viernes, 17 de julio de 2020

EL JARDÍN DEL ALPARGATE




EL JARDÍN DEL ALPARGATE


            Esta plaza de Córdoba, en la Edad Media, se llamaba de los Olmos, por la abundancia de este tipo de árbol que había por su entorno y en la propia plaza. Posteriormente se fue llamando plaza de los Padres de Gracia, plaza del Corazón de María, y plaza de los Trinitarios,  Actualmente se llama plaza del Cristo de Gracia, pero sin dejar por conocidos o mencionados todos estos nombres, la mayoría de la gente del barrio y de la misma plaza la conoce como plaza del "jardín del Alpargate".

            Y es que el jardín del Alpargate significaba mucho para la gente del barrio de San Lorenzo. Era el límite natural entre lo que se consideraba ciudad y el campo. En los años de necesidad, los del campo tenían el aceite, la harina, el tocino y el pan, y lo poco que daba el campo para comer; los de la ciudad, sobre todo los del Centro, tenían dineros para comprar estos alimentos. Los de San Lorenzo, y en especial los del jardín del Alpargate, al estar en medio, no tenían ni rentas, ni aceite, ni pan, solamente tenían el hambre que flotaba en el ambiente. Se trataba de personas que de sencillas y populares tenían fe ciega en “las tijeras, el plato y la sal”, como rito para colocar en las mortajas de sus difuntos. Y para que la muerte no volviera a entrar en cualquier  casa solían cerrar, como señal de protección, una hoja de la puerta de la calle, para indicar que allí, en esa casa,  ya había llantos y duelo por un difunto.   

            Y digo que el barrio podía considerarse “ciudad” con ciertas reservas, porque San Lorenzo era una parte distante de Córdoba, muy alejada de la Medina, y donde se daban todas las faltas habidas y por haber. Había abundante analfabetismo y había falta de calificación profesional. Por ello, era un barrio con muchos desempleados sin jornal, que por fuerza tenían que dedicarse a las labores furtivas del campo, en cualquier recolección, labor solapada de caza, u otros menesteres agrícolas. Hubo quizás más hambre que en otros sitios, porque así lo atestiguan los comentarios de los que esperaban cualquier descuido de las huertas de los alrededores, para de esa forma poder coger cualquier cosa que fuera comestible o que hubiera sido sembrada. Por todas estas penurias, sus habitantes  llevaron a cabo reiteradas revueltas y motines por el hambre, como el famoso motín del año de 1652, en el que acabaron refugiándose en la iglesia de San Lorenzo, ante la llegada de las fuerzas del “orden”.

            A falta de otras posibilidades, el jardín del Alpargate, también era el lugar de “veraneo” para aquellas gentes sencillas del barrio,  que no habían tocado en su vida el agua del mar ni nada parecido. Allí se iban los chiquillos para jugar y corretear, ya por el jardín, ya por la “lonja” o incluso por los aledaños de la “Redonda”. Muchas noches acudían allí familias enteras a tomar el fresco con el aliciente de tener la fuente de agua fresca muy cerca. La mayoría de las personas que por allí circulaban, en vez de utilizar trajes de baño calzaban las populares alpargatas.

En cuanto al nombre del “Alpargate” hay teorías de todo tipo.

            Parece ser que existen unos comentarios en la prensa del periodista y escritor Ricardo de Montis, en los que decía: "que se había proyectado un jardín que parecía un alpargate". El susodicho jardín fue inaugurado por el alcalde D. Juan Rodríguez Sánchez, en 1866.

            También hay quienes justifican este nombre por el hecho de que aquí, en esta plaza, se cambiaban las zapatillas  los hermanos nazarenos de la hermandad del “Esparraguero”.

            Pero para cualquiera que se haya criado en el barrio, y conozca a sus gentes y aquellas épocas, esta hipótesis tiene poco fundamento.

            Sobre todo, porque los supuestos nazarenos del “Esparraguero”, gente popular, no disponían de zapatillas ni alpargatas para cambiar. La mayoría sólo tenía unas únicas zapatillas, por lo general de esparto.

            Como no está claro el tema, y siempre nos inquietó el origen de este popular nombre, hicimos nuestras propias indagaciones. Preguntamos a los Ogallas, a los María, a los Vaquero,  a los “Sorna”, a los “Gatos”, a los Alcántara, a los Gavilán, a los Morales, a los Espejo, a los Lesmes,  a los Cuevas, a los Espinosa, a los Tienda, a  los Santa Cruz, a los Cañaveras, a los “Piruti”, a los Aljama, a los Córdoba, a los Castilla, a los Rodríguez, a los Manosalvas, a los Bueno, a los García. Incluso un día le llegamos a preguntar a Carmen, la agradable mujer que tenía a su cargo el “water” del servicio público, aquel que había después de la casa de los Gavilán y casi enfrente de la casa de los de La Rubia Villalba y de Aurora Jiménez. La mujer de los servicios nos contestó que ni ella ni sus gatos sabían el origen de aquel nombre. Muchos tampoco sabían nada.

            Otros opinaban que el nombre le vendría porque en dicho jardín se concentraban muchas personas que no tenían otro calzado que las alpargatas. Algunos, que el posible nombre se debía a que en las cunetas, y en la cercanía del jardín, había siempre muchas alpargatas rotas y abandonadas. Y, finalmente, la opinión de varios, como los Alcántara, que nos dicen  que cuando surgió la alpargata con suela de goma, a principios de los años veinte, se puso en medio del jardín un anuncio con el retrato de una enorme alpargata con su suela de goma, que al estar sola, la gente sencilla refería en singular: “El anuncio del Alpargate”, y de ahí pudo venir el nombre.


LA PUERTA DE PLASENCIA

            Fue una puerta situada en la parte este del recinto amurallado que protegía a Córdoba, en la actual zona del jardín del Alpargate. Construida en el siglo XII, pasó a ser una de las principales puertas tras la conquista cristiana hasta el siglo XVI, que fue relegada de su importancia por la Puerta de Alcolea o Puerta Nueva. En 1879, fue definitivamente derribada.

            Por esta puerta, según se cuenta en los Paseos por Córdoba, entró por segunda vez el rey Fernando III el Santo, Alfonso el Sabio, Sancho el Bravo, Alfonso XI, Enrique II y Enrique IV, los Reyes Católicos (aunque, en una ocasión, en el año 1479, la representación oficial de la ciudad esperaba a Fernando el Católico en la puerta de Plasencia y resulta que luego entró por la Puerta del Rincón) y bastantes más personajes notables que visitaron Córdoba, antes de la llegada de Felipe II. La Virgen de Linares, entró siempre por esta puerta del jardín del Alpargate.

            En el año 1951, ya en verano, dejaron consolidada la artística fuente que habían traído desde la plaza de Puerta Nueva. El traslado fue un proyecto, aprobado en Consejo Capitular de 1950, del arquitecto municipal D. Víctor Escribano Ucelay, que, asimismo, fue el que diseñó la fuente de la Cuesta del Bailío, realizada por los Talleres García Rueda.

            El trabajo delicado de “desmontar y montar de nuevo” se encargó a los acreditados Talleres García Rueda de Puerta Nueva. Precisamente y mientras nos tomábamos un café en El Seis de Puerta Nueva, Rafael García, el mayor de estos hermanos, nos decía lo siguiente en el año 2001:

            “Como profesionales, no tuvimos más remedio que hacer el trabajo, pero como vecinos de Puerta Nueva, nos dolió en el alma que una de las fuentes más bonitas de Andalucía, la quitaran de nuestra plaza”. 

            Este lamento también se lo comentó a Ángel Ogallas, por la amistad que tenían, en algún momento del trabajo, ya que fueron compañeros en el Colegio Salesiano, junto a José Luján. Eran los tiempos del salesiano D. Antonio Sotomayor.

