jueves, 24 de octubre de 2013

EL HUEVO A LA FLAMENCA

El laurel  común (laurus nobilis L.) es un arbusto o árbol aromático de hojas perennes cultivado prolificamente en toda la peninsula ibérica desde la antigüedad.

Tradicionalmente siempre se utilizó en temas relacionados con los honores, las medicinas y en la buena cocina y todos estos usos aparecen en la historiografía de la medicina y en los farmacólogos helenos, además los griegos consagran el laurel al dios Apolo. Los mismos emperadores romanos son representados con sus coronas laureadas como símbolos de su poder y su gloria. Con el cristianismo el significado del laurel sigue representando el triunfo, el valor y la sabiduría, por lo que era frecuente que figuraran representados en emblemas y escudos.

En la Iglesia católica,  la celebración del Domingo de Ramos, constituye una ocasión, para que en muchos lugares, el laurel se alterne, con el romero, el palmito y el tomillo, como ofrenda en las manos de los que participan en la procesión, que conmemora la entrada entre vítores de Jesús en Jerusalen. 

Es un arbusto que suele alcanzar hasta 12 metros de altura, y suele estar muy presente en medio de los árboles frutales de un pequeño huerto, en un patio, y en cualquier zona boscosa. Hay creencias antiguas, de que el árbol de laurel protegía a los habitantes contra los rayos de tormenta,  las epidemias y hasta el mal de ojo.  Su lento crecer ha mantenido el dicho de:

“Quien planta un laurel nunca lo verá crecer”.


La primera vez que vimos el laurel, era en aquél especie de "cajoncillo", que sobre un pequeño baño de zinc boca abajo, le servía de puesto a la “Pastora” de San Agustín, que vendía limones, ajos, perejil y laurel. Ella, la citada “Pastora” era el primer puesto de aquel mercado si se accedía desde el Pozanco. Luego ya con el tiempo, pudimos ver esta planta en unos árboles espléndidos que crecían en la finca “El Soldado” de nuestra sierra. También lo pudimos observar en el patio de árboles de la taberna de la Sociedad Plateros de la Calle María Auxiliadora, en donde había un arbusto de laurel que velaba por el crecimiento de la “Dama de Noche” y el espléndido “Jazmín”. Ya por desgracia no está la “Pastora”, poco queda de la finca “El Soldado” y nada debe de quedar del laurel del patio de la Sociedad de Plateros.

El otro día al pasar por la Calle Alvar Rodríguez, me encontré en la puerta de su casa, con Paco Jiménez, “El Guapo”, el cual estaba junto a un cajón que contenía laurel para la venta. Me explicó que su hermana Antonia “La Guapa”, había fallecido la semana pasada. Es curioso que a la puerta de una mujer que durante toda su vida, y como buena “churumbaque” vendió todo lo que daba el campo,  apareciera ahora un cajón con Laurel y es que como decía ella, se trataba de que la olla hirviera todos los días. El lugar en donde todos los días ofrecía pacientemente sus productos, era en San Agustín, en la puerta de Manolo Polonio, el carnicero. El quicio de la puerta era el único referente de apoyo o caseta que tenía, así años y años, hasta que trasladaron el mercado a la Plaza de la Mosca y se jubiló. Luego continuó cuidando a su  hermano Paco, como si fuera su propio hijo. Muchas veces que pasabas por la puerta de su casa, podías ver a los dos hermanos, sentados en el patio de su casa, disfrutando de los atardeceres de Córdoba por los veranos. Pero el próximo verano, ya no estará su hermana, compañera de tantos y tantos años, trabajadora cabal. Ahora estará sólo él, quedando como el vecino más antiguo de toda la calle Alvar Rodríguez. Dicen que por la vista, ya no puede ver ni tan siquiera el fútbol de la TV, por el que sentía pasión. Pasión que la demostró durante su juventud, jugando allí en donde había un poco de llano para correr. Todavía recuerdo aquellos “desafíos” que echaba con sus vecinos, Los Veras, Los Padillo. Los Quirros, Los Trenas, Los Pepillos, Los Claus, Los Hiedras, Los Pepete, etc. etc., en aquel “Solar de Juanito”,  (Años más tarde se puso el local de Modesta, enfrente de la Plaza de la Mosca), donde se jugaba con el “riesgo” de tener un pozo seco y profundo en medio del campo de fútbol y a pesar de ello, se jugaba porque había afición. Cuando caía el balón al pozo, le tocaba bajar normalmente al más pequeño, que con improvisadas cuerdas y correas, se hacía una cuerda por la que se descolgaba hasta una profundidad de 15 metros aproximadamente, yo bajé dos veces.

