jueves, 20 de mayo de 2010

El Artillero de San Lorenzo

LA AYUDA AMERICANA Y EL ARTILLERO

Todo el mundo estará de acuerdo al considerar la película de Berlanga «Bienvenido Mr. Marshall», como una de las grandes obras del cine español. Se trata, en efecto, de una película enormemente divertida, aunque también amarga, en la que demostraron su gran oficio actores clásicos del cine español como José Isbert y Manolo Morán. Cómo ignorar aquellas imágenes desoladoras de los americanos pasando de largo por un pueblo esperanzado y que había hecho una quimera de la llegada de los nuevos y ricos amigos. Un pueblo que, tras la decepción, volvía, al día siguiente, a su rutina y a su atraso.

Evidentemente, la película de Berlanga ni es, ni pretendió serlo, una lección de historia económica. Berlanga, como director de cine, es menos riguroso aunque mucho más “cercano” y divertido que los profesores de historia económica. Sin embargo, sus imágenes nos pueden servir perfectamente para situar, inicialmente, y de forma vivida, la realidad histórica de lo que fue la llegada de los americanos a España a partir de los acuerdos de 1953.

La llegada de los americanos fue un hecho real, de una importancia extraordinaria para nuestra historia y para nuestra economía. Y tras su llegada, a diferencia del “desengañado” pueblo que nos muestra Berlanga, España no permaneció como antes. Ya que cambió de forma decisiva. Podemos destacar, como consecuencias fundamentales de los acuerdos con los Estados Unidos las siguientes: la magnitud relativa de la ayuda, la estabilidad que los acuerdos proporcionaron al Régimen de Franco y la introducción de elementos de racionalización económica.

Pero todo eso formaba parte de un cuestionario teórico de acuerdos que la gran mayoría no conocimos. Por el contrario, sí conocíamos en el estado en que nos encontrábamos los chiquillos de aquellos barrios populares, llenos de pupas, sabañones y famélicos. La avitaminosis ý otros signos de privación hacían estragos entre todos nosotros. Era imposible que con un cuartillo de leche de aquellos tiempos, hubiera para toda una familia, por citar un simple detalle.

La “joya de la corona” de aquella ayuda la constituyó la afluencia masiva de bidones de leche en polvo que, con una distribución ejemplar, llegó a todos los lugares sensibles de la sociedad. Colegios, Instituciones, Hospitales, Parroquias. La leche en polvo se hizo inseparable para nosotros en todos los recreos por la mañana y por la tarde, dándonos un aporte de vitaminas que combatió eficazmente nuestra predisposición a las pupas y sabañones.

Por aquellos años estábamos de monaguillos mi hermano y yo en la Parroquia de San Lorenzo, y su párroco D. Juan Novo, (El látigo negro), nos solía mandar cada quince días al sacristán Pepe Bojollo a la “fábrica de la mica”, una nave que estaba ubicada en el llano que había frente de Cementos Asland, (hoy Polígono de Pedroches). Dicha nave, de ladrillo visto, era el almacén central en Córdoba de bidones de leche en polvo, latas de mantequilla, queso americano y latas de carne. Allí debía de ir todo el mundo a recoger los suministros pactados. Nosotros, desde la Parroquia, siempre utilizábamos para el transporte el camión que gentilmente nos cedía D. Rafael Ordoñez Barea, dueño de las bodegas del mismo nombre. Más de una vez ese camión lo llevó su propio nieto Rafael Ordoñez Domingo, dueño actual del restaurante “Rafaé” en la calle Deanes. Curiosamente el hombre encargado de aquella nave de almacenamiento, tenía una pierna de palo y dormía y hacía vida en la caseta de un transformador.

Este tipo de ayuda en la Parroquia de San Lorenzo era totalmente administrada por el Sr. Cura, quien hacía y deshacía lo que él creía conveniente. En el aspecto de la leche en polvo, esplendidez total, en cambio en lo tocante al “queso”, mantequilla y latas de carne, era mas “tacaño”. No cabe duda que distribuirlo tenía que hacerlo, pero yo puedo certificar que a nosotros como monaguillos y transportadores de la mercancía, jamás se dignó darnos una simple lata de manteca, carne o queso. En cambio, su madre Victorina, que era un gran mujer, sí nos dio varias veces como monaguillos una lata de mantequilla.

