sábado, 22 de enero de 2011

LAS VELADAS

LA VELADA EN LA POLITICA

"La Velada en Benicarló" es un resumen del pensamiento político de Azaña: en ella Azaña mantiene los postulados indeclinables (pese al fracaso de la República) que forman las bases de su concepción moral de la política, los principios de que parte en sus actuaciones de gobierno, las ideas que alumbran su actitud intelectual: su concepto de la política como algo “razonable”, su idea del Estado como motor de la reforma civilizadora, su devoción constante a la libertad, etc.

No Obstante ante el fracaso, Azaña reflexiona sobre sus liberales principios y la realidad que los niega; pese al choque entre idea y sociedad mantendrá aquella, porque la sigue considerando como “verdad” moral de carácter universal, que no pierde su vigencia aunque en un momento histórico, en una determinada sociedad (en su caso la española de 1936) fracase eventualmente.

Pese a su irremediable subjetivismo, a sus posibles errores, LA VELADA EN BENICARLÓ puede considerarse como uno de los mejores libros de Azaña, una de las obras más importantes del pensamiento político español de los últimos tiempos.

LA VELADA DE LA DIVERSION

Así se llamaba a las fiestas que echaban los hombres solteros y menos solteros durante aquellos años cincuenta en la noche de sábado a domingo. En muchos lugares se decía: “Han pasado UNA VELADA DE DIVERSION”, pero aquí en Córdoba, atinaban mejor con el nombre: “Han estado toda la noche de JARANA” o bien de “se han corrido una juerga”, Estas “fiestas” eran muy habituales en los hombres jóvenes de aquellas épocas en que los sábados por la tarde y con los “bolsillos llenos”, se arreglaban y se juntaban toda la brillantina del mundo y “a tirar su cana al aire”. Era una cosa de “hombres” el amanecer al día siguiente, bien con una “buena tajada encima”, vacilando o con un rábano en el taquillo a modo de trofeo. Las mujeres; novias y jóvenes casadas, decían que sus maridos o sus novios se iban esa noche de “Burracas”. Y es que lógicamente muchas veces en sus “fiestas” se hacían acompañar (pagándolo claro está) de mujeres que se prestaban a ese tipo de “jarana”. Andaban por todos los sitios con el morbo adecuado que había por la Córdoba de aquellos tiempos, pero hubo momentos que encontraron ciertas dificultades, pues afloró una Ley Seca, que prohibía poco menos que expedir bebidas alcohólicas durante la noche.

Pero quien hizo la Ley hizo la trampa, y en establecimientos como casa Eduardo, Casa Villa-Rosa, Casa El Panza, y El Hotel Montes, por ejemplo te servían en una “taza de manzanilla” cualquier bebida que pidieras…

En San Lorenzo como supongo que en todos los barrios populares “estas gestas” estaban a la orden del día. En casa Manolo (Armenta), se solían sentar en la mesa central del patio y allí se comentaban unos a otros estas aventuras. Los “Parritas” “Los Espejo” Los “Gordillo”, “Los Fimia”, “Los Cocos”, “El Titi”, “El Lobo”, “El Cañoneras”, “Mariano el herrero”, etc. etc. todos sabían mucho de estas historias.

Por lo que se refiere a Mariano, hijo de herrero de la Torre Malmuerta, todos los sábados solía arreglarse y prepararse para su fiesta. Atrás dejaba mujer y seis hijos, incluso a su madre. Empezaba por Casa Ana Maria en el realejo y luego de corretear bien sabe Dios los sitios que él quisiera, ya que se bebía hasta el petróleo, a las siete de la mañana o cosa así, solía llegar a mi casa, se sentaba en mitad del patio y empezaba a cantar por fandangos, soleares o lo que se le ocurriera. Los vecinos con el tiempo nos acostumbramos a aquel insólito despertador. Seguía y seguía cantando hasta que se quedaba durmiendo y digería la tajada.