            Hablando de los Talleres García Rueda, tenemos que decir que fueron  unos acreditados profesionales, autores de importantes trabajos, entre los cuales se encuentran:

            La fuente de la Cuesta del Bailío, la reparación de la fuente de la Piedra Escrita, varias reparaciones del Corazón de Jesús de las Ermitas, la fuente de los patios de San Francisco, la restauración de los monumentos a Manolete, la restauración de los distintos Triunfos a San Rafael en Córdoba, el monumento a Matías Prats, y muchos trabajos más en la Mezquita-Catedral de Córdoba  y en distintos lugares fuera de Córdoba.

            También el alcalde D. Antonio Cruz Conde, les pidió que, con el oportuno asesoramiento de D. Francisco Cruzado Moro, experto en mosaicos del Ministerio de Educación Nacional, llevaran a cabo el traslado y la restauración de los mosaicos aparecidos en los bajos de la Corredera, cerca del Arco Bajo, y con ellos decorasen el gran salón del reino del Alcázar de los Reyes Cristianos. Salón, que desde entonces pasó a llamarse el “Salón de Mosaicos” (1958), en el que se celebran las bodas civiles.

            Pero quizás el trabajo más singular que hicieron fue en el año 1976. Los responsables de la Alhambra de Granada les encargaron la ejecución de varios leones en mármol blanco de Murcia para sustituir a los originales que había en el famoso Patio de los Leones mientras los restauraban. Al final este proyecto no prosperó, y sólo se llegó a realizar un león, que actualmente se encuentra en los bajos del Palacio de Carlos V.  La restauración de los doce leones del famoso patio, se llevó a cabo con otro criterio de restauración por lo que no se llegó a utilizar el “león réplica” de los hermanos García Rueda.

            Como auténticos artistas de la piedra, siempre tuvieron los hermanos esa pena, especialmente Rafael. El, enamorado de la Alambra,  nos comentó que el famoso Patio de los Leones tenía una superficie de 528 metros cuadrados y que los árabes lo cogieron como referencia de una medida de superficie agraria, el “marjal”, muy usada aún en la zona rural de Granada y algunos lugares de Murcia.

            Los tres hermanos murieron relativamente jóvenes y se llevaron muy poco entre sí. Los últimos trabajos que hicieron para la Mezquita-Catedral, fueron dos celosías de mármol que están colocadas en el Museo de San Clemente y un recordatorio de la visita de Juan XXIII, cuando en 1957, y siendo nuncio apostólico en París, visitó la Catedral, a la vuelta de su viaje de despedida por el norte de África. Aún queda un recuerdo de esta visita a Córdoba, en Casa Pepe de la Judería, donde hizo parada para comer.

            … Volviendo a la fuente trasladada desde Puerta Nueva, en un principio la colocaron casi pegando a la carretera, posiblemente en la vertical en donde hoy está el Triunfo de San Rafael. Tal es así que Gustavo Fuentes, el primer guardia de circulación que pusieron en esa zona, muchas veces se tenía que refugiar detrás de la fuente porque más que vehículos  era ganado de carne el que cruzaba para el Matadero municipal por el camino de la “Redonda”.

            En los años setenta del siglo pasado, un día en Córdoba de grandes vendavales, además de producirse otros desperfectos importantes en la ciudad, se derribó un enorme pino que había en el jardín, además de un brazo de los tres que coronaban el enorme plátano oriental que aún subsiste.

            El pino fue retirado y quitado de en medio. El tronco que perdió el plátano oriental fue suplido con un relleno de grava y cemento, que realizó por su cuenta Antonio “El Cerote” cuñado de Arturo Morales “El Travieso”. Desde entonces, dicho árbol se empezó a recuperar y volvió a coger su esplendor. Todavía se puede apreciar el agujero taponado en el tronco.

            Posteriormente, con motivo del trazado de la avenida de Barcelona la fuente fue retranqueada hacia el centro de la plaza y se ubicó detrás del plátano oriental. Se colocó además en alto sobre una base de plataforma.  En el lugar que dejaba la fuente se colocó un Triunfo a San Rafael, traído de la antigua fachada del Ayuntamiento  y colocado sobre un pilar basamento.

            Ya para esa época se quitó del centro de la plaza un poste metálico de fundición, con pintura en color verde y cinco artísticos brazos, cada uno con un farol. Pero por muy artístico que fuese, hubo que eliminarlo, pues aparte de que alumbraba poco, cuando llovía le daba la corriente a todo el que lo tocaba.


EL CONVENTO DE LOS TRINITARIOS

            En el año 1607, San Juan Bautista de la Concepción, reformador de la Orden de los Trinitarios, pidió y obtuvo licencia real con la intersección del Duque de Lerma, ante el obispo de Córdoba y el corregidor Don Diego López de Zúñiga. El 30 de Mayo del mismo año, el Cabildo de la ciudad concede la licencia para la fundación de un convento de Trinitarios Descalzos. Posteriormente el obispo, el día 7 de junio, autorizó que tomaran posesión de una antigua y pequeña morada junto a la ermita de Nuestra Señora de Gracia, que estaba a las afueras del barrio de San Lorenzo. El primer superior de esta comunidad fue Fray Antonio del Espíritu Santo.

            Los trinitarios se instalaban en un convento en las afueras de un barrio que, por lo popular y pobre, pocas perspectivas de limosnas aventuraba. Hasta el punto que los propios frailes agustinos de San Agustín se opusieron a la creación de este convento, pues interpretaban que no habría limosnas para todos. El corregidor don Diego López de Zúñiga tuvo que convocar a los trinitarios y a los agustinos para imponer sensatez. Al final, la llegada de los trinitarios supuso un incremento de la recogida de limosnas y donaciones para todos.

            El segundo superior del convento fue, nada menos, San Juan Bautista de la Concepción, elegido en 1610, pero que pronto tuvo que abandonar el cargo a causa de la tarea de realizar nuevas fundaciones. Una estatua suya, en actitud yacente, se encuentra en la capilla del Esparraguero o Cristo de Gracia.

            En el interior del convento existe también un cuadro de San Juan Bautista, pintado por Miguel del Moral. Las manos en posición orante del santo son las de Pablo García Baena. Este detalle nos lo comentó el Padre Manuel Fuentes, trinitario ejemplar, que da nombre hoy a una calle en un tramo de la antigua Ronda de la Manca.

            Desde 1969, los trinitarios, exclaustrados en 1835 de forma vejatoria y que no pudieron volver hasta 1903, desempeñan con esmero la labor de una nueva parroquia, segregada por el obispo Infantes Florido de la de San Lorenzo en los barrios al este por donde estaba creciendo Córdoba.

            Personas que ayudaron en esta etapa inicial de la flamante parroquia fueron Rafael Caballano, Antonio Ruiz, Juan García, Antonio Carreras, José Quiles, Rafael Dobládez, Enrique Rosales, Antonio Mesa y el popular tabernero Juan “Pelitos”. En su establecimiento, el  bar Casa "Pelitos", ponía menús con precios para todos los bolsillos, a instancia de los trinitarios, especialmente del Padre Manuel, con el que le unía una profunda amistad.  La taberna se hizo famosa por su especialidad de pollos al ajillo y los bocadillos de calamares. Era típico de los soldados de Lepanto que llegaban a su casa pedir allí “un completo”, que era un plato popular a muy bajo costo. Esto ocurría durante los años sesenta y setenta del pasado siglo.

            Por su parte, tenemos que citar a D. Rafael Caballano, el abuelo materno del gerente de la librería Monte Sión, fue vecino siempre del barrio, siendo fundador y colaborador de la Orden Tercera. Siempre estuvo muy identificado con todo lo que significó la labor trinitaria en la Iglesia.  En aquella República de 1931, cuando empezaron a llegar los incidentes incontrolados de anticlericalismo, él, con la debida autorización de los frailes, se llevó a su casa y alojó la vitrina que contenía las reliquias del entonces Beato Juan Bautista de la Concepción, en una disimulada alacena con todo el respeto del mundo. Por esa actitud y otras que tuvo durante la guerra civil de protección de las reliquias sagradas, el obispo de la Diócesis aprobó que este hombre pudiera ser enterrado en la cripta de la Orden, debajo del Cristo de Gracia.