La odisea del queso americano (1956)

El cura de San Lorenzo, (el referido Látigo Negro), nos mandó a mi hermano y a mí a que fuésemos a recoger un “queso americano” del antiguo Obispado. Recuerdo que nos acompañó con su carrillo el “Artillero”. El transporte del queso, que era del tamaño y forma de una piedra de molino, fue toda una odisea. Por toda la calle Cardenal González y calle Lucano, fuimos asaltados por la chiquillería que, acompañada a veces de sus madres, disfrutaba con quitarnos pedazos de queso y se los comían en el acto. La preocupación de mi hermano y la mía propia, iba en aumento al comprobar como iba menguando aquella “rueda de molino”.
El “Artillero” en cambio estaba muy tranquilo, se limitaba a llevar el carrillo, y no decía ni pío. Es más, al pasar por la taberna la Parra, quiso pararse para darse un “calmante”, dejando el vehiculo con su “atractivo queso” en medio de la calle, con la sola vigilancia nuestra (dos chiquillos), que apenas teníamos catorce años. El queso llegó a San Lorenzo bastante menguado. Más que una piedra de molino, parecía una rueda dentada. No pudimos evitarlo, pues hasta en la misma calle Don Rodrigo, y a la altura de las Cinco Calles, nos quitaron un buen pedazo. Un vecino, que salió huyendo para la Calle Mucho Trigo, por toda explicación nos comentó que “tenía hambre”.

Llegados a San Lorenzo, al llegar a la Casa Parroquial para localizar a D. Juan Novo, nos dijo Ana “La Portera” que no estaba, que la única persona que había de la casa era D. Marcelino (padre del cura) y que había salido para la taberna de Ordoñez. El “Artillero” deseoso de buscar a alguien para que se hiciera cargo del dichoso “queso” y a su vez que le pagara el porte, se dirigió con el carrillo para dicha taberna. Al dejar otra vez el carrillo con el queso “abandonado”, surgió gente de la calle Escañuela, como “El migui” Miguel Blancart, “El zarra”, Manuel Torres, “El Triburcio” y su hermano el “Canuto”, que arrancaron el queso que necesitaron. Cuando salió de la taberna el simpático “Artillero”, el queso ya había perdido definitivamente más de un 10% de su peso y volumen. No sé si el “Artillero” cobró el porte, pero por si las moscas, el también se llevó un buen pedazo del dichoso queso para casa.

Rafael Serrano Zurera
(EL ARTILLERO)

Este gran hombre, de pequeña estatura, (1,54), estaba casado con Antonia Antúnez, y tenían cuatro hijos, dos hembras y dos varones. Era un trabajador incansable y mejor persona aún. Hombre de pocas palabras, y con una vestimenta sencilla y un poco raída, que la coronaba con una simple boina. Se recorría media Córdoba transportando “chivos” de la estación del ferrocarril a los fielatos y luego a la Plaza de la Corredera.

Curiosamente, para él esta carne no era santo de su devoción. Él, que era un hombre muy ordenado en todo, tenía su “comida” bien organizada. Por la mañana tomaba un buen trago de aceite de oliva en ayunas, y lo acompañaba de un café de “cebada”, y un trozo de membrillo. Para almorzar, un cuarto de pan “abogado”, con tocino de beta, que cortado a golpe de su navaja le resultaba muy placentero. Eso lo comía al medio día, de lunes a jueves. El viernes y el sábado cambiaba el menú por el “guiso de habichuelas”. Según decía él para que la “tripa” hiciera “algo” de el efecto trompeta durante el fin de semana. Este “movimiento” de la tripa era muy recomendable para la salud.

Para evitar trabajo a su esposa Antonia, todas estas comidas las hacía en la Pensión la Paloma, (en los Portales de la Corredera), en donde le querían como a uno más de la familia. Hasta tal punto llegaba el aprecio, que le permitían que echara una pequeña siesta en la trastienda de la Pensión. El cuando volvía a su casa, (seis de la tarde), ya venía comido y dormido como decía él.

