
Luego del Caracol seguimos teniendo noticias cuando ibamos a Madrid y por “cordobesismo” solíamos llegarnos a la calle Barbieri, en donde estaba el Restaurante de los Jiménez, (cordobeses), que habiendo quitado la freiduría que tenían cerca de la Plaza de las Tendillas, se marcharon a Madrid, a probar suerte. Recordemos que el hijo mayor del Sr. Jiménez, era el que fue sonado novillero por aquellos tiempos, Antonio Ángel Jiménez, que incluso llegó a tener su propio pasodoble.
Recuerdo que una vez, entramos en el “tablao de los canasteros” propiedad del Caracol, y pudimos ver por allí a Blanquita del Rey, la simpática bailaora del barrio de Santa Marina (zona de la Lagunilla), que allá por los años cincuenta, bailaba como los ángeles por las cruces de mayo, tanto en la calle Tafures, como en la plaza San Lorenzo. Concretamente en aquel año 1957, bailó en la Cruz de mayo, que se puso en la Plaza de San Lorenzo, y que ganó el primer premio, ella iba ataviada con el traje de “flamenca-cordobesa” y el pelo recogido en una “redesilla”, formaba pareja con Rafael Fernández Márquez, joyero cordobés, ubicado en la calle “Tras la Puerta”, (La Viñuela), que curiosamente cambió de acera el negocio, coincidiendo con la fecha de cuando al simpático mudo (barbero), le tocó la primitiva.
Luego seguimos viendo más caracoles que nuestras madres nos comentaban como el que tenía la simpar Estrellita Castro, en su frente y que se lo llevó a la tumba.

Otro caracol que nos llamaba mucho la atención a los chavales del barrio cuando éramos pequeños, era el que tenía Virtudes Jiménez, la mujer del “Paquirri” que vivía en la calle el Cristo. Era un caracol que adornaba su frente, y era una continuación del cuerpo exhuberante que poseía esta mujer. Su casa era precisamente la única casa que tenía agua potable. Cuando acudíamos allí mandados por nuestra madres, con el cántaro, el botijo o cualquier “dama-juana”, para comprar agua, ella era la que nos atendía de forma muy agradable, y siempre nos echaba “un chorreón de más” como prueba del buen corazón que tenía.
LOS CARACOLES EN AQUELLA ÉPOCA
Eran los tiempos en que la simpática Fidela, vendía aquellos sobres que contenían las estampas del ladrón de Bagdad. Pero además del “Caballo Roto”, el “186” y “La Alfombra”, eran los tiempos en que nos ofrecía toda clase de tebeos, nos ofrecían la harina de algarroba, las sultanas, las merengas, el paludú de palo, el regaliz, las bolitas de anís, los barquillos, las pipas, los chochos, los polos de nieve, las chufas, las almesas, las pastillas de leche de burra, el chicle y las tabletas de pan de higo de “SIETE CHICAS”, con su almendra incluida. Además de toda clase de tabaco, en el que destacaba el “Bisonte” como el de más lujo, que valía el cigarro a SEIS GORDAS..
El otro día hablando precisamente con Fidela de todas estas cosas, nos recordó el día que en su casa de la calle La Pierna, se metió un toro hasta las cocinas, y que estuvo a punto de subir las escaleras de la segunda planta, justo en el momento en que una vecina bajaba con una olla de caracoles, para obsequiar a los demás vecinos.

Eran tiempos en que por nuestros barrios había mujeres que recorrían las calles (sobre todo en la siesta), anunciando sus CARACOLES GUISADOS, era curioso de que casi siempre lo nenes (estábamos siempre en la calle) le contestábamos MUERTOS Y ESPACHURRADOS. Esta mujer llevaba dos orzas, en una llevaba los caracoles y en la otra el caldo. Era de estatura bajita y se llamaba Adela González, "La chiravita" vivía en las Costanillas. Tenía una hija y un hijo. Su hijo que trabajó de “botones eterno en el Hotel Granada”, le pasó una anécdota cuando apenas tenía 17 años, (Luego de mayor llamado "Pepe Líos"). iba Realejo para arriba y y en la puerta de Casa Novella, se encontró un sobre con TRESCIENTAS MIL PESETAS, y corrió como un poseso para entregarlas en el entonces gobierno civil que estaba en la calle Alfonso XIII. Aquello fue un gesto que le honró y que muy pocos llegaron a entenderlo. Su madre Adela, competía en la venta de caracoles, con Rafalita Jiménez, la de San Juan de Letrán, que llamaba la atención por su delantal al peto, totalmente blanco. Los caracoles se los solían comprar a la “Sorda” la mujer de Rafael Calvo “El Mohete”. Antes el vender caracoles, no era en plan masivo como ahora, que los traen de criaderos. Antes eran gente que se dedicaban al campo como los hijos de la “Demonia” los Ampomo, El Domingo, El Lagarto, El Chaparro, etc. Era cuando se cogían los caracoles en los aledaños del Río Guadalquivir (El Soto) y en las zonas de cardos cucos que abundaban en los puentes que proliferaban en la antigua carretera de Madrid-Alcolea, y en el Rio Guadajoz.
