EL JARDÍN DEL ALPARGATE
Esta plaza de Córdoba, en la
Edad Media, se llamaba de los Olmos, por la abundancia de este tipo de
árbol que había por su entorno y en la propia plaza. Posteriormente se fue llamando
plaza de los Padres de Gracia, plaza del Corazón de María, y plaza de los
Trinitarios, Actualmente se llama plaza
del Cristo de Gracia, pero sin dejar por conocidos o mencionados todos estos
nombres, la mayoría de la gente del barrio y de la misma plaza la conoce como
plaza del "jardín del Alpargate".
Y es que el jardín del Alpargate
significaba mucho para la gente del barrio de San Lorenzo. Era el límite
natural entre lo que se consideraba ciudad y el campo. En los años de
necesidad, los del campo tenían el aceite, la harina, el tocino y el pan, y lo
poco que daba el campo para comer; los de la ciudad, sobre todo los del Centro,
tenían dineros para comprar estos alimentos. Los de San Lorenzo, y en especial
los del jardín del Alpargate, al estar en medio, no tenían ni rentas, ni
aceite, ni pan, solamente tenían el hambre que flotaba en el ambiente. Se
trataba de personas que de sencillas y populares tenían fe ciega en “las tijeras, el plato y la sal”, como
rito para colocar en las mortajas de sus difuntos. Y para que la muerte no
volviera a entrar en cualquier casa solían cerrar, como señal de
protección, una hoja de la puerta de la calle, para indicar que allí, en esa
casa, ya había llantos y duelo por un difunto.
Y digo que el barrio podía considerarse
“ciudad” con ciertas reservas, porque San Lorenzo era una parte distante de
Córdoba, muy alejada de la Medina, y donde se daban todas las faltas habidas y por haber. Había
abundante analfabetismo y había falta de calificación profesional. Por ello,
era un barrio con muchos desempleados sin jornal, que por fuerza tenían que
dedicarse a las labores furtivas
del campo, en cualquier recolección, labor solapada de caza, u otros
menesteres agrícolas. Hubo quizás más hambre que en otros sitios, porque así lo
atestiguan los comentarios de los que esperaban cualquier descuido de las
huertas de los alrededores, para de esa forma poder coger cualquier cosa que
fuera comestible o que hubiera sido sembrada. Por todas estas penurias, sus
habitantes llevaron a cabo reiteradas
revueltas y motines por el hambre, como el famoso motín del año de 1652, en el
que acabaron refugiándose en la iglesia de San Lorenzo, ante la llegada de
las fuerzas del “orden”.
A falta de otras posibilidades, el jardín
del Alpargate, también era el lugar de “veraneo” para aquellas gentes sencillas del
barrio, que no habían tocado en su vida el agua del mar ni nada
parecido. Allí se iban los chiquillos para jugar y corretear, ya por el jardín,
ya por la “lonja” o
incluso por los aledaños de la “Redonda”. Muchas
noches acudían allí familias enteras a tomar el fresco con el aliciente de
tener la fuente de agua fresca muy cerca. La mayoría de las personas que por
allí circulaban, en vez de utilizar trajes
de baño calzaban las populares alpargatas.
En cuanto al nombre
del “Alpargate” hay teorías de todo tipo.
Parece ser que existen unos
comentarios en la prensa del periodista y escritor Ricardo de Montis, en los
que decía: "que se había proyectado un jardín que parecía un
alpargate". El susodicho jardín fue inaugurado por el alcalde D. Juan
Rodríguez Sánchez, en 1866.
También hay quienes justifican este
nombre por el hecho de que aquí, en esta plaza, se cambiaban las zapatillas los hermanos nazarenos de la
hermandad del “Esparraguero”.
Pero para cualquiera que se haya
criado en el barrio, y conozca a sus gentes y aquellas épocas, esta hipótesis
tiene poco fundamento.
Sobre todo, porque los supuestos
nazarenos del “Esparraguero”, gente popular, no disponían de zapatillas ni
alpargatas para cambiar. La mayoría sólo tenía unas únicas zapatillas, por lo
general de esparto.
Como no está claro el tema, y
siempre nos inquietó el origen de este popular nombre, hicimos nuestras propias
indagaciones. Preguntamos a los Ogallas, a los María, a los
Vaquero, a los “Sorna”, a los “Gatos”, a los Alcántara, a los
Gavilán, a los Morales, a los Espejo, a los Lesmes, a los Cuevas, a
los Espinosa, a los Tienda, a los Santa Cruz, a los Cañaveras, a los
“Piruti”, a los Aljama, a los Córdoba, a los Castilla, a los Rodríguez, a los
Manosalvas, a los Bueno, a los García. Incluso un día le llegamos a preguntar a
Carmen, la agradable mujer que tenía a su cargo el “water” del servicio
público, aquel que había después de la casa de los Gavilán y casi enfrente de
la casa de los de La Rubia Villalba y de Aurora Jiménez. La
mujer de los servicios nos contestó que ni ella ni sus gatos sabían el origen
de aquel nombre. Muchos tampoco sabían nada.
Otros opinaban que el nombre le
vendría porque en dicho jardín se concentraban muchas personas que no tenían
otro calzado que las alpargatas. Algunos, que el posible nombre se debía a que
en las cunetas, y en la cercanía del jardín, había siempre muchas alpargatas
rotas y abandonadas. Y, finalmente, la opinión de varios, como los Alcántara,
que nos dicen que cuando surgió la alpargata con suela de goma, a
principios de los años veinte, se puso en medio del jardín un anuncio con el
retrato de una enorme alpargata con su suela de goma, que al estar sola, la
gente sencilla refería en singular: “El anuncio del Alpargate”, y de ahí pudo
venir el nombre.
LA PUERTA
DE PLASENCIA
Fue una puerta situada en la parte
este del recinto amurallado que protegía a Córdoba, en la actual zona del jardín
del Alpargate. Construida en el siglo XII, pasó a ser una de las principales
puertas tras la conquista cristiana hasta el siglo XVI, que fue relegada de su
importancia por la Puerta de Alcolea o Puerta Nueva. En 1879, fue
definitivamente derribada.
Por esta puerta, según se cuenta en
los Paseos por Córdoba, entró por segunda vez el rey Fernando III el Santo,
Alfonso el Sabio, Sancho el Bravo, Alfonso XI, Enrique II y Enrique IV, los
Reyes Católicos (aunque, en una ocasión, en el año 1479, la representación
oficial de la ciudad esperaba a Fernando el Católico en la puerta de Plasencia
y resulta que luego entró por la Puerta del Rincón) y bastantes más
personajes notables que visitaron Córdoba, antes de la llegada de Felipe II.
La
Virgen de Linares, entró siempre por esta puerta del jardín del Alpargate.
En el año 1951, ya en verano,
dejaron consolidada la artística fuente que habían traído desde la plaza de
Puerta Nueva. El traslado fue un proyecto, aprobado en Consejo Capitular de
1950, del arquitecto municipal D. Víctor Escribano Ucelay, que, asimismo, fue
el que diseñó la fuente de la Cuesta del Bailío, realizada por los
Talleres García Rueda.
El trabajo delicado de “desmontar y
montar de nuevo” se encargó a los acreditados Talleres García Rueda de Puerta
Nueva. Precisamente y mientras nos tomábamos un café en El Seis de Puerta
Nueva, Rafael García, el mayor de estos hermanos, nos decía lo siguiente en el
año 2001:
“Como profesionales, no tuvimos más
remedio que hacer el trabajo, pero como vecinos de Puerta Nueva, nos dolió en
el alma que una de las fuentes más bonitas de Andalucía, la quitaran de nuestra
plaza”.
Este lamento también se lo comentó a
Ángel Ogallas, por la amistad que tenían, en algún momento del trabajo, ya que
fueron compañeros en el Colegio Salesiano, junto a José Luján. Eran los tiempos
del salesiano D. Antonio Sotomayor.
