico libro “Los Arroyos de Córdoba”.

También tengo que mencionar a Miguel Escudero Melero, que conocía esta parte de su barrio como la palma de su mano. Sabía mucho de San Rafael, al que llamaba familiarmente “su amigo”. Todos los días, sin falta, iba a visitarle a la Iglesia del Juramento. Contaba él que por aquel año de 1956, al popular  “Pepe Olla” lo vio un día entrar a la iglesia, y al verlo le preguntó: “Pepe ¿que haces aquí?”. “Nada -le contestó-,  que vengo a que el Santo me enseñe a leer, pues no quiero que me vuelva a pasar lo que me ha pasado”.  Contaba Miguel que este buen hombre había montado un puesto de carne (más bien, despojos), y como no sabía leer, pidió a unos amigos que le hicieran un cartel, despreocupándose del asunto. Al siguiente día abrió su puesto y se dispuso a recibir clientes. Pero, asombrado de que allí no llegaba nadie, preguntó a un amigo qué podía pasar. Éste, que quiso ser sincero con él, le dijo: “¿Cómo va a entrar nadie si te han puesto en el letrero: Aquí se vende carne de perro muerto?”. Aquello sólo podría pasar en el “Jardín de los Locos”.


EL SAN RAFAEL DEL JARDÍN DEL ALPARGATE

Con la restauración del nuevo Ayuntamiento, a principios de los años 80 del pasado siglo, se derribó el antiguo edificio de la Calle Capitulares, y de su portada superior se quitó una estatua del Arcángel San Rafael de cierta antigüedad. Se trasladó al Jardín del Alpargate, donde en forma de Triunfo da la salutación a todos aquellos que entran por la Puerta de Plasencia, tan recordada en la historia de Córdoba. Se dice que este San Rafael, cuando estaba en el Ayuntamiento estaba orlado con dos farolillos, cuya luz se apreciaba desde ciertos lugares de Córdoba y servía para orientar a los caminantes.

Con este Triunfo se renovó la plaza, y la artística fuente, que se había traído antes desde Puerta Nueva, se retranqueó para atrás para darle su lugar al citado Triunfo.


EL SAN RAFAEL DEL HOGAR Y CLÍNICA

Sobre la finca de San Pablo, que gracias a una donación  de 150.000 pesetas habían adquirido los Hermanos de San Juan de Dios, construyeron el Hogar y Clínica de San Rafael que se conoció hasta los años 70.

La primera comunidad estuvo formada por:

Padre Guillermo Llop
Padre Juan Grande Antía
Hermano Adrián Touceda
Hermano Crescencio Olivares

El nombre de “Padre” se les daba no por que fueran sacerdotes, sino en razón de edad, pues en esta orden sólo empezaron a tener sacerdotes a principios de los años sesenta.

El cuadro médico de aquella época estaba compuesto por:


Director Honorario:                   Dr. D. Emilio Luque Morata
Director-Jefe de Medicina:        Dr. D. Antonio Manzanares y Bonilla
Jefe de Cirugía:                        Dr. Francisco Calzadilla León
Jefe de Laboratorio:                 Dr. D. Germán Saldaña Sicilia
Medico Auxiliar:                        Dr. D. Antonio Carreto G. Meneses
Gastropatólogo:                       Dr. D. Juan de Dios Jiménez Fdez.
Otorrinolaringólogo:                  Dr. D. José Navarro Martín
Odontólogo: Dr.                        D. José Casana Diéguez
Urólogo:                                   Dr. D. Rafael Pesquero Muñoz


Un hombre al que también hay que recordar como si perteneciera a cualquier cuadro médico es a Rafael López Cansinos, que durante años fue el alma de aquellas subastas que organizadas en Radio Córdoba, llegaba a todos los hogares cordobeses.

En 1954 estuve en la Hogar y Clínica de San Rafael, desde el 17 de Enero al 23 de Abril. Allí pasé un tiempo hospitalizado que me marcó por el cariño que aquellos frailes:

Hermano Gerardo, Hermano Gabriel, Hermano Bernabé, Hermano José, Hermano Domingo Hermano Bonifacio, Hermano Mauricio, Hermano Enrique, Hermano Justo

Todos se portaban maravillosamente con los enfermos que estábamos allí acogidos. Sánchez, que luego tendría su barbería al lado del Bar Litri de la Fuensantilla, formaba parte de un equipo de personal de laicos que igualmente nos atendían con todo el cariño del mundo. Pepe, Miguel, Marcelino, Roque y Baldomero, serán personas a las que siempre recordaremos con todo el cariño.