            Aun antes de ser parroquia, en los años cincuenta acudían muchos jóvenes a la iglesia de los Trinitarios para recibir el sacramento de la penitencia. A pesar de que se ponían en el confesionario varios frailes, muchas veces se nos hacía tarde, hasta el punto que llegaban las oraciones del coro donde se oía a los novicios, con sus cantos de “Santo, Santo, Señor de los ejércitos…” La magnitud del sonido nos indicaba la abundancia de novicios que había por entonces en el convento.

            Aunque no fue con sus rezos con lo quedamos sorprendidos por estos novicios, sino por la fuerza y la eficacia con que jugaban al fútbol. Así lo demostraron en el año 1956, en un partido que disputaron en el patio central del Colegio Salesiano, contra una selección de la parroquia de San Lorenzo que formó D. Juan Novo, párroco que llevaba poco tiempo entonces. Los Trujillo, los Cantillos, los Basilio, los Torres, los Pano, los Rivas, los Jiménez, los Luque, los García, e incluso el mismo cura que jugó de delantero centro, sufrieron una tremenda paliza: 6 a 1. Era sorprendente contemplar cómo jugaban aquellos “diablos” al fútbol con el hábito arremangado.

            Era la época de frailes como el Padre Alejo, el Padre Nicolás, el Padre Francisco, el Padre José Altera, el Padre Bonifacio, el Hermano Leoncio, el Padre Gabriel de la Dolorosa. Este último, todas las mañanas muy temprano, acudía invariablemente para decir misa a las hermanitas de los pobres de Capuchinos. Eran los tiempos en que los frailes trinitarios llevaban  un corte de pelo que habían heredado desde la Edad Media, luciendo en su cabeza un gran cerco que, a manera de gran tonsura, dejaba buena parte de su cráneo pelado. Daba miedo contemplar en invierno la cabeza del Padre Gabriel, con su “corona” en la cabeza y sus pies sangrando por el frío de los sabañones asomando por aquellas gastadas sandalias.

            También es justo destacar a los hermanos legos, Fernando y Leoncio. Fernando, con todo su carácter serio (era vasco), parecía que se iba a comer el mundo, pero tenía ese don de los trinitarios que lo daban todo. Estuvo durante muchos años en aquel puesto de verduras que daba a San Juan de Palomares, cerca del patio de Josefita.  Leoncio, al cargo de la cocina, donde se empleaban varias mujeres, entre las que destacaba  Prudencia, mujer del Juan el que alquilaba los triciclos en el jardín. Destacada en el arte de guisar, posiblemente fue una de las primeras mujeres que en Córdoba montó en bicicleta, siendo además una “adelantada” en utilizar el pantalón de su marido como prenda femenina.


LA CASA "COLORADA"

            Es una casa que aunque no está ubicada en el jardín del Alpargate, siempre se ha considerado patrimonio del mismo. En esta casa, y al principio de los años veinte, vivían la “saga del piano” como les decían a los hermanos Orlando,  Armando, Adolfo, Rodolfo, Alberto, Adalberto, Antonio, Enrique, Consuelo y Adolfina. Todos de apellidos López María, y acostumbrados a vivir bien. De entre todos estos hermanos, solamente le dio por trabajar a uno que se llamaba Adalberto y que se relacionaba con el barrio. Aquella economía no podía salir bien y tuvieron que vender la casa. Luego llegó un industrial llamado Antonio Fernández, que puso una fábrica de alpargatas, colocando a gente del barrio.

            Posteriormente fueron surgiendo otras fábricas más importantes de alpargatas, en la calle Haza, Alcázar Viejo, Abéjar y en la Huerta de la Reina, entre otras, por lo que el amigo de la Casa "Colorada" abandonó la pequeña fábrica como negocio de alpargatas y se dedicó a alquilarla a unos y otros. Después la casa terminó en las manos del célebre Cristóbal “el hombre que todo lo compraba y todo lo vendía”. Al final de los años sesenta, en el bar "Casa Novella"  del Realejo, se cerró un trato con Fernando Castro, recovero del pueblo de La Victoria, que le compró la casa por 250.000 pesetas y un pavo. El hijo del recovero, llamado Paco, estuvo presente en aquella operación y fue él quien apretó el asunto con el ofrecimiento de un pavo sobre el importe económico. De allí se fueron al Banco Andalucía, sucursal del Realejo, que estaba allí enfrente y consolidaron el pago. 

           
LA ESPANTÁ DE MANUEL RODRIGUEZ “PALITOS”

            Eran los tiempos en que la plaza del Jardín del Alpargate y la propia calle María Auxiliadora pasaron de ser zonas empedradas con cantos de río (piedras), a ser adoquinadas, y es que nos referimos al año 1866, en que siendo alcalde de Córdoba, D. Juan Rodríguez Sánchez, se remodeló este jardín.

            Antonio Fernández Foggi, que perteneció al grupo de amigos y contemporáneos de “Manolete”, nos contaba durante su estancia en la Residencia de Jesús Nazareno, varios meses antes de morirse. (2009).

            “Normalmente al salir del Colegio Salesiano, siempre nos solíamos dirigir a nuestro barrio (Santa Marina-Campo de la Merced), por la calle Roelas, Pozanco, San Agustín, Zarco, a Santa Marina, en donde se quedaban algunos, otros, continuábamos hasta el Campo de la Merced. Pero aquel día, era jueves y teníamos tiempo porque en el colegio no había clase por la tarde (1928), Entonces nos fuimos por el jardín del Alpargate, y disfrutamos viendo la calle totalmente levantada en obras, saltando los poyos, tirando piedras a las piñas del pino, merodeando la fuente y contemplando el enorme plátano oriental y la palmera central que ya estaba plantada por aquellos tiempos. Aquel día no venía nuestro amigo “Manolete”, porque él estaba en el internado. Pero si iba, el “Fernandi”, mi hermano mayor y yo, y unos cuantos más de nuestra "charpa", todos con el liderazgo de Manuel Rodríguez Castillejo “Palitos” que con sólo tres años mayor que "Manolete", daba la impresión de que era nuestro líder desde que nació.

            Llegamos al jardín del Alpargate, y todos fuimos derechos a la fuente, que era espléndida y bondadosa a la hora de saciar la sed. Estando pensando en si pasarla por lo alto recorriendo su frontal inclinado a dos aguas, se presentaron unas cuantas vacas pajunas que  llevaban para el matadero. De pronto el jardín, se revolucionó y todo el mundo cogió cobijo. Nos llamó mucho la atención que Manuel Rodríguez “Palitos”, estuviera subido en lo más alto de la farola de cinco brazos o luminarias que pretendía iluminar el centro del Jardín.”

            Volviendo al adoquinado de este entorno, así como de la calle María Auxiliadora, fue allá por los años 1927-1928, casi antes de que pusieran el alumbrado eléctrico.  Se ve que con la llegada del ferrocarril ya se podían transportar estos materiales (adoquines), que en su mayoría venían de fuera. Esos adoquinados se hacían lentos pero seguros, con "piscinas de fraguado" incluidas, y por eso duraban lo que tenían que durar, y no como pasa ahora que para gloria de los arquitectos que han diseñado con dinero público los nuevos adoquinados de ahora, están todos los días reparándolos y su estado es lamentable y de pena. Ahí el arquitecto que sea, en vez de cortar orejas y rabo, ha fracasado y le han encerrado el toro. Y lo curioso es que no le habrán pedido ninguna responsabilidad, así tienen luego el déficit que tienen los Ayuntamientos.