LAUREL para esta gente que se la jugaba todos los días jugando al fútbol con un pozo en medio, simplemente por amor a este bendito deporte.

La Calle Alvar Rodriguez, es posiblemente una de las calles de San Lorenzo, que más habitantes tenían por m2 de zona habitada. En aquellos años, de los 50, 60, 70, y 80 del pasado siglo, había más vecinos que piedras en los patios de las casas. Eso si, casi todos emparentados, lo que nos podía permitir el contemplar, que casi todos, a pesar de las lógicas discusiones, eran una piña familiar. Esa Calle, sus gentes eran personas sencillas, trabajadores populares, pero aún así, tuvieron sus catedráticos, universitarios, abogados, médicos, practicantes, pescaderos, peluqueras, electricistas, plateros, directores de teatro, fábrica de gaseosas, taller de bicicletas,  mucha gente buena.

En la actualidad ya quedan pocos vecinos originarios de aquella época, solamente quedan dos hermanos de la saga de los “guapos”, que son los que quedan viviendo en su casa de toda la vida, en la casa del laurel en la puerta.

Entrando por la Calle Ruano Girón, nos encontramos con la casa de “Las Rancheras” nombre con el que se denominaba a la hermanas de Rafael Ruiz Lucena, que fue un cordobés de categoría, gran amigo de muchas personas, pero en especial del poeta Francisco Carrasco Heredia, al que acompañó en sus rutas poéticas y en especial en su recorrido por toda nuestra sierra para tomar notas para su libro “Los Arroyos de Córdoba”. Igualmente fueron muchas veces a Badalona, para hacer “patria chica” entre los cordobeses que allí se reunían en la Casa de Córdoba. Además fue uno de los fundadores de la “Peña los Rafaeles”, que se consolidó en el hogar de los antiguos salesianos, bajo el simpático liderazgo de Rafael Casas “Casitas”.  Fue trabajador de Cenemesa y en su despacho, tenía siempre un almanaque de Maria Auxiliadora y una gran estampa del Arcángel San Rafael.

LAUREL, para este gran cordobés que supo llevar su gran amor a las cosas de Córdoba, a la misma Cataluña.

Eran los tiempos en que el Bar de la Asociación de los Antiguos alumnos, (Que estaba junto a la “Muralla de la Calle el Cisne”,) lo regentaba “Basilio”, que estaba emparentado con la “Hermosa”, de la Calle Ruano Girón, y que fue la mujer de Patricio, fornidos jugador, que jugó en el equipo de la Electro Mecánicas y terminaron como muchos en Barcelona. El tal “Basilio”, además de suegro del “Limpio”, lo era también de Antonio Jiménez Gutierrez, el que fuera contable de los hermanos Gómez, en su tienda de televisores de la Calle Almonas, un poco por debajo de Hornero el de los botones.

