miércoles, 22 de junio de 2011

LOS INDIGNADOS de la Calle Roelas

LOS "EMPEDRAORES "

Quiero dedicar esta entrada a la memoria de un grupo de trabajadores del Ayuntamiento, que por su trabajo siempre estuvieron a ras del suelo y conocieron mejor que nadie la realidad de las calles. Este grupo estaba formado por Antonio Zamorano “El Pabilo”, que además de ser hermano de la “Talegona”, era el encargado del grupo. Antonio Villatoro, quizás el más bajito, y que disimulaba su estatura en su aparatosa gorra que le llegaba hasta las orejas. Federico “El Coco”, persona versátil y gran profesional, pero al que le perdía de vez en cuando sus copita de más. Antonio “Cara Ancha”, el hombre que vivía por encima de los balcones al puesto de “jeringos de Concha”, en lo que fue la Taberna de “Huevos Fritos”. Sus tres hijas, le hacían que su cara se explayara aún más. El “Melli” Zamorano, hermano del “Pábilo”, que provocó más de un recelo en el reparto de los “tajos” de las faenas, pues su hermano como hemos dicho era el encargado. Este “Melli, con dos hijos varones y ante la escasez de vivienda que tenían en San Juan de Letran, dormían por las noches en la Calle Roelas, en una habitación de casa Antonia. (nº 8). Otro de aquella época, era Miguel “El Chocolate”, sumamente conocido en el barrio y que tenía un hijo que bailaba como los ángeles. El “Chocolate”, terminó poco menos que de camarero y hombre de confianza en Casa Gamboa. Finalmente hay que citar aquí al pacifico Esteban, peón y ayudante de todo el grupo, que se tomaba las cosas con suma calma. Muchas veces le pedían agua para beber y en vez de llenar el botijo de San Lorenzo, iba a la Magdalena, porque para él era bueno marcar “un ritmo ecológico al trabajo”. Este grupo se paseó por todas las calles de Córdoba, empedrando y arreglando baches. Hoy con la eclosión del “Granito” que hay en Córdoba, ya no hubieran tenido sitio para trabajar. Por desgracia ya todos dejaron este mundo.


FUE EN EL AÑO 1957

Hoy quiero traer aquí la Calle Roelas, una calle que está enclavada en el Barrio de San Lorenzo, y comunica la Plaza de este barrio, con la Plaza de San Rafael y San Agustín. Es una calle que durante muchos años 1915-1960, fue una vía de circulación de personas y vecinos muy importante. Sus casas estaban llenas de vecinos,


En este año 1957, fue el último año en que recordamos a estos simpáticos empedraores, en tareas serias de reparación en la calle. Habían pasado varias inundaciones y la calle quedó afectada. Nuestros amigos los empedraores, pusieron sus posaderas en el suelo y resolvieron todos los desperfectos.

EL MERCADO DE SAN AGUSTÍN

También el Mercado de San Agustín, (Un gran Carrefor al aire libre), del que vivían dignamente unas cuatrocientas familias, ya que obtenían SALARIO + BENEFICIO, y no pasaba como ahora con los Grandes Hiper de turno, en donde todo el beneficio va a parar a unas solas manos. Este Mercado famoso en Córdoba, generaba un flujo diario de personas que pasaban de forma cotidiana por la calle Roelas. Igualmente el Colegio Salesiano, hacía que todos los alumnos de Santa Marina, Campo de la Merced, San Agustín, La Fuenseca, etc, aprovecharan este camino para acceder al Colegio. Incluso los domingos, cuando llegaba la hora del partido del fútbol y cuando la gente iba a todos los sitios andando, esta calle era paso obligado de muchos aficionados que iban a presenciar los partidos del Córdoba, y que venían de esa parte de la ciudad. Era una calle en la que se dejaban ver los vendedores del “rico panisien”, Los caracoles, los higos chumbos, los vendedores nocturnos de “los holjadres calientes”, y como no el simpático vendedor de “la gota de miel a perra gorda” al toque de su campanilla.