Hablando de los Talleres García
Rueda, tenemos que decir que fueron unos acreditados profesionales,
autores de importantes trabajos, entre los cuales se encuentran:
La fuente de la Cuesta del Bailío,
la reparación de la fuente de la Piedra Escrita, varias reparaciones
del Corazón de Jesús de las Ermitas, la fuente de los patios de San Francisco,
la restauración de los monumentos a Manolete, la restauración de los distintos
Triunfos a San Rafael en Córdoba, el monumento a Matías Prats, y muchos
trabajos más en la Mezquita-Catedral de Córdoba y en distintos
lugares fuera de Córdoba.
También el alcalde D. Antonio Cruz
Conde, les pidió que, con el oportuno asesoramiento de D. Francisco Cruzado
Moro, experto en mosaicos del Ministerio de Educación Nacional, llevaran a cabo
el traslado y la restauración de los mosaicos aparecidos en los bajos
de la Corredera, cerca del Arco Bajo, y con ellos decorasen el gran salón
del reino del Alcázar de los Reyes Cristianos. Salón, que desde entonces pasó a
llamarse el “Salón de Mosaicos” (1958), en el que se celebran las bodas
civiles.
Pero quizás el trabajo más singular
que hicieron fue en el año 1976. Los responsables de la Alhambra de
Granada les encargaron la ejecución de varios leones en mármol blanco de Murcia
para sustituir a los originales que había en el famoso Patio de los Leones
mientras los restauraban. Al final este proyecto no prosperó, y sólo se llegó a
realizar un león, que actualmente se encuentra en los bajos del Palacio de
Carlos V. La restauración de los doce leones del famoso patio, se
llevó a cabo con otro criterio de restauración por lo que no se llegó a
utilizar el “león réplica” de los hermanos García Rueda.
Como auténticos artistas de la
piedra, siempre tuvieron los hermanos esa pena, especialmente Rafael. El,
enamorado de la Alambra, nos comentó que
el famoso Patio de los Leones tenía una superficie de 528
metros cuadrados y que los árabes lo cogieron como referencia de una
medida de superficie agraria, el “marjal”, muy usada aún en la zona rural de
Granada y algunos lugares de Murcia.
Los tres hermanos murieron
relativamente jóvenes y se llevaron muy poco entre sí. Los últimos trabajos que
hicieron para la Mezquita-Catedral, fueron dos celosías de mármol que
están colocadas en el Museo de San Clemente y un recordatorio de la visita de
Juan XXIII, cuando en 1957, y siendo nuncio apostólico en París, visitó la
Catedral, a la vuelta de su viaje de despedida por el norte de África. Aún
queda un recuerdo de esta visita a Córdoba, en Casa Pepe de la Judería,
donde hizo parada para comer.
… Volviendo a la fuente trasladada
desde Puerta Nueva, en un principio la colocaron casi pegando a la carretera,
posiblemente en la vertical en donde hoy está el Triunfo de San Rafael. Tal es
así que Gustavo Fuentes, el primer guardia de circulación que pusieron en esa
zona, muchas veces se tenía que refugiar detrás de la fuente porque más que
vehículos era ganado de carne el que cruzaba para el Matadero
municipal por el camino de la “Redonda”.
En los años setenta del siglo
pasado, un día en Córdoba de grandes vendavales, además de producirse otros
desperfectos importantes en la ciudad, se derribó un enorme pino que había en
el jardín, además de un brazo de los tres que coronaban el enorme plátano
oriental que aún subsiste.
El pino fue retirado y quitado de en
medio. El tronco que perdió el plátano oriental fue suplido con un relleno de
grava y cemento, que realizó por su cuenta Antonio “El Cerote” cuñado de Arturo
Morales “El Travieso”. Desde entonces, dicho árbol se empezó a recuperar y
volvió a coger su esplendor. Todavía se puede apreciar el agujero taponado en
el tronco.
Posteriormente, con motivo del
trazado de la avenida de Barcelona la fuente fue retranqueada hacia
el centro de la plaza y se ubicó detrás del plátano oriental. Se
colocó además en alto sobre una base de plataforma. En el lugar que
dejaba la fuente se colocó un Triunfo a San Rafael, traído de la antigua fachada
del Ayuntamiento y colocado sobre un pilar basamento.
Ya para esa época se quitó del
centro de la plaza un poste metálico de fundición, con pintura en color
verde y cinco artísticos brazos, cada uno con un farol. Pero por muy artístico
que fuese, hubo que eliminarlo, pues aparte de que alumbraba poco, cuando
llovía le daba la corriente a todo el que lo tocaba.
EL CONVENTO DE LOS
TRINITARIOS
En el año 1607, San Juan Bautista
de la Concepción, reformador de la Orden de los Trinitarios,
pidió y obtuvo licencia real con la intersección del Duque de Lerma, ante el obispo
de Córdoba y el corregidor Don Diego López de Zúñiga. El 30 de Mayo del mismo
año, el Cabildo de la ciudad concede la licencia para la fundación de
un convento de Trinitarios Descalzos. Posteriormente el obispo, el día 7 de
junio, autorizó que tomaran posesión de una antigua y pequeña morada junto a la
ermita de Nuestra Señora de Gracia, que estaba a las afueras del barrio de San
Lorenzo. El primer superior de esta comunidad fue Fray Antonio del Espíritu Santo.
Los trinitarios se instalaban en un
convento en las afueras de un barrio que, por lo popular y pobre, pocas
perspectivas de limosnas aventuraba. Hasta el punto que los propios frailes
agustinos de San Agustín se opusieron a la creación de este convento, pues
interpretaban que no habría limosnas para todos. El corregidor don Diego López
de Zúñiga tuvo que convocar a los trinitarios y a los agustinos para imponer
sensatez. Al final, la llegada de los trinitarios supuso un incremento de la
recogida de limosnas y donaciones para todos.
El segundo superior del convento
fue, nada menos, San Juan Bautista de la Concepción, elegido en 1610, pero
que pronto tuvo que abandonar el cargo a causa de la tarea de realizar nuevas
fundaciones. Una estatua suya, en actitud yacente, se encuentra en la capilla del
Esparraguero o Cristo de Gracia.
En el interior del convento existe
también un cuadro de San Juan Bautista, pintado por Miguel del Moral. Las manos
en posición orante del santo son las de Pablo García Baena. Este detalle nos lo
comentó el Padre Manuel Fuentes, trinitario ejemplar, que da nombre hoy a una
calle en un tramo de la antigua Ronda de la Manca.
Desde 1969, los trinitarios,
exclaustrados en 1835 de forma vejatoria y que no pudieron volver hasta 1903,
desempeñan con esmero la labor de una nueva parroquia, segregada por el obispo
Infantes Florido de la de San Lorenzo en los barrios al este por donde estaba
creciendo Córdoba.
Personas que ayudaron en esta etapa
inicial de la flamante parroquia fueron Rafael Caballano, Antonio Ruiz, Juan
García, Antonio Carreras, José Quiles, Rafael Dobládez, Enrique Rosales,
Antonio Mesa y el popular tabernero Juan “Pelitos”. En su establecimiento,
el bar Casa "Pelitos", ponía
menús con precios para todos los bolsillos, a instancia de los trinitarios,
especialmente del Padre Manuel, con el que le unía una profunda amistad.
La taberna se hizo famosa por su especialidad de pollos al ajillo y los
bocadillos de calamares. Era típico de los soldados de Lepanto que llegaban a
su casa pedir allí “un completo”, que era un plato popular a muy bajo costo.
Esto ocurría durante los años sesenta y setenta del pasado siglo.
Por su parte, tenemos que citar a D.
Rafael Caballano, el abuelo materno del gerente de la librería Monte Sión,
fue vecino siempre del barrio, siendo fundador y colaborador de la Orden
Tercera. Siempre estuvo muy identificado con todo lo que significó la labor
trinitaria en la Iglesia. En aquella República de 1931, cuando
empezaron a llegar los incidentes incontrolados de anticlericalismo, él, con la
debida autorización de los frailes, se llevó a su casa y alojó la vitrina que
contenía las reliquias del entonces Beato Juan Bautista de la Concepción,
en una disimulada alacena con todo el respeto del mundo. Por esa actitud y
otras que tuvo durante la guerra civil de protección de las reliquias sagradas,
el obispo de la Diócesis aprobó que este hombre pudiera ser enterrado en
la cripta de la Orden, debajo del Cristo de Gracia.
