CERCA DEL OBISPO BLANCO
En Córdoba para hablar
de Tabernas estuvieron “homologados”, muchas personas, y entre ellas todos los
miembros del grupo Cántico, pues además de ser poetas practicaron el arte de
pasear y disfrutar por las tabernas de Córdoba. De ellos dimanó la agradable expresión,
de que las tabernas eran como SANTUARIOS DEL VINO.
También tenemos que
decir que Francisco Solano Márquez, nos describe acertadamente en un libro, el
entorno de las Tabernas de Córdoba con todo su colorido y detalles singulares.
Desde hace tiempo todo
el "cante jondo" de Córdoba tiene un lugar de referencia como es la
Peña el Rincón del Cante, que fundara Rafael Ruiz, ya que por ahí han pasado la
mayoría de cantaores importantes que o eran de Córdoba o vinieron a Córdoba.
Sería interminable el número de buenos artistas que en su especialidad del
cante, del baile y la guitarra han pasado por la citada Peña de Villarrubia.
Pero tenemos que decir que cuando aún no existía esta Peña, en Córdoba también
se cantaba por las TABERNAS y en otras Peñas, quizás más sencillas, pero
también muy entrañables.
Y es que, entre los
cordobeses que amaron el mundo de las Tabernas, con sus tertulias, sus copas y
sus medios, no podemos olvidar a Manolo Carreño. Este hombre fue un cordobés
que vivió, conoció y disfrutó todo ese mundo de las tabernas como pocos.
Incluso desde los distintos medios de comunicación llegó a tener “su novela
semanal” sobre estos lugares en donde se tomaba vino. Carreño, fue un hombre
irrepetible en aquellos tiempos, que lo mismo traía a Córdoba a su amigo García
Lorca, para que en compañía del joven poeta cordobés Álbariño, presenciara la
“recogida” de las Angustias en su marco incomparable de San Agustín, que se
tiraba un par de días “tieso” refugiado en el “despacho sótano”, que en la calle
Cruz Conde, poseía, Agustín Fragero, (El Caballero de la noche), el cual, con
la sola compañía de su inseparable galga “La Piñonera”, acogía a todos los
“tiesos y desvaídos”, que circulaban por la noche cordobesa sin un duro. Este
Manolo Carreño tiene una frase muy singular que dice: "No hay peor
desaliento para uno, que estar "tieso" y encima que veas el cartel de
"PROHIBIDO CANTAR BIEN O MAL". carteles que empezaron a aparecer por
algunas Tabernas a principios de 1960.
Manolo Carreño, fue
militar y al parecer la profesión la tuvo que dejar por incompatibilidad con su
forma de ser. De su carácter de castrense lo único que heredó fue su capacidad
para usar el sable, ya que casi siempre andaba dando “sablazos”. En una ocasión
se encontraba en el Bar de los Cuernos (El Hispania Royal), y le preguntaron:
“Manolo, tú no tienes patrimonio que vender?”, a lo que él contestó: “Sólo me
queda el mausoleo familiar y eso no es material fungible”.
LA TABERNA EN LOS
BARRIOS
La taberna en los
barrios populares por aquellos años 1945-1960, se comportaban como auténticos
“sofás”, muy apropiados para el psicoanálisis y la terapia de los trabajadores,
que una vez terminada su agotadora jornada laboral, le decían a la “mujer”:
“Niña que voy un rato a leer el periódico”. Muchas veces el hombre se marchaba
a la taberna, para no estorbar a la mujer en las labores que esta realizaba en
su estrecha vivienda. Al llegar a la taberna se encontraban con otros clientes
habituales, que bien por estar parados, jubilados o dados de baja, permanecían
mucho más tiempo a pie de mostrador. En las tabernas había tertulias,
conversaciones e incluso hasta discusiones que eran perfectamente “moderadas”
por el tabernero de turno. Al no existir el televisor, era el cartón verde,
azul o color salmón, con los resultados de fútbol, la “pantalla ideal” que
servía como motivo de todas las discusiones.
CASA “PEPE LA FILA”
Esta pequeña Tabernilla
estaba en la calle Ruano Girón (esquina con la calle el Trueque). El bueno de
Pepe, (José Bejarano Meléndez) después de probar varios negocios, entre ellos
la pescadería, la carnicería y otras intentonas, puso una pequeña
taberna, para que la atendiera su hijo Antonio, que se encontraba en el
paro. Allí con su familiaridad, logró una clientela de amigos que le fue fiel
durante bastante tiempo. El paso inexorable del tiempo hizo cambiar las
circunstancias y Antonio “la Fila”, cerró la taberna y se marchó a trabajar a
la Universidad Laboral de Málaga.