LA CASA DE VECINOS

Estamos en Córdoba, en aquellos años de 1940-1960, en que las casas de vecinos, eran centros de convivencia ciudadana, en unas condiciones de infraestructuras, que solo la alegría y la buena disposición de las personas las hacían agradables. El convivir entre los vecinos era siempre un equilibrio entre la “guerra y la paz”. El uso de la pila, la necesidad del tendedero, el pozo y no digamos la utilización del único servicio público, daba lugar a enfrentamientos. Para colmo las rencillas ocasionadas por los nenes, daban lugar a veces a discusiones interminables, en las que la forma más común de querer aparentar llevar la razón, era la de pegar más voces. La llegada de una persona extraña, la lluvia, la tormenta o la noche, hacían que la discusión se apaciguara. Con el manto de la noche se liquidaba todo lo acontecido en el día. El amanecer traía otro punto de partida, los consabidos “buenos días” abrían un nuevo horizonte que se antojaba de paz. Los patios de vecinos, así eran de frágiles para resolver sus crisis.

Al hablar de una casa de vecinos me refiero lógicamente a la que fue la mía durante muchos años, pues allí vivió la familia directa de mi madre desde el año 1743. Se trata de la casa nº 12 de la Calle Roelas.


Al faltar la televisión y otras atracciones, el patio se convertía en AULA, y escenario permanente del teatro de la vida que acontecía en aquellas casas. La muerte de un vecino cualquiera sumía en duelo a toda la casa, que lo manifestaba entre otras cosas “cerrando una puerta de la calle”, en señal de luto. La navidad era la eclosión de alegría para que los vecinos olvidaran por una vez sus diferencias, las botellas labradas de anis, el ponche, la dama juana del vino, y los pestiños y las perrunas caseras, eran de común intercambio. Al final se coronaba todo con la vigilia de la “candela de la paz”. Incluso estas manifestaciones se hacían extensibles a otras casas de la calle. Las campanas de la torre, marcaban el ritmo de la vida doméstica, El ángelus, (12), te indicaba que la olla tenía que estar ya hirviendo. Las vísperas, (16), era la señal para que tuvieras los platos ya fregados y la cocina recogida. Y las campanadas de ánimas, (21), indicaban la hora límite en que lo niños debían permanecer aún en la calle, ante la llegada de la noche.

LA VECINDAD

En aquellos tiempos esta calle estaba llena de vecinos, que se sentían orgullosos de su calle. Y prácticamente se conocían todos, y en lo bueno y en lo malo, todos eran casi como una piña. Y como en todos los sitios había unos líderes naturales, que se encargaban muchas veces de que la calle estuviera siempre en perfecto “estado de revista”

En este sentido hay que señalar que gracias a Juan Sánchez Romero, y fundamentalmente a su esposa, Antonia Aguilera, la calle estaba siempre en perfecto “Estado”. El se cuidaba de que las bombillas del alumbrado público fueran repuestas de inmediato. De que los barrenderos pasaran dos veces por semana, e incluso estimulaba a los vecinos para que por San Antonio, pintaran sus fachadas, rematándolas con unos zócalos perfectamente homogéneos, También hacía gestiones ante el “cura guapo” D. Antonio García, para que anualmente pintara la fachada posterior de San Rafael que se topa con esta calle. Cuando advertía cualquier avería o destrozo en el empedrado, hablaba con el “Pábilo” (Hermano de la “Talegona”) y éste mandaba a cualquier "empedraor" del barrio a arreglarla. Con él la calle estaba siempre en orden, por ello los vecinos acudían a él para denunciarle cualquier irregularidad, era por así decirlo NUESTRO CONCEJAL.

Este hombre fue recompensado en su trabajo durante muchos años en el Ayuntamiento, con la obtención de la Medalla Al Mérito en el Trabajo, que le fue impuesta por el entonces Principe D. Juan Carlos, en abril de 1976. Este detalle fue una alegría para todos los vecinos que ocupaban las casas de la calle Roelas.

LOS VECINOS DE LAS CASAS

Casa nº 2
Vivía Antonio Toledano, “Manitas de plata” con su esposa Juana, su bella hija y diez vecinos más.


Casa nº 4
Vivía  el             simpático Rafael García “Cacha negras”, con sus padres, sus tres hermanas, y sus dos tías.


Casa nº 6
Vivía “Antonio”, cariñoso disminuido, con sus padres y sus dos hermanas. Le tenían un gran cariño su "Pepi" la naranjera de la Calle María Auxiliadora y en la Calle Montero.