El “Artillero” era un auténtico sabio en muchos órdenes de la vida. Era un gran experto en temas del tiempo. Muchas veces con el cielo “raso” le veían salir con su impermeable de “bombero” y ante la extrañeza de los que observaban su atuendo, él decía: “Esta tarde va a llover”. Y efectivamente llovía. Más de una vez las Hermandades de Semana Santa, por consejo de Pepe Bojollo, sacristán de la Parroquia de San Lorenzo, acudían a su casa para preguntar sobre las posibilidades de lluvia ante el tiempo inclemente. Él, sentado en su habitación y a media luz, leyendo como siempre su novela del Oeste, contestaba a los “nazarenos” su pronóstico del tiempo. Marcaba con exactitud hasta el horario de la posible lluvia. Encima de la “cómoda”, tenía siempre una “lamparilla” ardiendo, cuya luz se reflejaba en su retrato de su boda. Según apreciara la inclinación de la sombra, era básico para su pronóstico.

Este hombre, cuando tenía un pequeño descanso festivo, era cliente habitual de la taberna de Casa Manolo y también solía utilizar la piquera de casa Ordoñez, (entrada por la Calle Escañuela). Allí su “amigo” Paco Medina, le facilitaba sus vasitos de “amontillado”, vino clásico de la casa. Cuando se sentía “a gusto”, salía para su casa que se hallaba ubicada en la callejita sin salida de la Plaza de Ruano Girón. Era vecino de Doña Tránsito, la Matrona, que era la que de noche, desde su balcón y a regañadientes “velaba” por el “carrillo”, de su vecino, que lo dejaba amarrado en la ventana de Isabelita Parejas.

El frío lo combatía con dos pares de calcetines en cada pie, dos camisetas y dos pantalones. Cuando alguna vez le salía un “sabañón” en las orejas, lo combatía siempre con una untura a base de profidén disuelto en vinagre. A los dos días sabañón fuera. Tenía unos dedos tan “porros” que eran auténticas limas. Era curioso verlo trastear los cables eléctricos sin quejarse de que le diera la corriente.

Su sabiduría alcanzaba honores muy altos en el tema de la medicina. Fue un adelantado en las técnicas del Doctor Trueta, sobre todo en el tratamiento de heridas abiertas, pues desde joven las resolvía taponando la herida con una argamasa de yeso y su poquito vendaje correspondiente. En la extracción de las muelas, nunca tuvo problemas de dentista, pues sus extracciones se las realizaba solo con la única ayuda de una cuerda y los barrotes de cualquier ventana. El pegaba un tirón y muela y dolor fuera. Luego se enjuagaba con un poco de vino y sal, quedando el problema resuelto. El decía que controlaba su colesterol, entremezclando el tocino de beta, con un poquito de tocino rancio, mezclado éste con pulpa de membrillo verde, dos veces a la semana.

Una vez jubilado se cambió de casa y, aunque en la misma calle, se fue a vivir a casa de la “Genara”, pasando a ser vecino de Miguel González y el “Jaramago”, personaje muy conocido en San Lorenzo por su simpatía.

Para pasar el tiempo se “colocó” en la zapatería del “Sopo” Casa Curro, en donde todas las tardes daba sesiones de TEATRO LEÍDO. Efectivamente, en la pequeña zapatería y alrededor del maestro zapatero, se sentaba el propio Artillero, “El Guapo” padre, y Anselmo, todos pertenecientes a la tercera edad y además unos enamorados del mundo del Oeste. Allí el amigo “Artillero”, declamaba, a media voz la novela de Marcial Lafuente Estefanía. Enfatizaba y reproducía guturalmente hasta el ruido de las puertas batientes de aquellos salones y tascas en donde se desarrollaban las violentas escenas entre pistoleros buenos y malos. Daba la sensación de que hasta se “masticaba” el olor a pólvora, Más que novelas leídas, eran auténticas sesiones de teatro relatado. Los invitados a la “representación” quedaban callados y con la respiración contenida y los oídos prestos para sentir la inmediata llegada del sheriff. Ellos, eran los encargados de proveerse diariamente de una novela en Casa de “Bizcocho” (en la Calle del Empeño), que era el que las tenía más “ordenadas” para cambiarlas.

Curro, el zapatero, un poco más joven que sus contertulios, se lo pasaba en grande. Un día se presentó uno de ellos con su estrella de sheriff y todo, para conseguir mayor realidad a las escenas de lectura. La zapatería estaba ubicada en un local, que estaba junto a la casa de “Enriquín”, (panadero de la Laboral). En la actualidad allí se encuentra la Casa de Hermandad del Cristo de Animas.

