sábado, 9 de octubre de 2010

Los tramposos y tunantes

SACAR “PÍO”

Los tramposos y tramposillos han existido siempre, desde nuestra tierna niñez y en nuestros juegos, a todos o casi todos nos gustaba hacer algo de fullería, bien es verdad que eran juegos de poca trascendencia, pero que conste que a todos nos ha gustado siempre “tener ventajas” en cualquier juego o distracción.

De esta forma y cuando jugábamos al trompo, a aquello que se llamaba “UNA PÚA”, cuando intentábamos alejar el trompo para que el que venía detrás no le diera tiempo para darle su toque preceptivo, en vez de alejarlo dándole con el propio trompo, “LO ARRASTRÁBAMOS”, muchas veces con la mano y lo llevábamos al quinto pino, haciendo perder al que venía detrás.

Pero era más simpático el “sacar pío”, Efectivamente cuando jugábamos a las bolas (nunca se dijo aquí canicas), había amigos que eran muy hábiles y solían dar mecos” siempre de primeras, con lo que ganaban una bola. Otros teníamos necesidad de tirar y aproximarlas a la medida de “una cuarta”. Pues bien para hacer esto había algunos que “sacaban pío”, es decir “se volcaban” levantando los pies sobre la posición de la bola, y echando el cuerpo hacía adelante, con lo que consolidaban el “Pío”.

OTROS TRAMPOSILLOS

Recuerdo que íbamos al fútbol en aquellos tiempos en que al Córdoba le decían el Madrid pequeñito. Era una época en que todos los domingos se llenaban el antiguo Estadio del Arcángel (1955-1962). El fútbol empezó a costarnos en la localidad más popular Gol Norte (no existía el Sur) dos pesetas y diez céntimos. Los diez céntimos eran para el fútbol modesto. Ir al partido de la semana era un espectáculo irrepetible. Eran los tiempos en que el Bar de los Mochuelos, el 6, el Bar Gol, no daban abasto en expedir cafés. Ya en el campo de fútbol, se disfrutaba sobremanera cuando el simpático Pepe Conde (cordobés de todo corazón) nos obsequiaba con su cornetín saludando en plan de aclamación cariñosa hacia el público cada vez que el Córdoba hacía algo importante.

En aquella localidad, la más popular del estadio, donde el partido se veía de pie, se podía contemplar cómo todos los domingos “El dientes Chindo y “Carlos el del volcán”, con un mandil a modo de bolsa, solían rifar todo lo que se les ocurría, en los preámbulos y descansos del partido. Estos dos elementos eran unos clásicos del “engaño” pues la rifa siempre solía caer en donde ellos querían. Y si tú preguntabas "¿A dónde ha caído?" ellos te decían: "Allí, al fondo"... y siempre, salvo raras excepciones, la rifa había caído en el lado opuesto al lugar en donde se le preguntaba o pregonaban la misma.

Luego, y en el mismo ambiente del fútbol, estaban aquellos “porteros” como José Bodoque Ruiz, que era capaz de llenar la Tribuna lateral derecha de gente de Westinghouse. Todas estas personas se presentaban en la puerta en donde estaba “el portero Bodoque”, y el hacía el simulacro de romper una entrada ficticia.

LOS ESTAFADORES DE LA LIBRETA.

En aquellos años de oscuridad y penuria surgieron muchas “tiendas salvadoras” a las que ibas y te daban “fiado”. Esas tiendas, por lo general, y después de que te daban las cosas con la calidad que querían, a la hora de apuntar de “diez me llevo cinco”. Tú madre a principio de mes te enviaba con lo que ella tenía anotado en su libreta... y llegabas allí y siempre faltaba dinero… Es que falta este apunte, es que allí nos equivocamos... Total, que siempre quedaba un piquillo.

Lo más usual era que los tenderos sólo te reclamaran la "deuda" dentro de su establecimiento. Pero recuerdo el caso de una tendera llamada La Transi que tenía la desfachatez de presentarse en tu casa cuando el patio estaba lleno de vecinos, cada uno en su trabajo. Unos en las pilas, otros tendiendo la ropa, otros sacando agua del pozo, o regando las macetas. El objetivo de esta "buena" sra. era llamar la atención públicamente a la “deudora” delante de sus vecinos, para que abochornada tomara conciencia de pagar.

