miércoles, 31 de diciembre de 2014

PLACIDO



Era el año de 1961, y en Córdoba se inauguraba su emblemático Reloj de las Tendillas, en dicha inauguración se conjuntaron la guitarra de Juanito Serrano y la Voz de Matías Prast. Uno puso el toque mágico de su guitarra y otro su voz inconfundible para la mayoría de los españoles.

Por aquellos tiempos, ya en los hogares de lujo y que tenían televisión, se podían ver los anuncios de aquella niña  prodigio que significó Marisol, sobre todo cercanas las fiestas de la Navidad.

Pero en estas Navidades del 2014, lo recordarán los aficionados al cine, porque la TVE. en su segunda cadena nos ofreció una película que precisamente se estreno en 1961. Se trata de la película PLACIDO, la película del genial Luís García Berlanga (1921-2010), A decir de muchos el mejor director de cine español. Quizás, sino hubiera sido excombatiente de la División Azul, se hubiera proclamado su gran categoría.

Su estreno fue en el mes de Octubre y cada personaje de los que componen el reparto  tienen un parecido mágico, con los personajes que en el día a día nos encontrábamos en nuestra vida común y diaria.
 
Hay gente que sabe tanto de cine, que incluso iban vas allá de las pretensiones del propio García Berlanga,  y así pudimos leer un comentario que decía: “La letra del  Villancico final de la película tuvo problemas”, y eso no fue cierto, Camilo José Cela, que junto a Dionisio Ridruejo, ejercieron como censores en aquellos tiempos lo negó rotundamente. Con García Berlanga, dijo, había confianza total, no en balde era una persona de confianza política y amaba por encima de todo a España.

Efectivamente en 1943, en un periódico cercano al régimen  se publicaba un articulo, escrito por uno al que llamaban el escritor García Berlanga.

[...] Sobre un carro, un carro de ruedas destartaladas y ejes que chirríaban, a contraluz con la estepa iluminada eternamente, llevamos ayer su cadáver a Motorwo, y en su jardín, la cabeza hacia España, lo enterramos... Con él se fueron las medallas religiosas, el cisne blanco en la camisa azul, y aquellas rosa de los Alpes que una estudiante alemana le regalara. Nos dejó, sin embargo, una antología de la buena muerte y una postura arrogante ante lo irremediable. Caía la tierra sobre su cuerpo y descendía sobre nosotros el afán silencioso en la lucha. Así, sin gritos, proseguíamos, cada vez más acelerada, la marcha hacia los límites de nuestra conciencia. Se desangran, sí, los cadáveres de los falangistas, pero esa sangre entra en las venas de los que nos quedamos, para rejuvenecer nuestro ímpetu'”.

Y hay quien dijo que Berlanga, recreaba la España, de post-guerra, buscando la autenticidad en las gentes y en los entornos que los rodeaban. Eran seres humanos que existían y había que acoplarlos a las mil historias que se sucedían en cualquier pueblo de aquella España; pero que, por otra parte no eran personajes, paisajes o historias, que no vinieran de lejos, es decir de la España de los tiempos. El mobiliario de muchas calles no era improvisación de unos pocos años, al igual que el estado de las calles. En  Córdoba concretamente en los barrios populares, las aguas sucias, bajaban por  arroyuelos que se formaban en la mitad de la calle, las velas, no solamente se utilizaban en las Iglesias, sino que era el objeto más valorado de la casa, estamos hablando del siglo XIX. Lo que hacía Berlanga en sus películas, es hacer coincidir muchos hechos en las películas, que aún existiendo en la vida real, no tenían que ser coincidentes.

Sea como fuere, este hombre nos recreaba la vida que solía darse en multitud de pueblos y situaciones, pero es que dichos personajes los hemos vistos confirmados en nuestras vidas de trabajo, diversión o vecindad.

QUE VIENEN LOS TURISTAS

Rafael, era un personaje singular y entrañable de la fábrica de Westinghouse, hombre muy eficaz en su trabajo. Trabajo que lo venía realizando sin interrupción desde que entró en la fabrica a finales de los años 1940. Era ordenanza y encargado de llevar y traer el correo de la empresa. Pero al margen de esto, era una persona que se prestaba a todo lo que su empresa le demandaba. En una ocasión venían a visitar la fábrica, unos australianos que pertenecientes a una planta que los americanos tenían allí, venían a Córdoba, para ver las técnicas de las “Bobinas Forfit”, en las que la fábrica de Córdoba, era una adelantada a nivel. mundial.

Al margen de le realidad de esta visita un jefe de cierto nivel, posiblemente el Sr. Tafur, en broma le comentó al bueno de Rafael, que la fábrica le quería dar una buena impresión a estos visitantes, y pretendía para ello que se le hiciera patente a estos lejanos visitantes nuestra singular afición a los toros. Para ello y continuando la broma, le dijo que si quería hacer una serie de pasajes, por el pasillo en donde estaba la sala de reuniones, a fin de que pudieran verle “VESTIDO DE TORERO”, él, en un principio no contestó nada. Con toda seguridad en su casa de la Margaritas, pensaría el asunto y al otro día, nada más llegar a la fábrica, contestó que si. El como siempre dijo que haría eso y lo que hiciera falta por su fábrica. Entonces y continuando con la broma, enviaron a un tal Pepe, con él a la Calle Morales, en donde existía una tienda en donde se alquilaba de todo. Le probaron el traje, y finalmente aceptó uno de color “Burdeos y Oro”, pues le recordaba la alternativa del Pireo, que era un torero de las Margaritas. El tal Pepe de acuerdo con el tal Tafur, pagó el importe del traje de torero.

El viernes, día previsto de la citada visita, se presentó el bueno de Rafael, con una bolsa grande de "PIEDRA", en la que traía el traje de torero y lo guardó en el cuartillo de la centralita de teléfonos. Llegaron los australianos acompañados incluso de sus esposas, y se acomodaron en el salón de reuniones, entonces el bueno de Rafael, se metió en el cuartillo y allí se puso el atuendo de torero. Salió e incluso fue visto por la simpática Carmen, la telefonista, que al verle con aquel traje, arrancó a reír y por poco, si todavía está en plena risa. Al ruido que se formó salió Herrera, e interrumpió aquella broma. La broma había llegado demasiado lejos, pero aquí pudimos observar como una persona buena, que en muchas cosas se pareció a cualquier Placido que pueda haber por el mundo.

El simpático Rafael se quedó sin “torear” aquella corrida, pero que a juzgar por sus comentarios, le hubiera importado poco darle la alternativa a los paisanos del canguro. 

LOS HIPOCRITAS  BEATOS

Los hipócritas beatos que refleja en la película han existido siempre. Antes eran beatos, y que algunos, todo lo querían arreglar, con una aparente dedicación y con sus rezos de rosario. Y es que hay mucha gente que lo único que buscan es notoriedad y salir en la foto con los necesitados. Pero ahora, más modernizados, con gente totalmente atea y que asume estas labores de ayuda y solidaridad,  tenemos a algunos artistas y demás figuras del espectáculo, que antes de salir al escenario, proclaman SU SOLIDARIDAD, con todos los que se sienta marginado, e incluso algunos van más allá y ponen como ejemplo algunos sistemas allende los mares. Estos personajes del espectáculo y al igual que los artistas que salen en la película para la “cabalgata”, son mercaderes de todo lo que hacen y además engañan a los espectadores con falsas solidaridades. Últimamente, a uno de ellos que tocará muy bien la guitarra, cantará y recitará mejor aún, pero de eso a ser solidarios, va un buen trecho.

La solidaridad real se demuestra primero pagando cada uno sus impuestos, y luego haciendo cada uno lo que pueda. Recientemente la prensa nos habla de que un famoso “cantautor” ha constituido una empresa para cobrar sus trabajos de artista. De esta forma paga un 21% menos que desde la otra forma. Hacienda por lo visto, “que somos todos”, le ha dicho que no se puede constituir una empresa para eludir impuestos y le reclama algo parecido a 5.000.000 de euros. No es de recibo que se vaya por ahí criticando los “recortes” cuando nosotros eludimos obligaciones de pago a la Hacienda..

Esa cantidad en pesetas, supone aproximadamente 167. 000 ayudas de 420 euros, durante un año.

Aquellos, los de la película, quizás eran falsos, porque todo eran apariencias y rezos de rosarios, pero estos ateos, convencidos, son gente que elude a la Hacienda pública y en buena parte por su culpa y la de los corruptos, el país se ve abocado a “recortes” que él seguramente criticará..

