domingo, 24 de enero de 2021



BAÑOS EN EL RÍO DE CÓRDOBA

Todos sabemos lo que supone el calor para Córdoba, pero en aquellos tiempos los 50-60, cuando aún todavía la gente no se iba de forma masiva de veraneo al mar, era en Córdoba y en su río, donde todo el mundo se refrescaba y lo pasaba bien. Es justo recordar aquellos “puentes festivos”, en donde familias enteras se iban a los entornos del río, e incluso a la Alameda del Tiritar. Y lo más curioso es que apenas existían coches y todo el mundo iba andando. Eso lógicamente era otra ventaja que tenían estos desplazamientos, pues para no haber no había ni control de alcoholemia. Es decir, que la gente bebía a gusto del consumidor. Como se trata de no coger el coche, no vamos a salir de Córdoba.

Lógicamente todos estos lugares estaban en el río Guadalquivir o en sus arroyos a su paso por Córdoba.

EL ARROYO PEDROCHES

Había varias charcas en el arroyo Pedroches que eran visitadas por la chiquillería para el disfrute y el baño, una concretamente debajo del Puente de Hierro, otra al lado del Sombrero del Rey, y una tercera en el recodo de “Burros Muertos”. También había una especie de pileta en la misma explanada de la Choza del Cojo. Desgraciadamente en la zona de la charca de “Burros Muertos”, un sobrino de Morte (Panadero), al intentar subir a  un poste metálico de la luz, para coger un nido, fue despedido por una descarga que lo electrocutó, muriendo en el acto tras la caída. Allí quedó en el suelo en su simple ropa de baño, siendo un recuerdo que nos afectó a muchos. 

LA ALAMEDA DEL TIRITAR

Era una alameda de paraíso por su abundante vegetación que proporcionaban sombras y acomodo a mucha gente, para pasar jornadas de perol y baños. Toda la alameda de arriba abajo era regada por el arroyo de Rabanales, por aquellos tiempos sin la fábrica de cerveza, muy limpio, claro y abundante por aquellas épocas. Además su buena comunicación con el Barrio Cañero, hacía que mucha gente se decantara por esta alameda tan “cercana” para “veranear”.

MOLINO DE LOPE GARCÍA

Al hablar del río empezaremos por la cabecera como es el lugar conocido como el famoso Molino de Lope García. Este molino que en la Edad Media, fue propiedad de la Iglesia, estaba ubicado en una zona igualmente rica en vegetación y de zonas apropiadas para el disfrute del perol. La finca se llamaba Lope García y tenía incluso una cancela metálica de acceso a toda la zona próxima al río. Se iba por el Barrio de Cañero pasando el Puente de Burriciegos, y por detrás del antiguo Matadero Municipal, que era un camino de huertas.

En torno a este Molino se desparramaban unos parajes regados por el río con una vegetación muy exuberante, que lo hacían como una zona ideal para acampadas, peroles, y diversión de baños. El Molino, era la referencia de toda aquella zona, que por su amplitud, hacía que hubiera sitio para que media Córdoba acudiera allí. Había grupos de personas que para estar más independientes cruzaban a la otra orilla, utilizando los servicios informales de una barca que siempre había. También acudían otros a varias islas intermedias que también existían. Pero bien es verdad que la mayoría se quedaba en “esta parte” que era la orilla que había desde el Molino de Lope García hasta el Molino de Carbonell.

Cerca del Molino de Lope García, había una fuente de agua potable y en las mismas dependencias del Molino, encontrabas tabaco, refrescos, cervezas, e incluso vino. Últimamente, hasta montaron un pequeño ambigú, en donde se alquilaban hasta los bañadores.

Los puentes festivos de los meses Julio y Agosto, eran muchas las personas que pernoctaban toda la noche, entre el cante, la bebida y el agua. Que se supiera no había un servicio de orden establecido, ni de vigilancia preventiva. Más de uno hubo que sacarlo cuando después de la “torta” que tenía pretendía ir a nado a Gibraltar. Afortunadamente no pasaba nada para lo que podía pasar.

En los días laborales también iba gente a bañarse, bien los que estaban de vacaciones, los que hacían la “rata” en el Colegio, o los plateros que holgaban el lunes por la tarde. También había otros que un día si, y el otro también, estaban allí siempre junto al río. Para ellos era como estar en un ambiente de playa y con agradables compañías. En estos menesteres estaba muchas veces ocupados, “Los Copado”, “Los Canario”, “Los Porras” “Los Ignacio”, “Los Fermín” etc. en su mayoría plateros como hemos dicho y que se costeaban un nivel muy superior a los demás. El Molino de Lope García, muchos veranos, era para ellos como su casa. Era una época en que abundaban aquellas enormes cámaras (ruedas hinchadas), que el que la llevaba vacilaba como si de un Ferrari del baño se tratara.

