domingo, 24 de octubre de 2010

Los encantos del Cine de Verano (I)

Un cine de verano sin chinches es como un árbol sin flor”



El Gobierno de los Estados Unidos, la todopoderosa “locomotora” de la humanidad, se ha visto obligado a actuar ante la petición de las autoridades federales de algunos de sus Estados que están siendo literalmente invadidos por las chinches. Han sido muchas las quejas de caseros, encargados de pensiones, hostales y hoteles, que hablan de que sus clientes de noche no pueden dormir ante las picaduras de esos bichitos que se denominan chinches.

(Son curiosos los caprichos de la naturaleza, donde la humanidad nunca se pudo pensar que iban a cohabitar la chinche, rescoldo de otros tiempos, con el avasallador y moderno móvil).

Los americanos, ante los grandes envites de la Historia, intentan resolverlos poco menos que a cañonazos; y como no suelen dar con la “herramienta” adecuada, obtienen resultados negativos. Se equivocaron en Vietnam. Se equivocaron con Bahía Cochinos. Se han equivocado con Irak, y con toda probabilidad se van a equivocar con Afganistán. La suerte suya es que siempre los escenarios los han planteado fuera de sus fronteras, y con retirarse tienen bastante. Otra cosa es cuando el enemigo se atreve a “picotearles dentro”, y ahí siempre salen perdiendo. Y como ejemplo más representativo están las recordadas Torres Gemelas.

Se creen poseedores de tanta libertad que, incluso, no son cautos ni tan siquiera en los asuntos de su propia seguridad nacional. De una guerra sólo les interesan qué líneas de fabricación han de poner en marcha para abastecer el frente; lo de menos es que consecuencias pueda tener eso para la Humanidad.

Por todo ello auguro malas consecuencias para este país si tiene que combatir una plaga de chinches o piojos, pues al tenerlo todo, curiosamente no están preparados para solucionar las pequeñas cosas.

Por el contrario, aquí en Córdoba las plagas de chinches eran casi permanentes. Sobre todo aquellos veranos, en que el calor de la siesta se alternaba con “rasquiñas” en piernas, brazos y otras partes del cuerpo, sobre todo las posaderas. Este problema de las chinches era especialmente serio en las sillas de anea, que por otra parte se fabricaban totalmente a mano en la Calle Hornillo. De hecho, y por comentarios de un antiguo fabricante, ya había sillas que salían de fábrica con su parte “alícuota” del bichito…

Por eso, se podría decir que la “Universidad” de las chinches eran los cines de verano, con aquellas sillas de palo. En este honor destacaban los cines Astoria, Delicias y Andalucía. Los acomodadores, según fuera el cliente, antes de entregar la silla le daban más o menos zamarreo para que se desprendieran los “animalitos” que pacientemente esperaban entre las anea a que llegara cualquier culo, preferentemente redondo y orondo, para chuparle su sangre. Era entrar en estos cines y antes de pasar el control del portero notabas una sensación de picor. De por aquí sólo el Terraza Magdalena era una excepción a nivel de chinches ya que utilizaba sillas de tijera, no de anea.

Era frecuente ver en estos cines, especialmente en el Delicias, cómo en medio de la función, y con el cine ya totalmente a oscuras, cualquier cliente de buenas a primeras arremetía contra la silla, lanzando toda clase de improperios para contrarrestar los quejidos de su novia o su mujer, víctimas ideales de estos bichitos. Al final la silla terminaba con cada palo por un sitio y el asiento por otro. Normalmente llegaba el acomodador Sr. Carrillo, y con su voz ronca preguntaba: ¿qué ha pasado aquí? Y el buen hombre contestaba. ¡Que las chinches se comen a mi novia! ¿le parece a Vd. poco? Normalmente este tipo de venganza se contagiaba, y roto el hielo, aparecían ya más clientes dispuestos a “maltratar” sus sillas. Así que ante el barullo más de una vez se suspendió la proyección y se encendieron las luces. Después de las risas y consabidos cachondeos, por fin continuaba la película. Todos los días se daban de baja por los menos una docena de sillas…

Con todo y con eso, los clientes antes de elegir la silla primero la “machacaban” contra el suelo, a fin de que se soltaran todos los bichos posibles. Muchas veces, cuando se procedía a esta operación hasta protestaban los grillos que también andaban por allí. Cuando sonaban los tres toques de timbre y se apagaban las luces, las chinches “guardaban” un tiempo de paz, para que acomodaras bien tus posaderas. Pero una vez que la película cogía tensión y estabas participando de su emoción entraban en situación.

Había otro cine en Córdoba, que se llamaba Cine Ordóñez, que tenía un cartelero anunciador muy especial, apodado “El Platanero”. Era un simpático personaje de la calle de María Auxiliadora, de nombre Antonio, y vecino de “Lola la Pecosa” y de “Bimbela el Sastre”. “El Platanín”, como así le llamaban en su casa, era el encargado de pasear como hombre-sándwich para anunciar las películas, pregonando más o menos: “PUEBLO DE CORDOBA, ACUDID SIN DUDAR AL CINE ORDÓÑEZ, PUES ADEMÁS DE LAS MEJORES PELÍCULAS OS GARANTIZA SILLAS LIMPIAS Y SIN CHINCHES”. Estas palabras las decía en voz alta a través de una especie de embudo que hacía de altavoz. Al final del recorrido, a la caída de la tarde, ya estaba “colocado” y sin control de lo que decía, así que anunciaba totalmente confundido “sillas con chinches”. Pasados los años, cansado de todo este trajín, se colocó de sepulturero en el Cementerio de la Salud, y como tenía cierta alma de emprendedor, empezó a cultivar “caracoles gordos” que se encontraba por el tajo.