LA RESACA DE LA VELADA

En una Navidad del año 1952, y en la calle Roelas, estábamos en medio del patio de una casa de aquellas, y todos los chiquillos andábamos alrededor de la candela que ya empezaba a saltar chispas, pues la acababa de encender un vecino que se llamaba “Joseles”. De pronto y cuando ya había bastantes vecinos disfrutando del agradable calor del fuego, se presentó Curro Roldán, que como siempre iba acompañado de su inseparable “Mangui”, (El de las Costanillas). El tal Curro estaba soltero y vivía con su madre en la calle Cárcamo junto a la Peña los Marcelinos, y era novio a punto de casarse de una joven vecina de la casa que se llamaba Felisa.

Pues bien el citado “Curro”, que según parecía andaba de fiesta desde la noche anterior, se presentó allí con dos mujeres (la Lupe y la Chelo), que eran las que regentaban el BAR CABARET TANGER, establecimiento propiedad del ex jugador, del Córdoba CF. llamado Acero. Este local estaba ubicado en la calle Alfaros, muy próximo a la Puerta del Rincón. No hace falta decir con la “profesionalidad” que se presentaron las damas. La pintura en sus caras, su original carmín en los labios, sus salcillos, sus peinados. Todo ello rematado con sendos chaquetones de un aparente VISÓN, que dejaban entrever unas espléndidas caderas, embebidas en unas llamativas faldas. Los altos tacones les daban una altura considerable.

Todos vimos allí a dos Señoras, todos menos Carmela la “Gorda”, (madre de la novia), que nada más verlas junto a su “yerno” le echó en cara a éste el presentarse allí en “casa de su hija” con dos BURRACAS. Con la mirada se las quería comer, e incluso las amenazó con el palo de una escoba a pesar de su altura. Ante esta difícil situación “El Mangui”, que aún podía pensar, se marchó de inmediato con aquellas “aparatosas señoras”. Ellas sin rechistar se salieron huyendo de Carmela y del palo de la escoba. Curro Roldán, el “Jaranero”, allí mismo y sentado a la candela empezó a dormir la “tajada”.

LA ÚLTIMA VELADA

En los años cincuenta y en aquellas casas de vecinos no se podía decir que diera gusto morirse; pero si es verdad que uno se moría al menos en un ambiente de vecindad totalmente solidario y con la comprensión de todos. Incluso los animales domésticos de las casas; los perros, los gatos y hasta los jilgueros y canarios, que había colgados en aquellas galerías, daba la sensación que lo sentían. En invierno se improvisaban velatorios arrinconando la cómoda y muebles, dejando el mayor espacio posible para la VELADA (Velatorio). En verano el propio patio era una prolongación natural del velatorio. Las sillas que lógicamente faltaban las aportaban los mismos vecinos, por lo que se juntaban asientos de todos los tipos y clases. Otros aportaban café, tila y hasta manzanilla. También es verdad que se intercambiaban lágrimas y lloriqueos generalizados. Los había unos más aparatosos que otros, pero raro era en el velatorio que no había alguien al que le daba “Su Patatun”. Curiosamente siempre les daba cerca de una cama o un sillón. Por lo general todos intuían de antemano esta posibilidad y ya se tenía incluso previsto hasta el hisopo de vinagre, para darle friegas cerca de la nariz que era lo más eficaz. Luego un poquito de café y a seguir llorando.

Con el cadáver de cuerpo presente, (lógicamente en el suelo), Y sobre todo al principio se entablaban conversaciones casi siempre referidas al muerto. Se reconocían sus cualidades, virtudes y se procuraban callar sus defectillos. Con el paso de las horas y ante el tedio del propio velatorio, las conversaciones ya derivaban en temas que afectaban a los propios asistentes; el trabajo, la salud, la familia, la casa y el mismo barrio. Ya en el ecuador del velatorio, incluso se podían oír de forma discreta algunos intentos de risas. Todo esto ya en medio de un olor a café, en donde los familiares y vecinos de confianza, se conformaban con el café de pucherillo (cebada-granzas), que lo hacía la vecina más próxima y para los distinguidos o asistentes especiales, se hacía un esfuerzo, y se les ofrecía café del bueno, hecho en rudimentarias maquinillas, que solía tener las “más rica” de la casa.