LA LETRA

En la película se monta una trama en la que la devolución de una letra, trae en jaque al pobre Plácido, pero que lo que a él le ocurrió ha pasado multitud de veces a cualquiera al que le giran una letra y no tiene para pagarla.  

Con toda seguridad ninguna letra habrá sido tan famosa como la letra que le prestó Juan Abelló a Mario Conde, para que pudiera acceder a la presidencia de Banesto, (1980). Fueron más de tres mil millones de pesetas, y lo curioso es el porqué el citado préstamo no se hizo en un talón o en efectivo. Quizás el talón fuera más fácil de devolver, al menos, como le pasó al Sporting de Gijón con el talón de 63 millones de pesetas que le dieron por el fichaje de su delantero Quini. Este talón al presentarlo al cobro fue devuelto. En fin, eso fue siempre un detalle que nadie nos explicó. Las altas finanzas también tendrán sus curiosidades. Lo cierto y verdad es que con esta letra le permitió comprar acciones de Banesto y con algunos acuerdos, llegar a la presidencia del banco.

Se culminaba así una carrera meteórica en el mundo de las finanzas, del hombre que por encargo de Juan Abelló “El farmacéutico” vendió la empresa ANTIBIÓTICOS, a un empresario italiano por más de 58.000 millones de pesetas. Esta operación fue tan importante que hasta el presidente Felipe González, estuvo puntualmente informado, y lógicamente dio su conformidad.

En esta venta Mario Conde y Juan Abelló se embolsaron una buena cantidad de millones, al poseer el 25% y el 46% de dicha empresa respectivamente. Pero lo curioso de todo esto, es que la familia de los Botín, PLACIDAMENTE, y sin apenas exponer un duro, se llevaron también 12.000 millones de pesetas de esta venta. Por lo que se ve estas cantidades poco tenían que ver con la letra para el pago de aquel sencillo  motocarro, que tenía que abonar el pobre PLACIDO.    

Hablando de letras devueltas, en Córdoba, la empresa más rápida en reaccionar cuando se le devolvía una letra era la razón social, Viuda de Victoriano Gómez. Esta empresa dedicada a almacén de hierros y ferretería, era llegar el día de pago y no ser abonada  una letra puesta al cobro por ellos, y al otro día un procurador con domicilio en la  Calle Ramírez de las Casas Deza, te enviaba una notificación, escrita con una letra hasta  elegante y de color morada, en la que te aclaraban todo lo que te podía pasar si no la pagabas. En ese aspecto la “Viuda”, como se le llamaba familiarmente, era inapelable. Llegabas a sus oficinas en Ronda de Tejares y te causaba sensación el contemplar en pleno año 1970, como sus empleados, utilizaban todavía “manguitos” y tinteros para su escribanía. Pero eso si, mientras no pagaras no había suministro.

En ese aspecto, mucho más despreocupado en todos los sentidos nos parecía Almacenes Roses. El equipo de administración encabezado por Francisco Serrano, (hermano del famoso guitarrista Juanito Serrano), era más tolerante y comprensivo. Roses, lo último que te negaba era el suministro, pues ellos eran de la filosofía, de que si no podías trabajar, menos podrías pagar. Además solo te bastaba ir a la oficina y hablar con aquel señor bajito y un poco gordito que respondía al nombre de don Manuel Roses, para que te dieran otra posibilidad.

Pero las letras, no solamente era la dificultad de pagarlas. Tenías también un gran sufrimiento tipo “PLACIDO” hasta que bastantes de aquellos empresarios, que por todas partes abundaban, se dignaban a darte una letra para poder pagar los jornales.

Todavía recordamos aquellas oficinas ubicadas detrás de la Gasolinera de Cañero, en la que una empresa de estas que se “organizaban” para construir unos bloques de pisos, tenían allí sus oficinas. Uno de los socios se trataba de un tal Carreto, que había formado sociedad con un hijo de Hernández-Fonta. Normalmente le hacías la carpintería metálica y la cerrajería, e ibas allí los viernes para que al menos te adelantara una LETRA aceptada para pagar los sueldos. Todos estos empresarios te pagaban en la forma y manera que ellos querían y tenías que esperar cola para que te dieran una LETRA de 35.000 pesetas. Luego con el efecto en la mano te ibas al Banco Bilbao, y empezaba para ti otro “calvario”, pues el “Luís Aganso” de turno, todo era ponerte pegas para negociarla y su posterior abono. Y eso que tenías que dejar el 10% del importe para la cartilla y te cargaban unos gastos de hasta el 23 %.

Una empresa de daba gusto poder trabajar con ella era una que se llamaba San Martín, de la cual todavía recuerdo su dirección de la Calle Orense, nº 11. Madrid 20, y eran comprensivos y rápidos a la hora de pagar sus obligaciones.

Otra empresa que trataba a los cerrajeros como si fueran “PLACIDOS” era la empresa Fomento de Obras y Construcciones, que fue la que realizó la construcción de Mercacórdoba, y allí después de que el pago era contratado a 180 días, a la hora de certificar el Vº Bº de la factura, era todo un sufrimiento al estilo del de PLACIDO. Entregabas la factura a origen y la dejabas allí, a la espera de que te avisaran de que estaba revisada. Pasaba una semana y otra, y ya desesperados, llamabas y a lo mejor te decían : "Tiene un error numérico, vengan a por ella y la rectifican". Aquello era un sin vivir, pues había que pagar sueldos, proveedores y la LETRA, sin venir. Entonces y a las tres semanas de la fecha de la factura, te avisaban de que el PAGARE, estaba allí. La fecha de vencimiento la ponían a 180 días desde el día que te aceptaban la factura, casi siempre a los 20 días de haber presentado la factura para su aceptación.

En esta tesitura y si todo el taller estaba volcado con este cliente, necesitaba financiarse, para pagar sueldos y proveedores, y para ello era frecuente que se recurriera a “Un cliente imaginario y girarle una letra de peloteo”. Esta política de desastre económico con tantos sufrimientos como los de PLACIDO, fue lo que llevó a la ruina la mayoría de los talleres de carpintería y cerrajería que había en Córdoba por aquellas fechas.

Pero de las LETRAS se podría escribir un libro y aún sobrarían anécdotas y datos para contar. Sí el Gran Capitán, pudiera hablar de la cantidad de LETRAS que se le giraban a su “domicilio”. Me refiero a las llamadas “LETRAS DE PELOTEO” con las que se financiaba todo el que lo necesitaba. Los bancos lo sabían y las aceptaban, pues era una línea bastante rentable, por gastos, comisiones, y todo lo que suponían estas letras.

Hablando de este tipo de “LETRAS DE PELOTEO”, hay que traer aquí el recuerdo a un simpático “Manolo el de las cabras”, personaje que sin apenas tener conocimientos contables, manejaba las letras como si fueran cromos. El las rellenaba a mano, y cualquier sitio era bueno para realizar esta operación. Aunque mentalmente (era algo mayor), cuadraba perfectamente los números, en una ocasión en el Banco Hispano que había en el Gran Capitán (Local ocupado hoy por el Cortes Inglés), negoció una LETRA de peloteo a su nombre, y el banco se la aceptó. Posiblemente no se dieran cuenta, pero es que este hombre perdió casi todo su capital inmobiliario que poseía, pagando gastos y más gastos del banco. Este buen hombre de alguna manera era otro PLACIDO de la letra.


EL EMPLEADO DE LA NOTARÍA

Desgraciadamente hay funcionarios, que todavía no se han dado cuenta de lo que es fundamental o accesorio. Hay personas que van con una cosa muy urgente y a lo mejor decisiva para ellos, y el funcionario toma el asunto de  forma PLACIDA y como si todo el mundo cobrara un sueldo fijo de la Administración.

Traigo aquí el recuerdo de unas gestiones llenas de preocupación, y aceleración, pues se trataba de conseguir que al director NUEVO, que iba a venir a la fábrica de Córdoba, no le faltara de nada y se sintiera cómodo en nuestra fábrica para que no la cerraran. Eran tiempos de nerviosismo y mucha preocupación. Le buscamos un piso en la Plaza de las Doblas, para que él se sintiera a gusto y confortado. Nos apresuramos para conseguir de Sevillana, que le dieran luz cuanto antes, pero para ello necesitábamos el “Certificado del Instalador”. Los Hermanos Pedraza, se portaron maravillosamente y casi de madrugada llegaron y nos cambiaron los aparatos de protección y nos dieron el certificado.

