viernes, 30 de septiembre de 2011

HA CERRADO ANGELITA


En estos tiempos de tantos pequeños negocios que desaparecen, podría parecer exagerado hablar de un cierre concreto, pero no es así. Los economistas y sus asesores, se han inventado toda clase de parámetros para justificar todas las crisis habidas y por haber. No vamos a hablar de caídas de bolsa, en donde los PARASITOS HABITUALES, están a lo primero que cae, dándole igual que detrás haya familias enteras que se puedan derrumbar, para ellos lo único que les importa es verse REALIZADOS, en conseguir beneficios, caiga quien caiga. Establecen su cuadro de moralidad poco menos con el objetivo siguiente: “Para lograr mi triunfo, o mi progreso económico no me importa que muera quien tenga que morir”. Esa es de alguna forma la filosofía que nos trae el Capitalismo Liberal y Salvaje, que nos estamos dando los españoles, con tanta especulación y con una clase política española que no piensa nada más que en el asiento del poder y por tanto, todo lo convierte en votos.
Lógicamente, no me quiero referir ya, a que caiga una pequeña empresa o no, al hablar de ANGELITA, quiero decir que cae todo un símbolo de lo que fue San Agustín, y que representaba los últimos vestigios de otra forma de entender las relaciones del comercio, en nuestra ciudad.

ANGELITA, era una comerciante de San Agustín, que llevaba más de treinta y cinco años, trabajando y dando servicio en el mercado. Pertenecía a una popular familia del barrio, (Las Calderón Trujillo), en donde todas las hermanas de una forma u otra han colaborado vendiendo en distintos puestos de San Agustín. El cierre de este negocio, ha sido el comentario general del barrio, en donde durante muchos años, esta familia, han sido toda una institución. Por otra parte no nos tiene que extrañar nada, cuando hasta los mismos chinos, que lo suelen aguantar todo, están cerrando.

El MERCADO DE SAN AGUSTIN (Pasamanería y tejidos)
En los años 40, 50, 60, el Mercado de San Agustín campaba por sus respetos, y eran muchos los puestos de todas clases, que atendía a un público “penitente” de todos los días. A parte de otras posibles ventajas, las mujeres hacían un trabajo diario, que implicaba ejercicio físico, malabares económicos, y le permitía dialogar y relacionarse con la gente del barrio y concurrentes. Esto lógicamente fue antes de que aparecieran las llamadas grandes superficie, que acabaron como por ensueño con muchas cosas.

Acabaron por ejemplo con muchos empleos, pues no cabe duda que detrás de aquellos pequeños puestos, portalillos o tiendas, existía por lo general una familia que vivía bastante decentemente del beneficio que obtenían además de suponer empleo seguro para uno o varios miembros de la familia.

El Metro S.A. (Esquina con la calle Jesús Nazareno), 4 personas trabajando.
Esta tienda era posiblemente la más amplia que había por estos contornos, y tenía una buena clientela, sobre todo CON VALES DE COMPRA A PLAZOS, que provenían de las grandes empresas de Córdoba, como por ejemplo la Electro Mecánicas. Aquellos vales tenían un color un tanto verdoso. En el Metro, fue en el sitio en donde yo oí por primera vez, hablar del “LIENZO MORENO”, aquella tela más barata (algodón sin teñir de blanco), que se compraban por las clases populares para las sábanas y que con dos o tres lavados y con su correspondiente “echado en lejía”, se ponían más blancas que la propia leche. Allí en el Metro y en la parte que daba a Jesús Nazareno, existía habitualmente una pequeña mesa en la que de forma bastante normal se solía sentar el maestro Ramón Medina, apoyado en la gran amistad que tenía con los hermanos Gavilán. Allí compuso muchas de las canciones que resaltaron su amor a Córdoba. No cabe duda que esta tienda vivía de la gente que “flotaba” en torno al Mercado o Plaza de San Agustín. Un día hablaba la popular “Manola” de la calle Montero, gran admiradora de las coplas del compositor, y le decía: “Don Ramón, a mi Matías Prast, le hago yo sus sábanas de los sacos de la azúcar que me regalan en casa Margallo”. Efectivamente los sacos de cien Kg. de azúcar que venían de importación, eran de “lienzo moreno”. En esa tienda de El Metro, a los chavales nos llamaba la atención de forma especial, como desplegaban los cortes de telas sobre el mostrador y para muchos de nosotros, era una gozada también el poder contemplar en su escaparate un simple paraguas con aquellos puños que se nos antojaban tan bonitos. Y es que en aquellos tiempos, un paraguas constituía todo un lujo.