Esta taberna
permanecería abierta unos quince años y por ella pasaron muy buenos clientes
teniendo que destacar “Al Cojo "CONDE”, que cantaba y tocaba la guitarra,
cada vez que se animaba. Era un placer verle desplazarse en su pequeña moto,
con el cante y la guitarra al hombro.
También pasaron por allí
un tal Urbaneja y Pablo "EL BIZCO", que cantaba de maravilla las
colombianas. Más de una vez se presentó en la taberna el singular "AUTOMOTO",
al que había que invitarlo y además darle siempre algo, para que cantara.
Muchas veces y desde Casa de Millán, se dejaba llegar por allí “El Talegoncito”
(sobrino de María Zamorano la “Talegona”), que cantaba de forma exquisita.
Aunque más jóvenes,
alguna vez entraron en esta Taberna por su afición al cante, José Mª Campos y
su amigo Paquirri, allí se juntaban con su amigo José Sierra, otro buen
aficionado al cante. Por cierto, que el amigo Campos, me comentaba, que un día
fueron a casa de su amigo Sierra, en la Calle Frías, muy cerca de la antigua
“Atarazana Municipal de perros” y se quedaron asombrados de que su amigo del
alma, no tenía ni sillas para sentarse en su pobre casa. Allí su “espléndido
sofá”, era un simple cajón, y hasta como mesa tenía un bidón de aquellos de la
leche en polvo americana. Nunca se pudieron explicar como el bueno de Sierra
tenía ánimos de querer escuchar cante flamenco.
CASA MIGUEL COSANO
Casa Manolo Armenta, era
la Taberna puntera del barrio, pero en casa Miguel, era donde se refugiaban los
que querían cantar y beber vino bajo la tolerancia de esa pequeña gran mujer
que se llamaba Candelaria y que era la esposa del Tabernero. Allí se
concentraban una serie de clientes que casi todos eran forofos de aquel
Atlético de Bilbao de entonces. Unos eran los hermanos Federico, Antonio y
Miguel Morrugares, “Los cocos”, también entraban los hermanos Ríos, los
hermanos Rafael, Paco y Pepe Misa y como no Rafael Fimia, Rafael Barrilero,
Diego Villarejo, los amigos Paquirri y Parritas y Vicente Soler, entre los más
destacados. Allí muchos domingos se planteaban sesiones de cante al pie de
aquel mostrador de azulejos verdosos, a los que les chorreaba el “sudor
del tabaco”.
El cante en esta Taberna
lo protagonizaban un joven Manolo Vargas, otro era “El Paquiro”, pero
también lo hacían, Pepe Misa “El mortera”, Eugenio “El pildorito” y Juan “El
azu-quiqui”, entre otros. Miguel el Tabernero era un hombre con poca suerte,
pues a pesar de tener en su mujer Candelaria, a una excelente cocinera,
se tuvo que marchar a Madrid, a principios de los años sesenta, porque el
negocio no funcionaba. Lástima, porque por ese tiempo fue cuando el tapeo se
puso de moda en todas las Tabernas de Córdoba. No cabe duda, de que aunque su
mujer guisara muy bien, el no servía para el bar, pues no tenía recato alguno
en tener unos enormes dedos coronados con unas uñas “muy negras”. Además tenía
la costumbre de sacarse de vez en cuando los mocos de la nariz con esos enormes
dedos. Al poco tiempo de marcharse a trabajar a Madrid, volvieron por
Córdoba, (1965), para presenciar un partido Córdoba-Real Madrid, y pudimos
comprobar que el otrora “forofo Atlético”, ahora volvía siendo hincha del
Madrid.
TABERNA "LA PALOMA"
Esta Taberna, compañera
de esquina de la Fuente de la Piedra Escrita, era el lugar a donde acudía mucha
gente del Barrio de las Costanillas y sus alrededores. Ya hemos dicho en otras
ocasiones que durante el día en esa Taberna de la "Paloma" se jugaba
a la lotería, en la que los cartones se “apuntaban con chochos secos”. Esta
lotería la cantaba el zapatero “El Sopo” que siempre se desenvolvió por esos
lugares. Los Curro Roldán, Manuel Maldonado “El Mangui”, los Hermanos Salva,
Los Gordillo, Los Ojeda, Los Calderón, Los Larrea, los Salazar, etc. etc. Eran
asiduos a esta taberna, al igual que mucha gente en general de aquellos
contornos.
Había un zapatero que
tenía su banco de trabajo en los portales de la Corredera, que se llamaba
JUANITO CALA, y que vivía en el Alcázar Viejo. Cantaba como los mismos ángeles.
