jueves, 31 de enero de 2013

EL PEROL


Cualquier persona que no sea de Córdoba, es posible que no sepa lo que es el Perol, pero lo que si posiblemente sepa es que tres cereales son los que alrededor de ellos se han ido conformando culturas, y además en continentes distintos, y uno de ellos es el arroz. También decían los antiguos que el hombre es lo que come.

Pero el Perol es algo más, es una síntesis cultural, que podríamos situar como símbolo de La Ilustración, pues los tres conceptos: Libertad, Igualdad y Fraternidad se dan cita en El Perol. Libertad porque El Perol se celebra a pleno campo (Por lo menos cuando no tenían puertas los campos), Igualdad porque no se conoce ningún caso en el que un Perol haya sido mejor que otro, y finalmente Fraternidad porque ese es el objetivo que se materializa en El Perol.

Por eso cuando alguien se quiere apropiar indebidamente del Perol, como elemento cultural, para emplearlo en su beneficio con ciertas actuaciones espureas, no podemos permanecer en silencio y por eso compartimos lo que dicen otros.

Con razón dice el periodista Víctor Márquez Reviriego, en (El Día de Córdoba 27/01/2013). “Los periodistas de mi generación somos una  degeneración”.  

El día de mañana, nuestros descendientes, posiblemente quieran saber algo de esa costumbre cordobesa, que consistía en ir un día de campo y  entre amigos y familiares a comerse un perol.  Y de acuerdo con esas informaciones espureas pueden tener una idea equivocada.

En torno al perol se unían familias enteras, amigos y peñístas, que supieron poblar y llenar nuestros singulares parajes de la sierra, con simpatía y solidaridad. Se cantaba, se bailaba incluso,  se hacían escarceos amorosos, todo ello en torno a un perol, apoyado sobre dos piedras o tres, en el que se cocinaba un arroz sabiendo que aquello no era una paella.

Córdoba, ciudad histórica donde las haya, supo sacar provecho de la “TRÍADA” que nada más llegar a España los griegos, nos supieron dejar, esto es: El Pan, el vino y las aceitunas. No sé cual de las tres cosas es más importante, pero las tres eran complementos insustituibles de aquellos peroles, que en los días festivos señalados del año, poblaban nuestra sierra. El pan conocido como telera cordobesa en otras regiones, o tal vez nacionalidades de nuestra España.
 
En Córdoba, había muchos sitios para ir de perol. El Cañito Bazán, Las Cuevas del Guerra, El Jardinito, La Fuente el Majano, La Palomera, La Finca el Patriarca, La Alameda del Tiritar, López García, El Arroyo Guarromán, La Fuente del Rey, El Puente de Hierro, La Alameda del Obispo, Peña Tejada, El Santuario de Linares, La Colina, Santo Domingo, El Molinillo Sansueña, en fin muchos lugares para disfrutar de un día de campo. Casi siempre se iba andando y todo el mundo cargaba con los pertrechos, pero los elementos más importantes del Perol, eran la manta, el arroz,  la carne y la garrafa del vino.

Era un espectáculo digno de ver a la caída de la tarde, como se ponía la carretera de Almadén en su regreso a Córdoba, lleno todo el ancho de la carretera, de gente que venían de cualquier lugar del Arroyo Pedroches. Como hemos dicho, todos andando pero eso no evitaba que de vez en cuando se viera algún pequeño remolque, o viejo cochecillo de niño usado, como afortunado transporte, ante las miradas “envidiosas” de todo el que venía cargado hasta los hombros. Había algunos que este trayecto de vuelta hasta sus casas, lo convertían como una prolongación más de la ceremonia del perol, y seguían bebiendo el vino de la garrafa que aún les quedaba. Otros incluso, se tiznaban la cara para certificar de que había pasado un día a “gusto” y de perol.

