jueves, 20 de diciembre de 2018

LA CALLE OCAÑA

Calle Ocaña



LA CALLE OCAÑA

Esta calle empieza desde la plaza de la Beatilla que debe su nombre a que allí lindando con la calle Zarco (Ojos verdes), hubo un pequeño beaterio para mujeres mayores. Luego esta plaza adquirió su propia fama porque en los años cincuenta y sesenta, y en el bar que allí siempre existió se ubicaron algunas peñas importantes de Córdoba, como los "14 Pollitos" y los "Vinicilinos", que de forma simpática eligieron el vino (Vinicilinos), como "alternativa festiva"  a la afortunada penicilina descubierta por aquellos tiempos. Ambas peñas, supieron montar sus cruces de mayo en la plaza de la Beatilla y sus fiestas y verbenas en San Agustín. También hay que destacar en esta pequeña plaza de la Beatilla a la sempiterna carbonería de Isabel Sánchez, y el zapatero de al lado.

En esta taberna existen documentos que demuestran que el poeta García Lorca acompañado de Manolo Carreño, visitó la citada taberna. Aquello fue en la Semana Santa del años 1935, en la que el poeta acompañado también del joven poeta cordobés  José María Alvariño, quiso visitar el paso de la Virgen de las Angustias que se encontraba en el convento de San Agustín.

Y siguiendo hablando de la taberna la Beatilla nos parecía un rito clásico y solemne cuando el "Marqués del Cucharón" abandonaba la citada taberna, después de haber pasado un rato agradable con sus amigos. Quizás sin proponérselo solía convertir la acera de la derecha de la calle Ocaña, en la avenida de vuelta para su casa en la cercana calle Hinojo. Su elegante y pulcra figura debería reflejarse en aquél brillo relumbrante de sus zapatos que siempre solía llevar como auténticos espejos. Se le veía caminar a gusto, sobre todo después de haber alternado y charlado un buen rato con los amigos y de haberse tomado las copas que él creyera oportunas.


EL PATIO DE LOS JAZMINES

Era el año 1955 y estábamos de monaguillo en San Lorenzo, y el monaguillo habitual del convento de Jesús Nazareno, se había colocado de aprendiz en el Metro S. A. de la calle Barqueros, entonces Calle García Morato. y por mediación de la portera Rosario Vega Palma (1917-1980), me llamaron a mí para que ayudara a la Misa que tenía lugar todos los días a la 8 de la mañana. La misa era celebrada por don Pedro Varona Luque (1890-1975).que era el capellán del convento.  Para mí aquello suponía en vez de ir desde la calle Roelas para  iglesia de San Lorenzo, acudir por la calle Mariano Amaya a la Capilla que tenía entonces el Hospital de Jesús Nazareno y que se entraba por la Calle Ocaña (donde hoy está el Gimnasio del Colegio). Recuerdo que aquella Capilla era pequeña (unas 8 bancas), pero luego se recorrían unas amplias cortinas y se comunicaba con una gran sala orientada hacia la derecha, en donde estaban los enfermos acogidos en el Hospital

En el altar mayor de esta Capilla del Hospital de Jesús Nazareno, estaba la imagen de Nuestra Señora la Virgen Nazarena. Tenemos que decir que esta imagen desde el año 1918 a 1939, acompañó al Cristo del Calvario de San Lorenzo en su desfile de Semana Santa. Sería con don Juan de Austria y Carrión como hermano mayor, al que le cupo el honor de haber impuesto al joven novillero Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete" el escapulario de la hermandad, esto ocurría el 2 de enero de 1938.

Siempre recordaré a la joven y dinámica hermana "María Nazaret". Ella se preocupaba todos los días después de celebrada la misa, de llevarme al "Patio de los Jazmines", patio que aún hoy subsiste parte de él, y allí sentado me ofrecía un desayuno a base de un tazón de café con leche y media telera de pan con manteca. Además y por instrucciones de la Madre Cristobalina, me entregaba una peseta, que le venía muy bien a mi madre. Recuerdo que en aquellos tiempos la comunidad de monjas estaba compuesta por 25 madres o hermanas y 6 colegialas, y la monja de más edad tenía 47 años, posiblemente la madre superiora y que era de Posadas (Córdoba); las demás religiosas estaban en torno a los 25-32 años. Hay que tener en cuenta que este convento era la Casa principal de la Orden de Jesús Nazareno, que fundara el padre Cristóbal de Santa Catalina. (1638-1690).

Curiosamente en el año 1972, y hojeando los archivos de la parroquia de San Lorenzo, nos tropezamos en el Libro Nº 2, de defunciones "La Partida" (24 de julio 1690), de defunción del padre Cristóbal de Santa Catalina, el fundador del Convento y que en la mayoría de sus representaciones iconográficas realizadas por los artistas Ayala y Bernal, aparece con una talega costal al hombro en actitud de repartir Pan a los pobres

Y siguiendo con aquél espléndido ""Patio de los Jazmines", como no recordar a la "Quica" a la "Berta" y a la tal "Gertrudis", aquellas mujeres residentes en el Hospital y claramente disminuidas psíquicas, que eran las encargadas de vender por las calles próximas del Barrio aquellos ramos de jazmines que se recogían de forma bondadosa de aquél maravilloso patio. Hay que recordar que el ramo de jazmines costaba 0.20 céntimos de peseta. Era curioso que ellas siempre solían pasar un poco después que lo hiciera la mujer que de nombre Adela González, y en la hora de la "siesta" solía vender por las calles del Barrio sus "caracoles guisados". Esta mujer de cuerpo "bajito" portaba una olla en cada mano, y partiendo de las Costanillas, recorría todas las calles de la zona. En una mano llevaba la olla de los "caracoles guisados" y en la otra la olla del "caldo". Los nenes al oír la voz de esta mujer de "caracoles guisados", solíamos contestar "muertos y espachurrados". No cabe duda de que esta mujer con su venta callejera, fue una adelantada de lo que es hoy el "negocio" de los puestos de caracoles en Córdoba.


LOS "REPULLOS"

En esta calle llegaron a vivir los "Repullos" representados por Rafael García Repullo al que en el fútbol le llamaron como el "Tinte". Fue éste un personaje muy relacionado con el entorno del fútbol en San Lorenzo, equipo en el que llegó a militar allá por los años cuarenta, pasando después al Córdoba y posteriormente al Atlético de Madrid, en donde se retiró. Ya fuera del mundo del fútbol y algo mayor lo colocaron en Córdoba de ordenanza en la "Caja Nacional" y allí se jubiló. Aunque vivía entre Santa Rosa y Almogávares siempre andaba por aquí, bien en la Peña Puerta Nueva, o en cualquier otra tertulia de amigos. Todas las semanas solía tomar parte de una reunión de amigos que se citaban en la Taberna de la Sociedad de Plateros de María Auxiliadora. Entre estos amigos podemos recordar a José Cámara, Miguel Morrugares, Antonio Morrugares, Pepe Alcalá, José Mena, Antonio Hungría, Pedro Moreno, y algunos otros, y en donde participaba todos de una quiniela en común.