El amigo Antonio Jiménez, fue un simpático personaje, cordobés por los cuatro costados, y que supo inculcarles a los hermanos Gómez, tal habilidad en el manejo y negociación de las letras, que llegó un momento en que las tiraban por alto y estas caían siempre de canto. Fueron muchos los televisores y electrodomésticos, que durante los años, 60, 70 y 80 del pasado siglo vendieron estos tres hermanos; Rafael, como gerente, Antonio, como encargado y Felíx, encargado de los transportes y puestas a punto. Pero si grande fue el volumen de ventas y televisores que los Gómez vendieron, más grande fue el saco de “letras devueltas” que un día Rafael, quemó en su parcela de Alcolea. Daba la sensación de que estos hermanos Gómez, algunas veces, no solamente “daban facilidades de pago”, sino que parecía que incitaban “para no pagar”. El bueno de Antonio Gómez, solía decir a los clientes: “No te preocupes por la letra, mi hermano las suele retirar por ventanilla”. Hubo momentos que vendían televisores ASKAR, a cualquiera que pasara por la puerta. Lo importante era vender más aparatos que el “Lali”, que tenía la tienda un poco más abajo.

LAUREL, para los hermanos Gómez, que a pesar de sus disgustos por las letras devueltas, contribuyeron a que muchos barrios populares se llenaran de televisores y  turmix.

En la misma Calle Alvar Rodriguez y después de una tienda regentada por Rafalita, estaba la casa que en apariencias era la mejor terminada de la calle, allí vivían importantes vecinos, como los Ordoñez, que toda su vida se dedicaron al trabajo de los mármoles.

También los Santiago Laguna, de estos últimos tenemos que hablar que con su entrega y trabajo, lograron una posición académica que no era muy habitual por aquellos lugares. Diego Santiago Laguna, sobrino de “Margarita” la de la “Peña  la Pimienta”, logró la Cátedra de Farmacología de la Facultad de Veterinaria de Córdobas, antes había logrado la plaza de profesor en la Facultad de León, en donde estuvo trabajando durante sus primeros años de profesional docente.

El amigo Diego, hoy Catedrático emérito, fue todo un número uno de su promoción en el Colegio Salesiano. Se orientó por la carrera de Veterinaria, porque al parecer su tía Margarita, (La de la Peña la Pimienta), se había casado con uno de los hermanos Priego, dueños de una famosa Pasamanería de San Lorenzo, (que antes fue “La Barata” de Torderas) , y que eran propietarios de la Finca Peña Tejada, a él, a Diego, le encantaba el campo y los animales. Estudió la carrera con notas brillantes y su primera oposición la ganó como hemos dicho en la provincia de León; luego posteriormente pudo conseguir plaza en Córdoba, en donde se ha jubilado como Catedrático de Farmacología. Me cuenta un compañero suyo de mili, que se portó maravillosamente en el oficio de “cartero”, eludiendo con toda seguridad haber hecho labores indispensables de “mamporrero”, como era casi normal en aquellas Caballerizas Reales, de feliz recuerdo para la Córdoba ecuestre.  Todavía guardo un trabajo que me regaló sobre los antibióticos, cuando apenas tenía 17 años.

LAUREL para este vecino, Santiago Laguna, que sumo emerger de esta calle con su brillante carrera de Catedrático.

Más abajo vivía “Berta”, la fugaz jeringuera que puso su puesto  más o menos en donde hoy está el mosaico dedicado al Cristo del Calvario, en la Calle del mismo nombre. 

Este Cristo, por cierto, cuya Hermandad se le denomina del Vía Crucis, fue “castigado”,  a no participar en el Magno Vía Crucis, que se celebró últimamente en Córdoba, cuando por antigüedad y la tradición de esta cofradía, le correspondía un puesto en este magno desfile. Además es de las pocas Hermandades que tiene de antiguo en sus estatutos, el convertir su desfile procesional en un autentico Vía Crucis; por algo le llaman la Hermandad de la Via Sacra.

LAUREL, para José María Gutierrez, el “Guti” que fue el Hermano Mayor que se recordará de forma permanente,  por su gran labor en pro de su Cristo del Calvario.