Había muchas veces que entre la antigua Fábrica de la Mica (hoy polígono de Pedroches), y la fábrica del Cemento, se formaban auténticos coros, que cantaban como una sola voz y un solo sentimiento. Todas eran coplas populares, pero la más entrañable y la que más recuerdo era aquella que decía: “ASTURIAS PATRIA QUERIDA…” y se ponía mucho énfasis en la estrofa de: “TENGO QUE SUBIR AL ÁRBOL TENGO QUE COGER UNA FLOR…. Todavía podemos recordar a las sencillas gentes del Zumbacón, que asomadas a las puertas de sus humildes casas, nos hacían palmas.  

La historia quiso el que los Reyes Católicos entraran por esta puerta a Córdoba, que se llamaba en Plata "EL JARDíN DEL ALPARGATE,· Desde la Puerta de Plasencia,  iría Calle María Auxiliadora arriba, dejando a un lado el solar de la Casa Colorada. 

MAS CHORIZO QUE ARROZ

En el Colegio Salesiano, fue en la época en que llegó D. Jesús Amable Vicente, (1952), y se quiso premiar a los alumnos del Colegio, que salían en el Cuadro de Honor y para ello les dieron UN PEROL, de esta forma atendían  a la  invitación de la familia de los Jiménez Ortiz, (cooperadores salesianos), dueños de la finca la Gorgoja de Villarrubia (Córdoba). Aunque en un principio estaban invitados los alumnos de todas las clases, a última hora y por meter a algunos “invitados especiales”, nos dejaron atrás a varios de la clase primera. En aquel perol yo había puesto mucha ilusión pues nos brindaba una oportunidad de oro, para además de ir al campo, poder hartarnos de comer. De aquel perol disfrutaron,  Joaquín Pérez Cívico, Urbano Milla “El Cheles”, Antonio Benítez, José Estévez, Antonio Amaro, José Arjona, José Sánchez y Bernardo Palacios.* En representación de los mayores. El autocar se completó con el resto de alumnos de las clases inferiores.

Yo desde mi casa, no hacía nada más que lamentarme ante mi madre, de la oportunidad, que sin saber por qué, había perdido. Así que estuve todo el día pendiente de la vuelta del pequeño autocar que los había llevado hasta la citada finca. Sobre las seis de la tarde y ya de vuelta, paró el autocar cerca del Colegio, (Junto a la Casa del taxista Rafalito “El Largo”), y empezaron a bajar los perolistas sonrientes y satisfechos de haberse hartado de comer. Nada más ver a mi hermano Pepe, mayor que yo, le pregunté: ¿Qué Pepe, como ha estado el perol? Y él, por toda contestación me dijo: “Manolo, MAS CHORIZO QUE ARROZ”,  aquella contestación fue el resumen perfecto a lo que yo ansiaba conocer.  En aquellos tiempos, el comer más chorizo que arroz era todo un lujo.

(*)  
(Por cierto que éste último compañero Bernardo Palacios Osuna, de Puerta Nueva (Barrionuevo).  Aunque empezó a destacar en el patio de los Eucaliptos  como portero, por su habilidad y eficacia debajo de los palos, le pusieron el apodo cariñoso de “El mono”. Luego, sorprendentemente y en su vida real jugó de extremo derecho en el Córdoba CF, equipo que protagonizó el histórico ascenso a primera división en Abril de 1962.

Su boda con la señorita María del Pilar Bejarano García, en la Iglesia de la Trinidad, constituyó un importante hecho social en nuestra ciudad. Entre los testigos figuraron D. Antonio Guzmán Reina, D. Rafael Campanero Guzmán, D. Rafael Campanero Torres, D. Manuel Alcántara Eslava, D. Rafael Bejarano Nieto, el claretiano D. Fernando Domínguez Matilla, D. Peter  Luck  y D. Francisco Palacios Osuna.)

Bernardo Palacios Osuna, falleció en el 2008.  


