jueves, 3 de marzo de 2011

LA CALLE LAS PARRAS

En el año 1963, coincidí con un antiguo compañero Antonio Cañero Roduela, que me lo encontré visitando el patio de mi casa, (C/ Roelas 22), que ese año habíamos presentado al concurso de patios que organizaba el Ayuntamiento de Córdoba.

Recordamos con simpatía aquel primer curso de la Universidad Laboral (1957) y lo bien que lo pasamos en aquellas prácticas de taller. Me contó que había regresado de la Universidad Laboral de Tarragona, en donde había hecho Artes Graficas, pero que a pesar de que llevaba trabajando un año en Graficas Utrera, en Córdoba, (C/ Benito Pérez Galdos), tenía pensado marcharse a Australia al calor de un familiar suyo (Francisco Cañero), que ya había emigrado al país de los canguros. A este respecto me comentó: “Mi pariente tuvo que marcharse a Australia, porque en Graficas Utrera a pesar de que él era un buen Maquinista y Minervista se le fueron complicando la opciones de trabajo. Quizás también la influencia decisiva de su mujer Obdulia, fue el detonante final para que este hombre MEDIO LLORANDO, se despidiera de sus amigos, sus compañeros y de su Córdoba, para siempre.”.

De las últimas veces que pude ver a Francisco Cañero, en Córdoba, salía del taller que tenía el tío de José . Campos Moya, al que solía acudir para “echar horas”. Como tantas personas hacían por aquellas épocas. Este taller estaba situado en la calle Ruano Girón, (Calle la Banda), en la casa en que estuvo la “Tasca de Barbudo”, el hombre de la antigua “Moto LUBE”. También en ese portal estuvo la zapatería de Curro “El Sopo”, Zapatería, en donde se daban sesiones de TEATRO LEIDO, sobre todo de novelas del Oeste, a cargo como no, del simpático “Artillero”. El mismo “Sopo”, “cantó” durante muchos años la lotería de la “Taberna la Paloma” en las Costanillas.

Han pasado los años y con motivo de la página Web de la Universidad, me he comunicado varias veces con Antonio Cañero Roduela. Precisamente en el mes de Mayo del 2010, y en medio del festival de los patios. Me envió un correo para decirme: “Me he afincado definitivamente en Australia y ya es difícil que vaya para allá, pues mis hijos están casados y situados aquí junto a mis nietos. Y como es natural mi mujer y yo queremos acabar nuestros días junto a los nuestros.”

Seguimos la conversación y le pregunté por su pariente Francisco Cañero, y me dijo que había muerto a principios del año pasado, a los 92 años. Al hablar de su tío Paco, se refirió en los siguientes términos.: “Mi pariente, me dijo, que desde que se marchó en el año 1963, no volvió nunca a España, a pesar de que su esposa, si ha vuelto unas cuatro veces. El como le costó tanto tiempo y penas adaptarse a la lejanía de Córdoba, tenía mucho miedo a volver, ya que pensaba que si volvía a pisar su Córdoba, “NO HUBIERA TENIDO VALOR PARA ABANDONARLA OTRA VEZ”. Testigo de toda esta conversación con mi tío Paco, eran sus lágrimas.

Al decirme esto, el vello se me puso de punta. Al pensar en la distancia, la separación y la angustia que acompañó al bueno de Paco Cañero durante toda su vida en la lejana Australia. Ese su “Exilio de trabajo” tan lejano, lo padecieron muchos cordobeses por los años sesenta, terminó diciéndome. Ten en cuenta me dijo, que nada más que para venir a España, el pasaje supera más de los 3.000 euros.”

Sin habernos recuperado del relato, me pidió que le hablara de Córdoba, de sus gentes y de los patios. Y yo para alegrarle el ánimo le quise hablar de los patios de una calle simplemente, porque sus patios resumen maravillosamente cualquier homenaje que se le quiera hacer a Córdoba, y a sus gentes en el mes de Mayo.

LA CALLE DE LAS PARRAS

Al quererle relatar a mi antiguo compañero el “australiano” el ambiente de patios que se respiraba en Córdoba, he procurado hablarle de forma muy general de esta eclosión que ha experimentado Córdoba en mayo del 2010, pero para citarle detalles me he querido centrar solamente en la CALLE DE LAS PARRAS.

En los años que llevo viendo patios ningunos me han impresionado tanto como los patios de la calle de las Parras, esta calle para que tu te sitúes, le decía a mi amigo el “australiano”, es paralela a la calle Ocaña, calle, que está junto a la famosa taberna de las Beatillas, y que a decir de las hemerotecas fue visitada por el Poeta García Lorca, en la Semana Santa de 1935.

