jueves, 31 de enero de 2013

EL PEROL


Cualquier persona que no sea de Córdoba, es posible que no sepa lo que es el Perol, pero lo que si posiblemente sepa es que tres cereales son los que alrededor de ellos se han ido conformando culturas, y además en continentes distintos, y uno de ellos es el arroz. También decían los antiguos que el hombre es lo que come.

Pero el Perol es algo más, es una síntesis cultural, que podríamos situar como símbolo de La Ilustración, pues los tres conceptos: Libertad, Igualdad y Fraternidad se dan cita en El Perol. Libertad porque El Perol se celebra a pleno campo (Por lo menos cuando no tenían puertas los campos), Igualdad porque no se conoce ningún caso en el que un Perol haya sido mejor que otro, y finalmente Fraternidad porque ese es el objetivo que se materializa en El Perol.

Por eso cuando alguien se quiere apropiar indebidamente del Perol, como elemento cultural, para emplearlo en su beneficio con ciertas actuaciones espureas, no podemos permanecer en silencio y por eso compartimos lo que dicen otros.

Con razón dice el periodista Víctor Márquez Reviriego, en (El Día de Córdoba 27/01/2013). “Los periodistas de mi generación somos una  degeneración”.  

El día de mañana, nuestros descendientes, posiblemente quieran saber algo de esa costumbre cordobesa, que consistía en ir un día de campo y  entre amigos y familiares a comerse un perol.  Y de acuerdo con esas informaciones espureas pueden tener una idea equivocada.

En torno al perol se unían familias enteras, amigos y peñístas, que supieron poblar y llenar nuestros singulares parajes de la sierra, con simpatía y solidaridad. Se cantaba, se bailaba incluso,  se hacían escarceos amorosos, todo ello en torno a un perol, apoyado sobre dos piedras o tres, en el que se cocinaba un arroz sabiendo que aquello no era una paella.

Córdoba, ciudad histórica donde las haya, supo sacar provecho de la “TRÍADA” que nada más llegar a España los griegos, nos supieron dejar, esto es: El Pan, el vino y las aceitunas. No sé cual de las tres cosas es más importante, pero las tres eran complementos insustituibles de aquellos peroles, que en los días festivos señalados del año, poblaban nuestra sierra. El pan conocido como telera cordobesa en otras regiones, o tal vez nacionalidades de nuestra España.
 
En Córdoba, había muchos sitios para ir de perol. El Cañito Bazán, Las Cuevas del Guerra, El Jardinito, La Fuente el Majano, La Palomera, La Finca el Patriarca, La Alameda del Tiritar, López García, El Arroyo Guarromán, La Fuente del Rey, El Puente de Hierro, La Alameda del Obispo, Peña Tejada, El Santuario de Linares, La Colina, Santo Domingo, El Molinillo Sansueña, en fin muchos lugares para disfrutar de un día de campo. Casi siempre se iba andando y todo el mundo cargaba con los pertrechos, pero los elementos más importantes del Perol, eran la manta, el arroz,  la carne y la garrafa del vino.

Era un espectáculo digno de ver a la caída de la tarde, como se ponía la carretera de Almadén en su regreso a Córdoba, lleno todo el ancho de la carretera, de gente que venían de cualquier lugar del Arroyo Pedroches. Como hemos dicho, todos andando pero eso no evitaba que de vez en cuando se viera algún pequeño remolque, o viejo cochecillo de niño usado, como afortunado transporte, ante las miradas “envidiosas” de todo el que venía cargado hasta los hombros. Había algunos que este trayecto de vuelta hasta sus casas, lo convertían como una prolongación más de la ceremonia del perol, y seguían bebiendo el vino de la garrafa que aún les quedaba. Otros incluso, se tiznaban la cara para certificar de que había pasado un día a “gusto” y de perol.

Había muchas veces que entre la antigua Fábrica de la Mica (hoy polígono de Pedroches), y la fábrica del Cemento, se formaban auténticos coros, que cantaban como una sola voz y un solo sentimiento. Todas eran coplas populares, pero la más entrañable y la que más recuerdo era aquella que decía: “ASTURIAS PATRIA QUERIDA…” y se ponía mucho énfasis en la estrofa de: “TENGO QUE SUBIR AL ÁRBOL TENGO QUE COGER UNA FLOR…. Todavía podemos recordar a las sencillas gentes del Zumbacón, que asomadas a las puertas de sus humildes casas, nos hacían palmas.  

La historia quiso el que los Reyes Católicos entraran por esta puerta a Córdoba, que se llamaba en Plata "EL JARDíN DEL ALPARGATE,· Desde la Puerta de Plasencia,  iría Calle María Auxiliadora arriba, dejando a un lado el solar de la Casa Colorada. 

MAS CHORIZO QUE ARROZ

En el Colegio Salesiano, fue en la época en que llegó D. Jesús Amable Vicente, (1952), y se quiso premiar a los alumnos del Colegio, que salían en el Cuadro de Honor y para ello les dieron UN PEROL, de esta forma atendían  a la  invitación de la familia de los Jiménez Ortiz, (cooperadores salesianos), dueños de la finca la Gorgoja de Villarrubia (Córdoba). Aunque en un principio estaban invitados los alumnos de todas las clases, a última hora y por meter a algunos “invitados especiales”, nos dejaron atrás a varios de la clase primera. En aquel perol yo había puesto mucha ilusión pues nos brindaba una oportunidad de oro, para además de ir al campo, poder hartarnos de comer. De aquel perol disfrutaron,  Joaquín Pérez Cívico, Urbano Milla “El Cheles”, Antonio Benítez, José Estévez, Antonio Amaro, José Arjona, José Sánchez y Bernardo Palacios.* En representación de los mayores. El autocar se completó con el resto de alumnos de las clases inferiores.

Yo desde mi casa, no hacía nada más que lamentarme ante mi madre, de la oportunidad, que sin saber por qué, había perdido. Así que estuve todo el día pendiente de la vuelta del pequeño autocar que los había llevado hasta la citada finca. Sobre las seis de la tarde y ya de vuelta, paró el autocar cerca del Colegio, (Junto a la Casa del taxista Rafalito “El Largo”), y empezaron a bajar los perolistas sonrientes y satisfechos de haberse hartado de comer. Nada más ver a mi hermano Pepe, mayor que yo, le pregunté: ¿Qué Pepe, como ha estado el perol? Y él, por toda contestación me dijo: “Manolo, MAS CHORIZO QUE ARROZ”,  aquella contestación fue el resumen perfecto a lo que yo ansiaba conocer.  En aquellos tiempos, el comer más chorizo que arroz era todo un lujo.

(*)  
(Por cierto que éste último compañero Bernardo Palacios Osuna, de Puerta Nueva (Barrionuevo).  Aunque empezó a destacar en el patio de los Eucaliptos  como portero, por su habilidad y eficacia debajo de los palos, le pusieron el apodo cariñoso de “El mono”. Luego, sorprendentemente y en su vida real jugó de extremo derecho en el Córdoba CF, equipo que protagonizó el histórico ascenso a primera división en Abril de 1962.

Su boda con la señorita María del Pilar Bejarano García, en la Iglesia de la Trinidad, constituyó un importante hecho social en nuestra ciudad. Entre los testigos figuraron D. Antonio Guzmán Reina, D. Rafael Campanero Guzmán, D. Rafael Campanero Torres, D. Manuel Alcántara Eslava, D. Rafael Bejarano Nieto, el claretiano D. Fernando Domínguez Matilla, D. Peter  Luck  y D. Francisco Palacios Osuna.)

Bernardo Palacios Osuna, falleció en el 2008.  


EL PEROL DEL MELGAREJO

Carlos Ruiz Velasco, era un hombre que además de ser pionero en Córdoba, en el tema de las máquinas de escribir, calculadoras y máquinas de oficinas en general,  era un enamorado de la naturaleza. Él, a sus vecinos y parientes, nos llevaba todos los domingos al Molino de Martos, para que aprendiéramos a nadar. Pero un día nos llevó de excursión a la finca el Melgarejo, en donde estaba su vecina Soledad Páez, como casera y su marido Rafael “El Cojo”, que era el pastor de las ovejas. Allí, después de subir por la cuesta del Reventón, llegamos a las Ermitas, y después por varias veredas nos dirigimos al Melgarejo. Antes, tuvimos que eludir a un enorme perro que nos salió al paso, precisamente en una parte del camino bastante estrecha. No nos dejaba andar ni para adelante ni para atrás, y daba la impresión de que hasta los mismos gorriones que nos revoloteaban, se reían de nosotros. Afortunadamente, pasó por allí un arriero, que ahuyentó al dichoso perro, con una simple piedra que le lanzó.

Antes de entrar a la finca del Melgarejo, vimos por primera vez, en la puerta, unas veinte colmenas de abejas y una buena plantación de “paludú de palo”, algo que conocíamos de nuestra juventud. Aquello, ya nos sorprendió gratamente a todos los que íbamos: José Montero, Inocencio Montes, Rafael Morales, Manuel Afán, Antonio López, José Estévez, y el que esto os cuenta. Entramos en el “salón” de la finca, una enorme cocina campera, con dos poyos corridos, uno a cada lado,  y disfrutamos del café de cebada que nos preparó “la Sole”. Luego su marido que nos estaba esperando asó “tocino de veta”, con un toque especial, por lo que el desayuno nos resultó casi de película.