Fueron famosas en el trapicheo de cuentas, La Hermosa”, “Casa Pepe”, “Casa Juanito, “Casa Amparito” y la citada Transi”. Y las cuentas se llevaban por partida doble, una libreta para el cliente y otra libreta para el establecimiento. Quien hacía los números siempre eran ellos, y lo más emborronados posibles. Muy pocas veces las cuentas de una libreta coincidían con la otra. No era cosa de que los pobres clientes presentaran reclamación, pues entonces se le retiraba el crédito. También, posiblemente, existiría gente honrada, pero había que buscarlos con una lupa.

Y todo en un entorno donde no todas estas “situaciones” de precariedad eran debidas al bajo nivel salarial o a problemas parecidos. Había también situaciones en que los hombres de la casa, como era muy común en aquellos tiempos, se quedaban con la mayoría del sueldo para ellos. Así, el cabeza de familia, incluso con cuatro, cinco o más hijos, se quedaba con un 70% de lo que ganaba para "sus gastos", dejando sólo para el mantenimiento de la casa un 30%, y con esta menguada suma la mujer tenía que "arreglárselas" y sufrir penurias en las tiendas. Estas situaciones eran muy frecuentes, por desgracia, en aquellos barrios populares.

HOMBRES TUNANTES

También en aquellos tiempos de poca luz, cualquier persona que fuera osada, un poco caradura y algo tunante, se convertía en gente de mucho poder.

Rafalito “El boticario” era un hombre que creció como mancebo en la farmacia de los Villegas de la Plaza de la Almagra, y eso quieras que no, a él se le antojó cierto nivel de importancia. Hay que tener en cuenta que llegó a tener una gran amistad con uno de los Villegas que tuvo cierto aire de “niño bien”, fama de algo alegre, y que murió en el año 1956, en un desgraciado accidente al chocar su coche con un camión en la Cuesta de Rabanales. Recuerdo que el coche del suceso estuvo un par de días en la puerta del Cuartel de la Guardia Civil de la Magdalena, y en él quedaron perfectamente reflejadas las huellas de sangre de él y de la muchacha que le acompañaba.

Rafalito, como así le llamaban siempre, era persona agradable y dicharachera. No le negaba nada a nadie, pero bien es verdad que en el negocio de la farmacia hizo auténticos malabares con las recetas y daba gato por liebre. Fue uno de los primeros que daba artículos de belleza, tintes del pelo y demás potingues-cremas por presuntos medicamentos. Si el famoso cirujano D. Antonio Sánchez levantara la cabeza quedaría asombrado de ver que talonarios enteros suyos, con su firma, real o falsificada, y en contra de su voluntad, servían para cambiar el “importe de importantes medicamentos” por productos banales de recuperación de la belleza pérdida.

Afortunadamente la Seguridad Social estableció el dúo “Receta-Etiqueta” que evitó estos abusos de personas que claramente perjudicaron al país. Eso no quita para que el citado Rafalito, tuviera buenos golpes, cuando por ejemplo te decía: “NO LE DES A TU HIJO PERLAGON SI NO QUIERES QUE LE CREZCA LA CABEZA como al hijo de…fulano y no tenía inconveniente de dar el nombre de cualquiera.

LAS TRAMPAS EN EL ACEITE

(EL 23 DE FEBRERO DE 1981)

Eran las siete de la tarde, y estábamos en el “Valle de los Buitres”, un pseudo-polígono industrial detrás de la Gasolinera de San Carlos, allá al fondo del camino y junto el arroyo de Rabanales que allí linda con la alameda del Tiritar. Ya se conocía el jaleo de lo que estaba pasando en el Congreso de los Diputados con la entrada del coronel Tejero y sus guardias civiles. Pero allí en el Valle, con ser importante este problema, estábamos los “habitantes” de aquellas naves viendo cómo resolver "otro" problema, el mal olor que infestaba la zona por culpa de los pitracos y restos de carne sobrante que unos operarios con una furgoneta acumulaban de forma indiscriminada todos los días en una nave.