EL PEROL DEL MELGAREJO

Carlos Ruiz Velasco, era un hombre que además de ser pionero en Córdoba, en el tema de las máquinas de escribir, calculadoras y máquinas de oficinas en general,  era un enamorado de la naturaleza. Él, a sus vecinos y parientes, nos llevaba todos los domingos al Molino de Martos, para que aprendiéramos a nadar. Pero un día nos llevó de excursión a la finca el Melgarejo, en donde estaba su vecina Soledad Páez, como casera y su marido Rafael “El Cojo”, que era el pastor de las ovejas. Allí, después de subir por la cuesta del Reventón, llegamos a las Ermitas, y después por varias veredas nos dirigimos al Melgarejo. Antes, tuvimos que eludir a un enorme perro que nos salió al paso, precisamente en una parte del camino bastante estrecha. No nos dejaba andar ni para adelante ni para atrás, y daba la impresión de que hasta los mismos gorriones que nos revoloteaban, se reían de nosotros. Afortunadamente, pasó por allí un arriero, que ahuyentó al dichoso perro, con una simple piedra que le lanzó.

Antes de entrar a la finca del Melgarejo, vimos por primera vez, en la puerta, unas veinte colmenas de abejas y una buena plantación de “paludú de palo”, algo que conocíamos de nuestra juventud. Aquello, ya nos sorprendió gratamente a todos los que íbamos: José Montero, Inocencio Montes, Rafael Morales, Manuel Afán, Antonio López, José Estévez, y el que esto os cuenta. Entramos en el “salón” de la finca, una enorme cocina campera, con dos poyos corridos, uno a cada lado,  y disfrutamos del café de cebada que nos preparó “la Sole”. Luego su marido que nos estaba esperando asó “tocino de veta”, con un toque especial, por lo que el desayuno nos resultó casi de película.

Para hacer hora y disfrutar del campo, nos dirigimos por un estrecho camino hasta la cercana finca “el Soldado”, no sin antes tropezarnos con innumerables “lagartos” y animales que se movían al borde de la carretera. Al llegar a la finca “el Soldado”, nos sorprendieron gratamente, unos laureles de ramas esplendorosas, luego nos quedamos maravillados al presenciar unas frondosas higueras cargadas de higos, cuyo diámetro podía estar muy cerca de los 8 metros. Aquello era disfrutar, de comer higos, del campo y de la naturaleza.

Las ramas de laurel nos hicieron recordar a aquellos guisos de patatas, que muchas veces se comían en las casas y que lo único sólido que tenían era una cola de bacalao requemada y una hoja de laurel. En cuanto a las colmenas, nos trajo a la memoria a aquel hombretón de Benamejí que se llamaba Obdulio, y que con su garrafa llena de miel iba por los barrios populares y al toque de una campanilla, ofrecía UNA GOTA DE MIEL por diez céntimos de peseta. (1952) 

Volvimos con hora de empezar el guiso de arroz y ya nos estaba esperando Rafael “El Cojo” con sus dos hermanos, que eran como unos animales “enjaulados” en el campo. Así cuando probaron el vino que llevábamos en la garrafa, se volvieron locos de alegría. Los tres hermanos, se fueron rápidamente a buscar la carne para el arroz, y le dieron una vuelta a los lazos que habitualmente tenían colocados por los alrededores. Trajeron una media docena de conejos, y destinaron dos para el arroz y dos para freírlos a trozos. Fue todo un espectáculo, el contemplar como el “Cojo” desollaba los conejos sobre su pata de palo. Aquello se nos antojaba  que iba a ser una comida de ensueño. El arroz se guisó en una sartén grande de campo, y como era verano (Julio de 1955), lo sacaron fuera para reposarlo debajo de la parra, que a modo de pórtico cubría la puerta.

Entre vasos de vino de aquí para allá, nos comimos el arroz que estaba exquisito, pero pronto vimos que el “Cojo” y sus hermanos, se reían de una forma “socarrona”. Quizás les llamaba la atención el ansia con el que comíamos, o  cualquier otra cosa. 

Al final fue la buena de la esposa (“La Sole”), la que nos diría que en medio de todo el hervor del arroz, se cayó del techo de la cocina (del cañizo), un simple ratoncillo, que cabeza abajo, quedó enterrado en el arroz y solamente se le veía la colilla, moviéndola cuando se estaba “guisando”, y el “Cojo” ni corto ni perezoso, esperó a que el ratón estuviera guisado, para quitarlo y taponar el hueco con arroz. Así que comimos arroz con conejo y sabor a ratón. La verdad es que no estuvo malo.