El “Artillero” era un hombre con la fe del carbonero y siempre que pasaba por los Padres de Gracia, se santiguaba de una forma muy personal, pero muy sentida. Un día de 1974 D. Valeriano Orden, el nuevo párroco de San Lorenzo fue a visitar a un vecino suyo (Miguel González), y se quiso interesar por él, que le contestó: “D. Virginiano –confundió el nombre del cura por uno más del Oeste- yo qué pecados voy a tener, si todos los días me levanto a las cuatro y media de la mañana, tengo las manos y el cuello destrozados de llevar mi carrillo durante toda la mañana y parte del día, desde el lunes hasta el sábado. La mayoría de lo que cobro se lo doy a mi mujer y no tengo vicio ninguno nada más que la lectura de una novela todos los días por la tarde. Yo para no molestar a nadie, no pongo ni el despertador. Y para que mi carro no despierte a nadie, me voy a la Plaza de la Corredera por el camino de la “Ronda de la Manca” aprovechando que no hay apenas casas, para no molestar a los vecinos que estén durmiendo.”.

En su carrillo transportó toda la abundante librería de D. Antonio Campos González, (Campitos), desde la Casa Parroquial de San Lorenzo, hasta la creada nueva Parroquia de San Juan de Letrán, de la que lo hicieron el primer cura Ecónomo. Tuvo que dar dos o tres viajes y al final del recorrido, el bueno de “Campitos” que era un poco más alto que él, le regaló una colección de novelas del Oeste, “literatura” que al simpático del “Artillero” le apasionaba.

El “Artillero”, murió de forma sencilla y ejemplar como correspondía a un hombre que quiso pasar desapercibido y casi en cuclillas por esta vida. Esa noche, como solía hacer todos los días, se tomó un vaso de leche que le preparó su hija Antonia que estaba casada con el dueño del Bar San Lorenzo, que era José Bravo (El gorrión),. Se marchó a su casa porque se sentía algo incomodado. Tuvo arrestos suficientes para decirle a su esposa. “Me encuentro bastante mal, otras veces este malestar, el bicarbonato me lo hubiera quitado. Esto no me ha pasado a mi nunca, ahora mismo he perdido el control de mi cuerpo, por lo que espero lo peor”. Sacó de un cajón dos pañuelos muy anudados y le dijo a su mujer: “En el pañuelo de la derecha está el dinero para mi entierro y en el de la izquierda, está el poquito dinero que he podido ahorrar”. La mujer quitó importancia a lo que le decía su marido, pero de madrugada se murió durmiendo plácidamente. Este gran hombre había nacido en el 1900, y murió el 12 de enero de 1977, un día frío y lluvioso.

jueves, 13 de mayo de 2010

Memoria Histórica

"Susurros" de la Memoria Histórica en Fábrica

1962-1979


La primera vez que escuché a D. Ramón Tamames, fue en aquellas elecciones de 1979, y fue durante el cierre de la campaña electoral en el espacio que TVE, concedía a los partidos políticos. El actuó como representante del PCE. Aquel pequeño discurso ante la pequeña cámara, lo presencié en la “Taberna de Casa Ramón”, en la calle del Avellano en el Barrio de Santa Rosa. Allí estábamos un grupo de amigos formado por Pepe Pons, Manolo Zurito, Luís Hernández, Juanillo Ranchal, Jesús Barba, Paco Luque Obispo, Antoñin Trujillo, El Taxista Carrataca, Angel González Tapia, y yo. El exquisito barril de “Marques Panadero” y la amistad, nos atraía a la reunión casi todos los días, la mayoría de ellos pertenecían al “Coto de Pedrajas”, finca que era propiedad del cuñado de los Zuritos.

Ramón Rodríguez, era el dueño de dicha taberna y conocía a medio mundo. No en balde había pasado la mayoría de su vida dedicado al tema de la hostelería, y no porque su hijo fuera el dueño del Caballo Rojo, sino porque había regentado lugares importantes de Córdoba, por los que se habían oído “muchas conversaciones y comentarios”. El, nada más ver la actuación del político dijo: “Lo que son las cosas de la vida, ya, hasta los señoritos pertenecen al partido comunista”.

Hace unos días el citado Economista (Ramón Tamames) en el programa “Ratones Coloraos” de Jesús Quintero, vino a decir:

“A la economía no se le pueden poner puertas como al campo. Las empresas que no son rentables se des-ubican y las que puedan ser rentables se ubican. Actualmente la gran fábrica del mundo es la China, por lo que habría que advertirle a muchos de los 4.600.000 de parados que hay en España, que ya no volverán más a sus puestos de trabajo de origen porque estos desaparecerán. Será misión del Gobierno, crear otra línea de trabajos para poder ocupar a los parados.”