En la misma calle Ocaña, vivió en su juventud Rafael García Repullo “El Tinte” que jugó en el San Lorenzo, Córdoba y Atlético de Madrid. Viviendo en Madrid, venía todos los años a “veranear” Al sol de su Córdoba y se reencontraba en San Lorenzo, con sus amigos de la infancia, especialmente con Vicente Soler y Manolo Crezo. En una de estas estancias en Córdoba, y ya mayor, la aprovechó para casarse en la Iglesia de San Rafael, con su novia de siempre. La boda se celebró a la siete de la mañana. No hace falta decir que el sacerdote de la boda fue D. Antonio García Laguna, gran conocido de la familia, y una testigo que no faltó, fue su tía, la famosa “Josefita la Repulla de San Rafael.”.

El “Tinte”, a mediados de los sesenta se vino a vivir a Córdoba, en donde lo colocaron de ordenanza en la Caja Nacional. Se fue a vivir al Barrio de Santa Rosa, no obstante todos los jueves, se encontraba en la Sociedad Plateros de la calle Maria Auxiliadora, con algunos amigos de la tertulia “El Negrete”. (Peña Puerta-Nueva), también acudían como invitados, Pepe Alcalá, (El Capitán), Miguel Morrugares (El Fati), y José Mena, (El Pacifico), viejas glorias de aquella simpática Peña de los 14 Pollitos.

El 12 de enero del 2000, falleció el “Tinte”. Había nacido en la calle Zarco, una de las calles mas antiguas de Córdoba. Posteriormente vivió en la calle Ocaña y de allí la casa familiar se trasladó a la calle Badanas, a espaldas de las Bodegas Campos. Hoy esa casa está incluida en el restaurante.

También, paralela a la Calle las Parras, está la calle Hinojo, calle bonita y cordobesa, en donde vivió bastantes años el “Marqués del Cucharón”, (D. Alfonso López), personaje insustituible en la Córdoba cultural, clásica, y festiva. Hombre de tremenda ilustración y que supo hacer gala de su cordobesismo como pocos. Tuvo amigos a borbotones y siempre fue fiel a su innata elegancia y discreción. Si la historia tuviera que buscar un personaje que representara la ilustrada imagen del Séneca cordobés de todos los tiempos, ese pudo ser D. Alfonso López.

D. Alfonso, hombre liberal y demócrata, tuvo siempre muy a gala, que D. Antonio Jaén Morente, (El Republicano), lo eligiera entre el grupo de amigos por los que demostró un especial interés, en contactar con ellos, en su visita de vuelta a Córdoba, desde el exilio, allá por el 1954. Esa lista la confeccionó D. Antonio Jaén, y se la remitió al gobernador D. Victoriano Barquero y Barquero, a su requerimiento.

Un día estando en la Taberna de las Beatillas, coincidí con él y le pregunté en compañía de Joaquín Ruiz Baena, ¿D. Alfonso, porque razón el Maestro Ramón Medina, no mencionó nunca en sus canciones populares al Barrio de San Lorenzo?. Es curioso continué, pues menciona al de San Agustín, Santa Marina y San Juan de Letrán. Entonces D. Alfonso me dijo: El cura, el cura, (El látigo negro), que tuvo una trifulca con Juan Morales Rojas, y desde entonces, éste poeta, que era el autor de las letras del Maestro, silenció para siempre a San Lorenzo.

LOS PATIOS

Acompañado de mi esposa decidí visitar los patios de la mencionada calle Las Parras. Nada más entrar y hacia la derecha, (Por la Rejas de D. Gome), nos encontramos con el patio, que había obtenido el primer premio. Al traspasar la puerta de la calle pudimos comprobar el porqué dicho patio era acreedor a ese galardón. Al principio y casi en el pórtico vimos a una encantadora joven, que al parecer era la dueña, y que no cabe duda de que podía, presentarse como una flor más de las muchas que había en aquel patio. El patio presentaba una gran variedad de geranios, gitanillas y flores de todos los tipos por exóticos que parecieran. Todo formando una conjunción de belleza, colorido, que daba una sensación de maravilloso y pacifico bienestar.

Que colección de objetos y recuerdos, de típica y rancia antigüedad. Como la máquina de escribir tipo “Royal” que nos recordaba aquellos tiempos de la academia “Underwoodd”. Clásica tienda de máquinas de escribir que hubo en la acera del Instituto Góngora, y que estaba regentada por aquella mujer tan pionera en el arte del maquillaje y del teñido del cabello. Su color plata del pelo y los ojos “retocados”, eran un adelanto considerable en el tiempo de la moderna cosmética.

Esta mujer era la hija de D. Lorenzo Gollonett, alto empleado del Ayuntamiento, y que por cierto fue el Jefe del Servicio de Bomberos durante la República, siendo la persona que ordenó a su capataz de confianza. D. José Ruiz Lozano, a que en el mes de Septiembre del 1936, y después de un bombardeo retirara del tejado de la Mezquita-Catedral, una espoleta de bomba que afortunadamente no había estallado.