Después de darle varias veces las quejas al dueño de aquel pseudo-polígono, D. Rafael Jurado Díaz, sin respuesta, estábamos preparando un pliego de firmas para llevarlo a Sanidad. El olor a carne podrida era insoportable y por debajo de la puerta de la nave salían hasta gusanos. Pero lo peor fue que luego nos enteramos que esa nave pertenecía a una empresa de Aceite de Oliva, que utilizaba aquella carne podrida para añadir grasa a la mezcla. Estos sres. (por nombrarlos de alguna manera) llevaban unos monos azules con un anagrama en color blanco que los identificaba: "Aceites…" Después de aquellas denuncias, por fin quitaron aquel macabro y podrido almacén. Afortunadamente aún quedan bastantes testigos de aquella denuncia. Entre ellos podemos citar a Unión Cerrajera, Losada Wic, hermanos Ruz Castillero, Talleres Emilio, Talleres Alejandro, etc. Los sres. de esta empresa, del mono azul con anagrama blanco, sí que hacían trampas asquerosas con un alimento fundamental como era el Aceite de Oliva. Yo redacté el escrito para Sanidad.

EL CURA TRAMPOSILLO

En el año 1954 llegó a la parroquia de San Lorenzo un cura que venía de ser “cura obrero” en aquella sufrida y legendaria Porcelana (Supe). Venía de tierras del norte y se presentó a unos exámenes para acceder a una plaza de párroco. En el acta final de los exámenes, según publicó el cura Moreno, ocupó uno de los primeros puestos; por cierto, sacándole mucha ventaja en puntuación, entre otros, al artífice de “La Moderna Cajasur” (¿) que también concurrió a aquel examen y por la "regular" puntuación que obtuvo se tuvo que ir de párroco a un pueblo...

La llegada de este joven cura a San Lorenzo significó muchos cambios positivos en todos los órdenes. Reactivó totalmente la Iglesia, e hizo que mucha gente se identificara con la vida parroquial. De entrada fue espléndido, desinteresado y dado a los demás. Incluso sus ancianos padres que vivían con él (dos maravillosas personas) le pidieron que su casa tuviera algo de privacidad. Una prueba de que su casa era de todo el que llegaba era en el estado en que llegó a estar la propia solería, pues al andar por ella todas las losas estaban casi sueltas. Haciendo caso de sus padres, arregló su casa.

Pero, a mí, que era monaguillo, me hizo alguna “tunantada” por llevarle la contraria en alguna cosa que dijera. Una vez (yo tenía 13 años) me llegó a encerrar en el corral de su casa, donde me tuvo una hora en un habitáculo a oscuras, y en el que notaba que incluso me pasaba alguna rata por encima de los pies. A la hora aproximadamente mandó a otro chaval a que me abriera la puerta. Al comentarle este incidente a mi madre me dijo: “Qué quieres que hagamos hijo, las doce pesetas que te da al mes se necesitan en la casa.”

Este hombre hizo algunas trampillas más. Después de que se marchó de la Iglesia por haberse secularizado, durante bastante tiempo siguió utilizando un teléfono del Hogar Parroquial (ubicado en el Cerro de la Golondrina). Aunque este edificio estaba totalmente abandonado no se había dado de baja la línea, y él, conocedor de que estaba allí, siguió utilizándola como servicio para su propia empresa de transportes.

Por último, lo más anecdótico y osado, fue lo que le hizo a su sufrido sacristán, que después de que lo tuvo siempre como lacayo, entre amenazas y más amenazas de despido, el último sueldo se lo pagó CON DINERO FALSO.

15 comentarios:

Paco Muñoz dijo...

1ª Parte

Manuel

En primer lugar felicidades por la entrada, que nos transporta a algunos muchos años atrás. Es muy original y emotiva. Creo que eres muy magnánimo con los apelativos más cariñosos que otra cosa a individuos que eran verdaderos criminales, abusadores y extorsionadores de las clases más humildes. Como mínimo unos sinvergüenzas.

Con el trompo había algunos “profesionales”, con mucha mala leche, a los suyos le afilaban la púa que cuando daba en el que estaba en el campo de juego, los partía por la mitad, cuestión que te obligaba a iniciar el rosario de peticiones a los familiares, para que perra gorda a perra gorda, juntaras el importe que valía el nuevo y que ibas a adquirir a la calle Armas. Al final nunca entrabas más en echar una púa con esos matones del trompo.

Canicas. La primera vez que conocí esa palabra, fue en los textos de los tebeos de Supermán -yo también digo bolas-, que entonces se editaban en Editorial Novaro de Méjico, y que compraba de segunda mano, en un quiosco que hubo en el jardín de San Bartolomé, y que regentaba una señora, que después murió encontrándole, creo recordar, mucho dinero guardado en su casa, o en el quiosco.