Pasamanería Vda. de Torderas, (Compás de San Agustín), 2 personas trabajando.

Hablar de los Torderas, es hablar de San Lorenzo y con mayúsculas. Precisamente el dueño de esta tienda vivió en la Calle Humosa, y se llamaba Fernando, quizás fue el hermano que más tuvo que luchar con las adversidades de la vida. Por los malos entendidos de aquella época salió mal parado al terminar la guerra civil y las pasó canutas (Según me cuenta su amigo Francisco Mármol), y empezó a levantar un poco el vuelo a base de imaginación y trabajo. Cada dos por tres iba a Sevilla, y con los dineros que podía acumular, solía comprar “madejas de lana e hilos” con los que hacía cada semana seis o siete “rebecas o saquitos”, a los que ponía marcas muy de última hora: “El trébol”, “El delfín”, “El león”, etc. en este trabajo le era fundamental su amigo Mármol, que tenía una imprenta. Al sentirse un poco consolidado, montó la tienda de San Agustín, con el apoyo de su esposa, que perteneció a la saga de “Los Parrillas”. Cuando estaba equilibrado con la marcha de su “Pasamanería”. Le vino a visitar la mala suerte en forma de enfermedad. Por aquellos tiempos, hubo mucha gente en Córdoba, que se vio contagiado por la fatídica enfermedad de la tuberculosis, que en Puerta Nueva, tenía su Hospital, él como pudo, fue sacando adelante su enfermedad, pero una obsesión se apoderó de él en el sentido de que temía continuamente que su hija menor, se le contagiara de esa enfermedad. Esta circunstancia y otras razones, obligaron a este hombre a renunciar a la vida.

Su hermano Antonio, tuvo otra tienda en la esquina del Pozanco, enfrente de la popular Casa Rogelio (ferretería), y por debajo de Casa Andrés. Pero por la que se hizo más popular fue por “LA BARATA”, una tienda que puso en mitad de la Plaza de San Lorenzo, enfrente de la taberna de Casa Armenta. Tanto el dueño como la tienda adquirieron gran popularidad en el barrio por muchas cosas, incluso los “letrístas” del Carnaval, le sacaron su especie de “estribillo”.

“Antonio Torderas, hombre de talento,
ha puesto la “LA BARATA”, en San Lorenzo,
Vende medias, calcetines y ropa fina,
agua de colonia y hasta brillantina”.

Por aquellos tiempos se hizo muy sonada la muerte violenta del dueño de la Taberna de Armenta, al parecer provocada por unas tijeras, que se clavaron en su vientre. Resuelto judicialmente este asunto de forma satisfactoria para la esposa del muerto, principal acusada, fue Antonio Torderas, el que pasado un tiempo contrajo matrimonio con ella, llegando incluso a tener descendencia. Este detalle significó para él, como una especie de REVALIDA EN EL BARRIO, e incluso llegó a ser presidente del equipo de fútbol del San Lorenzo y gran animador de verbenas y fiestas. Aunque los juegos estaban prohibidos, el también supo apostar por un joven jugador que ya se destacaba en el barrio, como fue “El Chico Fortuna”, al que solía dejarle dinero para que le jugara a comisión.

Almacenes Kalia, (Compás de San Agustín) 2 personas empleadas.

Era una tienda sucursal de la que había y aún existe en la Calle Nueva, de nuestra ciudad, y que era propiedad de D. Luís León Alvariño. Allí vendía todos los artículos de souvenir, camisetas y equipamientos de fútbol, además de banderitas y banderolas de todas las épocas. Allí encontrábamos todos los chavales, las insignias de nuestros equipos favoritos, que por aquellas épocas (1950-1960), no eran otros que el Bilbao y el Barcelona. La afición al Madrid, vendría después con las Copas de Europa. También vendían algo de la escasa lencería que circulaba por aquellas épocas. Al estar cerca de la farmacia de Dávila, eran muchas las personas que entraban en un sitio u otro confundiéndose de producto a comprar. Más de una vez pidieron “brillantina” o “botones” en la farmacia, según nos contaba el buen amigo Fernando, (farmacéutico), que durante muchos años, fue el “primer médico” de toda la gente que pasaba familiarmente por el mercado. Efectivamente durante todo el tiempo que estuvo trabajando en la citada farmacia, atendió a multitud de personas del mercado, que le pedían consejos médicos y sobre las medicinas a tomar. Incluso su casa en la Calle Zarco, se consideraba como una continuación más de la farmacia.