Normalmente la tienda en donde compraban (de fiado) los familiares del muerto, eran de los primeros que se apresuraban para darle el pésame a la familia y terminaban ofreciéndose en los siguientes términos: “Si necesitan ustedes algo, ya saben donde nos tienen”.

Era normal que para los familiares masculinos se pidieran prestadas corbatas negras y cualquier vecina era buena para colocar el brazalete de luto en la manga de la chaqueta. Las mujeres incluso pedían prendas negras prestadas, mientras enviaban las suyas a la Tintorería Larios que se encontraba en la calle Abejar. Se teñían incluso las rebecas y las zapatillas de lona.

Los velatorios duraban en torno a las veinticuatro horas, para combinar con la Iglesia de que el entierro cayera a una buena hora de la tarde.

Sonaban las cruces en la torre de la parroquia y antes de dar la tercera, ya se oían a los nenes decir: “Ya vienen los del gorigori”. Efectivamente se presentaba el cura perfectamente revestido con su capa negra y acompañado de un sacristán y tres monaguillos, que portaban a su vez la cruz y los ciriales. Todo el mundo le abría el paso hacia el cadáver, el cual metido ya en su caja, daba la impresión de que estaba deseando de que lo enterraran. Allí el cura echaba una especie de responso y a renglón seguido era cogido el ataúd y levantado entre cuatro deudos y sacado a la calle. En la calle ya ayudaban los funerarios y lo metían en el coche fúnebre que normalmente iba tirado por dos caballos con plumeros negros. El sacerdote y los monaguillos abrían un cortejo que se dirigía hasta la iglesia para celebrar el entierro.

Después del “gorigori” de la iglesia, el cura, sacristán y monaguillos, acompañaban al muerto hasta el Cementerio de San Rafael. Notario de este hecho era El Bar Casa Chaleco, que daba la sensación de que se ponía de acuerdo con el muerto para que al pasar por su puerta, empezara a tocar el campanillo del Campo Santo.

Este duelo terminaba por lo general en el Cementerio. Nada más de observar que el albañil había terminado de repellar la bovedilla, se adelantaba un familiar para facilitarle las iniciales del muerto. El sepulturero con la punta de un clavo las dejaba perfectamente indicadas en el nicho, colgando además las flores que llevaban los familiares. Terminaba todo esta operación con un intercambio de gracias y la entrega de una propina al enterrador.

Al final partían todos los dolientes acompañados de vecinos y amistades. Y poco más o menos a donde se ponen actualmente los vendedores de la ONCE, se colocaban los familiares en fila, sin aparente orden, para recibir el pésame de todos los asistentes. La forma de dar dicho testimonio era algo variado. Lo normal era decir: “Te acompaño en tu sentimiento”, otro que también era habitual era el de: “Lo siento mucho”. Incluso había unos que eran originales en sus condolencias, y desde “Que le vamos a hacer”, al de “La vida sigue”. Completaban las jaculatorias del pésame.

Después de aquella despedida unos tiraban por el camino de la Viñuela (todavía sin asfaltar), y otros tiraban camino del Cerro de la Golondrina. Muchos de estos últimos se paraban en “Casa Chaleco” para cumplir más que nada la sentencia: “Si vuelves de un entierro y no tomas una copa de vino, el tuyo viene de camino”.

Durante algunos días la vivienda del muerto, que por lo general la constituía una habitación grande y su correspondiente cortina, se llenaba de vecinas y mujeres próximas a la familia., sobre todo a la caida de la tarde. La estancia familiar la convertían en un oratorio pidiendo por el fallecido.

La personas dolientes guardaban cierta discreción en el vestir, salir a la calle e incluso a visitar las tabernas y lugares de diversión. Todo esto duraba al menos hasta que se celebraban la misa de los nueve días. Las mujeres antiguas, solían incluso utilizar su oscuro velo.

Contracta todo estos talantes con las situaciones que se dan ahora, en que los familiares están deseando “meter al cadáver” en el frigorífico. Es más hoy te mueres y no se enteran ni los vecinos de tu planta.