Casa nº 8
Vivía la matriarcal “Demonia” con sus cinco hijos, los Ampomo y sus tres nietos, gente muy trabajadora y que conocían el campo como pocos.


Casa nº 10
En esta casa que era el famoso “Picadero”, vivían la familia de Manolin “El Boca”, la familia del “Trompeta”, la familia del “Poblete”, la familia del “Robles”, la familia de “Palitos”, la familia de Nicolás “El Camero”, la familia de los “Gambas” , la familia de Diego “El bizco”, la familia de Fernando “El Nano”, la familia de Manolin “El impresor”, la familia de Paco “El panadero"  la familia de Manoli “La peluquera”. Esta casa era propiedad del procurador Sr. Díaz Jaén, dueño a su vez de Almacenes San Antonio, “Al servicio de la Construcción” que patrocinaba por entonces, “Minutos deportivos de Radio Córdoba”. Había en esta casa 108 vecinos.


Casa nº 12
Vivia, Doña Salvadora, esposa de “Maitre del Bar Dunia” y su familia, 10 personas, entre ellos "Pepín" que se habrá jubilado de guardia civil.


Casa nº 14
Vivía Antonio Muñoz “El Minero”, gran bobinador de Cenemesa y su familia, 9 personas, entre ellos el famoso "Quiqui" monaguillo de San Nicolás y uno de los impulsores de la Hermandad de la Sentencia.


Casa nº 16
Vivía la familia del carbonero Rafael Gordillo. La familia de los Quiles. Rafael Luque, un artista en el tema de la platería, con sus padres.  Enrique “el Chivero”, con su esposa Rosario y dos hijos. Isidora con sus tres hijos. La Encarna, la de la "Letro", con su hermana Narcisa y sus dos hijos. Miguel Torres, con su esposa y dos hijos. La familia del “Fini”, (genial tornero), su madre, y sus dos hermanas. La familia de la “Mode”, sus padres y cinco hermanos. En total eran unos cincuenta vecinos.


Casa nº 18
La familia de Antonia Aguilera, su marido y 5 hijos. La familia de los Morales, con el “Pulga,” sus padres y tres hermanos. Isabel,  la piconera de la “Beatilla”, su marido y sus tres hijos. Araceli y su marido “El Tocino”, con su madre “María Hierro”. Agustín el betunero del "Chastang", con su hijo El “Pillo”.  Felix Sánchez, el cocinero del Palace, su mujer y sus dos hijos, El “Campano”, su madre y sus dos hijas. El “Cañas” y sus dos hijos. Total unos treinta y cinco vecinos.


Casa nº 20
La “Nati”, su marido y su hija. La familia del “Blas”, padres y dos hermanos, “La Gorda” la droguera y su marido. La “Melu Varo”, su hermano y su padre, que emigraron a Brasil. Obdulia, su marido Paco y sus dos hijos, que emigraron a Australia. Total 17 vecinos. Por cierto en esta casa que ahora es nº 10, han hecho recientemente unas catas arqueológicas y han aparecido unos restos romanos sin mucho relieve.


Casa nº 22
La familia de la Recio “La casera”, compuesta de su marido y cinco hijos. La familia del capataz de los bomberos José Ruiz Lozano, esposa y dos hijos. La familia de Carmela la “gorda”, su marido y tres hijos. La familia de Mariano “El cojo”, su esposa y tres hijos. La familia de Gabriel “El padrino”, su esposa y sus tres hijas. La familia de Miguel “El fati”, su mujer, su hija y su cuñado “Manolo el Machin".  La familia de “Pepita", hermana de "Pedrito" que jugó en el San Alvaro, y familia,  En total 34 vecinos.


Casa nº 24
La familia de Concha “La jeringuera”, su marido y dos hijos. La familia de María “La de la Mica”, su marido y cuatro hijos. La familia de Vicenta, su tres hijas, y cuatro nietos. Angelita “La Salmantina” y su marido. Rosario Pozo, y su hija “Mari paqui”. Las hermanas de Angeles y su sobrino Mariano. Total 26 vecinos.


Casa nº 26
Don Carlos “El franchuti” y su esposa. Mucho tiempo nos hicieron creer que eran de la CIA.