Toda esta teoría expresada por este acreditado economista, la hemos padecido nosotros a lo largo de los años en nuestra querida Cenemesa. Primero fueron máquinas Rotativas (Motores), las que se des-ubicaron saliendo para el país vasco. Luego fue el desmantelamiento total de Aparellaje y Herramental. Finalmente fue la reducción drástica de empleo por las “tareas subcontratadas”, en la propia División de Transformadores, ya que de esta forma desaparecieron las Secciones de Carpintería, Aislantes, Calderería, Soldadura, y parte de Bobinaje.

Todo este proceso de “des-ubicación” fue coincidente en su mayor parte con todo el proceso de “transición política” que se dio en este país, y fueron muchos los compañeros que sufrieron todas aquellas “tensiones” y que desgraciadamente una vez conseguida la aparente “paz”, tuvieron poco tiempo para disfrutarla..

Compañeros para recordar…

En estos “susurros” de la memoria, quiero traer aquí a unos compañeros que por distintas características quiero recordarlos después de su fallecimiento. Desgraciadamente en esta agitada vida que llevamos, parece ser que tienes que morirte para que te recuerden.

Rafael Alejandre Centeno. (+ 22/04/2009)

Se sentía muy orgulloso de ser antiguo alumno Salesiano, en dicho Colegio, coincidió con Francisco Ruiz Lucena, Francisco Carrasco Heredia, José Lujan Pérez, y José Martínez Castro. Era un hombre y compañero entrañable. Desde su puesto de Cajero, ayudó a muchas personas que diariamente acudieron a él en busca siempre de auxilio. El nunca defraudó a nadie y si el no podía directamente resolver el problema, siempre te “orientaba” el camino ideal para obtener lo que necesitabas.

En su puesto de trabajo que aparentemente era cómodo, sufrió lo indecible, sobre todo cuando llegó a la fábrica la época de las “vacas flacas”. A él le tocó tener que soportar los desagradables momentos de las “suspensión de pagos” y la falta de liquidez incluso para pagar, bien los anticipos o los sueldos. Más de una vez, con las maletas del dinero en la mano les fueron retiradas ya en plena calle, por el “ínclito” jefe de crédito del Banco Bilbao. Esta situación le hacía sufrir mucho y le daba mucha pena tener que decirle a la gente “no tengo ni una peseta”.

Entre él y Baltasar Trillo Sánchez, (+ 05 de abril del 2002) ayudaron a muchas personas de fábrica a salir adelante y superar situaciones extremas. Ambos merecen la pena que le recordemos, junto a Bernardo Romero Calzado, (+) que también hizo todo lo que pudo para bien de muchos compañeros.


Rafael Baquero Doctor. (+ 13/12/2009)

Traigo aquí al singular Baquero, por su general aceptación por todo el mundo de fábrica. Todos los compañeros le querían y le apreciaban, ya que a casi todo el mundo le vendió algún que otro libro. El fue en Córdoba uno de los pioneros de aquel “Crédito Internacional del Libro”, que era propiedad de la Editorial Planeta. Posiblemente fue la persona que más ejemplares vendió de “Los Cipreses Creen en Dios”, por lo que le dieron un premio a nivel Nacional. Entrañable, dicharachero y cariñoso con todo el mundo. Gran aficionado al Córdoba Club de Fútbol, así como a su Hermandad de San Lorenzo (El Calvario).

Empezó a trabajar en Almacenes y seguidamente pasó a Procesos de Trafos, con el Ex Arbitro, Eutiquiano Torrico, coincidiendo con el “sabio en astronomía” Manuel Flamil Cañete. Desde allí pasó a Personal en dónde se jubiló en el 1990.

Era un veraneante enamorado de Torre-Nueva (Motril), en donde de un año para otro, tenía a todos los veraneantes de la playa como clientes de sus libros. Su semblante siempre sonriente y bromista debe de ser recordado por lo servicial y buena persona que fue.

Amalia González Cerezo (+ 07/02/2009)

Esta compañera además de mujer de exquisitos modales, fue una excelente profesional. Educada, discreta, esta gran mujer por todos los departamentos que pasó dejó estela de compañerismo y clase humana.