Para hacer hora y disfrutar del campo, nos dirigimos por un estrecho camino hasta la cercana finca “el Soldado”, no sin antes tropezarnos con innumerables “lagartos” y animales que se movían al borde de la carretera. Al llegar a la finca “el Soldado”, nos sorprendieron gratamente, unos laureles de ramas esplendorosas, luego nos quedamos maravillados al presenciar unas frondosas higueras cargadas de higos, cuyo diámetro podía estar muy cerca de los 8 metros. Aquello era disfrutar, de comer higos, del campo y de la naturaleza.

Las ramas de laurel nos hicieron recordar a aquellos guisos de patatas, que muchas veces se comían en las casas y que lo único sólido que tenían era una cola de bacalao requemada y una hoja de laurel. En cuanto a las colmenas, nos trajo a la memoria a aquel hombretón de Benamejí que se llamaba Obdulio, y que con su garrafa llena de miel iba por los barrios populares y al toque de una campanilla, ofrecía UNA GOTA DE MIEL por diez céntimos de peseta. (1952) 

Volvimos con hora de empezar el guiso de arroz y ya nos estaba esperando Rafael “El Cojo” con sus dos hermanos, que eran como unos animales “enjaulados” en el campo. Así cuando probaron el vino que llevábamos en la garrafa, se volvieron locos de alegría. Los tres hermanos, se fueron rápidamente a buscar la carne para el arroz, y le dieron una vuelta a los lazos que habitualmente tenían colocados por los alrededores. Trajeron una media docena de conejos, y destinaron dos para el arroz y dos para freírlos a trozos. Fue todo un espectáculo, el contemplar como el “Cojo” desollaba los conejos sobre su pata de palo. Aquello se nos antojaba  que iba a ser una comida de ensueño. El arroz se guisó en una sartén grande de campo, y como era verano (Julio de 1955), lo sacaron fuera para reposarlo debajo de la parra, que a modo de pórtico cubría la puerta.

Entre vasos de vino de aquí para allá, nos comimos el arroz que estaba exquisito, pero pronto vimos que el “Cojo” y sus hermanos, se reían de una forma “socarrona”. Quizás les llamaba la atención el ansia con el que comíamos, o  cualquier otra cosa. 

Al final fue la buena de la esposa (“La Sole”), la que nos diría que en medio de todo el hervor del arroz, se cayó del techo de la cocina (del cañizo), un simple ratoncillo, que cabeza abajo, quedó enterrado en el arroz y solamente se le veía la colilla, moviéndola cuando se estaba “guisando”, y el “Cojo” ni corto ni perezoso, esperó a que el ratón estuviera guisado, para quitarlo y taponar el hueco con arroz. Así que comimos arroz con conejo y sabor a ratón. La verdad es que no estuvo malo.


EL PEROL Y LA GUERRA

La taberna CASA MARIN, estaba situada en la Calle Moriscos, por debajo de la fábrica de PAN DE HIGO de Rosendo. Este Bar, o Taberna, como hemos dicho, era propiedad de Mariano Marín, hermano de la madre de José García Marin, dueño del Restaurante el Caballo Rojo. Este tabernero era persona muy seria y correcta y todo lo que hacía le gustaba  que fuese acompañado con mucha formalidad. Entre los clientes habituales de su taberna, entraban entre otros, los hermanos Félix y Paco Martínez, los hermanos Velasco, Rafael Blancart, Rafael Galvín, Ricardo González, Pedro Encinas, Manuel Diéguez, Mauricio Peña, León Priego, etc. etc. Por cierto, éste  León Priego, formó parte del primer contingente de alumnos del Colegio Salesianos, que se inauguró en San Lorenzo, en 1901, gracias al esfuerzo entre otros de D. Mariano Amaya, párroco de San Lorenzo.

También era cliente asiduo de esta taberna un tal Ventosa, que tenía enfrente un almacén de comestibles, que entre sus amplias ofertas, tenía un escaparate, lleno de pequeños pollitos de color amarillo, que los vendían a 0.50 pesetas la unidad. (1953).

Todas estas personas que frecuentaban esta taberna, se juntaban muchas veces a “modo de peña”, para disfrutar de unos peroles de fin de semana. Ellos salieron el sábado (18 de julio) a primera hora, para disfrutar todo el fin de semana en el  campo. Y su lugar habitual para ir de perol, era en la Fuente del Elefante, (finca situada a la entrada de  Trassierra). Allí, al parecer tenían buena relación con los caseros.

Como hemos dicho eran gente muy organizada, y para sus peroles, solían desplazarse en una camioneta que les proporcionaban los dueños de la Fundición Félix Martínez. Al igual que ocurría en Semana Santa, todos los peroles, tenían unas reglas a cumplir por todos. Y entre otras cosas, tenían establecido que en una encina junto a la puerta de la casa, colgaban perfectamente y a modo de “sube y baja” una espuerta, (de aquellas del carbón), para que el que se pasara en “algo”, lo metían en la espuerta, y a media altura lo dejaban hasta que se le pasaban los efluvios del vino. Eran las reglas y todos las aceptaban. En esta ocasión fue el tal Ruiz Encinas, el que bebió más de la cuenta y empezó a meter algo la pata, y ni corto ni perezoso, fue a parar al esportón, en donde a media altura estuvo sin comer hasta que durmió la “mona”.

Al final cuando lo despertaron y lo bajaron, le ofrecieron de todo lo que quisiera, pero las normas eran las normas.

De regreso a Córdoba, aún estaban hablando del tema del esportón, cuando llegando a la altura de la Porcelana, (situada cerca del  Paso a Nivel de las Margaritas), les salió a su encuentro una pareja de guardias de asalto, que echándole el alto, les preguntó: ¿A dónde van ustedes, no saben que ha estallado la guerra?. Mariano Marin, que ejercía como jefe del grupo, dijo ignorar tal cosa y se identificó como tabernero de la calle los Moriscos, explicando de donde venían y adonde iban. Suerte que uno de los guardias de la pareja lo conocía y sabía que decía la verdad.

Eran tiempos en los que en la Piedra Escrita, aparecía un tal Pepe Moya, que por su cabeza, se calculaban todas las operaciones y cuentas de la tienda de Calzados el Gordo Más.  (1955)

Por cierto que al margen de la guerra, el elefante de piedra que había en dicha finca, se encuentra actualmente en el palacio del Obispado, en mitad del patio y puede verse desde la calle. (2012).


“EL 7 QUITA LA MUESTRA

Enrique Hinojosa, era un personaje querido de nuestra Córdoba. Singular en Santiago, donde la “Calle El Viento” era como su tierra chica, adonde le llamaban de forma cariñosa “El fuma”. Por su casamiento con la Reme, se mudó a San Agustín, y allí su amigos le llamaban de forma simpática, "Cara flecha". Por encima de esos simpáticos apodos, él era un personaje lleno de humanidad y que irradiaba solidaridad y cariño para todos. Su exequias en Jesús Nazareno, fueron una auténtica manifestación de duelo de todo el barrio. En una ocasión y por motivos de su casamiento y mudanza al barrio, le pregunté: “Como te ha ido tu cambio de domicilio de Santiago a San Agustín, y llanamente me contestó; “El Siete quita la muestra”. El estaba encantado con su llegada a San Agustín y lo disfrutaba participando de todo lo que había vivo en el barrio. La Cruz de Mayo del Pozanco, La Hermandad de la Nazarena, la Peña de los Ocho amigos, los Carnavales y todo lo que se movía con olor a Córdoba, a la que amaba profundamente.

La primera vez que le vi, fue jugando al fútbol  de portero en el Amparo, en un enfrentamiento con el equipo de la Universidad Laboral. A  pesar de que  los laborales, le habían metido tres goles (Viana, De la Haba y Carreño), él fue la figura destacada. Se puede decir que gracias a él, las cosas para el equipo de los hermanos Hernández Mata, de la Fuensantilla, no fue a peor. 

El partido se jugó en aquel campo de la Universidad Laboral, situado muy cerca de los Talleres generales de Soldadura y Forja, (en donde años después se celebrarían varias veces los peroles anuales de las peñas).  En aquellos talleres por los años 1957-1962, pasaron unos grandes profesores como Miguel Del Toro, Ramírez “El verruga” y Antonio Pérez, “El herrero”. También es justo destacar aquí a aquellos alumnos que brillaron con luz propia, como fueron: Garrido Córdoba, Vozmediano Valderas y Sordo Noriega, entre otros y que supieron dejar muy alto el pabellón del alumnado.