ENTIERROS SOLIDARIOS

En Córdoba ha habido entierros muy importantes porque se trataba de personas de alto copete, pero yo quiero traer aquí dos entierros de personas tremendamente populares y que destacaron de forma muy especial.

Los entierros en Córdoba era un “barómetro humano” para medir la popularidad de la persona fallecida. En San Lorenzo por ejemplo, siempre se recordará por la cantidad de personas que concurrieron a su entierro, a D. Rafael Ordoñez Barea, este hombre sin duda debió ser una gran persona y muy querida. Quizás influyó para ello el estar su bodega ubicada en las Costanillas (Calle Hornillo), Y que mantuvo una cadena de Tabernas de corte popular, que expendían vinos a precios populares (Vino de 16, 20, 24, solera) Y además supieron mantener las simpáticas “piqueras”, por donde todo el mundo que andaba a “escondidas” pedía su medio de vino o incluso algunas mujeres pedían DOS REALES DE VINO PARA GUISAR, EN AQUELLOS JARRILLOS DE LATA. Todo esto le hizo transmitir su popularidad y el saber estar al alcance de los más desvaídos. Luego sus Taberna de la Calle el Tinte, mitad local mitad patio, era la taberna de Córdoba de las más populares que existían por aquellos tiempos. En su patio, junto a la “piquera”, se respiraba una atmósfera a boquerones en adobo que estimulaba la bebida del aquel vino. Esta taberna, junto a la BARRERA de la calle Munda, pudieron ser las “tascas” que más boquerones fritos ponían en toda Córdoba. A parte de todo esto, este hombre colaboró mucho en el barrio con el cura D. Juan Novo, solucionándole muchos problemas para la parroquia.

Otro entierro que no tiene que ver con San Lorenzo y que rompió todos los niveles de asistencia, fue el de D. Carlos Romero Bernal, párroco de San Francisco, Catedrático del Instituto Góngora y hombre que realizó una labor muy importante por Córdoba.

EL AVE MARIA

Fue el artífice de este Colegio y durante aquellos años difíciles, le dio cobijo y amparo a todos los niños, que sin “querer” tenían “LAS PROSTITUTAS DEL BARRIO”, El los acogía y los educaba, manteniendo una buena relación con sus madres, en la medida que para él eran ni más ni menos que seres humanos con problemas.

LA CABALGATA DE REYES

Este gran hombre también se preocupó de lanzar la Cabalgata de Reyes de Magos, por aquellos años de penuria. (1940-1950) Para ello consiguió recopilar el primer año todas las recuas de borricos de los areneros de Córdoba, que gentilmente se le ofrecieron. Estos jumentos fueron decorados por “Palomo” el singular espartero de la Calle Armas. También colaboró en todo esto “Juanito” que además de carpintero del Colegio, formaba parte del coro de la Catedral. Este hombre “cantor” tenía una voz peculiar y muy caracterizada por lo que le llamaban familiarmente como “VOZ DE PALO”. Cosa que hacía mucha gracia a D. Carlos, que lo tenía como gran colaborador.

Tenemos que decir que la Cabalgata se organizaba en los llanos del Campo de la Verdad, (No había barriada aún de Fray Albino), de donde partían las carrozas, tiradas por animales a la antigua usanza. Las carrozas escenificaban escenas y misterios propios de la navidad y el nacimiento. Soldados del ejército colaboraban figurando como personajes de aquellas escenas bíblicas. Era bonito el cruce del Puente Romano, donde bajo la iluminación de antorchas, se presentaban Misterios de la Encarnación. Lógicamente esta Cabalgata pasaba por la CALLE NUEVA, y la ilusión que despertó ésta idea compensó el corazón de tantos niños que se ilusionaban permanentemente con un mundo mejor. Terminaba como siempre en el Hospicio, en donde está actualmente la Diputación de Córdoba.

LA VELADA DEL POBRE (2010)

José Jiménez Almedina, fue un cordobés nacido en la Calle Escañuela, enfrente de la peña la Pimienta. A su manera amaba a Córdoba y las cosas de su barrio. Perteneció a una familia de cinco hermanos, todos ellos muertos en edad relativamente jóvenes, por lo que en general fueron poco afortunados. El era el último hermano que quedaba, y al quedar solo lo internaron en la Residencia de las Hermanitas de los Pobres, en donde murió en el mes de mayo pasado.