Con el certificado en la mano y corriendo como PLACIDO, subimos a la planta del edificio de Servicios Múltiples, y llegamos al mostrador de Industria. Allí sin tener conocimiento de que llevábamos por lo menos tres días de un lado para otro, entregamos el certificado a un empleado del mostrador. Lo miró, lo selló y cuando esperábamos que nos diera “El Papel de Industria”, Benito, que así se llamaba el funcionario, nos dijo: “Vengan ustedes dentro de tres días”. Recuerdo que venía conmigo el chófer de la fábrica y sorprendidos nos miramos uno a otro y casi al unísono dijimos. ¿Qué hace falta para poder llevarnos el papel de Industria?. Le dijimos, y el nos contestó: “Pues firmarlo” -¿Y quien tiene que firmarlo?. –Acaso ese señor que está leyendo el periódico- Al oír la palabra periódico, la persona que estaba leyendo el CORDOBA, miró y preguntó: “Que es lo que pasa” y entonces le dijimos que había que firmar aquel documento, y entonces se levantó, y dirigiéndose al mostrador cogió un bolígrafo y firmó el documento. Rápidamente salimos corriendo para Sevillana, para que fueran a dar corriente.

Todo el esfuerzo que hicimos era para poder dotar con luz,  el pisode la persona que venía a Córdoba como director que no era otro que Adolfo Plaza; todo nuestro interés es que este hombre o el director que fuera se sintiera lo más cómodo posible.
  
EL ENTIERRO
   
Se había muerto un teniente coronel de Lepanto, y ya salía el cortejo del entierro en dirección para el Cementerio de San Rafael, cuando todavía no se había abandonado la Plaza del Jardín del Alpargate, en medio de una importante expectación de publico, surgió la voz potente de un tal Mariano, que siendo repartidor de vino de una bodega que popularmente llamaban “El Pelotazo” y que al estar algo bebido, se subió al pilón de la fuente y gritó: “Viva el Látigo Negro”, de esta forma vitoreaba al cura que presidía el entierro nombrándolo por su apodo.

Más adelante el entierro pasó en plena “Redonda”, y allí en la Puerta de Pedro Rojas, además de los que iban a vender trapos, chatarras y todos los desechos que se encontraban, había unos húngaros que con trompeta y tambor hacían que la cabra actuara como era costumbre por aquellas épocas. La cabra muy respetuosa se quedó quieta y el sonido de la trompeta dejó de sonar.

Antes de llegar a la esquina en donde estaba la Casa del "Tercio", (había 206 vecinos), los acompañantes del entierro, el cura y los propios monaguillos se echaron a un lado, para que pudieran pasar cuatro vacas que un tal “Manolillo” había llevado a beber a la fuente del cementerio y volvían para el pesebre. El único que vio los toros desde el palco, fue el cochero del cortejo fúnebre que se llamaba Paco Galíndez, “El Torta”, que al ir en el pescante del coche de caballos iba a salvo de todo.    .    


Pero a la mayoría de los acompañantes del entierro le faltó tiempo para apartarse y subirse algunos a lo alto de alguna ventana.




viernes, 21 de noviembre de 2014

EL ASILO MADRE DE DIOS Y SAN RAFAEL


En el conjunto de las comunidades de religiosos existentes en la capital cordobesa en la Edad Media, los Terciarios Regulares de San Francisco, que ocupaban el Convento Madre de Dios de los Remedios y San Rafael, llegaron a tener un indudable arraigo en el vecindario del Barrio de Santiago, y esto obedecía entre otras razones, a los cuatro siglos de permanencia en nuestra ciudad.

La llegada de esta orden religiosa fundada por San Francisco de Asís,  fue a mediados del siglo XV (1440) y se establecieron en las afueras de la ciudad en medio de un entorno de huertas  de la zona llamada de la Fuensanta, por encontrarse allí ya ubicado el Santuario primitivo de la Fuensanta (1420), muy cerca del discurrir del arroyo de Pedroche y a la altura concreta de la Huerta o pago de “MILANA”. Testigos de todo este acontecer histórico tuvieron que ser a la fuerza los puentes de: “SANTA MATILDE”, “LOS DIABLOS” Y “BURRICIEGOS”, hoy todos estos puentes con sus recuerdos desaparecidos por el avance de las urbanizaciones .

En ese lugar poco aparente el 17 de enero  de 1440,  Fray Ruy Martínez de Pineda, presenta la  escritura de donación de un terreno en el pago de “MILANA”, para la fundación del Convento de Madre de Dios, para los frailes de la Orden Tercera de penitencia, según documento que aparece en la RAH. Colección Morales. C-14. ff. 625-629. Copia del Siglo XVIII.

Fue en 18 de enero de 1441, cuando en la citada “HUERTA DE MILANA”, en Córdoba, y ante don Juan Alfonso de Zamora, bachiller en Decretos, arcediano del Páramo en la Catedral de Astorga, y vicario General de don Sancho de Rojas, obispo de Córdoba, que se hallaba presente, Ruy Martínez de Pineda, pide licencia para fabricar un Monasterio de la Orden de la Penitencia, que se llamaría Madre de Dios y de San Rafael, a donde ya existían unas casas habilitadas como residencia. Esta información aparece en la RAH. Colección Morales.  C-14. ff. 629-633. Copia del Siglo XVIII.

El 8 de marzo de 1444,  don Sancho de Rojas, obispo de Córdoba, concede al Convento licencia para que se pudiesen pedir limosna en Córdoba y su obispado con destino a la compra de ornamentos y luminarias para el Convento. También concede 40 días de indulgencias a aquellos que diesen limosna para tal fin, a petición de Fray Pedro, mayordomo.

Estos frailes en un principio, y en el buen sentido de la palabra “iban por libre”, es decir que no estaban sometidos a la jurisdicción de Ordinario que era la que dependía del Obispo de la diócesis.  Durante aquellos tiempos iniciales fue un “tira y afloja” entre los frailes y el obispo, por querer continuar exentos de la jurisdicción del obispado.  Incluso en el  19 de julio de 1452,  se emite una sentencia dada por Fray Juan de Ávila, abad del Monasterio de los Santos Mártires  Acisclo y Victoria, de Córdoba, por la que se declara exento de la jurisdicción episcopal al Monasterio de Madre de Dios de los Remedios, de la misma ciudad. RAH-Colección Morales. C-14, ff. 619-658. Copia del Siglo XVIII.

Pero al final de todos estos “tira y afloja” el obispado salió ganando y el Convento, tuvo que someterse a la jurisdicción episcopal.  Aquella realidad jurídica, hizo que muchos frailes se marcharan del Convento. Así por ejemplo tenemos el caso registrado de fray Antón Cordero, de la Orden Tercera de Penitencia, que pide permiso a fray Ruy Martínez de Pineda, fundador del Monasterio de Madre de Dios de los Remedios y San Rafael, para marcharse del Convento por estar sujeto a la jurisdicción del obispado.

Superados estos años iniciales los frailes que voluntariamente aceptaron acatar la disciplina de la diócesis; se consolidaron en su Convento y poco a poco, se fueron integrando en el Barrio de Santiago, en donde eran muy apreciadas sus labores pastorales, sus visitas a los enfermos  y su entrega en la causa de los más desfavorecidos. También supieron integrarse en todas las cofradías de hortelanos de la zona.

A principios del siglo XVII, los frailes deciden abandonar ese lugar entre huertas y en 1602, trasladan su Convento a lo que se llamaba la Puerta de Baeza, junto a la calle del CÁÑAMO. En  la diócesis que al ser sede vacante, (pendiente de nombrar obispo), correspondió al Cabildo dar su autorización para el nuevo emplazamiento del Convento de Madre de Dios y los Remedios.

Pero los frailes necesitaban una iglesia en donde poder desarrollar sus labores pastorales. Desde primera hora y al comprobar la devoción que existía en Córdoba al Arcángel San Rafael, decidieron nombrarla con este nombre. Lógicamente pidieron ayuda a todo el mundo e incluso el Municipio, que en 1698 les cedió la Plaza de la Corredera,  para que se pudiera celebrar una fiesta de toros a fin de recabar fondos para el levantamiento de la Iglesia.

La construcción de esta Iglesia se inicia a finales del siglo XVII, y a pesar de las dificultades surgidas por falta de fondos, culminan con éxito la terminación en 1715. El Ayuntamiento costeó la mayor parte, y el resto fue completado por el  gremio de hortelanos  y las industrias que existían en la Carrera de la Fuensanta; de esta forma la Iglesia fue terminada en 1715.  La ciudad de Córdoba, de esta forma tenía la primera Iglesia importante dedicada al Arcángel San Rafael, que desde las apariciones al venerable Andrés de las Roelas, gozaba de mucha devoción en Córdoba. El 9 de junio, de 1715, es la fecha de inauguración que aparece señalada en las Actas Capitulares que se conservan en la Catedral de Córdoba.