El frecuentaba esta Taberna acompañado de su amigo Juan de Dios, y eran muchos
fines de semana los que les daba hasta las cuatro de la mañana cantando. En
aquella épocas (1948), estaba prohibido el que las Tabernas permanecieran
abiertas a esas horas de la noche y menos aún cantando. Más de una vez los
propios municipales dejaban sus bicicletas a buen recaudo y se sentaban a oír
el cante del citado JUANITO CALA. Otras veces y para que no se disgustaran los Taberneros
cantaba en Casa de Fermín. El hecho de que este simpático zapatero-cantaor,
merodeara por este barrio, es que estaba pretendiendo a una chavala de la Calle
el Cristo, que vivía en Casa de Lola Varo. La negativa de esta muchacha en el
tema de amores, hizo que nuestro zapatero y cantaor, se marchara a trabajar a
las Minas de Hellín.
CASA CASTILLO
En esta simpática y
antigua taberna del Realejo se pasearon muchos cantaores. Unos mejores que
otros, pero en general todos grandes aficionados. Allí solía cantar muy a
menudo Luís Chofles Miranda, que cantaba de forma singular. Muchas veces
coincidió en el cante con su cuñado Mariano Páez. También entraban los mellizos
de la “Casa de Paso” de San Rafael, que bailaban y canturreaban por todo lo que
querían. Curiosamente tenemos que recordar que uno de los mellizos, las pasó
canutas cuando su madre le dio “suero” en sustitución de la leche que
escaseaba. El suero procedía de la leche-aguada que sobraba de hacer los
quesos. La lechera era Rafaelita, la que vivió en la casa del rincón de la
calle el Cristo, al lado del agricultor Gavilán, que por cierto se había casado
con una preciosa mujer gitana. Con muchas dificultades el enfermo superó las
altas calenturas y la infección. Esto lo solía contar el mismo “Melli” cuando
ejercía de barbero en el arroyo de San Lorenzo, en un local detrás de la
sultanilla aquella que formaba el clásico "TACÓN DE SAN LORENZO" y que
era propiedad de la familia del platero Almirón.
También cantó bastantes
veces en Casa Castillo, Ramón de los Llanos, que supo alternar en el cante con
el más pequeño de los hermanos Blanco, de la calle Pedro Verdugo. Alguna vez
que otra también tocó allí su guitarra el “Cojo” Murillo, guitarrista que vivía
enfrente del Cine Astoria, y que enseñó a mucha gente a tocar la guitarra.
El “Cojo” Murillo era el hombre que mejor utilizaba la brillantina para decorar
su ondulada cabeza. Su guitarra siempre formó parte de su impecable atuendo,
que se completaba por un elegante reloj de bolsillo. Su madre Fuensanta, una
excelente mujer que un día, nos facilitó una “botella esmerilada”, para que
pudiéramos comprar vino de a “20” en la “tasca” de Casa Soto, para celebrar el
ascenso del Córdoba a Segunda (1956).
En la Sociedad Plateros,
entraba un veterinario, llamado Rafael Bonilla Vilela, gran aficionado al
cante, a los toros y a los caballos, y que casi siempre estaba sentado en la
ventana charlando con Agustín Jurado. Un día apareció por allí Rafael Lozano,
antiguo empleado de Zafra Polo, y junto al incombustible Victoriano Lozano, se
hicieron unos irrepetibles cantes. Ante la llegada de más clientes, formaron
una animada tertulia, y como tema de la misma se habló de aquellos toros que le
devolvieron en Córdoba al famoso ganadero Victorino Martín, (Mayo de 1984).
Rafael Bonilla, (veterinario de la Plaza), había tenido que rechazar un
toro, ante el cabreo del todo poderoso ganadero de Galapagar. Al parecer
el toro era uno de los más bonitos, por estampa y trapío, además de tener un
pelaje cárdeno, pero le faltaba UN HUEVO, pues lo tenía “sin bajar”. El
veterinario nos comentó que el toro era un animal precioso y posiblemente ideal
para la lidia, por ello el cabreo del ganadero.
A la Taberna "Casa Castillo",
vino el ganadero, acompañado de varios hombres del toro después de buscar por
varias tabernas de la zona, al tal Rafael Bonilla, el cual le había comentado
que él podía “arreglar el huevo del toro”, para que pudiera ser lidiado en
cualquier plaza y en especial en la plaza francesa de BEZIERS.
Efectivamente, de acuerdo con el petulante ganadero, le “descolgó” al toro la
bolsa del testículo y al estar hueca, se la rellenó de un postizo, pudiendo salir
el toro a la plaza con dos huevos. Al toro después de su lidia le dieron
incluso una vuelta al ruedo. .
CASA SOTO
Esta Taberna situada en
el Arroyo de San Lorenzo, enfrente de la Escuela Obrera, de D. Eloy Vaquero, “Zapatones”.