Antigua fuente del Jardín de 1866. Lámina que
aparece en la Tesis de Guadalupe Pizarro Berenjena.


LA FUENTE "CONFESIONARIO"

            Cuando en 1866, se diseña y levanta el jardín del Alpargate, se levantó por delante del plátano oriental o “madroño verde”, para muchos, una fuente muy discreta, que sirvió para dar agua al barrio, a los caminantes e incluso al ganado que pasaba para el Matadero municipal.  Su murete frontal con dos planos inclinados, servía para que un día sí y otro también los Arturo Morales, los Pepe  Cuevas, los José Bueno, “El Tormenta”, demostraran sus habilidades aunque alguna vez también se tuvieron que bañarse al caer al pilón. Ninguno de ellos se llevaba bien con el guardia municipal al que apodaban “limpia-tubos” cosa que le sentaba rematadamente mal.

            En el jardín había un casetón junto a la antigua fuente, que la gente habitual del barrio  llamaba “El Confesionario"  En realidad era la caseta de un control de fielato que estaba a cargo de un tal señor Marcelino Pérez, casado con Paquita Gavilán. El "casetón" era tan grande que como confesionario cabrían todos los pecados del jardín. Muchas personas, disgustadas por peleas normalmente domésticas, se sentaban allí, esperando que se les pasara el enfado o el mal rato. El charloteo con los que ocasionalmente aparecían para abastecerse de agua para la casa solía funcionar como terapia.


LA VERBENA

            Coincidiendo con la marcha de Joaquina al frente de la taberna de Pérez Barquero, y la llegada a dicha Taberna del cantinero del cuartel de Lepanto, Luis del Río, se celebró en el recinto del jardín (1949-52), una verbena popular. La verbena ocupó el redondel del jardín y tuvo mucho éxito de público con actuaciones que dieron un gran colorido. Los organizadores fueron la Hermandad del Esparraguero, teniendo como cabeza a un espigado hermano pelirrojo que obedecía al nombre de “El Rojas”. Más tarde cogería el relevo en la organización  la propia Peña los Emires que fue fundada en la taberna de Pérez Barquero situada en la esquina con la calle los Frailes,  y la Peña Córdoba Soberana. En esta última peña destacaron los hermanos Domínguez, que además de arreglar nuestras calle con su empresa, fueron los primeros cabos de gastadores que formaron aquella escuadra en los desfiles solemnes del  Cuartel de Lepanto,


LA CALLE ÁLVARO PAULO

            Esta calle estaba formada por casitas individuales que construyera el obispo don Adolfo Pérez Muñoz. Se construyeron otras iguales en San Cayetano y en Campo Madre de Dios, por detrás de lo que hoy es el cuartel de la Policía Nacional. Total, 99 viviendas en casas individuales. La constructora benéfica que las construyó fue la denominada "La Solariega" Al frente de dicha institución puso el obispo don Adolfo Pérez Muñoz un canónigo de la Catedral de Córdoba, el gaditano José Manuel Gallegos Rocafull.

            Tenemos que decir que éste canónigo gaditano, de exquisita preparación intelectual, cuando estalló la guerra civil se encontraba en Madrid como ayudante de cátedra de don Fernando de los Ríos, significándose con la República. Por lo que al terminar la guerra decidió exiliarse a Méjico en donde permaneció hasta junio de 1963 en que falleció de forma repentina mientras impartía su clase en la Universidad de Jalisco.

            Por carta y comunicación telefónica se supo que su albaceas testamentario el licenciado Jorge Palacios Treviño, indicó al Cabildo de Córdoba la voluntad expresada por don José Manuel Gallegos de volver a España, comentario efectuado con motivo de renovar su pasaporte en mayo de 1963. El Cabildo de la Catedral de Córdoba de acuerdo con sus familiares de aquí de España intentó en el 2012, repatriar los restos del citado canónigo para depositar sus restos en la Catedral de Córdoba. Pero problemas de carácter legal y burocrático han impedido esta repatriación. Se informó a su familia de esta circunstancia.

            En esta calle también tuvo su importancia la fábrica de gaseosas el "Marrubial" que desgraciadamente cayó en desgracia cuando un accidente ocurrido en un pozo de la citada fábrica le costó la vida a un albañil de nombre Rafael Almedina.

            También tuvo nombre propio la bodeguita "Los Arbolitos" que era como una continuación en pequeño del despacho que en la calle la Bodega, tenían las Bodegas de Cruz Conde, ya que uno de los dueños de la citada bodeguita, el "Pulgarín" era un importante empleado de los Cruz Conde.

            Y cómo no recordar en el extremo de esta calle al Colegio de "Doña Antonia",como todo el mundo conocía a estas escuelas para niñas del Marrubial. Tenía dos clases, una en la que estaba la citada doña Antonia Moreno, y en la otra estaba doña Matilde. Algunas suplencias como maestra las hacía doña Ana Requena. Esta escuelas contaba incluso con comedor para las niñas, y la cocinera era  Concha Muñoz. Llamaba la atención en la puerta de este colegio las enormes moredas que existían. Por este colegio pasaron la mayoría de las niñas del barrio, como las María, las Lucena, las Arévalo, las de la Rubia, las Gavilán, las Roldán, las Espinosa, las Castilla, las Trujillo, las Martínez, las Quiles, etc. etc.


MARIANO Y LA BODEGA "EL PELOTAZO"

En el jardín había un personaje al que todo el mundo le llamaba Mariano”y su trabajo consistía en repartir vino “garrafa al hombro” de la bodega “El Pelotazo” que regentaba Auro Espinosa. Algunas veces estaba un poco subido de tono. En una ocasión y con motivo del entierro de un alto militar del cuartel de Lepanto que vivía en los pabellones militares, la plaza del jardín estaba llena de curiosos con expectación, y todo el mundo guardaba respetuoso silencio. Cuando más se respiraba el silencio y el luto del entierro, el amigo Mariano, subido en el poyo de la fuente, lanzó un enorme grito diciendo: “Viva el Látigo Negro” en alusión al cura que presidía el entierro y que no era otro que el párroco de San Lorenzo, al que por su estatura y la sotana, Antonia Aguilera, le puso ese apodo que encajaba con una película que se estrenaba en el Cine Astoria de aquellos tiempos y que se denominaba "El Látigo Negro".


El FUTBOLÍN DE DOMINGO

            En San Agustín había un matrimonio que tenía un puesto de hortalizas a la entrada  conforme se salía del Pozanco.  A principios de los años cincuenta quiso diversificar su negocio y puso un futbolín en la calle Custodio, que no le fue mal. Era cuando la distracción de los domingos de muchos jóvenes era el juego del futbolín, y es que para todos no había dineros, para ir al cine. Pero este hombre quiso sacar su negocio a un sitio más abierto, y así a mediados de los años cincuenta, puso su futbolín en pleno jardín del Alpargate, junto a la casa "de la Turronera", (luego estaría Deza). Allí este negocio incrementó su actividad e ingresos y todo iba viento en popa.  Pero un día el bueno de Domingo, que era un hombre de cierta edad, pacifico y correcto, se subía por las paredes al hacer caja, pues al sacar las pesetas rubias de los cuatro futbolines que tenía se dio la sorpresa de que la mayoría de las monedas estaban sin estampar y lógicamente sin valor monetario alguno. La verdad es que en el barrio había mucha gente que trabajaba en la Electro Mecánicas y allí como todos sabemos, se hicieron durante muchos años, los discos de la peseta "rubia", en cantidad de muchos millones para el Banco de España. Cualquier gracioso, se trajo la cantidad suficiente para repartírselas a toda la gente joven que jugaba al futbolín. A partir de aquel “chasco” el bueno de Domingo prohibió que nadie echara la peseta por su cuenta.   


