domingo, 12 de septiembre de 2010

La luz de "perra gorda" (I)


EL GAS-CIUDAD

Mi madre me contaba que cuando era pequeña, allá por el año 1917, cuando el encargado de los faroles del gas se presentaba en la calle Roelas para apagar el farol que había ubicado enfrente de su casa (Roelas nº 12), salía su madre o cualquier vecina mayor y le decía al farolero: “Alejandro, déjelo usted un poco de más rato encendido para que puedan jugar, apáguelo usted a la vuelta”.


Esta era la forma en que por aquellos tiempos se miraba por el gas-ciudad, para simultanearlo con los ratos de ocio de los niños. Este gas se producía en las instalaciones de la Carrera de la Fuensanta, hacia al final y en una especie de recinto que quedaba enfrente de donde estaba la “desviación para el Santuario”, antes de llegar a las zona de huertas. Yo conocí aquellas instalaciones aún muy niño, porque un vecino mío, Francisco Serrano Anta, sufrió un accidente en aquel centro de trabajo en 1950. Al parecer, un gran trozo de “carbón de piedra” le cayó sobre la cabeza. Lo llevaron al Hospital de la Cruz Roja, y allí se recuperó lo mejor que pudo.

LA LUZ DE PERRA GORDA

Foto: Bombilla de casquillo con trinquete que se utilizaba en el alumbrado de “perra gorda”

En las casas populares, sobre todo en las casas de vecinos, desde poco antes de los años veinte existía un alumbrado que popularmente se llamaba “de perra gorda”, porque en un principio ése era el precio diario que se cobraba a cada usuario que lo tenía instalado en su casa. Normalmente era una línea de 125 voltios que por medio de un cable bipolar enrollado llegaba a cada casa o instalación. Habitualmente había un punto de luz por habitación, en una bombilla de “trinquete” de fabricación alemana que funcionaba al límite de los 25 vatios. La compañía Mengemor era la suministradora y tenía todo muy bien controlado.

Este tipo de alumbrado era al que estaban abocados todos aquellos humildes vecinos que no tenían para pagar el “coste de la línea”. Efectivamente, la compañía eléctrica, cuando alguien solicitaba “la luz de contador”, si no pasaba una línea suficientemente cerca te cobraba lo que suponía llevarte la línea exclusivamente para ti. En los barrios de pisos y más desarrollados ya existían líneas de “tendido” que pasaban por las calles. En cambio, en los barrios populares estas líneas no existían. Pasaba algo parecido a las acometidas del “agua de grifo”, que para que te la instalaran en tu casa tenías que pagar incluso la apertura de zanjas para meterte los tubos. Por ello, los pobres siempre fueron pobres…

Aparte de estas circunstancias, la energía eléctrica y las infraestructuras escaseaban y en la propia Córdoba no había capacidad apenas de suministro. Así, las grandes empresas como la Electro Mecánica, durante los años cuarenta, estuvieron mucho tiempo trabajando “a media jornada” por falta de electricidad. Y eso que esta empresa, por su gran consumo, recibía una línea directa desde Peñarroya de una central térmica cercana a la “Mina del Antolín”. Más tarde esta línea venía directa desde el salto de Casillas. Finalmente de esta línea directa también se beneficiaría la cercana Westinghouse.

EL HORARIO DE LA LUZ DE PERRA GORDA

El horario de este alumbrado era desde la siete de la tarde a ocho de la mañana en invierno. En verano, la hora de encendido por la tarde se retrasaba hasta las nueve de la noche. Prácticamente, el encendido y el apagado iba paralelo con el alumbrado callejero de bombillas que había sustituido al gas. En la mayoría de los casos, las bombillas de la calle colgaban de un redondel de chapa del diámetro de un sombrero, pintado en color verde, que hacía de lámpara y a la vez protegía a la bombilla de la lluvia. Para la reposición de estas bombillas existía un par de equipos para toda la ciudad dependientes del Ayuntamiento. Lo formaba una aparatosa escalera carro-tijera, que sólo para moverla la llevaban entre dos personas, siendo una tercera persona la encargada de subir a cambiar las bombillas fundidas. Este carro salía todos los días de recorrido por Córdoba para reponer las bombillas rotas o fundidas.