Aun antes de ser parroquia, en los
años cincuenta acudían muchos jóvenes a la iglesia de los Trinitarios
para recibir el sacramento de la penitencia. A pesar de que se ponían en el
confesionario varios frailes, muchas veces se nos hacía tarde, hasta el punto
que llegaban las oraciones del coro donde se oía a los novicios, con sus cantos
de “Santo, Santo, Señor de los ejércitos…” La magnitud del sonido nos indicaba
la abundancia de novicios que había por entonces en el convento.
Aunque no fue con sus rezos con lo
quedamos sorprendidos por estos novicios, sino por la fuerza y la eficacia con
que jugaban al fútbol. Así lo demostraron en el año 1956, en un partido que
disputaron en el patio central del Colegio Salesiano, contra una selección de
la parroquia de San Lorenzo que formó D. Juan Novo, párroco que llevaba poco
tiempo entonces. Los Trujillo, los Cantillos, los Basilio, los Torres, los
Pano, los Rivas, los Jiménez, los Luque, los García, e incluso el mismo cura
que jugó de delantero centro, sufrieron una tremenda paliza: 6 a 1. Era sorprendente
contemplar cómo jugaban aquellos “diablos” al fútbol con el hábito arremangado.
Era la época de frailes como el
Padre Alejo, el Padre Nicolás, el Padre Francisco, el Padre José Altera, el
Padre Bonifacio, el Hermano Leoncio, el Padre Gabriel de la
Dolorosa. Este último, todas las mañanas muy temprano, acudía
invariablemente para decir misa a las hermanitas de los pobres de Capuchinos.
Eran los tiempos en que los frailes trinitarios llevaban un corte de
pelo que habían heredado desde la Edad Media, luciendo en su cabeza
un gran cerco que, a manera de gran tonsura, dejaba buena parte de su cráneo
pelado. Daba miedo contemplar en invierno la cabeza del Padre Gabriel, con su
“corona” en la cabeza y sus pies sangrando por el frío de los sabañones asomando
por aquellas gastadas sandalias.
También es justo destacar a los
hermanos legos, Fernando y Leoncio. Fernando, con todo su carácter serio (era
vasco), parecía que se iba a comer el mundo, pero tenía ese don de los
trinitarios que lo daban todo. Estuvo durante muchos años en aquel puesto de
verduras que daba a San Juan de Palomares, cerca del patio de Josefita. Leoncio, al cargo de la cocina, donde se
empleaban varias mujeres, entre las que destacaba Prudencia, mujer del Juan el que alquilaba
los triciclos en el jardín. Destacada en el arte de guisar, posiblemente fue
una de las primeras mujeres que en Córdoba montó en bicicleta, siendo además
una “adelantada” en utilizar el pantalón de su marido como prenda femenina.
LA CASA "COLORADA"
Es
una casa que aunque no está ubicada en el jardín del Alpargate, siempre se ha
considerado patrimonio del mismo. En esta casa, y al principio de los años veinte,
vivían la “saga del piano” como les decían a los hermanos Orlando, Armando, Adolfo, Rodolfo, Alberto, Adalberto,
Antonio, Enrique, Consuelo y Adolfina. Todos de apellidos López María, y
acostumbrados a vivir bien. De entre todos estos hermanos, solamente le dio por
trabajar a uno que se llamaba Adalberto y que se relacionaba con el barrio.
Aquella economía no podía salir bien y tuvieron que vender la casa. Luego llegó
un industrial llamado Antonio Fernández, que puso una fábrica de alpargatas,
colocando a gente del barrio.
Posteriormente
fueron surgiendo otras fábricas más importantes de alpargatas, en la calle
Haza, Alcázar Viejo, Abéjar y en la
Huerta de la
Reina , entre otras, por lo que el amigo de la Casa
"Colorada" abandonó la pequeña fábrica como negocio de alpargatas y
se dedicó a alquilarla a unos y otros. Después la casa terminó en las manos del
célebre Cristóbal “el hombre que todo lo compraba y todo lo vendía”. Al final
de los años sesenta, en el bar "Casa Novella" del Realejo, se cerró un trato con Fernando
Castro, recovero del pueblo de La Victoria, que le compró la casa por 250.000
pesetas y un pavo. El hijo del recovero, llamado Paco, estuvo presente en
aquella operación y fue él quien apretó el asunto con el ofrecimiento de un
pavo sobre el importe económico. De allí se fueron al Banco Andalucía, sucursal
del Realejo, que estaba allí enfrente y consolidaron el pago.
LA ESPANTÁ
DE MANUEL RODRIGUEZ “PALITOS”
Eran
los tiempos en que la plaza del Jardín del Alpargate y la propia calle María
Auxiliadora pasaron de ser zonas empedradas con cantos de río (piedras), a ser
adoquinadas, y es que nos referimos al año 1866, en que siendo alcalde de
Córdoba, D. Juan Rodríguez Sánchez, se remodeló este jardín.
Antonio
Fernández Foggi, que perteneció al grupo de amigos y contemporáneos de
“Manolete”, nos contaba durante su estancia en la Residencia de Jesús
Nazareno, varios meses antes de morirse. (2009).
“Normalmente
al salir del Colegio Salesiano, siempre nos solíamos dirigir a nuestro barrio
(Santa Marina-Campo de la
Merced ), por la calle Roelas, Pozanco, San Agustín, Zarco, a
Santa Marina, en donde se quedaban algunos, otros, continuábamos hasta el Campo
de la Merced. Pero
aquel día, era jueves y teníamos tiempo porque en el colegio no había clase por
la tarde (1928), Entonces nos fuimos por el jardín del Alpargate, y disfrutamos
viendo la calle totalmente levantada en obras, saltando los poyos, tirando
piedras a las piñas del pino, merodeando la fuente y contemplando el enorme
plátano oriental y la palmera central que ya estaba plantada por aquellos
tiempos. Aquel día no venía nuestro amigo “Manolete”, porque él estaba en el
internado. Pero si iba, el “Fernandi”, mi hermano mayor y yo, y unos cuantos
más de nuestra "charpa", todos con el liderazgo de Manuel Rodríguez
Castillejo “Palitos” que con sólo tres años mayor que "Manolete",
daba la impresión de que era nuestro líder desde que nació.
Llegamos
al jardín del Alpargate, y todos fuimos derechos a la fuente, que era
espléndida y bondadosa a la hora de saciar la sed. Estando pensando en si
pasarla por lo alto recorriendo su frontal inclinado a dos aguas, se
presentaron unas cuantas vacas pajunas que
llevaban para el matadero. De pronto el jardín, se revolucionó y todo el
mundo cogió cobijo. Nos llamó mucho la atención que Manuel Rodríguez “Palitos”,
estuviera subido en lo más alto de la farola de cinco brazos o luminarias que
pretendía iluminar el centro del Jardín.”
Volviendo
al adoquinado de este entorno, así como de la calle María Auxiliadora, fue allá
por los años 1927-1928, casi antes de que pusieran el alumbrado eléctrico. Se ve que con la llegada del ferrocarril ya
se podían transportar estos materiales (adoquines), que en su mayoría venían de
fuera. Esos adoquinados se hacían lentos pero seguros, con "piscinas de
fraguado" incluidas, y por eso duraban lo que tenían que durar, y no como
pasa ahora que para gloria de los arquitectos que han diseñado con dinero
público los nuevos adoquinados de ahora, están todos los días reparándolos y su
estado es lamentable y de pena. Ahí el arquitecto que sea, en vez de cortar
orejas y rabo, ha fracasado y le han encerrado el toro. Y lo curioso es que no
le habrán pedido ninguna responsabilidad, así tienen luego el déficit que
tienen los Ayuntamientos.
