D. JOSE Mª IZQUIERDO (1954)
Era
la canción que solíamos cantar por aquellos pórticos del patio del Colegio
Salesiano, con el ánimo de que lo escuchara D. José María Izquierdo, que era el
encargado de las escuelas gratuitas en aquellos años principio de los
cincuenta. El desde el despacho de su secretaria, (que estaba en donde está hoy
la muralla del Bar Tatoo), y con su “Arjonilla” de secretario, nos mandaba
plácidamente callar y nos decía que ya llegarían las vacaciones de Navidad.
Pero
antes de que estas llegaran, (las vísperas), él iba clase por clase y con una
lista en la mano, mencionada a todos los que figuraban en ella para que formaran
grupo en torno de él. Al llegar a su despacho nos decía: “Mañana les dicen Vds,
a sus madres que os faciliten una botella de a litro, ni más chica ni más
grande, y las ponéis en la galería del cuadro de D. Bosco, en donde aparecerán
vuestros nombres agrupados por orden de clase y orden alfabético. A las
botellas a modo de etiqueta de marca, le ponen Vds. vuestro nombre y clase.
El
último día de clase los trescientos o más niños que aparecían en la lista
tenían su nombre en perfecto orden alfabético, colocado en la galería frontal de
aquellos eucaliptos, que habían
presenciado cientos de recreos. La longitud de la galería era enorme, como
enorme era la relación de alumnos. Iba desde el Bar de Basilio, (antiguos
alumnos), hasta el rincón del Teatro, hoy Teatro Avanti. Lógicamente esta lista
era voluntaria de forma que el niño que sus padres no querían que apareciera en
ella, se quitaba de inmediato. Allí quedaban los niños del Colegio, que
voluntariamente aceptaban lo que el Colegio les ofrecía: Un litro de aceite, un
kilo de arroz, un kilo de azúcar, un kilo de garbanzos, un kilo de alubias, una
cajíta de mantecados la “Colchona”, un par de tabletas de chocolate, un paquete
de galletas de vainilla, una morcilla y un chorizo, más o menos. Todo, menos el
aceite, metido en una bolsa que decía: FELIZ NAVIDAD.
El
confeccionar la lista era una labor a la que el bueno de este salesiano le
dedicaba tiempo y criterio. A unos los apuntaba porque nada más verlos, sabía
que lo necesitaba, a otros lo apuntaba porque sus ropas y sus remiendos
delataban las posibles dificultades que solíamos pasar en nuestras casas.
Finalmente y como buen psicólogo, a algunos los apuntaba por el número de
“sabañones” que desgraciadamente llevaba encima. Estas listas estaban siempre
abiertas para borrar o incluir alguno. Luego a otra relación un poco más
reducida, (unos cien alumnos), se les daba además un vale de ropa, que
consistía en dos camisetas de interior, una camisa, dos pares de calcetines y
un jersey de aquellos que tenían la botonera en el hombro izquierdo.
En
realidad el Colegio no hacía nada más que poner en manos de los más
necesitados, lo que entregaban los cooperadores, pero la labor de pedirlo y
encauzarlo era labor de D. José María Izquierdo, que nunca mejor dicho tenía un
corazón tan grande como un campo de fútbol. Y digo lo del fútbol, porque su
paso por el Colegio Salesiano, significó unas cotas de popularidad enormes para
su Oratorio Festivo de Verano, que con el atractivo de la práctica del fútbol
atraía a la juventud de media Córdoba, a sus patios en aquellas tardes del
verano.
EL MONTE DE LOS NACIMIENTOS (1954)
Con
todo el respeto a las costumbres que nos han ido llegando de Europa y de fuera,
por aquellos tiempos, EL NACIMIENTO, era el motivo principal para estas
fiestas. Quien no recuerda aquellos escaparates que ponían en la papelería
Victoria, enfrente del Ayuntamiento, en donde lo llenaban de figuritas y
motivos del nacimiento. También tenemos que recordar aquellos puestos
provisionales que se ponían al principio de la calle Nueva, en donde vendían toda
clase de pastorcillos, incluso corcho y monte del campo.
Recién
llegado a la parroquia, el cura Novo, quiso hacer un gran nacimiento en la Iglesia de San Lorenzo, y
para recoger “el monte”, (hoy está prohibido), fuimos una buena charpa de gente
joven a la zona del Santuario de Linares. En aquel grupo iba Rafael Morales,
Manuel Afán, José Montero, Inocencio Montes,
Alfonso Lupión, Antonio López, José Estévez, Rafael Granados, y unos cuantos
chavales más.