La Iglesia una vez concluida resultó ser una de las más bellas de Córdoba, y fue dedicada en un principio a la Madre de Dios de los Remedios y San Rafael. En el altar mayor se encuentran la Virgen de los Remedios y a ambos lados, San Rafael y San Miguel. En la capilla de la izquierda se encuentran imágenes de San Antonio, Santa Catalina y San Juan Bautista. En la Capilla que se llamaba de los hortelanos, se encuentra una imagen de Jesús Nazareno, la Virgen de los Dolores, la Magdalena y San Juan. El retablo principal fue realizado por el arquitecto Melchor Fernández Moreno, autor de reconocida obra en Córdoba.

En este convento fue célebre  Fray  Rafael Rodríguez Mohedano, religioso del Convento Madre de Dios, juntamente con su hermano, escribió “LA HISTORIA LITERARIA DE ESPAÑA”, que fue impresa en Madrid en los años 1766 y 1791, fecha esta última que corresponde al tomo X,

Los hermanos Mohedano, estudiaron juntos y juntos tomaron el hábito franciscano, y juntos desarrollaron su vida intelectual marchando a Granada, don Fray Rafael, murió en 1783 , y su hermano al poco tiempo después.

En la fachada de la Iglesia está coronada por una estatua del Arcángel San Rafael a juego del color de piedra del conjunto de la fachada. La torre, es muy original dando la sensación de que es la mitad que le falta al campanario del Convento del Carmen de Puerta Nueva, al menos eso es lo que creíamos de pequeños.

LOS FRANCESES

Esta Iglesia, fue totalmente saqueada, en los “9 días locos” de aquel mes de junio de 1808, que protagonizaron los franceses en nuestra ciudad. Con esta actuación, los franceses del general Dupont, se tomaban cumplida venganza, por el desesperado intento de Pedro Moreno, el vecino de la Calle Ancha de la Magdalena, que por oponerse a los desmanes de los invasores, disparó su mosquete contra el general francés, hiriendo solamente a su caballo. El desgraciado Juez de paz, que era Pedro Moreno, junto a su familia, fueron pasados a bayoneta;  salvándose sólo la hija menor.

Todavía y cuando en 1950, el artista Rafael García Rueda, reparaba el Triunfo de San Rafael de Puerta Nueva, aprovechando que lo cambiaban de ubicación, desde la Puerta de la Iglesia del Carmen al centro de la Plaza, adonde ahora está, observó que en el rostro del Ángel Custodio aún quedaban señales de varios disparos de los franceses.

Pasados esos primeros días del mes de junio de 1808, días de auténtico terror, los cordobeses con su Ayuntamiento a la cabeza celebraron la salida del general Dupont de Córdoba. El Barrio de San Lorenzo, por su proximidad con Puerta Nueva  y los conventos que había a su alrededor, pudo comprobar como nadie, los actos de sabotaje de los invasores, y eso lo sufrieron sus vecinos de la Calle Roelas, Plaza de Don Arias, El Peral, Pozanco, Cristo, San Rafael y Ruano Girón, de los que nos permitimos citar a unos pocos.

El zapatero Antonio Bravo, Juan Luque, zapatero, José Ruiz, militar, Juan Blanco arriero, Rafael García, arriero, Antonio Sepúlveda, jornalero, Rafael Rodríguez, tejedor, Bernardo Marcial, carbonero, Juan López, albañil, Pedro Ortiz, zapatero, Rafael  Castilla, carpintero, José Serrano, albañil, Diego Fernández, mayordomo, Julio Morales, herrero, Rafael Ranchal, tejedor, José Villoslada, cirujano, José del Castillo, linero, José López albañil, Rafael Tamajón, faenero, Rafael Gómez, panadero, Rafael González, labrador, Rafael López, platero, Pedro Rosal, criador de yeguas, Alfonso Bueno, panadero, José López, linero, Rafael Ruiz, del campo, José López, jornalero, etc.

Como veremos el barrio estaba constituido por gentes de profesiones sencillas y de escaso nivel cultural, pues los analfabetos de lectura declarados suponían más del 70%. Y si nos atenemos a las profesiones tenemos que había:

Jornaleros         966                       Albañiles            196                        Sirvientas                          206
Panaderos          140                       Costureras         134                        Zapateros                          135
Retirados           70                        Carpinteros       103                       Tejedores                           10
Carboneros       12                         Alfareros              6                           Albarderos                          12
Sacristanes           3                          Curas                      2                           Barqueros                              3
Plateros              10                         Cesantes             27                         Herreros                                4

Y así hasta una multitud de profesiones , que encabezados por Industriales, 8, Comerciantes, 4,
Aparecen, Sombrereros, Carreros, Corsarios, Confiteros, Aserrador, Maquinista, Peón Caminero, Bombero, Sorchantre, Cochero, Fundidor, Picapedreros, Canteros, Organistas, etc. etc. que en menor cantidad dan las profesiones del barrio.

Aquellas buenas gentes, que se sentían indefensas ante los invasores, experimentaron una momentánea sensación de alivio ante la marcha del general Dupont de Córdoba, y quizás a modo de homenaje y recuerdo para aquel hecho, el Ayuntamiento mandó construir una fuente en la Plaza de San Rafael, (1909), que desde aquellos tiempos para acá, ha sido como un archivo vivo de todos los acontecimientos importantes que han pasado en el barrio.

Mientras, en el resto de España todo el mundo estaba pendiente de la zona de Cádiz, que era en donde estaba el ideal de libertad y el orgullo de sentirse español. En 1810, los franceses volvieron a ocupar Córdoba, y esta vez fue con el general Godinot a la cabeza, que desde el primer día en que llegó, se dedicó a publicar decretos suprimiendo todas las comunidades religiosas, a las que les exigió la entrega de todos los enseres y objetos de valor que hubiera en sus conventos. Por este motivo los frailes del Convento Madre de Dios y San Rafael, vieron como su convento e iglesia se convertía en zona de cuartel para las tropas francesas, e incluso sirvieron de cuadras para sus caballos. Otra vez Córdoba, era saqueada y maltratada. Afortunadamente el fermento de lucha e independencia que se fraguó en Cádiz, se propagó a otros puntos de España y se pudo acabar con la invasión de los franceses.

Fue lamentable, la cantidad de “afrancesados” que surgieron por todas partes, y a todos los niveles, es lo que ocurre siempre. Luego todo el mundo olvida todos estos comportamientos, y todo el mundo fue patriota. Con el achaque de que los franceses, traían libertad e ideas nuevas, sometieron la soberanía de los españoles a los franceses. Era lamentable poder leer en papeles en donde se relacionaban los mozos a Quintas lo siguiente: “VALGA PARA EL REINADO DE S.M. EL SR. DON JOSE PRIMERO”, con todas la firmas y aprobaciones del mundo.

En mayo de 1814, los frailes pudieron volver a su convento y hubieron de empezar a su restauración, elemento por elemento, pues había quedado todo prácticamente desmantelado. Con esfuerzo y con la colaboración de los vecinos de Santiago, lograron restaurar su Convento e Iglesia, para lo que tuvieron que invertir unas 50.000 pesetas.

En junio de 1821, son ahora las autoridades españolas, las que deciden la reducción de los conventos que no dieran un cupo mínimo de frailes o  monjas.  Y los frailes de este convento si bien en 1780, llegaron a tener hasta más de setenta miembros en la comunidad, en 1821, no llegaban al cupo mínimo y hubieron de abandonar el convento, del cual vendieron todas las instalaciones. Por el turno de “Liberales y Conservadores”, se cambio de criterio en el problema del cupo, lo que permitió a los frailes en 1823, volver otra vez a su convento. Según  consta en los libros de visitas del padre general de la Orden, que se conservan en los Archivos de Administración Económica de Hacienda, los frailes tuvieron el celo de recuperar objeto a objeto, todos los enseres y elementos que antes habían vendido.