EL PEROL Y LA GUERRA

La taberna CASA MARIN, estaba situada en la Calle Moriscos, por debajo de la fábrica de PAN DE HIGO de Rosendo. Este Bar, o Taberna, como hemos dicho, era propiedad de Mariano Marín, hermano de la madre de José García Marin, dueño del Restaurante el Caballo Rojo. Este tabernero era persona muy seria y correcta y todo lo que hacía le gustaba  que fuese acompañado con mucha formalidad. Entre los clientes habituales de su taberna, entraban entre otros, los hermanos Félix y Paco Martínez, los hermanos Velasco, Rafael Blancart, Rafael Galvín, Ricardo González, Pedro Encinas, Manuel Diéguez, Mauricio Peña, León Priego, etc. etc. Por cierto, éste  León Priego, formó parte del primer contingente de alumnos del Colegio Salesianos, que se inauguró en San Lorenzo, en 1901, gracias al esfuerzo entre otros de D. Mariano Amaya, párroco de San Lorenzo.

También era cliente asiduo de esta taberna un tal Ventosa, que tenía enfrente un almacén de comestibles, que entre sus amplias ofertas, tenía un escaparate, lleno de pequeños pollitos de color amarillo, que los vendían a 0.50 pesetas la unidad. (1953).

Todas estas personas que frecuentaban esta taberna, se juntaban muchas veces a “modo de peña”, para disfrutar de unos peroles de fin de semana. Ellos salieron el sábado (18 de julio) a primera hora, para disfrutar todo el fin de semana en el  campo. Y su lugar habitual para ir de perol, era en la Fuente del Elefante, (finca situada a la entrada de  Trassierra). Allí, al parecer tenían buena relación con los caseros.

Como hemos dicho eran gente muy organizada, y para sus peroles, solían desplazarse en una camioneta que les proporcionaban los dueños de la Fundición Félix Martínez. Al igual que ocurría en Semana Santa, todos los peroles, tenían unas reglas a cumplir por todos. Y entre otras cosas, tenían establecido que en una encina junto a la puerta de la casa, colgaban perfectamente y a modo de “sube y baja” una espuerta, (de aquellas del carbón), para que el que se pasara en “algo”, lo metían en la espuerta, y a media altura lo dejaban hasta que se le pasaban los efluvios del vino. Eran las reglas y todos las aceptaban. En esta ocasión fue el tal Ruiz Encinas, el que bebió más de la cuenta y empezó a meter algo la pata, y ni corto ni perezoso, fue a parar al esportón, en donde a media altura estuvo sin comer hasta que durmió la “mona”.

Al final cuando lo despertaron y lo bajaron, le ofrecieron de todo lo que quisiera, pero las normas eran las normas.

De regreso a Córdoba, aún estaban hablando del tema del esportón, cuando llegando a la altura de la Porcelana, (situada cerca del  Paso a Nivel de las Margaritas), les salió a su encuentro una pareja de guardias de asalto, que echándole el alto, les preguntó: ¿A dónde van ustedes, no saben que ha estallado la guerra?. Mariano Marin, que ejercía como jefe del grupo, dijo ignorar tal cosa y se identificó como tabernero de la calle los Moriscos, explicando de donde venían y adonde iban. Suerte que uno de los guardias de la pareja lo conocía y sabía que decía la verdad.

Eran tiempos en los que en la Piedra Escrita, aparecía un tal Pepe Moya, que por su cabeza, se calculaban todas las operaciones y cuentas de la tienda de Calzados el Gordo Más.  (1955)

Por cierto que al margen de la guerra, el elefante de piedra que había en dicha finca, se encuentra actualmente en el palacio del Obispado, en mitad del patio y puede verse desde la calle. (2012).