Posiblemente uno de los primeros puestos de caracoles al servicio público que se pusieron en Córdoba, era el puesto de Rafael, “El arropiero” de San Lorenzo, que alternaba “arropías-caracoles-helados-castañas asadas, según fuera invierno o verano. Este puesto lo situaba en la Plaza de San Lorenzo, (detrás de Manuel el jeringuero), pegado a la segunda acacia de la derecha, más o menos en donde en un principio estuvo el buzón de correos, enfrente de la casa de Pedro Pareja. El puesto lo representaban dos ollas de aluminio, una para el caldo y otra para los caracoles. También por aquellos tiempos, se pudo ver un puesto quizás más importante que éste, enfrente del Hospital de la Cruz Roja, (junto a los urinarios públicos) y ya que estaba regentado por la saga de los “Pajeros”.gente que vivían por San Acisclo y el Zumbacón. De allí y desde hace muchos años, aterrizaron en la Magdalena, donde instituyeron un puesto que ganó reconocida fama, hasta considerarse en la actualidad uno de los mejores puestos que existen en Córdoba, dentro del gran nivel que tienen todos.
También los Bares, se hicieron eco de los solicitados que eran los caracoles, hasta el punto de que en todos los bares de barrio, te lo ofrecen como una tapa más, en esos vasos que fueron de los primeros que llegaron de duralex.
La gran mayoría de estos caracoles que satisfacen el enorme consumo que hay en Córdoba, vienen casi todos de una nave que hay cerca del “Valle de los Buitres” (detrás de San Carlos), allí se ve que llegan los tráiles de Marruecos y los descargan en una enorme nave frigorífica.
LOS CARACOLES EN LAS CASAS DE VECINOS
Era tradicional en las casas populares de estos barrios (San Lorenzo, Santa Marina, San Agustin, etc), que al menos una vez al año, se diera una caracolada para todos los vecinos. Se escogía el día DE SAN ANTONIO, para blanquear la fachada y para terminar la jornada con la CARACOLADA. Era la chavaleria junto con alguna persona mayor, los que se desplazaran AL SOTO, o a LOPE GARCIA, (orillas del río) para entre los tarajes, rama a rama, ir cogiendo los caracoles. Con todos los caracoles recolectados, se llevaban a la casa y siempre había vecinas que se ofrecían para lavarlos. Una que se prestaba mucho a esto, era una simpática mujer mayor que le decían popularmente MARIA HIERRO, (María Leiva Remache). Ella hacía esta operación de lavado, un tanto laboriosa (se sacaba agua del pozo hasta que quedaba el enjuage totalmente claro y sin espuma). Una vez lavados, se ponían al sol con su ramita de yerbabuena, esperando a que todos sacaran su gaita. Cuando se iba el sol, se volcaba el lebrillo que los contenía en una olla lo suficientemente grande para cuatro o cinco Kilos de caracoles. Se le cambiaba el agua, y se ponían a fuego lento, en la candela que se hacía en medio del patio, para intentar “sorprenderlos bien gaiteados”. En este momento, la persona que los estuviera guisando, apretaban el fuego y “Los pillaban con la gaita fuera”. Luego se procedía a quitar-la espuma que soltaban en el primer hervor, y se aliñaban, echándole también su correspondiente cornetilla-picante, que era la “salsa” del caldo.
Realizado el guiso, los vecinos se sentaban alrededor de la candela que lógicamente se había hecho en mitad del patio, y todo el mundo a tomarse su taza de caracoles. En el reparto, todo el mundo aportaba “sus vasos” y la variedad era muy variopinta. Unos aportaban un tazón, otros un vaso metalico, otros vasos de cristal, otros una jarra e incluso otros, el simpático jarrillo de lata, tan abundante en aquellas épocas y que se obtenía a partir de la lata vacía de la leche condensada.
Había algunos que aportaban un poco de pan y los mayores solían ir a Casa de Matías, (Bodeguilla) a por dos pesetas de vino (tres cuartos de litro), y se lo bebían a medias los mayores. Si pasaba o llegaba algún vecino de la calle, también se le invitaba a su ración de caracoles.
Había gente que lo que más le gustaba era el caldo, precisamente por su sabor a “cornetilla”, y porque decían que era “afrodisiaco”.
Hoy hablando con el legendario arenero, “El Negro” (José Lesmes), de la calle los Ciegos de toda la vida, me ha dicho que se echa mucho de menos, aquellos encuentros vecinales, con las caracoladas, limpiezas de fachadas, etc. Era otro estilo de vida, que desgraciadamente se ha perdido, como tantas cosas buenas de aquellas épocas. Hoy se muere la gente y el de al lado, ni tan siquiera se entera.