Antigua fuente del Jardín de 1866. Lámina
que
aparece en la Tesis de Guadalupe Pizarro
Berenjena.
LA FUENTE
"CONFESIONARIO"
Cuando
en 1866, se diseña y levanta el jardín del Alpargate, se levantó por delante
del plátano oriental o “madroño verde”, para muchos, una fuente muy discreta,
que sirvió para dar agua al barrio, a los caminantes e incluso al ganado que
pasaba para el Matadero municipal. Su
murete frontal con dos planos inclinados, servía para que un día sí y otro
también los Arturo Morales, los Pepe
Cuevas, los José Bueno, “El Tormenta”, demostraran sus habilidades
aunque alguna vez también se tuvieron que bañarse al caer al pilón. Ninguno de
ellos se llevaba bien con el guardia municipal al que apodaban “limpia-tubos”
cosa que le sentaba rematadamente mal.
En el jardín había un casetón junto
a la antigua fuente, que la gente habitual del barrio llamaba “El Confesionario" En realidad era la caseta de un control
de fielato que estaba
a cargo de un tal señor Marcelino Pérez, casado con Paquita Gavilán. El
"casetón" era tan grande que como confesionario cabrían todos los
pecados del jardín. Muchas personas, disgustadas por peleas normalmente
domésticas, se sentaban allí, esperando que se les pasara el enfado o el mal
rato. El charloteo con los que ocasionalmente aparecían para abastecerse de
agua para la casa solía funcionar como terapia.
LA VERBENA
Coincidiendo
con la marcha de Joaquina al frente de la taberna de Pérez Barquero, y la
llegada a dicha Taberna del cantinero del cuartel de Lepanto, Luis del Río, se
celebró en el recinto del jardín (1949-52), una verbena popular. La verbena
ocupó el redondel del jardín y tuvo mucho éxito de público con actuaciones que
dieron un gran colorido. Los organizadores fueron la Hermandad del
Esparraguero, teniendo como cabeza a un espigado hermano pelirrojo que obedecía
al nombre de “El Rojas”. Más tarde cogería el relevo en la organización la propia Peña los Emires que fue fundada en
la taberna de Pérez Barquero situada en la esquina con la calle los
Frailes, y la Peña Córdoba Soberana. En
esta última peña destacaron los hermanos Domínguez, que además de arreglar
nuestras calle con su empresa, fueron los primeros cabos de gastadores que formaron
aquella escuadra en los desfiles solemnes del Cuartel de Lepanto,
LA CALLE ÁLVARO PAULO
Esta calle estaba formada por
casitas individuales que construyera el obispo don Adolfo Pérez Muñoz. Se
construyeron otras iguales en San Cayetano y en Campo Madre de Dios, por detrás
de lo que hoy es el cuartel de la Policía Nacional. Total, 99 viviendas en
casas individuales. La constructora benéfica que las construyó fue la
denominada "La Solariega" Al frente de dicha institución puso el
obispo don Adolfo Pérez Muñoz un canónigo de la Catedral de Córdoba, el
gaditano José Manuel Gallegos Rocafull.
Tenemos que decir que éste canónigo
gaditano, de exquisita preparación intelectual, cuando estalló la guerra civil
se encontraba en Madrid como ayudante de cátedra de don Fernando de los Ríos,
significándose con la República. Por lo que al terminar la guerra decidió
exiliarse a Méjico en donde permaneció hasta junio de 1963 en que falleció de
forma repentina mientras impartía su clase en la Universidad de Jalisco.
Por carta y comunicación telefónica
se supo que su albaceas testamentario el licenciado Jorge Palacios Treviño,
indicó al Cabildo de Córdoba la voluntad expresada por don José Manuel Gallegos
de volver a España, comentario efectuado con motivo de renovar su pasaporte en
mayo de 1963. El Cabildo de la Catedral de Córdoba de acuerdo con sus
familiares de aquí de España intentó en el 2012, repatriar los restos del
citado canónigo para depositar sus restos en la Catedral de Córdoba. Pero
problemas de carácter legal y burocrático han impedido esta repatriación. Se
informó a su familia de esta circunstancia.
En esta calle también tuvo su
importancia la fábrica de gaseosas el "Marrubial" que
desgraciadamente cayó en desgracia cuando un accidente ocurrido en un pozo de
la citada fábrica le costó la vida a un albañil de nombre Rafael Almedina.
También tuvo nombre propio la bodeguita
"Los Arbolitos" que era como una continuación en pequeño del despacho
que en la calle la Bodega, tenían las Bodegas de Cruz Conde, ya que uno de los
dueños de la citada bodeguita, el "Pulgarín" era un importante
empleado de los Cruz Conde.
Y cómo no recordar en el extremo de
esta calle al Colegio de "Doña Antonia",como todo el mundo conocía a
estas escuelas para niñas del Marrubial. Tenía dos clases, una en la que estaba
la citada doña Antonia Moreno, y en la otra estaba doña Matilde. Algunas
suplencias como maestra las hacía doña Ana Requena. Esta escuelas contaba
incluso con comedor para las niñas, y la cocinera era Concha Muñoz. Llamaba la atención en la
puerta de este colegio las enormes moredas que existían. Por este colegio
pasaron la mayoría de las niñas del barrio, como las María, las Lucena, las
Arévalo, las de la Rubia, las Gavilán, las Roldán, las Espinosa, las Castilla,
las Trujillo, las Martínez, las Quiles, etc. etc.
MARIANO Y LA
BODEGA "EL PELOTAZO"
En el jardín había un personaje al que todo el
mundo le llamaba Mariano”y su trabajo consistía en repartir vino “garrafa al
hombro” de la bodega “El Pelotazo” que regentaba Auro Espinosa. Algunas veces
estaba un poco subido de tono. En una ocasión y con motivo del entierro de un
alto militar del cuartel de Lepanto que vivía en los pabellones militares, la plaza
del jardín estaba llena de curiosos con expectación, y todo el mundo guardaba
respetuoso silencio. Cuando más se respiraba el silencio y el luto del
entierro, el amigo Mariano, subido en el poyo de la fuente, lanzó un enorme
grito diciendo: “Viva el Látigo Negro” en alusión al cura que presidía el
entierro y que no era otro que el párroco de San Lorenzo, al que por su
estatura y la sotana, Antonia Aguilera, le puso ese apodo que encajaba con una
película que se estrenaba en el Cine Astoria de aquellos tiempos y que se
denominaba "El Látigo Negro".
El FUTBOLÍN
DE DOMINGO
En
San Agustín había un matrimonio que tenía un puesto de hortalizas a la
entrada conforme se salía del
Pozanco. A principios de los años cincuenta
quiso diversificar su negocio y puso un futbolín en la calle Custodio, que no
le fue mal. Era cuando la distracción de los domingos de muchos jóvenes era el
juego del futbolín, y es que para todos no había dineros, para ir al cine. Pero
este hombre quiso sacar su negocio a un sitio más abierto, y así a mediados de
los años cincuenta, puso su futbolín en pleno jardín del Alpargate, junto a la casa
"de la Turronera", (luego estaría Deza). Allí este negocio incrementó
su actividad e ingresos y todo iba viento en popa. Pero un día el bueno de Domingo, que era un
hombre de cierta edad, pacifico y correcto, se subía por las paredes al hacer
caja, pues al sacar las pesetas rubias de los cuatro futbolines que tenía se
dio la sorpresa de que la mayoría de las monedas estaban sin estampar y
lógicamente sin valor monetario alguno. La verdad es que en el barrio había
mucha gente que trabajaba en la Electro
Mecánicas y allí como todos sabemos, se hicieron durante
muchos años, los discos de la peseta "rubia", en cantidad de muchos
millones para el Banco de España. Cualquier gracioso, se trajo la cantidad
suficiente para repartírselas a toda la gente joven que jugaba al futbolín. A
partir de aquel “chasco” el bueno de Domingo prohibió que nadie echara la
peseta por su cuenta.
