COMO EXTRANJERO EN MI CIUDAD
Ayer tuve necesidad de pasar por el Alcázar Viejo en
mi camino de vuelta de una obligación ineludible. Al pasar por la Puerta de
Sevilla me vino el recuerdo de Paco Leiva Campoy, un cordobés singular con el
que tuve la suerte de compartir muchas horas de trabajo en mi vida profesional.
El acceso al barrio estaba totalmente solo, ante la mirada nostálgica de Aben
Hazam. El autor del "Collar de la paloma" me quería decir con gesto
serio: "No hay casi nadie, ni viene ningún extranjero. Por aquí el único de
fuera puedes ser tú, que eres del barrio de San Lorenzo, mi barrio y el de mis
padres".
Esta dichosa pandemia, junto al calor del verano,
nos hace sentirnos como extranjeros en nuestra propia ciudad. Pasando el umbral
de la Puerta miré a izquierda y derecha, a la calle San Bartolomé y Postrera, totalmente
vacías. Avancé por la calle San Basilio, y a la altura del "Hogar para mayores",
que nos recuerda al padre Guillermo Romero Fernández, el ambiente estaba igualmente
triste y callado. Luego, al ver macetas en la puerta de las casas me reconforté
un poco, y tuve que acordarme de las hermanas Recio Trujillo, parientas mías enamoradas
de su barrio que disfrutaron mucho con el "tiempo mágico" de los
Patios Cordobeses. Se ha sumido en desolación todo lo que antes podía ser
animación y bullicio.
Se echa de menos, cómo no, a "Casa
Rafaelito", "Casa el Tarugo", y a personajes del barrio como los
cuñados que se apodaban "Los Cartulinas", Rafael y Manolín, que con
su viveza e ingenio eran capaces de convertir un puesto de caracoles en una
oficina de desempleo. Y recordamos a José Muñoz López "El Pisto", en aquellos
años en que a este cordobés le dio por instalar todos los veranos su
bar-taberna, "El Chaparral", en Chiclana, con sabor a todo lo
cordobés, para que las muchas personas de Córdoba que por allí se acercaran a
veranear se encontrasen como en su casa.
Más adelante me tropecé con la efigie del Arcángel
San Rafael, en el rincón que forma la iglesia parroquial de la Paz., donde se
halla la Virgen de Acá. Y como sé que mi
amigo Paco Leiva le tenía una especial devoción al Arcángel, del que decía:
"Es mi amigo", le llegué a rezar, pidiéndole por Córdoba y por
España.
A la salida por la calle Enmedio, antes de llegar al
Arco de las Caballerizas, me encontré a Luis Navas, que no se atrevía ni
siquiera a musitar una palabra. Con su capa y su sombrero cordobés se sentía
especialmente afectado por la tristeza que nos inundaba. "Y para colmo ahora
la gente ni siquiera bebe vino", me dijo. La verdad es que noté al rapsoda
cordobés muy afectado. Ni siquiera los caballos de Caballerizas Reales se oían
relinchar... todo estaba como embozado por una gigantesca "mascarilla,"
de esas que antes sólo en los quirófanos la eficiente y ejemplar clase médica y
sanitaria solía utilizar.
Ya iba camino del Alcázar de los Reyes Cristianos, y
dejaba a la izquierda una conocida tienda “de novias" que siempre,
empezando por la época del olor a azahar y terminando por el calor, era un constante
ir y venir. Allí se veía buscar zapatos, trajes, bolsos, sombreros y tocados
para las bodas. Pero ahora todo es distinto. No sé lo que dirá el amigo Sanz, aquel
platero de la calle los Frailes de San Lorenzo, que migró al Alcázar el Viejo
en sus tiempos de juventud.