Pasamanería Reina, (Esquina Calle Montero), 2 personas empleadas

Esta tienda estaba ubicada en la misma esquina de la Calle Montero, en donde tiempos antes estuvo la famosa taberna del “Pancho”, al que obligaron a quitarla, porque había un plan municipal, para derribar todo ese tacón y enrazar con el Pozanco. Al parecer en ese tacón existía un local de venta de pan, que por las mañanas lo vendía de forma normal y por la tarde lo hacía de estraperlo. Su propietario era un tal Herrador, que era el que controlaba los carros de la recogida de basura del Ayuntamiento, por lo que tenía mucho peso e influencia, logrando con ello, anular dicho proyecto. Después de que “El Pancho”, se trasladara unas puertas más abajo, pasó a ocupar el local de la esquina, Antonio Lubián, (cuñado de Ramón “Pellejero”), que puso una pasamanería. Al cabo de unos años, le traspasó el negocio, a la familia de los Reina que vinieron de Málaga.

Hay que hacer constar que el apodo de “Pellejero”, que tenía Ramón, le venía porque estuvo trabajando en Aceites Benito Lozano, y allí era él, quien manejaba los “pellejos” en los que se transportaba el aceite, fue Benito Lozano, precisamente el que le propició el Bar a Ramón..
De este Benito Lozano, tenemos que contar la anécdota propia de aquellos tiempos, (años cincuenta), de que por vivir “amancebado” con una mujer, fue enterrado en el Cementerio de los Protestantes. Aquello fue muy comentado en Córdoba, al igual que se llegó a decir que la mujer con la que convivió hasta su muerte, era hermana de su mujer..

Los Reina, era una familia que tuvo a sus hijos en los Salesianos y que durante mucho tiempo jugaron a “monaguillos” en la Iglesia de San Lorenzo, luego los padres quitaron la tienda y se instaló la tintorería LINSAY AMERICANA, que por aquellos tiempos arrollaban comercialmente este sector en Córdoba. No les importó que en la Calle Jesús Nazareno, hubiera una Tintorería JESUS, y en mitad de la Plaza de San Agustín, estuviera la Tintorería LARIOS.

Volviendo a los Reina, concretamente Antonio, se integró muy bien en el barrio y participó en los juegos comunes de los chavales de aquella época. Por tener bastante cabeza en donde colocarse el gorro, tuvo que soportar algunas bromas. Un día en clase le preguntó D. Rafael Ureña, que porque había faltado a clase, y al parecer le contestaron; “Según su padre, ha sufrido un cólico de salchichón, posiblemente en mal estado”.
Quienes mejor pudieron certificar los avatares de esta tienda y posterior Tintorería, fueron las vendedoras “Pepa La Chata”, que tenía curiosamente un hermano policía, y digo curiosamente, porque ella por las tardes se dedicaba al “estraperlo del pan”. La otra vendedora, estraperlista como la “Chata”, era Carmen Calero, la madre de Fernando Martín Calero, compañero nuestro del barrio y que cuando se colocó de aprendiz en Cenemesa, por el menú que solía comer de bocadillo le pusieron en la Sección de Montaje, el simpático apodo de “El Bacalao”. Ambas mujeres además de negociar con algo de estraperlo de pan, solían vender por las mañanas, verduras: pimientos, tomates, ajos, perejil, limones, etc., esparcido todo sobre unas lonas que colocaban por las piedras del suelo. Se ubicaban precisamente en la esquina de la calle Montero, donde estaba la puerta de la carnicería de Antonio Martínez, hombre de humanidad afable y muy simpática, que lamentablemente, aún siendo muy joven, murió en una operación normal de apendicitis. Aquella muerte fue muy comentada por todo San Agustín, y la mujer siguió con el puesto.

Tejidos Benítez, (Esquina del Pozanco), 3 personas empleadas

Este establecimiento como tienda de tejidos, fue en un principio de Paco Carrillo, hombre muy ligado al barrio, por su presencia y la familia. La tienda se la traspasó al empresario del sector, Benítez, que puso al frente del negocio a Antonio Tirado, que al parecer entró como socio. Esta tienda por su presentación y profesionalidad tuvo mucha aceptación entre todas las personas que visitaban San Agustín. Tenía dos puertas, y con ello la chavalería disfrutaba de entrar por una y salir por la otra. Allí, se colocó de joven Antonio Rivas, que de allí se pasó luego a vender baterías en la Avenida de Barcelona, más tarde vendió hasta pescado en la Plaza de la Mosca, hasta que finalmente se dedicó al negocio de la platería. Coincidiendo con él, y aunque más joven, entró en esta tienda de aprendiz, Vicente, que luego se haría famoso por su negocio TELAS VICENTE, en Avenida de Jesús Rescatado.