Por otra parte el padre de los "Repullos" Rafael García un excelente marmolista que aunque vivía en la Calle Ocaña, tuvo su taller en la Calle Zarco. El sería el autor  junto a Enrique Pareja de realizar la fachada del edificio de Correos de la Calle Cruz Conde, de la que por cierto nos recodaba el hijo de Enrique, "Que se les olvidó meter en el presupuesto el coste del escudo". Luego también fueron autores del panteón familiar del Marqués del Mérito en el Cementerio de la Salud de Córdoba, copiando el proyecto de don José Molleja, que fuera dueño de la Ferretería la Campana, gran amigo del marqués en sus monterías.

En dicho panteón enterró el marqués a sus padres cuyos cadáveres se trajo de Jerez en 1955, Los de su primera esposa Elena Patiño que murió en 1942 en Nueva York y se la trajo en 1955. Posteriormente el sería enterrado a pesar de que murió en Madrid en 1963. La actual marquesa del Mérito se preocupó de que la segunda esposa de su padre la cubana Graciela Abril Olivera que murió en Madrid en el 2001 fuera enterrada en dicho panteón. 


EL BAUTIZO Y LOS CANGREJOS

En esta calle y en lo que era la casa nº 1, vivía Rafael Sánchez Ortiz el popular "Pipo" y que era además el lugar en donde tenía su cocedero de mariscos. Esta calle tomó un protagonismo especial por el bautizo de José Manuel Sánchez "El Pipo" un cofrade singular de la hermandad del Prendimiento, que fue bautizado en agosto de 1961, en la Iglesia de San Andrés. De aquél bautizo siempre recordaremos que los que lo acompañamos hasta la puerta de su casa, pudimos comprobar como el padrino del bautizo, que no era otro que el famoso "Manuel Benítez Pérez "El Cordobés" desde el balcón de la casa, empezó a echar monedas grandes e incluso billetes de cinco duros de aquellos azulados. Describir aquello es harto difícil, pues allí a la popularidad de "El Cordobés" se congregaron chicos y grandes de todos los lugares. Y para terminar el hermano soltero del "Pipo" un tal Salvador, no quiso ser menos y empezó a tirar pequeños cartuchos de camarones e incluso abundantes cangrejos. Aquél bautizo en la calle Ocaña fue para recordar.


Ermita del Buen Suceso


EL HOSPITAL DE SAN ANDRÉS

Y haciendo esquina en la calle Ocaña nos encontrábamos con un viejo edificio que con su espadaña y todo nos recordaba a una ermita. Pero hurgando en la historia hemos podido comprobar que en 1483 ya fue fundado este pequeño recinto como Hospital de San Andrés, en donde se encontraban acogidas un número reducido de ancianas, mujeres viudas o desvaídas. (12 camas). Fue un gran favorecedor de este Hospital don Francisco Gutiérrez de los Ríos, primer conde de Gavia, que incluso donó parte de sus bienes para el sostenimiento. Este Hospital fue trasladado a la calle la Pierna, posteriormente a la calle Muñices, para finalmente terminar en el año 1925 en la calle los Frailes, que pasó a llamarse popularmente "La Casa de las Viejas", casa que fue adquirida por el Ayuntamiento y que puso al frente de esa fundación a don José Sarazá Murcia.

Como "Casa de las Viejas" era el nombre que solíamos dar a esta casa cuando estaba en la calle de los Frailes y en la que actualmente se edificó una Residencia para ancianos denominada Residencia San Andrés. A esa "Casa de la Viejas" acudimos algunas veces cuando éramos muy jóvenes y nos llamaba la atención en la forma que vivían y convivían un grupo de mujeres mayores. Aquella casa era enorme y tenía dos patios y estaban acogidas a la citada fundación que se denominaba Conde de Gavia, que les daba techo, luz y agua y una peseta para su manutención.   

En dicha casa había una mujer que hacía las veces de “casera” y que se llamaba Virginia (al menos era la que estaba cuando nosotros visitamos esa casa allá por el año 1956,) en compañía de Inocencio Montes, Rafael Morales, y unos cuantos más. Esta “casera” ejercía  una especie de autoridad delegada de la Fundación y que al parecer nadie discutía. Al ser una Fundación de carácter piadoso, estas mujeres o las que buenamente pudieran, solían reunirse todos los días a media mañana para unos rezos en torno a una imagen de la Virgen de los Reyes, que estaba depositada en la vivienda de la “casera”. Por esa casa, pasaron muchas mujeres del barrio, Dolores, Mercedes, La “Leona”, Fernanda, Carmela, Rosario, Gloria, La Transi, Angelita, “La Recovera”, Anita Sepúlveda, Milagros, etc. etc. El amigo Joaquín Montoro Prieto, "El Chache”, que desde la azotea de su casa que estaba junto a la “Casa de las Viejas”, nos decía, que muchas veces contemplaba como estas mujeres se enfrentaban y discutían por todo, incluso por la comida del gato. Hay que tener en cuenta que eran alrededor de catorce mujeres con sus gatos incorporados. En la antigüedad a estas mujeres que solían vivir de esta forma, se le llamaba “Bizocas”, o mujeres que se retiraban de la vida y se entregaban al culto, Esta acepción o nombre era oriundo de Italia. 

En 1636 y aprovechando el retablo que tenía este hospital según se entraba a la derecha, hubo una señora de la misma calle Ocaña que regaló una imagen de la Virgen del Buen Suceso, que permaneció allí cuando pasó a ser ermita, y luego Colegio. En esta ermita se celebraban actos y devocionarios sobre todo de la hermandades de ánimas. Esta imagen se encuentra actualmente en la parroquia de San Andrés en la nave de la izquierda..


Virgen del Buen Suceso

Aportamos un documento que confirma la antigüedad de este Hospital de San Andrés.

"1484, enero, 12. Córdoba.

Marco Napolitano, hijo de Juan Antón, morador en el Hospital de San Andrés, vende a Pero Fernández, pintor, hijo de Juste López, vecino en la collación de Santa María, una casa en la collación de San Lloreinte en la calle de las Beatas del Bañuelo, por 3.000 mrs.