En el cine Córdoba Cinema pusieron unas sillas metálicas que solían ponerlas delante del telón. Eran las preferidas de muchas damas que no querían que sus posaderas pasaran por aquellas mortificaciones. Por todo ello, este cine era de los más aventajados, pues además era de los pocos que había introducido el adelanto “de vender agua de botijo al chorro”, cuando lo habitual era beber en un vaso que había para todos los clientes del cine. Este vaso obviamente se limpiaba con un trapo, al principio de color blanco, luego de color... indefinido.

Estos “problemillas” se olvidaban cuando todos, como posesos, empezábamos a aplaudir la cabalgada del caballo del “bueno”, que en sus persecuciones heroicas corría un poco más que el caballo del “malo”. Al final se consumaba la venganza y todos terminábamos contentos. Atrás quedaban las chinches, las pipas y el agua bebida en un vaso que posiblemente había estado hasta en la feria. Eso sí, el agua por lo menos no era de pozo, sino de grifo a temperatura ambiente.

… Y el caso es que, a pesar de los pesares e incomodidades, al salir de la “Primera” te encontrabas la puerta de entrada atiborrada de gente para entrar a la “Segunda”. Eran otros tiempos, en donde todos los indios, por sistema, eran “malos”. Tuvo que proyectarse la película “Un soldado Azul” para que este equívoco quedara aclarado para el resto del mundo. Para muchos fue una decepción. Esta película, de Ralph Nelson (1970) se desarrolla en unos paisajes idílicos de Méjico. Tuvo una gran banda sonora, y significó un cambio de actitud “universal” del concepto simplista “El Bueno y el Malo” que hasta entonces nos habían inculcado los americanos por medio de sus películas de cine.

LAS CHINCHES EN LAS CASAS

Era frecuente que en aquellas casas de vecinos se hicieran limpiezas de invierno y de verano. Para ello, los vecinos, de acuerdo con la casera, se reservaban el patio los domingos y fin de semana para limpiar allí sus escasos muebles, la cama y el colchón.

Las vecinas sacaban al patio el colchón somier, que en la mayoría de los casos era de madera. Después los sacudían fuerte contra el suelo, para que se desprendieran estos “animalitos” y que los nenes, con gran regocijo, los aplastáramos con nuestras sandalias hasta no dejar ninguno. Hecha esta operación, la vecina que limpiaba echaba ciertos líquidos anti-chinches en todos los rincones vulnerables del colchón.

Al final, la vecina limpiadora cumplía con su obligación de sacar cubos de agua del pozo y quitar cualquier resto de suciedad. Y para rematar la operación echaba por todo el patio un regado final de Zotal. Este líquido de limpieza, de color blanco, producía un intenso olor que se metía hasta en las comidas que se estuvieran hirviendo en la cocina común de todos los vecinos y que daba al patio. También la ropa colocada en los tendederos “asumía” este olor… que no lo perdía en varios días. Pero aquel olor era como un exponente de limpieza, y por ello a nadie parecía molestarle. Era un olor más que se confundía con el famoso ZZ, que muchos llevábamos por aquellos tiempos incorporados a nuestras cabezas. (En los cines, aquella persona que “llevara” ZZ en su cabeza se notaba por el “redondel” de aislamiento que se hacía en su entorno).

SABOR A CHINCHES

Estábamos en el Córdoba Cinema, viendo la película de ANA, con la singular Silvana Mangano después de haber dejado los hábitos bailando el BAYÓN DE ANA. En un momento de descanso, nos acercamos al ambigú que estaba regentado por la familia de un pelirrojo casi jaro. Allí estaba siendo interpelado por un grupo de “niños bien”, entre los que estaba, según quiero recordar, Alfonsito Gómez. Éstos protestaban porque dos invitadas suyas (uruguayas) habían sido maltratadas por las chinches. El muchacho del ambigú, impresionado por la versatilidad de esta muchachada, llamó al encargado, un hombre bajito con cabeza para un par de sombreros. Después de intercambiar palabras, y entre lamentaciones e incluso risas, ordenó a modo de conciliación que a este grupo de cuatro jóvenes señoritos les facilitaran un Güisqui Dyc.

Fue curioso el trato dado a estos “niños de papá”, porque se quejaron de que a sus “ligues” les habían picado las chinches. En cambio, los del Realejo para abajo nos teníamos que aguantar, y sólo se nos permitía “romper” de vez en cuando una silla como venganza.

Luego, para el colmo, cuando llegábamos al ambigú y veíamos a algún “niño de papá” o platero de turno beberse uno de estos Güisqui Dyc, como nos quedásemos mirándolos mientras nos daban el paquete de pipas o los saladillos que habíamos pedido, nos decía el rubio cabezón que nos despachaba: “Eso que beben esos está muy malo, el Güisqui es una bebida que sabe a “CHINCHES”.

PERSONAJES A LOS QUE NO LES GUSTABAN LAS CHINCHES

En el ameno libro escrito por Alfonso Gómez, “LA CÓRDOBA GOLFA”, se relatan una serie de personajes, lugares y vivencias que nos muestran, bien a las claras, los personajes que en esta Córdoba disfrutaban de la noche en todo su esplendor. Estos noctámbulos, en la mayoría de los casos, se acostaban cuando los ciudadanos a los que les picaban las chinches se levantaban para entrar a trabajar.