Y siguiendo con Berta la jeringuera, tenemos que decir que fue “fugaz” porque apareció allá por los años cincuenta del siglo pasado y duró pocos años. La mujer que le ayudaba a mover los jeríngos, era Angelita Muñoz Moreno, hermana de Manolo Machín Moreno, el panadero del Horno de los Remedios de Cañero Viejo, y que durante bastante tiempo, repartió el pan en la tercera calle de Cañero (Pintor Muñoz Lucena), siendo él, el que suministraba el “famoso pan” que Rafael Gómez Sánchez “El Sandokan”, costeaba a un grupo de mayores de dicho Barrio. El fallecido “Mejias”, zapatero de categoría, fue vecino y testigo de esta simpática historia.

Continuando con lo de las jeringueras, tenemos que decir que el barrio y sus alrededores, estaba plagado de puestos de jeringos. Yo recuerdo con especial interés a Concha González Ruiz, que era parienta mía y que ocupaba un sitio en donde ponía los veladores la taberna de “Huevos Fritos” y posteriormente el Gallego Iglesias, y luego Luis Bravo. Esta mujer, durante la República, fue la portera de la Escuela Obrera, cuyo director era D. Eloy Vaquero Cantillo, “Zapatones”. Ella pudo comprobar como éste hombre se marchó antes que estallara la guerra (18/07/1936), saliendo de España por Gibraltar, pues al parecer había sido amenazado de muerte por alguien del propio arco parlamentario.

Luego en San Lorenzo, además del puesto de Berta, estaba el de Manuel, en mitad de la Plaza junto a la fuente; se quitó y se volvió a poner. Era bastante cabezón en sus manías hasta el punto de que iba incluso al Arroyo de Pedroches a por los juncos que le servían para colgar los jeringos.  Este puesto lo quitó allá por el año 1958, fecha en que se quitó el famoso “Tacón de San Lorenzo” formado por la casa de los Almirón, en donde tenían una sultana.

Luego, en la esquina del Cine Iris, estaba la “Pulgarina”, hoy su nieta es la administradora del Colegio Salesiano. En esta familia hubo "cantaores" de flamenco, de saetas y gente que entendía de vinos por trabajar en las Bodegas de Cruz Conde. Tuvieron relación con la famosa bodeguilla “Los Arbolitos” de la Calle Alvaro Paulo. Su padre fue nada menos que “El Rusieñor de Córdoba”, cariñoso apodo que le pusieron cuando a principio de los años treinta del siglo pasado, y en una actuación colosal en la Plaza de los Tejares, Rafael Gavilán Pulgarin, que era jefe del conocido Molino de Carbonell, se cantó todos los cantes del repertorio del maestro  Antonio Chacón, hasta los mudos disfrutaron de tanto cante. Esto me lo comentó, tomándose un “canasto” en Casa Millán, Paco Alcalde “El Cojo Palanca”, el barbero de la Calle María Auxiliadora, que cada vez que un cliente quería ir al servicio lo mandaba a los Urinarios Públicos, que había en la esquina de Los Gavilán “Los pajeros”, ya pegando con la  la Huerta Tras la Puerta y la misma "Redonda". La Huerta "Tras la Puerta", era regentada por las hermanos Porras, y sobre ella se levantó todo lo que hoy es la Avenida de Barcelona.

En la Calle Montero, y junto al transformador que había a la entrada de la Calle Rivas y Palmas, estaba “Hermenegilda”, que era ayudada por Carmela Trujillo, hija del zapatero del mismo nombre de la Calle El Truque. Carmela, con el paso del tiempo, llegó a regentar el puesto y fue ayudada en las labores “de mover los jeringos” por la popular “Piquito Plata”, personaje singular de la calle Montero y que se casó con Pepe un formidable pintor de brocha gorda.