El quirófano estaba al fondo de la galería de la izquierda conforme se entraba. Te bajaban de la primera planta (solo había una), en un ascensor y las camas esperaban cola en la puerta del quirófano. Allí no había familiares, ni salas de espera. Eran operaciones de traumatología, y empleaban el cloroformo con mascarilla. Cuando se abrieron las puertas del quirófano yo llevaba una estampa de San Rafael que me había dado mi madre el día del ingreso. Nada más entrar, el hermano Gabriel, muy complaciente, me dijo: “déjame la estampa que te la guarde, aquí tienes un San Rafael que preside el quirófano”.  Aquellas palabras me confortaron y cuando desperté ya estaba en la habitación de operados, en donde por cierto, tenía mi estampa y había un cuadro muy bonito de San Rafael.

Aquella estampa del San Rafael sobre el Puente Romano que había en el cuarto de operados me impresionó tanto que siempre la ha tenido grabada en mi mente. Un día me llegué a casa de José Luis Muñoz Baena, compañero de fábrica y excelente pintor, que tenía entre sus cuadros a este San Rafael y le pedí que me pintara uno. Luego me contó que a Rafael Gómez Sánchez le habría pintado este cuadro infinidad de veces, pues solía regalarlo a sus amigos. El primer domingo de visita de mis familiares después de la operación se presentaron mis padres y me regalaron una medalla de plata con la imagen de San Rafael. La habían comprado en la sacristía de Ia iglesia de San Rafael, que estaba al cuidado de Socorro, que con su hábito de penitencia, parecía una piedra más.

Como curiosidad de mi estancia allí, el hermano Bernabé, el día 3 de febrero, nos despertó de madrugada para ver algo inusual. Estaba cayendo sobre Córdoba una intensa nevada, la más grande que yo he visto en mi vida. La Ermita de la Virgen de Lourdes había quedado totalmente cubierta de nieve.  Era impresionante ver toda la zona de naranjos cubiertos de nieve. Llegaron voluntarios para sacarnos en las camillas a la terraza para que pudiéramos ver aquel maravilloso espectáculo. El viaducto del Pretorio, que en aquellos tiempos era de un solo ancho, se veía como un montículo de nieve.


SAN RAFAEL DE LA CALLE CANDELARIA

El altar de la Calle Candelaria, esquina con la Calle Lineros, fue realizado por Antonio Monroy, que en 1801 pinta a San Acisclo y Santa Victoria, y en el centro de ellos, a San Rafael, Custodio de Córdoba. Curiosamente, un par de casas más adentro de la calle, en los años 50, había una casa en donde se impartía “religión de los protestantes” a decir de nuestras madres.

Todavía en Córdoba se hablaba de un pastor que hubo en esta Iglesia Evangelista, llamado don Agustín Arenales. Además de pastor protestante, era republicano y por ello se exilió a Méjico en el año 1938. Era un hombre de gran oratoria y fomentó la Sociedad de Jóvenes cristianos, que llegó a contar con más de 30 componentes. En la “capilla”, como él llamaba a este recinto, acudía mucha gente deseosa de escucharle.

Pero la relación entre la Calle Candelaria y el Arcángel tuvo más notoriedad en Córdoba. Tenemos que hablar del equipo de la Candelaria, cuando jugaba en los Salesianos, en aquellos campeonatos de verano organizados por don José María Izquierdo. Era un espectáculo verlo. Además, en esa calle nació Miguel Reina Santos (1946), al que el “Marca” en una entrevista que le hacían al final de los años sesenta lo citaba como “El Ángel del Arcángel”, por su espectacularidad en aquellas paradas que aún quedan en las retinas de los aficionados cordobeses que íbamos al viejo Arcángel.

El San Rafael de las Cinco Calles, es testigo de que el bar que había en la esquina de la Calle Carlos Rubio tenía un cuadro de Reina, como un auténtico Arcángel, admirado por sus vecinos.

Un poco más abajo, en el Bar los Mochuelos de Santiago, todavía recordamos a Pepín, gran aficionado al Atlético de Madrid e incondicional de Reina, hasta el punto de que una vez que vino el portero por Córdoba y no se pasó para saludarle, de coraje, colocó un par de días su cuadro boca abajo.


EL SAN RAFAEL DE LA PLAZA DE LA FUENSECA

La Calle Juan Rufo se ensancha en una pequeña plazuela encalada donde hay una fuente famosa, “La Fuenseca”, en esa paradoja tan cordobesa de la sed en el agua, la salud en el cementerio, la verdad en el campo, la caridad en el potro agónico. Fuente tantas veces pintada por Julio Romero de Torres, reflejando a hombres que acechan o mujeres que huyen, en cuadros que esconden muchas verdades ocultas.