Los cordobeses que salen en la Córdoba Golfa, del mencionado amigo Alfonso, sabían lo que era vivir. Lo mismo alternaban en el Camping del Brillante que en el de la Cerca de Lagartijo. Para todos ellos, la vida era la diversión y el pasarlo bien. Había de entre todos estos personajes algunos muy especiales, como un tal García Vives, que al decirle que el güisqui “sabía a chinches” ordenó que todos los días en su mesa reservada de la Segunda apareciera una botella de “Chivas”.

Hace unos días, Rafael “El Gato”, que en su día abandonó las herramientas (era un gran albañil) para alternar con esta gente me comentó que de todos los lugares de la noche, era el local “De los Cuernos” (Hispania Royal) donde te daban el aprobado o no para dedicarte a esta vida. También se daban los burlangas de distintos niveles. Por un lado, estaban los que montaban las partidas de cierto nivel en El Mercantil, en El Circulo, o los miércoles en Casa Castillo (Realejo). Por otra parte, estaban los más pobretones, que se reunían en torno a los dominios del “Maero” (Kiosco de la Ribera). Allí en un local junto a la antigua Iglesia de San Nicolás de la Axerquía, “El Comandante” montaba sus timbas, en las que solían participar de forma destacada muchos camareros una vez que cerraban sus establecimientos.

También había bohemios, como por ejemplo Ricardo Molina Tenor y Juan Bernier, que gustaban saborear las noches de la Ribera en el Kiosco de Pepe Martínez (policía jubilado), por si el gran río les inspiraba un buen soneto. Y un personaje que durante bastante tiempo fue testigo mudo de muchas citas y apretones de manos durante el día fue sin duda “Pablito el de los Piñones”, desde su atalaya de la esquina de la calle de la Plata (junto al Puerto).

A mediados de los años ochenta una buena porción de estos noctámbulos se marchó a las Islas Afortunadas en busca de “nuevo crédito”. Se fueron al “tirón” de algunos empleados del Banco Ibérico que fueron trasladados allí. En Tenerife ya existía una amplia colonia cordobesa, y al llegar, se reagruparon todos en torno al yate Dédalo, que era propiedad de Monerris (antiguo jugador del Córdoba), y que, según todos, estaba montado en dólares. Allí durante unos años, disfrutaron todos lo suyo, seguramente hasta que los “calaron”. A modo de presentación, se organizaron una excursión-crucero en el citado Dédalo, y para hacer algo original se embarcaron todos en la forma en que su misma madre los parió. No fue la vergüenza que pudieron pasar lo que les hizo reaccionar. Fue el comprobar el tamaño ridículo de sus cacareadas vergüenzas lo que determinó que la mayoría se dieran cuenta que su posible “jubilación” estaba a la vuelta de la esquina. Quizás por ello algunos pensaron en trabajar o hacer algo provechoso. Fue tanto el tiempo dedicado a la diversión que, según Rafael “el Gato”, la mayoría tienen una pensión no contributiva… de esas que "huelen a chinches”.

Finalmente, quiero expresar que por haber aguantado las “chinches” y no haber disfrutado del mundo que recrea en su “Córdoba Golfa” el amigo Alfonso Gómez, por haber trabajado tantas horas, colaborando con ello a que entre todos se pudiera costear en este país UNA ABULTADA CLASE POLÍTICA (Rey incluido), pido por favor al Presidente del Gobierno, que si ya no nos puede quitar las picaduras que nos hicieron las dichosas chinches, procure al menos respetarnos los PACTOS DE TOLEDO que son la garantía de las pensiones de los que no hemos hecho otra cosa nada más que trabajar.

domingo, 17 de octubre de 2010

La cara de la noticia o la noticia del "cara"


"Los trabajadores tienen que saber que para mantener su puesto de trabajo el producto o el servicio que salga de su empresa tiene que ser competitivo. Si no se aumenta la productividad, y si no se tienen los costes salariales adecuados, la empresa acaba cerrando, y ese trabajador que quiere cobrar más al final no acaba cobrando más que el paro", ha asegurado Díaz Ferrán.
Añadió que "los empresarios ya están ganando menos, e incluso hay muchos que ya están perdiendo", pero están "dispuestos" a cumplir el acuerdo sobre negociación colectiva en vigor hasta 2013, que prevé incrementos salariales no superiores al 1%. Y pidió a los sindicatos que "se pongan las pilas" y "cumplan" dicho acuerdo de negociación colectiva, porque cuando se firmó "ya se sabía lo que iba a pasar".

Estas son las declaraciones oficiales de Gerardo Díaz Ferrán, y como es natural han sido replicadas por instituciones que están para eso.

UGT lo tachó de "impresentable y caciquil" y CC.OO calificó de "desvergüenza" las declaraciones del presidente de los empresarios, al tiempo que cuestionó su autoridad "moral" por conducir a la "ruina" a sus empresas y por "no pagar a sus trabajadores".

José Manuel González-Páramo, del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, ha precisado las declaraciones del presidente de la CEOE, asegurando que “no se necesita trabajar más”, sino “mejor y ser más productivos”, a lo que añadió que “si, finalmente, ello supone trabajar más horas dependerá de lo eficiente que se sea con el uso de la tecnologías”.

Para cualquiera que pudiera leer esto creerá que ya está todo dicho. Pero no, hay más complejidad que parece.