Benítez, el socio que daba nombre a la tienda, tenía otra tienda como Casa Central, en la Calle Almonas, (Gutiérrez de los Ríos), esquina con la Calle Alcántara. Este hombre antiguo alumno Salesiano, también fue un destacado miembro de la Hermandad del Calvario de San Lorenzo, en donde coincidió con Pérez Casas, Rafael Martínez, Enrique de la Cerda, Adalberto López, Rafael Baquero, que estaban al frente de la Hermandad. Su hijo continuó con las tiendas y también fue hermano del Calvario. Más de una vez nos llevó a los monaguillos, en su moto, una de aquellas primeras MV, a la granja de gallinas que tenía D. Francisco Parejo, a espaldas del Bar Jardín, para recoger flores para adornar el paso de Semana Santa. Benítez, hijo, también hizo sus pinitos en la construcción, allá por los finales de los sesenta, aunque al parecer no tuvo mucho éxito.


Casa Reyes, (Esquina calle Manchado) 2 personas empleadas

Este Hombre agradable y de pequeña estatura, cuando mostraba toda su imaginación era cuando practicaba su deporte favorito como era la cacería. El mostrador de la tienda, y la escopeta, los tenía adaptados a su altura, que no llegaba más allá del uno cincuenta. Gustaba dejarse ver con su escopeta y su canana, que le llegaba al suelo, todos los días festivos que los aprovechaba para irse al campo. Por otra parte, además de vender hilos, medias y todo lo que se terciara, gustaba de montar en torno a su mostrador unas tertulias, que se hacían simpáticas e interminables. A esta tertulia acudía el padre de Miguel Escudero, el padre de Antoñito el sastre, un tal Cañero, el “Chato” de las Costanillas, y el mismísimo “Margallo”, entre otros.. El disfrutaba de verse rodeado de amigos, vecinos y mucha gente, para entablar animadas tertulias casi siempre de cacería y del campo.

Una vez este simpático y pequeño hombre, dio el número al presentarse en los baños del Molino de Martos, con un bañador amarillo chillón, tipo MEYBA, que le había regalado un representante de Puente Geníl, al que familiarmente llamaba “El Membrillo”. Reyes, a pesar de su corta estatura, era un hombre de mucha personalidad, y lució palmito por todo el camino, hasta llegar a los Peñones de San Julián, lugar habitual suyo de baño, en una zona evidentemente que no le “tapaba”. Aquel tipo de bañador era de los primeros que se veían por Córdoba y solamente los vendían en Almacenes Sánchez.

Los “Hermanos Cabezones”, (Compás de San Agustín) 2 personas empleadas

Esta era una tienda que obviamente era atendida por dos hermanos, que no se significaban precisamente por no tener cabeza, pero que eran muy competentes y coloquiales. En el estilo de su negocio se quedó un tal Miguel, que alternaba también los mercadillos y que vendía fundamentalmente prendas confeccionadas. Era un hombre alto, de tez morena y gran fumador. También era un gran aficionado a Córdoba CF y al fútbol en general, muchas veces lo vimos en el Campo de Lepanto.


Tejidos Pinar, (Plaza de San Agustín), 3 empleados.

Los dueños eran dos hermanos que estaban al frente del negocio y además tenían un empleado que se llamaba Antonio Moreno González, que después de un tiempo se dedicó con sus hermanos al negocio de la joyería en donde al parecer tuvieron suerte. Una persona que solía frecuentar mucho esta tienda por su proximidad, era Paco Figueroa, que se quedó con el Quiosco de Periódicos, después de que su madre estuviera muchos años al frente de él. Este quiosco estaba situado enfrente de la misma tienda, haciendo esquina con lo que era el Jardín de San Agustín..

Al final de los cincuenta llegó a San Agustín, Modesta, con las flores de plásticos. Esa tienda, significó el despegue del “Plástico” por aquella zona, y como no, empezó a verse en los cementerios que estas flores dominaban todo el ornato de las lápidas. A causa del plástico, poco a poco fue desapareciendo el huerto de “otoñales marimoñas” que había un poco más arriba de la Ermita de San Sebastián, a un costado de la llamada Casa del Tercio, famosa por su poblada vecindad y en donde imperaba la autoridad de la simpática “Coja”, que asumía todos los cargos representativos. Este huerto era lugar casi obligado para que todo el que iba al cementerio, se parase a comprar flores (marimoñas), para sus deudos.