Casa nº 1
La familia de Manolo “El quinielas”, su esposa y tres hijos, que se quedaron con traspaso de la taberna de Armenta. La familia de Ramiro “El bodeguero”, su esposa y cuatro hijos.


Casa nº 3
La familia del “Niño Dios”, su esposa y seis hijos. La familia Babiano, esposa y dos hijos, El Churumbaque “El lotero”, su esposa y dos hijos. La familia Muñoz “El Porcelana”, esposa y dos hijas. Total 20 vecinos


Casa nº 5
La familia de Juanito Calero, su padre y dos hermanas. La familia de Ernesto, esposa e hijos.  La familia del “Serio”, (guardia civiles), dos hermanos, esposas y 5 hijos. La familia de Manolo "El Poleas”, , con sus tios y tres personas mayores. (el coche al que le cayó una bomba en el mes de agosto del 1936, era de su tío.) Total 21 vecinos.


Casa nº 7
La familia de los Ruano, con Guillermo “El guarnicionero”, esposa y cuatro hijos. La familia de la “Nina”, su madre y cuatro hermanas. Total 12 vecinos.


Además de sus vecinos, esta calle se sentía orgullosa de otros muchos sentimientos, y que iban unidos a la historía de la calle.

EL COLLAR DE LA PALOMA

Unas excavaciones que se llevaron a cabo en 1844, dio pie para que se relacionara al autor del famoso poema de amor del “Collar de la Paloma” Aben Hazan, con esta calle. El profesor D. Manuel Ocaña Jiménez, indica que en esta calle, hubo un complejo árabe, relacionado con la antigua Mezquita, (hoy Iglesia de San Lorenzo), en el que tuvo su presencia Aben Hazan, por ello el Ayuntamiento, a principios de los años sesenta, le inauguró un monolito de recuerdo, en medio del jardín que se inauguró por aquellos años en la Plaza de San Lorenzo.

MEMORIA HISTORÍCA

La gente de esta calle fueron testigos excepcionales de la Memoria Histórica, Rafalita Recio, Gabriel González, Carmen Trujillo, Carlos Ruiz, José Ruiz, Felisa Rodriguez, José Sánchez, Los hermanos Gordillo, los Quiles, los Sánchez Aguilera, Manolin Jiménez “El boca”, Juan Sánchez. etc. etc. presenciaron con otros vecinos de la Calle, como el día 2 de agosto de 1936, sobre las ocho de la mañana, cayó una bomba en la Plaza de San Rafael que causó heridas a Manuel Guillén Parrado, el cual falleció a los pocos días. Igualmente tuvieron la desagradable experiencia de ver cómo el 17 de agosto de 1936, a las siete y media de la mañana, explotaba una bomba en la misma calle Roelas, y que desgraciadamente mató a los niños Ana y Manuel Trillo Nevado, a los adultos Juan Trujillo Villalba y Matilde Díaz, Igualmente la bomba causó heridas a Josefa Fresno Bravo. También estos vecinos fueron testigos presenciales de ver el cadáver del ex torero Francisco Gutierrez Serrano “Serranito”, junto al de su borriquillo en el que daba portes de agua. La bomba cayó en la calle Custodio, y según Pepin Sánchez Aguilera, un chaval de aquella época, los sesos de animal se confundían en la pared junto a los del torerillo y vendedor de lotería “Serranito”. Otra bomba cayó en el camarín de San Rafael, y rebotó cayendo en la fachada posterior de la Iglesia, haciendo un hoyo en el acerado. Hoy todavía se pueden apreciar las tres losas que fueron sustituidas y reparadas en aquella época para taponar este hoyo.

CALLE TAURINA

Efectivamente esta calle tuvo cierto sabor taurino. En primer lugar hemos de decir que era el paso obligado de Manuel Rodriguez Sánchez “Manolete”, cuando se desplazaba a su Colegio Salesiano. Pero al margen de esto en esta calle se respiraba cierto “aire torero”, pues en ella vivían dos primos hermanos de “Manolete”, uno era el simpático y extrovertido “Palitos” y el otro era el estóico “El Niño Dios”. Precisamente el famoso “Palitos”, que concitaban siempre mucha gente a su alrededor como si fuera el “segundo” de Botin, en el banco Santander, fue el que trajo a Antonio Molina, antes de su debut en Córdoba, (1952), y se comió con él unas habichuelas en el patio de su casa, (el simpático “Picadero”). De esta esta misma calle y de la casa nº 8, salió durante muchos años, el “carrillo” de los toros, en el que iban las herramientas, la leña y otros accesorios necesarios para el trabajo de los matarifes. De este “carrillo” fue el paciente encargado el “galardonado” D. Juan Sánchez Romero, que se valía de los “nenes” de la calle, para llevarlo a los Tejares. Su casa fue un museo con los mejores carteles de toros que se pudieron dar en el viejo coso de los Tejares.