Al pasar por la explanada del Alcázar, el silencio hacía
que hasta se oyera el derramar del agua dulce que cae como chorros de vida en
el estanque de los peces colorados. Agua que viene del venero “Esquina Paradas”,
que nace en un lugar desconocido por la Albaida y se capta por Noreña. Para que
a los peces no les afecte el cloro que lleva el agua potable se sigue trayendo
aquí esta agua natural, que también se usaba hasta hace pocos años, junto a las
aguas de "La Fábrica de la Catedral", en las albercas y estanques de
la calle nueva que abrió el alcalde Guzmán Reina junto a la Puerta Almodóvar,
así como en el foso y murallas antiguas del Alcázar Viejo. Pero hace años que
la desidia abandonó estas conducciones, y hoy ya no corre el agua por
ellas.
Pasamos en total soledad por la calle del corregidor
Luis de la Cerda, político cordobés que se señaló en su tiempo junto con el
Consejo de Córdoba en contra de la obra del Crucero de la Catedral del Obispo don
Alonso Manrique de Lara (1516-1523). Ante las simplificaciones interesadas, un
estudio de las Actas Municipales de aquella época nos muestra una realidad que
no es blanca o negra. Así por ejemplo lo afirma el profesor de Historia
Moderna, José Calvo Poyato, en su artículo titulado "La construcción del
Crucero de la Catedral", página 189-210 del libro "El templo de
Córdoba", editado por Almuzara en 2019. Exactamente en la página 199 se recoge
un acuerdo del Consejo que dice de esta guisa: "La obra es un agravio
grande de la república de esta Ciudad e especialmente de los señores caballeros
que tenemos capillas de enterramiento en ellas". Aquí se ve claramente que
su oposición no era tanto que se hiciera la obra y se cambiara su fisonomía
original, sino que ellos perdían una serie de privilegios que desde antiguo
gozaban sus familias con sus enterramientos en la Catedral.
Luego, en la calle Cardenal González, el mismo
vacio. Lo primero que nos encontramos es la antigua taberna "El
Tablón". Como estaba todo cerrado empezamos a recordar que esta taberna fue propiedad de
un tal Antonio Benítez, y que más de una vez allí nos tocó llevar el bocadillo al
célebre "Canario" de la calle Abéjar, que trabajaba por allí de
platero. Recuerdo que acompañé al "Pancho" que era vecino y gran
admirador suyo" sobre todo en aquellos saltos de trampolín que solía dar
los domingos en el Molino de Martos.
La soledad de la calle Cardenal González nos hace
traer al recuerdo lo que nos contaría un día Pablo García Baena, nuestro poeta
y Premio Príncipe de Asturias, en el sentido de que cuando el político republicano
Antonio Jaén Morente regresó a Córdoba fugazmente en el año 1954, tuvo un encuentro
precisamente en esta taberna de su barrio, pues no hay que olvidar que el
citado político nació en la calle Judíos, en la casa que hace esquina con la
Puerta de Almodóvar, y que actualmente ocupa un restaurante.
Fue recibido por un grupo de familiares, amigos y
leales que le organizaron en esta taberna un discreto recibimiento. Por nombrar
a algunos estaba allí el famoso "Marqués
del Cucharón", así como don Rafael Castejón, por parte de la Academia de
Córdoba. Luego nos comentaría el mismo Pablo García Baena, que él y Ricardo
Molina, componentes del Grupo Cántico que volvían de Santiago de Compostela, se entrevistaron
con el antiguo político en Madrid, en la Cafetería Lyon de la Gran Vía.
A Jaén Morente le encantaba todo el entorno del barrio
de la Catedral, pues no en balde fue bautizado en la iglesia del Sagrario en
día 6 de febrero de 1879, donde también acudió para su casamiento con Carmen
Domingo Sánchiz el 31 de julio de 1903, boda que celebró el párroco don
Francisco Montoro Pozo.