También había una máquina de coser antigua, que nos recordaba aquellos tiempos de Manuel García Plaza, aquella tienda que vendía accesorios de maquinaria agrícola, bicicletas y máquinas de coser Alfa. Esta razón comercial, confeccionaba todos los años los mejores almanaques de “paisajes” que se daban en Córdoba. El establecimiento estaba ubicado en la esquina de la antigua Plaza de Toros de los Tejares, y su apoderado era D. Manuel Pérez Casas, famoso antiguo alumno salesiano, cordobés clásico en donde los hubiera, amante del teatro y un activo miembro del cuadro de actores del citado colegio Salesiano. Este gran cordobés, fue también Hermano Mayor de la Hermandad del Calvario de San Lorenzo, y en la taberna de la Plaza de la Fuenseca (Casa Bellido), pudieron dar testimonio de sus grandes dotes de buen amigo y excelente persona.

El siguiente patio nos gustó por su amplitud y sus galerías atiborradas de geranios y gitanillas muy especiales. Su pozo en un lado del patio, daba sentido a una casa de vecinos que ahora se asemejaba a un patio cualquiera del palacio de Viana. Allí en esa casa, vivió una persona a las que yo tuve un público reconocimiento, pues fue familiar mío. Manuel Estévez Milla.

D. Manuel Estévez, nació en la Calle Pedro Verdugo y fue un gran profesional en la Electro Mecánicas, su empresa de toda la vida. Allí se le apodaba cariñosamente como “El Negro”. A decir de sus amigos fue un compañero excepcional, que supo compaginar el trabajo con el mundo de las Peñas y como tal fue unos de los fundadores de la Peña de los Romeros de La Paz, en la taberna del Realejo, situada frente a la Confitería de San Rafael. Junto a D. Amador Naz Román, fue uno de los mejores jugadores de dominó que hubo en Córdoba por aquellos tiempos. Murió el 23 de Diciembre de 1975. Curiosamente un mes después que Franco.

En el siguiente patio a mano izquierda se conjuga la belleza con la serenidad claustral. Nada más entrar, el pozo central te avisa de que ese es el lugar ideal para poder admirar ese esplendor de la naturaleza, expresado en maravillosas macetas, con plantas y flores de todos los tipos. El frescor y la brisa del patio, sus galerías…Da la sensación que de un momento a otro, el canto gregoriano va a irrumpir en ese equilibrio del Mayo cordobés. Más belleza y más sosiego es imposible, solamente la poesía del que un día fue su inquilino afortunado D. Pablo García Baena, nos puede desgranar las notas sublimes de esa melodía escondida que se quiere asomar por esas barandas y galerías de claustro eterno. Pablo García Baena, formó parte del grupo Cántico, también fue uno de los refundadores de la Hermandad del Remedio de Ánimas, a la que supieron imprimirle un carácter y estilo tan singular como único, que inevitablemente la hacen ser una de las más famosas de España. Como colofón y premio a su brillante quehacer literario y poético, le fue concedido el Premio Cervantes de las Letras.

Por sus patios y por todos estos personajes, la Calle las Parras, ha sido este año el colofón de los patios, y orgullo de esta zona tan singular de Córdoba, llena de calles con encanto de vecinos e historia.

Que lástima que Australia esté tan lejos, para aquellos cordobeses que un día tuvieron que marcharse por problemas serios de trabajo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy humano como siempre tu escrito
Manuel.
En los años 60 fuimos muchos los que por diferentes motivos nos fuimos de Córdoba,pero en general por abrir fronteras,la mayoría económicas.
El amor a nuestra ciudad,siempre es
tuvo con nosotros.En micaso,también
se lo inculqué a mis hijos,catala
nes de nacimiento y formación. Ahora lo hago con mis nietos.Todos aman a Córdoba y les encanta venir y disfrutar de esta tierra.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben

He cambiado el Titulo de la entrada poniéndole LA CALLE LAS PARRAS, con especial detalle a personas como tú que teneis un sensibilidad de amor a Córdoba muy bonito.

Simplemente con que personas como tú lean esta entrada, merece la
pena.

Saludos Ben.

Anónimo dijo...

Paseando por la plaza y saliendo
hacia el arco que da a la plaza del
Socorro,Me he acordado,Manuel,del
mesón que había que fue famoso por
sus tapitas,vinos y cante.Regentaba
el mesón una familia,que si mal no
recuerdo emigraron a Australia.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben


Eres una persona que en tus entradas simepre dejas entrever una gran amor a Córdoba.

Yo, pongo quizás estas sosas letras precisamente para esas personas.

AMAR A CORDOBA, es fundamental para mi. Y tu eres una persona que atesoras muchos recuerdos y amor a Córdoba.

Saludos Ben
Viva las Margaritas