Recién entrado en fábrica (1962), recuerdo aquellas horas de salida sobre todo al mediodía, en que de las oficinas de Aparellaje, iban apareciendo en dirección al autobús, las hermanas de Luís “Cartones”, Isabelita y Mari Carmen Rodríguez Blanco, la hija de Vicente Crespo, Carmen “Miranda”, Esperanza Ponte León, siempre secundada de sus garbosos andares y su planchada falda de “tergal a tablas” y como no, la siempre sonriente Amalia, con su imponente buen tipo y elegante vestir.

Amalia, en Oficor de Transformadores, formó equipo de trabajo con Carlos Hacar y Dionisio Palacios, y este pequeño grupo de profesionales dejó constancia de una eficacia altísima, pues las ofertas y los pedidos llovían como churros. Decía el bromista de Tafur, que trabajaban al son que marcaba con el lápiz el músico Carlos Hacar. Más tarde pasó a Aparellaje, en donde mostró un abanico de cualidades que la avalaban como una gran profesional.

Era gran aficionada al Córdoba Club de Fútbol, acudiendo todos los domingos en compañía de su hermano y cuñada a su localidad abonada de preferencia. Vestía elegante y rivalizaba en tipo con cualquier compañera fuera joven o menos joven. Le gustaba veranear en Torre-Nueva (Motril), y coincidió allí muchas veces con la familia de Rafael Baquero. En sus años de vecindario en el barrio de San Agustín, dejó muy buenos recuerdos entre sus vecinos.

Poco antes de morir y al saber que estaba algo imposibilitada la llamé por teléfono y le dije: “Amalia, como estás y ello me contestó que iba tirando. Entonces yo le quise ser participe de un pequeño secreto que conocía y le dije: ¿Te puedo comentar una cosa con todo el respeto del mundo? Y ella me contestó que si, que si no era nada malo que adelante.

“Le dije: Tu recuerdas la entrega de insignias por los 25 años, que se celebró en la caseta de feria del año 1982, (En la Pérgola de la Flores), pues cuando te iba a entregar tu insignia el Sr. Scorgi, surgió el Jefe de Personal, con un ramos de flores y dijo: A esta mujer que siempre me agradó mucho por sus cualidades, le hago yo la entrega de su trofeo. y de esa forma le doy un abrazo de reconocimiento que siempre desee poder dárselo…Después de oír esto y conociendo de que estaba bastante fastidiada, pude escuchar como me daba las gracias por haberle contado este “pequeño” detalle. Al mes aproximadamente me enteré de su fallecimiento.

Manuel Losada Wic. (+ 01/01/1990)

Al hablar del taller y de los temas de fabricación hay que mencionar con luz propia a Manuel Losada Wic (El Calabazo), hermano del simpático “Madriles”. Era un compañero que vino a Córdoba de su Carlota natal, pero que en el tiempo que estuvo con nosotros dio todo un recital humano de profesionalidad, compañerismo y cordobesismo. Supo ser un hombre de muy solidarias maneras.

En su máquina de punzonar Wideman, demostraba una capacidad prodigiosa para sacarle a esa compleja “Mole” todo el rendimiento del mundo, combinando perfectamente el sentido espacial de las coordenadas con su sentido de la honradez y la entrega profesional, que le salía por todos sus poros. Por cierto que esta máquina cuando las des-ubicaron de fábrica, se la llevaron a Villaharta (Talleres Mecavi).

Era más madridista que el mismo Santiago Bernabeu y disfrutaba enormemente con la trayectoria de su Madrid. En plena edad para disfrutar de la vida y gozar de su querida familia, una terrible enfermedad se lo llevó en menos de un año.

Todavía recuerdo un día en que coincidí con él viendo un partido de fútbol y de forma sorprendente me dijo:

-“Estoy muy contento porque me ha salido el pelo y me encuentro perfectamente, todo se lo debo a mi médica que es una mujer fabulosa. He hablado con mi mujer y mis hijos, y un dinero que tengo ahorrado, se lo voy a regalar en agradecimiento”.

Dos meses después este gran trabajador moría prácticamente sin poder mover los brazos de dolor. Estos brazos que en sus treinta años en fábrica (Aparellaje), había porteado cientos de miles de chapas.