La
voz cantante para ir al citado campo, lógicamente la tomaron los mayores del
grupo y se escogió el camino viejo de Pedroches, esto es “Cuartel del Marrubial
- Calle Sagunto, - Cinco Caballeros, vadeando la Cruz del Padre Roelas, - La
cuesta de la Cantera ,
(donde explotó el coche de ETA), - La
Avda. de Miraflores, (dejando a la derecha la cárcel y el
barrio de Miraflores, (con su pequeña Iglesia, que fue el comienzo de la
popular parroquia de San Antonio de Padua.). A la izquierda y al principio de
la tapia de Cepansa, se dejaba la “Cantinilla del orejas”, y desde ahí, hasta
el paso a nivel con barrera. Pasado este, atravesábamos el llamado “Puente de
los Reyes”, por su semejanza con los de los nacimientos. De allí subíamos hasta
el “Canasto de las Vagonetas”,
El
“Canasto de las Vagonetas”, era un enorme pilar con cuatro patas, metálicas,
que a modo de puente en la carretera, permitía el paso de los coches por su parte
inferior y las vagonetas de Asland por su parte superior. Una plataforma a modo
de techo, protegía a los coches de lo que pudiera caer de las vagonetas. A este
enorme pilar plataforma, la gente de Córdoba, lo denominaba popularmente “El Canasto de las Vagonetas”. Su ubicación
era exactamente en donde estaba la choza del guarda de la finca EL MAJANO.
A
la derecha de este “Canasto”, se abría un camino por el que se iniciaban unos
vetustos postes de madera que llevaban el tendido eléctrico al Santuario de
Linares. Mi madre los conocía porque lo había oído de sus mayores, que la senda
del tendido de cables era la distancia lógicamente más corta al Santuario. Un
antiguo vecino del barrio, Juan Recio
Pizarro, colaboró a la instalación de este tendido eléctrico. (Este sencillo
hombre del barrio, de oficio “hombre para todo”, fue el que sustituyó
provisionalmente la cabeza del San Lorenzo que al ser derribada por un rayo, le
puso en su lugar una olla, “cabeza provisional” que duró, hasta que fue
restaurada la torre con motivo de su iluminación. También ayudó a colocar los
pararrayos del antiguo cuartel de Lepanto
Nosotros
cogimos este camino, y nos adentramos por unos esplendidos llanos, que más
tarde serían cantera y luego profunda escombrera. Eran unos llanos encantadores
y así pudimos pasar por Peña Tejada, con su pozo y sus cuevas, y coronamos el Puerto de la Salve. Luego pasamos por las
llanuras de San José de Linares, con su abundancia de encinas y monte bajo. Hoy
entre los escombros, la cantera y las casas adosadas, han hecho desaparecer
centenares de encinas, pinos, olivos, madroñeras, jaras y lentiscos, que bajo el susurro de las
cristalinas aguas del arroyo, le daban un marco incomparable de belleza, y que
daba la bienvenida al Santuario. Allí
bajo la sombra del cerro de San Fernando, que por aquellos tiempos también
querían explotar como cantera, formábamos nuestro “haz de monte” y después de
beber en la fuente, emprendimos el camino a Córdoba..
Hablar
de “perrunas” y pestiños, es hablar de “Lola la pecosa”, mujer que junto a su
marido Manolo, formaba una pareja tremendamente solidaria para con los vecinos.
Ella era experta en hacer excelencias de productos de navidad y se desplazaba a
las casas de sus vecinos para obsequiarles con su elaboración. Vecina de la
calle María Auxiliadora, vivía en la misma casa de Ángel Bimbela “El sastre” y
compartía también vecindad con Manolo Montoro, el simpático rapsoda, que hacía
la propaganda al esforzado “Calete” que por esas fechas era el electricista de
todo el barrio.
Efectivamente,
llegando estas fechas la “Luz de Perra-gorda” era ampliamente superada por
aquellas conexiones “piratas“, que facilitaba “luz de contador” a todo el
mundo. Mientras el se entregaba a estos menesteres, las mujeres y demás
vecinas, se dedicaban a intercambiar sus convidadas en aquellas botellas
esmeriladas, que de alguna forma representaban “un lujo”, pues hasta las
botellas escaseaban. Podían ser bebidas sencillas y simples, pero
intercambiadas con toda la familiaridad del mundo. Unas llevaban perrunas,
otras, pestiños, otras, roscos. Incluso alguna te ofrecía trozos de “morcilla
chorizada”. Todas, llevaban algo de lo mejor que tenían en sus casas para
convidar a los vecinos. Pero es que esta relación era incluso de casa en casa.