MANOLO “EL SORNA”

            Personaje singular y único. Aunque vivía en la calle el Agua, siempre se consideró personaje del jardín.…Hablamos de Manolo “El Sorna”, hijo de otro famoso “Sorna”. Quizás lo único que no llevaba era el palillo en la boca como su progenitor, pero la cara, el gesto permanente de pena, e incluso el algodón en la oreja, eran su fiel reflejo. Parecía que pedía siempre clemencia. Comentaba con cierta gracia cómo, en una ocasión, el sastre del barrio “Bimbela”, le hizo un traje y le sacó un pernil más corto que otro. Por la prisa de la ceremonia a la que iba no tuvo tiempo de devolverlo para su arreglo… Ni otra ropa que ponerse.

            Así que, de acuerdo con el sastre, y con un bastón en la mano, se pasó toda la boda cojeando para disimular la diferencia del pernil. Así era Manolo “El Sorna”, y no habrá un sitio en Córdoba donde no hayan caído lágrimas de pena de este hombre, que decía poco más o menos que: “trabajar es perder el tiempo en un sitio, cuando a lo mejor estás perdiendo otras oportunidades”.

            Aún así, trabajó en multitud de empleos y conoció a muchos patronos pasajeros. Pero desgraciadamente su historial laboral dio pocos quebraderos a ninguna administración, ya que daba la impresión de que estaba en un ERE permanente.

            A este buen hombre, ocurrente como pocos, se le considera el autor de la  famosa Ley de Prevención de Riesgos Laborales. En aquellos tiempos, años sesenta y setenta, el tenía ya una Ley de Oro: “para evitar riesgos, hay que trabajar poco y madrugar menos”. No obstante, era muy previsor y llevaba siempre la cuchara encima.


LA CONFITERÍA "LA MOSCA DE ORO"

            Arturo Morales y Rafael Espejo Jiménez (+), prácticamente de la misma edad, coincidieron en muchas aventuras juveniles. Sus trayectorias profesionales llevaron a cada uno por distintos caminos. Rafael fue un destacado profesor de talleres en la Universidad Laboral y Arturo un gran profesional en la Electro Mecánicas.

            En aquella Córdoba una aventura juvenil era recolectar suelas de alpargatas y venderlas en Pedro Rojas. Cuando tenían dinero suficiente, solían ir de forma ceremoniosa a una confitería que había en la calle Alfonso XIII inaugurada en 1922. Se llamaba “La Mosca de Oro”. Allí, al parecer, en lo alto del mostrador ponían unas bandejas de pequeños cortadillos de cidra que los clientes habituales se comían en la cantidad que les parecía y luego los pagaban. Pero ellos, que siempre andaban escasos y justos de dineros, solían disfrutar y coger dos o tres cortadillos, y ante la pregunta ¿cuántos han sido?,  invariablemente decían, han sido dos, uno cada uno. Tuvieron suerte de que nunca les cogieron en el renuncio.


EL ZAPATERO DEL JARDÍN

            A mediados del siglo XX todavía quedaban en los barrios populares algunos portales de zapateros. Así en los años cincuenta teníamos un zapatero en el jardín del Alpargate llamado Francisco Morales Muñoz. Este hombre venía de las minas. Nació en el 1888, en Cerro Muriano y de joven trabajó en las minas de cobre de esa localidad. Cuando contaba 24 años, formando parte de una cuadrilla de cinco hombres, cuando transitaban para acceder al pozo San Rafael fueron sorprendidos por una enorme explosión, al parecer motivada por el cigarrillo de uno de los del grupo que de forma descuidada pasó por la Santa Bárbara y provocó la explosión. Murieron sus cuatro compañeros y él salió proyectado hacia el interior del pozo, quedando atrapado en unos salientes de viga y suspendido por la pierna. Ésta, por el peso del cuerpo, quedó prácticamente amputada en el acto. Desnudo totalmente después de la explosión, lo recuperaron y fue trasladado al Hospital de Agudos donde le atendieron. Salió del hospital con una pierna menos y su muleta.

            Fue indemnizado con 1.500 pesetas, con lo que compró una piara de cabras y se dedicó a pastorearlas por el campo de Cerro Muriano, muy cerca de donde dicen que se obtuvo la foto de Robert Capa denominada “la muerte del miliciano”.

            Con 28 años conoció a Francisca Contreras, con la que se casó y tuvo nueve hijos. Ya casado, se colocó en la Azucarera de Villarrubia, con el encargo de “aguador”. A pesar de que andaba con una muleta caminaba con el cántaro al hombro con cierta soltura. Dada su enorme dificultad en la pierna, optó por aprender el oficio de zapatero, para lo que empezó enderezando puntillas en la Corredera, que por aquellos tiempos, se consideraba como la “Universidad del Oficio”, pues había un maestro zapatero en cada arco de la plaza.

            Con el oficio aprendido se instaló en el “jardín del Alpargate”, muy cerca de su casa, y al lado del taller de mármoles de Natividad Cortés. Su taller era como una estafeta y llegó a considerarse la agencia EFE del barrio. Por allí pasaban, “El Mora”, “El Sorna”, “El Negro”, “El Cuevas”, “El Tarugo”, “El Tormenta” y “Los Gatos”, que lo ponían al corriente de todo lo que pasaba. Murió en el año 1961, pocos días antes de la boda de su hijo Arturo.


EL JARDÍN Y “LA LABORAL”

            En el Jardín del Alpargate, los camiones de Francisco Vaquero, vecino de la zona, recogían diariamente a los trabajadores de la construcción que iban a la obra de la Universidad Laboral. Dicha obra la realizó Agromán, que dispuso que los trabajadores se recogieran en el jardín.  Dentro de esos camiones, los trabajadores iban de pie, agarrados a unas barras horizontales que cruzaban el techo a modo de asideros. Allí no había uniformes, ni trajes de faena. En  realidad los trabajadores iban con ropas multicolores y cada uno vestía como quería. Iban, hay que decirlo, hacinados unos junto a otros. Su edad media estaba entre los 20 y 35 años. Eran unos cinco los camiones que salían del jardín.

Aparte del personal, también los camiones de Francisco Vaquero tuvieron a su cargo el traslado de todo el cemento y los hierros que se necesitaron en la obra de la Universidad Laboral. La arena y grava salieron del río Guadalquivir, de la cantera del Arenal. Rafael Lesmes Jaén “El Negro”, vecino del jardín del Alpargate, en compañía de unos cuatrocientos trabajadores más, llenaban a golpe de pala los camiones que diariamente las transportaban.

            Este trabajo fue cosa de 23 meses, de lunes a sábado, para lo que se cargaron unos 40 camiones diarios, de un tamaño medio de seis metros cúbicos. La cantera de arena era de tres propietarios, siendo el padre de Rafael Lesmes, vecino de la calle los Ciegos, uno de ellos. Según cálculos aproximados de él, aquella obra supuso unos 700 millones de paladas, cargando y descargando, arena o grava, sobre el camión o borriquillos de transporte. Mientras que preparando y arrancando material de la cantera debió suponer unos 300 millones de paladas.


JOAQUIN BLUME

            El treinta de abril de 1959, y mientras esperábamos el autobús de la Universidad Laboral en la parada del jardín del Alpargate, llegó el Señor Merino, encargado del depósito de las aguas potables de la Universidad Laboral y nos dijo: “Acaba de decir Radio Sevilla, que ayer en un accidente de aviación cerca de Cuenca se estrelló el atleta español Joaquín Blume, que iba acompañado por su señora y el resto de los componentes de su equipo. En el accidente no ha habido supervivientes...” Esa noticia la escuchamos Manuel Serrano Ramírez,  Francisco Morales Cerezo, Rafael Ojeda Amate, Juan Quirós Reyes, Manuel Huertas de Gracia, Juan J. Navarro Moreno, y un par de mujeres de la limpieza, junto al maestro zapatero.  


LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ

            El 18 de agosto de 1947, a las 10 de noche se produjo una tremenda explosión en Cádiz que se dejó sentir en toda Andalucía. Al día siguiente todo el mundo estaba ávido de enterarse realmente de los motivos de aquella explosión, que tuvo lugar en unos polvorines que la Armada poseía en Cádiz. Aquella noticia fue muy disimulada por las autoridades por lo que los medios de comunicación daban noticias muy escuetas. No obstante, la radio oficial, Radio Nacional, solía dar partes informativos con relativa regularidad. Pero de todas formas el pueblo en su mayoría, al no tener aparatos de radio, poco podía enterarse. En este aspecto la taberna Ogallas fue espléndida con el jardín del Alpargate, pues puso su aparato de radio Telefunken,, en voz alta y al servicio de los vecinos. En todos los poyetes y bancos del jardín los vecinos escuchaban las noticias que decían de la tremenda explosión. Igualmente al final del mismo mes ocurrió algo parecido con la muerte de "Manolete". Por aquellos tiempos, Ángel Ogallas, que sucedió al padre en el bar, trabajaba poco menos que de meritorio en los Almacenes Galo y José Hernández.


EL "ALBONDIGÓN"

            Enrique Ogallas siempre tuvo muy buena relación con los Cruz Conde. Fue precisamente don Rafael Cruz Conde, quien sería más tarde alcalde de Córdoba,  el que le propuso que se viniera al jardín para regentar una taberna propiedad suya.

            Así que Enrique Ogallas se vino al barrio de soltero, y allí, en la casa de los Gavilán, conocería a la que seria su esposa, Antonia Gavilán. Padrino de su boda fue el mismo don Rafael Cruz Conde, celebrándose ésta en la iglesia de San Lorenzo.

            Luego sus hijos Rafael y Enrique, que se casaron el mismo día, fueron apadrinados por don Alfonso Cruz Conde, que también llegó a ser alcalde de Córdoba. Siendo alcalde anuló en 1949 el titulo de “hijo maldito”, que pesaba sobre a D. Antonio Jaén Morente, por una supuesta actuación suya durante la guerra civil. También D. Alfonso Cruz Conde fue el presidente del Córdoba Club de Fútbol, que arrancó en el año 1954, y al que popularmente llamaron “El Madrid Chiquito”.

            D. Antonio Cruz Conde cuando sucedió a su hermano Alfonso en la alcaldía, intentó ajardinar muchas zonas de Córdoba, entre ellas las murallas de la Ronda del Marrubial.

            La Taberna de Ogallas formó siempre parte de la fisonomía del jardín. Como taberna, se inauguró como hemos dicho el día 2 de febrero del año 1922, día de la Candelaria, fiesta en que la gente popular de estos contornos solían ir de “merendilla” al Arroyo de Pedroches, a la Fuente o Sombrero del Rey, a la Fuente el Majano y hasta a la Fuente de la Palomera.  Desgraciadamente, de estas tres fuentes sólo queda hoy la última, y veremos por cuanto tiempo. Y la tradición de las excursiones por la Candelaria hace muchos años que se perdió.

            Los más aventurados visitaban las cuevas de enfrente de la Huerta de Don Marcos, que algunos eruditos relacionan con las que se citan en “Polifemo y Galatea”, obra célebre que Luis de Góngora escribió durante su estancia en esta Huerta. Sea esto cierto o no, lo que sí es verdad es que el simpático Marchena “el de la arena” venía a estas cuevas, y rascando las paredes, obtenía el polvillo amarillo que luego vendía por las calles como “arena” para limpiar el aluminio. Todavía se pueden ver las cuevas a la derecha del Puente de Hierro, conforme se va para la Fuente de Palomera.

            Con todo este trasiego de personas y gente del barrio, el debut de la taberna de Ogallas se saldó aquel día con una caja de 20 reales y algo que seguramente dejaría a deber el padre del citado “Sorna”.  A este personaje le concedía la duda del crédito, porque además de que le unía una gran amistad, llegó a ser su padrino de boda cuando se casó con la singular “Quica”.

            Al hacerse cargo de la taberna su hijo Ángel, y aprovechando que su mujer era una excepcional cocinera, entre sus variadas tapas puso una que se hizo célebre porque era un plato único, consistente en una enorme albóndiga, a la que se pasó a llamar “el albondigón”.

            Una clienta fija que tenía para este tipo de tapa era Mercedes, la mujer del “Cojo Miguel”, aquel que tenía el puesto de arropías en la puerta del Cine Delicias, y que, o estaba leyendo novelas del Oeste, o estaba vendiendo coca-colas en el fútbol o los toros.

            La taberna estaba decorada a todo el largo del mostrador con fotografías de artistas del cine de la época. Cuando estrenaron la “Túnica Sagrada” casi todos fuimos a ver la foto de Víctor Mature, que era el héroe de la película y que colocó muy cerca de la máquina del café, de la marca "Faema", nombre del equipo ciclista del famoso “velocista" español Miguel Poblet.

            El último camarero que tuvo esta taberna fue Francisco Fortea, de Palma del Río. Muchas mañanas se sentaba en la plaza de Juan Bernier, antiguo Convento de Santa María de Gracia, según decía él, para meditar. Antes que existiera el Convento, había en esta zona unas casas propiedad de don Pedro de Cárdenas, que alrededor del año 1482 tuvieron de inquilino nada más y nada menos que a Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán” que pagó mil maravedíes por el alquiler de un año.


EL ESTANCO DE JARDÍN

            En el jardín del Alpargate, como había de todo, incluso hubo un estanco, que en un principio estuvo regentado por los Alcántara, familia muy afincada en la plaza. Después de la guerra se hizo cargo de este estanco el mismo Enrique Ogallas y luego volvió otra vez a  manos de los Alcántara, que lo arrendaron a un familiar de una muchacha, Conchi Murillo, que fue la que se quedó de dependienta.

            Eran los tiempos de las colas, el racionamiento y las sacas de los “Ideales”, los cigarros de hebra, los “Caldo Gallina” y los cuarterones “verdes”, tabaco que fumaba la mayoría de la gente del barrio, pues casi todo el mundo se liaba sus cigarrillos, y en vez de paquete todo el mundo llevaba su petaca. El papel “Bambú” se consumía tanto como el tabaco. Todo era a base de cerillas y mecheros de yesca. Había un personaje llamado “El Fiambre” que tenía una habilidad especial para liar el cigarrillo. Incluso, a veces, lo liaba hasta con una sola mano, como ya se veía en algunas películas del Oeste. El único tabaco especial fuera de los citados era una marca que se denominaba “Ganador”, que era de los más caros. La tropa y el cuartel eran los principales clientes de este estanco, que contaba con un surtido de postales, sellos de correos y cartas.

            Durante algún tiempo, los soldados y la gente popular del barrio compraban “bajo cuerda” cigarros de la marca “El Gorrión”,  que vendía Miguel Martínez, "El Cojo del Cine Delicias”. Eran cigarrillos fabricados por el inquieto y emprendedor empresario Paco Saván, en su fábrica de Santa María de Gracia. El amigo Pepe Fernández, que fuera luego un eficaz encargado de los “Almacenes Moncar", nos relataba sobre las habilidades de este singular empresario, y que llegaron a tal punto que al quedarse con el local de "Sal de Duernas" (calle Almonas), le pagó al dueño todo el traspaso en aceitunas..

            También en la calle Buenos Vinos, en una casa huerto que con el tiempo llegó a ser adquirida por el barbero Francisco Alcalde, “el Cojo Palanca”, había un taller de herrería, al que denominaban “El Tazón”. Los tirafondos que fijaban las traviesas de las vías de RENFE se forjaban para hacer entre otras cosas ganchos para sostener las canales de los tejados. El mismo herrero solía vender un tabaco de pasta-picadura, popularmente llamada "El  “Cubanito”, que al igual que los tirafondos venían del depósito de la estación de ferrocarriles, camuflados en aquellos enormes canastos de mimbre que utilizaban casi por norma los trabajadores de la estación para llevar a veces un simple bocadillo de pan con mina.