ESTA CALLE FUE SU PASARELA

También la calle Roelas, se constituía en PASARELAS como si de pase de modelos se tratara. Sobre todo cuando al mediodía y durante casi todos los días del año, pasaba la Rosi Cañaveras, “La Gilda”, hija mayor de la “La Vendedora de carne de gallina de San Agustín”. Esta mujer verla simplemente constituía ya de por si un espectáculo. Hacía ruido con su elegante forma de vestir, moviendo el cuerpo al ritmo que le marcaban sus altos tacones. Su pelo dejado caer sobre un lado de su interesante rostro, nos recordaba al mejor estilo de la “Gilda” que por aquellos tiempos nos proyectaban en los cines. Lo de esta mujer, “La Cañaveras”, era singular y especial, había gente que esperaba la hora de su paso por la calle Roelas, para verla andar produciendo aquel maravilloso tintineo con sus tacones. Al llegar a la Plaza de San Lorenzo, para coger el autobús que le llevaba a Cañero, era recibida, por las ávidas miradas de los clientes de la taberna de Casa Manolo y Casa Miguel, que prácticamente la esperaban en la puerta. Hasta el reloj de la torre mostraba su júbilo agradecido, dando sus campanadas. Más tarde esta elegante mujer lució aún más su palmito cuando se paseaba en su elegante Austín Victoria de color blanco.


POR ELLA DESFILÓ LA VIRGEN DE LA PAZ

De esta calle y de la casa nº 5, salió a mediados de los años cuarenta la imagen de la Paz y Esperanza, que se venera en Capuchinos. Efectivamente Juanito Calero Cantanero, nada más terminar nuestra desgraciada guerra, le encargó a Juan Martínez Cerrillo. 

Saliendo al paso, de lo que mucha gente ha dicho y ha escrito, esta Hermandad la de la Paz y Esperanza, no fue fundada por ningún grupo de excombatientes, sino que fue un grupo de los llamados por aquellos tiempos "Aspirantes de Acción Católica" de San Lorenzo, y que solían reunirse en la Ermita de San Juan de Letrán. Entre ellos estaba Juan Calero, Andrés Bojollo, María Bojollo, Andrés Sánchez, etc. etc. Todos jóvenes y que apenas llegaban a los diez y ocho años. Pensaron formar una Hermandad en torno al Cristo de las Penas, "El penitas" como se le conoce hoy en su veneración en San Lorenzo, y fue la idea de Juan Martinez Cerrillo, la de dotar esa Hermandad de una imagen de Virgen, para lo que él, muy joven también se ofreció para hacerla. Aunque no puso plazo para su pago, fue terminarla y cobrarla. El importe de Mil pesetas, lo pagó el padre de Juan Calero, que por ser el mayor, se erigió como en protagonista de aquel grupo de jóvenes. De principio le pusieron a la maravillosa imagen "La Esperanza", pero la madre del escultor al estar reciente la terminación de la guerra (1939), pidió que se llamara LA PAZ Y ESPERANZA.

La verdad es que el imaginero de Bujalance, consiguió una imagen preciosa, y la dotaron con una vestimenta blanca, que la sacaba del contexto de la Semana Santa.  Así en un principio estuvo expuesta en la Iglesia de San Lorenzo, pero durante el Quinario del señor del Calvario, todo en el ambiente morado, desentonaba aquella imagen vaporosa y blanca, y fueron los hermanos Antonio Estévez (El espartero) y el propio padre de Juan Calero, los que dijeron que aquella imagen de Virgen blanca no "cuajaba" en aquel ambiente. El obispado tomó nota de este asunto y ordenó que se llevara a la Iglesia de San Andrés, en donde fue bendecida solemnemente. Allí por ciertas desavenencias con el párroco, tampoco cuajó esta imagen y entonces se la llevó Juan Calero, a su casa, en donde estuvo, hasta que el obispado, le buscó un destino en el Convento de los Capuchinos. 