En 1968, al amigo Enrique Hinojosa, lo vi en Santiago, en la taberna de Morales “Barinaga”, su intimo amigo, que nos atendió en su taberna, con unos platos “de menudillo de pollo” que había preparado de forma exquisita su hermana. Íbamos en aquella ocasión, Juan Romero, José Luis, “El del banco de Bilbao” Ángel Chacón, el Hijo del “Lechuzo”, Los hermanos Zambrano, Paco “El barbero”, José Ríos “El Olivella” novio de la hija de Carmona, y yo.  

Charlando en confianza con Enrique, “el fuma”, vimos la posibilidad de celebrar un  perol en el  Estadio del Arcángel. Y a la semana siguiente, el habló con Miguel, el encargado del campo,  y lo arregló todo. 

El perol fue nocturno, sería a base de arroz con pollo y unas salchichas para picar. Además, del vino y las aceitunas necesarias. El vino fue de "Fino Príncipe" que por aquellos tiempos caía muy bien. Los arreos y cachibaches, nos lo prestó el amigo “Barinaga”. Se guisó en el interior de los vestuarios. Todo resultó totalmente excelente y maravilloso, pues no faltó de nada. Pero lo que más ilusión nos hizo a todos, fue el rato que pudimos estar peloteando en el césped del Estadio del Arcángel, coincidiendo con el amanecer.

  
SEMANA SANTA EN PEDRAJAS

Los amigos de Pedrajas, tenían su lugar de reunión diaria en Casa Ramón, ubicada en la Calle del Avellano. En esta taberna se disfrutó de la vejez madura de Ramón García, un hombre que había recorrido toda Córdoba en las Hostelería. Allí, cuando ya empezó a ponerse gorra  y a destilar sabiduría, abrió una pequeña taberna, en la que el barril de vino ocupaba prácticamente la mitad del local. Su conocimiento de Córdoba, su sabiduría por viejo, hizo que en torno a él se formara una exquisita clientela, que amaba el campo, la escopeta, los espárragos, las aceitunas, los caracoles gordos y todo lo que oliera a romero. Como buen profesional, cuidaba con esmero un barril que tenía de Marquez Panadero, que hubo veces que tuvo más demanda que oferta.

Los fines de semana, estos amigos optaban por marcharse al campo, a disfrutar de la sierra en todo su esplendor. Así surgió la tertulia amigos de Pedrajas.

La finca Pedrajas, era propiedad de un cuñado de los Zuritos, que por conocimiento de Manolín Zurito, les dejó la casa de la Finca, para que pudieran ir de perol y al campo cada vez que quisieran, e incluso formaron su propio coto.

Era una Semana Santa de mediados de los años setenta. Ya estaba Rafael Muñoz Bello, “El Corchao”, después de muchos años de laboriosidad, profesionalidad y entrega, en su trabajo, a punto de jubilarse. Él, también había ido al perol, y estaba como siempre pronto y dicharachero. En aquel perol habían ido llegando coches en los que iban, Manolo Zurito, Pepe Pons, Luis Hernández, Rafael Gómez, Ángel González, Jesús Barba, Juan Cebrían, Antonio Pérez, Francisco Luque, y algunos más que iban y venían. Al final también llegó el taxista “Carrataca”.

Al llegar al campo, se repartieron las faenas como se hacía en todos los peroles. La cocina estaría a cargo de Rafael Gómez Cardallo, con el “Corchao” y Francisco Luque “El Pela” como ayudantes. 

Los demás a beber vino, jugar a las cartas, o dedicarse a coger espárragos, y cazar pajaritos.

A media mañana, y alrededor de la candela, se formó una tertulia, que pudiéramos decir “Tertulia de Jueves Santo”, pues los seis o siete que se quedaron en la casa, empezaron a hablar de la Semana Santa de Córdoba.

Paco Luque “El Pela”, relató que en Calle Cidros, vivían la familia de los Martínez y que su padre fue Hermano Mayor del Calvario, y por ello, él pudo lucir una “capa prestada” de esta Hermandad, y vacilar delante de la casa de su novia en la Calle María Auxiliadora. Por supuesto que se echó una foto para el recuerdo en el “Fotógrafo del minuto”, que había junto al monumento a Julio Romero de Torres.

Más adelante el cuñado de Luis Hernández, Rafael Gómez, comentó que él llegó a salir de costalero en los primeros tiempos de la Hermandad del Remedio de Ánimas, con el policía Gálvez como capataz. Al final quien les pagó el trabajo de costalero, fue un joven Gálvez, que había recibido a su vez el dinero de Pablo García Baena, que en aquellos tiempos era de la directiva de la Hermandad.

También Luis Hernández comentó que él había visto como en 1940, portaban a la Virgen de la Paz y Esperanza, en unas parihuelas, desde la Plaza de Capuchinos, hasta  el antiguo edificio del Colegio de la Merced, (Hospicio). En donde introducían a la Virgen por la llamada “Puerta de las Monjas” (actual puerta de C/ Reyes Católicos) y allí la colocaban en su paso, y la adornaban para el desfile procesional.

Rafael Muñoz Bello, “El Corchao”, tenía su historia de la Semana Santa. Él, recordaba, como no, los tiempos de su juventud, cuando se encontró en el Bar Casa Fermín, (Piedra Escrita), con Rafael Escudero, mayor que él, que era el capataz de paso del Cristo de Jesús Caído de San Cayetano, el recordaba que quiso ser costalero voluntario, pero Rafael Escudero,  le advirtió de lo duro que era aquel trabajo, por el que solamente recibían los faeneros 10 pesetas. Fue precisamente su amigo el capataz, el que le contó muchas cosas,  por ejemplo: “Que los cuatro faroles que saca el Cristo del Jesús Caido, en su paso de Semana Santa, fueron costeados (dos cada uno), por Manolete y Bernardo Alba Pulido”.

También nos relató que su amigo Rafael, además de buen capataz, era un consumado domador de caballos, y contó como una vez su amigo, el Brigada Ruano, (guarnicionero), que coincidía algunas veces con él en el Bar de la Paloma, le habló de un caballo “revoltoso” que había en el Cuartel de Caballería (Luego Lepanto). Él, ante la petición de su amigo El Brigada, pidió que le dejaran ver dicho caballo, y nada más verlo le dijo al que lo estaba domando. “Coge un pedazo de pan duro, lo mojas en agua y lo emborrizas en azúcar, y disimulado con un papel de estraza se lo ofreces al animal y verás que bien te va”. Efectivamente, así lo hizo el militar y a los pocos días, ya tenía al caballo como un fiel animal de compañía.

A la gente de Pedrajas, le gustaba “guardar la vigilia del Viernes Santo”, y también quisieron aprovechar la solemnidad de ese día para darle un homenaje al bueno de Rafael Muñoz “El Corchao”, por su próxima jubilación.  Le prepararon unas “parihuelas” y lo montaron entre cuatro y fue paseado a hombros, por los alrededores de la casa. Al bajarse de aquel “trono peana”, dio las gracias a todos sus amigos y le faltó poco para dar una especie de bendición.

Eran los tiempos en que se daba el contraste de que en la Mezquita-Catedral, lo mismo había un guía que era militante del partido comunista, mientras a otro se le echaba una bronca por llevar en su grupo de visitantes a una turista  francesa con pantalones.


EL PEROL DEL CARBURO

Hace años se puso de moda ir de perol al “arroyo de los locos” como se le llamaba al arroyo Guadalbarbo a su paso por Alcolea, allí fuimos un grupo de amigos, pues dicho  arroyo, tenía fama por sus abundantes bogas. En este perol el menú previsto dependía “de lo que se pescara”. El encargado de preparar el menú, era Carmona “El Cebollita”, que arreglaba las bogas fritas a trocitos, (como coscurrones), haciéndole UN METE Y SACA, en una fuente de adobo que preparaba de forma maravillosa con su abundante orégano. Era un plato exquisito.

Nada más llegar, Luis García, echó la caña y enseguida picó una boga. Este detalle hizo que todos los pescadores, que eran tres o cuatro, animados, se esparcieran rápidos por toda la orilla del arroyo. Pero la realidad es que todas las expectativas se vinieron abajo. Ni Luis García, ni Ángel González, ni el hijo de Carriles. Nadie, pescó nada, Rafael Vázquez, Rafael Nieto, Paco Luque y el mismo Carmona “El Bebollita”, estábamos solamente a pan, vino y  aceitunas.

Estando lamentándonos del problema de que no picaban los peces, pasó un señor, con chaqueta, corbata, y una enorme insignia del Atco. Bilbao en su solapa. Preguntó y se enteró de lo que nos pasaba y se marchó arroyo arriba. Al poco rato este mismo señor, cambiado un poco de vestimenta,  venía con un enorme carburo en las manos y nos dijo: “Esto de que  no quieren picar los peces, se arregla de momento ECHANDO ESTE CARBURO AL ARROYO,  y  ya veréis como al “reventón del carburo”, que cantidad de peces suben solitos a flote. Al oír aquello, todos nos asustamos e incluso se nos quitó el hambre. Luego resultó que aquel hombre era un interno del cercano manicomio, que estaba ubicado arroyo arriba. Ante aquella loca bestialidad, nos opusimos claramente y se nos quitaron hasta las ganas de pescar, de comer e incluso de estar más tiempo allí. Salimos como quien dice pitando para Córdoba.