En el Jardín del Alpargate, estaba Rosario, junto a las escaleras de acceso a esos abandonados jardines, que más que lugar de recreo y esparcimiento público, parecen un “campamento de refugiados”. En aquellos tiempos, el que “cuidaba” el jardín era Enriquito Ogallas y el jardín estaba siempre impecable. A Rosario, más de una vez le sorprendió “la riada” y por poco el puesto y el quiosco llegaba hasta el Realejo, arrastrado por el agua.

También por la Magdalena, estaba Encarnación, a la que le ayudaba hasta última hora su hija. Era en la esquina del jardín conforme se sale de la calle Crucifijo. El simpático “Loco de los pájaros” que tenía el taller de estiraje muy cerca de allí podía dar fe de todo esto. Esta mujer se mudó a vivir en la Ronda de Andújar, en una casa con restos de murallas antiguas que los que saben lo achacan a una Casa-Castillo del Alcaide de los Donceles.

En el Pozanco, y en el rincón de “Rogelio” había una jeringuera, que se llamaba Socorro, y que en las tareas de “menear los jeringos”, le ayudaba su vecina La Paqui, que también vivía  en la “Casa de la Palmera” de la Calle el Cristo. Llamaba la atención el paraguas tan enorme que utilizaba esta mujer a modo de toda caseta, cuando llovía, y que se la hicieron los carpinteros que trabajaban en la Ermita de la Montaña de la Calle Montero. En esa Casa de la Palmera vivió Salvador y su hermano el famoso “Rusi” personajes importantes del barrio.

Y ya para finalizar el cerco de las jeringueras, tenemos que hablar de “José el churro”, que era el jeringuero, que había en la calle Muñíces, aprovechando el saliente que hacía la papelería Ferrándiz, una de las primeras papelerías que se instalaron en Córdoba enfrente de la taberna de la Viuda. En el escaparate, disfrutábamos viendo los lapices “Alpino” de los que al parecer él dueño, tenía alguna representación.

La verdad que después de tantas jeringueras o puestos de jeringos, tenemos que decir que en Córdoba, nunca se dijo “ni porras, ni churros”, aquí siempre se le llamó jeringos.

Además ahora que estamos con las “primas de riesgo” que suben y bajan, las inflaciones y subidas de los precios, (al menos hay montones de tertulias en la radio y en TV, que se la dan de expertos) Les invitamos a que nos digan el porqué en aquellos tiempos (50, 60, del siglo pasado), productos como la “rueda  de jeringos”, mantuvo su precio de venta de 25 céntimos de peseta, de forma invariable al menos durante más de una década. Igualmente la pastilla de “pande-higo”, con su almendra incorporada y que se vendía en los puestos de arropías, también disfrutó de un precio estable de 35 céntimos.

En cambio ahora, cada vez que vas de nuevas a un establecimiento, o te han subido el precio del medio de vino, la caña o la cerveza, o te han subido el café o el simplemente el sentarte.

LAUREL, para todas estas jeringueras, ejemplo de mujeres trabajadoras y que madrugaban lo suyo para empezar a encender el hornillón. Y LAUREL, repetimos, porque supieron mantener el precio de la “rueda de jeringos” durante más de una década.

Siguiendo con la casa de “Berta” tenemos que decir que allí vivía la familia de los Hiedras, cuyo padre trabajaba en la Electro Mecánicas, y ellos eran muy populares y entregados en el barrio. Uno de ellos, Sebastián, era yerno de “Josefita” la dueña del patio cordobés de la Calle San Juan de Palomares, posiblemente uno de los patios más auténticos del Mayo cordobés. Está equivocada la gente de fuera que quiere encontrar “patios cordobeses” por el entorno de la Mezquita, allí habrá, nadie lo discute,  patios judíos y árabes, pero “Patios cordobeses”, hay que contemplarlos, En los barrios de San Lorenzo, El Alcázar Viejo, Santa Marina, Santiago, San Agustín o San Pedro.