Seguimos por la calle Cardenal González, y esos
establecimientos, una casa sí y otra también, que antaño fueron talleres de
platería ahora son establecimientos que ofrecen bebidas y comidas a todo el que
pasa. Pero su silencio casi sepulcral nos dice de que algo grave está pasando
en Córdoba: no pasa casi nadie Igual ocurre en la antigua "Casa de los Santos",
del controvertido Ortega, que desde su ornamental panteón del Cementerio de la
Salud le preguntará a Manolete “¿qué es lo que pasa en Córdoba?”, pues en su
casa, dedicada hoy a baños, no hay ni una toalla que llevarse a la cara. Y eso
que en la cercana calle Horno de Porras ya no está la antigua taberna “El
Noventa", donde se refugiaba la
gente que se quería aliviar del contagio de la gripe, llenando el cuerpo de “medios”
de vino. Al menos eso me decía José Unquiles, que había oído algo así de sus
mayores.
Continuamos hacia la calle del Lucano, pero quise
mirar para atrás en recuerdo de las oficinas de la Once, que estaban en el
mismo cruce con la calle La Feria. Les parecería mentira a aquellos esforzados
de la venta de cupones con lazarillo que ahora en esta época tan moderna, del “rasca”,
de la lotería, de los quioscos, se haya tenido que suspender el sorteo, pues de
lo contrario dicha organización, que en tiempos de Migue Durán llegó incluso a
prestar dineros al gobierno para pagar las pensiones, se hubiese ido totalmente
al descalabro.
Igualmente, en esta calle todo cerrado. Sólo un
pequeño despacho de pan caliente se mantiene abierto, con la garantía
medicamentosa de la farmacia. El ambulatorio, tan excelente y bueno, vacío,
como si fuera eternamente domingo o festivo. Si Sara Montiel levantara la
cabeza y comparase volvería a morirse si alguien le explicara que cuando su
película “El último cuplé" se estrenó en el Cine Lucano, se formaron allí unas
colas impresionantes, que daban la vuelta por la calle la Feria hasta casi
llegar a los Patios de San Francisco.
La cervantina Fuente del Potro con un raquítico
choro de agua, nos recuerda lo que eran "Los Portalillos" esa taberna
de Pérez Barquero que completaba la trilogía con "Los Palcos y "La
Parra". De estar abiertos en la actualidad estarían solos como la una,
porque esas tabernas siempre iban a la par de Córdoba. Qué diría el compañero
Antonio Medina, aquel empleado de Westinghouse, que nunca faltó al mediodía a
su cita diaria en "Los Portalillos".
Y la plazoleta de Enrique Romero de Torres, antes siempre
llena de gente, y que muchas veces fue considerada por su concurrencia el
termómetro del turismo en Córdoba. Allí, al fondo, en donde otrora estuvieran
las cañas de pescar, ya no quedan ni "los anzuelos" que dijera el
simpático Lucas, que sin dejar de ser barbero fue portero del Córdoba y vecino
entrañable de esta zona.
Más abajo, ya por la calle Lineros, del antiguo Caño
de Vencesguerra, los aparcamientos de Bodegas Campos dan la impresión de que
estamos en la Córdoba de los años cincuenta, cuando apenas si había un par de
coches circulando por nuestras calles, especialmente por estos barrios. Sólo
muestran vida en ese aparcamiento las banderas, inapelables al viento. La otra
puerta de salida a la Ribera está cerrada, simplemente porque nadie tiene necesidad
de salir. Hasta el mismo "Chocolate", con su eterno garaje de
bicicletas lindero, se extrañaría de la situación.
Más calle Lineros abajo nos encontramos con el
mosaico que recuerda a Ricardo Molina Tenor, el hombre que junto a Antonio
Mairena ensalzó a Córdoba en aquella primavera de 1956 con el Primer Concurso Nacional
de Cante Jondo Ciudad de Córdoba. Ahora todo es silencio. Y la calle Candelaria,
tan ligada al fútbol de Córdoba porque allí nació en 1946 el "Ángel del
Arcángel", según denominó el Diario Marca en una entrevista a nuestro
portero internacional Miguel Reina Santos.