Toda la calle se consideraba vecindad. Afortunadamente, las televisiones, los
pisos y las hipotecas, no nos habían hecho tan individuales.
Había
otra mujer que era la Genara ,
que era la especializada en matar el pavo, el conejo, el pollo o aquel animal
que cayera por aquellas fechas. Aunque por aquellos tiempos, la carne que más
se consumía era el chivo, para la fiesta grande (Nochebuena), y las vísceras de
animales de granja con arroz, para las demás celebraciones. Luego en el tema de
guisar era otra cosa, destacando en especial Carmen la del Besoy, y también la
“naranjera”. En esos días la calle olía a buen menú.
.
MARIO Y EL AGUINALDO (1956)
Venían
conmigo, Pepín González, “El Lechón”, Manolo Torres, “El Zarra” y Manuel
Martínez, “El Gordito”, y veníamos de ver las carteleras del Cine Góngora, que tenía
anunciada la película, “MUNDO DE NOCHE”, en donde nos habían dicho que salía en
escena, el fabuloso Pele. Después de ver las carteleras nos prometimos ver la
película cuando tuviéramos algo de dinero. Al pasar por la calle de la PLATA , nos llamó la atención
de que unos chiquillos aún más jóvenes que nosotros, le pedían el aguinaldo a
unos turistas que había sentados en el BAR IMPERIO. Lógicamente allí nos
paramos, y pudimos anhelar muchas de las gambas que se podían ver el BAR EL PUERTO, los escaparates de la tienda de
ELECTROMEN, nos hacía ver que estábamos en Navidad, pero para los que éramos
del Realejo para abajo, LAS GAMBAS y aquellos cangrejos tan raros que había en
el Puerto, nos llamaron la atención. La casualidad de la vida, quiso que por
allí se encontrara el “Eterno Mario”, que aunque estaba casado con una
hija de Moreno el de la funeraria, era
un hombre de eterna gana de vivir. A nosotros,
no nos fue mal con él. Al estar pendiente de las chiquillas que pedían
el aguinaldo, el “Zarra” le dijo: “A usted le conozco yo de haber jugado al
balonmano en los jardines de la
Victoria con mi hermano “Paqui”. Inevitablemente se entabló
una conversación de simpatía y el bueno de Mario Cabezas, sintonizando con esa
quinta dimensión de solidaridad que tenía su cuñado Pepín Moreno, -captó que ni
teníamos dineros para el Cine Góngora, ni posiblemente habíamos probado el
marisco en nuestras vidas.-
De
repente, sonó el teléfono del Bar de al lado (creo que el Bar Imperio) y el
bueno de Mario, se dirigió al solitario barman que atendía el “Puerto” y le
dijo: “Creo que ahí te llaman por teléfono,” El barman sin sorprenderse mucho,
pues era casi normal que le llamaran, soltó el mandil y salió para el bar de al
lado. En ese momento el Mario, solidario que mucha gente conoció, nos dijo:
“Venga chavales, tened estas gambas y las disfrutáis a la salud de Córdoba”.
Fueron unas cuantas por cabeza, pero nos supieron a gloria. Liadas en aquellos
menguados pañuelos, las aguantamos hasta
el Jardín de San Andrés, y enfrente del bar Masa, dimos cuenta de tan ansiado
manjar. Siempre nos acordaremos del bueno de Mario, por la intuición que tuvo
“De que ni teníamos dinero para el cine, ni sabíamos lo que era comer gambas”. Fue
un aguinaldo muy exquisito el que nos facilitó el bueno de Mario, Dios se lo
pague.
En
aquellos tiempos, las peleas tan habituales entre vecinos, casi siempre por los
niños, por la pila, o por la ocupación de los tendederos, llegando estas
fechas, se firmaba UNA PAZ, en todos los sentidos y alcance de la palabra.
Testigos de aquella PAZ, era la candela que a modo de tributo y sacrificio se
ofrecía a dios del frío. En torno a la candela se concitaban muchas
conversaciones, tertulias y se fraguaban amistades, promesas y amoríos.
