viernes, 16 de abril de 2010

El Otro Martes y Trece

Fue un Martes y trece…En San Lorenzo

Desde pequeño he conocido en San Lorenzo una devoción especial a la Virgen de los Remedios durante todos los días del año, pero de forma muy especial en los “Martes y Trece”. Ese día que yo recuerde empezó a ser como un día de “romería” para visitar la imagen de la Virgen, especialmente desde la llegada de D. Juan Novo González, como párroco allá por el año 1954.

Este sacerdote oriundo de Santander (Reinosa), accedió a esta Parroquia de San Lorenzo como Cura Propio, después de superar el último examen a Curatos que se celebró en la diócesis de Córdoba. En dichas oposiciones celebradas por Edicto del Obispo Fray Albino, el citado D. Juan Novo, obtuvo una puntuación que le situó entre los primeros clasificados, por lo cual pudo elegir dicha parroquia. Por boca del fallecido Padre Canalejo, sabemos que en aquellas oposiciones el primer puesto lo obtuvo D. Juan Jurado Ruiz, que eligió la parroquia de la Trinidad. Curiosamente uno de los últimos clasificados, fue nada menos que D. Miguel Castillejo.

En aquellos primeros tiempos del “Cura Novo”, la Parroquia tomó un impulso importante en todos los órdenes. Solamente con las cofradías de Semana Santa, tuvo sus más y sus menos. La parroquia fue protagonista, por las misiones, cruces de mayo, romerías, etc. E incluso se acometieron obras de envergadura como fue dejar al descubierto los artesonados y las estructuras de piedra. Más tarde incluso se descubrieron las pinturas que hoy decoran el presbiterio. Se cambió de sitio el esplendido retablo que estaba situado en el altar mayor. También se llevó a cabo, aunque no con mucho éxito, el cambio de algunas campanas. Es justo lamentar que por aquellas fechas quedó “olvidada” y abandonada la maquinaria del reloj de la torre que fue inaugurado en 1912. Se cambió de sitio la pila de Bautismo, para lo cual se eliminó un pequeño coro, con su órgano de fuelle, que tenía unos “pitos” con los que el organista Antonio González, obtenía unos acordes que sonaban a música celestial, dándole con ello especial realce a las bodas y a muchas fiestas litúrgicas. También se aisló definitivamente la Iglesia, de la casa que por su parte posterior “compartía” el pozo desde el corral de la sacristía. En esta casa estaba adosada la carbonería de “Genaro”.

D. Juan Novo, reactivó la hermandad de la Virgen de los Remedios, en donde logró que bastantes vecinas del barrio se afiliaran a ella, pagando una pequeña cuota. Del cobro de aquellos simpáticos cupones se encargaba “Carlos el Lotero”, que igual se veía en el fútbol, rifando con el famoso “Chindo”, que vendiendo lotería. El mencionado Carlos, se hizo famoso en Córdoba, por una actuación en la Emisora EAJ-24, en la que contó el chiste del Volcán. El vivía en la calle Muñices, por encima de las oficinas de la Alianza de Seguros, una de las primeras casas de Córdoba que utilizó el “portero mecánico”. Es decir que el postigo se abría mediante un cable (alambre), que se accionaba a larga distancia desde el balcón del patio.

En su afán de fomentar la devoción a la Virgen de los Remedios, se solía llevar en procesión a determinadas casas de la feligresía. En estas casas pernoctaba durante un par de días, ante el cuidado y devoción de todos sus vecinos. Una de las primeras personas que recibió con alborozo a la Virgen en su casa, fue el industrial panadero Sr. Muñoz Malagón, dueño de una panadería que había en la calle Joaquín Altolaguirre. Este buen hombre, plasmó su devoción a la Virgen, nominando su horno como “Horno de los Remedios”. También estuvo la Virgen en un patio de la calle Velasco, muy cerca de la “Taberna Manolín”. Pero quizás la visita más sonada que hizo la Virgen a una casa de vecinos, fue la que realizó a la “Casa del Tercio”, allí en mitad del patio, fue reverenciada y mimada por los ciento tres vecinos que ocupaban dicha casa. Eran vecinos muy populares y supieron volcarse con ella con todo el cariño del mundo. En todos estos menesteres, hubo una mujer “La coja”, (La pirata) que se erigió en capitana de aquel barco maravilloso que fue su casa durante los días que estuvo allí la Virgen. La “Casa del Tercio” estaba situada en la esquina de San Antón, junto al antiguo “fielato” (frente al Matadero Municipal y actual Cajasur).