El patio de “Josefita” tenía la particularidad de que era muy visitado durante todo el año por la chavalería del barrio, ya que les pillaba al paso de cuando íbamos “al despacho de los frailes” donde los Trinitarios vendían a precios baratos las hortalizas que daba su huerta. También te permitían el cambiar las cáscaras de las habas por un membrillo o dos tomates, que en aquellos tiempos nos venía muy bien.

Seguimos calle abajo, y llegamos a una vecindad formada por los Romero, donde abundaban también, los Genaros, los Gaitán y los Gómez. Todos eran familia y formaban una piña como núcleo vecinal. Que vamos a hablar de Genaro el piconero, toda una institución en el barrio; que vamos a hablar del dueño del Bar “Los Romerillos”, que cambió la “piedra artificial” por las excelencias de su Bar en el Arroyo de San Lorenzo; tapas que preparaba su esposa; pero que hablar de la esposa del “Joe”, que conocía el Cine Alcázar como pocos, de cómo lo tenía de limpio y presentable. Pero de toda esta buena gente, quiero destacar a Rafael Gaitán, persona singular por muchas características. Fue un gran profesional en la venta del pescado, pues era tenido en cuenta en la Plaza Grande, por su forma de “trastear el pescado” con cuchillos y las manos. Ya hubieran querido los concursantes esos de concurso TOP CHEF de la TV,  haber “cuarteado un bonito” como él era capaz de hacerlo con el cuchillo. Además era un experto calculando pesos al tacto, en fin un figura. También jugaba muy bien al dominó, sobre todo cuando formaba pareja con su amigo Rafael Calvo. En el  DIARIO DE CÓRDOBA, del mes de mayo del 1958, aparece como ganador  del  concurso  “Popular de Arte”, en la especialidad de “Baile flamenco acompañado de la guitarra”. En este concurso también destacó un cantaor del barrio y que todavía era un niño y que se llamaba “El Talegoncito”.

LAUREL, pues, para Rafael Gaitan Romero, persona agradable y extrovertida, gran profesional y gran bailaor y tocaor de la guitarra. La calle se siente orgullosa de él.

Casi al final de la calle en dirección a  Maria Auxiliadora, estaba la piconera, pero un poco antes estaba la casa de los padres de Santos el “practicante”. Este Manuel Santos, irrumpió con fuerza profesional en aquellos años mediados los 70, del siglo pasado. Montó una clinica en el estrenado edificio que acababa de construir MACAJI, un rótulo comercial que tuvo mucha incidencia por aquella zona entre la Avenida de Barcelona y la Avenida de la Viñuela. INDUSTRIAS MACAJI, así se anunciaba, además de construir importantes bloques y garajes, montó un sorprendente Mesón (Mesón MACAJI), que nos recordaba algo del esplendor de “Alándalus”, pero en esto de las empresas, no sé lo que pasó pero según parece fue Juan Gordillo “El platero”, el que fue quedándose poco a poco con todo aquel patrimonio, y eso en realidad, en Córdoba, olía a “quemado” y no era buena señal. Una de la primeras “victimas” de aquella “burbuja” fue el propio Mesón, que siendo fiel a su imagen del “Alándalus”, poco a poco fue “cuarteado” a modo de pequeños “reinos de Taifas”, reducido a pequeños locales de forma, que lo que era el Mesón original, quedó reducido a un simple y estrecho establecimiento. Ya, esta crisis, fue posiblemente un adelanto de cualquier “burbuja” que viniera años después, máxime si tenemos en cuenta, que la mayoría de los constructores de aquella época: “El “Cojo” Moriana, Jiménez y Cerezo, Paco Mancebo, Gaudioso Barrera, Manuel Requena, Manuel Aguilar, Alarcón, Nicolás Aparicio, Mocholi, Rafael Hiedra, Luis Carreto, Ramón de Francisco, Francisco Ranchal, Ava S.A., etc. etc. eran personas que se habían acercado a este sector en la mayoría de los casos, con unos socios, que venían del negocio del pan, de la gasolina, de la farmacia, de las tómbolas y de la platería; por lo general eran constructores que empezaban de cero.   