POLÍGONO INDUSTRIAL

En 1836, los frailes abandonarían definitivamente el Convento. Se confirmó la venta del edificio que fue comprado por el industrial francés Antonio Bruyas, natural de la localidad de Givors, situada cerca de Lyon. Afortunadamente este francés era de otra índole y venía a invertir y crear empleo. Con él al frente de la Empresa, las instalaciones del convento se convirtieron en una fábrica de cristales. Costó mucho esfuerzo e inversión económica lograr que los cristales curvos, tuvieran una calidad homologada, con lo que ya se fabricaba en Francia y Alemania. El director francés estaba muy integrado en la empresa y en el proyecto, y para más facilidad, al enviudar muy joven,  se había casado en segundas nupcias con Isabel Molero, vecina del barrio en la Calle Barrionuevo. En 1858, todavía bastante joven, 56 años, muere el director y por tanto, muere el alma del proyecto y la empresa. Al poco tiempo cerró sus puertas ya de forma definitiva.  

De una forma u otra, aquella zona comprendida entre el Hospital de San Juan de Dios, la Puerta de Baeza y la Carrera de la Fuensanta, era como un “Polígono industrial” en aquellos tiempos, ya que se fabricaban paños, telas, cerillas, jabón, elementos de cáñamo,  alfarería, cartonajes, calzado, cordones, cristales, yeso y cal,  escobillas, carbones de encina, bujías, talleres de aceiteras, almacenes de piensos, losetas, ladrillos, y como más importante la fábrica del gas establecida en Córdoba por D. José Gil y Serra, que en 1870, consigue del Ayuntamiento la autorización municipal para edificar la fábrica al fondo de la Carrera de la Fuensanta y con la posibilidad de que se le contrate el suministro del gas. Ya en Córdoba desde el 1852, se habían dado bastantes intentos de instalar y producir el gas en Córdoba, pero ninguno cuajó. Como en tantas ocasiones Córdoba se quedó a oscuras y simplemente alumbrada poco menos que por velas.

EL ASILO MADRE DE DIOS Y SAN RAFAEL

En el año 1862, el Ayuntamiento de Córdoba, ante la necesidad de establecer un asilo para resolver el problema de la mendicidad y abandono de los mayores, compró el edificio en setenta y cinco mil reales, siendo alcalde de Córdoba, D. José Ramón de Hoces y González de Canales (1825-1895); por cierto a este alcalde se le debe la culminación de los Jardines de la Agricultura y la última parte del murallón del río Guadalquivir.

Para la remodelación del Asilo, hubo algunas aportaciones regias para las obras de adaptación de este edificio, como es el caso de doña Isabel de Borbón, que enterada por las autoridades, apoyó la idea y donó 6.000 reales. Con evidentes dificultades económicas se hicieron las obras de adaptación y se equiparon los muebles necesarios. Por fin en 1864, fue inaugurado este Asilo Madre de Dios y San Rafael.

En la reedificación y adaptación hubo que renunciar por falta de dineros a una zona que estaba abandonada y convertida en un amplio corral. En aquellos tiempos se llegaron a acoger unos 200 ancianos de ambos sexos, que al menos tenían cobijo y una comida.  El alcalde tuvo el acierto de poner al frente de la dirección de este centro de acogida a don Agustín Moreno y Ramírez, que nació en Córdoba, en mayo de 1810, y murió en 1883. Fue un sacerdote ejemplar por su sentido de entregarse a los demás, y dedicarse sencillamente a hacer el bien de tanta persona necesitada en el Barrio. Fue párroco de la Iglesia de Santiago, la primera parroquia que instituyó el rey Fernando III el Santo, con motivo de la Conquista de Córdoba, ya que cuando entraron los conquistadores en Córdoba, lo hicieron por la Puerta de Martos a través de la Calle el Viento. (29/06/1236). El trabajo de párroco lo simultaneo con el de director del Asilo, hasta que murió. Además era un hombre muy culto y fue muy apreciable su obra literaria.

El pueblo de Córdoba le dedicó la Calle más importante del Barrio de Santiago, Calle que antes se denominaba como Calle del Sol, y que, es mencionada precisamente con ese nombre por Pío Baroja, en su novela “LA FERIA DE LOS DISCRETOS”. Novela ambientada en nuestra ciudad en torno al 1868, y en la que a través del personaje, Quintín García Roelas, nos muestra una Córdoba, con sensación de “OLVIDADA Y SOLA”. El personaje de la novela, se topa con una serie de sujetos que reflejan la situación decadente y de olvido que padece la ciudad de Séneca. En la novela se recrean la Plaza de la Corredera, la Plaza de las Tendillas, la Calle Diego León, la Calle el Sol, etc. etc.

DON MARIANO AMAYA

A la muerte de don Agustín Moreno, el Ayuntamiento a petición del propio don Agustín, nombra como sucesor en la dirección del Asilo Madre de Dios y San Rafael, a don Mariano Amaya Castellano (1847-1921), que le sucedió. Don Mariano, en ese año de 1863, estaba a cargo de la Parroquia de Santiago, y tenemos que decir que había nacido en la localidad cordobesa de Santaella. En dicha localidad cordobesa y remontándonos a la Edad Media, (1474), se registra el hecho singular de que don Gonzalo Fernández de Córdoba, el célebre “Gran Capitán”, fue apresado en Santaella, y trasladado en una jaula al Castillo de Cabra, por su pariente el Conde de Cabra. Para su liberación tuvo que mediar incluso la Reina Isabel de Castilla. Tenemos que decir que el “Gran Capitán” llegó a ser vecino del barrio de San Lorenzo, pues llegó a vivir en una casa de la Calle Santa María de Gracia, (1472), propiedad de don Luís de Cárdenas, mediante el pago de un alquiler de 1.000 mrs. anuales. Esta casa estuvo en lo que luego sería Convento de monjas dominicas de Santa María de Gracia, y que después de derruido se convirtió en un bloque de pisos y el resto la actual Plaza de Juan Bernier.

Don Mariano Amaya, fue el auténtico artífice de la venida de los Salesianos a Córdoba, y este sacerdote nada más cantar misa estuvo en la parroquia de San Nicolás y San Eulogio. En 1871, fue nombrado cura ecónomo de la Carlota. En 1879, tomo posesión como cura ecónomo de Santiago. Seis años después y habiendo aprobado los ejercicios pertinentes para curatos, fue nombrado en 1886, cura propio de la Parroquia de San Lorenzo, que por su extensión y pobreza, implicaba mucho trabajo y dedicación.  Sin abandonar su cargo de director del Asilo Madre de Dios y San Rafael, como hemos dicho, ejerció como párroco de Santiago y posteriormente de San Lorenzo, siendo además examinador sinodal de la diócesis, confesor de distintas comunidades religiosas, visitador del Desierto de Belén y de la Comunidad de Ermitaños que lo habitaban. Ante esta fecunda laboriosidad a favor de los demás, el Ayuntamiento de Córdoba, le nombró hijo predilecto y rotuló de nuevo la antigua calle “el Peral” con su nombre, (entre el Pozanco y la calle Jesús Nazareno). Al igual que don Agustín Moreno, nunca cobró nada por la dirección del Asilo Madre de Dios y San Rafael.

El trabajo de don Mariano Amaya, al frente del Asilo, fue eficaz y modélico como se puede reflejar en las distintas “Memorias” que elaboró con detalle pormenorizado de cuentas, donativos  y trabajos que se realizaban. En su “Memoria décimo sexta”, da cuenta de que se producen ingresos, por la asistencia de los acogidos a los entierros, recibiendo limosna de los dolientes. También explica que se elaboraban comidas económicas para ayuda y socorro de los necesitados de la calle, que las pagaban a bajo precio. Otra forma de recibir ayudas, era el alquilar parte de los corrales existentes como cobijo para animales de carga y caballerías que pasaban por la ciudad. En 1880, se montó una panadería y se vendían unidades de pan a precio baratos para los necesitados que eran muchos.  Estas Memorias, debían de ser modelos a imitar en las gestiones de muchos de nuestros políticos. También intentó establecer una pequeña granja de gallinas para la obtención de huevos tan necesarios para la alimentación.


EL COLEGIO SALESIANO

Después de 20 años dedicado a la labor parroquial, fue nombrado canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, pero para él,  su momento más recordado sería, cuando en colaboración con el también sacerdote don Francisco de Paula Romero Bolloqui, lograron que los Salesianos  se instalaran en el Barrio de San Lorenzo, en los difíciles  principios del siglo XX.

Con su lucha y su constancia ambos sacerdotes lograron que los Salesianos, el día 25 de noviembre de 1901, inauguraran un Colegio en la Calle Mayor de San Lorenzo. El barrio de San Lorenzo, era un vivo exponente de lo que necesitaba aquella Córdoba, que Pío Baroja, en su “FERIA DE LOS DISCRETOS”, describe perfectamente.