En nuestra precipitada vuelta a Córdoba, Rafael Vázquez, Paco Luque, Rafael Nieto y yo, nos paramos en la Venta de Rabanales, que con vino que traíamos de vuelta, nos comimos un potaje que nos preparó el  hermano de Rafael “El Pringues”. Al salir de la Venta y junto a la Cerca de Lagartijo, pudimos apreciar las aguas claras del arroyo Rabanales y vimos algunas bogas pasar en paz. De buena locura se habían librado.

El Perol en definitiva nos ha llevado a recordar tiempos antiguos.

Y nos podríamos hacer la siguiente pregunta: ¿Existe algún cordobés que nunca haya ido de perol?

Y si existe se le podría decir: “Pide perdón por tu pecado, y que no se hable más de ello”.


domingo, 20 de enero de 2013

LOS PÁJAROS


Los pájaros fue una película estaunidense de 1963, dirigida por Alfred Hitcchock y protagonizada por Tippi Hedren y Rod Taylor. Sin ser la mejor película del director inglés, tiene su gran suspense, dándole un protagonismo de maldad a la pacifica gaviota, y otro de observador malvado, al oscuro cuervo. Ambos pájaros desencadenaron unas situaciones que les hizo vivir a los espectadores, momentos de escalofríos sentados en sus butacas.

Pero en la vida real cuando a alguien se le quiere decir “vivo” por aprovecharse de cualquier “ventaja”, se le dice que es un “pájarillo. Igualmente se le dice “pájaro”, a aquel que aguanta estoicamente todo lo que le echen, y observa y mira “sabiéndolo todo”, pero guardando un silencio cómplice con todo el mundo.

Ya el nivel de “pajarraco” se le da a aquel que sobrepasa todos los límites. En la película los belicosos y agresivos son dos tipos de pájaros, pero en nuestra vida real, hay a muchas personas que le pusieron el apodo de pájaro, para reconocer en él, una persona “abúlica o déspitada”.

En Córdoba, se han oído los apodos, como el de Rafael López “El Grajo”, gran aficionado al cante grande e hijo de una singular malagueña que cantaba de maravilla las malagueñas. El de Luis Bárcenas “El Buho”, que huía de toda tertulia o reunión y que se acorazaba en su “yo”. El de Pepe Bravo “El Gorrión”, excelente empresario de la hostelería, que fue de las primeras personas que en Córdoba, condujo un coche inglés con su volante a la derecha. El de Antonio “El Canario”, el rey sin corona de los nenes de la Calle Abejar, por sus exhibiciones en el Molino Martos. El de Enrique Bustos “El Murciélago”, que acompañaba a José Fragero en la noche cordobesa. El de Antonio López “El Cojo Tórtola”, zapatero de la plaza de San Rafael,  vecino de la “Repulla”, que quería saber  tanto de amores como de pajaritos con las redes. El de José Vázquez, “El Aguililla”, de la Calle Alfonso XII, que era el que más sabía de muertos y de copas de vino en casa “Chicuelas”. El de  Lorenzo Ruiz “El Perdigón”, que vivía cerca de la piconería del Genaro, y que se pasó media vida “echando las cartas”. El de Pepín “El Mochuelo”, éste último se correspondía con un agradable tabernero, que regentaba el bar “Los Mochuelos”, en donde allá por los años 1950, hubo colgado un ejemplar de este animal en el patio, muy cerca de donde pone el cartel “DE AQUÍ A LA CALLE RAVE”.

Y siguiendo por el mismo barrio, tenemos a Rafael Luque, sacristán de la parroquia de Santiago, que le apodaban “El Loro”, entre otras cosas porque tenían una nariz muy parecida al pájaro hablador. Al realizar sus cantos de iglesia, su nariz, daba un timbre especial a su voz. Este hombre vivía muy cerca de la propia parroquia, junto al pequeño Hogar parroquial que hubo antaño y que curiosamente fue donde un grupo de jóvenes de la JOC, fundaron en Córdoba, la primera célula del sindicato Comisiones Obreras. Al frente de aquel grupo estaba José Balmón Castell, que fue aprendiz en la Electro Mecánicas. Con el paso del tiempo, ha habido algunos “pájaros politicos”, que se arrogaron para si toda la autoría de este hecho.

Pero vamos a desglosar algunos casos tipicos e inofensivos de “pájaros”.


“El Pájaro”

Era el simpático apodo por el que se conocía a Rafael Rodriguez Caballero, maestro de Aparellaje.

Desde su entarimada mesa y siempre acompañado por el “chato Duarte” su lanzador, aquella mesa era el lugar a donde además de pedir trabajo (faena), llegaba todo el mundo para recabar información, o solicitar la presencia de Alfonso Muñoz, Manuel Cuevas, o Antonio Álamo, que eran los jefes de equipo, para solucionar cualquier problema de interpretación de planos, o algún problema relacionado con la fabricación.

A pesar de que le decían “el Pájaro”, jamás se portó como tal, pues nunca se espantó ante los millones y millones de perforados que durante su periplo laboral, tuvo que escuchar de la mayor máquina de la sección: LA WIEDEMANN, una punzonadora alemana, que tenía prácticamente detrás de la oreja. Esa máquina de plato rotatorio, era hábilmente manejaba por Manolo Losada “El calabazo” y su amigo Manuel Dominguez el “Chester”. Erán tan hábiles en el manejo de la misma, que muchas veces incluso les sobraban  las “coordenadas” que elaboraba como nadie Abilio Antolín. Las más ruidosas de estas perforaciones, eran las que se hacían en aquellas gruesas tapas de transformadores, que encargaba el incansable Pedro Reina Ramírez.

Algunas veces la silla del “chato Duarte” lo ocupaba el buenazo de Manolo Herrera Aranda, que iba a diario a contabilizar la mano de obra de la sección. Allí se sentía como si estuviera en su casa, pues de una vez y otra conocía a casi todos los operarios, y estos le apreciaban. Hablaba de todo, incluido el dominó que era su debilidad y que él jugaba como un maestro en su Peña la Galga del Barrio de Cañero. Hasta lo enganchó Luis Fernández “El tarta”, para que hiciera los Cursillos de cristiandad.

En importancia, después de la Wiedemann, estaba la Plegadora, que era una máquina que tampoco paraba, y en ella estaba el compadre de Rafael Rodriguez,  que se llamaba Manolo Carreras, pero al que apodaban “La Cula”, quizás por la postura que adoptaba cuando le tocaba enderezar o conformar chapas. Manolo Carreras,  además de gran profesional era una figura en el arte de guisar, sobre todo en el tema del arroz. El se jactaba de que lo “mareaba en seco” como lo hacía Pedro Moreno, de la Peña Puerta Nueva.

Enfrente de la mesa estaba Rafael Becilla, el hombre que en su máquina de soldadura por inducción, posiblemente gastaba más plata, que todos los plateros de Córdoba juntos. Becilla, era forofo del Real Madrid y en su taquilla enseñoreaba de forma destacada, la foto del aquel Real Madrid que le ganó al Córdoba un partido por el tanteo de 6 a 12. Fue el día 28 de agosto de 1955. En ese partido Di Stéfano, marcó un gol dejándose caer simulando el muerto.

Detrás de esta máquina, estaban las famosas cortinas que delimitaban la sección de soldadura. En aquella sección los lideres, sin lugar a dudas, eran Blas Pérez Poyato y Rafael Conejo Córdoba, que tenían como ayudantes al simpático Antonio Maldonado “El mangui” y a José Padillo Cantos, estos dos estaban siempre liados en su trifulca particular de demostrar que uno soldaba mejor que el otro.  También andaba por allí José León Cosal, “El Pimpe” del Campo de la Merced, que además de soldar como los ángeles, alardeaba de que era de los pocos que había conseguido un titulo homologado de “macho ibérico”. Como protestones o queriendo sacar la cabeza por algún lado estaban, El “Picota” José Morales, y Antonio Morales Lara “El pegolillas”, apodo que se lo puso Pablo Tena, su jefe de equipo, porque siempre tenía la cabeza llena de  pegoletes.   

No podemos dejar atrás en la sección del “Pájaro” a Manolo García, “El Pololo” personaje irrepetible de aquellos tiempos, y que siempre andaba a la gresca, de forma simpática y casi familiar con el singular Antonio Mohedano Becerra, “El Panchito”, personaje que hacía del corte con soplete, poco menos que un arte, o un juego distraído y ameno. El “Panchito” era prudente y socarrón y por su carácter aguantó una y mil fechorías, que le hizo el tal “Pololo”. Su puesto de trabajo, estaba detrás de aquella enorme prensa Blanch, máquina, que manejaba como nadie el  amigo Francisco Córdoba, “El Toroja”. En aquella prensa Blanch,  se embutían las famosas “Virolas” que coronaban la caja superior de los interruptores MFA-150, que era el producto estrella de aquella división. De dicho producto (interruptores Magrini), eran grandes expertos Bartolomé Díaz Caparros, Francisco Millán y Cristóbal Duarte “El pujao”.