APCO.- Oficio 14, nº 17-304."



Primitiva Escuela


ESCUELA DEL BUEN SUCESO

Fue una escuela parroquial auspiciada por el obispo Fray Zeferino y que en su primera época puso al maestro José Calvo Pizarro (1845-1899), al frente de ella y llegó a ser un profesor de reconocida notoriedad y solvencia. Esta escuela estaba situada entre la calle Morales (por debajo del horno de las hermanas Liébana y el Palacio de Viana). Ocupaba unas dependencias seguramente cedidas por el propio Palacio que al estar cubiertas sirvieron para las dos clases que hubo en esta escuelas parroquiales de San Andrés. Arriba estaban los niños y abajo estaban las niñas. Al final de los años cuarenta, se hace cargo de esta escuela don Francisco Naranjo, que junto a una de de sus hermanas atendían las citadas clases. Posteriormente y a principio de los años cincuenta, se abandonan estas dependencias del Palacio de Viana y se traslada la escuela parroquial a lo que fue la ermita de Buen Suceso, en donde solamente seguiría don Francisco Naranjo.

Hay que reseñar aquí que don Francisco Naranjo siempre tuvo una buena relación con el párroco de San Andrés don Fernando Poveda, así como con el que le sustituyó don Manuel Márquez. Don Francisco aportó una colaboración especial para la fundación de la hermandad del Buen Suceso a principio de los años setenta.

Me contaba Pedro Pareja que él fue alumno de la escuela del Buen Suceso y que allí estaría una veintena de alumnos, que día a día podían contemplan como en el fondo de la derecha y enfrente en donde estaba la mesa del profesor, estaba aún el retablo de la virgen del Buen Suceso

Yo recuerdo a este don Francisco Naranjo, que en aquellos años de 1952-55, y desde las Escuelas Hermanos López Diéguez, el día de San Andrés nos llevaban a la parroquia para un acto religioso. Este don Francisco Naranjo, con aquellas gafas de "patilla ancha" ya por aquellos tiempos, dirigía los coros de canto que con los alumnos se improvisaban en aquellas ceremonias que organizaba el párroco don Fernando y que don Ezequiel como profesor de las Escuelas Hermanos López Diéguez era el que nos solía acompañar.

La piqueta y la venta de todo lo que sobraba por parte del obispo Cirarda, hizo demoler esta histórica reliquia de la Córdoba de la Edad Media y se convirtió en una casa normal de pisos. Tengo que decir que uno de los primeros vecinos que allí se mudó fue Pedro Navarro Recio, el que con el nombre de "Pedrito" llegó a jugar en el San Álvaro de Córdoba y luego estuvo muy integrado en el Colegio Salesiano. También le acompañaron como vecinos las hermanas Carmen y Carola Mejías, muy buenas personas.











domingo, 9 de diciembre de 2018

EL MOLINO DE MARTOS

El Molino de Martos en la actualidad


EL MOLINO DE MARTOS

El amigo Paco Muñoz, con sus interesantes entradas en sus "Notas Cordobesas", nos trae recuerdos que no tenemos más remedio que “representarlos” mediante la palabra. Hace tiempo  nos obsequió con el atinado comentario de la “Higuera que hizo posible la  Conquista de Córdoba y podemos decir que disfrutamos de la bondad anecdótica de su relato. Además dicho comentario nos hizo meternos de lleno en el "túnel del tiempo" y recordar cosas de nuestra querida y amada Córdoba.

A mediados de los años cincuenta, nos encontramos con Carlos Ruiz Velasco, un cordobés nacido en la calle Roelas nº 12, que era un hombre culturalmente abierto y amante de la naturaleza. Fue pionero en Córdoba en la tecnología de las máquinas de escribir, de sumar y de calcular. Se inició en este oficio trabajando en la compañía de su hermano José, para Lorenzo Gollonett, en su tienda-academia que tenía en la acera junto al Instituto Luis de Góngora, llamada "Underwood". Este Lorenzo Gollonet, fue el Jefe de los bomberos de Córdoba durante la guerra civil.

Carlos Ruiz Velasco, (1926-1998), era hijo de José Ruiz Lozano, (1879-1954), que desde los años veinte era el capataz de los bomberos del Ayuntamiento de Córdoba, y que durante la guerra civil le ordenaron retirar del tejado de la Mezquita-Catedral una bomba que al parecer no llegó a explotar.

Carlos, era el menor de sus cuatro hermanos. Era un hombre de ideas muy independientes y amante de la naturaleza. Enamorado de la cultura del teatro y la escena fue de los primeros "apuntadores" importantes que hubo en Córdoba, cuando este trabajo servía para asistir a los actores de cualquier obra de teatro o comedia que una vez en el escenario, olvidaban parte del guión, o no se desenvolvían correctamente en él. Recién casado, y viviendo en la plazuela del Moreno, solía venir todos los domingos a San Lorenzo, para acompañar a un grupo de amigos jóvenes y parientes hasta el Molino de Martos a donde se propuso enseñarnos a todos a nadar. Hombre de buena memoria, nos explicaría en más de una ocasión, el lugar en donde se encontraba la "Charca de la teta", lugar próximo a la playa del Molino, y más cerca aún del Puente de Santa Matilde, en donde nos solíamos bañar los más pequeños, mientras los mayores jugaban y disputaban sus enconados partidos de fútbol, que se tenían lugar en aquellos llanos que quedaban en verano, tras quitar los huertos que durante el invierno poblaban toda aquella zona del río que lindaba con la llamada "Cuesta de la Pólvora", que era el polvoriento camino hacía la Huerta el Arenal.

La puerta de Martos, ubicada junto al Molino de Martos, fue el lugar elegido por los mozárabes que entraron en Córdoba para reconquistarla el día 29 de junio de 1236, día de San Pedro y San Pablo, Al parecer dichos mozárabes vinieron recorriendo la muralla de la ciudad, desechando las zonas despobladas de San Lorenzo y el Marrubial para entrar por la zona de la llamada Puerta de Martos (Santiago), que estaba más poblada. Precisamente llegaron a entrar y facilitaron el paso de las tropas que esperaban por la calle el Viento o Ronquillo Briceño, y se puede decir que la Iglesia parroquial de Santiago fue la primera Iglesia "Fernandina" que se erigió en Córdoba.
   