Todas estas declaraciones merecen una oportuna matización, y llevarlas a su contexto adecuado. Suponemos que el Sr. Díaz Ferrán (lo de Sr., quizás sea excesivo) se referirá a las grandes empresas, que son las que él dice representar.

Pues bien es raro que toda esta verborrea que Vd. refiere de pérdidas, producir, trabajar más, etc. la diga tan a la ligera.


Ramón Tamames, en su libro editado en 1968, LOS MONOPOLIOS DE ESPAÑA, nos desgrana perfectamente la “interconexión” que existía entre los CONSEJOS DE ADMINISTRACIÓN de nuestras grandes empresas, puesto que había gente que, por la importancia de su “paquete de acciones” optaba a más de una representación. Estas representaciones, por lo general limitadas a asistencias como oyentes a reuniones “deliberantes” con sus correspondientes dietas y pluses, les suponen unos grandes emolumentos, con independencia de que la empresa gane o pierda. Hay ejemplos que incluso han salido en la prensa referidos a algunos consejeros del BBVA de primas millonarias. O Arturo Romaní, aquel consejero bonachón del Banco Español de Crédito, coordinador del equipo ciclista BANESTO, que cobraba (según dijo él mismo) unos 120 millones de pesetas al año.

En el libro, el mismo Ramón Tamames, confeccionó una fórmula polinómica, a través de la cual podía saberse el capital que tenía cada consejero y los ingresos que por ello percibía. Hasta el presidente Obama, en su plan de conseguir que la economía americana sea más fuerte y más competitiva, ha pedido que los miembros de los Consejos de Administración no perciban las enormes cantidades que reciben. A veces por un simple “trabajo” de apoyar una votación o por negarla. Y repetimos: con independencia de que la empresa gane o pierda.

Hablando claro, Sr. Díaz Ferrán, pedir que la gente trabaje más siempre es saludable, y bueno para un país; máxime si la gente a la que se refiere es a la que NO DA UN PALO AL AGUA. Por lo tanto esa petición, matizándola de forma correcta, puede pasar. Pero es insultante que lo diga usted de forma genérica, porque le voy a decir lo siguiente:

¿Conoce usted, por ejemplo, a Florencio Ruz Castillero? (65 años)

Este trabajador de cerrajería metálica lleva trabajando desde los 14 años, cuando empezó a trabajar en Talleres de Perfecto Sillero, de la calle Altillo. Allí, desde primera hora, se entregó de forma total a su profesión, que llegó a dominar completamente en todas sus facetas. Ha hecho ventanas, rejas forjadas, rejas emparchadas, balcones, puertas, cancelas, estructuras, naves, etc. Y en tal cantidad, que todos estos despieces, formando un montón, podrían llenar tres o cuatro campos de fútbol como El Arcángel. Fue un trabajador que, durante toda su vida, tuvo un absentismo CERO. Ha encarado toda clase de faenas, por muy difíciles, pesadas y desagradables que fueran. Siempre ha desarrollado su ritmo al máximo, porque para él no había términos medios. Nunca le dijo no a las alturas, ni eludió hacer equilibrios por los andamios más complicados. Pero es que, además, ha sido un elemento noble y leal. Siendo siempre solidario con todos sus compañeros.

Correcto, educado y siempre respetuoso, ha hecho obras importantes, como las instalaciones del Cabril, la remodelación del Gran Teatro, la estación del Higuerón, el Banco de Bilbao, la Plaza de la Corredera. Un montón considerable de naves y miles y miles de viviendas anónimas. Y en todos estos trabajos, con un protagonismo propio del que es capaz de rendir al máximo.

Hoy si no se ha jubilado, estará a punto de hacerlo. Con una pensión posiblemente inferior a los mil euros, las espaldas hechas polvo, y todos los huesos deshechos. ¿Cree usted Sr. Díaz Ferrán, que a este hombre va dirigido su mensaje? ¿tiene usted el desahogo necesario para decirle algo a este trabajador?

Por favor, dígaselo usted claramente a esa especie de “mafia de rufianes” que sin pegarle un palo al agua, léase “muchos consejeros que hay actualmente, incluidos los de sangre especial”, sin hacer prácticamente nada por este país se llevan sueldos anuales que superan perfectamente lo que este hombre habrá ganado honradamente en treinta años.

Señor Díaz Ferrán, y miembros del gobierno que sea. Recordad que nuestro amigo Paco Muñoz, el del estupendo blog “NOTAS CORDOBESAS”, recientemente ha citado un simpático juego que existía por los años, hace ya bastantes, en que éramos jóvenes: “EL LÁTIGO”. Era un juego en el que todas las ventajas recaían en los que estaban “los primeros en el impulso”. Los que lo pasábamos mal éramos los que estábamos a la punta del mismo. De esta forma, al dar el “latigazo”, salíamos disparados a estrellarnos con toda seguridad, peligrando incluso nuestra integridad física. Por favor, que el que está produciendo y cumpliendo de verdad, desde el puesto que sea, no sea siempre “EL ÚLTIMO DE ESTE VERTEBRADO LÁTIGO”.

Porque en este tentáculo salvaje que es la Economía, hay zonas siempre a salvo, formadas por instituciones, gente oficial, enchufados varios y privilegiados, que muchas veces debieran “turnarse” en la cola del látigo. Para que experimentasen en sus carnes las injustas sacudidas en el mundo del trabajador, víctimas inocentes de cualquier “latigazo” de los de arriba.

sábado, 9 de octubre de 2010

Los tramposos y tunantes

SACAR “PÍO”

Los tramposos y tramposillos han existido siempre, desde nuestra tierna niñez y en nuestros juegos, a todos o casi todos nos gustaba hacer algo de fullería, bien es verdad que eran juegos de poca trascendencia, pero que conste que a todos nos ha gustado siempre “tener ventajas” en cualquier juego o distracción.