MANOLO “EL SORNA”
Personaje singular y único. Aunque
vivía en la calle el Agua, siempre se consideró personaje del jardín.…Hablamos
de Manolo “El Sorna”, hijo de otro famoso “Sorna”. Quizás lo único que no
llevaba era el palillo en la boca como su progenitor, pero la cara, el gesto
permanente de pena, e incluso el algodón en la oreja, eran su fiel reflejo.
Parecía que pedía siempre clemencia. Comentaba con cierta gracia cómo, en una
ocasión, el sastre del barrio “Bimbela”, le hizo un traje y le sacó un pernil
más corto que otro. Por la prisa de la ceremonia a la que iba no tuvo tiempo de
devolverlo para su arreglo… Ni otra ropa que ponerse.
Así que, de acuerdo con el sastre, y
con un bastón en la mano, se pasó toda la boda cojeando para disimular la
diferencia del pernil. Así era Manolo “El Sorna”, y no habrá un sitio en
Córdoba donde no hayan caído lágrimas de pena de este hombre, que decía poco
más o menos que: “trabajar es perder el tiempo en un sitio, cuando a lo mejor
estás perdiendo otras oportunidades”.
Aún así, trabajó en multitud de
empleos y conoció a muchos patronos pasajeros. Pero desgraciadamente su
historial laboral dio pocos quebraderos a ninguna administración, ya que daba
la impresión de que estaba en un ERE permanente.
A este buen hombre, ocurrente como
pocos, se le considera el autor de la famosa Ley de Prevención
de Riesgos Laborales. En aquellos tiempos, años sesenta y setenta, el tenía ya
una Ley de Oro: “para evitar riesgos, hay que trabajar poco y madrugar
menos”. No obstante, era muy previsor y llevaba siempre la cuchara encima.
LA CONFITERÍA "LA
MOSCA DE ORO"
Arturo Morales y Rafael Espejo Jiménez (+),
prácticamente de la misma edad, coincidieron en muchas aventuras juveniles. Sus
trayectorias profesionales llevaron a cada uno por distintos caminos. Rafael
fue un destacado profesor de talleres en la Universidad Laboral y
Arturo un gran profesional en la Electro Mecánicas.
En aquella Córdoba una aventura
juvenil era recolectar suelas de alpargatas y venderlas en Pedro Rojas. Cuando
tenían dinero suficiente, solían ir de forma ceremoniosa a una confitería que
había en la calle Alfonso XIII inaugurada en 1922. Se llamaba
“La Mosca de Oro”. Allí, al parecer, en lo alto del mostrador ponían unas
bandejas de pequeños cortadillos de cidra que los clientes habituales se comían
en la cantidad que les parecía y luego los pagaban. Pero ellos, que siempre
andaban escasos y justos de dineros, solían disfrutar y coger dos o tres
cortadillos, y ante la pregunta ¿cuántos han sido?, invariablemente decían, han sido dos, uno
cada uno. Tuvieron suerte de que nunca les cogieron en el renuncio.
EL ZAPATERO DEL JARDÍN
A mediados del siglo XX todavía quedaban en los barrios populares algunos portales de zapateros. Así en los años cincuenta teníamos un zapatero en el jardín del Alpargate llamado Francisco Morales Muñoz. Este hombre venía de las minas. Nació en el 1888, en Cerro Muriano y de joven trabajó en las minas de cobre de esa localidad. Cuando contaba 24 años, formando parte de una cuadrilla de cinco hombres, cuando transitaban para acceder al pozo San Rafael fueron sorprendidos por una enorme explosión, al parecer motivada por el cigarrillo de uno de los del grupo que de forma descuidada pasó por la Santa Bárbara y provocó la explosión. Murieron sus cuatro compañeros y él salió proyectado hacia el interior del pozo, quedando atrapado en unos salientes de viga y suspendido por la pierna. Ésta, por el peso del cuerpo, quedó prácticamente amputada en el acto. Desnudo totalmente después de la explosión, lo recuperaron y fue trasladado al Hospital de Agudos donde le atendieron. Salió del hospital con una pierna menos y su muleta.
Fue indemnizado con 1.500 pesetas,
con lo que compró una piara de cabras y se dedicó a pastorearlas por el campo
de Cerro Muriano, muy cerca de donde dicen que se obtuvo la foto de Robert Capa
denominada “la muerte del miliciano”.
Con 28 años conoció a Francisca
Contreras, con la que se casó y tuvo nueve hijos. Ya casado, se colocó
en la Azucarera de Villarrubia, con el encargo de “aguador”. A pesar
de que andaba con una muleta caminaba con el cántaro al hombro con cierta
soltura. Dada su enorme dificultad en la pierna, optó por aprender el oficio de
zapatero, para lo que empezó enderezando puntillas en la Corredera, que
por aquellos tiempos, se consideraba como la “Universidad del Oficio”, pues
había un maestro zapatero en cada arco de la plaza.
Con el oficio aprendido se instaló
en el “jardín del Alpargate”, muy cerca de su casa, y al lado del taller de
mármoles de Natividad Cortés. Su taller era como una estafeta y llegó a
considerarse la agencia EFE del barrio. Por allí pasaban, “El Mora”, “El
Sorna”, “El Negro”, “El Cuevas”, “El Tarugo”, “El Tormenta” y “Los Gatos”, que
lo ponían al corriente de todo lo que pasaba. Murió en el año 1961, pocos días
antes de la boda de su hijo Arturo.
EL JARDÍN Y “LA
LABORAL”
En el Jardín del Alpargate, los
camiones de Francisco Vaquero, vecino de la zona, recogían diariamente a los
trabajadores de la construcción que iban a la obra de la
Universidad Laboral. Dicha obra la realizó Agromán, que dispuso que
los trabajadores se recogieran en el jardín.
Dentro de esos camiones, los trabajadores iban de pie, agarrados a unas
barras horizontales que cruzaban el techo a modo de asideros. Allí no había
uniformes, ni trajes de faena. En realidad los trabajadores iban con
ropas multicolores y cada uno vestía como quería. Iban, hay que decirlo,
hacinados unos junto a otros. Su edad media estaba entre los 20 y 35 años. Eran
unos cinco los camiones que salían del jardín.
Aparte del personal,
también los camiones de Francisco Vaquero tuvieron a su cargo el traslado de
todo el cemento y los hierros que se necesitaron en la obra de la
Universidad Laboral. La arena y grava salieron del río Guadalquivir, de la
cantera del Arenal. Rafael Lesmes Jaén “El Negro”, vecino del jardín del
Alpargate, en compañía de unos cuatrocientos trabajadores más, llenaban a golpe
de pala los camiones que diariamente las transportaban.
Este trabajo fue cosa de 23 meses,
de lunes a sábado, para lo que se cargaron unos 40 camiones diarios, de un
tamaño medio de seis metros cúbicos. La cantera de arena era de tres
propietarios, siendo el padre de Rafael Lesmes, vecino de la calle los Ciegos,
uno de ellos. Según cálculos aproximados de él, aquella obra supuso unos 700
millones de paladas, cargando y descargando, arena o grava, sobre el camión o
borriquillos de transporte. Mientras que preparando y arrancando material de la
cantera debió suponer unos 300 millones de paladas.
JOAQUIN
BLUME
El
treinta de abril de 1959, y mientras esperábamos el autobús de la Universidad Laboral
en la parada del jardín del Alpargate, llegó el Señor Merino, encargado del
depósito de las aguas potables de la Universidad Laboral
y nos dijo: “Acaba de decir Radio Sevilla, que ayer en un accidente de aviación
cerca de Cuenca se estrelló el atleta español Joaquín Blume, que iba acompañado
por su señora y el resto de los componentes de su equipo. En el accidente no ha
habido supervivientes...” Esa noticia la escuchamos Manuel Serrano
Ramírez, Francisco Morales Cerezo,
Rafael Ojeda Amate, Juan Quirós Reyes, Manuel Huertas de Gracia, Juan J.
Navarro Moreno, y un par de mujeres de la limpieza, junto al maestro zapatero.