Algunos datos para la curiosidad:

Este compañero durante el tiempo que estuvo en Aparellaje, trabajando en la punzonadora Wideman, pudo haber porteado perfectamente la cantidad de más de 400.000 chapas fundamentalmente de tres milímetros. En su máquina como el le decía pudo haber realizado más de 10 millones de perforados.

Sus chapas “perforadas” están esparcidas por todo el mundo, en forma de cabinas, cuadros y conductos para la mayoría de las centrales eléctricas, e industrias.

Fue un trabajador ejemplar, y su absentismo fue prácticamente nulo. Realizó infinidad de horas extraordinarias, y contribuyó con ello a levantar a este país.

Rafael Ojeda Amaro (+ 05-04-1993)

Hablar de Ojeda, es hablar de una excelente persona que se sintió y comportó siempre como si de un apéndice de la fábrica se tratara. Su trabajo lo realizaba sintiéndose querido y apreciado por todo el mundo. A pesar de su edad, era el eterno niño grande que todo se lo creía. Se llevaba bien con todo el mundo y no entendía nada más que de su trabajo

Era tan entusiasta y confiado en todo, que hasta incluso aceptó vestirse de torero y pasear por el pasillo para que lo vieran unos visitantes americanos. La broma se la gastó José Casado “Pepe El loco”

Una vez lo pasó bastante mal, cuando su amigo Rafael Alejandre Centeno (+), (Cajero), le pidió que le acompañara al Banco Bilbao (esquina Morerías), a recoger el dinero de la nómina. Cuando bajaba los escalones de la oficina con su maleta en la mano, de pronto vio con asombro como dos señores le abordaban y le quitaban la maleta que portaba, el creyó de momento que se trataba de un robo. Pronto su amigo Rafael, aún en el interior del banco, le sonreía y le decía que el “talón” todavía no era conforme, y por eso el Sr. Aganzo, había ordenado que devolvieran el dinero de la nómina que llevaba en la maleta.

Ojeda, como a cualquiera y de vez en cuando le gustaba empinar el codo y eso le perdía, porque era un hombre de poco comer. Pero lo que le hizo más daño es que la fábrica injustamente le incluyera en un expediente de suspensión de seis meses, sin corresponderle por su enorme antigüedad.

La fábrica para él era como su casa y el comentado expediente lo sumió en una depresión encubierta de la que intentaba salir con la copa en la mano. En 1993, tuvo una hemorragia interna que acabó con su vida.

Datos para la curiosidad:

Este hombre en sus más de cuarenta años en fábrica, jamás cambió de puesto de trabajo, y pudo haber franqueado (o sellado), más de un millón y medio de cartas. Igualmente debió abrir más de dos millones de sobres. En Correos lo conocían de padres a hijos.

Vicente Rojo Fragero (+ 01-01-2006)

El decía siempre que había tenido una buena cuna y en parte era verdad, pues su familia pertenecía a una rama de los famosos plateros de Córdoba. Vicente, tuvo una niñez muy consentida y se permitió detalles y juegos que solamente le estaban permitidos a la gente de bien. El patinaba cuando nadie patinaba, el jugaba al billar, cuando nadie jugaba, el usaba “botas katiuscas” cuando nadie tenía ni zapatos, etc..

En fábrica era el clásico “funcionario”, que a las ordenes del bueno de Antonio Fuentes Parras, cumplía a rajatabla sus instrucciones. Era tan fiel a sus jefes, que cuando redactaba una nota, lo hacía copiando de una “plantilla” que se remontaba a los tiempos de un famoso jefe que hubo en los años cuarenta-cincuenta. (Sr. Jaén)

El llevaba un simpático “negociado”, en donde se mezclaban la ropa de trabajo, los uniformes, las botas, las gafas, los cartones del médico, con los anticipos reintegrables.

El fue la primera persona de fábrica que contactó con Industrias Iturri, empresa que suministraba la ropa de trabajo y que con el tiempo se convirtió en el mayor proveedor de la fábrica, sobre todo durante la suspensión de pagos, que casi nadie nos escuchaba.

El tema de los anticipos reintegrables, lo dominaba mejor que nadie, pues siempre estaba él mismo “enganchado” a ellos. Terminaba uno y cogía otro. Era un hombre que le gustaba mantener su “status”. El supo darle “empaque” al saber estar tieso, pues siempre supo guardar su “prurito”. Fue el hombre que más kilómetros de coche hizo con el piloto de la gasolina en la “reserva”.