“EL 7 QUITA LA MUESTRA

Enrique Hinojosa, era un personaje querido de nuestra Córdoba. Singular en Santiago, donde la “Calle El Viento” era como su tierra chica, adonde le llamaban de forma cariñosa “El fuma”. Por su casamiento con la Reme, se mudó a San Agustín, y allí su amigos le llamaban de forma simpática, "Cara flecha". Por encima de esos simpáticos apodos, él era un personaje lleno de humanidad y que irradiaba solidaridad y cariño para todos. Su exequias en Jesús Nazareno, fueron una auténtica manifestación de duelo de todo el barrio. En una ocasión y por motivos de su casamiento y mudanza al barrio, le pregunté: “Como te ha ido tu cambio de domicilio de Santiago a San Agustín, y llanamente me contestó; “El Siete quita la muestra”. El estaba encantado con su llegada a San Agustín y lo disfrutaba participando de todo lo que había vivo en el barrio. La Cruz de Mayo del Pozanco, La Hermandad de la Nazarena, la Peña de los Ocho amigos, los Carnavales y todo lo que se movía con olor a Córdoba, a la que amaba profundamente.

La primera vez que le vi, fue jugando al fútbol  de portero en el Amparo, en un enfrentamiento con el equipo de la Universidad Laboral. A  pesar de que  los laborales, le habían metido tres goles (Viana, De la Haba y Carreño), él fue la figura destacada. Se puede decir que gracias a él, las cosas para el equipo de los hermanos Hernández Mata, de la Fuensantilla, no fue a peor. 

El partido se jugó en aquel campo de la Universidad Laboral, situado muy cerca de los Talleres generales de Soldadura y Forja, (en donde años después se celebrarían varias veces los peroles anuales de las peñas).  En aquellos talleres por los años 1957-1962, pasaron unos grandes profesores como Miguel Del Toro, Ramírez “El verruga” y Antonio Pérez, “El herrero”. También es justo destacar aquí a aquellos alumnos que brillaron con luz propia, como fueron: Garrido Córdoba, Vozmediano Valderas y Sordo Noriega, entre otros y que supieron dejar muy alto el pabellón del alumnado.

En 1968, al amigo Enrique Hinojosa, lo vi en Santiago, en la taberna de Morales “Barinaga”, su intimo amigo, que nos atendió en su taberna, con unos platos “de menudillo de pollo” que había preparado de forma exquisita su hermana. Íbamos en aquella ocasión, Juan Romero, José Luis, “El del banco de Bilbao” Ángel Chacón, el Hijo del “Lechuzo”, Los hermanos Zambrano, Paco “El barbero”, José Ríos “El Olivella” novio de la hija de Carmona, y yo.  

Charlando en confianza con Enrique, “el fuma”, vimos la posibilidad de celebrar un  perol en el  Estadio del Arcángel. Y a la semana siguiente, el habló con Miguel, el encargado del campo,  y lo arregló todo. 

El perol fue nocturno, sería a base de arroz con pollo y unas salchichas para picar. Además, del vino y las aceitunas necesarias. El vino fue de "Fino Príncipe" que por aquellos tiempos caía muy bien. Los arreos y cachibaches, nos lo prestó el amigo “Barinaga”. Se guisó en el interior de los vestuarios. Todo resultó totalmente excelente y maravilloso, pues no faltó de nada. Pero lo que más ilusión nos hizo a todos, fue el rato que pudimos estar peloteando en el césped del Estadio del Arcángel, coincidiendo con el amanecer.

  
SEMANA SANTA EN PEDRAJAS

Los amigos de Pedrajas, tenían su lugar de reunión diaria en Casa Ramón, ubicada en la Calle del Avellano. En esta taberna se disfrutó de la vejez madura de Ramón García, un hombre que había recorrido toda Córdoba en las Hostelería. Allí, cuando ya empezó a ponerse gorra  y a destilar sabiduría, abrió una pequeña taberna, en la que el barril de vino ocupaba prácticamente la mitad del local. Su conocimiento de Córdoba, su sabiduría por viejo, hizo que en torno a él se formara una exquisita clientela, que amaba el campo, la escopeta, los espárragos, las aceitunas, los caracoles gordos y todo lo que oliera a romero. Como buen profesional, cuidaba con esmero un barril que tenía de Marquez Panadero, que hubo veces que tuvo más demanda que oferta.