Para ir a los baños del Molino de Martos, no era esta calle del Viento la que nosotros empleábamos para llegar al paseo de la Ribera. Nuestro recorrido desde San Lorenzo, era: calle Roelas, Arroyo de San Lorenzo, calle Borja Pavón, calle Cruz Verde, calle Rave, calle El Tinte y de esta forma aparecíamos junto al Molino de Martos. El camino de vuelta era el mismo, con la salvedad de que algunas veces y después del baño, al pasar por la taberna de Ordoñez con su olor agradable siempre a boquerones fritos, era algo tentador para nosotros, y por ello más de una vez logramos un escote, y por la "piquera" pedíamos algún refresco y un plato de boquerones. De aquella experiencia se acordarán Pepe Estévez, Manuel Afán, José Montero, Inocencio Montes, y algunos más que junto a los desaparecidos Antonio López y Rafael Morales. vivimos aquella inigualable experiencia.

El Amigo Carlos, nos animaba a que aprendiéramos a nadar y para ello nos acompañaba a aquellas instalaciones del Molino de Martos, convertido en un lugar de baños, pero siempre aprovechando la zona de un pequeño peñón que sobresalía del conjunto que formaban los "Peñones de San Julián". La familia que regentaba "Los baños del Molino", era la de Alfonso Caballero Galisteo (1925-2005), un  personaje singular y agradable de aquellos entornos, en donde muchas veces se le llenaba la boca de decir: -"Yo he salvado a cientos de personas de morir ahogadas en el río"-. Verdad o mentira, eso lo decía ya mayor y detrás del mostrador de la taberna que terminó regentando en el paseo de la Ribera esquina con la calle que va para el Potro. Pero no cabe duda que como molinero fue un hombre muy popular y que de forma simpática se le conocía como "El Mondraga".

En el Molino de Martos, existían dos niveles de vestuario. Arriba el que pudiéramos llamar "el pesetero", que era el que utilizábamos "los tiesos", y que sólo te guardaban la ropa en una taquilla única. En cambio en el de abajo, aquello parecía de otro mundo, pues además de que había como unas especie de taquillas individuales, al final del baño tenías derecho a una ducha en la famosa "Chorrera”, un manantial de agua muy fría, que brotaba de forma espléndida del muro que lindaba con el Molino. Para ducharte tenías que hacerlo cogido a una soga que pendía de una oportuna argolla en plan de mayor seguridad. El agua fría y cristalina te quitaba todas las impurezas que te hubiera dejado el baño en el río.

Una vez entregada la ropa en el vestuario, te dirigías a los "Peñones de San Julián", lugar idóneo para aquellos que querían ejercitar la natación. Allí nadabas en semicírculo, pasando del "aquí tapa" hasta llegar a "aquí se hace pie". De esta forma, poco a poco ibas aumentando el radio. y cada vez hacías trayectos más largos. Aquellos desaparecidos "Peñones de San Julián", a su paso dividían el río en dos importantes brazos. Uno remansado hacia la derecha, que hacía una especie de bahía en el Molino Martos, regándolo con una profundidad importante. Otro brazo, más rápido discurría por la orilla de Villa Cachonda (Barrio Viejo). Entre los dos brazos se formaba una isla llena de vegetación salvaje  a base de juncos, flores exóticas y los clásicos “puros”, tributo muy apreciado de todo el que se llegaba a la isla. Esta isla por lo general era “El servicio de Water” para casi todos los bañistas.
     
En el Molino Martos, podías observar a gente que charlaba, gente que leía el periódico "Córdoba", el diario "Pueblo" el diario "Marca"  e incluso algunos se les veía leer el periódico "Madrid". que ya era harina de otro costal. Allí se apreciaba cierta variedad y nivel en los bañistas y lo mismo había un poeta del grupo "Cántico" .que un simple "zapatero" que leía su novelas de Marcial Lafuente Estefanía.

También había claro está, algunos "mirones". Pero no cabe duda de que los que más expectación despertaban eran aquellos saltadores desde la "Torvas", aquél trampolín alto del Molino; en donde se "pavoneaban" los más capaces con sus saltos y posterior entrada en el agua. Es justo recordar a: “El Copado", “el Canario”, “el Tormenta”, “el Vale”, el "Don Juan" “el Latas", "el Chapu", "el Duque", "El Dobao", y sobre todos a  "Fra-Polo", apodo que se le puso a un singular  Francisco Márquez Polo (1914-1994), hermano de Socorro la sacristana de San Rafael, que hizo tantas cosas que hasta practicó el boxeo.

El Molino de Mártos es antiquísimo y en los archivos de Córdoba se encuentra abundante documentación sobre el citado Molino.


Molino Mártos (1956)


Así por ejemplo tenemos que:  

"1268, junio, 25.  Córdoba.

El infante don Alfonso, señor de Molina y de Mesa, con motivo de la contienda existente entre el obispo de Córdoba y el cabildo con don Juan Yáñez, maestre de Calatrava, por la que los primeros decían que las aceñas que fueron del Infante [=molino de Martos] debían pagar diezmo por ser dezmeras ya que durante el tiempo que fueron del infante así lo hicieron, declara que nunca pagó diezmo a pesar de que se lo exigieron el obispo y cabildo por no ser de derecho, y aunque los citados declaran tener carta del infante declarando entregar el diezmo, ésta debe ser falsa ya que nunca él ordenó tal cosa.  Por lo tanto, el maestre de Calatrava no debe, en derecho, pagar tal diezmo.

Ante don Diego Pérez, mayordomo del infante, García Martínez, Pedro Cabrera, Pedro García, hijo de Pedro Navarro, y Ruy García, escribano mayor.

B. Archivo Histórico Nacional, Registro de escrituras de Calatrava, Tomo IV, folio. 41.

Lo que nos da una idea de la antigüedad de este Molino llamado de Martos, por estar situado enfrente de la Puerta de Martos.


La arboleda y la altura  de sedimentos
están al nivel del primer trampolín


¡¡QUE PENA DEL ENTORNO MOLINO!!

Los progresía que entienden de todo, dicen que el agua es el primer eslabón de la vida, y muchas veces cuando pasas por la Ribera, puedes contemplar medio asombrado que el agua del Río Guadalquivir está siendo cada vez más arrinconada por la excesiva vegetación que en plan salvaje, y sin control crece y crece, a ambas orillas del río a su paso por Córdoba. Eso, más que la orilla de un río, se ha convertido en un lugar propio de ratas y todo tipo de pequeñas alimañas tan poco beneficiosas para la salud de los propios ciudadanos.

El agua de la "Chorrera" que antes servía para el baño y la limpieza de los bañistas, ahora alimenta a una zona pantanosa cuyos olores estropean muchas veces el encanto del propio paseo de la Ribera. En la foto que mostramos se puede apreciar el nivel que tiene al fondo la sedimentación y la enorme arboleda que ha crecido en plan salvaje.