De esta forma y cuando jugábamos al trompo, a aquello que se llamaba “UNA PÚA”, cuando intentábamos alejar el trompo para que el que venía detrás no le diera tiempo para darle su toque preceptivo, en vez de alejarlo dándole con el propio trompo, “LO ARRASTRÁBAMOS”, muchas veces con la mano y lo llevábamos al quinto pino, haciendo perder al que venía detrás.

Pero era más simpático el “sacar pío”, Efectivamente cuando jugábamos a las bolas (nunca se dijo aquí canicas), había amigos que eran muy hábiles y solían dar mecos” siempre de primeras, con lo que ganaban una bola. Otros teníamos necesidad de tirar y aproximarlas a la medida de “una cuarta”. Pues bien para hacer esto había algunos que “sacaban pío”, es decir “se volcaban” levantando los pies sobre la posición de la bola, y echando el cuerpo hacía adelante, con lo que consolidaban el “Pío”.

OTROS TRAMPOSILLOS

Recuerdo que íbamos al fútbol en aquellos tiempos en que al Córdoba le decían el Madrid pequeñito. Era una época en que todos los domingos se llenaban el antiguo Estadio del Arcángel (1955-1962). El fútbol empezó a costarnos en la localidad más popular Gol Norte (no existía el Sur) dos pesetas y diez céntimos. Los diez céntimos eran para el fútbol modesto. Ir al partido de la semana era un espectáculo irrepetible. Eran los tiempos en que el Bar de los Mochuelos, el 6, el Bar Gol, no daban abasto en expedir cafés. Ya en el campo de fútbol, se disfrutaba sobremanera cuando el simpático Pepe Conde (cordobés de todo corazón) nos obsequiaba con su cornetín saludando en plan de aclamación cariñosa hacia el público cada vez que el Córdoba hacía algo importante.

En aquella localidad, la más popular del estadio, donde el partido se veía de pie, se podía contemplar cómo todos los domingos “El dientes Chindo y “Carlos el del volcán”, con un mandil a modo de bolsa, solían rifar todo lo que se les ocurría, en los preámbulos y descansos del partido. Estos dos elementos eran unos clásicos del “engaño” pues la rifa siempre solía caer en donde ellos querían. Y si tú preguntabas "¿A dónde ha caído?" ellos te decían: "Allí, al fondo"... y siempre, salvo raras excepciones, la rifa había caído en el lado opuesto al lugar en donde se le preguntaba o pregonaban la misma.

Luego, y en el mismo ambiente del fútbol, estaban aquellos “porteros” como José Bodoque Ruiz, que era capaz de llenar la Tribuna lateral derecha de gente de Westinghouse. Todas estas personas se presentaban en la puerta en donde estaba “el portero Bodoque”, y el hacía el simulacro de romper una entrada ficticia.

LOS ESTAFADORES DE LA LIBRETA.

En aquellos años de oscuridad y penuria surgieron muchas “tiendas salvadoras” a las que ibas y te daban “fiado”. Esas tiendas, por lo general, y después de que te daban las cosas con la calidad que querían, a la hora de apuntar de “diez me llevo cinco”. Tú madre a principio de mes te enviaba con lo que ella tenía anotado en su libreta... y llegabas allí y siempre faltaba dinero… Es que falta este apunte, es que allí nos equivocamos... Total, que siempre quedaba un piquillo.

Lo más usual era que los tenderos sólo te reclamaran la "deuda" dentro de su establecimiento. Pero recuerdo el caso de una tendera llamada La Transi que tenía la desfachatez de presentarse en tu casa cuando el patio estaba lleno de vecinos, cada uno en su trabajo. Unos en las pilas, otros tendiendo la ropa, otros sacando agua del pozo, o regando las macetas. El objetivo de esta "buena" sra. era llamar la atención públicamente a la “deudora” delante de sus vecinos, para que abochornada tomara conciencia de pagar.

Fueron famosas en el trapicheo de cuentas, La Hermosa”, “Casa Pepe”, “Casa Juanito, “Casa Amparito” y la citada Transi”. Y las cuentas se llevaban por partida doble, una libreta para el cliente y otra libreta para el establecimiento. Quien hacía los números siempre eran ellos, y lo más emborronados posibles. Muy pocas veces las cuentas de una libreta coincidían con la otra. No era cosa de que los pobres clientes presentaran reclamación, pues entonces se le retiraba el crédito. También, posiblemente, existiría gente honrada, pero había que buscarlos con una lupa.

Y todo en un entorno donde no todas estas “situaciones” de precariedad eran debidas al bajo nivel salarial o a problemas parecidos. Había también situaciones en que los hombres de la casa, como era muy común en aquellos tiempos, se quedaban con la mayoría del sueldo para ellos. Así, el cabeza de familia, incluso con cuatro, cinco o más hijos, se quedaba con un 70% de lo que ganaba para "sus gastos", dejando sólo para el mantenimiento de la casa un 30%, y con esta menguada suma la mujer tenía que "arreglárselas" y sufrir penurias en las tiendas. Estas situaciones eran muy frecuentes, por desgracia, en aquellos barrios populares.