Por lo tanto de dicha Calle Roelas, pasó la Virgen en su destino para Capuchinos. hay que significar que la cara del Señor de De la Humidad y Paciencia, es copia exacta del "Penitas" que se halla actualmente en San Lorenzo y que en su día estuvo en San Juan de Letrán.

A su muerte, Juan Calero, ante notario, acallando comentarios inexactos, regularizó la propiedad de la Virgen de la Paz y Esperanza, entregando a la Hermandad, el recibo-factura, por IMPORTE DE MIL PESETAS, que se le pagó a Juan Martinez Cerrillo, el escultor.

Quién quiera conocer todo este arranque inicial de la Hermandad con documentos originales, que acuda a José Ignacio Aguilera (Hermano Mayor de Ánimas), al que "Mariquita" Bojollo, única superviviente de aquel inicio, le entregó en su día los citados documentos.

EL CAMPANILLO DE LAS TORMENTAS

Desde pequeños y en aquellos tiempos en donde aún todavía sonaban las tormentas, todo el barrio se sumía en una oscuridad llena de miedo por el estruendo de las tormentas, que en número de días “nones” solían venir todos los veranos. Era de tal magnitud el aparato eléctrico que traían, que todos los vecinos de la calle, especialmente los más débiles y los chiquillos se asustaban enormemente. Todas las madres apelaban a que sonara el campanillo que estaba ubicado precisamente por encima del postiguillo de San Rafael. Cuando éste sonaba, nuestras madres para consuelo de chicos y mayores decían: “Ea, menos mal, que ya está sonando el campanillo, ya mismo la tormenta se marchará”, Cada cual puede pensar lo que quiera, pero en el recuerdo de casi todos los que allí vivíamos, el campanillo “espantaba las tormentas”.

INDIGNADOS

Efectivamente los vecinos de esta calle ESTÁN INDIGNADOS. Es de pena desembocar desde la calle Custodio, y ver las paredes en donde están los contenedores, de la Plaza de D. Arias. Es lamentable poder apreciar la suciedad de las paredes de la parte posterior de San Rafael, incluido “Su postiguillo”. Es INDIGNANTE, poder apreciar el estado tan lamentable en el que se encuentra las piedras y las aceras de la calle. Son muchas las personas antiguas que se murieron con la pena de ver el estado de “olvido” de esta calle. El último en morir ha sido Miguel Morrugares Mondejar, “El Fati”, y durante los últimos años de su vida, su obsesión fue el ARREGLO PENDIENTE DE SU CALLE ROELAS. Y daba la impresión que soñaba con esta realidad, sobre todo cuando leyó en el Periódico CÓRDOBA, que estaban las partidas devengadas para ese arreglo. El “Fati” ha sido siempre un soñador en las cosas de su Córdoba, y como no, en las de su Calle.

El otro día su hija, Rafi “La Coca”, me dijo que su padre que era muy creyente le había transmitido más o menos el siguiente pensamiento: “Hija mía, llegué a las Alturas de la Zona Celestial y salieron a recibirme todos mis familiares, tu madre, mis hermanos y mis padres, pero los que más jaleo formaban eran un grupo que portaban “Un banderín de la peña Los 14 pollitos”, allí estaba Juan Cámara, Pepe Mena, Manolo Polonio, Francisco Martinez, Juan de Dios, Mi primo “el Francés”, Diego Camino, Mi hermano Antonio “el Figuras”, Diego Laguna, Joaquín Ruiz, Pepe Alcalá, Pedro Moreno, Sedor, etc etc. Todos me recibieron con cariño y me preguntaron: medio en broma y medio en serio: “Miguel, te han arreglado por fin la Calle Roelas, y yo les tuve que decir que no. Que ahora con esto de las LISTAS CERRADAS IGUAL VOTAS A CONCEJALES, que en muchos casos, no saben ni tan siquiera a donde está tu calle.


9 comentarios:

Rafael Arjona dijo...