Pepito “El feo”, como se le conocía cariñosamente en el barrio, no era muy mayor aún pues solo contaba 68 años. Su pequeño retraso psíquico, le hacía exteriorizar de forma exagerada su afición por el Real Madrid. Era educado, y en su tiempo fue un buen hijo y muy trabajador. A pesar de su retraso, durante bastante tiempo, la sociedad le hizo trabajar en las tareas más duras de la construcción, casi siempre en el tiro de las obras y en el acarreo.

Durante muchos años, y por su forma de cumplidor con todo el mundo, fueron incontables los entierros y velatorios en los que el participó. No se le escapaba ningún pésame que hubiera que dar en el barrio.

De toda la familia que era sólo le quedó un hermano y convivieron los dos solos, hasta que el hermano se murió. Ambos hermanos estaban de forma permanente siempre en torno del “portalón”. Incluso Pepe, cuidaba de reservarle aparcamiento al párroco, para cuando llegara con su coche. Todo terminó cuando su hermano se murió y al quedar solo no tuvo más remedio que meterse en la Residencia.

A pesar de que el venía todos los domingos y visitaba fundamentalmente la Iglesia y aún le seguía “guardando” el aparcamiento al párroco, poco a poco iba acortando sus venidas muy a pesar suyo. Yo iba a verlo prácticamente todas las semanas, me unía con él una buena amistad de toda la vida. A mi todavía me llamaba cariñosamente por el apodo de “monasillo” (monaguillo), apodo que me puso cuando éramos aún niños.

Un día de los que llegue a verlo, ya me dijeron las monjas que se encontraba bastante mal. A pesar de todo tuvo la cosa de decirme: “Monasillo”, cuando yo alguna vez me muera que mi entierro se haga en San Lorenzo, en mi barrio. -Pepe, le dije, no te preocupes y no hables ahora de eso. Tu tienes que ver muchas más copas de Europa ganadas por tú Real Madrid. Esto último le llenó de satisfacción. Ya estaba bastante mal.

Por su sobrino me enteré de su muerte. Estábamos en plena feria, y en su VELADA del tanatorio estuvo prácticamente solo, si acaso lo visitaron dos sobrinas y un sobrino. El día de su entierro que fue en San Lorenzo como él había pedido, sentí vergüenza ajena. Estábamos cinco personas, por lo que no hubo ni manos suficientes para transportarlo a la calle. ( ya que dos eran mujeres)

Para fallar le falló hasta el párroco, que quizás el creyó que no iba a haber gente suficiente para escuchar una buena homilia, ni tan siquiera apareció por la Iglesia. El entierro lo hizo un cura que no conocía a bueno de Pepe.

En La VELADA DE BENIRCARLO, Manuel Azaña, relata su ideario político y da cuenta también de su posible fracaso.

El la ÚLTIMA VELADA de “Pepito El Feo”, Nos muestra también lo que es el fracaso de la ilusión de un pobre hombre, que después de muerto quiso volver a su barrio, porque para él, que casi nunca tuvo nada, SAN LORENZO, lo fue todo para él.

Han cambiado tanto las cosas, hasta el punto de que todos sin excepción de una forma u otra lo que deseamos siempre es una VELADA CORTITA. Se tiende a que el muerto desaparezca cuanto antes. Al final y como está pasando con todo, será EL CORTES INGLES, el que se encargará de hacernos un entierro y velatorio a la carta para cada uno y sin molestias.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Emocionante Manuel,te han faltado veladas,como las del boxeo en la plaza de toros y las de la
Fuensanta,pero la del pobre,realmente lo has bordado.
No te creas,Manuel,como ya es imposible esas veladas,esos velatorios de nuestra niñez,casi prefiero lo que indicas de velada tipo Corte Ingles.
En otro orden de cosas decirte,que en Benicarló hay las mejores alcachofas del mundo y que
las saben guisar de mil maneras diferentes,todas deliciosas.Incluso hay una feria con degusta
ciones pública,precisamente por esta época.Ya sabes que las alcachofas o alcauciles,de origen
árabe,son por sus principios amargos,muy buenas para todo lo relacionado con el aparato
digestivo.
Manuel,que yo sepa,los profesores de religión son eso,pero no catedráticos.
Repito,felicidades por tu escrito.
Saludos.