Damos un LAUREL por tanto, a este grupo de emprendedores, que en muchas veces de forma “osada” se atrevieron a crear empresas que en muchos casos, supieron generar riqueza en Córdoba.

LAUREL, para el Córdoba CF, que en la temporada 1964/65, logró la mejor clasificación de la historia.

Aunque el Córdoba perdió ese día 18 de abril de 1965, uno a cero, en Bilbao, nos quedó la satisfacción de ver como el Córdoba CF, se clasificaba el 5º de la primera División sacándole 3 puntos al CF Barcelona, que fue el sexto. Aquel día estábamos en San Lorenzo y decidimos ir a la Hosteria de la Calle Sevilla para celebrar aquella especie de acontecimiento. Al pasar por la Taberna del Gallo de María Cristina, vimos allí a “Pepe Conde”, Juan Montiel y Diego Camino, que estaban comentando cosas del Córdoba CF, y fue Pepe Conde, el que nos adelantó que Miguel Reina, se iba al Barcelona, pues tenía noticias de que dias antes se celebró una reunión de contacto en el Circulo de la Amistad, entre un grupo de directivos, enviados por el  señor Llaudet, entre los que destacaba uno muy “bajito” al que nombraban como señor “Tamburini”, por parte del Córdoba, estuvo el señor Salinas, acompañado de D. Alfonso Rojas Muro y otros directivos.

A Paco “El Barbero” el personaje de “Pepe Conde” le caía muy bien, pues su forma de celebrar los goles del Córdoba, era espectacular. Sacaba su pequeña trompeta y tocado de su inseparable sombrero cordobés, tocaba sin parar hasta la extenuación, y entonces el público del Gol Norte, que era a la grada que él asistía, le daba una sonora ovación, acompañada de unos sentidos “oles”.

LAUREL,  para el Huevo a la Flamenca, que ponían como tapa acreditada en la Hostería, en la Calle Sevilla.

A pesar de que “Pepe Conde” estaba con sus amigos, Paco lo quiso invitar para disfrutar de su presencia y gracia, pero nó pudo conseguirlo. Entonces nos dirigimos para la Calle Sevilla, en busca de la Hostería, para celebrar la buena clasificación del Córdoba y el posible fichaje de Reina por el Barcelona. Allí nuestro plato estaba cantado, pues nos encantaba el “Huevo a la Flamenca” que allí lo ponían mejor que en ningún sitio del mundo. Acompañábamos a Paco “El Barbero”, Pepe Ríos, Ángel Chacón, José Luis, Juan Romero, y yo. El huevo, costaba 2.50 pesetas, y allí había mucha gente comiendo ese plato que se nos antojaba un manjar. “El  Huevo a la Flamenca” era un huevo al que se le añadía un refrito a base de tomate, guisantes, setas y otra verdura. También se le añadía un poco de jamón recortado o pequeños trozos de chorizo. Luego todo el conjunto se metía unos cinco minutos en el horno, y quedaba un manjar de maravilla. En aquellos tiempos no había la psicosis que hay ahora con el colecterol dichoso.

En el libro de San Jerónimo de Valparaiso, escrito por M. Nieto Cumplido, y al hablar de la dieta de los frailes, dice que todos los días y sobre la mesa del refrectorio, existía UNA MESA DE LOS HUEVOS, sobre la que aparecía una gran bandeja con huevos duros apilados a modo de una pirámide. Los frailes podían coger uno, dos o tres huevos para su dieta diaria, sin que les preocupara lo más mínimo el colecterol, y se puede decir de que aquellos frailes solían vivir de 0chenta años para arriba. Igual les pasaba con su dieta de vino, pues disponían todos los días, de una botella de tinto (lo que se interpreta como media botella), para su dieta diaria.