Qué entrada tan amena, y la extraordinaria memoria que muestras. ¡Cuántos recuerdos! Ni veces que pasaba yo por esa calle cuando estuve en los salesianos. Durante mucho tiempo iba con otros compañeros a jugar al futbolín, al que había en el rincón de la calle Custodio. Más tarde estuve aprendiendo mecanografía en esta misma calle Custodio, no recuerdo el número y siempre pasaba por Roelas. Y es verdad, el miedo que pasábamos con las tormentas. En San Pedro, de donde yo era, se tocaba el campanillo de San Rafael y también mi madre decía lo mismo: ya se va la tormenta, ya se va.
Todavía paso a menudo por esa calle, porque me gusta vagabundear por los viejos barrios de Córdoba y es cierto que ahora presenta un aspecto horrible, especialmente en la espalda de la iglesia de San Rafael (que debía ser la más reluciente de Córdoba, por motivos obvios) y donde están los contenedores.
Muy sutil los de las LISTAS CERRADAS. Amigo, es que si las listas fueran abiertas otro gallo les cantaría a muchas de nuestras calles, seguro.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Molon


Gracias por tu comentario.

El fútbolin que mencionas era el de un Sr. que se llamaba Domingo, que su mujer tenía un pequeño puesto de verduras nada más salir del pozanco

Luego quitó los futbolines de la calle Custodio, y los puso en el Jardín del Alpargate, en donde está hoy Deza.

Todavía queda en pie la casa, la ventana y la estancia en donde estuvo la academia que citas.

Era en planta baja, habitación de la izquierda, con ventana a la calle.

Para los del barrio, esa era la casa de D. Luis Soldevilla, y luego se mudó Matias, el de la bodeguita de la esquina.

Es simpático recordar aquellos tiempos.


Saludos

Rafael Arjona dijo...

Domingo se llamaba, sí, qué buena memoria, yo no me acordaba de su nombre, aunque sí de su figura y de su rostro. Y es cierto, la casa de la academia sigue existiendo, estaba en la habitación que dices y la profesora era una muchacha gruesa, morena, con la nariz ligeramente aguileña y cuyo nombre era... lo siento, lo olvidé. El futbolín costaba una peseta la partida. Aquella era la peseta que mi madre me daba para que me comprara una torta en el horno de Liberato Iglesias (¡un nombre que recuerdo!) en la calle Santa María de Gracia, camino de los Salesianos, y yo, en lugar de comprarme la torta, muchos días guardaba la peseta para jugar al futbolin cuando salíamos del colegio, a las doce y media. Como jugábamos a quien perdía pagaba y yo era bastante bueno, le sacaba aquella peseta un rendimiento de ocho o diez partidas. ¡Qué tiempos!

Manuel Estévez dijo...

Amigo Molon


Me grada contactar contigo pues me traes recuerdos muy bonitos.

Esa chica que tu dices de la nariz "aguileña", vivía en la Avda. de Carlos III.

Con esa muchacha coincidí porque se colocó en la oficina de un tal Diego Castilla Cortés, y digo un
tal porque intentó no portarse correctamente con aquella muchacha que estaba muy vistosilla.

Efectivamente hablas del Horno de Vda. de Liberato Iglesias, al que se llamaba en el barrio como "Doña Pepa", que fue de los primeros que empezaron a "fabricar" la mejores tortas de aceite de Córdoba.

En los veranos cuando íbamos al horno a comprar allí las tortas, se disfrutaba, de ver como caían
los palos del nido de cigueñas que había en el campanario de Santa María de Gracia.

Por otra parte Domingo, era un hombre alto, muy templado y con el pelo un tanto rizado.

Recordaras que había tres mesas
una a la derecha y dos a, otro
lado.Eran fútbolines "de madera" al contrario de los que había en San Lorenzo, "Casa Clemente" el da la "gorra" que eran metálicos.

Enhorabuena por tus recuerdos.

Rafael Arjona dijo...