Los fines de semana, estos amigos optaban por marcharse al campo, a disfrutar de la sierra en todo su esplendor. Así surgió la tertulia amigos de Pedrajas.

La finca Pedrajas, era propiedad de un cuñado de los Zuritos, que por conocimiento de Manolín Zurito, les dejó la casa de la Finca, para que pudieran ir de perol y al campo cada vez que quisieran, e incluso formaron su propio coto.

Era una Semana Santa de mediados de los años setenta. Ya estaba Rafael Muñoz Bello, “El Corchao”, después de muchos años de laboriosidad, profesionalidad y entrega, en su trabajo, a punto de jubilarse. Él, también había ido al perol, y estaba como siempre pronto y dicharachero. En aquel perol habían ido llegando coches en los que iban, Manolo Zurito, Pepe Pons, Luis Hernández, Rafael Gómez, Ángel González, Jesús Barba, Juan Cebrían, Antonio Pérez, Francisco Luque, y algunos más que iban y venían. Al final también llegó el taxista “Carrataca”.

Al llegar al campo, se repartieron las faenas como se hacía en todos los peroles. La cocina estaría a cargo de Rafael Gómez Cardallo, con el “Corchao” y Francisco Luque “El Pela” como ayudantes. 

Los demás a beber vino, jugar a las cartas, o dedicarse a coger espárragos, y cazar pajaritos.

A media mañana, y alrededor de la candela, se formó una tertulia, que pudiéramos decir “Tertulia de Jueves Santo”, pues los seis o siete que se quedaron en la casa, empezaron a hablar de la Semana Santa de Córdoba.

Paco Luque “El Pela”, relató que en Calle Cidros, vivían la familia de los Martínez y que su padre fue Hermano Mayor del Calvario, y por ello, él pudo lucir una “capa prestada” de esta Hermandad, y vacilar delante de la casa de su novia en la Calle María Auxiliadora. Por supuesto que se echó una foto para el recuerdo en el “Fotógrafo del minuto”, que había junto al monumento a Julio Romero de Torres.

Más adelante el cuñado de Luis Hernández, Rafael Gómez, comentó que él llegó a salir de costalero en los primeros tiempos de la Hermandad del Remedio de Ánimas, con el policía Gálvez como capataz. Al final quien les pagó el trabajo de costalero, fue un joven Gálvez, que había recibido a su vez el dinero de Pablo García Baena, que en aquellos tiempos era de la directiva de la Hermandad.

También Luis Hernández comentó que él había visto como en 1940, portaban a la Virgen de la Paz y Esperanza, en unas parihuelas, desde la Plaza de Capuchinos, hasta  el antiguo edificio del Colegio de la Merced, (Hospicio). En donde introducían a la Virgen por la llamada “Puerta de las Monjas” (actual puerta de C/ Reyes Católicos) y allí la colocaban en su paso, y la adornaban para el desfile procesional.

Rafael Muñoz Bello, “El Corchao”, tenía su historia de la Semana Santa. Él, recordaba, como no, los tiempos de su juventud, cuando se encontró en el Bar Casa Fermín, (Piedra Escrita), con Rafael Escudero, mayor que él, que era el capataz de paso del Cristo de Jesús Caído de San Cayetano, el recordaba que quiso ser costalero voluntario, pero Rafael Escudero,  le advirtió de lo duro que era aquel trabajo, por el que solamente recibían los faeneros 10 pesetas. Fue precisamente su amigo el capataz, el que le contó muchas cosas,  por ejemplo: “Que los cuatro faroles que saca el Cristo del Jesús Caido, en su paso de Semana Santa, fueron costeados (dos cada uno), por Manolete y Bernardo Alba Pulido”.

También nos relató que su amigo Rafael, además de buen capataz, era un consumado domador de caballos, y contó como una vez su amigo, el Brigada Ruano, (guarnicionero), que coincidía algunas veces con él en el Bar de la Paloma, le habló de un caballo “revoltoso” que había en el Cuartel de Caballería (Luego Lepanto). Él, ante la petición de su amigo El Brigada, pidió que le dejaran ver dicho caballo, y nada más verlo le dijo al que lo estaba domando. “Coge un pedazo de pan duro, lo mojas en agua y lo emborrizas en azúcar, y disimulado con un papel de estraza se lo ofreces al animal y verás que bien te va”. Efectivamente, así lo hizo el militar y a los pocos días, ya tenía al caballo como un fiel animal de compañía.

