sábado, 12 de marzo de 2011

LA CHATARRA Y EL COLISEO ROMANO


Allá por los años cincuenta y sesenta se puso de moda para muchos de nosotros el conocer las chatarrerías. Allí íbamos los más jóvenes a vender todo aquello metálico que nos encontráramos por la calle y de esa forma obteníamos algunos ingresos extras, para el cine, para comer o para lo que fuera.

Hoy, por las circunstancias de la vida, vemos circular por nuestras calles a unas criaturas, por lo general rumanos, que en su día obviamente no tuvieron suerte en el “Paraíso Socialista” de su país de origen. Esto que puede suponer un desengaño del “Paraíso Socialista” se lo escuché a Lucas León, con motivo de un viaje que hizo a este país en compañía de Paco García Salve. Ambos quedaron totalmente decepcionados ante la realidad que pudieron apreciar. A pesar de todo esto, en una de las últimas entrevistas que le hicieron al periodista José Mario Armero, se jactaba de que él había puesto en contacto a políticos de nuestra transición con el líder rumano Ceacescu para que este “aconsejara” de cómo lo teníamos que hacer. Poco tiempo después el citado líder moría asesinado en las calles de Bucarest.

De aquel “paraíso” han venido estos emigrantes, que si bien, por supuesto, no representan a la totalidad de los ciudadanos de aquel país, sí suponen un importante grupo marginal del mismo. Se dedican a coger con toda la dedicación del mundo los “sobrantes” de carácter metálico y no metálico que encuentran por todas partes, transportándolos en unos aparatosos carromatos como único medio de transporte, en su mayoría “fabricados” por ellos mismos. A esa figura humana, trabajadora y recolectora de todo lo que sobra, se le ha llamado de siempre “el chatarrero”.

Normalmente toda esta carga la llevan a una “base” en donde todo lo desmontan, lo trocean, lo clasifican, y finalmente lo llevan a la chatarrería. Y así estos inmigrantes hacen una labor muy importante para nuestras ciudades, pues las limpian de aquello que nosotros, incívicamente, dejamos abandonado junto a los contenedores.

EL SÁBADO DE GLORIA

En aquellos tiempos de dificultades económicas y muchas necesidades, la chiquillería tenía por tradición el Sábado de Gloria ARRASTRAR LATAS Y ELEMENTOS METÁLICOS para hacer ruido de alegría por la Resurrección del Señor, que la Iglesia celebraba a partir de las DOCE DE LA MAÑANA. Llegada esa hora, todas las madres les procuraban a sus hijos la posibilidad de arrastrar amarrados a una cuerda las latas y los cacharros viejos que se encontraran. Era una cosa habitual, sobre todo en los barrios populares, y solía durar ese “arrastre” un par de horas. Nadie protestaba ante los ruidos, pues se consideraba como un rito heredado de padres a hijos. Y eso que eran muchas las latas que aquel año 1954 teníamos los nenes de mi calle. Cuando querías descansar del arrastre, las dejabas simplemente en la calle y las volvías a coger al rato. Pero aquel año fue distinto, porque José Montero Cívico, el “Pillo”, fue fiel a su apodo, sorprendiéndonos a todos de forma que, mientras descansábamos, él no tuvo nada más que arrastrarlas todas y se las llevó a la chatarrería del Huerto del Peral (Calle la Banda) donde trabajaba el “Morito”. Allí le dieron un par de pesetas. A pesar de nuestras quejas, las latas y elementos metálicos se quedaron en la chatarrería, y él lógicamente se encontró con un dinero que debió de venirle muy bien. A raíz de aquel día, la chatarrería ya adquirió importancia para todos nosotros y estábamos locos por ir a vender allí cualquier cosa.

Así que de arrastrar latas solamente el Sábado de Gloria, muchos pasamos a recolectar todo aquello metálico que se pudiera vender cualquier día del año. Quizás los más atrevidos arrancaban y cortaban incluso elementos metálicos en uso... El objetivo era que Fernández, el de la báscula, te diera el importe que pagaba, el cual te venía de perillas. Muchas veces fuimos al cine, al fútbol y a otras diversiones gracias a la chatarra.