Por aquellos años, andaban por allí unos aprendices, encabezados, por Rafael Plata, José Cruz “El Richard”, Francisco Moyano “El poya”, Medina, (el sobrino del “Meino”, aquél que en un accidente, se cortó un dedo en la tijera, mientras escuchaba por radio, el combate de boxeo entre Casius Clay y Sony Listón),  y como no, Nuñez Magaña, el aprendiz, quizás el más bajito en estatura, pero al que todos querían como si se tratara de un gran hijo o hermano. Le llamaban de forma cariñosa “El Muiño” y la sección entera lo elevó por unanimidad a presidente del Comité de Empresa, y nunca les defraudó.

Era el año 1963, y a media mañana, se cunde como un reguero por la mesa del “Pájaro” que en el Colegio de la Divina Pastora de Córdoba, había tocado el número 19936, que se correspondía con el gordo de navidad. Aquello fue el escándalo para aquellos que dentro de la sección llevaban algunas  papelíllas de 15 pesetas la participación. El poder y la autoridad del “Pájaro” pocas veces cuestionada, fue sustituida por todo el mundo que abandonando por momentos sus tareas, se acercaban a la radio que tenía el “chato Duarte” para confirmar aquella verdad. Hasta el Jefe de taller Sr. Moreno, al que apodaban “La Lola”, (por el tic nervioso de tocar los palillos), se acercó a interesarse por la lotería.

El “Pájaro” era el maestro más antiguo de la Div. Aparellaje, el venía de fabrica de motores y cuando abrieron esta fábrica en 1959, (el mismo año que ganó el Tour de Francia, Federico Martín Bahamontes.) se incorporó  a la sección de Chapistería.

También tenemos que reseñar que en ese mismo año 1959, fue visitada la fábrica por alumnos de la Universidad Laboral, (Colegio Gran Capitán), que al cargo de un profesor de Tecnología, (de Linares-Jaén), llamado Sr. Berrocal, nos presentamos allí siendo perfectamente atendidos por un señor llamado Tafur Jorge, perito industrial y hombre que debió ser importante en las relaciones públicas de Cenemesa.

EL “Lechuzo”

En la Calle de la Banda (hoy Jesús del Calvario), y enfrente del cine Astoria, vivía Ángel Chacón, que era un hombre pacifico y muy buena persona. No podía negar que le gustaba mucho el sabor del vino, pero no obstante reconocía, que eso no podía ser labor de todos los días. Por ello alternaba una de cal y otra de arena, y cuando le tocaba quedarse en su casa, solía permanecer mucho tiempo asomado a su ventana, de forma estática y mirando todo lo que pasaba, con un lento movimiento de cabeza. Por dicha forma de girar la cabeza, su amigo Miguel Serrano “El Artillero”, le dijo que se parecía mucho a una lechuza, por lo que el mismo le puso “El lechuzo”.

Ángel Chacón,  era cliente fijo en la tabernilla de la esquina Calle el Trueque, propiedad de Antonio Bejarano, el hijo de “Pepe la Fila“. Allí entraban los hermanos Afán, entraba Juan de Dios, el “pescaero”, entraba, D. Ángel el polícia, entraba el “Cañoneras”, entraba Rafael del Rosal, alguno de los Almogueras, el hijo de la “Sarapia”, Manolo Pérez, “El Capuchinos”, Ricardo Fernández, “El cachumbo”, Juan Ramón “El carnicero”, Antonio Murillo “el guitarrista”, Juan López el “Asaura”, Antonio Vicente “El lambrea”, Rafael Alcaide “El cojo Palanca”, etc. etc.  Pero él, con el que tenía mucha confianza era con “El Artillero”, aquel trabajador que durante toda su vida laboral,  se le vio tirando de su carro de “varales” transportando chivos, gallos y gallinas.

Muchas mañanas, cuando el salía a trabajar, ya se encontraba en la ventana a su amigo Chacón, mirando con la fijeza y el giro de cabeza de una lechuza. Fue el “El Artillero”, el que como hemos dicho le puso el apodo, y es que el simpático transportista, tenía muy buenos golpes. Cuando el vino le empezaba a hacer su efecto, y el tabaco de "cuarteron y matalauva," le quemaba ya los dedos, solía comentar:

“Que la gallina era un animal con el que se solía pagar en la Edad Media, para cuadrar el importe final de cualquier tributo”.

Se podía decir que era un hombre ilustrado en muchas cosas naturales, por ello él le asignaba a las gallinas poderes contra la “brujería” “el miedo” y el “espanto”.

En el año 1969, debutaba como novillero Rafael Saco Bejarano, el hijo del “Niño Dios”. Que de torear de “salón” en la Plaza de San Rafael, la familia y sus amigos organizaron un autocar para ir a verlo en su debut en Montoro. Como hacían todos los toreros en sus comienzos, su familia animó a mucha gente para que presenciara la novillada en Montoro. Uno de los primeros en apuntarse fue Angel Chacón, “El Lechuza” que animado por la invitación, llevó incluso una gallina blanca que le había regalado su amigo el “Artillero”, con ánimo de tirársela  al torero después de su esperado triunfo.

La Vuelta al Ruedo

Hacía calor, (era el mes de agosto fiesta de San Bartolomé), y hasta la gallina sudaba. Empezó el festejo y Rafael Saco Bejarano, el torero que abría el cartel, a pesar de su buena voluntad, la verdad es que no estuvo nada bien, y hubo que contener “Al lechuzo” que estaba nervioso y loco por echarle la gallina al torero, queriendo imitar lo que había visto en el NODO, que hacían los mejicanos con sus toreros.

Si mal estuvo en el primer becerro, en el segundo aún estuvo peor, pues anduvo huyendo todo el rato de la cara del animal. El simpático Ángel Chacón, con dos copas de más, se tuvo que quedar con la gallina, pues el panorama de protestas en la plaza, no estaba para “echar gallina alguna”, so pena de salir todos abucheados.

El nerviosismo del “Lechuzo” se lo debió transmitir  a la propia gallina,  que esta pegó un salto y se escapó por aquel graderío semivacio, que aguantaba aburrido todo lo que pasaba en aquel erial seco que era la plaza. La gallina, revoloteando fue a parar al "palquillo" en donde estaban los músicos. El de la trompeta, que se estaba comiendo un trozo de pan con tocino, quiso cogerla y lo único que hizo fue dar dos manotazos al aire y la trompeta se le cayó al callejón. Su compañero el de timbal, quiso también agarrar la gallina y se la apretó contra el pecho y por la presión o por lo que fuera, la gallina se le cagó en su blanca “guayabera” y el calor de la “caca”, le hizo espantar las manos y la gallina se le volvió a escapar. Al sacudirse la caca de la gallina, parte de esta le salpicó al cabo de la guardia civil que ocupaba su puesto en el callejón,  y empezó a protestar de forma autoritaria contra el músico. A todo esto la gallina seguía su periplo de palco en palco, y los pocos aficionados que había en la plaza, estaban más pendientes de la gallina que del torero y el becerro. 

En un último salto de la gallina por recuperar la libertad, ésta arañó en una mano a Antonio Murillo, que cojeando salió corriendo para atrapar a la dichosa gallina, quiso ayudarle Rafael Alcaide, “el Cojo Palanca”, pero tampoco lo consiguió. La risa general se estableció en la Plaza, y hasta se olvidaron como hemos dicho de la becerra, que a fuerza de pinchazos, el torerillo de turno, la iba a dejar como un colador. Fue en el palco que ocupaba Antonio Bejarano, con Ricardo “el Cachumbo”, y el hijo de la “Sarapia”, que aparentaba ser la presidencia, en donde se paró la gallina, junto a la bajada de una tubería vieja de desague. Al al intentar cogerla “El Cachumbo” que era algo bruto, terminó derribando parte del bajante y el mismo canalón, que cayó en medio del callejón junto a los pies de los mozos de espada y los auxiliares de capotes. Además el canalón en su caída, arrastró a una especie de colgadura y las flores de papel que adornaban el palco.  Ya con todo en el suelo del callejón, trompeta, canalón, flores e incluso la “caca” de la gallina. 

El  animal que ponía los huevos, estaba en medio el ruedo “pidiendo guerra”. Fue el hijo de un tal Evaristo, (El regaor), que con la ayuda de Francisco Paz, “El maño” que andaba por allí con los capotes, saltó la barrera y se lanzó en plancha agarrando a la dichosa gallina. Al final los protagonistas del ruedo eran el “maño” con el canalón, la trompeta, las flores y la colgadura en la mano, y el muchacho con la gallina. A este último le pidió el público que diera una vuelta al ruedo. La gallina blanca del “lechuzo” fue la triunfadora de la tarde.

La aventura de la gallina desbordó al bueno de Ángel Chacón, y nada sabemos en donde terminó su animal. Si sabemos que él terminó con unas copas de más, de la “damajuana” que llevaban en el autocar de “Fino los Palcos” de  Pérez Barquero.