HOMBRES TUNANTES

También en aquellos tiempos de poca luz, cualquier persona que fuera osada, un poco caradura y algo tunante, se convertía en gente de mucho poder.

Rafalito “El boticario” era un hombre que creció como mancebo en la farmacia de los Villegas de la Plaza de la Almagra, y eso quieras que no, a él se le antojó cierto nivel de importancia. Hay que tener en cuenta que llegó a tener una gran amistad con uno de los Villegas que tuvo cierto aire de “niño bien”, fama de algo alegre, y que murió en el año 1956, en un desgraciado accidente al chocar su coche con un camión en la Cuesta de Rabanales. Recuerdo que el coche del suceso estuvo un par de días en la puerta del Cuartel de la Guardia Civil de la Magdalena, y en él quedaron perfectamente reflejadas las huellas de sangre de él y de la muchacha que le acompañaba.

Rafalito, como así le llamaban siempre, era persona agradable y dicharachera. No le negaba nada a nadie, pero bien es verdad que en el negocio de la farmacia hizo auténticos malabares con las recetas y daba gato por liebre. Fue uno de los primeros que daba artículos de belleza, tintes del pelo y demás potingues-cremas por presuntos medicamentos. Si el famoso cirujano D. Antonio Sánchez levantara la cabeza quedaría asombrado de ver que talonarios enteros suyos, con su firma, real o falsificada, y en contra de su voluntad, servían para cambiar el “importe de importantes medicamentos” por productos banales de recuperación de la belleza pérdida.

Afortunadamente la Seguridad Social estableció el dúo “Receta-Etiqueta” que evitó estos abusos de personas que claramente perjudicaron al país. Eso no quita para que el citado Rafalito, tuviera buenos golpes, cuando por ejemplo te decía: “NO LE DES A TU HIJO PERLAGON SI NO QUIERES QUE LE CREZCA LA CABEZA como al hijo de…fulano y no tenía inconveniente de dar el nombre de cualquiera.

LAS TRAMPAS EN EL ACEITE

(EL 23 DE FEBRERO DE 1981)

Eran las siete de la tarde, y estábamos en el “Valle de los Buitres”, un pseudo-polígono industrial detrás de la Gasolinera de San Carlos, allá al fondo del camino y junto el arroyo de Rabanales que allí linda con la alameda del Tiritar. Ya se conocía el jaleo de lo que estaba pasando en el Congreso de los Diputados con la entrada del coronel Tejero y sus guardias civiles. Pero allí en el Valle, con ser importante este problema, estábamos los “habitantes” de aquellas naves viendo cómo resolver "otro" problema, el mal olor que infestaba la zona por culpa de los pitracos y restos de carne sobrante que unos operarios con una furgoneta acumulaban de forma indiscriminada todos los días en una nave.

Después de darle varias veces las quejas al dueño de aquel pseudo-polígono, D. Rafael Jurado Díaz, sin respuesta, estábamos preparando un pliego de firmas para llevarlo a Sanidad. El olor a carne podrida era insoportable y por debajo de la puerta de la nave salían hasta gusanos. Pero lo peor fue que luego nos enteramos que esa nave pertenecía a una empresa de Aceite de Oliva, que utilizaba aquella carne podrida para añadir grasa a la mezcla. Estos sres. (por nombrarlos de alguna manera) llevaban unos monos azules con un anagrama en color blanco que los identificaba: "Aceites…" Después de aquellas denuncias, por fin quitaron aquel macabro y podrido almacén. Afortunadamente aún quedan bastantes testigos de aquella denuncia. Entre ellos podemos citar a Unión Cerrajera, Losada Wic, hermanos Ruz Castillero, Talleres Emilio, Talleres Alejandro, etc. Los sres. de esta empresa, del mono azul con anagrama blanco, sí que hacían trampas asquerosas con un alimento fundamental como era el Aceite de Oliva. Yo redacté el escrito para Sanidad.

EL CURA TRAMPOSILLO

En el año 1954 llegó a la parroquia de San Lorenzo un cura que venía de ser “cura obrero” en aquella sufrida y legendaria Porcelana (Supe). Venía de tierras del norte y se presentó a unos exámenes para acceder a una plaza de párroco. En el acta final de los exámenes, según publicó el cura Moreno, ocupó uno de los primeros puestos; por cierto, sacándole mucha ventaja en puntuación, entre otros, al artífice de “La Moderna Cajasur” (¿) que también concurrió a aquel examen y por la "regular" puntuación que obtuvo se tuvo que ir de párroco a un pueblo...

La llegada de este joven cura a San Lorenzo significó muchos cambios positivos en todos los órdenes. Reactivó totalmente la Iglesia, e hizo que mucha gente se identificara con la vida parroquial. De entrada fue espléndido, desinteresado y dado a los demás. Incluso sus ancianos padres que vivían con él (dos maravillosas personas) le pidieron que su casa tuviera algo de privacidad. Una prueba de que su casa era de todo el que llegaba era en el estado en que llegó a estar la propia solería, pues al andar por ella todas las losas estaban casi sueltas. Haciendo caso de sus padres, arregló su casa.

Pero, a mí, que era monaguillo, me hizo alguna “tunantada” por llevarle la contraria en alguna cosa que dijera. Una vez (yo tenía 13 años) me llegó a encerrar en el corral de su casa, donde me tuvo una hora en un habitáculo a oscuras, y en el que notaba que incluso me pasaba alguna rata por encima de los pies. A la hora aproximadamente mandó a otro chaval a que me abriera la puerta. Al comentarle este incidente a mi madre me dijo: “Qué quieres que hagamos hijo, las doce pesetas que te da al mes se necesitan en la casa.”