LA EXPLOSIÓN
DE CÁDIZ
El
18 de agosto de 1947, a
las 10 de noche se produjo una tremenda explosión en Cádiz que se dejó sentir
en toda Andalucía. Al día siguiente todo el mundo estaba ávido de enterarse
realmente de los motivos de aquella explosión, que tuvo lugar en unos polvorines
que la Armada poseía en Cádiz. Aquella noticia fue muy disimulada por las
autoridades por lo que los medios de comunicación daban noticias muy escuetas.
No obstante, la radio oficial, Radio Nacional, solía dar partes informativos
con relativa regularidad. Pero de todas formas el pueblo en su mayoría, al no
tener aparatos de radio, poco podía enterarse. En este aspecto la taberna
Ogallas fue espléndida con el jardín del Alpargate, pues puso su aparato de
radio Telefunken,, en voz alta y al servicio de los vecinos. En todos los
poyetes y bancos del jardín los vecinos escuchaban las noticias que decían de
la tremenda explosión. Igualmente al final del mismo mes ocurrió algo parecido
con la muerte de "Manolete". Por aquellos tiempos, Ángel Ogallas, que
sucedió al padre en el bar, trabajaba poco menos que de meritorio en los
Almacenes Galo y José Hernández.
EL
"ALBONDIGÓN"
Enrique Ogallas siempre tuvo muy
buena relación con los Cruz Conde. Fue precisamente don Rafael Cruz Conde,
quien sería más tarde alcalde de Córdoba, el que le propuso que se
viniera al jardín para regentar una taberna propiedad suya.
Así que Enrique Ogallas se vino al
barrio de soltero, y allí, en la casa de los Gavilán, conocería a la que seria
su esposa, Antonia Gavilán. Padrino de su boda fue el mismo don Rafael Cruz
Conde, celebrándose ésta en la iglesia de San Lorenzo.
Luego sus hijos Rafael y Enrique,
que se casaron el mismo día, fueron apadrinados por don Alfonso Cruz Conde, que
también llegó a ser alcalde de Córdoba. Siendo alcalde anuló en 1949 el titulo
de “hijo maldito”, que pesaba sobre a D. Antonio Jaén Morente, por una supuesta
actuación suya durante la guerra civil. También D. Alfonso Cruz Conde fue el
presidente del Córdoba Club de Fútbol, que arrancó en el año 1954, y al que
popularmente llamaron “El Madrid Chiquito”.
D. Antonio Cruz Conde cuando sucedió
a su hermano Alfonso en la alcaldía, intentó ajardinar muchas zonas de
Córdoba, entre ellas las murallas de la Ronda del Marrubial.
La Taberna de Ogallas formó siempre
parte de la fisonomía del jardín. Como taberna, se inauguró como hemos dicho el
día 2 de febrero del año 1922, día de la Candelaria, fiesta en que la
gente popular de estos contornos solían ir de “merendilla” al Arroyo de
Pedroches, a la Fuente o Sombrero del Rey, a la Fuente el
Majano y hasta a la Fuente de la Palomera.
Desgraciadamente, de estas tres fuentes sólo queda hoy la última, y veremos por
cuanto tiempo. Y la tradición de las excursiones por la Candelaria hace muchos
años que se perdió.
Los más aventurados visitaban las
cuevas de enfrente de la Huerta de Don Marcos, que algunos eruditos
relacionan con las que se citan en “Polifemo
y Galatea”, obra célebre que Luis de Góngora escribió durante su
estancia en esta Huerta. Sea esto cierto o no, lo que sí es verdad es que el
simpático Marchena “el de la arena” venía a estas cuevas, y rascando las
paredes, obtenía el polvillo amarillo que luego vendía por las calles como
“arena” para limpiar el aluminio. Todavía se pueden ver las cuevas a la derecha
del Puente de Hierro, conforme se va para la Fuente de Palomera.
Con todo este trasiego de personas y
gente del barrio, el debut de la taberna de Ogallas se saldó aquel
día con una caja de 20 reales y algo que seguramente dejaría a deber el padre
del citado “Sorna”. A este personaje le concedía la duda del
crédito, porque además de que le unía una gran amistad, llegó a ser su padrino
de boda cuando se casó con la singular “Quica”.
Al hacerse cargo de la taberna su
hijo Ángel, y aprovechando que su mujer era una excepcional cocinera, entre sus
variadas tapas puso una que se hizo célebre porque era un plato único,
consistente en una enorme albóndiga, a la que se pasó a llamar “el albondigón”.
Una clienta fija que tenía para este
tipo de tapa era Mercedes, la mujer del “Cojo Miguel”, aquel que tenía el
puesto de arropías en la puerta del Cine Delicias, y que, o estaba leyendo
novelas del Oeste, o estaba vendiendo coca-colas en el fútbol o los toros.
La taberna estaba decorada a todo el
largo del mostrador con fotografías de artistas del cine de la época. Cuando
estrenaron la “Túnica Sagrada” casi todos fuimos a ver la foto de Víctor
Mature, que era el héroe de la película y que colocó muy cerca de la máquina
del café, de la marca "Faema", nombre del equipo ciclista del famoso
“velocista" español Miguel Poblet.
El último camarero que tuvo esta
taberna fue Francisco Fortea, de Palma del Río. Muchas mañanas se sentaba
en la plaza de Juan Bernier, antiguo Convento de Santa María de
Gracia, según decía él, para meditar. Antes que existiera el Convento, había en
esta zona unas casas propiedad de don Pedro de Cárdenas, que alrededor del año
1482 tuvieron de inquilino nada más y nada menos que a Gonzalo Fernández de
Córdoba, “El Gran Capitán” que pagó mil maravedíes por el alquiler de un año.
EL ESTANCO DE JARDÍN
En el jardín del Alpargate, como
había de todo, incluso hubo un estanco, que en un principio estuvo regentado
por los Alcántara, familia muy afincada en la plaza. Después de la guerra se
hizo cargo de este estanco el mismo Enrique Ogallas y luego volvió otra vez
a manos de los Alcántara, que lo arrendaron a un familiar de una
muchacha, Conchi Murillo, que fue la que se quedó de dependienta.
Eran los tiempos de las colas, el
racionamiento y las sacas de los “Ideales”, los cigarros de hebra, los “Caldo
Gallina” y los cuarterones “verdes”, tabaco que fumaba la mayoría de la gente
del barrio, pues casi todo el mundo se liaba sus cigarrillos, y en vez de
paquete todo el mundo llevaba su petaca. El papel “Bambú” se consumía tanto
como el tabaco. Todo era a base de cerillas y mecheros de yesca. Había un
personaje llamado “El Fiambre” que tenía una habilidad especial para liar el
cigarrillo. Incluso, a veces, lo liaba hasta con una sola mano, como ya se veía
en algunas películas del Oeste. El único tabaco especial fuera de los citados
era una marca que se denominaba “Ganador”, que era de los más caros. La tropa y
el cuartel eran los principales clientes de este estanco, que contaba con un
surtido de postales, sellos de correos y cartas.
Durante algún tiempo, los soldados y
la gente popular del barrio compraban “bajo cuerda” cigarros de la marca “El
Gorrión”, que vendía Miguel Martínez, "El Cojo del Cine
Delicias”. Eran cigarrillos fabricados por el inquieto y emprendedor empresario
Paco Saván, en su fábrica de Santa María de Gracia. El amigo Pepe Fernández, que
fuera luego un eficaz encargado de los “Almacenes Moncar", nos relataba
sobre las habilidades de este singular empresario, y que llegaron a tal punto
que al quedarse con el local de "Sal de Duernas" (calle Almonas), le
pagó al dueño todo el traspaso en aceitunas..
También en la calle Buenos Vinos,
en una casa huerto que con el tiempo llegó a ser adquirida por el barbero
Francisco Alcalde, “el Cojo Palanca”, había un taller de herrería, al que
denominaban “El Tazón”. Los tirafondos que fijaban las traviesas de las vías de
RENFE se forjaban para hacer entre otras cosas ganchos para sostener las
canales de los tejados. El mismo herrero solía vender un tabaco de
pasta-picadura, popularmente llamada "El “Cubanito”, que al igual que los tirafondos
venían del depósito de la estación de ferrocarriles, camuflados en
aquellos enormes canastos de mimbre que utilizaban casi por norma los
trabajadores de la estación para llevar a veces un simple bocadillo de pan con
mina.