Padilla Hermanos S.L. (Compás de San Agustín), 4 personas empleados

Era una sucursal de las tres o cuatro que tenían estos Hermanos Padilla, por Córdoba, la Central en Ronda de Andujar, al lado del “garaje del mudo” y las otras en Avda. del Generalísimo, junto a la Oficina de Renfe. Otra estaba en la Calle Principal de Cañero. Más tarde se ubicó una en la Avda. de la Viñuela. Esta tienda de San Agustín, vendía toda la sosa, lejía y azulillo del mundo, atendidos por el popular “Añiles”, apodo cariñoso que se lo pusieron en la taberna de Ramón. En la Sección de Pasamanería, estaban las simpáticas Antoñita y Loli, que no paraban de vender toda clase de botones, encajes, cintas, bobinas, alfileres, colonia a granel, etc. etc. e incluso algo de calcetines, medias y lencería. Era uno de los negocios más prósperos de los que había en San Agustín, y era muy frecuente ver por allí a los propios hermanos Joaquín, Francisco y Juan Padilla, echando una mano.

Casa Angelita (Compás de San Agustín), 3 personas trabajando

Esta tienda fue inaugurada a mitad de los sesenta en el local de “La madre de Polonio” (Valle), que al quitar la carnicería le traspasó el local. El negocio lo puso el joven matrimonio formado por Ángela Trujillo, e Higinio Cejudo, su marido, y se dedicó a vender productos de plástico, pequeño menaje del hogar, juguetes, etc.. Con tesón y con trabajo este local se quedó pequeño, por lo que adquirieron el antiguo edificio del Metro, en donde se ubicaron asimismo en la casa para vivir. En esta tienda ya vendían toda clase de confección, tejidos, uniformes de colegio y toda la gama de prendas que se daban en aquellas épocas. Fueron pioneros, en la modalidad de: “Se hacen apartados”. El marido de la pareja murió súbitamente al principio del año 2001, y el negocio fue decayendo paulatinamente. Pero no obstante Angelita, siguió su actividad comercial, cambiándose al local que había sido “santo y seña” de la popular “Modesta”. Y allí cambiando incluso el tipo de mercancía a vender terminó cerrando dicho local el pasado día 20 de septiembre del 2011..

LAS GRANDES SUPERFICIES

Las grandes superficies, han provocado un cambio total en las costumbres de comprar, perjudicando claramente a los pequeños “empresarios”, que con su negocio en la mayoría de los casos familiar, servía de sustento y trabajo para toda la familia. Concretamente lo que se llamó el Mercado de San Agustín, daba vida y continuidad a muchas familias y los beneficios de las ventas se repartían entre más familias.. Hoy las grandes superficies, se puede decir que han acabado con todos los pequeños negocios, al masificar en sus instalaciones, toda la gama de productos que se pueda vender. Igual te venden un coche que una bacaladilla de pescado, pasando por toda la gama imaginable de productos que se le ocurran a la gerencia. Eso si, los beneficios globales, al ser una empresa, van a para a menos manos y muchas veces suelen ir para fuera del país.

LA EXCEPCION CONFIRMA LA REGLA

No solamente hay que responsabilizar solamente al gran Capital de esta forma de grandes superficies, está documentado por ahí que precisamente una de las mayores cadenas de grandes almacenes CARREFUR, está íntimamente ligada con la izquierda y los sindicatos franceses. Pero no hay que irse muy lejos para ver situaciones parecidas. Aquí en Córdoba tenemos entre otros el caso de DEZA, unos supermercados en los que Antonio Deza, tiene mucho que decir.

El amigo Antonio Deza, empezó en la plaza de la Corredera como vendedor pie a tierra en la puerta de la antigua Almotacén, allí con sus ristras de ajos al hombro, sus cuatro limones, el perejil, el laurel y las cornetillas, etc. etc. empezó a vender con un peso de platillo, de aquellos más simples que podían existir.
De la plaza de la Corredera, se trasladó a lo que todo el mundo llamaba por aquellos tiempos como "Juanillón", un personaje que puso un famoso bar por muchas cosas y que fue un protegido de la mujer que convivía con Antonio Cañero. A esta Avda. que era Ronda del Marrubial, a partir del año 1964, se le llamó luego como de Jesús Rescatado. De una forma u otra ahí se estableció el amigo DEZA, con un pequeño “cambucho”, a la otra esquina en donde estaba la Imprenta de Rafael Montesinos y la barbería del bueno de Tarifa. Por cierto Rafael Montesinos, fue el que le imprimió la primera lista de precios de jamones que puso en circulación. No cabe duda de que tuvo que ser Joaquín Lora Coca, (maquinista de imprenta), el que le imprimió dicha lista de precios, pues por aquellos tiempos, echaba horas en la imprenta Montesinos.