Aquellas tortas de Liberato Iglesia eran extraordinarias. Parecían hechas de hojaldre y su sabor... exquisito. Yo no he vuelto a probarlas igual. Fue una pena que el horno desapareciera. Yo las compraba casi todos los días, porque constituían mi desayuno, después del vaso de leche que me había bebido en casa, pero más de un día me quedaba sin torta, porque tenía mucha afición al futbolín. No recuerdo la distribución de las mesas, sí que los futbolistas eran de madera, con las piernas juntas, es decir, con los pies unidos en un solo bloque. Con estos "futbolistas" hacíamos jugadas maravillosas, pisando la bola con el delantero y haciendo con la barra un moviento de hacia adelanta y hacia atrás y un leve zig-zag la bola trazaba una ese que evitaba al defensa y que casi siempre acaba en gol. ¡Fantástico! Sin embargo, el Domingo que yo recordaba no concuerda con el que tú describes, yo lo tenía por un hombre más bien bajo, delgado, moreno con el rostro afilado. Pero es evidente que debo equivocarme, porque tú tienes mucha mejor memoria que yo.
En cuanto a la chica... Cuando yo dí aquellas clases de mecanografía tenía ya dieciocho años y sí, aunque llenita, era una muchacha de buen ver. La vi después alguna que otra vez y luego la perdí de vista y no he vuelto a verla nunca más. Yo la recuerdo, además, un tanto liberal para la época, de modo que no es extraño que algún desalmado intentara sobrepasarse.
Yo no jugaba mal en los futbolines de hierro, que eran los más antiguos, pero siempre fui un niño más bien enclenque, de modo que los baby, como creo que se llamaban aquellos futbolines de madera eran geniales para mí.
Gracias por recordarme estas cosas.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Molón

Efectivamente eran futbolines que los llamaban "Babi". Aprovechando que eran de madera, había gente de mucha habilidad y "hacían jugadas" utilizando el extremo. Eran goles de mucha espetacularidad.

El horno de Doña Pepa, desapareció porque la hija mayor de la Viuda de Liberato Iglesias, se casó con un hijo del Horno la Catalana.

Y a partir de ahí las cosas ya no fueron bien. Al final sólo eran las tortas lo único que quedó, y eso no era suficiente.

Al final la familia quedó en mala situación económica, y se tuvieron que marchar. Fue una lástima pues eran muy buena gente.

Es curioso que con la inflación que había por aquellos tiempos, el precio "por partido", permanecía invariable a UNA PESETA RUBIA.


Saludos

Anónimo dijo...

como es posible que sepa el nombre de los vecinos de la calle roelas? que emocionante ha sido ver el nombre de mi padre "el Machín", no sabia que a mi tio Miguel le llamaban así. Mi padre me contaba muchas cosas de su barrio, y del monaguillo de San Lorenzo, que tenía un apodo pero no lo recuerdo. En fin que me ha emocionado mucho ver como ser nombra a mi padre, muchísimas gracias.

Manuel Estévez dijo...

Amiga Lola


Me alegra que te haya gustado esta semblanza. Has de saber que a tu
madre, cuando jugaba al futbol en
el patio de los eucaliptos de los Salesianos, coreaban su nombre con
"Machin, machin".

Yo era más joven que él y te puedo decir que muchas veces le acompañé en su reparto del pan.

Recuerdo perfectamente cuando conoció a tu madre en la calle Reyes Católicos, era una casa
que estaba junto al Cine Alcázar y el piso creo que era el Atico.

Muchas veces se ha dicho que el famoso Sandokan, le pagaba el pan a muchas personas mayores de las primeras calles de Cañero, pues Lola, tu padre (Manolo), era el que empezó a hacer ese reparto.

A mi me apreciaba mucho y más de una vez me dejó una bicicleta de carreras que se compró.

Antes de ser panadero se colocó en la herrería de Mariano el Cojo, y lo primero que hizo fue hacernos a los más pequeños un aro.

El taller estaba en la Malmuerta
(farmacia ahora), y se sentía muy orgulloso, de que en Sevilla, en la Plaza de España, hay un azulejo en el que aparece la Malmuerta y se ve la herreria.

Tu padre era una gran persona.

En cuanto a Miguel "El fati", he de decirte que al igual que a su hermano "El figura", ese apodo se
lo pusieron en Casa Armenta, en donde entraron desde muy jovenes.
Al morirse "El fati", se ha muerto toda la saga de los "cocos" y se ha ido una de las personas más antiguas de San Lorenzo.


Saludos

Manuel Estévez dijo...

Si por algo estoy contento con esta entrada, es porque ha servido para que :

PILAR MUÑOZ Y DOLORES MACHIN, se hayan podido poner en contacto, ya que son primas hermanas.


Saludos