El agua de la "Chorrera"
 estancada y dando mal olor


Desde hace tiempo, infinidad de aves que suelen comer a diario en el muladar de la Cuesta el Lobatón, el vacíe a donde van a parar todos los desperdicios y la basura que produce  Córdoba, vuelven al atardecer para dormir en esta arboleda salvaje que ha ido creciendo con el abandono y el paso del tiempo..

En la foto que presentamos se puede ver que el nivel de sedimentos llegan ya a la altura de lo que era antes el primer trampolín (a donde se puede ver a los bañistas en la primera foto). Como se verá, en donde antes había un recodo importante de agua, ahora habrá seis o siete metros de sedimentos de arena, que cómo hemos dicho se enrasan con la zona del primer trampolín.

Todo este lugar se ha convertido en improvisado "dormitorio" silvestre de estas aves, en parte por el abandono en que ha sumido el Ayuntamiento al propio Río Guadalquivir.
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Que lástima que ya no está el "Quiosco de la Ribera", con el amigo Martínez como testigo de lo que era toda esa zona del río. El mismo Alfonso Caballero, que fuera durante muchos años el "casero" del Molino de Martos, quedaría espantado de ver como está el recodo que hacía el rio en la zona del propio Molino de Martos. Ese recodo, hoy lleno de sedimentos, no ha sido producto de un hecho fortuito, sino la consecuencia de muchos años de abandono y de echar la mirada para otro lado. Si el río Guadalquivir pudiera hablar se quejaría del trato favorable que se le suele dar a las bicicletas, a las que se les han hecho toda clase de "carriles", para que luego "ellas" circulen a sus anchas y en las direcciones que les parezca, ya sea por la carretera o por las misma aceras. También siente sana envidia del trato preferente que se le da a las "patinetas" o "patines" que igualmente pueden circular por donde quieran con evidente peligro para los viandantes, que mejor sería que no ocurra ningún desgraciado atropello, pues estos "patines" al igual que las bicicletas no tienen ni seguros ni nada por el estilo, que garanticen los derechos del posible accidentado, y  tendría por tanto que reclamar al "maestro armero"..   

Que pena da el contemplar el entorno de las "Escalerillas de la Ribera", aquellas por la que medio barrio del Campo de la Verdad se comunicaba con Córdoba por medio de la Barca, aquella Barca que los "Media mano", el Gutiérrez, el "Manquillo", el López, el "Suspiros", y el "Ojos claros" entre otros, supieron conducir de una orilla a otra, cuando el río se sentía cómodo e importante. Estas escalerillas fueron construidas allá por el año 1854. Las actuales rampas empedradas con chino fueron construidas en 1854 bajo el mandato del alcalde Francisco de Paula Portocarrero, que llevó a cabo la iniciativa de sustituir unas escaleras que existían desde el siglo XVIII, y que eran bastantes peligrosas. Para esta obras se hizo una subasta en marzo de 1854, y sería adjudicada a José López por la cantidad de 11.848 reales. Se trataba de sustituir aquellas vetustas escaleras por : "Por dos canales de bajada a los pelambres de la orilla del río, paralelas a la muralla". Los que tanto entienden dirán que han sido las inundaciones y distintas avenidas del Guadalquivir las que han cambiado el curso del agua. Que lástima, pues repasando en los anales de nuestro río, se puede observar que hubo inundaciones importantes en los años:  1687, 1691, 1693, 1697, 1698, 1708, 1739, 1751, 1783, 1785, 1821, 1860, 1917, 1963 y 2010. Y en la mayoría de aquellos tiempos no había pantanos que regularan ningún cauce y el agua siempre pasó por el Molino de Martos pues estuvo funcionando con su piedra de molienda..

Hemos citado a algunos barqueros, pero serían incontable el poder mencionarlos a todos, ya que desgraciadamente casi todos están fallecidos. Ellos nos podían recordar el encanto que tenía ese "paseo en barca" por la Ribera. Y llegarías a la conclusión de que posiblemente el río Guadalquivir a su paso por Córdoba, es el único rió por el que no se ve, ninguna barca o remo, cosa única en Europa. Pero cuando le dices a la gente algo de esto, te suelen contestar: "ESO ERA ANTES" en un claro desafío al que les lleva sus ignorancia de lo que fue Córdoba en su historia..

Desde que empezó la democracia en Córdoba, habrán pasado por ese Ayuntamiento multitud de políticos de toda clase, y da la impresión de que la gran mayoría sólo se han preocupado en primer lugar en ver "Cuando les ingresan la transferencia de sus emolumentos incluidas las dietas". (Esto me lo decía un ex. concejal de Izquierda Unida). Luego en disputas ideológicas y por hacer algo sonado les da por cambiar nombres de calles, y poner por ejemplo alumbrados en calles solitarias para un carnaval, por donde no llega a pasar casi nadie y menos uno disfrazado con su máscara o atuendo de carnaval.

Que recuerdos aquellos cuando a lo largo de todo el muro de la Ribera existía lo que se llamaba la "banqueta" en donde eran muchos los aficionados a la pesca que se solían sentar a practicar su afición a la caña de pescar. Ahora es que ni tan siquiera se puede acceder a la orilla.

En la foto superior en la que se puede ver el viejo Molino de Martos, podemos contemplar un nadador saltando desde las llamadas "torvas" o trampolín superior normalmente reservado para los grandes saltadores. El agua y más aún la de un río como el Guadalquivir, es lo más ecológico que pueda existir en Córdoba.

Mientras el río Guadalquivir está olvidado totalmente. Parece ser que los concejales del Ayuntamiento han descubierto que la "ecología de los patios cordobeses" se pueden mutar al invierno aunque esté lloviendo y nevando. Con esto va a pasar algo parecido a lo que pasó con el espectáculo de los toros. Todos recordaremos como la emisora de Televisión "Antena Tres" daba todas las semanas toros con el torero Jesulín de Ubrique, convirtiendo la seriedad y el espectáculo de una "Corrida de Toros" en algo que parecía más un programa tipo de "charanga" cómo algunos tipo de "Sálvame" en donde y a pesar de los esfuerzos de los regidores para que algunas entusiastas espectadoras "preparadas", de antemano, llegarán incluso a echar hasta sus prendas más intimas como podían ser sus propias "bragas". Quizás lo único que faltó en aquellos rutinarios espectáculos, es que apareciera alguna Belén de esas que tenemos tantas por ahí presidiendo el festejo. Se puede decir que aquellas corridas semanales, fueron el punto de inflexión y significó el declive total que padece la Fiesta. Algo parecido deberá pasar con el rollo de poner "Los Patios" para ser visitados en invierno o cualquier estación del año, olvidando que de acuerdo a cualquier "ecología" que se precie, el Patio Cordobés y el mes de mayo, forman un binomio natural y lógico de toda la vida.. Querer mover o altear ese bonito "binomio" "Patio-Mes de Mayo", puede acabar con las "gallina de los huevos de oro". 





jueves, 29 de noviembre de 2018

RECORDANDO EL PEROL CORDOBÉS

Escenas del Perol


Y CANTABAN ASTURIAS PATRIA QUERIDA...