EL AZAFRÁN DE "LOS
POLLUELOS”
En aquellos tiempos que no había ni
televisión ni apenas aparatos de radio, los chavales nos dedicábamos a
coleccionar estampas que sacaban a la venta. En aquellos años cincuenta , sacaron
unos cromos de personajes célebres como Robín de los Bosques, con una regular
aceptación. Más tarde salió “El Ladrón de Bagdad”, que fue una colección ya de
palabras mayores, y de ello pueden dar fe Casa Fidela, en Santa Ana, Casa Julia
en Santa María de Gracia y Casa Venancio, en la Calle Almonas. Muchas
veces había colas de chicos y mayores que las coleccionaban. La estampa "El
Caballo Roto" y la estampa de la "Alfombra" el 186, suponían la
ilusión de cualquiera.
Las puertas del Gran Teatro y el
Duque de Rivas, eran lugares donde los domingos por la tarde se hacían
intercambios de estampas y toda clase de tebeos. También en el Oratorio
Salesiano y en la puerta de su teatro se formaban corros en donde también se intercambiaban.
.
Igualmente estaban las estampas que
venían dentro de las bolsitas del colorante que popularmente llamábamos “Azafrán
de los Polluelos". Costaba 15 céntimos de peseta y dentro traía la estampa
de un futbolista de Primera División, con las que se completaba un álbum. Con
la colección completa te entregaban una pelota de goma poco mayor que una
naranja de “California”, de aquellas que solo se comían por Navidad. La estampa
más difícil era de Bustos, portero del Sevilla por aquellos tiempos. Con ella, prácticamente
tenías toda la colección y te ibas a casa de los Alcántara, esquina con la
Calle Agua. El padre de los citados Alcántara era el representante de los “Polluelos"
y te entregaba la pelota.
EL CUARTEL DE LEPANTO
El cuartel de Lepanto fue un establecimiento
militar que dio vida propia a la zona del jardín, pues se trataba de más de 700
personas, entre militares de reemplazo y profesionales. Con todos los nombres
que haya podido tener este acuartelamiento, el nombre que se quedó unido para
siempre a la gente del jardín fue ése de “Lepanto”. Poco a poco la presencia
del cuartel se fue perdiendo en Córdoba, y toda su organización ha sido
trasladada a Cerro Muriano, donde actualmente está integrado.
En los años, cuarenta, cincuenta y
sesenta del pasado siglo, los toques de trompeta, bien al izar o arriar la
bandera de España, llenaban de emoción los alrededores. El cabo 1º Caramel lo
sabía y se recreaba en sus toques. Muchos viandantes se paraban en plan de
respeto. No cabe duda de que eran otros tiempos. A la hora del paseo se veían
soldados salir en todas direcciones y ello, en el fondo, suponía consumo y
riqueza. Los soldados que vivan de aquella época todavía recordarán algunos
aquella “carne al jerez” que se comía los martes con sus patatitas a cuadros, a
instancias del por entonces sargento Anacleto Briones Calvo, personaje
agradable de recordar.
A este cuartel solía venir la tropa
de la Legión cuando desfilaba en Semana Santa, constituyendo un lugar de
expectación para los aficionados a los desfiles, sobre todo la gente joven. A
estos legionarios, les salieron muchos imitadores por todos los alrededores,
especialmente en las Costanillas y calle Montero. Los chavales desfilaban de
maravilla. De trompeta hacía el singular Luis Ranchal, que lo hacía fenomenal.
Toda Córdoba, en su gran Semana
Santa, solía disfrutar de estos desfiles. Además del Tercio Gran Capitán
de la Legión, que desfilaba con la Hermandad de la Caridad,
una gran compañía de honores de Lepanto lo hacía con la Hermandad de
las Angustias. El Santo Entierro, también llevaba una compañía de honores de
Artillería 42. Hubo varios años en que se planteó una bonita disputa en los
desfiles, hasta el punto que se culminaban con una parada militar en el Gran
Capitán, en unos años en los que la Carrera Oficial pasaba por allí. Para
nosotros, lógicamente, los que mejor lo hacían eran los de Lepanto. Al llegar los pasos a
la altura del Gobierno Civil, se colocaba el paso de cara al edificio oficial y
se despedía la tropa desfilando con toda solemnidad.
Para desfile que puso los “vellos de
punta” fue el que tuvo lugar una tarde de junio de 1957, cuando, con banda de
música y todo, salió un contingente de unos 600 soldados (400 de ellos de
Córdoba) para embarcar en el Barco Cabo
de Hornos y dirigirse a Sidi Ifni, para participar en la guerra que
allí le surgió a España. Su paso por el jardín del Alpargate y la calle María Auxiliadora,
se quedó para el recuerdo. Se vivieron momentos de emoción contenida. En aquel
desfile de soldados jóvenes se pudo comprobar el miedo con el que se quedaron
los familiares cuando vieron con la marcialidad que iban al frente de guerra.
También fue espectacular la toma de
azoteas y tejados que se llevó a cabo en abril de 1976, con motivo de la visita
del rey al cuartel de Lepanto. Un contingente importante de fuerzas armadas al
mando del capitán José Villalonga Montero de Espinosa, con sofisticado
armamento a base de fusiles ZETA-70 y fusiles NATO, miras telescópicas
incluidas, desde las alturas vigilaba por la seguridad del monarca. Aquello fue un despliegue excepcional.
SUPERMERCADO PIEDRA
Antonio Piedra Trujillo, funcionario
del cuerpo de la Policía Nacional, a finales de los años sesenta empezó en la avenida
de la Viñuela la aventura de una pequeña bodeguita donde se vendían toda clase
de bebidas alcohólicas y algo de conservas y quesos. El depósito almacén
inicial estaba en el jardín del Alpargate. Con la puerta entre abierta, el
espigado y desgarbado repartidor que tenía, poco a poco, se fue haciendo fuerte
en el negocio de las bebidas. Llegó incluso a ser el proveedor casi de
todo el sector de la hostelería de aquellos tiempos. Conseguía precios en las
bebidas embotelladas que por intermediarios, de Galicia, de Huelva o de Madrid,
eran más asequibles que los de las propias fábricas en su origen.
Este hombre, trabajador infatigable,
alternó su trabajo de policía con la apertura de los primeros establecimientos.
Como policía, vivió en primera persona los conflictos y las huelgas de la
Electro Mecánicas y de la Westinghouse, en aquellos tiempos de la transición
política.
Para Antonio Piedra fue determinante
la pequeña herencia que aportó su esposa y el apoyo de sus hijos. Ello le hizo
volcarse de lleno en este negocio. El primer supermercado como tal, fue el del jardín
del Alpargate, donde llegaron a estar las oficinas del negocio en una pequeña
entreplanta a la vista de todos. Al final de los años setenta el crecimiento
fue casi exponencial. Una de las primeras carniceras que tuvo, fue Carmelita,
hermana del torero “Chiquilín”. La muerte de su hijo “Juani”, en fatal
accidente de coche en las cercanías de la Cerca de Lagartijo, supuso un duro
golpe, para Antonio Piedra y para el propio negocio.
SUPERMERCADO DEZA
Antonio Deza empezó en la plaza de la
Corredera, como vendedor pie a tierra en la puerta de la antigua Almotacén. Con
sus ristras de ajos al hombro, sus cuatro limones, el perejil, el laurel y las
cornetillas, etc. etc. empezó a vender con un peso de platillo.
Alquiló una pequeña nave en la
avenida de Jesús Rescatado, y allí abrió su primera tienda. Dada su seriedad y
eficacia para el negocio aquello fue cada vez funcionando mejor, y puso la
segunda tienda en Ciudad Jardín.