Con el paso del tiempo se “deterioro” el nivel de diversión del Molino de Lope García, sobre todo por las noches y a determinadas horas. Poco a poco este nivel de deterioro y la suciedad paulatina de las aguas hizo que decayera esta zona de baños y relax para Córdoba. Posteriormente fueron las autoridades las que prohibieron los baños públicos en aquella zona, por la descarada contaminación de las aguas del río.

A todos los chavales de aquella época nos queda el recuerdo del “Boquerón" del Molino, que era el estrechamiento por donde pasaba encauzada el agua para mover la rueda de molienda. Lógicamente este boquerón, tenía profundidad y mucha velocidad al paso del agua, pues bien, con todo el peligro que ello pudiera suponer, era cosa de que todos los jóvenes tomásemos como un honor el "Haber pasado" al menos una vez el peligroso Era algo parecido al hecho de atravesar el Puente Hierro, de traviesa en traviesa. Todavía recordamos, lo canutas que las pasó, El Garrocho" de San Juan de Letrán, que se tiró por el boquerón y no había forma de que saliera a la superficie. Fue Francisco Torres Diez, (El Paqui) el que se casó con una hija del “Milano”, el que se lanzó a rescatarlo y lo consiguió. Eso estará en la memoria de muchos que ya peinamos canas en  el barrio de San Lorenzo.

LA CHARCA DE LA TETA

Según me ha comentado el popular Cándy, antiguo lechero de San Lorenzo, y tío abuelo del "Queco", el famoso autor de la canción el "Aserejé" que cantaron las Ketchup, esta simpática charca se formaba en la desembocadura de arroyo de Santa Matilde, en la zona de la Cuesta de la Pólvora. (don está ahora el avión). Allí se bañaban los nenes pequeños de todo aquel barrio de Santiago y aledaños. Mientras ellos se mojaban en el agua, los hermanos mayores, amigos o familiares de más edad, jugaban al fútbol en aquellos llanos que se formaban después de desmantelar los huertos de invierno que se instalaban a orillas del río. Media Córdoba, aficionada al fútbol pasó por estos llanos.

Allí en aquellos campos de fútbol y en aquella “charca de la teta”, se bañó muchas veces José Pedrosa, jugador del Córdoba y el Atlético Tetuán. y que se casaría con la hija Fernando Fernández (Bar Chaleco). que era el que charlaba amigablemente  con el citado "Candy" de las cosas de aquellos tiempos, que ya se llevó a mucha gente y a ellos también.

LUGAR LLAMADO EL SOTO

Detrás del estadio del Arcángel y en dirección a la Huerta del Arenal, había una orilla llena de tarajes y formada sobre un gran banco de arena, que venía perfecta para el baño. Allí a pesar de que se estaba en plena zona de corrientes, se formaban unas lagunas de cierta profundidad por toda la orilla como consecuencia de haber sacado arena. Los más atrevidos se lanzaban en espectaculares saltos, quizás en clara competición con los de la orilla de enfrente (La Madrileña). Que igualmente aprovechaban para el baño, toda su orilla de forma harto espectacular.

Por aquella época ya empezaban a verse los “clásicos mirones” que sin bañarse ni nada, iban solamente a ver. No sabíamos si estaban dentro o fuera del armario, o lo llevaban a cuestas, lo cierto es que cada vez proliferaban más los mirones. De vez cuando solía aparecer alguna mujer con suficientes “tablas” para bañarse con tantos chavales jóvenes. En torno a ella se formaba una expectación especial.

Las ventajas que tenía el Soto, era que por allí cerca había buenos árboles ciruelos,  membrillos y algunas higueras, a los que se acudía después de la larga jornada del baño, con ánimo de comer algo. También y por aquellos tiempos pudimos observar como algunas veces nos encontrábamos con gente que hacían carbón con los troncos de los tarajes, o igualmente otros buscando su guiso de caracoles.

LOS SALTADORES DE LOS BARANDALES

Por la zona de los barandales, próxima a donde se cayó desgraciadamente el autobús a mediados de los años cincuenta y sesenta, solían tirarse desde las barandillas, algunos bañistas y lo curioso es que salían por una boca de alcantarilla situada detrás de la Cruz del Rastro, muchas veces antela mirada de cualquier trabajador de Álvarez Salas, que atendía el surtidor de la gasolina, que estaba en donde ahora está la esquina del actual "Sojo".

Hablando de gasolinera algunos recuerdan a la pequeña “Embarcación a motor” (1920-1935), denominada precisamente la “Gasolinera” que partiendo como base de las escalerillas, solía dar un paseo que consistía en ir al Puente Romano y volver. En cada viaje podía llevar hasta veinte personas. Esta embarcación lucía de noche unas luminarias en forma de adornos colganderos que resaltaba muy bien en la oscuridad de la noche. El viaje costaba "Quince céntimos" de peseta. Todo esto acontecía por los años veinte del pasado siglo. Al espacio por donde discurría la barcaza, se le llamaba de forma simpática y familiar como “El Tablazo de las Damas".     