Olvidado lo de la gallina, lo que si podemos afirmar es que nuestro amigo el “Lechuzo” desde su ventana, ubicada frente al Cine Astoria de verano, pudo comprobar como nadie, el gentío de personas que acudió para ver la película “LA HERIDA LUMINOSA”. Esta película fue una buena oportunidad de taquillaje, que se le presentó a este sencillo empresario (posiblemente el más pobre de Córdoba),  pues la película estuvo en cartelera unos quince días del verano aquel de 1957. Nos dijo Rafael Figuerola “Falines”, que colaboraba en la cabina del proyección, que la distribuidora de la película al ver el éxito que supuso en Córdoba, quiso “sacar mejor tajada” y llevarla a otro cine de más categoría.

También “El Lechuzo” presenció que en 1962, la compañía de Emilio el Moro, estuvo anunciada para actuar en el citado Cine Astoria. Este artista, venía ya de capa caída después de una pasada época triunfal en donde incluso fue acompañado a la guitarra por el singular Juan Serrano, el guitarrista cordobés, que le puso sus toques de soleares al reloj de la plaza de las Tendillas. (1961). Entre que se desencadenó una enorme tormenta por la mañana, y por lo que sea, a las taquillas no se acercó nadie, y se tuvo que suspender la actuación de Emilio el Moro, con el consiguiente fracaso del empresario del cine.

El contaba todo esto en su tertulia de la taberna de “Pepe la Fila”, cuñado del “Niño Dios” y que desde la esquina de la Calle el Trueque, reunía a todos los “desahuciados” que por su carácter o situación económica, eran obviados en las demás tabernas del barrio.

Cuando se pusieron de moda las Salas de Arte y Ensayo, le tocó al Cine Iris, que también quedaba enfrente de su casa, poner en cartelera la película HELGA, (El milagro de la vida), aquello en el año 1968, fue todo un éxito de público y taquilla. Ángel Chacón, vio pasar por debajo de su ventana a media Córdoba, que querían ver un “parto en directo”. Venía gente de la Ciudad Jardín, que era el barrio que por aquellas fechas, progresaba adecuadamente “apoyado en el avecrem”. También  venía gente del Centro, que eran los que mejor andaban, de las rodillas, pues se notaba que tenían ascensor. A la gente del Barrio Cañero, que se les notaba  contentos porque las calles se las acababan de adoquinar.  

El amigo Chacón,  dice que el no vio la película de HELGA, porque lo de los partos en vivo era una cosa muy moderna, y cuando el nació solamente estaba su madre, la matrona, su tía Patro  y una  palancana vieja con agua, y que al ser de madrugada solo se oyó el cantar de una lechuza.  

El “Pájaro Loco”

Fue el tercer húngaro que llegó a tener el Barcelona en los años 50, del siglo pasado. Su equipo el Homved FC, en 1956 jugó la Copa de Europa y les tocó enfrentarse al Atlco, de Bilbao. En ese equipo también jugaba Puskas y Kocsis, que salieron huyendo del país ante la invasión de los tanques rusos. En aquella accidentada eliminatoria el Bilbao les eliminó. Buena parte del partido de vuelta, tuvo que jugar Czibor de portero, al no tener portero suplente.

En una entrevista realizada al hijo del “Pájaro Loco”, contestó a la siguiente pregunta:

“Puskas, Kocsis, Kubala, Czibor….¿cómo todos esos húngaros se adaptaron a la España de los 50 a pesar de la diferencia cultural?

Huían de una situación muy perra. Los tanques rusos entraron en el 56 en Budapest y arrasaron contra la población. Lo de Siria de ahora no es nada comparado con lo que pasó en Hungría. En una semana mataron a 10.000 persona. El pueblo húngaro, se defendían a pedradas y tirando cubos de agua con jabón en las calles empinadas para que los tanques resbalaran. Después de ese invierno, se adaptaban a lo que fueran.”

Pedro Escartín dijo del “Pájaro loco”:

“Si Basora, fue el mejor extremo que pudo tener el Barcelona en la derecha, en la izquierda fue Zoltan Czibor, posiblemente el mejor de todas las épocas. Era el “pájaro loco”, un extremo que inauguró el estilo de meter goles desde el córner. Pero sus grandes días de gloria, los dio en su equipo Honved, no obstante en el Barcelona, jugó tres esplendidas temporadas y se cansó de meter goles. Pero es justo decir que ya en el Barcelona, alternaba partidos “grandiosos”, con partidos que se echaba a la “bartola”.

Su fichaje 1958

Sabiendo que se encontraba huido en Roma, se presentaron un día en busca de él, Kubala y Pepe Samitier, que lo ficharon para el club azulgrana. Su contrato de entrada, fue incluso superior al del mismísimo Kubala, que era considerado como un dios en aquel equipo, desde su llegada en el año 1950. Posteriormente el contrato de Kubala se revisó para dejar contentos a todos.

También llegó por aquellos tiempos al Barcelona, Sandor Kociss, al que llamaban “cabeza de oro”. Allí entre todos, formaron un equipo de ensueño, que después de ganarle dos ligas seguidas al “todopoderoso Real Madrid”, incluso le eliminaron de su competición favorita: La Copa de Europa de 1961. No en balde estaban también Ramallets, Luis Suárez, Evaristo, etc. Y de director de orquesta no era otro que Helenio Herrera, el mago que popularizó la frase de: “Con diez jugadores se juega mejor que con once”.

Precisamente ese partido contra el Real Madrid (partido de vuelta) fue el primer partido televisado que se pudo ver en Córdoba. Un montó de chavales de San Lorenzo y de San Agustín, pudimos ver el partido en los escaparates de Radio Arjosan, en la Cuesta de los Dolores. (Calle Alfaros). Al tener la tienda dos escaparates, el dueño, para evitar follones entre aficiones, cedió un escaparate a los aficionados de cada equipo. Los del Madrid, a la derecha y los del Barcelona, a la izquierda. Luego el delantero Evaristo, lanzándose en plancha, le metió el gol de la victoria a un asustado Vicente, “El grapas” que era el portero del Real Madrid

Por cierto en la final de Berna contra el Benfica, el Barcelona, (1961), no tuvo suerte y la perdió. El mismo Czibor, marcó un gol y estrelló dos balones en los palos, y lo mismo que Columna (Benfica), hizo un partido memorable, Ramallets, no tuvo su día. Perdió el Barcelona 3-2.

El apodo de “El pájaro loco” se lo pusierón por su rápido driblíng, y la velocidad endiablada que imprimía a la salida del regate. Además casi siempre la finalizaba la carrera con un potentísimo disparo a puerta, que en muchas veces fue gol. A nosotros el juego de Anastasio Jara, jugador del Córdoba, nos recordaba aquel tipo de juego.

Este hombre murió en 1997, en Hungria, a los 68 años de edad.

Contaba su hijo en la entrevista citada que:

“Los familiares de los jugadores del Honved que se hallaban en Austria, para jugar su partido con el Atlco. De Bilbao, pudieron huir de Hungria, gracias a que el equipo Honved, contrató a una serie de contrabandistas  (bandidos), para que nos sacaran del país. Entre esos familiares, también se encontraba la esposa de Ladislao Kubala, que llevaba en España desde 1950.”



martes, 8 de enero de 2013

AQUELLA NOCHEBUENA


D. JOSE Mª IZQUIERDO (1954)

Era la canción que solíamos cantar por aquellos pórticos del patio del Colegio Salesiano, con el ánimo de que lo escuchara D. José María Izquierdo, que era el encargado de las escuelas gratuitas en aquellos años principio de los cincuenta. El desde el despacho de su secretaria, (que estaba en donde está hoy la muralla del Bar Tatoo), y con su “Arjonilla” de secretario, nos mandaba plácidamente callar y nos decía que ya llegarían las vacaciones de Navidad.

Pero antes de que estas llegaran, (las vísperas), él iba clase por clase y con una lista en la mano, mencionada a todos los que figuraban en ella para que formaran grupo en torno de él. Al llegar a su despacho nos decía: “Mañana les dicen Vds, a sus madres que os faciliten una botella de a litro, ni más chica ni más grande, y las ponéis en la galería del cuadro de D. Bosco, en donde aparecerán vuestros nombres agrupados por orden de clase y orden alfabético. A las botellas a modo de etiqueta de marca, le ponen Vds. vuestro nombre y clase.

El último día de clase los trescientos o más niños que aparecían en la lista tenían su nombre en perfecto orden alfabético, colocado en la galería frontal de aquellos  eucaliptos, que habían presenciado cientos de recreos. La longitud de la galería era enorme, como enorme era la relación de alumnos. Iba desde el Bar de Basilio, (antiguos alumnos), hasta el rincón del Teatro, hoy Teatro Avanti. Lógicamente esta lista era voluntaria de forma que el niño que sus padres no querían que apareciera en ella, se quitaba de inmediato. Allí quedaban los niños del Colegio, que voluntariamente aceptaban lo que el Colegio les ofrecía: Un litro de aceite, un kilo de arroz, un kilo de azúcar, un kilo de garbanzos, un kilo de alubias, una cajíta de mantecados la “Colchona”, un par de tabletas de chocolate, un paquete de galletas de vainilla, una morcilla y un chorizo, más o menos. Todo, menos el aceite, metido en una bolsa que decía: FELIZ NAVIDAD.