Nosotros jugábamos a las bolas en los Patios de la Mezquita, y en ellos algunos caras duras efectivamente sacaban “pío”, con unas cuartas que eran cuarta y medía, escurriendo la mano al máximo. Allí jugaba la peligrosa Isabelita, que vivía en las buhardillas de la galería donde ahora están las taquillas, y que llevaba colgada de la cintura, una enorme bolsa de bolas producto de los incautos que jugaban con ella. Bolas de todos los colores y texturas, algunas preciosas. También se le daba bien el trompo.

Paco Muñoz dijo...

2ª Parte

Conocí un boticario, y de comentarios de adultos supe que era una prenda. En esa época de estraperlo de penicilina y estreptomicina, abusaba de mujeres necesitadas de los medicamentos para su familia, que se tenían que doblegar a los intereses bastardos del individuo para conseguirlos, de índole sexual desde luego. Otras veces conseguía su propósito -como el cura de la película “Los girasoles ciegos”, pues era de esa organización paramilitar que había de chivatos de calle-, bajo la amenaza de una delación -raro era quien no tenía algo que ocultar al régimen-, y que además usaba hasta pistola. Y colaboraba con los médicos tarugos y en los cambalaches con los medicamentos que tú tan bien has descrito. “Al boticario lerén no vayas sola, pues hasta dicen lerén, que usa pistola”. Más que un prenda, un verdadero granuja.

El aceite, la leche aguada, el vino bautizado, el robo en el peso, y eso a pesar de que había “una colección de pesos y medidas a disposición del público”. Si comprabas jamón, 50 gramitos, cuando había alguien enfermo, te vendían el papel de estraza al precio del jamón, además de estar la báscula robada. Recipientes para el aceite a granel con el culo “respingón” para que tuviera menos cabida, o simplemente abollados. Y algunas prácticas criminales como las que has denunciado. Muchas corruptelas, muchas. Yo tuve un vecino extorsionador de los puestos de la plaza a que les permitía el robo y obtenía beneficios por mirar para otro lado, era policía de abastos. Todos unos granujas.

Paco Muñoz dijo...

3ª parte

Médicos tarugos, como el del Ampliplena, antibiótico de amplio espectro, que recetaba para todo, y que luego el visitador médico comprobaba semanalmente, los botes que había recetado en la farmacia de debajo del piso, donde tenía la consulta. Otras veces te traía los medicamentos de una farmacia de un pueblo, y después se vio en un asunto de abusos a una señora en la consulta, que creo que al final le llevo al “trullo” con vacaciones pagadas, pero no por las otras prácticas.

El cura listillo, bastante listo que dices. Todavía le veo por la calle, y lo estuve viendo muchos años, todos los días, pues mi centro de trabajo estaba al lado de donde tenía su empresa. Un verdadero “emprendedor”, que celebra su onomástica el 24 de junio.

Podíamos estar Manuel todo el día, toda la semana y todo el mes hablando de tanto granuja como había, que tú tratas, como te he dicho antes, demasiado magnánimamente en el título. Enhorabuena.

PD: Te lo he tenido que dividir por el largo del texto

Manuel Estévez dijo...

Gracias Amigo Paco


Es que si no cuento eso me falta algo de mi Historia vivida. Lo de las "libretas" lo vivió mi madre en primera persona, y ella seguramente querrá que se sepa para que no vuelva a pasar.

Efectivamente el cura celebra su santo el 24 de Junio.

No se me olvidará nunca ese día del año 1955.

Su madre Dª Victorina que como te he dicho era una excelente mujer de tantas "tartas" como aparecían en su casa, nos regaló un trozo de una a los "monaguillos". Parece ser que se la habían enviado las monjas de Jesús Nazareno.

Paco, tanto mi hermano como yo, nos pusimos a la muerte. Y estando en la cama medio-muertos, llegó una hermana del cura diciendo:

"Rafalita, que no coman los niños tarta que al parecer está mala, porque madre (Dª Victorina), ha tenido incluso junta de médicos.

Mi madre le contestó: "Mis hijos están ahí que no se pueden ni mover".

Mala suerte, una vez que me dieron algo, por poco la palmamos, mi hermano y yo.

En cuanto al aceite he decirte que aquella empresa fue el "embrión" de una muy importante que hay en Córdoba, con otro nombre.



Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Paco


El Quiosco que había en el Jardín de San Bartolome, (enfrente de Casa de Chicuelas, era la abuela del actual Encuadernaciones Arenas, que está en la calle Alfonso XIII, y que es el que tradicionalmente ha hecho los capuchones de nazarenos.

Saludos

Paco Muñoz dijo...

Cuando el rico da un jamón al pobre o el pobre se esta muriendo o el jamón está malo. Eso es por regla general así. Y lo de las libretas es muy cruel, en mi casa se han vivido esos comportamientos también. La primera vez que vi llorar a mi madre, mi padre le decía no te preocupes,ya compraremos otra. Es que los del Monte sin Piedad le habían subastado la colcha de novia que la metió en el empeño, para poder comer todos. Lo del aceite no tiene nombre, es simplemente criminal.

Y la señora de San Bartolomé me parece que era soltera Manuel, a lo mejor estuvo después o antes que lo frecuentara yo, no puedo precisar el año pero estimo que sería por el 57. En fin da igual. Muy interesante todo.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Paco


Perdona, era su tia. Precisamente
ayer que estuve alli recogiendo unos libros que me han encuadernado de toda la publicidad y propaganda del
PCE, durante los años(1962-1977), y
precissamente estuvimos hablando de su tía que al parecer era hermana
de su padre.


Saludos

vértice dijo...

Vaya entrada mas curiosa, me trasporta a la niñez, por mi edad muchas de vuestras vivencias no las he conocido, pero si he oído, hablar y comentar muchas de ellas, pero quien no ha jugado a las bolas, el trompo, la lima, policía y ladrones, al rompe huesos y a las estampas y las niñas a los cromos, la comba, las casitas o la goma, ya todos esos juegos se han perdido.
Un saludo.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Vértice


Cuando relatamos estos recuerdos es porque de alguna forma queremos que se "reflexione" en ellos, para que cada uno extraiga lo positivo o lo negativo de aquella época.

Efectivamente juegos como:

-A la una mi mula...
-Mosca...
-Sevilla eléctrica...
-Guindilla guindaso quien mire para atrás correaso se llevará...
-Juan Simón, ¿Cuantos deos son?...
-Partidos carabineros...
-Jugar a Alto...
-Jugar a Hoyito (bolas)...
-Jugar al sumillo (lima)...
-Jugar a los "guitos"(huesos)...
-Jugar a uno y nada (pelota)...
-Jugar al redondel (trompo)...
-Jugar al aro...
-Jugar a las correas (salto)...
-Jugar a las tres esquinas...
-Jugar a tula...
-Jugar a los huesos...
-Jugar al fútbol...
-Jugar a la bilarda...
-Jugar a pillar...
-Jugar a robar el pañuelo...
-Cambio de tebeos en la puerta del cine Gran Teatro los domingos. Esto en menor escala también se hacía en el Colegio Salesiano.
-Coleccionar el ladrón de Bagdad, en donde el "Caballo Roto" y el 186 eran las más dificiles.

Para todos nosotros, CASA FIDELA, CASA VENACIO, O CASA JULIA, son recuerdos muy bonitos.

Ect. ect. Juegos que suplián las horas de televisión y fomentaba la relación entre todos. Y eso era bueno y saludable.


Gracias Vértice

Paco Muñoz dijo...

Ya se me ha adelantado el titular te iba a relacionar algunos como Manuel te ha relacionado.

Manuel y Bustos el portero del Sevilla, en las de Fútbol, y los tebeos del Cachorro, Diego Valor, Capitan Trueno, TBO, DDT, y otros más modernos etc. etc.

a las dos la coz, a las tres espolique y "culá" de buey...

Al látigo, que me supuso una vez que me tocó en la punta, una caída y un chichón en la frente con pañuelo y moneda debajo para el mismo, que parecías un maño. O Puchades del Valencia.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Paco


En tu comentario último has hecho "bingo" al mencionarme "El látigo" aquel juego en el que los más pequeños, lo pasaban mal.

En la Plaza de San Lorenzo, se formaban unos látigos de 10 ó 12, chavales, y con las ideas que se gastaban, te puedas figurar como terminaba el último de la punta.

De verdad que me has recordado la vez en que uno de nosotros, cayó contra el montón de melones del
puesto que había en mitada de la Plaza. Comprenderas la que se lió.