A la gente de Pedrajas, le gustaba “guardar la vigilia del Viernes Santo”, y también quisieron aprovechar la solemnidad de ese día para darle un homenaje al bueno de Rafael Muñoz “El Corchao”, por su próxima jubilación.  Le prepararon unas “parihuelas” y lo montaron entre cuatro y fue paseado a hombros, por los alrededores de la casa. Al bajarse de aquel “trono peana”, dio las gracias a todos sus amigos y le faltó poco para dar una especie de bendición.

Eran los tiempos en que se daba el contraste de que en la Mezquita-Catedral, lo mismo había un guía que era militante del partido comunista, mientras a otro se le echaba una bronca por llevar en su grupo de visitantes a una turista  francesa con pantalones.


EL PEROL DEL CARBURO

Hace años se puso de moda ir de perol al “arroyo de los locos” como se le llamaba al arroyo Guadalbarbo a su paso por Alcolea, allí fuimos un grupo de amigos, pues dicho  arroyo, tenía fama por sus abundantes bogas. En este perol el menú previsto dependía “de lo que se pescara”. El encargado de preparar el menú, era Carmona “El Cebollita”, que arreglaba las bogas fritas a trocitos, (como coscurrones), haciéndole UN METE Y SACA, en una fuente de adobo que preparaba de forma maravillosa con su abundante orégano. Era un plato exquisito.

Nada más llegar, Luis García, echó la caña y enseguida picó una boga. Este detalle hizo que todos los pescadores, que eran tres o cuatro, animados, se esparcieran rápidos por toda la orilla del arroyo. Pero la realidad es que todas las expectativas se vinieron abajo. Ni Luis García, ni Ángel González, ni el hijo de Carriles. Nadie, pescó nada, Rafael Vázquez, Rafael Nieto, Paco Luque y el mismo Carmona “El Bebollita”, estábamos solamente a pan, vino y  aceitunas.

Estando lamentándonos del problema de que no picaban los peces, pasó un señor, con chaqueta, corbata, y una enorme insignia del Atco. Bilbao en su solapa. Preguntó y se enteró de lo que nos pasaba y se marchó arroyo arriba. Al poco rato este mismo señor, cambiado un poco de vestimenta,  venía con un enorme carburo en las manos y nos dijo: “Esto de que  no quieren picar los peces, se arregla de momento ECHANDO ESTE CARBURO AL ARROYO,  y  ya veréis como al “reventón del carburo”, que cantidad de peces suben solitos a flote. Al oír aquello, todos nos asustamos e incluso se nos quitó el hambre. Luego resultó que aquel hombre era un interno del cercano manicomio, que estaba ubicado arroyo arriba. Ante aquella loca bestialidad, nos opusimos claramente y se nos quitaron hasta las ganas de pescar, de comer e incluso de estar más tiempo allí. Salimos como quien dice pitando para Córdoba.

En nuestra precipitada vuelta a Córdoba, Rafael Vázquez, Paco Luque, Rafael Nieto y yo, nos paramos en la Venta de Rabanales, que con vino que traíamos de vuelta, nos comimos un potaje que nos preparó el  hermano de Rafael “El Pringues”. Al salir de la Venta y junto a la Cerca de Lagartijo, pudimos apreciar las aguas claras del arroyo Rabanales y vimos algunas bogas pasar en paz. De buena locura se habían librado.

El Perol en definitiva nos ha llevado a recordar tiempos antiguos.

Y nos podríamos hacer la siguiente pregunta: ¿Existe algún cordobés que nunca haya ido de perol?

Y si existe se le podría decir: “Pide perdón por tu pecado, y que no se hable más de ello”.


5 comentarios:

Rafael San Martín dijo...