CARACOLES EN LA GUERRA
De los muchos ratos que se pasaba en aquellos tiempos 1965-1970, en los periodos de asueto que echábamos sentados en el canalillo de la puerta de la fábrica (Westinghouse), (que era el feudo de trabajo de Faustino Blanco Medina). Todos los días en el rato de bocadillo se montaban unas tertulias en las que recordaban cosas muy sabrosas. En aquella ocasión Fautino y Enrique de la Rosa, veteranos de la pasada guerra, nos obsequiaban con las anécdotas que vivieron en aquel frente de Pozoblanco, que durante tanto tiempo estuvo estabilizado. Curiosamente cada uno estaba a un lado del frente, y comentaban que allí coincidieron por un bando y por el otro, gente de Sevilla, de Málaga, de Córdoba, y de distintas partes de Andalucía. Pero ellos, los que estaban a ambos lados, se llevaban de forma pacifica y se intercambiaban productos que pasaban de un sitio para otro con total naturalidad. Nos contó Faustino, que un día, un tal Aranda Rodríguez, que era de la zona de Alcolea (Córdoba), y antiguo vecino de los Mellis (Eduardo y Mariano, Sánchez Cerezo), se había entretenido en recoger caracoles de una zona de cardos cucos que había cerca del frente, y se empeñó en hacer un gran guiso. (había tiempo para todo), La mayoría de los frentistas, empezando por los malagueños, no les apetecían ni tenían experiencia de caracoles. No obstante el amigo Aranda, llevó adelante su guiso, y fueron probando por tocas, y la verdad que la mayoría (según nos refirió Enrique de la Rosa), repitió sobre todo el sabroso caldo. Fue un guiso de caracoles que compartieron en una de aquellas tardes-noches del mes de junio, de estabilidad de aquel frente, en donde se intercambiaban además del tabaco, el papel de fumar y hasta el jabón de afeitar.
CARACOLES EN LA HISTORIA
En la película Espartaco, se nos recrea una escena entre Craso (Lawrence Olivier) y el esclavo Antonio (Tony Curtis), en la que el poderoso romano trata de seducir en el baño al joven y bello Antonio, con el famoso comentario de “que prefieres conchas o los caracoles”. Esta escena con los caracoles como protagonistas se convirtió en la más famosa de la pelicula, que incluso fue censurada.
CARACOLES EN EL CANTE
Hablando con un gran aficionado al cante, este me decia: “las coplas que se cantan con los caracoles, son de escaso valor, son pura coba de los cantaores profesionales, a los aficionados de fuera de Andalucía, por la buena acogida que les dieron cuando pudieron comunicarse con nosotros y recibirnos, sobre todo con el ferrocarril. Es un estilo de flamenco perteneciente al grupo de las cantiñas y que musicalmente está muy próximo a mirabrás y a las alegrías. Tienen una métrica parecida a la "soleá”.
Se le denomina caracoles, porque es el estribillo que a modo de exclamación se menciona repetidamente.
En el ejemplo que presentamos se puede comprobar algo de lo que decimos.
cuando pasan por ella
los andaluces!
Mocita, escucheme usté
Son tus ojitos dos soles,
¡Vaya bonita y olé!
Posiblemente el éxito de los caracoles esta, en que al igual que el toreo de el Córdobes, no era aceptado por los puristas, porque decían que no era ortodoxo, pero por el contrario le gustaba a casi todo el mundo, aficionados o no. Con los caracoles pasa algo parecido, le gusta a todo el mundo. Por eso los profesionales lo incluyen en sus recitales.
D. Antonio Chacón, fue el cantaor que le dio más personalidad a este palo, dándole su sentido dicharachero a lo gaditano, como reflejo final de luminosidad y ganas de vivir. En Córdoba, y en su FESTIVAL DE CANTE JONDO, han destacado en este palo, Luis de Córdoba, que ha sido el cantaor que más veces se llevó el premio en este tipo de cante. También Manuel Espejo Jiménez, el “Churumbaque”, se ha llevado varias veces este premio.
CARACOLES EN EL MAYO CÓRDOBES
Un responsable de Turismo del actual Ayuntamiento de Córdoba, nos comentaba el otro día, que la facilidad del AVE, está haciendo que cada vez sean más los madrileños que se desplazan a Córdoba, para saborear los exquisitos caracoles, que se le ofrecen en nuestros magníficos puestos, que han crecido en los últimos años como la espuma. Nos dicen que el récord (¿), de venta en un día, lo tiene el PUESTO DE LA MAGDALENA, que según parece en un día de patios, tuvo un consumo próximo a los 1500 Kg. El Mayo cordobés, además de la Mezquita-Catedral, las cruces, los patios y la feria, tienen otro atractivo para los que nos visitan y que son los CARACOLES GUISADOS. Afortunadamente nuestros puestos todos por lo general, tienen fama de limpieza y calidad comprobada.