Más adelante se llega a la encrucijada de las
"Cinco Calles" donde confluyen muchas cosas de Córdoba. Citemos en
primer lugar el bar “Los 33 Mosquitos”, que dio lugar a la peña del mismo
nombre, a la taberna “El 6”, a la calle Consolación, con la que disfrutábamos
porque el tornero de madera que allí había nos daba “rabia” poniéndose a hacer aquellos
trompos cuando pasábamos. Todo desolado. Sin ruido, sin vida. Y la calle Mucho
Trigo, tan larga, con tanta puerta y tanta casa, da la impresión de que todos
los vecinos hubiesen salido por la puerta falsa. Como nos diría el simpático
"Barinaga" de Santiago: "Todos han hecho mutis por el foro"
Tampoco se escapa de la soledad la que fue "La
Gota de Leche", esa institución de carácter benéfico que hace pública su
colaboración contra el virus, indicándolo en oportunos carteles que se agradecen.
Luego llegamos a lo que fue Casa Villoslada, un lugar taberna a caballo entre
San Pedro y Santiago, pero ya no hay nadie para esa simpática disputa entre
esos dos barrios, y menos para sacar cualquier entrada de fútbol, pues además
de que no hay taberna, no hay fútbol, y nuestro querido Córdoba CF no está para
muchas colas.
Luego encaramos la calle Alfonso XII, una calle que
tuvo el nombre de Calle de San Bartolomé por un hospital de dicho nombre que
hubo muy cerca de lo que fue Casa Chicuelas. También se le llamó Carrera de
Puerta Nueva, Carrera de Isabel II" o Alcolea, y durante la República García
Hernández. Pues con todos los nombres citados, esta vía que llegó a tener en su
trayecto hasta doce tabernas está sola. Quizás, paradójicamente, donde se nota
más jaleo o ruido sea en lo fue la Funeraria de los Vázquez, pues se oye un
continuo revoletear de palomas que deben vivir allí. Me faltaba decir que en la
Plaza Vizconde de Miranda no se oye nada más que los dos chorros del agua de su
fuente.
Ya cerca de mi casa, a la altura del Colegio
Salesiano, creo sinceramente que ningún día de su más que centenaria historia (fue
fundado en 1903), estuvo éste más solitario que cuando pasé. De eso seguramente
habrá tomado buena cuenta, apesadumbrado, la estatua solitaria de San Juan
Bosco, ese santo tan enamorado del bullicio de la chiquillería. Sólo muy de vez
en cuando alguna persona pasa fugazmente viniendo del Mercadona cercano, con paso
ligero.
Todo solo y más que solo. Aislado, desolado, sombrío...
Amigo Paco, qué pena para ustedes que tanto disfrutaron con vuestros patios,
vuestros turistas, vuestra hidalguía… Ahora nuestra Córdoba es como un cementerio de
vivos. Todos metidos en sus colmenas, como si de la amenaza de una bomba atómica
se tratara, y los que pueden costeárselo con el aire acondicionado encerrados
sobrellevando el calor. Dicen que la gente se ha ido a vivir ahora a esos
bloques que están construyendo lejos, por donde nuestra fábrica, y que nuestros
barrios se están quedando definitivamente vacíos. Y el calor, y el dichoso
coronavirus... Algo habremos hecho mal, Paco, y quizás lo estemos pagando.
Córdoba callada y sola.... Con todos mis respetos, eso para la poesía, nunca
para vivirlo.
2 comentarios:
Amigo Manolo: Con que hubiera una docena de cordobeses paseado por Córdoba
con una memoria y un caudal de recuerdos similares al tuyo, nuestra ciudad no se sentiría sola, a pesar de la maldita pandemia.
Un abrazo
Sorprendente su manera de narrar. Tengo 44 años y algunas cosas de las que usted habla me suenan. Toca usted la fibra con la cercanía. Yo viví de soltero en Alfonso XII, estuve en La Gota de Leche con Sor Rosario, recuerdo el taller de bicicletas de La Ribera... En fin, felicitarle por su paseo de la memoria que compartimos algunos también aunque con otros fragmentos y otras perspectivas.
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