Todavía nos queda un poquito LAUREL, para muchas personas importantes que dio esta calle, los Pérez Amaro, Los Pérez Redondo, Los González, Paca la de las Rebecas, Los Mengibar, Los Jaén, y como no  “El Flato” ese personaje que no sabía ni como podía vivir por las necesidades que tenía; fue un ayudante del “Curruco” que era la persona que echaba el Cine de verano, en el patio central de aquel Cuartel de Lepanto, patio que hoy todavía existe y proyectaban películas de “El Tonti le” y de “Tommi”, series que estaban de moda en aquellos años inmediatos al final de la guerra. El telón lógicamente de “lienzo moreno” estaba situado a la derecha conforme ahora se puede entrar al patio que se conserva exactamente igual.

LAUREL, para Arturo Morales Contreras, que vivió aquel cine, saltó y cogió todo lo que pudo de la Huerta Tras la Puerta, eludiendo la presencia del guarda y los temibles por la estatura de los hermanos Porras. Fue un cordobés, que asustó a sus padres cuando empezó a trabajar en la Electrolísis de la Electro Mecánica, y quizás falto de experiencia y al no ducharse al terminar la jornada, llegó a su casa y al dormir la siesta (se levantaba a las 4.30 de la mañana), al incorporarse de la siesta dejó en las sábanas de lienzo moreno, una estela con toda la silueta de su cuerpo, totalmente verde, que incluso asustó a toda su familia. Se creía, poco menos que se había convertido en un extraterrestre.


Puestos a recordar el amigo Arturo, recordaba “Al Corruco” aquel personaje que se llamaba Antonio Pérez, y que le dio por inventar un tipo de “torta-pastel” que lo fabricaba en la confitería de la Piedra Escrita, y que allí llenaba su canasto, a base de tortas, negritos y "currucos", todo a 50 céntimos de peseta, y que los vendía recorriendo todo el Zumbacón, calle por calle. Cuando terminaba, solía pararse en el Bar la “Espuela”, (Calle San Juan de la Cruz), y allí lleno de pesetas en su bolsillo, se volvía espléndido y empezaba a regalar lo poco que le quedaba. Había chavalería que lo solía esperar junto a la “Puerta de los locos.”  Más de una vez lo llevó dicha chavalería desde dicha puerta, hasta San Bartolomé donde él vivía, y era la simpática mujer del quiosco de periódicos, familiar del encuadernador Arenas, la que les indicaba donde este buen hombre vivía. Son cosas de Córdoba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El Laurel me ha hecho relacionarlo con la cerveza.
¿Por qué?
Recuerdo que a los médicos militares, les llamaban los cerveceros, de mote, porque en sus rombos llevaban como distintivos una hoja de laurel y una cruz blanca, y en aquella época había dos marcas de cerveza que se llamaban: El laurel de Baco y La Cruz Blanca.
Ambas marcas es posible que hayan desaparecido, lo mismo que El Aguila o El Gavilán.
Ya metido en recuerdos, existe en los Estados Unidos, una cerveza de marca San Miguel, y uno piensa cuando la ve: Anda, la exportan.
Pues no, esa que hay en USA, es consecuencia de lo que ocurrió en Filipinas a finales del siglo XIX, y no tiene nada que ver con la española. Es un botín de guerra.
Mas recuerdos nos trae la cerveza, la Cruz del Campo se ha transformado en Heineken, lo mismo que Cenemesa en ABB.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Anónimo:

Un comentario de mucha categoría, porque te sabes desenvolver en el mundo
de la cerveza que nos acontece. Nada extraño en ti, pues me consta que
eres persona de muchos "Kilates" a nivel de cultura general. Aunque has
hablado de ABB, me consta que tú, por muchas razones, serás siempre de
CENEMESA. Aquella empresa a la que muchos llegamos a nombrar como si se tratara de nuestra madre.

Saludos amigo y feliz tiempo por la Mancha.