Testigo de todos estos primeros momentos de DEZA, no cabe duda que fue Enrique Ogallas (El mayor de esta saga) que desde su bar, en la acera de enfrente lo pudo ver todo, al igual que los empleados de la fábrica de colonia que había enfrente..

Poco a poco la tenacidad, trabajo y disciplina, de este hombre le hizo aumentar el volumen de negocio, y el rótulo de DEZA, fue ocupando su sitio en el lugar de los más importantes supermercados que había en Córdoba. Por esas fechas principios de los setenta, este activo hombre, gran colaborador de Comisiones Obreras y del PCE, lo mismo socorría con vituallas a los encerrados por huelga de alguna empresa de Córdoba, que enviaba sacos de garbanzos, lentejas o habichuelas, a la sede del PCE, de la calle Batalla de los Cueros, para que los compañeros del partido se los envasaran adecuadamente, para que él los pudiera luego vender en sus estanterías, como nos comentó “Emilio” el sencillo comunista de la Calle el Trueque, que visitaba con asiduidad la citada sede de su partido..

Se puede decir que a medida que la Perestroika, y el Muro de Berlín, se derrumbaban, (1989), este hombre tuvo hasta la suerte de que le tocó la lotería (1992), y su empresa subía como la espuma. Así llegamos a la década de los DOS MIL, en donde Antonio Deza, pasa a ser uno de los empresarios más importantes de Córdoba. Atrás quedaron los ajos colgados al cuello, y aquellas ventas a ras del suelo utilizando un peso de platillo. Lógicamente también se quedaron atrás aquellas luchas contra el capitalismo. y las reivindicaciones laborales. Por todo ello, bueno sería saber si el dueño de SUPERMERCADOS DEZA, como empresario importante de Córdoba, paga SUELDOS especiales a sus trabajadores, concede VACACIONES especiales a sus empleados, y si al final de año, comparte el BENEFICIO OBTENIDO, con sus asalariados. De no ser así, bueno sería recordar las palabras del jesuita Padre Llanos, cuando en 1989, con motivo de la caída del Muro de Berlín y posterior desplome del Comunismo en la Unión Soviética, dijo: “El Comunismo no ha fallado lo que han fallado son los hombres que lo han intentado poner en práctica”.

4 comentarios:

Lucasjm dijo...

Manuel, sobre "los Padilla" añadir, que en mi barrio "Sector Sur" tuvieron una droguería perfumería, era un negocio muy conocido, que desapareció creo recordar a mediados de los años noventa.

Manuel Estévez dijo...

Gracias amigo Lucas


Efectivamente llevas toda la razón
el otro día, "El Picholo" el menor de los hermanos Millán Gómez, de San Juan de Letrán, me confirmó ese dato.

Saludos

precisamente el otro día estuve hablando "Con Picholo", hermano menor de los Millán Gómez, que
trabajó toda la vida con Padilla
y me confirmó lo que me acabas de
decir.

Anónimo dijo...

Como siempre, el enorme res
peto y cariño que muestras a todas
esas personas de las que escribes.
La plaza de San Agustin y sus alrededores,es mi debilidad.Todos
mis paseos por Córdoba,pasan por ella,por lo que estoy al día en su
conocimiento.Ese barrio está por
descubrir,su encanto,su situación.
No entiendo,como a los puestos que
han ido cerrando no los ha susti
tuido,pequeños comercios y talle
res de artesanos,como ha ocurri
do en otras ciudades.Pienso,que
la apertura de la iglesia y traer
la Virgen de las Angustias al ba
rrio puede representar un primer
comienzo.Aún recuerdo la exposi
ción sobre la plata,que se hizo
en la iglesia,que fue todo un
éxito.Esperemos ver resurgir,eco
nómicamente ese precioso barrio,
en nuestros tiempos muy conocido,
pero actualmente desconocido para
muchos.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Ben


El Barrio de San Agustín, es un mosaico de lo que está pasando en nuestra querida Córdoba.

He querido reflejarla incluso con detalles de personas y momentos.

Saludos.