EL MOLINO DE MARTOS

El amigo Paco Muñoz, con sus oportunas entradas en "Sus Notas Cordobesas",  nos trae recuerdos que no tenemos más remedio que “representarlos” mediante la palabra. Últimamente nos ha obsequiado con la “Higuera que hizo posible la  Conquista de Córdoba” y plenamente hemos disfrutado de la exquisitez de su relato. Y ha conseguido meternos en el túnel del tiempo y recordar cosas de nuestra querida Córdoba.

Allá por el principio de los años cincuenta, nos encontramos con Carlos Ruiz, un cordobés nacido en San Lorenzo, que era por aquellos tiempos un hombre abierto y muy natural. Fue pionero en el dominio de la tecnología de las máquinas de escribir sumar y calcular. Se inició en este oficio trabajando para D. Lorenzo Gollonett, en su tienda-academia que tenía en la acera del Instituto Góngora.

Carlos Ruiz, era hijo de José Ruiz Lozano, que desde los años veinte era el capataz de los bomberos del Ayuntamiento de Córdoba, y que durante la guerra civil le ordenaron retirar del tejado de la Mezquita-Catedral, una bomba que al parecer no había explotado. Carlos, el menor de sus cuatro hijos, era un hombre de ideas independientes y amante de la naturaleza. Por aquellos años y recién casado, nos alentó a un grupo de chavales del barrio a que aprendiésemos a nadar, precisamente en el Molino de Martos.

También nos explicó en más de una ocasión el lugar en donde estuvo la “Charca de la teta”, que el también pudo disfrutar de aquella improvisada "piscina" cuando se dejaba ir allí para con los Almoguera, especialmente su amigo Paco el barbero.

La puerta de Martos, (Más bien portillo), que recibió el nombre por su ubicación  junto al Molino de Martos, fue el lugar ideado por los mozárabes que reconquistaron Córdoba, el día de San Pedro y San Pablo, del año 1236. Al parecer entraron por la calle el Viento, y la parroquia de Santiago, fue la primera Iglesia Fernandina que se erigió en Córdoba.

No era esta calle la que nosotros empleábamos para llegar al Molino de Martos, para disfrutar de una mañana de baño. Nuestro recorrido desde San Lorenzo, Era, Arroyo de San Lorenzo, Calle Ancha de la Magdalena, Calle Cruz Verde, Calle Rave, Calle Tinte, Paseo de la Ribera y al Molino.

El Amigo Carlos, nos animaba a que aprendiéramos a nadar y para ello nos acompañaba a las instalaciones del Molino de Martos. Cuando llegábamos a ese viejo Molino, convertido en un lugar de baños por el que sentíamos una especial alegría. Esta sensación nos había sido inculcada por él, como un acto más de su enorme amor a la naturaleza y a Córdoba en especial. Allí la familia que regentaba el Molino, eran los Caballeros. Al padre que lo apodaban “El Mondrága”, era un monstruo en los temas de la natación. (Era pariente del dueño de la “Gasolinera”), y terminaría regentando un Bar en la Ribera, esquina la famosa calle que conduce a la Plaza del Potro.

En el Molino había dos niveles de vestuario. Arriba el más pesetero, el de los más tiesos, en donde se guardaba simplemente la ropa. Y el de abajo, (la antigua sala de molienda), el más caro, en donde tenías derecho a una ducha final en “la Chorrera”. A dicha ducha se accedía cogido fuertemente de una soga que colgaba del techo. El agua de la “ducha” que salía como del fondo de la carretera, estaba muy fría, pero te dejaba limpio de todas las impurezas del río.

Solventado el tema de los vestuarios, te dirigías a los Peñones de San Julián, lugar idóneo para aquellos que querían ejercitar la natación. Allí en semicírculo pasabas del “aquí tapa” a “dar pie” y poco a poco ibas aumentando el radio.

Los desaparecidos Peñones de San Julián, dividían el río en dos espléndidos  brazos. Uno remansado hacia la derecha, que hacía una especie de bahía en el Molino Martos, regándolo con una profundidad importante. Otro brazo, más rápido discurría por la orilla de Villa Cachonda (Barrio Viejo). Entre los dos brazos se formaba una isla llena de vegetación  a base de juncos, flores exóticas y los clásicos “puros”, tributo muy apreciado de todo el que se llegaba a la isla. Esta isla por lo general era “El servicio de Water” para casi todos los bañistas.

Este Molino de Martos, fue de los más importantes de Córdoba por su número de piedras de molienda.

LAS BANDERAS

Casi coincidiendo con los baños del Molino de Martos, surgió otra zona de baños enfrente de la Ribera, más o menos en donde llegaba la barca, que por aquellos años hacía el cruce del río por las llamadas "escalerillas". A esta zona de baños se le denominó "Las banderas" por la abundancia de estas que allí señalaban el lugar de los baños. Pero la contaminación del agua hizo que todo esto desapareciera.

  

 

 


 

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