Dentro de las casas la reposición de las bombillas resultaba un problema mayúsculo, pues aunque las bombillas “aguantaban lo suyo”, cuando se fundían costaban el sueldo de dos días de una persona que estuviera medianamente colocado. El precio por aquellos años de 1949-1953 era de doce pesetas. Por la zona de San Lorenzo se compraban inevitablemente en “Casa Rogelio” ubicada en el Pozanco, que era la única ferretería-bazar que había por estos contornos. Si el problema de la rotura ocurría un domingo por la tarde, que era cuando únicamente cerraba el tal “Rogelio”, íbamos a “Casa Guerrero Electricidad”, en la calle Alfonso XIII, que curiosamente era un domicilio particular. Recuerdo que tenían un timbre para atenderte ante esta eventualidad.

LA VIDA BAJO ESTE ALUMBRADO

Foto: Bombilla que daba un alumbrado de “penumbra”

Todos los días, un señor perfectamente uniformado se pasaba casa por casa a cobrar dicho alumbrado. Al principio, como hemos dicho, cobraba “una gorda” (diez céntimos de peseta). Yo recuerdo personalmente cuando el precio llegó al real diario. Se pasaba por mi casa a eso de las once de la mañana, cuando las vecinas estaban enfrascadas en lavar o tender cualquier sábana en mitad del patio. Entonces aparecía este hombre que cobraba a cada vecino, confundiéndose con el que iba a cobrar “los muertos”, o cualquier cuenta de lance o diaria.

Este cobrador de la luz llevaba anotado en un libro el control de los vecinos, y la casera de la casa tenía que pagar la luz del patio que se les prorrateaba a los vecinos en su recibo de comunidad. Por lo general era una persona agradable, pero al segundo día en que le fallabas te decía: “NO TENGO MÁS REMEDIO QUE DAR PARTE A LA COMPAÑÍA”. Cuando este parte se daba, tardaba poco en aparecer con la escalera al hombro “UN TAL CARRILLO”, chiquito pero matón, que en cumplimiento de su deber no tenía más remedio que cortarte “LA LUZ”. Este Carrillo vivía en la calle de los Frailes, por debajo de la “Churumbaca” y enfrente de donde nació Rafael Gómez Sánchez, apodado “Sandokán” cuando ya fue millonario. Lógicamente, a este Carrillo, se le temía nada más verle por la calle, a pesar de que no levantaba dos cuartas del suelo. Para colmo, embebido de su aire de respeto, era “acomodador” del Cine Delicias, con lo que completaba un círculo redondo de autoridad. Personalmente lo traté y lo conocí fuera del contexto anterior, y puedo asegurar que era una excelente persona.

A pesar de la severidad de la empresa Mengemor por todo lo que significaba el suministro, cuando llegaban las navidades en cada casa se hacían y deshacían virguerías con el alumbrado. A la par que existía el alumbrado de “perra gorda”, existían casas o vecinos que, bien por que eran empleados de la empresa, o bien porque habían podido costear el importe de la línea, tenían la luz eléctrica que ya hemos comentado que se llamaba “de contador”, la cual podían apagar y encender al gusto del consumidor.

El día 24 por la mañana era casi ceremonioso el que te mandaran a la bodeguita con la garrafa o damajuana a comprar alguna bebida. En muchas casas había costumbre de ir a la calle de la Bodega, a casa Cruz Conde, donde había un despacho de venta para la calle. Allí te encontrabas en la caja a Rafael Casanas o al “Pulgarin”. El anís, el ponche y la coñac (así, en femenino) eran las mercancías que repostabas. En la ruta, pasabas por la “Casa de las Zapatillas”, para ver qué te podían echar los Reyes, si había suerte. Igualmente te quedabas embelesado mirando el escaparate de “Caramelos Capuchinos”, y luego pasabas por “Cervezas el Águila”, en la esquina de la Avenida de Cervantes. Siguiendo adelante te recreabas viendo la casa de Manolete y “Caramelos Hispania” que era la casa que patrocinaba todos los jueves “Radio Chupete” en la Emisora EAJ-24, Radio Córdoba, de la calle Alfonso XIII.