EL AZAFRÁN DE "LOS POLLUELOS”

            En aquellos tiempos que no había ni televisión ni apenas aparatos de radio, los chavales nos dedicábamos a coleccionar estampas que sacaban a la venta. En aquellos años cincuenta , sacaron unos cromos de personajes célebres como Robín de los Bosques, con una regular aceptación. Más tarde salió “El Ladrón de Bagdad”, que fue una colección ya de palabras mayores, y de ello pueden dar fe Casa Fidela, en Santa Ana, Casa Julia en Santa María de Gracia y Casa Venancio, en la Calle Almonas. Muchas veces había colas de chicos y mayores que las coleccionaban. La estampa "El Caballo Roto" y la estampa de la "Alfombra" el 186, suponían la ilusión de cualquiera.

            Las puertas del Gran Teatro y el Duque de Rivas, eran lugares donde los domingos por la tarde se hacían intercambios de estampas y toda clase de tebeos. También en el Oratorio Salesiano y en la puerta de su teatro se formaban corros en donde también se intercambiaban.
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            Igualmente estaban las estampas que venían dentro de las bolsitas del colorante que popularmente llamábamos “Azafrán de los Polluelos". Costaba 15 céntimos de peseta y dentro traía la estampa de un futbolista de Primera División, con las que se completaba un álbum. Con la colección completa te entregaban una pelota de goma poco mayor que una naranja de “California”, de aquellas que solo se comían por Navidad. La estampa más difícil era de Bustos, portero del Sevilla por aquellos tiempos. Con ella, prácticamente tenías toda la colección y te ibas a casa de los Alcántara, esquina con la Calle Agua. El padre de los citados Alcántara era el representante de los “Polluelos" y te entregaba la pelota.


EL CUARTEL DE LEPANTO

            El cuartel de Lepanto fue un establecimiento militar que dio vida propia a la zona del jardín, pues se trataba de más de 700 personas, entre militares de reemplazo y profesionales. Con todos los nombres que haya podido tener este acuartelamiento, el nombre que se quedó unido para siempre a la gente del jardín fue ése de “Lepanto”. Poco a poco la presencia del cuartel se fue perdiendo en Córdoba, y toda su organización ha sido trasladada a Cerro Muriano, donde actualmente está integrado.

            En los años, cuarenta, cincuenta y sesenta del pasado siglo, los toques de trompeta, bien al izar o arriar la bandera de España, llenaban de emoción los alrededores. El cabo 1º Caramel lo sabía y se recreaba en sus toques. Muchos viandantes se paraban en plan de respeto. No cabe duda de que eran otros tiempos. A la hora del paseo se veían soldados salir en todas direcciones y ello, en el fondo, suponía consumo y riqueza. Los soldados que vivan de aquella época todavía recordarán algunos aquella “carne al jerez” que se comía los martes con sus patatitas a cuadros, a instancias del por entonces sargento Anacleto Briones Calvo, personaje agradable de recordar.

            A este cuartel solía venir la tropa de la Legión cuando desfilaba en Semana Santa, constituyendo un lugar de expectación para los aficionados a los desfiles, sobre todo la gente joven. A estos legionarios, les salieron muchos imitadores por todos los alrededores, especialmente en las Costanillas y calle Montero. Los chavales desfilaban de maravilla. De trompeta hacía el singular Luis Ranchal, que lo hacía fenomenal.

            Toda Córdoba, en su gran Semana Santa, solía disfrutar de estos desfiles. Además del Tercio Gran Capitán de la Legión, que desfilaba con la Hermandad de la Caridad, una gran compañía de honores de Lepanto lo hacía con la Hermandad de las Angustias. El Santo Entierro, también llevaba una compañía de honores de Artillería 42. Hubo varios años en que se planteó una bonita disputa en los desfiles, hasta el punto que se culminaban con una parada militar en el Gran Capitán, en unos años en los que la Carrera Oficial pasaba por allí. Para nosotros, lógicamente, los que mejor lo hacían eran los de Lepanto. Al llegar los pasos a la altura del Gobierno Civil, se colocaba el paso de cara al edificio oficial y se despedía la tropa desfilando con toda solemnidad.


            Para desfile que puso los “vellos de punta” fue el que tuvo lugar una tarde de junio de 1957, cuando, con banda de música y todo, salió un contingente de unos 600 soldados (400 de ellos de Córdoba)  para embarcar en el Barco Cabo de Hornos y dirigirse a  Sidi Ifni, para participar en la guerra que allí le surgió a España. Su paso por el jardín del Alpargate y  la calle María Auxiliadora, se quedó para el recuerdo. Se vivieron momentos de emoción contenida. En aquel desfile de soldados jóvenes se pudo comprobar el miedo con el que se quedaron los familiares cuando vieron con la marcialidad que iban al frente de guerra.

            También fue espectacular la toma de azoteas y tejados que se llevó a cabo en abril de 1976, con motivo de la visita del rey al cuartel de Lepanto. Un contingente importante de fuerzas armadas al mando del capitán José Villalonga Montero de Espinosa, con sofisticado armamento a base de fusiles ZETA-70 y fusiles NATO, miras telescópicas incluidas, desde las alturas vigilaba por la seguridad del monarca.  Aquello fue un despliegue excepcional.


SUPERMERCADO PIEDRA

            Antonio Piedra Trujillo, funcionario del cuerpo de la Policía Nacional, a finales de los años sesenta empezó en la avenida de la Viñuela la aventura de una pequeña bodeguita donde se vendían toda clase de bebidas alcohólicas y algo de conservas y quesos. El depósito almacén inicial estaba en el jardín del Alpargate. Con la puerta entre abierta, el espigado y desgarbado repartidor que tenía, poco a poco, se fue haciendo fuerte en el negocio de las bebidas.  Llegó incluso a ser el proveedor casi de todo el sector de la hostelería de aquellos tiempos. Conseguía precios en las bebidas embotelladas que por intermediarios, de Galicia, de Huelva o de Madrid, eran más asequibles que los de las propias fábricas en su origen.

            Este hombre, trabajador infatigable, alternó su trabajo de policía con la apertura de los primeros establecimientos. Como policía, vivió en primera persona los conflictos y las huelgas de la Electro Mecánicas y de la Westinghouse, en aquellos tiempos de la transición política.

            Para Antonio Piedra fue determinante la pequeña herencia que aportó su esposa y el apoyo de sus hijos. Ello le hizo volcarse de lleno en este negocio. El primer supermercado como tal, fue el del jardín del Alpargate, donde llegaron a estar las oficinas del negocio en una pequeña entreplanta a la vista de todos. Al final de los años setenta el crecimiento fue casi exponencial. Una de las primeras carniceras que tuvo, fue Carmelita, hermana del torero “Chiquilín”. La muerte de su hijo “Juani”, en fatal accidente de coche en las cercanías de la Cerca de Lagartijo, supuso un duro golpe, para Antonio Piedra y para el propio negocio.


SUPERMERCADO DEZA

            Antonio Deza empezó en la plaza de la Corredera, como vendedor pie a tierra en la puerta de la antigua Almotacén. Con sus ristras de ajos al hombro, sus cuatro limones, el perejil, el laurel y las cornetillas, etc. etc. empezó a vender con un peso de platillo.

            Alquiló una pequeña nave en la  avenida de Jesús Rescatado, y allí abrió su primera tienda. Dada su seriedad y eficacia para el negocio aquello fue cada vez funcionando mejor, y puso la segunda tienda en Ciudad Jardín.