D. José Díaz Cotan, salesiano y doctor en historia,  conocedor por lo tanto del mundo Salesiano en Córdoba, nos contaba, de que fue don Mariano Amaya, conocedor de la devoción que profesaba el pueblo de Córdoba, al Arcángel San Rafael, el que pidió que una imagen de San Rafael, presidiera el emblemático “PATIO DE LOS EUCALIPTOS”. Por ello se colocó un cuadro en relieve de 1.30 x 2.30 mts. obra de Enrique Moreno (1920). La imagen del Arcángel San Rafael,  vio pasar por este patio a la gran mayoría de la juventud de la Córdoba del siglo XX.

También nos recuerda que el Colegio se instaló en un edificio situado en medio de la feligresía de San Lorenzo, con casa, huerta y agua abundante. Además con extensión suficiente para la instalación del Oratorio, para habitación de los padres y en su caso para Escuelas de Artes y Oficios, tan propias de los Salesianos. El importe de la compra lo pagó de forma integra, D. Francisco Romero Bolloqui, al precio de 19.000 pesetas.
  

UN COADJUTOR

Un sacerdote que llegó a conocer perfectamente a don Mariano Amaya, fue don Antonio Campos González, presbítero, persona sencilla y bondadosa en el estilo de don Mariano Amaya, escribió una obra de teatro que se publicó en el año 1943, titulada: “AUTO SAGRADO, SAN RAFAEL Y LOS MÁRTIRES”, también llegó a tener muy buena relación con el salesiano don José Camps.

A don Antonio, lo conocimos como coadjutor de la parroquia de San Lorenzo, en donde a pesar de sus dotes intelectuales, estaba un tanto mal utilizado y vivía con cierta precariedad. Sin duda el perteneció a aquella generación de coadjutores que les denominaron  “Curas de Misa y Olla”, y que malvivían en aquellas parroquias pobres y sin recursos  del siglo XIX y mediados del siglo XX.  Ese fue un problema muy generalizado en los coadjutores, que apenas podían sobrevivir, y como muestra traemos aquí el caso de Don Pedro Simancas Valderrama, coadjutor de la Parroquia de Cabeza del Buey, que en el 29 de enero de 1905, le escribe una carta al obispado en petición de que se le conceda la plaza de sacristán segundo, que quedaba vacante por la muerte de su padre. “Para poder mantener a mi madre que al morir mi padre, vive conmigo”, es como termina la carta de este sacerdote.

También don Antonio Campos, había profundizado en las cosas de Córdoba, y de forma concreta en el Convento Madre de Dios y San Rafael, y nos contaba todo esto en aquel pequeño cuarto que a modo de toda vivienda, le asignaron con la llegada del cura Novo. (1954). Muchas veces se quejaba el pobre, de que “para pasar de un lado para otro, tenía que cerrar el libro que estaba leyendo para hacer sitio”. Él nos confesó que le hubiera gustado que le hubieran asignado la Iglesia de Madre de Dios y San Rafael, como parroquia, le gustaba mucho. No obstante el obispo Fray Albino elevó a parroquia la Ermita de San Juan de Letrán, lo nombró su párroco. Cariñosamente,  para la gente de su barrio, por su figura pequeña, y su caritativa amabilidad, siempre le llamaban Campitos. El conocía perfectamente la vida de la parroquia y el valor como sacerdote de don Mariano Amaya Castellano, que finalmente se recluyó en el Colegio Salesiano de la Trinidad de Sevilla, en donde murió al últimos de febrero de 1921.

El Asilo Madre de Dios y San Rafael, continúo abierto y con algunas renovaciones hasta la entrada de la democracia en que se desalojó llevando a los ancianos que quedaban a unas instalaciones más pequeñas que existen en la Calle Isabel II. La Iglesia mientras tanto siguió abierta e incluso en una ocasión (1979), sirvió para venerar a la Virgen de la Fuensanta, por obras en el Santuario, a partir de ahí, la Iglesia se fue abandonando y en la actualidad permanece cerrada en lamentable estado. Todas las imágenes fueron trasladadas al Museo Diocesano de la Catedral.


LAS COMIDAS Y EL SIDECAR

Eran los años de 1951-52, y la Hermandad de la Caridad de San Francisco organizaba regularmente la entrega de una serie de comidas para los más desfavorecidos; dichas comidas se entregaban después de guardar unas enormes colas en torno al portalón grande que hay a continuación de la Iglesia, ya metidos en la Carrera de la Fuensanta. Dicha puerta aún está, y cerrada y muda como permanece, fue testigo de todas las transformaciones que sufrió el llano que había enfrente, y que era en donde, los menores esperaban jugando a que a su madre, por lo general, le llenaran la olla con las raciones de comida que le correspondieran

 Recuerdo que el llano que había enfrente de la puerta del reparto, tenía como un poyete corrido durante un buen tramo paralelo a la Carrera de la Fuensanta, que servía de limite al propio llano. En este poyo se sentaba mucha gente para ver el espectáculo de las colas y algunas discusiones que se planteaban. Cuando empezaba el reparto, la cola llegaba hasta lo que era la fábrica el gas.

Casi siempre, era un tal Rafael González Ruiz, que era empleado del industrial don Ricardo Molina; la persona puesta por la Hermandad, y su misión consistía en poner orden y disposición de las personas que portando sus cacharros, subían los escalones de aquella puerta para llegar al nivel de los repartidores.  El reparto solían hacerlo cuatro personas, por lo general hombres, y que te iban echando las raciones que te correspondían en la olla que llevabas. Quiero recordar a uno de ellos, con su gran bigote, pajarita y pelambrera muy bien cuidada; también recuerdo que  trabajaba en el antiguo Ayuntamiento, que tenía entonces la entrada por la Calle Claudio Marcelo, por el rincón de Electricidad Poveda. Pero a este hombre, lo recordaremos siempre, además de por la comida, por el hecho de que en aquellos años, solía pasear por las calles de Córdoba, con su moto-sidecar de color beige.

No eran muchos las motos con sidecar que paseaban por Córdoba, alguna vez vimos a un militar  de infantería, que se llamaba Guerrero, y que por estar al cargo de los vehículos del Parque y Talleres, se hacía pasear por “determinadas” calles de Córdoba, luciendo palmito, equipado con su mono azul y sus galones de estrellas en fondo rojo. Aún quedan testigos de que algunos de aquellos “paseos” le debió costar algún que otro disgusto. 

Otro sidecar lo tenía Leopoldo Roldán, que antes de montar el Horno de la Golondrina, tenía su taller de motos conforme se bajaba la Calle Isabel Losa. Muchas veces le vimos ir a las Escuelas de San Andrés, (Hnos. López Diéguez), a recoger a su hijo Leopoldo, su predilecto, que estaba en la Clase 2ª. de don Antonio, aquel eficiente profesor que vivía enfrente de “FOTO FAGA”, en San Pablo. Por aquellos tiempos (1952), plantaron las acacias que merodean la fachada de este Colegio y recordamos como los propios trabajadores que plantaban los árboles les faltó poco para “pedir autógrafos”, al dueño del sidecar.

Luego estaba el sidecar del Maestro “Padillo”, que por trabajar en el Parque y Talleres de Automovilismo, seguramente compró una moto alemana que llevaba en color negro brillante. Este hombre como profesional entendido, la tenía como un auténtico coche. Pasaba por San Lorenzo en su moto y acompañado de su esposa, ambos daban la sensación de que iban en un “COCHE BUGATI” o al menos eso les parecía a ellos.

Dejo para el final, al jefe de la policía municipal, don Rafael Torres Galán, que también solía pasearse en sus recorridos por Córdoba, en una moto sidecar alemana. Mucha gente no se explicaba como este hombre tan alto, podía meter las piernas en aquella moto. Su elegante bigote, tu tipo esbelto, lo paseaba por Córdoba, de forma oficial.   

Salvo en los “TEBEOS DE HAZAÑAS BÉLICAS”. La verdad es que en Córdoba, no era muy habitual ver ese tipo de vehículos por la calle.  Había que recordar aquellas carreras que en los años 1955-1956, se celebraron en Córdoba, y en el Paseo de la Victoria, y que tenían unos protagonistas singulares en los hermanos Del Val. En el tipo de moto clásica era Carlos del Val, todo un ídolo en esta especialidad.  Su hermano Demetrio, era el que participaba en las carreras de moto con sidecar y era un espectáculo verlo tomar las curvas. Recuerdo perfectamente que en la curva de la Cruz Roja, para acceder de nuevo al Paseo de la Victoria, se concentraba una multitud de gente cerca del Kiosco, para presenciar “el arrastre-contrapeso”, tan espectacular que hacían a ras del suelo para equilibrar el sidecar. Desde el Kiosco de Manolin “El Boca” se podía presenciar en primera fila.  Un poco más para la Puerta de Almodóvar estaba “El Pajero” que empezaba en su negocio de los caracoles en Córdoba.