Bromas a parte, Vicente era una exquisita persona que se sentía querido por todo el mundo, por lo servicial y humano que era. Llevaba siempre su impecable corbata, con un nudo estilo “Wilson”.

Ya no estaba en fábrica cuando nos enteramos por boca de una persona importante de Madrid, que en Casa Central (Madrid), hacían mangas y capirotes con los citados anticipos reintegrables. Se supo que era frecuente que del importe total que anualmente destinaba la sociedad a este capitulo para socorrer necesidades imprevistas de sus trabajadores, había un par de “primeros ejecutivos” que se “quedaban” con más del 60%. Y lo repartían entre unos cuantos.

Manuel Olivares Nieto (+ 08-08-1988)

El Sr. Olivares, fue de aquellos grandes profesionales de oficio que coincidieron en su día en Máquinas Rotativas, el alternó con Evaristo Monserrats, Luís Aguilar “El Piruti” Mauricio Basurte, José Rodríguez “El Cerrajilla”, Suárez “El Sevillano”, José Torralba “El Fini”, Monturque, Vélez Vargas, Jerónimo Tinoco, José Blanco, Antonio Morales, Antonio Muñoz “El Minero” y tantos profesionales que hicieron importante aquella División de Máquinas rotativas. A mediados de los cincuenta se formó la División de Herramental, que con razón fue llamada “La Joya de la Corona”.

Detrás de aquella fachada con jazmines eternos, se alojaban los mejores profesionales de oficio de muchos kilómetros a la redonda. El Sr. Olivares, hombre de confianza de D. Tomás López Mezquita, asumió la jefatura del Taller de esa División y a ciencia cierta que la hizo prosperar. Sus dotes profesionales, capacidad de mando y su seriedad profesional, le asignó el papel de un jefe indiscutible. La división de Herramental, era un punto y a parte en fábrica de Córdoba. En su interior, trabajaban los mejores ajustadores, matriceros, fresadores, torneros, rectificadores, proyectistas de utillaje y profesionales en general. Él, en cierto modo se erigió en portavoz de la calidad que su personal atesoraba, hasta tal punto llegó esto a ser así, que consiguió un trato especial de incentivo para toda la División.

Incluso a principio de los años sesenta, y para un gran grupo de profesionales, consiguió el contrato “Especial 125”, es decir que un grupo importante de profesionales, pasó a cobrar un sueldo diario de 125 pesetas, cuando la media en fábrica era de 60 ú 70 pesetas. Eran tiempos en donde la calidad del trabajo dependía “mitad máquina-mitad hombre”, y no como ahora que la máquina suele aportar el 90%. Con aquella decisión se quiso pagar la calidad que atesoraban aquellos trabajadores.

Con el paso del tiempo este hombre vio como su estrella se fue apagando y al final de su etapa laboral, la dirección de la fábrica más pendiente de los problemas “políticos y sindicales” le prejubiló tratándole de forma injusta según su queja. A principio de los ochenta, la fábrica le propuso la jubilación al tener 62 años y lógicamente se marchó. Su pena y su gran queja, es que la empresa dos meses después de su marcha, empezó a dar indemnizaciones por bajas voluntarias. El vino a fábrica para intentar reclamar y nadie de los que tanto provecho sacaron de él, quiso escucharle.

A esta División de Herramental, como ya hemos dicho, se le llamó siempre la “Joya de la Corona” y con razón, pues tenía los mejores profesionales. Entre sus mejores aprendices de aquellos tiempos, yo destacaría a:

José Roldán Ordóñez. (+) Poseía un talento natural, que le permitió tener unos conocimientos enciclopédicos de Medicina, Ingeniería de materiales, Matemáticas, Dibujo y Tratamientos térmicos, etc. Era como una gran base de datos modernizada. Quizás lo único que le falló en su vida es tener mano izquierda para saber explotar su gran conocimiento. Era además muy obstinado y algo cabezón. Cuando todo el mundo estaba a favor de “El Cordobés”, él era de José . Montilla. Incluso pretendió siempre amores un tanto utópicos. Pero en general era una excelente persona y mejor compañero

Al poco tiempo de prejubilarse en 1993, se apoderó de él una terrible enfermedad, que la intuyó incluso antes que el médico. Luchó lo indecible para recuperarse, pero desgraciadamente murió al poco tiempo de estar prejubilado.