Saludos

Laurentino dijo...

Sinceramente, no creo que ahora haya menos tunantes, es que son más "sofisticados": adulteran la carne y el aceite con hormonas y productos químicos prácticamente indetectables, te cobran comisiones imperceptibles de tu libreta sin que lo notes, montan negocios de miles de millones con alarmas de enfermedades como la gripe A ... En fin, que ahora los "listillos" tienen "más estudios", pero en el fondo siguen haciendo lo mismo.

Un abrazo.

ben dijo...

De listillos,en mi recuerdos,pues
hay los que te dabas cuenta y tra
tabas de sacarle partido.Los que
te hacian pasar un buen rato y los
que no eran justos y te cabreabas.
De los que les sacabas partido,pues
los que montaban la mesa de juego
en la plaza de la Almagra,con cartitas en pequeño,donde ponias tu dinero a jugar,siempre que ju
garas a su juego,a la larga gana
bas dinero,poco ,porque si
fuera más,me hubiesen cortado las
alas,me ha servido mucho lo que
aprendí,en teorias de juegos.
Al segundo grupo corresponde,los que entretienen,son los famosos
charlatanes,los "castelares",como
los llamaba mi padre,esos los hay
hasta en internet,tipos con poca
cultura,pocas ganas de trabajar,
pero muy entretenidos,se ponían
en la plaza.
Del tercer grupo,los que te timan,
pero no puedes hacer nada,corres
ponden los tederos,en mi caso,el
único que había en mi barrio,al
que le compraba mi bocadillo de ca
balla,pero que de caballa poco,casi
todo miga y aceite.Pero no había
otro.
Pero bueno,el timo va con el ser
humano,nos tratamos de timar unos
a otros y sobrevivir.

Paco Muñoz dijo...

Manuel, efectivamente como me costó a mi ir el último en el "látigo". Y lo que dice Laurentino es cierto, ahora la sofisticación está al orden del día, nos envenenan el cuerpo y sobre todo la mente. O lo que comenta Ben también, charlatanes, y vivos, pero contra esos podías luchar contra los de Laurentino es difícil. Hace poco nos hemos enterados que pueblos han servido de cobayas para la industria farmacéutica -me acuerdo de la Colsa, que pudiera ser otra historia de esas, o de los miedos del gobierno cubano, alertando a los responsables de vacunar a la comunidades-, y claro que va con el genero humano, porque la codicia y el crimen forma parte de él.

Pero Manuel como vamos escudriñando en lo que está ya tapado como la mima de Chile, y cada vez considero un valor importante aunque sea para cuatro, que no lo es, sacarlo a la luz. Por todo ello gracias al que colabora y al que simplemente lo recuerda.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Lurentino


Tus apreciaciones son siempre de altura y te la agradezco.

Pero ya a menos altura, existían unos TUNANTES, que se dedicaban al negocio de la electricidad y los televisores. EULALIO. Este vendió televisores por un tubo y a los precios que quiso. TODO UN ROBO Y CON DESCARO.

En la C/ Mª. Auxiliadora, vivia una buena mujer mujer Carmen Pérez "La Garrota" que le compró a este prenda un televisor.

El televisor se le estropeo varias veces y ella le decia: "Tu me lo cambias por otro y me cobras lo que sea". Bueno Carmen, eso haré.

Efectivamente le mandó dos o tres televisores "nuevos" en pleno mundial de fútbol de Inglaterra

Pues bien el Eulalio, el Tunante, sólamente le cambiaba "La caja" y volvía a mandar el mismo burraco roto.

Incluso llegaba a cobrar demasia por el "nuevo" que te enviaba.


Y ya para contar de todo, una estafa nuy simpática, que le hicieron al sacristán Bojollo.

Un día se presentaron unos tipos vendiendo Incienso, y decían que era de Arabia, dieron una prueba a quemar y olía perfectamente y era
bastante barato.

Bojollo, se lo comentó aa padre del D. Juan, que era D. Marcelino, que era la persona que manejaba el presupuesto. El vió una "ganga" y compraron un saquito de dos kilos.

La sorpresa fue que durante un Quinario (Ánimas)que suelen gastar mucho incienso, dió lugar a quemar la "capa de arriba" y lo otro era todo una morralla que incluso olía mal. Que dificil es, pero también engañaron a la Iglesia. (1956)



Saludos.