EL MEDICO

Además de los caracoles, las motos y el Kiosco. El Hospital de la Cruz Roja de Córdoba, fue famoso en el año 1956, porque en la prensa se anunciaba que se había realizado la primera operación a CORAZÓN ABIERTO, en Córdoba. Dicha operación fue realizada por el equipo del doctor don JOSE ALMEDA CAMPOS.

Todavía en aquellos tiempos no aparecía por allí la estatua de nuestro insigne cordobés, LUCIO ANNEO SÉNECA.  Esta estatua fue colocada en 1965, como una donación del torero Manuel Benítez “El Cordobés”, la estatua fue realizada en bronce por Amadeo Ruiz Olmos. El mandato de don Antonio Guzmán Reina, como alcalde de Córdoba, además de provocar algunos “mosqueos” con el Ministerio de Asuntos Exteriores, por que interpretaban que el alcalde se “saltaba” a la Oficina Diplomática, en sus relaciones constantes con los países árabes. Pobló su mandato de estatuas en las principales plazas y lugares históricos, por lo que le llamaron “El Alcalde de las Estatuas”. En Juan Antonio Palomino Herrera, encontró un fiel y leal colaborador que trabajó por las cosas de Córdoba por los cuatro costados.

Estábamos  en la biblioteca de Lepanto, con el periódico en la mano y comentando la noticia del doctor don José Almeda Campos, autor de esa famosa operación en el Hospital de la Cruz Roja. (1956). Algunos lamentaban que el periódico no facilitara el nombre del paciente.  Al parecer fue una operación relacionada con la válvula mitral. Uno de los tertulianos, habitual en los veraneos de Benalmadena Costa, nos indicó que le pareció ver alguna vez a ese médico por allí cerca de la Calle Córdoba, en donde estaba La Iglesia.

Seguimos leyendo en otro periódico y pudimos leer una relación de candidatos que se presentaron a las elecciones a Concejales del Ayuntamiento de Córdoba por el Tercio familiar, elecciones que tuvieron lugar en noviembre de 1966. En dicha relación de candidatos aparece don José Almeda Campos.

La relación de candidatos que aparece en el ABC de Sevilla, es la siguiente:

Don Antonio Cañete Briones                                    Don Rafael García Trillo
Don Juan Martín Reyes                                            Don Manuel Jurado Fernández
Don Manuel Rodríguez Zamora                                Don Miguel Lorente Cerdán
Don Dionisio Ortíz Juárez                                         Don José Vázquez Sánchez
Don Eulogio Cremades López                                  Don Francisco Martín Salcines
Don José Bellido Romero                                         Don José Almeda Campos

En su papelilla de propaganda Don José Almeda Campos, decía:

“Médico de 45 años, y por su profesión preferiría ser útil a la BENEFICIENCIA MUNICIPAL, en la que puede hacerse una labor cristiana y humana sin limitación. Su dedicación al Municipio sería plena, pensando en Córdoba, en su prestigio y su grandeza singular”.

Este tipo de propaganda aparecía como hemos dicho en el periódico ABC de aquellas fechas, y al leerla,  en el grupo se abrió un corro de comentarios acerca de porqué este hombre no salió elegido, siendo como era un médico tan importante y preparado.

Todos coincidimos en opinar, que en aquellos tiempos el Hospital de la Cruz Roja, tampoco gozaba de la posición que ocuparía durante los años de la Transición política y siguientes. A partir de mediados los años 1970, la misa dominical que se celebraba en la capilla de la Cruz Roja, fue el lugar de reunión y encuentro para bastantes personas, casi todas ellas de cierta posición social, del entorno de la Avenida de Fleming, que no olvidemos que por aquella época era la zona más “cara” de Córdoba

Por cierto que a mucha gente sorprende que este Hospital de la Cruz Roja, donde en los quirófanos, todos los días se lucha por la vida, nunca hubierán puesto el Slogan de "SI A LA VIDA", en cambio les faltó tiempo para poner aquel Slogan "NUNCA MAIS", que era una protesta clara contra la gestión del gobierno que había en España en relación con el hundimiento del Barco Prestige, en 2003.

 Aquella zona de Fleming, pasó de ser el lugar en donde estaba el “Charco de la pava”, y la “jaula” que guardaba el León que donó Barasona al zoológico, a una zona de bloques de pisos con portería y ascensor, esto último lo fueron eliminando con el tiempo. La zona de Fleming,  superaba a una irregular y envejecida Ciudad Jardín, donde la sopa de avecren y las letras, ya no tenían actualidad. A los entornos de Comisaría y Fleming, se mudaron toda la gente con posibilidades. Médicos, ingenieros, abogados, catedráticos, profesores y altos funcionarios, eran los inquilinos de este barrio. Ni el parcial hundimiento del Bloque que hacía esquina cerca de Cajasur, hizo frenar la avalancha. 

En ese Hospital y cuando estaba en un estado primitivo y en que sólo existía una enorme sala, operaron de una herida en la cabeza a Francisco Serrano Anta, trabajador de la fábrica del gas, al que se le cayó un carbón de piedra de mucho peso encima de la cabeza, aquello fue en el año 1951, y el hombre quedó con la facultad de hablar alterada, por lo que fue relegado de su trabajo habitual y le encomendaron el cuidado de la huerta que tenía la fábrica. Este hombre estaba casado con Carmen González Trujillo, la jerínguera de la Calle Montero, aquella que tenía el puesto al lado del transformador a la entrada de la Calle Rivas y Palma. Esta mujer tenía tres hijos de su anterior matrimonio, y en 1954, en la casa de vecinos en donde vivía, se llevó a cabo una reforma de albañilería a cargo de Rafael Uceda, que aunque había nacido en el barrio de San Lorenzo, vivía en el barrio chico del Campo de la Verdad en la Calle del Horno.

Al ser reformada la casa de Carmela, al parecer y según se cundió con fuerza por aquellos tiempos, encontraron en una “falsa alacena” en la que había una importante vasija con monedas árabes antiguas.  La presencia de un tal “Bellido” que era pariente de los taberneros de “LA PARRA”, de la Calle Cardenal González, nos confirmó que éste fue el que compró la “mercancía” y que como sería normal en estos aquello se mal vendió.

Su marido, Francisco Serrano, no era ningún hombre ilustrado al uso, pero era un hombre que conocía toda aquella zona de la Fuensanta como la palma de su mano y en su día dijo lo siguiente: “Es una lástima que se esté acabando con esta riqueza de huertas que nos rodean, para hacer bloques de pisos como colmenas, bien podían hacer crecer Córdoba por otro sitio”.


LAS LONJAS

En la Feria de mayo de 1954, Fray Albino, bendice la inauguración de la instalaciones de las “LONJAS”, que fueron unas instalaciones adecuadas para aquellos tiempos, para que los mayoristas de verduras, frutas y pescados que surtían los mercados de Córdoba, pusieran sus “Cuarteladas” de mayoristas.  Atrás se quedaba aquella desordenada estrechez que ocupaban  dentro de la Plaza de la Corredera, en aquel mercado enjaulado que suponía aquella fea estructura metálica que se levantó a finales del siglo XIX y fue derribada en el año 1956. Las “cuarteladas” estaban en el costado que pegaba con la Plaza de pescado.

La Plaza de la Corredera, por aquellos tiempos y en los soportales, se había convertido con el paso del tiempo, en una especie de amalgama humana, en donde había de todo. Fuera de lo que era el Mercado, si querías barberías había unas pocas, había pensiones, fondas, librerías de viejo, baratillos de cacharros, bastantes zapateros, dineros al cordelillo, se echaban las cartas, puestos de jeringos, afiladores, casa de citas, alfareros, tiendas de tejidos, herbolarios, practicantes, ferreterías, arreglo de sillas, mujeres que ofertaban el amor, droguerías, juguetes, novelas y tebeos, arreglo de paraguas, sanguijuelas. De todo lo que se podía necesitar. Para haber, estaba hasta la Ermita del Socorro, en donde se suponen que te podían perdonar todos los excesos. Allí precisamente había una estatua del Arcángel San Rafael, en actitud de Juramento, obra de Alonso Gómez de Sandoval.