El confeccionar la lista era una labor a la que el bueno de este salesiano le dedicaba tiempo y criterio. A unos los apuntaba porque nada más verlos, sabía que lo necesitaba, a otros lo apuntaba porque sus ropas y sus remiendos delataban las posibles dificultades que solíamos pasar en nuestras casas. Finalmente y como buen psicólogo, a algunos los apuntaba por el número de “sabañones” que desgraciadamente llevaba encima. Estas listas estaban siempre abiertas para borrar o incluir alguno. Luego a otra relación un poco más reducida, (unos cien alumnos), se les daba además un vale de ropa, que consistía en dos camisetas de interior, una camisa, dos pares de calcetines y un jersey de aquellos que tenían la botonera en el hombro izquierdo.

En realidad el Colegio no hacía nada más que poner en manos de los más necesitados, lo que entregaban los cooperadores, pero la labor de pedirlo y encauzarlo era labor de D. José María Izquierdo, que nunca mejor dicho tenía un corazón tan grande como un campo de fútbol. Y digo lo del fútbol, porque su paso por el Colegio Salesiano, significó unas cotas de popularidad enormes para su Oratorio Festivo de Verano, que con el atractivo de la práctica del fútbol atraía a la juventud de media Córdoba, a sus patios en aquellas tardes del verano. 


EL MONTE  DE LOS NACIMIENTOS (1954)

Con todo el respeto a las costumbres que nos han ido llegando de Europa y de fuera, por aquellos tiempos, EL NACIMIENTO, era el motivo principal para estas fiestas. Quien no recuerda aquellos escaparates que ponían en la papelería Victoria, enfrente del Ayuntamiento, en donde lo llenaban de figuritas y motivos del nacimiento. También tenemos que recordar aquellos puestos provisionales que se ponían al principio de la calle Nueva, en donde vendían toda clase de pastorcillos, incluso corcho y monte del campo.

Recién llegado a la parroquia, el cura Novo, quiso hacer un gran nacimiento en la Iglesia de San Lorenzo, y para recoger “el monte”, (hoy está prohibido), fuimos una buena charpa de gente joven a la zona del Santuario de Linares. En aquel grupo iba Rafael Morales, Manuel Afán,  José Montero, Inocencio Montes, Alfonso Lupión, Antonio López, José Estévez, Rafael Granados, y unos cuantos chavales más.

La voz cantante para ir al citado campo, lógicamente la tomaron los mayores del grupo y se escogió el camino viejo de Pedroches, esto es “Cuartel del Marrubial - Calle Sagunto, - Cinco Caballeros, vadeando la Cruz del Padre Roelas, - La cuesta de la Cantera, (donde explotó el coche de ETA), - La Avda. de Miraflores, (dejando a la derecha la cárcel y el barrio de Miraflores, (con su pequeña Iglesia, que fue el comienzo de la popular parroquia de San Antonio de Padua.). A la izquierda y al principio de la tapia de Cepansa, se dejaba la “Cantinilla del orejas”, y desde ahí, hasta el paso a nivel con barrera. Pasado este, atravesábamos el llamado “Puente de los Reyes”, por su semejanza con los de los nacimientos. De allí subíamos hasta el “Canasto de las Vagonetas”,

El “Canasto de las Vagonetas”, era un enorme pilar con cuatro patas, metálicas, que a modo de puente en la carretera, permitía el paso de los coches por su parte inferior y las vagonetas de Asland por su parte superior. Una plataforma a modo de techo, protegía a los coches de lo que pudiera caer de las vagonetas. A este enorme pilar plataforma, la gente de Córdoba, lo denominaba popularmente  “El Canasto de las Vagonetas”. Su ubicación era exactamente en donde estaba la choza del guarda de la finca EL MAJANO.

A la derecha de este “Canasto”, se abría un camino por el que se iniciaban unos vetustos postes de madera que llevaban el tendido eléctrico al Santuario de Linares. Mi madre los conocía porque lo había oído de sus mayores, que la senda del tendido de cables era la distancia lógicamente más corta al Santuario. Un antiguo vecino del barrio,  Juan Recio Pizarro, colaboró a la instalación de este tendido eléctrico. (Este sencillo hombre del barrio, de oficio “hombre para todo”, fue el que sustituyó provisionalmente la cabeza del San Lorenzo que al ser derribada por un rayo, le puso en su lugar una olla, “cabeza provisional” que duró, hasta que fue restaurada la torre con motivo de su iluminación. También ayudó a colocar los pararrayos del antiguo cuartel de Lepanto

Nosotros cogimos este camino, y nos adentramos por unos esplendidos llanos, que más tarde serían cantera y luego profunda escombrera. Eran unos llanos encantadores y así pudimos pasar por Peña Tejada, con su pozo y sus cuevas, y coronamos el  Puerto de la Salve. Luego pasamos por las llanuras de San José de Linares, con su abundancia de encinas y monte bajo. Hoy entre los escombros, la cantera y las casas adosadas, han hecho desaparecer centenares de encinas, pinos, olivos, madroñeras,  jaras y lentiscos, que bajo el susurro de las cristalinas aguas del arroyo, le daban un marco incomparable de belleza, y que daba la  bienvenida al Santuario. Allí bajo la sombra del cerro de San Fernando, que por aquellos tiempos también querían explotar como cantera, formábamos nuestro “haz de monte” y después de beber en la fuente, emprendimos el camino a Córdoba..

LA NOCHEBUENA EN LA CALLE (1950)

Hablar de “perrunas” y pestiños, es hablar de “Lola la pecosa”, mujer que junto a su marido Manolo, formaba una pareja tremendamente solidaria para con los vecinos. Ella era experta en hacer excelencias de productos de navidad y se desplazaba a las casas de sus vecinos para obsequiarles con su elaboración. Vecina de la calle María Auxiliadora, vivía en la misma casa de Ángel Bimbela “El sastre” y compartía también vecindad con Manolo Montoro, el simpático rapsoda, que hacía la propaganda al esforzado “Calete” que por esas fechas era el electricista de todo el barrio.

Efectivamente, llegando estas fechas la “Luz de Perra-gorda” era ampliamente superada por aquellas conexiones “piratas“, que facilitaba “luz de contador” a todo el mundo. Mientras el se entregaba a estos menesteres, las mujeres y demás vecinas, se dedicaban a intercambiar sus convidadas en aquellas botellas esmeriladas, que de alguna forma representaban “un lujo”, pues hasta las botellas escaseaban. Podían ser bebidas sencillas y simples, pero intercambiadas con toda la familiaridad del mundo. Unas llevaban perrunas, otras, pestiños, otras, roscos. Incluso alguna te ofrecía trozos de “morcilla chorizada”. Todas, llevaban algo de lo mejor que tenían en sus casas para convidar a los vecinos. Pero es que esta relación era incluso de casa en casa. Toda la calle se consideraba vecindad. Afortunadamente, las televisiones, los pisos y las hipotecas, no nos habían hecho tan individuales.

Había otra mujer que era la Genara, que era la especializada en matar el pavo, el conejo, el pollo o aquel animal que cayera por aquellas fechas. Aunque por aquellos tiempos, la carne que más se consumía era el chivo, para la fiesta grande (Nochebuena), y las vísceras de animales de granja con arroz, para las demás celebraciones. Luego en el tema de guisar era otra cosa, destacando en especial Carmen la del Besoy, y también la “naranjera”. En esos días la calle olía a buen menú.
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MARIO Y EL AGUINALDO (1956)

Venían conmigo, Pepín González, “El Lechón”, Manolo Torres, “El Zarra” y Manuel Martínez, “El Gordito”, y veníamos de ver las carteleras del Cine Góngora, que tenía anunciada la película, “MUNDO DE NOCHE”, en donde nos habían dicho que salía en escena, el fabuloso Pele. Después de ver las carteleras nos prometimos ver la película cuando tuviéramos algo de dinero. Al pasar por la calle de la PLATA, nos llamó la atención de que unos chiquillos aún más jóvenes que nosotros, le pedían el aguinaldo a unos turistas que había sentados en el BAR IMPERIO. Lógicamente allí nos paramos, y pudimos anhelar muchas de las gambas que se podían ver el BAR  EL PUERTO, los escaparates de la tienda de ELECTROMEN, nos hacía ver que estábamos en Navidad, pero para los que éramos del Realejo para abajo, LAS GAMBAS y aquellos cangrejos tan raros que había en el Puerto, nos llamaron la atención. La casualidad de la vida, quiso que por allí se encontrara el “Eterno Mario”, que aunque estaba casado con una hija  de Moreno el de la funeraria, era un hombre de eterna gana de vivir. A nosotros,  no nos fue mal con él. Al estar pendiente de las chiquillas que pedían el aguinaldo, el “Zarra” le dijo: “A usted le conozco yo de haber jugado al balonmano en los jardines de la Victoria con mi hermano “Paqui”. Inevitablemente se entabló una conversación de simpatía y el bueno de Mario Cabezas, sintonizando con esa quinta dimensión de solidaridad que tenía su cuñado Pepín Moreno, -captó que ni teníamos dineros para el Cine Góngora, ni posiblemente habíamos probado el marisco en nuestras vidas.-