Me parece que hay un error en cuanto a la palabra espureo, que me parece que debe ser espurio. De todas maneras se entiende.
Lo que no sé es quién o quienes adoptan esa actitud aprovechandose de una costumbre cordobesa para hacer lo que no debe hacerse.
Hablando de palabras , el otro día leí a uno que decía que Delibes empleaba una serie de palabras que no existían en el diccionario de la RAE, y añadía que hay palabras que definen exactamente lo que son, y ponía como ejemplo la palabra acerico, y recordé instantaneamente habersela oído a mi madre y supe su significado que no lo digo para que si tienen interés lo consulten.
Pienso que al quien o quienes los han calificado de espurios los han retratado perfectamente.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo San Martín

Agradezco tu comentario pues siempre enriquecerá esta entrada.

El periodista al que nos referimos no es otro qu TICO MEDINA.

Periodista "tipo camaleón" en donde los haya, y que todas las semanas se llevará su buena pasta, por ese pego que escribe al que denomina "EL PEROL".

Mientras, nos cuentan de que el diario CÓRDOBA, periódico de los SOCIALISTAS en Córdoba, piensa en despedir a un número de empleados
de su plantilla.

Saludos


ben dijo...

Un escrito delicioso,pero si me per
mites,te ha faltado una cosa y es
la de indicar como se hacían esos
peroles cordobeses,vamos una rece
ta.Yo soy el encargado de guisar
los fines de semana el arroz,para
todos los hijos y nietos que nos
reunimos,normalmente lo hago al
estilo de paella,seco,pero otras
recordando a mis tiempos juveniles
lo hago al estilo cordobés,algo
más caldoso.Es entonces cuando les
hablo a toda mi familia catalana
lo que representa el perol cordo
bés.A veces pienso que me repito
muchas veces,pero en fin no se si
por amor o por que realmente se
lo comen con agrado,aguantan mi
charla.
Saludos.
"ben"

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben

A mi me puedes pedir que te describa lo que era un perol de aquellos, pero no me pidas por favor que te diga como lo elaboraban.

Eran nuestros padres por regla más que general los que se encargaban de ello.

A media mañana, se ponían unas sardinas asadas (las salchichas) no existían.

Y al pasado el mediodía, se guisaba el arroz. Casi siempre arroz. Unas veces con carne de magro de cerdo, con pollo, o con carne de conejo.

El mareo era fundamental, y en el refrito, entraba:

El pimiento, un casco de ajo, y muy poca cebolla. Se le echaba un poco de aliño, pimienta, azafrán en su hebra, y su poca sal.

Cuando ya está un poco dorado este apaño, se le echa el tomate, y se revuelve a fuego lento.

El tomate debe superar el volumen de lo que hay en el perol.

Cuando ya se estima que está todo bien refrito, se echa la carne, y se le da varias vueltas con todo el refrito.

Lograda una masa homogénea en el color, se le echa la carne, y se revuelve todo hasta conseguir una especie de masa homogénea. Logrado esto, se le echa un vaso de vino blanco, y se le da vueltas hasta que se logra "que se desprende un sabor agradable" del perol.

A renglón seguido se le echa agua, hasta cubrir todo (carne y refrito)
hasta que hierva todo por igual por espacio de unos minutos.

Cuando el perol es un hervidero, se echa el arroz, a puñado y pico por cabeza de los comensales. Y se deja hervir durante unos veinte minutos.

La superficie del perol, tendrá que hervir toda y por igual. Antes de que termine se le echará colorante y si se puede se le estrujará medio limón.

Se apartará con caldo suficiente y se dejará fuera del fuego reposar.

Si lo comes disfrutaras de lo que es un perol cordobés.

Saludos amigo Ben.



gENiUs dijo...

Muy buenas

Gracias por esta aportación.

Estoy haciendo un catálogo de cavidades en Córdoba, y busco algunas cuevas por la zona de Carretera de Alba. De momento solamente tengo localizadas las que hay en el Parador de la Arruzafa.

Hablas de las "Cuevas del Guerra" y no tenía hasta ahora referencia alguna de esas cuevas.

¿Dónde quedan?

Gracias, un saludo

Abén Aljama Martínez