Es el perol la comida entre familiares y amigos, generalmente fuera del casco urbano de la ciudad, en el campo bajo techo o al aire libre, Y ese detalle de ir de perol fue desde siempre una cosa consustancial con los cordobeses y con la ciudad de Córdoba. No fue el perol una idea de universitarios, ni de gente ilustrada, fue el perol cosa de la gente sencilla, amable, y bien avenida y que disfrutaban de cualquier oportunidad, para disfrutar del campo, bebiendo y   comiendo juntos. Posiblemente el mejor filosofo que tuvo el perol cordobés fuera el popular Margas, que supo describir como nadie en sus paisajes expuestos en las antiguas tabernas. El sentido y toda la sensibilidad de este apacible "cuadro de convivencia al aire libre" que se puede decir constituyó históricamente el hecho del "perol cordobés".

La palabra ir de perol, significaba estar un día pasándolo bien entre los familiares, los compañeros y los amigos, comiendo, bebiendo y opinando incluso de cosas que estaban calladas. Allí en el campo y en el escenario del perol todo el mundo, cantaba, bailaba y hasta hacía sus pequeñas pantomimas, y es que el vino bien moderado todo lo simplificaba y lo enaltecía.

Había peroles que tenían lugar en las distintas fincas de Córdoba como; La Chiribía, los Tasqueros, la Ballesta, Pedrajas, el Cerro del Trigo, El Negrete, el Melgarejo, Las Cuevas, El Soldado, la Porra, la Gorgoja, y otras fincas cercanas a Córdoba, pero el sabor de los "Peroles de Verdad" eran al campo libre y a poder ser junto al Arroyo, por lo que más libertad imposible. Quizás el Perol, era una forma de sentirse totalmente libres sin saberlo. 

Antes, y en los preparativos del perol, se repasaban todos los avíos y cacharros que se fueran a necesitar en la jornada campestre. Existían como tres elementos que se podían considerar, como algo imprescindibles, tales como "El Perol" la "Damajuana del vino" y como no, "EL Jarrillo de lata". El primero lógicamente para guisar el arroz, el segundo para llevar el vino que se iba a beber. y el tercero y más sencillo qué servía para repartir el vino "chupito" a "chupito", entre otras cosas, para que el vino cundiera y tampoco nadie se pasara. Estos "Jarrillos de lata" se solían hacer de los botes vacíos de la Leche "Condensada la Lechera", por lo que tener un "Jarrillo" de aquellos era poco menos que tener algo muy importante.

A los peroles se solían llevar los pollos, los conejos, y algunas carnes por preparar. Los animales vivos, se solían matar "in situ" y esa era una labor adecuada para la ordenada y sensata labor de las mujeres del perol. Pero en honor a la verdad muchas veces la comida era lo de menos, y lo importante era la buena disposición a pasar un buen día al aire libre con los familiares o con los amigos. En un perol podía faltar por error el pan, las aceitunas, o cualquier otra cosa, pero se consideraba imperdonable el hecho de que se olvidase el vino o éste viniera escaso. Menos mal que por suerte y nada más pasar el Puente de Pedroches, estaba la "Venta de Pedroches", en donde te vendían el vino de "peleón" o de 24 que necesitaras.

Normalmente en invierno los peroles de la gente que vivíamos del "Realejo para abajo",  solíamos celebrarlo en la zona de Pedroches, junto al arroyo del mismo nombre. Desde el Puente y la zona del "Sombrero del Rey" hasta el llamado Puente de Hierro, eran los lugares escogidos por todos los que iban de perol. Eran normal que se adelantaran los más jóvenes, ellas y ellos, y tendiendo sus mantas en el suelo, delimitaran sus mejores sitios para disfrutar del perol y articulaban incluso la colocación del columpio..La Fuente del Majano, y las Terrazas de piedra Pizarra cercanas al Puente de Hierro eran los lugares más solicitados.

En cambio los que vivían por la zona "más allá del Realejo", sus lugares elegidos para los peroles eran la Huerta del Alcázar, y la Alameda del Obispo.

Eso si, a los peroles había que ir preparados y no dejar nada a la improvisación. Algo de esto nos ocurrió un día que fuimos de "perol" cerca del llamado "Arroyo de los Locos", que en Alcolea recibe el nombre de "Guadalbarbo". Recuerdo que a aquél "perol", fuimos un grupo de amigos, entre los que quiero recordar al "Cojo Palanca", "Paco Rubiano", Miguel Expósito, Luis Hernández, Francisco Luque, Rafael Vázquez, Pepe Zamora "El Cebollita" Ángel González "El Calvi", Rafael Vázquez, y unos cuantos más entre los que se encontraba un hijo del "Carriles" de San Agustín. El tema del vino estaba resuelto pues se llevaba vino en cantidad abundante. No fue así el tema de la carne, pues todo iba en función de las "bogas" que se pescaran en aquél Arroyo que en el mes de abril era todo un "hervidero" de bogas..

Y la verdad que la cosa parecía que estaba resuelta en el tema de la carne pues nos acompañaban por lo menos 6 cañas de pescar, en manos de buenos y expertos pescadores en el tema de las "bogas". Se trataba de preparar un perol a base de pedazos de "boga" convenientemente fritos y crujientes, y después de fritos, se introducía cada "fritada" en una especie de "Mete y Saca" en el aquél dornajo de "Adobo" que con su sabor a orégano y todo, había preparado Ángel González Tapia "El Calvi". por lo que teníamos casi asegurado un exquisito manjar.