Por todas estas razones y la modernidad de las “cuarteladas”, se hicieron estas Lonjas. Las obras supusieron una remodelación de la propia Puerta de Baeza, que implicó el cambio de ubicación de la Fuente, retranqueándola más para donde estaba “Casa Miguelito”, Taberna, en donde ponían un exquisito pescado frito del propio río. Al propio edificio de la Lonja, adosaron un Bar que solía abrir a las cuatro de la mañana, para tener a punto el café y la copa de anís o coñac de los minoristas que acudían temprano a comprar lo mejor de lo que subastaban. También formando parte de la misma fachada, pusieron una sucursal del Banco Español de Crédito, en donde se podía ver con frecuencia al sobrino de Manolete, Rafael Soria Molina “Lagartijo”, que fue de los primeros directores que llegó a tener aquella sucursal. Hoy paradójicamente esa oficina aloja la sangría del paro.     

Recuerdo que un día que fui a sacar los dineros para la nómina semanal del platero Galo Adamuz, y en la puerta estaban los hermanos Langa, en compañía de don Francisco Luque, el capellán de la Fuensanta, y que por aquel entonces estaban organizando el equipo juvenil de fútbol “EL ARCÁNGEL”, que jugaban en el “CLUB DE LOS CHAVALES”, competición que se desarrollaba en el Estadio de San Eulogio, los domingos por la mañana.

Pasado un tiempo estos hermanos pasaron a llevar el negocio de plátanos de la familia y fueron muchas veces las que con el “achaque” de hablar de fútbol con ellos, nos pasábamos por su “Cuartelada” para comer unos pocos plátanos. No puedo dejar de recordar a Francisco Castro, el segundo hijo del dueño de “HUEVOS CASTRO”, que por aquellos tiempos se dedicaba a dar portes con su moto-carro y uno de sus portes casi habituales, era dejar seis cartones de huevos en la Casilla de Peones Camineros, tres veces en la semana y de camino llevaba a la Universidad Laboral (1957), cuatro piñas de plátanos, precisamente de los hermanos Langa;  nada más llegar al almacén de la Laboral, la que siempre se hacía cargo de estas piñas, era la empleada más joven que había en la Universidad Laboral, que no era otra que Concepción Alfaro.


EL PAQUI

También hablando de la “Huerta Milana”, “PUENTE DE LOS DIABLOS”, “PUENTE DE SANTA MATILDE” y “PUENTE DE BURRICIEGOS”, quiero recordar aquí al “Paqui”, Francisco Torres Diez, un jugador de fútbol que prometía muy buenas maneras de goleador, pues tenía un buen regateo en corto y mejor disparo a puerta. El padre lo tenía en un puesto de verduras en San Agustín,  este trabajo le ocupaba la mañana, y lo compaginaba jugando en el  Almodóvar aquel gran equipo de gente joven que hizo Rafael Campanero Guzmán. Este equipo fue como su tarjeta de presentación en el mundo del fútbol en Córdoba.

La vida se cruza muchas veces del revés para muchos y eso le pasó al “Paqui”, que descuidó el fútbol, y se enamoró muy joven de una hija del arrendatario de la “Huerta Milana”, El y Ramoncito, fueron dos auténticos peloteros de los que se privó Córdoba.

El acceso a Lope García a través de la Fuensanta, “PUENTE DE LOS DIABLOS”, y “PUENTE DE BURRICIEGOS”, se interpretaba “lejos” y peligroso para nosotros por la tentación de las huertas. En una ocasión por intentar coger unas lechugas y algunos higos, nos hicieron limpiar durante una hora, unas cochineras, llenas de chinchorros y otros bichos. Fue un desalmado llamado Eulalio Rodríguez, “El Chato”, que estimamos que se pasó en aquella ocasión, porque con un vergajo de toro, nos amenazaba continuamente. Por esta razón, siempre que íbamos a Lope García, los hacíamos por la Calle Pintor Muñoz Lucena, y es que en esa Calle de Cañero, nos sentíamos como en nuestra casa, pues eran muchos los vecinos que allí vivían que fueron vecinos nuestros de San Lorenzo  y calles de alrededores.

Cerca de la Huerta Milana, hubo en su tiempo un espléndido melonar y su dueño entraba en la Taberna- Estanco, de los hermanos Toledano, de La Reja de Don Gómez. Allí cuando terminaba su trabajo de pintor solía entrar Rafael Sojo, que vivía en la Calle Pintor Muñoz Lucena, muy cerca del “PUENTE DE BURRICIEGOS”. Este Rafael Sojo, había estado en Holanda, y había juntado unos dinerillos y quería hacer algún negocio. “El Paqui”, le presentó al dueño del melonar y casi le convenció para que empleara sus ahorros en comprar la producción, eran melones “Piel de sapo” calidad muy acreditada en Córdoba.

El bueno del Sojo, se marchó a su casa y empezó a darle vueltas a la cabeza. Se llegó al Bar Tarugo y allí habló con Serafín Herrera, que era muy amigo suyo, pues a ambos les apasionaba el mundo de la pesca. Éste en compañía de su amigo Antonio Salas, le recomendaron que se buscara un socio para el negocio, y fue Manolo Rioboó, el que le convenció de que los vendiera fuera y a poder ser en el País Vasco, que allí eran muy apreciados.

Efectivamente encontró el socio que era un tal Paco León, que trabajaba en el Centro Sevillano, de farmacia, y juntos, decidieron buscar un camionero y organizar la expedición.  En el camión con los melones, viajaría el Sojo y el conductor. Salieron para Vitoria y después de un viaje bastante normal, amanecieron allí cerca de la Plaza de un Mercado, e intentaron vender los melones, que por razones comerciales dijeron que eran de Montalbán. Poco a poco, se dieron cuenta que nadie echaba cuentas de los melones, y el conductor aventuró::  “Ni siquiera no los los piden “prestados”, para hacer pesas o algo por el estilo. Faltó que pasara la mañana, para darse pronto cuenta de que no había posibilidades de negocio, pues apenas si habían vendido media docena de melones. Bien era verdad que se trataba de una época en que los vascos desconfiaban de todo y de todos. Casi derrotados y con ánimo de probar en otro sitio, se llegaron a una Localidad que se llamaba BERGARA, y lo primero que les llamó la atención era una taberna que se denominaba “La Chica Carlota” y allí se pararon y hablaron con todo el que llegaba y pronto se dieron cuenta de que unos a otros se llamaban por Galiot, Rider, Chófles, Aguayos, Wic, Ruz, etc. etc. Y les resultaban algo familiares por su forma de hablar y que el melón para ellos era de suma conocido, pues el que más y el que menos, los había recolectado más de una vez cuando en Córdoba trabajaron en “EL CORTIJO DE LAS ALFAYATAS” . Aquel cortijo en el que Antonio Aguayo, era el encargado. De esta manera casi vendieron más de medio camión, con lo que cubrieron gastos.

De vuelta a Córdoba,  el resto de melones se malvendió en la Calle María Auxiliadora, en Casa La Piconera, Casa Amparito y en Casa de la Garrota. Eran los tiempos en que a la Calle María Auxiliadora, llegaban los Castro, que compraron la “Casa Colorada” por 225.000 pesetas y un pavo, dicha operación se cerró entre Francisco Castro y Cristóbal, y lo firmaron en Casa Novella del Realejo. Ahí empezó su andadura “HUEVOS CASTRO”. Era el año de 1962.    

Y para finalizar y ya que se está hablando tanto de San Rafael,  tenemos que decir que en el siglo XIX, en la provincia de Córdoba un 35 % de su habitantes, llevaba el nombre de Rafael o Rafaela.

Y a este respecto Rafael Ruíz Lucena, uno de los cordobeses que impulsó la “CASA DE CÓRDOBA”, en Badalona, nos decía: “En el Califato de Córdoba, el nombre de Abderramán, se repite tres veces, pues bien en el Califato del Toreo, tenemos:  “Un RAFAEL MOLINA SÁNCHEZ “LAGARTIJO”. (1841-1900). Un RAFAEL GUERRA BEJARANO “GUERRITA” (1862-1941) y un RAFAEL GONZALEZ MADRID “MACHAQUITO” (1880-1955). Además de otros veintitantos toreros, con el nombre de Rafael. En esta relación no tengo más remedio que mencionar a Rafael Saco Bejarano, hijo del “Niño Díos” que un festival que organizó, como no, el cura Novo, toreo de maravillas. También aquel día actúo muy bien Felíx, el hijo de la lechera de la Calle María Auxiliadora  que actualmente se encuentra en Brasil.