De repente, sonó el teléfono del Bar de al lado (creo que el Bar Imperio) y el bueno de Mario, se dirigió al solitario barman que atendía el “Puerto” y le dijo: “Creo que ahí te llaman por teléfono,” El barman sin sorprenderse mucho, pues era casi normal que le llamaran, soltó el mandil y salió para el bar de al lado. En ese momento el Mario, solidario que mucha gente conoció, nos dijo: “Venga chavales, tened estas gambas y las disfrutáis a la salud de Córdoba”. Fueron unas cuantas por cabeza, pero nos supieron a gloria. Liadas en aquellos menguados pañuelos,  las aguantamos hasta el Jardín de San Andrés, y enfrente del bar Masa, dimos cuenta de tan ansiado manjar. Siempre nos acordaremos del bueno de Mario, por la intuición que tuvo “De que ni teníamos dinero para el cine, ni sabíamos lo que era comer gambas”. Fue un aguinaldo muy exquisito el que nos facilitó el bueno de Mario, Dios se lo pague. 

LA NOCHEBUENA EN LA CASA (1950)
  
En aquellos tiempos, las peleas tan habituales entre vecinos, casi siempre por los niños, por la pila, o por la ocupación de los tendederos, llegando estas fechas, se firmaba UNA PAZ, en todos los sentidos y alcance de la palabra. Testigos de aquella PAZ, era la candela que a modo de tributo y sacrificio se ofrecía a dios del frío. En torno a la candela se concitaban muchas conversaciones, tertulias y se fraguaban amistades, promesas y amoríos.

En mi casa el que se encargaba casi siempre de encender la candela era Mariano Páez, que rodeado de su chiquillería (tenía 8 hijos), y con una copita en su sitio, arremangaba leña de todos los sitios hasta que lograba encenderla. Bien es verdad que le ayudaba su amigo Josele, gran vecino, que por ver a la gente feliz, hacía lo que fuera necesario. En aquellos tiempos no existía todavía la figura del “rumano que todo se lo lleva”, y en vez de tirar los “burracos” y la madera al contenedor como hacemos ahora, se guardaban en el corral para esta ceremonia de la candela anual por Nochebuena.

Como hemos dicho, el amigo Mariano, en torno a las siete de la tarde encendía la candela y poco a poco la llama iba tomando tamaño y fuerza. Una vez encendida la candela era un intercambio el que se hacía, -el recibía calor de la candela, y la candela recibía “las notas y quejidos” de un hombre que amaba el cante aunque no supiera muy bien expresarlo.

Uno de los primeros que se acoplaba a aquel ritual de la “candela” era el “Padrino”, (Gabriel González), que año tras año, repetía su número de andar sobre el alambre. Se trataba de andar sobre una correa extendida en el suelo, pero teniendo en cuenta de que había algunas copas de más era una auténtica “proeza”, pasarla sin caerse.

Muchas veces al que encendía la candela, se les olvidaba avisar a los vecinos que retiraran la ropa de los tendederos, por lo que de momento se disgustaban pues la ropa terminaba cogiendo un olor, que si no era a calamares como ocurre ahora en algunos bares, si era a leña vieja y muchas veces podrida.

Por las mañanas, nuestras madres a muchos de nosotros nos mandaban con varias “damajuanas” a la Calle la Bodega “Cruz Conde”, a comprar a granel “El ponche”, “La coñac”, “El anís” y otras bebidas más exóticas. De un año para otro era Manuel Sánchez, “El Illi”, el que encabezaba aquella expedición. Íbamos por la calle Zarco, calle Marroquies, Jardines del Campo de la Merced, en donde nos parábamos para ver aquellos estanques, donde unos niños “lanzaban” en agua por la boca. De allí cruzábamos la calle Reyes Católicos y llegábamos a la calle de la Bodega, casi siempre nos atendía algún conocido del barrio, pues allí trabajaban Casana y El Pulgarín. De vuelta con nuestras garrafas o “damajuanas”, nos parábamos en las Bodegas Toledano y confrontábamos precios. Más abajo nos parábamos para ver las carteleras del Cine Alcázar que estrenaban por aquellas fechas Demetrio y los Gladiadores, en sonido especial. Al llegar a los jardines de Colon, nos gustaba sentarnos debajo de los eucaliptos, en los que en el verano anterior nuestra madre le había curado la “tos ferina”.a mi hermana. Por allí nos encontrábamos casi siempre a Alfonso Serrano Rivas, aquel periodista de la Hoja del Lunes de Córdoba, que viviendo en la Calle Mateo Inurria, siempre que estaba de vacaciones aparecía por Colon, jugando con otros compañeros de su Fuenseca..   

LAS NAVIDADES DE LA TRENCA (1961)

Por aquellos años de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, los emigrantes que se marchaban a trabajar a Europa, solían venir por las Navidades con unos atuendos en ropas muy llamativos, en donde destacaba las “trencas”, aquellas prendas de colores aparatosos incluso hasta en los forros. El ver por estos barrios a estas personas, daba la impresión de que nadaban en la total abundancia, pero detrás de toda aquella “fachada de ropa”, y en la mayoría de los casos de coches alquilados, había muchas situaciones de trabajos agotadores  y penalidades. Me contaba Juan, que desde su Añora natal se marchó muy joven a Alemania, Stuttgart, que llegó a trabajar en tres sitios a la vez, además de trabajar también su mujer. Efectivamente fueron muchas las penalidades que acontecieron en muchos casos, y que quedan perfectamente reflejadas en la película “VENTE A ALEMANIA PEPE”. No fueron pocos los matrimonios  que se rompieron por la dichosa emigración, y existe el chiste del OMO y del TUTU, que reflejan el cachondeo que se traía la gente con estos temas.

EL RELOJ DE TIENDA (1949)

Como fin de todas estas fiestas, la gente del “Realejo para abajo” solían acudir algunos a las Téndillas  para comerse las uvas de fin de año. Por aquellas fechas las uvas se comían en las casas, en las que las había, ya que estaban muy escasas y caras. Mucha gente comía 12 almendras y algunos más avispados, se tomaban 12 copas de coñac, al son de las campanadas que nos ofrecía Radio Córdoba, EAJ-24, desde sus estudios de la calle Alfonso XIII. Rafael López, Josefina Quirós, Paco Vargas, ya se dejaban oír por las ondas.

En Casa de Lucas, en el Realejo, había una peña informal de amigos, que la formaban Adalberto López, Juan León, Miguel García, Rafael López,  Ramón “El Llaverito”etc. etc. fueron los auténticos pioneros de esto de tomar las uvas en la Plaza de las Tendillas,  ya que eran de los pocos que se desplazaban a las Tendillas, con sus “damajuanas”, con coñac y otras bebidas propias de media noche.

Todo ello se hacía en torno a las campanadas que daba un reloj que estaba ubicado en la parte superior del edificio del actual DAVID RICO. Este edificio en su totalidad era de un señor, que entre sus caprichos, estaba el de coleccionar cosas raras y llegaron a decir que tenía incluso momias. No obstante el fue el que puso un reloj de campanas a la relojería Tienda, como remate de su edificio. Este edificio fue singular por varias cosas y entre ellas que alojó a los García Hidalgo, que fueron políticos con importante representación en Córdoba. Tenemos que decir que este reloj se inauguró en la nochevieja de 1929, y se repartieron para disfrutar de sus campanadas, 4.000 bolsas de 12 uvas.

Este reloj funcionó a satisfacción durante un par de décadas (1929-49), y la verdad que era el referente de la mayoría de establecimientos que había por aquella zona. Un establecimiento que lo utilizaba mucho para su horario era el Servicio de Correos, que estaba ubicado en la Calle Jesús María, en lo que luego sería SIMAGO., allí antes de que aparecieran los “almacenes del pollo”, hubo incluso un gran panel mosaico a base de azulejos que representaba la cabeza de ALMANZOR, como reclamo de un anuncio de anís.

A partir de esa fecha el reloj empezó a dar problemas y por Juan Galán, sabemos que ya en las actas capitulares del Ayuntamiento de 1957, aparece el siguiente texto: “La maquinaria de este reloj está agotada y que su reparación por la casa Blasco Boch de Roquetas (Tarragona), supondría un coste de 37.000.-Ptas. aproximadamente.” Por lo que dicho reloj pasó a mejor vida.

En 1961, con todo el boato del mundo se inauguró por parte de D. Antonio Cruz Conde, (Alcalde de Córdoba), el reloj flamenco que tenemos actualmente y que fue regalado por la casa PHILIS. IBERICA. A su inauguración asistió media Córdoba.