Este hombre hizo algunas trampillas más. Después de que se marchó de la Iglesia por haberse secularizado, durante bastante tiempo siguió utilizando un teléfono del Hogar Parroquial (ubicado en el Cerro de la Golondrina). Aunque este edificio estaba totalmente abandonado no se había dado de baja la línea, y él, conocedor de que estaba allí, siguió utilizándola como servicio para su propia empresa de transportes.

Por último, lo más anecdótico y osado, fue lo que le hizo a su sufrido sacristán, que después de que lo tuvo siempre como lacayo, entre amenazas y más amenazas de despido, el último sueldo se lo pagó CON DINERO FALSO.

sábado, 2 de octubre de 2010

Los nuevos jubilados


Hace unos días, al pasar por la Plaza de Capuchinos, coincidí con un jubilado que conocía desde hacía mucho tiempo. Inevitablemente, intercambiamos un saludo y fuimos charlando hasta la Plaza de las Dueñas; al llegar allí, mi acompañante me invitó a café en el Hogar del Pensionista.

Yo nunca había entrado en dicho Hogar, y mi sorpresa fue mayúscula al ver tantas personas. Había jubilados de prácticamente todas las grandes empresas de Córdoba: Asland, CENEMESA, Carbonell, la Electro Mecánicas, Telefónica, RENFE, etc.

Puesto a observar, me llamó la atención sobremanera la armonía que allí se respiraba en los grupos que había formados. Unos probaban suerte en juegos de azar, otros entablaban tertulias, otros leían y algunos se dedicaban simplemente a contemplar el conjunto. También había, lógicamente, algunos que dormitaban. En aquel cuadro se apreciaba esmero, corrección y confianza, ya que todos los jubilados procuraban comportarse de la manera más “jovial” posible. Con sus vestimentas, con su aspecto personal en conjunto, intentaban demostrar que el paso del tiempo no hacía mella en sus personas, ni en sus edades.

Pero entre las cosas que más me llamaron la atención había una que destacaba sobre las demás: los jubilados “más jóvenes” se veían más cansados, más estropeados, más sufridos y más ansiosos de olvidar. Este grupo lo formaban aquellos jubilados “antes de tiempo”, todos estos prejubilados que últimamente están pariendo, y han parido, la mayoría de las multinacionales, las empresas en crisis y las que cierran totalmente.

Cada vez más interesado, entablé conversación con una de estas personas que se encontraba a mi lado en la barra del bar, y que era de la Westinghouse.

Por su aspecto representaba 70 años; por sufrimiento más. Realmente sólo tenía 54 años.

Lo que me dijo, voy a tratar de transcribirlo:

Yo vengo de una empresa en la que, como en tantas otras, nos han estado prejubilando, nos están “dando largas” en cuanto cumplimos los 52 años. A nosotros –siguió-, nos ha tocado vivir una última etapa de nuestras empresas donde la angustia y la inseguridad nos han hecho envejecer a marchas forzadas.

En esta última etapa que hemos vivido nos hacían experimentar la sensación de que “perdían” beneficios por culpa nuestra.

Hemos vivido unos tiempos en que parecía imperar una auténtica Ley de la Selva. Una baja, fuera por enfermedad o muerte, era una baja que se “aplaudía”. Se despreciaba a la persona, su entorno y su problemática. A la empresa lo único que les interesaba eran las reducciones de plantillas, fueran como fueran.

Nos ha tocado vivir una época en donde todos hemos aparecido en decenas de listas y relaciones, para otros tantos expedientes de suspensiones temporales, intentos de despido y reducciones de jornada.

En definitiva, hemos vivido unos tiempos en los que el excedente de plantilla era la “tapadera” para justificar la no rentabilidad de la empresa.

Hemos padecido cómo se nos ignoraba. Cuando volvíamos de cualquier baja, expediente o ausencia, nos encontrábamos que nos habían quitado hasta la mesa o el banco de trabajo. Ya no contaban con nosotros para nada.

Hemos podido comprobar, al final, como después de casi cuarenta años de trabajo, éramos los primeros en estorbar. Es lamentable, pero es verdad. Sabemos que hemos envejecido, que estamos quemados, pero al menos damos gracias a Dios por estar vivos. Y digo esto, porque muchos compañeros han muerto por el camino


Después de escuchar a este hombre me di cuenta de verdad de que estaba en un Hogar del pensionista, me di cuenta de que los jubilados son unas personas que lo han dado todo en el trabajo, en la sociedad y en la vida.

¡Cuántos madrugones, cuántos fríos, cuántos calores! ¡Cuántos desvelos…! ¿y para qué?.. Que si el incentivo, que si el convenio, que si la huelga… ¿y para qué?.. Tanto luchar, tanta fidelidad… ¿y para qué?

Lamentablemente, llegado el momento, cuando llevas tanta experiencia acumulada y te encuentras en perfectas condiciones de rendir favorablemente, para crear riqueza y generar impuestos, llegan y te dicen que sobras, que te tienes que ir, incluso perdiendo una cantidad importante de tu poder adquisitivo. Con cincuenta y pocos años ya eres viejo. Molestas.

… Atrás quedaron aquellos papeles de protagonismo que los Comités de Empresa, dominados en su mayoría por el Partido Comunista a través de Comisiones Obreras, se atribuían.