Córdoba es rica en aguas, y allá por el año 1495, mientras que el arquitecto Pedro Lope se decide a acometer la obra de los pórticos del Patio de los Naranjos, se intentó aprovechar el caudal del venero que nacía  bajo la huerta de las Dueñas y pensaron en poner una fuente a nivel de la Calle Alfaros, por donde el fotógrafo Melero tenía su ático de madera. Pero el caudal no llegaba con facilidad a ese nivel, y la fuente casi siempre estaba seca. De ahí el nombre de Fuente-seca.

Entonces cambiaron la ubicación de la Fuente y la pusieron en una cota inferior, donde incluso había que bajar algunos escalones. En el año 1808, poco antes del terrible saqueo de los franceses en Córdoba en junio 1808, se decide ya ubicar la fuente en el lugar  actual, pero cambiando oportunamente su diseño, dotándola de un pilar con cuatro bondadosos caños. Encima de la decorativa fuente se colocó una pequeña estatua de San Rafael, que se hallaba mal colocada en mitad de la plaza sobre un pilar de mampostería. Para la historia, la fuente ganó estética y el Custodio se podía reflejar en el agua del pilón. Se quitó la sequedad, y el agua del venero, que ya no va a la fuente, todavía se siente  fluir cerca de las primitivas tiendas de lo que fue Pedro Romero.

El cuadro resultó tan atractivo que Julio Romero de Torres lo plasmó para la Eternidad. Si tuviera memoria, podía recordar las veces que el Custodio se puso colorado cuando los que iban a las casa de citas de Santa Marta se tapaban un tanto la cara al pasar delante de la fuente. Eran otros tiempos.

También San Rafael recordará las veces que Enrique Redel, Romeros Barros, o Pablo García Baena, Rafael Cantueso, Juan Bernier y Ricardo Molina le saludaban al pasar y le pedían prestada la “calabaza” de su caña, para beber el vino en la Taberna el Bolillo. Y por si faltaba algo, allí estaban los comestibles y el pan de los Cárdenas Cantueso.

San Rafael, en el día a día, contemplaba cómo Antonio el barbero se consumía en su enfermedad producto del tabaco y de su soledad. Se quejaba con frecuencia de que los muchos clientes que entraban en Casa Rafael Bellido, tales como Adalberto López, Rafael Martínez, Félix Sánchez, Juan León, Enrique Olmo, Rafael Pérez, etc. etc. tenían por barbero al simpático “Marchena” de la Puerta del Rincón, que les agradaba por su estilo y parecido con el arenero.

Al cine de la plaza nos llevó mi madre alrededor del año 1953, para ver la película “Morena Clara”. Fue tanta la gente que acudió que tuvimos que salir por la puerta falsa, por la Calle Santa Marta. Salimos enfrente de un negocio que decía: “Cooperativa de Ebanistas”. Mi madre nos indicó que siempre se había oído por Córdoba de que allí existía una célula de masonería.

Quizás por ello, en un libro de Eloy Vaquero se dice: “En 1917, la profesión de nuestros regidores electos, era la siguiente: Don Francisco Azorín Izquierdo (Arquitecto), don Bernardo Garrido de los Reyes (Ebanista), don Mariano Salinas Diéguez (Platero), don Enrique Suárez Aranda (Ebanista), don Pablo Troyano Moraga (Tipógrafo), don Juan Guerra Lozano (Perito), don Manuel Cáceres Urbano (Decorador).

El presidente de esta Cooperativa don Bernardo Garrido Reyes, que llegó a la alcaldía de Córdoba en las elecciones municipales de 1934.


PARA TERMINAR…

Ya queda dicho bastante sobre temas relacionados con el Arcángel San Rafael pero no podemos dejar atrás a la “Confitería de San Rafael” que supo lanzar a la popularidad un pastel: “el Manolete” “inventado” por la Confitería Mirita de la Calle Concepción.

Y también, cómo no, hay que recordar a mi entrañable Colegio Salesiano, con aquel patio de los Eucaliptos donde nos sentíamos felices. Allí, desde la terraza que rodeaba al patio, en la zona centro, había un magnifico relieve de San Rafael. En el día de Todos Los Santos, don José Bosio, don Rogelio, don Adolfo, don Rafael Sánchez, y don José Mª Campoy, con la ayuda del “Cebollita” nos echaban aquellos sacos de castañas, “esturreados”, para que todos disfrutásemos de meterlas en nuestros bolsillos vacíos. Con toda seguridad, el San Rafael del patio, cuyo autor fue un antiguo alumno de aquellos primeros tiempos que vivía en la Calle Humosa, tenía que sonreír ante la actitud de estos curas que nos hacían felices.