Por fin, llegabas a tu casa, y ya olía por el patio a “sangre frita” con cebolla, que era el menú más usual de ese día, pues se aprovechaba la sangre de haber matado el pavo, el pollo o la gallina. A la caída de la tarde empezaba otro ceremonial cual era “dotar de luz por la Navidad” a la casa y a los vecinos. Se hizo famoso en la calle María Auxiliadora un buen hombre llamado Rafael “Calete”, de la familia de los Trenas, que enganchaba a media calle a su luz, y al menos por esos días disfrutaban las familias de luz total. Daba alegría entrar en esos patios y viviendas y ver unos “focos de verbena” encendidos para regocijo de chicos y grandes que en torno a un portal de Belén, una candela o restos del pavo, se intercambiaban el anís y el coñac, como muestra de buena vecindad.

Pasadas estas fechas, se desmontaba todo el tendido eléctrico y las cosas volvían a la penumbra de siempre.

Cosas iguales a estas o parecidas ocurrían en la Calle Roelas, donde Gabriel González Ruiz conectaba a media calle de la luz de Carmela “la Jeringuera” (Carmen Trujillo González), que por estar su marido trabajando en la fabrica del Gas tenía derecho a fluido gratis. Eran días de armonía y todos los vecinos superaban diferencias para que la dura supervivencia fuera exquisita. Además, esos días ni el Carrillo ni el cobrador aparecían por nuestras casas. Era un detalle que se les agradecía.

Aparte, no podemos olvidar que en torno a la luz eléctrica se desarrollaron ingeniosas "técnicas" e innovadoras "tecnologías" para enmascarar su consumo. Lo primero que apareció fue un casquillo que acoplado a esta red de “perra gorda” permitía enchufar la plancha o cualquier otro elemento a lo que pasó a llamarse “ladrón”. La gente que había estado tanto tiempo padeciendo este alumbrado de penuria empezó a imaginar y maquinar la forma de vengarse en el control del consumo. Por ello fueron múltiples los procedimientos para parar el contador, y la picaresca hizo de las suyas. Pero eso ya será contado en la próxima entrada.

9 comentarios:

Paco Muñoz dijo...

Don Manuel, excelente, bien tratado, didactico al cien por cien, que te permite incluso hacerte una película de lo que trata, con personajes incluidos.

Habrás visto que te he puesto Don que es abreviatura de "domine" que significa señor,ahora voy a darle la segunda lectura, más reposada, no vaya a venir el Sr, Carrillo y no me de tiempo y me apague el ordenador.

Enhorabuena.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Paco

Gracias por comentario. No puedo asegurar que no hay "Din ni Don", sólo una voluntad firme de que todo lo que se vivió en aquella época, se sepa y se participe.

Gracias infinitas a ti por leer estos recuerdos.

El amor a Córdoba, nos une.


Saludos

Manuel Estévez dijo...

Amigo Paco

He querido decir "Que aqui no hay ni Din ni Don"

Saludos

Laurentino dijo...

Coincido plenamente con Paco. Ese vivo retrato de las humildes personas del barrio, grandes y pequeños, felices y alegres como niños, porque el día de Nochebuena tenían luz toda la madrugada es sencillamente magistral y pone los pelos de punta. Vamos, de neorrealismo italiano para arriba.

Felicidades.

Paco Muñoz dijo...

Contra menos se tenía se era más solidario. Y la valoración de las cosas desde la escasez es mucho mayor como es lógico que desde la abundancia. Con la maldita globalización se está más sólo, y con una palabra más maldita aún, la competitividad, producir, producir, ¿Para qué? y lo que es peor ¿Para quién? esquilmandolo todo.

Mi padre debía haber escrito una tesis de engañar a los contadores, nos comentaba multitud de trucos que había, hoy la sofisticación electrónica lo hacen casi imporible, bueno seguro que los redondeos lo hacen al alza. Conocí un amigo que trabajaba en el laboratorio que su misión era descubrir trucos y remediarlos.

Otro mundo Laurentino, otro mundo.