A modo de ejemplo y recordatorio, podemos traer aquí algunas palabras del líder del comité de empresa de Westinghouse, que en una asamblea celebrada en la fábrica en 1977, poco más o menos dijo: “NOSOTROS LOS SINDICATOS Y LOS TRABAJADORES TENEMOS QUE INCIDIR EN LA DIRECCIÓN DE ESTA EMPRESA, PARA QUE SU FUTURO DEPENDA DE NOSOTROS”.

Por supuesto que al bueno de Manolo Rubia, entonces presidente del Comité, no hay que hacerle responsable de aquellas palabras ni echárselas en cara. Hablaba y actuaba de forma coherente con su pertenencia al Partido Comunista, entonces plenamente enfrascado en la vorágine de las elecciones políticas que a nivel nacional estaban por celebrarse, donde además creían firmemente que era perfectamente posible el advenimiento de Carrillo y sus compañeros al poder.

Efectivamente, los comunistas, con el propio Carrillo a la cabeza, se creyeron que su capacidad de “dominar las asambleas en las empresas, las manifestaciones de la calle, su demostrado protagonismo como único partido en torno al cual se concentraba toda la oposición al franquismo, etc.” les iba a reportar “UNA OPCIÓN CLARA DE FORMAR PARTE DEL PRIMER GOBIERNO DEMOCRÁTICO”.

Pero los acontecimientos seguían ya otro rumbo, aunque muchos aún no lo sabían o no querían ser conscientes. Se empezó a ver claro que, gustase o no, a la economía, como al campo, no se le podían poner puertas. Por ello, a pesar de toda aquella importante presión sindical que se ejerció por aquellos años, la Westinghouse, como tantas otras empresas, inexorablemente siguió su (triste) proceso DE DESLOCALIZACIÓN, proceso que ya se había iniciado en toda España con la crisis de la famosa guerra del Yom Kipur (6 de Octubre de 1973).

(Como ejemplo, actualmente los interruptores que se “montan” en la planta de Córdoba vienen fabricados y montados al 95% de la India, con mano de obra barata. Aquí solamente se hace un ensamble final, un seudo ensayo y el preparar para expedir.)

Ya de tumbo en tumbo, la fábrica, de nuevo llamada CENEMESA, a fin de garantizar su viabilidad iba a ser adquirida por una multinacional con el apoyo de Gobierno. Las empresas que presentaron ofertas de compra fueron: Alsthom, (francesa), Mitsubishi (japonesa), Siemens (alemana) y la ABB (sueca). Todas estas empresas presentaron un escandallo de plantillas, en donde se veía claramente que optaban por reducir la plantilla indirecta. Todas querían lograr un coeficiente entre Indirectos/Directos de 0,50 (este dato nos lo confirmó D. José Aldeanueva, presidente de CENEMESA, cuando visitó Córdoba para hacer una entrega de insignias en un acto que tuvo lugar en el Patio de Columnas del Palacio de Viana en el verano del 1988). No era algo nuevo, pues esta estrategia empresarial ya la habían “pensado” las empresas SOFEMASA y BLR, que habían hecho estudios de viabilidad para los americanos cuando éstos aún eran dueños de la fábrica.

En las empresas del sector de “Bienes de equipo”, los criterios Directo e Indirecto quedaban definidos más o menos de la siguiente manera:

TRABAJADOR DIRECTO: Es aquel que fabrica, produce y termina cualquier producto vendible en el mercado. En otros sitios se les llama trabajador de taller.

TRABAJADOR INDIRECTO: Es aquel trabajador o empleado que no tiene incidencia directa sobre el producto, la pieza o su fabricación. Su trabajo consiste en dar cobertura funcional y administrativa al proceso productivo. En otros sitios les llaman trabajador de oficina, empleado o funcionario.

Por tanto, ya no eran sólo los americanos los que se empeñaban en reducir puestos de indirectos. Las empresas internacionales que concurrieron a la compra de CENEMESA, entre ellos los “modélicos” suecos del Estado del Bienestar, también pensaban lo mismo (y por cierto, fueron los que “ganaron” la puja). Esto lo sabe muy bien Manuel Peláez Sánchez (1), que fue el negociador de Comisiones Obreras, y que tuvo que firmar unas condiciones que no se parecían en nada al futuro halagüeño que “vaticinó” el compañero Manolo Rubia.

Pues bien curiosamente en este país, llamado España, los únicos que tienen seguro su puesto de trabajo son aquellos que realizan TRABAJOS INDIRECTOS para las Administraciones; ya sea, Gobierno de la Nación, Autonomías, Ayuntamientos, Diputaciones, y Sindicatos etc. A ellos no les afecta la crisis, no los prejubilan, y eso que a algunos, sobre todo en cargos altos, la palabra “trabajo” les tiene que sonar hasta extraña. Y es especialmente triste, que los Sindicatos, salvando personas concretas, se hayan convertido en una “mala copia” de un ente corporativo, totalmente dependiente del poder al que debieran hacer frente, y en algunos casos, asumiendo con grandes presupuestos, misiones propias del antiguo Instituto del PPO, franquista, que se escapan totalmente de su lógica de actuación. Y con algún líder sindical, como ha demostrado recientemente la prensa, cobrando CIENTO VEINTE MIL EUROS AL AÑO, cifra a la que no llega ni de lejos la suma de las pagas de muchos prejubilados juntos. Qué pena…


(1) Por cierto este compañero, se cambió de “bando” y es hoy uno de los empresarios más importante en el sector de RESIDENCIAS PARA JUBILADOS.