Por aquellas fechas la Calle del Cristo, junto al taller de Manolo Martínez “El Latonero”, se echó a la calle para presenciar la boda de la “Salvorilla” que habiéndose quedado viuda muy joven (del Salvori), optó por casarse “de segundas”. En aquellos tiempos la costumbre era enganchar en el coche de los “casados de segundas” una serie de latas que se arrastraban e indicaban a todo el mundo que se casaba UNA VIUDA. El encargado de poner las latas fue su vecino el latonero, que buscó todas las latas, perolas, ollas y cacharros viejos que tenían “olvidados” hacia tiempo sus clientes, por lo que formó una “cola metálica” de escándalo. Todos los nenes fuimos detrás del coche de los novios. Lo que menos nos interesaba era la boda. Lo que todos nos disputábamos era el amasijo de latas para venderlo en la chatarrería. Incluso las arrancábamos con el coche en marcha. Los novios hubieron de parar el coche, pues tres de nosotros íbamos subidos en la parte de atrás a fin de ser los primeros en arrancar las latas. El novio tuvo la galantería de entregarnos las latas a fin de evitar un accidente. Al final éramos tantos los que aspirábamos a aquella chatarra que tuvimos que llegar a un acuerdo para repartirnos el lote.

LA OTRA “CHATARRA”

En 1956, año de reformas en San Lorenzo, la preciosa maquinaria a contrapesos del reloj de la torre, inaugurado en 1912, fue destrozada, desmontada y llevada trozo a trozo a la chatarrería. También toda la instalación de cobre del alumbrado de la Iglesia, fue quemada en la sacristía (para quitar la envoltura) y se perdió. Debajo de los altares laterales aparecieron unos antiguos candelabros hechos en tipo de forja catalana, y con el asesoramiento de Miguel del Moral, se les puso también ruedas en casa de un anticuario de la Calle Cabezas. Yo los transporté y me dieron una moneda de dos reales por ello.

Al quitar la falsa techumbre (una bóveda de medio punto), y dejar a la vista el artesonado y vigas de madera, salieron enorme cantidad de escuadras y garras metálicas que armaban la estructura de madera que sostenía los yesos. Estos herrajes, que fueron abundantes, se fueron perdiendo poco a poco del lugar en que se “guardaban”. En todos estos tejes y manejes hubo dos amiguetes: Pepe Díaz y Luís Nogales, ya fallecidos los dos.

Sin ser chatarra precisamente, de los cuadros se perdieron algunos marcos e incluso se cambiaron algunos lienzos originales por copias (por supuesto de peor calidad). Se perdieron once espejos dorados (cornucopias) que estaban en las columnas… y al parecer siguieron la dirección de la ciudad del Darro. Sin ser chatarra se perdieron también de la noche a la mañana unos espléndidos libros corales confeccionados por los monjes de San Jerónimo de Valparaíso. En fin, poco pudimos hacer al ver cómo se llevaban aquella “otra chatarra”. Se perdieron hasta las campanitas que daban los “cuartos” del reloj.

LA CHATARRA Y LA COMPETITIVIDAD

La chatarra es importante para los inmigrantes rumanos y fue importante para nosotros en su día, pero desgraciadamente, al ritmo que vamos, cada vez habrá menos chatarra metálica. El plástico, está sustituyendo a muchos elementos metálicos con lo que ello supone en detrimento de la mano de obra.

Efectivamente, la sustitución de elementos metálicos en la industria por formas de plástico se nota en la carga de trabajo DE FRESADORA, TORNO, TALADRO, Y AJUSTE. Son muchas miles de horas de elaboración que con el plástico moldeado se han perdido, y eso se traduce en pérdidas de muchos puestos de trabajo. Como muestra, podemos citar aquí la industria del frío, los electrodomésticos y la automoción. Cada vez habrá, por tanto, menos chatarra y paralelamente cada vez menos horas de mecanizado y elaboración. Hoy en día elaboras una coquilla o molde de cualquier elemento metálico y puedes en una jornada de trabajo inyectar con plástico miles y miles de piezas.