Paco Muñoz dijo...

Muy humano y bonito Manuel, muy buena narrativa y una dibujo correcto de esos tiempos y sus personajes.

Mi amigo Miguel Serrano -como tu sabes sacristán de S. Juan de Letrán-, me decía que los entierros si no había dinero en la familia del fallecido, se despedían en la frontera de la feligresía, o lo que es lo mismo el territorio que controla esa parroquia, por el contrario iban cantando el:

"¡¡cantemos o no cantemooos/ a cinco chavos cogemoooos/ ¿y el ochavillooo?/ paaraaa el monaaguillooo/!!.

Y cuando dices que los llevaban hasta el cementerio, debía ser rico el muerto, porque normalmente se despedían en los Padres de Gracia. Yo no se desde luego los límites geográficos de San Lorenzo, pero pienso que seguro que no llevaban a todos al cementerio, claro según las capas, que era el indicador del poderío económico del finado.

No se tome el comentario sino como lo que es, introducir un elemento aclaratorio, o por aclarar, del texto. Porque el conjunto es inmejorable porque te traslada a lo que conoces por analogía.

Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Paco,en el caso de las Margaritas,el párroco D. Angel despedía el duelo en las vías igual para todos,hubiese cobrado lo oficial o menos o incluso nada,pero lo normal es que la dig
nidad de los familiares,cumplieran con el precio oficial.
Había casos en que la comitiva, atravesaba las vías,eso costaba
más dinero,pienso para compensar los otros funerales y las ne
cesidades de la parroquia y algunos parroquianos.
Pocas veces se vieron entierros de más de una capa(sacerdotes),
para los críos era todo un espectáculo,que seguíamos en silencio cosa que no era normal entre nosotros,porque ni en misa cállabamos ni dejábamos de movernos.Traiamos frito a D.Angel,
porque en misa de domingo nos sentábamos en unos bancos
sin respaldo,que de tanto moverlos terminaban todos agrupa
dos y cerca del altar.Más de una vez D. Angel,paraba la misa
y nos bronqueaba,con la mirada de los mayores desaprobando
nuestro comportamiento,desde los bancos laterales.Como era
mos alumnos de la escuela parroquial,casi estábamos obliga
dos a ir a misa.En la escuela,nunca,nunca nos pusieron una mano encima y mira que eramos malos,como chiquillos que
éramos.
Saludos.

Laurentino dijo...

Realmente emocionante el relato de Pepe el Feo, al que conocía de vista. Un "producto" de esta sociedad insensible a donde nos dirigimos como locos.

Y, Manuel, no hacía falta un discursito cara a la galería del párroco, si con esta entrada, con el aprecio que derrocha por el pobre, sobra todo falsa parafernalia. Él seguro que estará muy feliz donde quiera que esté cuando lo haya leído o se lo hayan contado.

Un abrazo.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Paco:


En los años 50 todos los entierros terminaban en el Cementerio en la capilla, en donde por cierto había una estatua DE SAN SEBASTINA, Y en
actualidad no se ve.

Más tarde se fueron acortando esos recorridos, quizás producto. De la comodidad o quizás de los coches.


Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben


La figura central de mmi mensaje es mi amigo, aquel que me llababa como "Monasillo".

Por ello he dejado velada y veladas sin contar.

¿Si hablamos de las velada de espera que me dirías?.


Saludos

Manuel Estévez dijo...

Amigo Laurentino:


Tu eres el que pones el dedo en la llaga realmente.

Se nota te nota una sensibilidad especial en las cosas de Córdoba

Para mi de todas las veladas, la más interesante es la de mi amigo el que me llababa "Monasillo".


Saludos