D. Juan Novo, estuvo de párroco desde 1954 al 1971, en que se secularizó. Durante este tiempo le acompañaron como coadjutores: D. Constantino Álvarez Arias, D. José Ramírez Gómez, D. Juan Jiménez Bravo y finalmente D. Francisco Aguilera Jiménez. El gobierno de la Iglesia lógicamente por mandato y carácter era del párroco. Aparte de la remodelación de la propia Iglesia, hay que apuntarle en su haber la creación de unas Escuelas parroquiales, un hogar-cine parroquial, (que dio posteriormente mucho que hablar), un dispensario en donde colaboraba el fallecido Doctor D. Eduardo Font de Dios, médico famoso por aquellos tiempos por su consulta popular en el centro del simpático Barrio de Cañero. (A espaldas de la Iglesia).

Con el paso del tiempo la devoción a la Virgen congregaba cada vez a mas devotos sobre todo en los martes y en especial en los martes-trece. Al principio, los devotos adquirían a la entrada una velilla-votiva, y se la encendían a la Virgen a los pies. Paso a paso, esta costumbre se fue ampliando hasta que se planteó la necesidad de anular las dos bancas delanteras de la Iglesia y dedicar todo ese espacio “a velamen” y como “crematorio” de velas. Se llegó ya en tiempos de D. Valeriano Orden Palomino, como párroco, a que la cifra de velas superaba fácilmente el millar. El peligro potencial de fuego, y la humareda, fue la causa de que personas entendidas en temas artísticos “prohibieran” el uso de “velillas-encendidas”. En la actualidad las velillas se han sustituido por flores y estampas-foto de la imagen.

Actualmente, son varios miles de personas las que acuden cualquier Martes y Trece a venerar la imagen de la Virgen de los Remedios, viniendo de todos los lugares y barrios de Córdoba. Ese día la Iglesia esta abierta desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche, y se forman grande colas de devotos.

Aquel Martes y Trece (13 de abril de 1971)

En el año 1971, D. Juan Novo, como hemos dicho se secularizó y abandonó por tanto la Parroquia, para sustituirle, el Obispo había nombrado a D. Valeriano Orden Palomino. Mientras el nuevo párroco se incorporaba y el otro se marchó, la Parroquia, quedó durante unos días al cuidado del coadjutor D. Francisco Aguilera Jiménez. Partiendo de la base de que era un hombre afable y honrado, en el aspecto político tenía según parece un poco cambiados los cables, al menos para lo que se estilaba por aquella época.

Fue el Martes y Trece (día 13 de Abril de 1971), y llegó la hora de abrir la Iglesia para que acudieran los devotos a ver a la Virgen de los Remedios, como se venía haciendo desde tiempos inmemoriales, y D. Francisco, o El Cura Paco, que estaba al cargo de la Parroquia, ordenó al sacristán Pepe Bojollo, que la Iglesia permaneciera cerrada, pues había que convencer a la gente, de que eso del Martes y Trece, era pura superstición. Ante el estupor de las personas que iban llegando, él repetía y repetía lo mismo. Para hacerse un poco más fuerte en sus planteamientos, se rodeó de algunos amigos que compartían sus ideas y de los que sólo recuerdo al bueno de Ildefonso López García Sotoca, el hijo del “Marqués del Cucharón”. A medida que pasaba la mañana, y ante el asombro de la buena gente que acudía a ver a la Virgen, iba inevitablemente subiendo la tensión y el enfado. Pero afortunadamente pasó media mañana y  no pasó nada. Lo que tuvo que pasar, pasó cuando intervino una mujer de unos 75 años, todo un carácter, con su orgullo de parroquiana y con sus sentimientos de libertad dolidos, llamada. Antonia Aguilera, esposa de Juan Sánchez Romero, trabajador ejemplar que años después se le impuso la Medalla al Mérito al Trabajo en Abril de 1976, con todos los honores que ello conllevó.