El plástico ha llegado a sustituir hasta a elementos de tortillería, tuercas, arandelas y espárragos roscados, que al obtenerlos por inyección reducen enormemente sus costos y su elaboración. También se utilizan los plásticos como separadores para todo el tema de moldeado de hormigón, sustituyendo a los separadores tradicionales de acero.

Vamos, que el plástico nos está dejando sin “chatarra” y eso es síntoma negativo de paro y de miseria. Ahora es nuestra industria la que se está convirtiendo en una mala chatarra, pues de las instalaciones, capital y mano de obra solamente se está eliminando esta última.


Vespasiano

… Al emperador romano Vespasiano (66-99) cuando se iba a disponer a levantar el famoso Coliseo Romano se reunió con sus técnicos y arquitectos y éstos le presentaron un plan a base de medios MECÁNICOS para simplificar las labores de ejecución de dicho monumento. El emperador, al que le gustaba analizar mucho los consejos de sus asesores, contestó a los pocos días: “por encima de la simplificación de las tareas del trabajo de construcción, está la obligación del Imperio de dar un trabajo digno a sus ciudadanos”. Así que Vespasiano largó a paseo las máquinas que le hubiesen ahorrado mano de obra y hasta planificó la cosa para que la inauguración durase cerca de cien días. De esta forma dio trabajo a los comercios de la ciudad de Roma. Eso entendía él que era generar riqueza (por cierto, lo que por un lado daba por otro quitaba: puso una tasa por usar las letrinas públicas).

El comportamiento de este gobernante debiera servir de ejemplo para muchos políticos de ahora, que con aires excesivamente “liberales”, consienten intercambios, fusiones de empresas, que con el achaque de UNA INEXISTENTE COMPETITIVIDAD, acaban con la mayoría de los puestos de trabajo, como por ejemplo las empresas eléctricas y de telefonía. Estas últimas, facturando con un incremento casi exponencial en relación a los años sesenta, no tienen apenas ni la centésima parte de trabajadores. Eso sí, se ufanan de ser “competitivas”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno tu escrito,Manuel.
Muchos de los talleres que había en
las Margaritas,tiraban el resultado
de su limpieza en un solar que había cerca de la fábrica de jabón,los chicos íbamos a remover todo aquello,pero cuando nos dejaban los "profesionales",que eran mozos y hasta padres
de familias que con lo obtenido,tro
zos de latón,recortes de chapas,tor
nillos...Obtenían algún dinero.En
aquella economía de posguerra,
necesitada de materias primas.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben


Muchas gracias por tu comentarios pero he querido resaltar que fue por aquellas fechas (1950-1955). Relato el tema de "Arrastrar las Latas" en
el sábado porque fue una tradición real.

De paso quiero denunciar el aire tan liberal que se respira en la economía de las empresas.

En Córdoba, en los años 50-70, en
Telefonica se podía facturar como 100, y había unos QUINIENTOS O MAS TRABAJADORES EN PLANTILLA. Ahora se puede facturar como DIEZ VECES MAS, y si acaso habrá CINCUENTA TRABAJADORES.

Y no digamos el caso de Endesa o Sevillana, ahora quieren hacerlo
todo con TELE-MANDO.


Saludos








CUATROCIENTOS O MAS TRABAJADORES.
TRESCIENTOS TRABAJADORES.Comparativamente hemos pasado deen Córdoba de FACTURAR 100 en teléfon

Laurentino dijo...

A los de Teféfónica parece que les va más el estilo Calígula o Nerón que el de Vespasiano, al menos en el trato a las personas. Eso sí, los jefes a cuerpo de rey, mejor dicho, de emperador

http://www.europapress.es/economia/noticia-economia-empresas-amp-telefonica-propone-incentivar-directivos-450-millones-euros-acciones-20110415120156.html

Manuel Estévez dijo...

Amigo laurentino


Menos mal que el Presidente de Telefonica, Sr. Cesar Alierta, fue uno de los que se reunió con Zapatero, para arreglar el "Paro"
de este país.

Pero igual le volvieron a contar OTRO CUENTO CHINO.


saludos.

Saludos