En el jardín habían derribado la
famosa casa de "La Turronera” con lo que desapareció el futbolín de
Domingo y el puesto de arropías de los Córdoba. Se fueron vecinos como: Los
López Tienda, Ángel Gallego, “El Séneca” “Los Secos”, Paquita Torres, incluso
la mujer de Rafael Gaitán, "El Pesca”...En los bajos de la nueva edificación
que se hizo se instaló "Deza" y así abrió su negocio del jardín del
Alpargate, justo al lado del buzón de correos..
De las primeras personas que
ayudaron a levantar aquello hay que citar a Toñi, a Conchi, a Juani y al nieto
del Claus de San Juan de Letrán, como encargado. Éste asustado encargado fue
precisamente el que salió a la calle en el sorteo de la Navidad de 1992,
diciendo:
“Nos ha tocado un
premio gordo”.
… Y es que había tocado el 2º premio
en el número 42.890, lo que suponía repartir más de 15.000 millones de pesetas
entre la clientela de "Deza" en Córdoba. Hasta Carmela "La Piconera", que estaba en Navarra, pilló
parte del premio, y todavía sorprende a muchos como, sin móviles, sin AVE, y
sin otros medios modernos de comunicación, al otro día del sorteo ya estaba en
Córdoba dispuesta para cobrar su premio. El pago de los recibos fue modélico; a
pesar de ser pequeñas participaciones no hubo ningún contratiempo.
PACO ALCALDE "EL
COJO PALANCA"
Este simpático barbero empezó a
trabajar en casa de “Curreles”, compañero del “Sorna padre” en el ramo de la
loterías. De allí pasó al jardín del Alpargate donde se dio a conocer como gran
aficionado al cante de “Palanca”, al que vio todas las veces que éste vino al
Coliseo San Andrés. Desde su barbería fue testigo de todo lo que acontecía en
el jardín, pues cuando no estaba pelando siempre estaba en la puerta oteando el
horizonte.
Mantenía una curiosa teoría en el
sentido de que su casa de la Calle Buenos Vinos, que en tiempos de la Edad
Media fue posada, fue en la que tuvo lugar el encuentro entre Cristóbal Colón y
Beatriz Enríquez, que tiempos más tarde tendrían un hijo en común llamado
Fernando Colón. Y esa idea no había quien se la quitara de la cabeza.
LA VALDERA, “LA
CURANDERA DEL JARDÍN"
Era una mujer que vivía cerca de
casa "la Turronera", de costumbres antiguas heredadas de sus padres,
como era la práctica de la medicina tradicional mediante la aplicación de
sanguijuelas. Realizaba a todo el que se lo solicitaba el “Hirudo medicinalis” que ya se
utilizaba hacía miles de años. Para ello disponía de una pequeña orza llena de
este tipo de gusano que chupaba la sangre, produciendo las curativas sangrías
que según decían, sanaban muchas enfermedades. En los tratados de medicina
curativa de la antigua Grecia, Roma y Siria, aparecen estas técnicas.
A ella acudía gente de todo el
barrio y de otros sitios, con inflamaciones y dolores que resolvía con sus
“animalitos”. Este “gusanito” tenía poderes calmantes y cicatrizantes, ya que
su saliva contiene anestésicos, antibióticos y anticoagulantes que dan impulso
al sangrado veloz, la presión sobre las venas y permite formar nuevas
conexiones sanguíneas.
A la mayoría de las personas no les
cobraba nada, porque se trataba de gente sencilla y popular. Otra especialidad
que tenía era la de fajar a los niños cuando de pequeñitos se “quebraban”,
Tanto por un trabajo como por otro, casi siempre le pagaban en especie para el
consumo domestico: harina, garbanzos, legumbres, y cosas para comer. De algunas
farmacias, sobre todo del Centro, solían venir a pedirle sanguijuelas que ella
facilitaba a un precio módico. Su marido era el que las localizaba en los lodos
de agua dulce.
Un día se le dio el caso de que
atendió a una chiquilla de la calle de Álvar Rodríguez. Cuando la curó, la
madre le pagó con media docena de unas pastillas de jabón de la Casa Carbonell.
No tendría importancia este hecho si no fuera porque poco tiempo antes habían
despedido a un trabajador del barrio que trapicheaba con estas pastillas de
jabón.
6 comentarios:
Lo de las sanguijuelas es una cosa muy interesante, pero las cosas siempre evolucionan, ahora los médicos han sustituido en la llamada sanidad a las sanguijuelas.
Si los médicos se molestan por lo dicho anteriormente es una cosa irrelevante, la gente en general tiene la mala costumbre de molestarse por cualquier cosa.
Saludos.
Estamos de vacaciones o no.
Hay que dar vigor al blog.
El tiempo o sea el clima es una cosa que nos debe preocupar, no hace calor, y eso debe ser malo porque las cosas deben hacerse a su tiempo, y no a destiempo, como por ejemplo un viejo o vieja de mas de ochenta años echándose una novia o novio en plan formal.
El Sr Estévez estimo que es muy mayor.
Saludos.
Tantas cosas han desaparecido que el jardín del alpargate, u otras designaciones como por ejemplo el jardín del piojo nos hacen recordar tiempos antiguos, historia, cultura en definitiva.
La fuente y alberca que existía enfrente del Grupo Escolar Colón que tampoco está con sus sanguijuelas, en fin cosas que ya no nos acompañan, empresas como por ejemplo Cepansa, en las que la letra a significaba dos cosas algodón y anónima.
Pero hoy tenemos otras cosas, libertad, democracia, igualdad, y muchísimas mas cosas que no nombro porque se haría interminable la lista.
Recuerdo a una que fue a examinarse de no se que cosa, y no la nombraron para entrar a examinarse y protestó por no poder examinarse y al reclamar le dijeron, no está en las listas, y ella contestó mire en las tontas.
Sr Estévez tengo entendido que la reclamante era del barrio de San Lorenzo.
Saludos.
Amigo Rafael:
Me he dado un descanso, pero es un placer compartir tus opiniones y comentarios, aunque algunos "pican" como la cornetilla" que tantas bromas se hicieron con ella.
He estado bastante tiempo publicando un pequeño artículo diario en eso que llaman FACEBOOK, pero he optado por dejarlo pues el ordenador "maneja" un algoritmo para publicar que es del Pedro Sánchez, o de sus cuñados políticos y yo no quiero que nadie me censure. Es curioso que esta gente está metida en todos los sitios.
Tengo entendido que el Ministro Sebastián, aquél de la "Bombilla" ha dicho o propuesto que el valor del PIB se haga en torno a la fabricación de las famosas "Mascarillas". No sabemos si es cachondeo, o algo por el estilo, pero a ese hombre se le ocurren unas cosas que no tienen desperdicio.
Saludos Rafael, ayer pasé por tu Bar del Campo de la Merced y parece que le han dado cierto "empuje" y eso debe de ser bueno.
Curiosamente en la puerta de tu casa antigua había un cartel que decía: Quien se la encuentre para él. Era un cartel denunciando la pérdida de una mujer ya mayor, y unos graciosos pusieron debajo el comentario.
Saludos.
.
n
Ya estamos en septiembre, lo que demuestra que el tiempo es breve, y eso era lo que decían antiguamente.
El viejo desorientado, el viejo que se muere, el viejo ( en este caso un objeto material) estropeado.
Córdoba concepto inmaterial y por lo tanto incomprensible.
Unos con su cuenta bancaria cada vez mas dilatada porque no saben gastar el dinero y sus ingresos son superiores a sus gastos, es lo que se llama divergencia financiera, que tan envidiada es por algunos.
Otros siempre quejándose, por causas diversas. Al escribir eso de causas diversas era lo que se ponía en las etiquetas de rechazo, para dar satisfacción a todos los implicados.
Córdoba tan cerca para algunos y para otros tan lejos. Hay gente para todo decía El Guerra, y parece ser que llevaba razón.
Mañana más.
Saludos.
Con esto de tener mas de una vivienda, y el ordenador solo en una de ellas es un problema.
Es como el que no tiene una vivienda pero al contrario.
Otros saludos.
Publicar un comentario