Antonia Aguilera, era una mujer muy peculiar. Era de las pocas mujeres del barrio que entendía perfectamente el “lenguaje” de los “toques” de las campanas, y sentía a su parroquia como algo suyo. Apreciaba mucho a Pepe Bojollo. Era una mujer que si bien no era “capillita”, amaba a su Iglesia, y como no a su barrio. Trabajadora infatigable y amante siempre de la Verdad, y ello lo demostraba por la claridad con que se expresaba. Vivía en la calle Roelas nº 8. Siempre que había cualquier evento importante en San Lorenzo, gustaba de presenciarlo desde la esquina del antiguo futbolín de Clemente, el simpático vecino de la “Nevería”. En esta Esquina Roelas-San Lorenzo, solía acompañarla, de alguna que otra vecina del barrio.
Enterada de lo que pasaba y de lo que el “Cura Paco” decía, dijo de forma rotunda:

“Esto no puede ser así. La Iglesia debe estar abierta para toda aquella persona que quiera voluntariamente entrar, esté o no esté equivocada. En la Casa de Dios, no se le niega la entrada a nadie”.

Estas palabras así dichas, no hubieran pasado de un comentario más, a no ser que lo dijera como lo dijo, con el Cura cogido de la solapa. Además le añadió:

“Si la gente está equivocada será cosa de ellos, si esto es una superstición, peor para ellos, pero usted como Cura, no puede tener una Iglesia cerrada porque le salga a usted de los cojones”.

Se formó tal revuelo en el portalón, que alguien debió llamar por teléfono al Obispado. Según se supo más tarde, parece ser que fue “El Chico fortuna”, el que alarmado por el “zamarreo” de la simpática Antonia, al Cura Paco, hizo dicha la llamada desde la taberna Casa Manolo, y consiguió que D. Juan Jurado Ruiz, Vicario de la Diócesis, mandara urgentemente y en persona, al Notario del Obispado, D. Guillermo Romero, el cual portaba un mandato superior para que se abriera la Iglesia de inmediato.

A las cuatro de la tarde se restablecía la normalidad en la Iglesia Parroquial de San Lorenzo, y al pobre José Bojollo le volvían los colores de la tranquilidad. Fue María Varo, vecina de la calle del Cristo, la que le ayudó a colocar las bancas y le dio una tila. para que se le pasara el mal rato. Maria Varo, era hermana de una de las ramas de los Varos, ebanistas de profesión que por aquellos tiempos emigraron al Brasil.

Aquella reacción afectó al Cura Paco, de forma que ya no protagonizó más ningún episodio de estos en la Parroquia. Al poco tiempo y con la llegada de D. Valeriano, este coadjutor se marchó a otra Iglesia.

Por orden de D. Valeriano, (Nuevo párroco), se hizo una limpieza lógica de papeles y se adecentó la Sacristía, allí se encontraron muchos, pero muchos papeles, boletines, pasquines y documentos de cierta filiación política, que dirigidos al nombre de D. Francisco Aguilera, llenaban todos los rincones de la Sacristía. Por supuesto que todos estos documentos, no tenían nada que ver con el Catecismo de Ripalda, ni con Caritas, ni con los Cursillos de cristiandad


2 comentarios:

Anónimo dijo...

ese D. Francisco Aguilera que Vd. menciona es el mismo que despues recibio la distincion como cordobes del año, y hoy festividad de San Rafael medalla de oro y hijo adoptivo en pro de su defensa por las personas mas desfavorecidas, sorprende leer que cerrara una Iglesia cuando siempre ha actuado por la sociedad

Manuel Estévez dijo...

Estimado Anonimo:


Que reciba esos galardones, no tiene nada que ver nada con algunos de sus comportamientos.

Mire Vd. en Diciembre de 1991, en la si Iglesia de San Acisclo, celebró una boda a su estilo, en la que se casaban Federico y Mari Nani, y la "boda" duró dos horas y media por el rito que el empleó.

Como alguien le dijera que había personas mayores (por ejemplo mi suegra y otros familiares), y el por toda contestación dijo con el micro en la mano:

"Los que mandan en la ceremonia son ellos, y el que no pueda estar más rato que se marche".

Aquellas personas mayores, entre las que se encontraban mi suegra, y demás familiares de la novia, también merecián un trato más en consonancia con la caridad y el propio respeto humano.


Saludos