Se podía considerar como una tasca de suburbio, a donde entraban personas un
tanto marginadas y rebotadas de otros sitios. Allí entraban muchos de aquellos
“carreros” que nos sacaban el cajón de la basura de los corrales de nuestras
casas. Por allí aparecían algunas veces el “Leones” que cantaban
maravillosamente por el Sevillano, entraba Antonio el “Cañoneras”, Fidel “El
Revuelta”, el hermano de “Popeye”. (un héroe, de Sidi-Ifni), La taberna era
como especie de un sótano muy mal aireado y de escaso alumbrado, pues parecía
un trabuco en donde lo único que faltaban eran los piratas. Tenía sólo dos
bombillas, eso sí que estaban permanentemente encendidas, pues el local no
tenía ventana alguna. Allí entraba incluso hasta el “Ya queda poco”. Que se
bebía el vaso de vino de un tirón. Pero quizás el cliente más asiduo era
Juanillo Chofles, que si bien su hermano Luís, sabía cantar, el no tenía ni
idea. Otro cliente que también se creía que cantaba, era Manolo Cerezo, que en
compañía del Ángel Fimia, tocaban todos los palos, hasta que se cansaban.
MANUEL MALDONADO “EL MANGUI"
Fue todo un personaje de
las Costanillas. En su calle de la Rinconada de San Antonio, fue vecino de otra
familia muy clásica de Córdoba, las Calderón Trujillo, que durante toda su vida
han estado ligadas a su San Agustín. Este singular cordobés se cansó de cantar
por todas las Tabernas típicas de Córdoba. Cantó en casa del Pisto, en San
Basilio, en Casa Calzaito, cantó en el Bar Chaleco, en Casa Fermín, en Casa
Basurte, en el Bar los Califas, e incluso en casa de Pepe el Habanero, a donde
acudió un día acompañado del famoso Arturo Fernández. y de otro cantaor famoso
como era “Marchenon”, hombre de pelo plateado que se arrancaba a cantar por
todos los palos cuando le facilitaban como mínimo su paquete de tabaco de rigor.
El “MANGUI" actuó
en toda Córdoba, para hacerlo lo hizo hasta en la piscina del Carmen, en donde
deleitaba a los bañistas con su cante y acompañamiento de guitarra. Su gran
amigo el hijo de la “Coneja”, Curro Roldán, en su moto le paseo por todas las
verbenas y fiestas populares de Córdoba. Fue de los primeros artistas
contratados en aquel inicial tablao del Zoco de la Judería. El “MNGUI" amó
a Córdoba, y según decía el betunero “El Conejo”, todos los limpiabotas de la
Piedra Escrita, lo admiraban. Durante su vida cosechó muchas palmas en el mundo
del cante. Cuando ya era un poco mayorcito, decidió probar suerte en el deporte
del Boxeo aficionado, cosechando muchos aplausos en el "CINE CORDOBA
CINEMA" de verano, y en el "CINE IRIS" de la Calle Abejar.
El "MANGUI"
fue un personaje clásico de aquella Córdoba, que desde el "Quiosco de la
Ribera" al "Granito del Oro", era un recorrido en la noche
festiva de Córdoba. Un día fue testigo de cómo su amigo Pepín Moreno, puso pies
en polvorosa a un grupo de matones que molestaban a un amigo en el "Bar
Cabaret Tánger" de la Calle Alfaros, luego un elemento de estos
"armado" de valor y coraje quiso sorprender a Pepín Moreno en el
"Bar CABALLANO" de la Calle San Álvaro, y por poco si está todavía
corriendo y sujetándose algo la "quijada" que la tenía violentada del
tremendo golpe que le pegó el citado Pepín Moreno.
Los últimos tiempos de
su vida los pasó con mucho sufrimiento, pues sufrió la amputación de sus
piernas. Con mucho valor y gallardía se paseó por su Córdoba, en su “carricoche
blanco” que brillaba como el nácar. El decía que le gustaba el "Color
Blanco", porque su madre le anunciaba mucho la "Calle El Obispo
Blanco", que era en donde ella ayudaba a trabajar y ganar unas pesetas
para la casa. No hace falta decir que la "Calle El Obispo Blanco" era
el nombre que recibía antiguamente el tramo de Calle que va desde la Piedra
Escrita hasta principios de la Calle Pastora, y que hoy se llama también
Costanillas.
Falleció en enero del
1994, y sus restos descansan en el Cementerio de la Salud de su amada Córdoba, en
el Patio central y en el cuadro de bovedillas del fondo que separa el
Cementerio del Campo de Deportes que existe en el parque Cruz Conde. En ese
Patio están también don Miguel Castillejo, El Guerra, Lagartijo y Manolete,
entre otros personajes de Córdoba.