Manuel Estévez dijo...

Gracias Laurentino

A ti que el tema re va te dire, que
en aquellas casas la principal riqueza era tener un buen pozo. Agua fresca en verano y caliente en Invierno.

Un día de aquellos dos vecinas s
ensarzaron en una discusión por Concha Piquer y Juanita Reina, que al parecer no se hablaban. Con el tema de la discusión se cayó un perol al pozo, y despues de varios intentos de mayores, tuve la suerte de sacarlo yo. Simplemente el sacar una cosa del pozo, te
hacía feliz.

Igual que ahora

Gracias Laurentino.

ben dijo...

De los mejores recuerdos de mi ni
ñez,son dos cosas,el silencio y las
estrellas en la noche.
Al vivir en María Luisa(las Margari
tas),estabamos casi en el campo,no
había coches,sabiamos escuchar y
distinguir los sonidos.
Eran cuatro calles,con dos bombi
llas,cada una.Las dos bombillas
aportaban menos candelas,que una fogata en medio de la calle.Pero
todos veimos,pero sobretodo veia
mos las estrellas.
Es ahora y de vez en cuando,necesi
to recordar y disfrutar de esas dos
necesidades,oir en el silencio y
ver las estrellas.Donde vivo es di
ficil,pero ya me busco mis trucos.
Estupendo trabajo el tuyo,que nos
hace recordar.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben

Gracias por tus comentarios. Pero es que además me hablas de las Margaritas que para mi tienen un significado muy especial.

Aquel barrio al otro lado de la via era un exponente de actividad fabril que había por aquellos tiempos en Córdoba.

La Porcelana, La Fábrica de las latas, Avila, El Deposito de la Estación, Caramelos Capuchinos y muchos talleres más. Incluido el Cine Infantas, metido en aquello calle.

Recuerdo el "Pago de Aguijones" porque allí tenía yo a un gran amigo.

Por allí, además del "Margarito" Antonio Sánchez Torres, y José Casado Nevado "Pepe el Loco", los dos grandes admiradores del Hencho,
había incluso gente de la calle Roelas, como el bar de Älvarez, que nada más caerle en su casa Roelas nº 14, una bomba en el 36, se mudó a las Margaritas. Siempre que íbamos de "esparragos", nos parabamos allí para tomar cafe y la copita de anis.

Saludos y gracias




Nada más pasar

GLORIA dijo...

Preciosos tus 2 relatos de “La luz de perra gorda”. Viaje mágico, en un escenario y con personajes igualmente fascinantes; con tu simpatía para mezclar “maceta con marea”, mencionar el círculo de autoridad del Sr Carrillo (que oscila entre “acomodador” y “cortador”), etc, etc. Tu ingenio no se queda atrás a lado de las múltiples y curiosas “trampas” utilizadas para ahorrar el consumo de luz.
“Cuando llegó la luz, la gente dejó el patio común para aislarse en sus cubículos.”
Es el camino al que nos lleva la vida moderna, la avanzada tecnología, donde se corre el riesgo de, por ejemplo, encontrarnos a una familia “reunida” (y muy mal usado el término “reUNIDA”), cada quien con su ordenador, su música, sus audífonos, su mundo, su soledad.
Entiendo que no hablas del pasado para hacer ver que tiempos pasados fueron mejores, sino sacar lo bueno, lo positivo, que siempre lo hay, aun en la adversidad: la cuestión es verlo y apreciarlo (como la “solidaridad” de la que hablan Paco y tu)
Porqué no incorporar lo positivo del pasado a las facilidades del presente ? Simbólicamente volveríamos a vivir en un espacio común y armónico, alternando con esos otros momentos de silencio y soledad necesarios (que menciona Ben), para poder oír el silencio y ver las estrellas.
Ahora que tenemos la facilidad de vivir un camino más privado, en lugar de enriquecernos el contacto con nosotros mismos para poder ser mejores seres humanos, parece que nos ha llevado a ser individualistas y enajenarnos egoístamente, olvidándonos de aquel tan elocuente y maravilloso “patio común”
Teniendo la posibilidad de “sumar”, elegimos “restar”.
Gracias Manuel!