En
mi casa el que se encargaba casi siempre de encender la candela era Mariano
Páez, que rodeado de su chiquillería (tenía 8 hijos), y con una copita en su
sitio, arremangaba leña de todos los sitios hasta que lograba encenderla. Bien
es verdad que le ayudaba su amigo Josele, gran vecino, que por ver a la gente
feliz, hacía lo que fuera necesario. En aquellos tiempos no existía todavía la
figura del “rumano que todo se lo lleva”, y en vez de tirar los “burracos” y la
madera al contenedor como hacemos ahora, se guardaban en el corral para esta
ceremonia de la candela anual por Nochebuena.
Como
hemos dicho, el amigo Mariano, en torno a las siete de la tarde encendía la
candela y poco a poco la llama iba tomando tamaño y fuerza. Una vez encendida
la candela era un intercambio el que se hacía, -el recibía calor de la candela,
y la candela recibía “las notas y quejidos” de un hombre que amaba el cante
aunque no supiera muy bien expresarlo.
Uno
de los primeros que se acoplaba a aquel ritual de la “candela” era el “Padrino”,
(Gabriel González), que año tras año, repetía su número de andar sobre el
alambre. Se trataba de andar sobre una correa extendida en el suelo, pero
teniendo en cuenta de que había algunas copas de más era una auténtica
“proeza”, pasarla sin caerse.
Muchas
veces al que encendía la candela, se les olvidaba avisar a los vecinos que
retiraran la ropa de los tendederos, por lo que de momento se disgustaban pues
la ropa terminaba cogiendo un olor, que si no era a calamares como ocurre ahora
en algunos bares, si era a leña vieja y muchas veces podrida.
Por
las mañanas, nuestras madres a muchos de nosotros nos mandaban con varias
“damajuanas” a la Calle
la Bodega “Cruz Conde”, a comprar a granel “El ponche”, “La coñac”, “El anís” y
otras bebidas más exóticas. De un año para otro era Manuel Sánchez, “El Illi”,
el que encabezaba aquella expedición. Íbamos por la calle Zarco, calle
Marroquies, Jardines del Campo de la
Merced , en donde nos parábamos para ver aquellos estanques,
donde unos niños “lanzaban” en agua por la boca. De allí cruzábamos la calle
Reyes Católicos y llegábamos a la calle de la Bodega , casi siempre nos atendía algún conocido
del barrio, pues allí trabajaban Casana y El Pulgarín. De vuelta con nuestras
garrafas o “damajuanas”, nos parábamos en las Bodegas Toledano y confrontábamos
precios. Más abajo nos parábamos para ver las carteleras del Cine Alcázar que
estrenaban por aquellas fechas Demetrio y los Gladiadores, en sonido especial.
Al llegar a los jardines de Colon, nos gustaba sentarnos debajo de los
eucaliptos, en los que en el verano anterior nuestra madre le había curado la
“tos ferina”.a mi hermana. Por allí nos encontrábamos casi siempre a Alfonso Serrano
Rivas, aquel periodista de la
Hoja del Lunes de Córdoba, que viviendo en la Calle Mateo Inurria, siempre
que estaba de vacaciones aparecía por Colon, jugando con otros compañeros de su
Fuenseca..
LAS NAVIDADES DE LA TRENCA (1961)
Por
aquellos años de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, los
emigrantes que se marchaban a trabajar a Europa, solían venir por las Navidades
con unos atuendos en ropas muy llamativos, en donde destacaba las “trencas”, aquellas
prendas de colores aparatosos incluso hasta en los forros. El ver por estos
barrios a estas personas, daba la impresión de que nadaban en la total
abundancia, pero detrás de toda aquella “fachada de ropa”, y en la mayoría de los
casos de coches alquilados, había muchas situaciones de trabajos agotadores y penalidades. Me contaba Juan, que desde su
Añora natal se marchó muy joven a Alemania, Stuttgart, que llegó a trabajar en tres sitios a
la vez, además de trabajar también su mujer. Efectivamente fueron muchas las
penalidades que acontecieron en muchos casos, y que quedan perfectamente
reflejadas en la película “VENTE A ALEMANIA PEPE”. No fueron pocos los
matrimonios que se rompieron por la
dichosa emigración, y existe el chiste del OMO y del TUTU, que reflejan el
cachondeo que se traía la gente con estos temas.