            En el jardín habían derribado la famosa casa de "La Turronera” con lo que desapareció el futbolín de Domingo y el puesto de arropías de los Córdoba. Se fueron vecinos como: Los López Tienda, Ángel Gallego, “El Séneca” “Los Secos”, Paquita Torres, incluso la mujer de Rafael Gaitán, "El Pesca”...En los bajos de la nueva edificación que se hizo se instaló "Deza"  y así abrió su negocio del jardín del Alpargate, justo al lado del buzón de correos..

            De las primeras personas que ayudaron a levantar aquello hay que citar a Toñi, a Conchi, a Juani y al nieto del Claus de San Juan de Letrán, como encargado. Éste asustado encargado fue precisamente el que salió a la calle en el sorteo de la Navidad de 1992, diciendo:

“Nos ha tocado un premio gordo”. 

            … Y es que había tocado el 2º premio en el número 42.890, lo que suponía repartir más de 15.000 millones de pesetas entre la clientela de "Deza" en Córdoba. Hasta Carmela "La  Piconera", que estaba en Navarra, pilló parte del premio, y todavía sorprende a muchos como, sin móviles, sin AVE, y sin otros medios modernos de comunicación, al otro día del sorteo ya estaba en Córdoba dispuesta para cobrar su premio. El pago de los recibos fue modélico; a pesar de ser pequeñas participaciones no hubo ningún contratiempo.


PACO ALCALDE "EL COJO PALANCA"

            Este simpático barbero empezó a trabajar en casa de “Curreles”, compañero del “Sorna padre” en el ramo de la loterías. De allí pasó al jardín del Alpargate donde se dio a conocer como gran aficionado al cante de “Palanca”, al que vio todas las veces que éste vino al Coliseo San Andrés. Desde su barbería fue testigo de todo lo que acontecía en el jardín, pues cuando no estaba pelando siempre estaba en la puerta oteando el horizonte.

            Mantenía una curiosa teoría en el sentido de que su casa de la Calle Buenos Vinos, que en tiempos de la Edad Media fue posada, fue en la que tuvo lugar el encuentro entre Cristóbal Colón y Beatriz Enríquez, que tiempos más tarde tendrían un hijo en común llamado Fernando Colón. Y esa idea no había quien se la quitara de la cabeza.


LA VALDERA, “LA CURANDERA DEL JARDÍN"

            Era una mujer que vivía cerca de casa "la Turronera", de costumbres antiguas heredadas de sus padres, como era la práctica de la medicina tradicional mediante la aplicación de sanguijuelas. Realizaba a todo el que se lo solicitaba el “Hirudo medicinalis”  que ya se utilizaba hacía miles de años. Para ello disponía de una pequeña orza llena de este tipo de gusano que chupaba la sangre, produciendo las curativas sangrías que según decían, sanaban muchas enfermedades. En los tratados de medicina curativa de la antigua Grecia, Roma y Siria, aparecen estas técnicas.

            A ella acudía gente de todo el barrio y de otros sitios, con inflamaciones y dolores que resolvía con sus “animalitos”. Este “gusanito” tenía poderes calmantes y cicatrizantes, ya que su saliva contiene anestésicos, antibióticos y anticoagulantes que dan impulso al sangrado veloz, la presión sobre las venas y permite formar nuevas conexiones sanguíneas.

            A la mayoría de las personas no les cobraba nada, porque se trataba de gente sencilla y popular. Otra especialidad que tenía era la de fajar a los niños cuando de pequeñitos se “quebraban”, Tanto por un trabajo como por otro, casi siempre le pagaban en especie para el consumo domestico: harina, garbanzos, legumbres, y cosas para comer. De algunas farmacias, sobre todo del Centro, solían venir a pedirle sanguijuelas que ella facilitaba a un precio módico. Su marido era el que las localizaba en los lodos de agua dulce.

            Un día se le dio el caso de que atendió a una chiquilla de la calle de Álvar Rodríguez. Cuando la curó, la madre le pagó con media docena de unas pastillas de jabón de la Casa Carbonell. No tendría importancia este hecho si no fuera porque poco tiempo antes habían despedido a un trabajador del barrio que trapicheaba con estas pastillas de jabón.


6 comentarios:

equis dijo...

Lo de las sanguijuelas es una cosa muy interesante, pero las cosas siempre evolucionan, ahora los médicos han sustituido en la llamada sanidad a las sanguijuelas.
Si los médicos se molestan por lo dicho anteriormente es una cosa irrelevante, la gente en general tiene la mala costumbre de molestarse por cualquier cosa.
Saludos.

Anónimo dijo...

Estamos de vacaciones o no.
Hay que dar vigor al blog.
El tiempo o sea el clima es una cosa que nos debe preocupar, no hace calor, y eso debe ser malo porque las cosas deben hacerse a su tiempo, y no a destiempo, como por ejemplo un viejo o vieja de mas de ochenta años echándose una novia o novio en plan formal.
El Sr Estévez estimo que es muy mayor.
Saludos.

equis dijo...

Tantas cosas han desaparecido que el jardín del alpargate, u otras designaciones como por ejemplo el jardín del piojo nos hacen recordar tiempos antiguos, historia, cultura en definitiva.
La fuente y alberca que existía enfrente del Grupo Escolar Colón que tampoco está con sus sanguijuelas, en fin cosas que ya no nos acompañan, empresas como por ejemplo Cepansa, en las que la letra a significaba dos cosas algodón y anónima.
Pero hoy tenemos otras cosas, libertad, democracia, igualdad, y muchísimas mas cosas que no nombro porque se haría interminable la lista.
Recuerdo a una que fue a examinarse de no se que cosa, y no la nombraron para entrar a examinarse y protestó por no poder examinarse y al reclamar le dijeron, no está en las listas, y ella contestó mire en las tontas.
Sr Estévez tengo entendido que la reclamante era del barrio de San Lorenzo.
Saludos.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Rafael:


Me he dado un descanso, pero es un placer compartir tus opiniones y comentarios, aunque algunos "pican" como la cornetilla" que tantas bromas se hicieron con ella.

He estado bastante tiempo publicando un pequeño artículo diario en eso que llaman FACEBOOK, pero he optado por dejarlo pues el ordenador "maneja" un algoritmo para publicar que es del Pedro Sánchez, o de sus cuñados políticos y yo no quiero que nadie me censure. Es curioso que esta gente está metida en todos los sitios.

Tengo entendido que el Ministro Sebastián, aquél de la "Bombilla" ha dicho o propuesto que el valor del PIB se haga en torno a la fabricación de las famosas "Mascarillas". No sabemos si es cachondeo, o algo por el estilo, pero a ese hombre se le ocurren unas cosas que no tienen desperdicio.

Saludos Rafael, ayer pasé por tu Bar del Campo de la Merced y parece que le han dado cierto "empuje" y eso debe de ser bueno.

Curiosamente en la puerta de tu casa antigua había un cartel que decía: Quien se la encuentre para él. Era un cartel denunciando la pérdida de una mujer ya mayor, y unos graciosos pusieron debajo el comentario.

Saludos.
.










n

equis dijo...

Ya estamos en septiembre, lo que demuestra que el tiempo es breve, y eso era lo que decían antiguamente.
El viejo desorientado, el viejo que se muere, el viejo ( en este caso un objeto material) estropeado.
Córdoba concepto inmaterial y por lo tanto incomprensible.
Unos con su cuenta bancaria cada vez mas dilatada porque no saben gastar el dinero y sus ingresos son superiores a sus gastos, es lo que se llama divergencia financiera, que tan envidiada es por algunos.
Otros siempre quejándose, por causas diversas. Al escribir eso de causas diversas era lo que se ponía en las etiquetas de rechazo, para dar satisfacción a todos los implicados.
Córdoba tan cerca para algunos y para otros tan lejos. Hay gente para todo decía El Guerra, y parece ser que llevaba razón.
Mañana más.
Saludos.

equis dijo...

Con esto de tener mas de una vivienda, y el ordenador solo en una de ellas es un problema.
Es como el que no tiene una vivienda pero al contrario.
Otros saludos.