Pero desgraciadamente aquello no fue así, y sólo se quedó en un posible "manjar", y es que  quizás fuera por el sentido del aire, la orientación del sol. o la mala suerte;. la verdad es que allí nadie pescó nada. Y menos mal que no se hizo caso de un interno del cercano Hospital Psiquiátrico, que al percatarse de que los peces no picaban, se presentó con un "carburo" poco menos que para echarlo sobre el Arroyo, porque de esta forma y según decía su abuelo, "reventaba" el Arroyo y los peces salían a flote todos. Nos costó bastante trabajo disuadir a aquél enfermo mental de nombre Blas, de que se alejara con el dichoso "carburo" y las ideas tan tremendas de su "abuelo". Ante esta situación algunos optaron por marcharse del perol, y se acercaron al cercano Bar Carmona de Alcolea a comer algo, pero los que nos quedamos conseguimos algunas patatas en el chozo de una finca de al lado. Sería Pepe Zamora "El Cebollita" el que se encargó de freír unas patatas con los tomates previstos del picadillo, pero quizás no tuvo en cuenta quitarle un poco la acidez a los tomates, por lo que después de comer aquella fritura, nos venimos para Córdoba con el esófago que nos parecía un tubo de escape por la dichosa acidez del tomate frito. Por tanto en los peroles y de partida no puede faltar: El perol, la carne y el vino..  .

Cuando llegaba el verano, y con el calor, las zonas elegidas para estos peroles, eran zonas cercanas con la posibilidad del baño o el chapuzón en el agua. Así eran muy solicitados lugares como Lope García, El Soto, el Molino Carbonell, o la Alameda del Tiritar, que antes que se instalara allí La Fábrica de "Cervezas El Águila", el Arroyo de Rabanales era una bendición de agua clara y nítida para bañarse.

Decía Ricardo Molina, que en los peroles no era el lugar más indicado para escuchar buen cante, ni tampoco apropiado para bailar por el lógico desnivel del terreno, pero si era el lugar idóneo para que cualquiera se atreviera a hacer lo que creyera oportuno, al sentirse libres y entonados. Había gente que les era habitual hacer "un recorrido" de perol en perol, visitando amigos e incluso compañeros del trabajo, y allí en todos aquellos peroles, con el saludo le daban a probar "un chupito" de vino, que más que si se tratara de una economía en el vino, era una forma de controlar lo que se bebía.

Además la gente aquella tenía imaginación y ocurrencias, éste era el caso de Gabriel González Ruiz, al que cariñosamente se le llamaba "El Padrino", entre otras cosas porque bautizó a casi todos sus sobrinos. El  decía que por aquellos tiempos y a falta de controles de alcoholemia, en los peroles a algunos se les hacía "pasar" por el "Canal de Guadalmellato", (que cruzaba el valle que formaba el Arroyo de Pedroche), Ahí sin achaques de jaramagos, desniveles, u otros obstáculos, el que no cruzaba de forma recta y continuada aquella "pasarela", es que estaba quizás más "cargado de la cuenta". Hubo incluso una época en que se propiciaban estos desfiles de forma voluntaria para indicarles al resto de familiares de que uno estaba bien.

La gente más joven del perol daban rienda suelta a sus juegos, y ya se montaban en el columpio, jugaban a la pelota, o simplemente tiraban piedras al Arroyo. Los que eran un poco adolescentes ya se dedicaban a hacer sus excursiones, bien para conocer el campo, o para mostrar ante la vecina o la amiga su habilidad para coger bellotas, subir a cualquier árbol o trepar por cualquier cerro, todo ello buscando cualquier mérito amoroso.

Las mujeres ya hechas y derechas eran la encargadas de preparar "Las Sardinas Asadas" que de forma ritual era lo que se comía a media mañana. Eran sardinas grandes y de buenos lomos y que en nada se parecían a las que posteriormente y en aquellos años de veraneo en la playa  te ponían en los chiringuitos y te las comías como un "espeto", y que pagabas por un importe casi superior al coste de casi todo el perol.

Ya más adelante eran los hombres los que organizaban de alguna forma la candela y la preparaban con sus piedras, para que el "perol" tuviera buen acomodo o asiento. Algunos buscaban leña y otros rebuscaban por los alrededores algún que otro espárrago para echárselo al arroz. Varios hombres alrededor del "perol" y entre "chupito y chupito" llevaban a cabo el mareo del refrito. Mientras las mujeres troceaban la carne, mataban el pollo, o preparaban los conejos. Normalmente eran los hombres como hemos dicho los que iniciaban el guiso del perol, pero casi siempre eran las mujeres las que lo terminaban. Por supuesto el vino que se solía llevar para la ocasión era una especialidad flojita de 24, u otro similar. No se podían llevar vinos de los llamados "duros" pues se trataba de estar toda la jornada del perol tomando "chupitos" sin que te llegaran a dominar mucho. Y es que todos conocíamos perfectamente de que había vinos muy buenos pero algo "cabezones", y que también existían vinos que bien que los disfrutabas pero que al poco rato te "volcaban". o te "anulaban", y obviamente ya no podías disfrutar del resto del perol, ni tampoco cantar a la vuelta a casa, el simpático "Asturias Patria Querida"....".

Por aquellos tiempos principios de los años 1945-1955 la canción "Asturias Patria Querida..." era cantada por la mayoría de "Perolistas" que a la vuelta del Campo, formaban interminables colas de gente que cantaba y disfrutaba por el camino de la Carretera de Almadén. (Desde Asland hasta la misma Fuensantilla,) Y es que aquello era una auténtica multitud festiva de gentes que volvían del campo. Cada uno de su perol, pero formando una interminable fila que llenaban la citada carretera. Incluso algunos, quizás por haber perdido cualquier apuesta, volvían con la cara tiznada por la carbonilla del perol. Concretamente en la "Taberna de los Perros" había una foto en la que aparecía un tal "Melindres" que siempre que iban de perol, se pintaba la cara con tizne y el redondel de los ojos de blanco. Por aquellos tiempos ni había vehículos ni carromatos por lo que todo el mundo venía andando. Algunos los más organizados formaban incluso unos coros con canciones simpáticas como: "De Colores....", o "Asunción echa vino que no sea ni blanco ni tinto..." Pero la canción que más solía cantar la mayoría de la gente era "Asturias Patria querida..." y casi siempre era a la llegada a Córdoba y nada más aparecer por la Fensantilla. La verdad es que aquella canción era sintomática de todos volvían felices del "Perol" e incluso los más atrevido solían hacer el solitario de "Tengo que subir al árbol, tengo que coger una flor...". 


Cuadro pintado por el "Margas"

Muchas veces nos preguntamos el porqué esa costumbre de cantar aquella bonita canción, y nunca la hemos encontrado en documentos escritos, ni en historias populares. Sería una vez más Paco Lopera, "El sabio"  de la Corredera, gran amante de la zarzuela y de las cosas de Córdoba el que nos diría: "Hubo una época que los autores de zarzuelas solían incluir en sus coros a una serie de borrachos que cantaban el "Asturias Patria querida...". Esa costumbre de los Teatros de la zarzuela se trasladó a los Peroles y a la gente que se bebía una copa de más.