EL RELOJ DE TIENDA (1949)
Como
fin de todas estas fiestas, la gente del “Realejo para abajo” solían acudir
algunos a las Téndillas para comerse las
uvas de fin de año. Por aquellas fechas las uvas se comían en las casas, en las
que las había, ya que estaban muy escasas y caras. Mucha gente comía 12 almendras
y algunos más avispados, se tomaban 12 copas de coñac, al son de las campanadas
que nos ofrecía Radio Córdoba, EAJ-24, desde sus estudios de la calle Alfonso
XIII. Rafael López, Josefina Quirós, Paco Vargas, ya se dejaban oír por las
ondas.
En
Casa de Lucas, en el Realejo, había una peña informal de amigos, que la
formaban Adalberto López, Juan León, Miguel García, Rafael López, Ramón “El Llaverito”etc. etc. fueron los
auténticos pioneros de esto de tomar las uvas en la Plaza de las Tendillas, ya que eran de los pocos que se desplazaban a
las Tendillas, con sus “damajuanas”, con coñac y otras bebidas propias de media
noche.
Todo
ello se hacía en torno a las campanadas que daba un reloj que estaba ubicado en
la parte superior del edificio del actual DAVID RICO. Este edificio en su
totalidad era de un señor, que entre sus caprichos, estaba el de coleccionar
cosas raras y llegaron a decir que tenía incluso momias. No obstante el fue el
que puso un reloj de campanas a la relojería Tienda, como remate de su
edificio. Este edificio fue singular por varias cosas y entre ellas que alojó a
los García Hidalgo, que fueron políticos con importante representación en
Córdoba. Tenemos que decir que este reloj se inauguró en la nochevieja de 1929,
y se repartieron para disfrutar de sus campanadas, 4.000 bolsas de 12 uvas.
Este
reloj funcionó a satisfacción durante un par de décadas (1929-49), y la verdad
que era el referente de la mayoría de establecimientos que había por aquella
zona. Un establecimiento que lo utilizaba mucho para su horario era el Servicio
de Correos, que estaba ubicado en la Calle
Jesús María, en lo que luego sería SIMAGO., allí antes de que
aparecieran los “almacenes del pollo”, hubo incluso un gran panel mosaico a
base de azulejos que representaba la cabeza de ALMANZOR, como reclamo de un
anuncio de anís.
A
partir de esa fecha el reloj empezó a dar problemas y por Juan Galán, sabemos
que ya en las actas capitulares del Ayuntamiento de 1957, aparece el siguiente
texto: “La maquinaria de este reloj está agotada y que su reparación por la
casa Blasco Boch de Roquetas (Tarragona), supondría un coste de 37.000.-Ptas.
aproximadamente.” Por lo que dicho reloj pasó a mejor vida.
En
1961, con todo el boato del mundo se inauguró por parte de D. Antonio Cruz
Conde, (Alcalde de Córdoba), el reloj flamenco que tenemos actualmente y que
fue regalado por la casa PHILIS. IBERICA. A su inauguración asistió media
Córdoba.
6 comentarios:
Estimado Anónimo
Me has escrito por correo directo y me has dicho que parece que me vuelco con los Salesianos, y a él no lo fue la experiencia de la misma manera.
Yo respeto lo que tú me digas, pero yo al contar mi verdad, tengo que decir claramente lo que ocurrió en mi época de estancia en el Colegio Salesiano.
Hablar de otra cosa, es mencionar, cosa que yo no vi. Y de lo que no he podido ver no hablo.
Yo solamente hablo de lo que he
podido conocer.
Amigo anónimo, por la edad que te intuyo, tú no conociste a D. José María Izquierdo, quizás si hubieras alternado con él, opinarías de otra forma.
Los árboles no nos dejan ver el BOSQUE, en este caso, el tema de tu anticlericalismo, hace que tu forma de ver las cosas, no te deje ver la realidad.
Saludos
Querido Estévez:
No he querido hacer ningún comentario, porque a la gente no les gusta recordar tiempos pretéritos, en los que se pasaba mal, y ese anónimo no me gusta, porque si hay que hablar mal, se habla y ya está.
Según se contaba en aquella época había dos puertas para la entrada, una para los alumnos de pago y otra para los de no pago, y Manolete pasó por las dos puertas. Eso puede ser una leyenda urbana.
Para terminar esto digo que los salesianos hacen una labor, que podrá ser mayor o menor, y lo lastimoso es que lo critiquen quienes no hacen labor alguna.Cambiando el tercio.He recordado de esos tiempos, que no teníamos frigorifico, y mi madre compraba unos botijos en la calle Cruz Conde, y los llenaba de agua cuidando que no se mojasen exteriormente, para que la circulación del agua por los poros fuera de dentro a afuera, y luego les echaba un poco de anis para que se fuera el sabor a barro. Hoy tendríamos que preguntarnos una cosa, esa juventud tan preparada, que según algunos tenemos,pero que a PISA no le parece así, sabe beber en un botijo sin mojarse. En referencia a los frigorificos, sabes que en tu Cenemesa se fabricaban los motores de los frigorificos para Westinghouse, Kelvinator y Edesa. Esta última se llamaba Electrificación Doméstica Española Sociedad Anónima, con sede en Basauri. Hoy se llama Edesa S.A. Repiten lo de sociedad anónima, para ocultar lo otro.
Otro día contaré de tu Cenemesa la relación entre el Marqués del Cucharon y los botijos de La Rambla.
Saludos cordiales.
Amigo San Martin
Mucha gente para criticar el Colegio habla de las dos puertas. La puerta de los de "pago" y los "gratuitos".
Pero los políticos que critican ahora lo de aquellas dos "puertas" procuran tener a sus hijos ahora en el Colegio Britanico.
Pero dejando atrás esas falsedades tengo que decirte, que la mayoría de los que entramos por la puerta "chica", nos sentimos orgullosos.
En cuanto a Manolete, yo sé que estuvo en los Salesianos y lo tengo en una foto.
Otra empresa que comercializaba equipos con motores "Carsa" y "Edesa", era FRIMOTOR.
Será interesante y muy relajante cualquier cosa que digas del Marqués del Cucharón.
Saludos
En un principio en Cenemesa solo existían las naves situadas al norte de la via ferrea de Málaga, y allí se fabricaba todo.
Luego se construyó al sur, e hicieron las naves donde se hacían los transformadores,
Más tarde se construyeron las naves de Aparellaje.
Cuando se estaban construyendo las naves de Aparellaje, esa construcción se veía desde las oficinas de la Plataforma de Transformadores.
Y el jefe de la Plataforma era un señor llamado Richard, francés para más señas.
El Sr Richard observó que todas las tardes se paseaba por allí, por donde se estaban construyendo las naves de Aparellaje , el Marqués del Cucharón, y que se agachaba y recogía alguna cosa. Preguntó por esa actitud y le aclararon que el Marqués era aficionado a la arqueología y que buscaba restos en aquellas excavaciones.
El Sr Richard tuvo una idea brillante. Como había una instalación que servía entre otras cosas para el tratamiento de las maderas, llamada autoclave, la usó para tratar a un botijo de la Rambla, al que se le dió un aspecto de antigüedad, y se puso el botijo en el terreno adecuado para que lo viera el Marqués del Cucharón. Y lo vió. Y se alegró mucho.
Los botijos en aquel tiempo llevaban una marca que decía algo así como La Rambla.
Estaba enseñando el Marqués del Cucharón lo que había encontrado, y uno de los interesados en aquello dijo: " Anda si aquí hay una marca que dice La Rambla, ya en aquella época fabricaban botijos en La Rambla".
Y así terminó la cosa.
La del botijo, las naves las construyeron, y parece ser que se usaron y dejaron de usarse.
A mi eso me lo contaron, no sé si será rigurosamente histórico.
Saludos cordiales.
Amigo San Martín
Esas naves que tu dices que eran al principio CENEMESA, fueron en su día de SECEM., que pasó de ser un taller de reparación de motores, a nave de fabricación.
Yo le llevaba la comida a Mariano, el hermano del "Caracoles", que estaba en OBRASCON, y ya estaba la fabrica de Trafos, a este lado de la vía de Málaga. Era el año 1955.
Luego se hicieron las de Aparellaje y Herramental, y ahora todas se hallan vacías e incluso se puede jugar al "futbito".
Lo del Marqués del Cucharón, encaja perfectamente en el tipo cultural que este hombre de Córdoba, llevaba dentro.
Gracias por aportar esas bonitas anécdotas.
Saludos
Por correo directo me ha comunicado
Joaquín Montoro "El Chache", que hay cosas de D. José Mª Izquierdo, que me he dejado atrás.
Es lógico, pues yo he relatado la experiencia que yo viví.
Por eso lo animo a que él las diga o las publique.
Saludos
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