Y como no a la hora de hablar de los peroles quiero citar a la simpática "Peña el Octavo", una Peña que se fundó en la taberna de Pepe Jiménez cuando ocupó la que fuera taberna "Casa Huevos Fritos". Esta Peña estaba compuesta por 8 amigos de ahí el título de "El Octavo", pues sus componentes eran las personas más sencillas y discretas que entraban en la citada taberna. Allí en sus tertulias predominaba su amor a los colores del Córdoba CF. y allí solían preparar sus peroles que los prodigaban cada dos por tres. Formaban esta Peña los hermanos Santos Iglesias, el amigo Polo, Carlos, Mesa, Rodríguez, el simpático "Micaelo" y un tal Gómez que era el eficiente cocinero. Más de una vez se solía unir a esta Peña el simpático y singular José González de la Cuesta, "El Lechón" que era en todo momento el exponente del amor a su Córdoba y a su Barrio. Pero siempre llamaba la atención que el amigo "Polo" un enamorado del bel canto entonaba siempre "El vino que tiene Asunción...Ni es tinto ni blanco ni tiene color...", pero esa era una canción que cantaba la gente feliz y que el vino lo hacía más felices aún..

También tuvieron estos simpáticos amigos de la Peña "El Octavo", su pequeña historia que les pasó en un "perol" que estaban disfrutando cerca del Puente Mocho, y es que mientras estaban preparando "El perol", apareció por allí una vaca parida que venía siguiendo al becerro que se había parado allí junto a ellos, por lo que tuvieron que poner pies en polvorosa y subiéndose unos al árbol más próximo y otros buscando refugio en el propio Río, para salvar el pellejo, Menos mal que llegó el vaquero, que lógicamente y a su manera se llevó de allí a la vaca, y todo quedó solucionado. La vaca pertenecía a la cercana finca la Ribera Baja. Aquella escena huyendo de la vaca parida, fue comentada y conocida en todo San Lorenzo, pero la verdad es que ellos lo debieron pasar algo regular. Aquél perol por la huida ante la vaca quedó grabado en la mente de estos simpáticos amigos del "perol".




Otro cuadro del "Margas" que se encuentra 
en la Calle Céspedes


Precisamente en la "Taberna de los Perros" desde hacía mucho tiempo existían dos cuadros paisajistas que recreaban dos escenas de peroles en la que los componentes del "perol" se ven amenazados por la presencia de un toro y todos ponen pies en polvorosa huyendo de aquél animal. Estos paisajes puestos al habla con Pepe Laguna Martínez, nos indicó que fueron pintados por un sencillo paisajista al que llamaban "El Margas" y que llenó algunos bares de estas escenas bucólicas y de viejos recuerdos campestres tipo "naif". Este paisajista de regular fortuna, cansado de pasar dificultades, y ya casi sin vista, llegó a vender incluso cupones, y siempre se sintió orgulloso de ser el único pintor que supo recrear como paisajista, los lugares simpáticos y campestres de nuestros peroles.

De este popular "Margas· en un artículo publicado en el "Diario CÓRDOBA" el 4 de febrero de 1955, el poeta y profesor Ricardo Molina Tenor, pública un maravilloso artículo con el seudónimo de Eugenio Solís, en el que de alguna forma al sencillo y olvidado pintor paisajista   "Margas" lo define como un auténtico filosofo de esa cultura del Perol cordobés ya que supo reflejar como nadie en sus cuadros, la amistad y la convivencia, bebiendo y disfrutando con los amigos. Pudiéramos decir que con sus pinceles llegó a captar hasta el sabor del "refrito" del arroz de aquellos peroles e incluso el "olor" de las sardinas asadas.. Estos cuadros además de los citados en la "Taberna de los Perros", también hubo algunos en la Taberna Casa Ogallas, en el Jardín del Alpargate, precisamente en el cuarto en el que "Manolo el Sorna", solía ajustar las cuentas de la venta de su Lotería y sus rifas, por cierto que el número suscrito de Lotería que tenía el Sorna de toda la vida era el 25.857, y que se recuerde jamás tocó nada. Allí se le podía ver con su famoso palillo en la boca y su pedazo de algodón en una oreja. Al parecer los cuadros que había del "Margas" en esta taberna, se los facilitó Enrique Ogallas, a un nieto del Guerra que tenía su "novia" en la Calle El Queso. a la que la llamaban "La Señorita" al lado de Café Santa Cristina. También hubo algunos cuadros de este pintor en la Taberna 24 de la calle Montero.. 

 Este sencillo pintor, cansado de pasar totalmente desapercibido, optó por marcharse a la zona del Levante español, para intentar cambiar de aires. Al desaparecer la "Taberna de los Perros", por muerte de Pepe Laguna, su familia vendió dichos cuadros a un tratante de antigüedades que se interesó por ellos. Estos dos cuadros se pueden apreciar en una taberna moderna de la calle Céspedes, en el llamado "Patio de las Columnas", propiedad de Rafael Bustos, el que fuera chófer y hombre de confianza del Conde de Cañete de las Torres.  

Cualquier persona que no sea de Córdoba, o incluso los jóvenes de nuestra ciudad que lean el maravilloso articulo semanal de Tico Medina, titulado “El Perol Cordobés", les confundirá por completo, pues una cosa que fue una tradición singular de la gente de Córdoba, lo ha convertido él, en un mal escaparate, trayendo cada semana a una serie de personajes que en muchos casos, ni conocen y ni saben nada de Córdoba. Y menos aún tienen relación alguna con el auténtico “Perol cordobés.”

Con razón dice el periodista Víctor Márquez Reviriego, en (El Día de Córdoba 27/01/2013). “Los periodistas de mi generación somos una  degeneración”. 

Pocas cosas tenemos los cordobeses, pero trayendo a estos periodistas “tipo camaleón” para que cuenten nuestras cosas peor vamos a quedar para la historia. El día de mañana, nuestros nietos y descendientes, posiblemente quieran saber algo de esa costumbre cordobesa, que consistía en ir un día de campo y  entre amigos y familiares a comerse un perol. Eso,  nada tendrá que ver con lo que más o menos nos dice este periodista, que lo mismo habla de personajes que no han “Pegado un palo al agua", que nos pone a cualquier Belén Esteban, o persona por el estilo. Muchas veces intenta como poner los dientes largos, relatando la última e idílica noche de bodas de la duquesa de Alba. Por favor Córdoba y sus costumbres merecen un respeto.